[Libro] Jean-Yves Bériou | Teoría revolucionaria y ciclos históricos

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Teoría y práctica, marxismo y anarquismo, socialismo revolucionario y anarco-comunismo, socialdemocracia, programa comunista, revolución y contrarrevolución.

Tópicos fundamentales y por demás abordados, pero aquí el autor ofrece un enfoque a contracorriente: el de la teoría revolucionaria en estricta vinculación a los ciclos históricos del capital, los cuales son, al mismo tiempo, ciclos de formas particulares de acumulación y de lucha del proletariado.

De este modo, adentrarnos en el pasado significa una vez más preguntarnos por el presente. Se trata de la producción de la teoría comunista como autocomprensión del movimiento proletario.

Escrito en 1973, este texto propone una reconstrucción de la lucha del proletariado desde sus orígenes, elaborada desde la perspectiva teórica de la «autonegación del proletariado», la cual tomó impulso en aquella década y cuya crítica forma parte del surgimiento de la teoría de la comunización.

RAZA, RACISMO, RACIALIZACIÓN: UNA PERSPECTIVA COMUNISTA

Por Barbaria

No es lo mismo ser proletario o mujer en Ruanda que en Suecia. Tampoco es igual en un mismo país ser un proletario o una mujer de raza blanca que no serlo. Por tanto, es evidente que el sistema en el que vivimos se organiza racialmente, que las opresiones económicas o patriarcales solo pueden pensarse en función de la categoría de raza y que la lucha contra ellas debe partir en primer orden del color de la piel o del lugar de origen, según el caso. A fin de cuentas, las mujeres y el proletariado occidentales se benefician de la explotación de los racializados de todo el mundo: ¿no compran los europeos la comida más barata gracias a la explotación de los jornaleros y las jornaleras magrebíes? ¿No hay por tanto un interés común, un privilegio común a los blancos sean de la clase que sean contra los racializados, sean de la clase que sean? ¿No son el blanco al racializado y Occidente al resto de naciones lo que el burgués al proletario, pero con mayor entidad, puesto que el primer antagonismo tiene carácter mundial mientras que el segundo se da solo en el plano nacional? La raza —es decir, la nación— tiene primacía sobre la clase. Dado que el proletariado mundial está dividido racialmente e incluso tiene intereses contrapuestos, es necesario concluir que no hay nada material que le empuje a luchar por lo mismo. La revolución mundial es una quimera idealista, sin suelo bajo los pies, o peor aún: el señuelo de una teoría que en sus pretensiones de universalidad solo oculta un interés particular, el de la dominación colonial del pueblo blanco sobre el resto.

Si la primera afirmación es una evidencia que parte de la realidad, el hilo de razonamientos nos lleva a una conclusión falsa y profundamente reaccionaria. El objetivo de este texto consiste en explicar por qué.

Por desgracia, este hilo se recorre a menudo en los medios radicales. Hace tiempo que cuando se habla de racismo ya no se discute sobre cómo el proletariado puede luchar contra las separaciones que este sistema genera en su seno, sino sobre cómo el proletariado occidental debe deconstruirse y renunciar a su privilegio blanco, esto es, a sus intereses materiales, que mantienen la explotación del resto del planeta. Y al hablar así sobre el racismo, se sea consciente o no, se está bebiendo del fango de la contrarrevolución.

Qué hay detrás del privilegio blanco

Como explicamos en ¿Interseccionando el capitalismo?, la posmodernidad «piensa la contrarrevolución desde las categorías de la contrarrevolución», es decir, reacciona a la ideología estalinista partiendo de sus mismas categorías. Esto es tanto o más aplicable a su variante poscolonial[1] y a su antecesora, la corriente de la dependencia. Ambas reaccionan a la visión etapista del estalinismo, que caracteriza como feudal toda la periferia capitalista y plantea la necesidad de una revolución burguesa en cada territorio antes de establecer siquiera la posibilidad de una lucha autónoma del proletariado. Pero reaccionan desde los mismos fundamentos de la liberación nacional y la lucha antiimperialista, que hacen pasar los intereses de la burguesía regional por los del proletariado y lo preparan así para su uso como carne de cañón. Este planteamiento, más fundado en los propios intereses imperialistas de la URSS y la China capitalistas que en un inocente error teórico, se estrenó en 1927 con la masacre del proletario chino a manos del Kuomintang, el partido nacionalista de Chiang Kai-shek, con la connivencia criminal de Stalin. Mao no será sino el ilustre continuador de esta contrarrevolución a lo largo de las siguientes décadas. Sigue leyendo

Mujer, patriarcado y capitalismo

Si se echa la vista atrás en la historia, cabría preguntarse si acaso el capitalismo no está acabando con el patriarcado. Igualdad jurídica entre mujeres y hombres, independencia económica creciente de las primeras respecto a los segundos, división sexual del trabajo cada vez menos marcada, disminución de la homofobia, cuestionamiento de la transfobia, actitudes más abiertas respecto a la sexualidad: al mirar estos fenómenos, que se evidencian con claridad en los países de viejo capitalismo pero que van ganando extensión mundial conforme se desarrolla históricamente este sistema, resulta sugerente pensar que el patriarcado quedó en el pasado con las sociedades precapitalistas, cuando el destino de la mujer y de los niños estaba marcado por el patriarca familiar. Hay quien llega a reducirlo a los tiempos bíblicos, considerando más apropiado hablar de sistema sexo/género como concepto neutral y ahistórico.

Pero si es esto es así, surge una nueva dificultad: al acabar con el patriarcado, ¿el capitalismo estaría acabando con la desigualdad real entre hombres y mujeres? ¿O habría que definir un nuevo concepto, una nueva teorización sin solución de continuidad con las sociedades anteriores? ¿Cómo se explicarían entonces los rasgos comunes entre unas y otras? ¿Y las diferencias? ¿Cuáles son las causas que reproducen esta desigualdad?

Adelantaremos ya que para nosotros el patriarcado sigue siendo un rasgo estructural en el capitalismo. También creemos que sigue siendo un concepto válido para entender la situación de la mujer, la compresión de la sexualidad, el papel social de la infancia, el cuidado en la enfermedad, la dependencia y la vejez y, en general, la organización de la reproducción biológica del ser humano en toda sociedad de clases y los imaginarios, roles e identidades que se producen en ella. Sigue leyendo

LA PAZ, ES LA GUERRA / Gilles Dauvé

«Por la patria hay que vivir!»

«Los países pequeños como Bélgica harían bien en unirse al país más fuerte si quieren mantener su independencia.» (Emperador Guillermo II al Rey de los belgas, noviembre de 1913)

 

«Una gran guerra es inevitable en las primeras décadas del siglo XXI, pero implicará una crisis económica en fase de maduración, una sobreproducción a gran escala, una fuerte caída de la rentabilidad, una exacerbación de los conflictos sociales y de los antagonismos comerciales, lo que exigirá tanto la redivisión del mundo como la regeneración de todo el sistema. […] No más que en el pasado, ningún reformismo impedirá la marcha hacia un conflicto, si no planetario, al menos más que regional.» (10 + 1 questions sur la guerre du Kosovo, 1999)

 

«No te creas la propaganda, aquí te están mintiendo.» (Marina Ovsiannikova, interrumpiendo las noticias en uno de los principales canales rusos, 14 de marzo de 2022)

* * *

«La guerra por la paz»… «la causa de los débiles contra los fuertes»… «Crímenes contra la humanidad en el corazón de Europa… una lucha por la civilización»… «genocidio en curso en Ucrania».

La primera cita es del periódico socialista Le Droit du Peuple, y la segunda del burgués Times de Londres, ambas escritas en 1914; la tercera del Primer Ministro francés durante la guerra de Kosovo en 1999, y la última del Primer Ministro ucraniano el 9 de marzo de 2022.

Los medios de comunicación franceses nunca hablarán de la dictadura chadiana (apoyada por Francia) como lo hacen de la dictadura bielorrusa (apoyada por Rusia). Tampoco mencionarán los millones de civiles asesinados por los ejércitos francés y estadounidense en las guerras de Indochina y Vietnam, al igual que las masacres de civiles por parte del ejército ruso en Ucrania.

Hay pocas novedades en el lavado de cerebro, salvo que la propaganda se intensifica a medida que la guerra se acerca al corazón de Europa. Rusia lo niega, prohibiendo las palabras «guerra» e «invasión» (el Estado francés esperó hasta 1999 para reconocer oficialmente que entre 1945 y 1962 había librado una «guerra» en Argelia y no sólo «operaciones»). Occidente entrega eufemísticamente armas a Ucrania a través del Fondo Europeo para la Paz.

Cuando las palabras se hinchan, su significado estalla. En particular, genocidio se convierte en sinónimo de masacre, mientras que la palabra se refiere al exterminio de un pueblo como pueblo: Hitler lo hizo con los judíos, pero ni Stalin pretendía la eliminación del pueblo ucraniano a principios de los años 30, ni posteriormente Pol Pot la del pueblo camboyano. Putin tampoco pretendía eliminar al pueblo ucraniano.

 Pero, antes de ser mental, la confusión está en la práctica. Si las ideologías se confunden, si todo el mundo ha podido proclamarse socialista, comunista, proletario, revolucionario (título del libro publicado en 2017 por el actual presidente de la república francesa), es porque hasta ahora los movimientos sociales no han realizado un programa que rompa con el orden de las cosas. Así que, en la mitología y el discurso político, todo vale. Como el socialismo era nacional en 1914, los nazis podían reivindicarlo como propio: el nazi es el «nacional socialista» (nationalsozialist).

Cuando nos vemos reducidos a la pasividad por luchas fallidas o desviadas, recibimos información e imágenes como espectadores de una realidad contra la que no podemos reaccionar temporalmente. Sigue leyendo

CRISIS DE CIVILIZACIÓN / Gilles Dauvé

Todas las crisis históricas son crisis de reproducción social. Intentaremos investigar cómo la crisis actual, al igual que otras del pasado y a diferencia de ellas, obliga a la sociedad a enfrentarse a las contradicciones que antes estimulaban su dinámica pero que ahora la llevan a una coyuntura crítica. [1]

Toda gran crisis obliga a los grupos sociales a enfrentarse a las profundas contradicciones de la sociedad. En el capitalismo, la confrontación de clases es el motor principal que hace avanzar a la sociedad: obliga a la burguesía a adaptarse a la presión laboral, a «modernizarse». La crisis se produce cuando estas presiones, antes positivas, tensan el tejido social y amenazan con desgarrarlo.

Contradicción no significa imposibilidad. Hasta ahora, todas las grandes crisis han terminado con el sistema logrando salir adelante y volviéndose finalmente más adaptable y proteico. Ninguna crisis «definitiva» está automáticamente contenida en las contradicciones más agudas. Sigue leyendo

[Folleto] LA COMUNA DE PARÍS, a 150 años

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En el año del 150° aniversario de la Comuna de París, desde Lazo Ediciones publicamos un artículo de Rodrigo Vescovi (Acción directa en Uruguay 1968-1973) acerca de este fundamental suceso en la lucha por la revolución social. Esta publicación se suma a la edición que realizamos del libro La Comuna de París. Revolución y contrarevolución (1870-1871) de Proletarios Internacionalistas en junio de 2017, cuya lectura recomendamos para ampliar sobre el tema.

«La Comuna de París fue un breve, aunque imponente, proceso insurreccional desatado en el contexto de una cruenta guerra entre Francia y Prusia. Con una población sitiada y hambreada, y un gobierno progresista que, como de costumbre, no colmó las necesidades de la gente, el 18 de marzo de 1871 se produjo la revuelta y la proclamación de la Comuna, iniciando un proceso de profunda transformación social. Aunque ahogado brutalmente en la represión, este suceso significó para el proletariado internacional que la revolución era posible y, con ella, una sociedad sin clases, Estado ni propiedad privada.»

El folleto incluye también un mapa infográfico acerca de la situación político militar de París del 22 de mayo de 1871.

De la crítica al trabajo a su abolición – Matériaux Critiques

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El trabajo es probablemente la cosa más despreciable y despreciable del mundo.”

(Boris Vian, citado en: “El fin del trabajo” de A. Chassagne y G. Montracher. Edición Vivre / Stock2)

En este breve texto intentaremos sintetizar las diferentes críticas a la obra producidas por distintas corrientes marxistas, ortodoxas y / o heterodoxas; desde la teoría crítica del valor a los distintos componentes de la llamada “ultraizquierdista”. El objetivo es, a partir de entonces, tocar más allá de las consignas, ciertas perspectivas del comunismo teórico y mantenido. La crítica del trabajo es también un ángulo de ataque interesante en la crítica total del modo de producción capitalista: “El trabajo y el capitalismo son de hecho una y la misma cosa” (A. Hemmens: “No trabaje nunca”. Crisis & Critique. P.313)

Incluso si la historia del trabajo en los diferentes modos de producción se afirma y ha sido experimentada subjetivamente por las clases explotadas de muy diferentes formas; éste se concentra y queda totalmente subsumido en el capitalismo como una relación social específica que le es propia e inmanente: trabajo asalariado (-salariado-). El trabajo asalariado es, pues, la forma última en el ciclo de las sociedades de clases, del trabajo forzado, de la actividad humana alienada, separada para satisfacer su propia reproducción como especie, que por ser genérica, es decir, de un individuo social en proceso en el comunismo.

N+1 – Notas sobre el 68

Traducción de Barbaria; las notas son de una charla sobre los años 70 en Italia que hicieron hace unos años los compañeros de n+1

La primera fase del obrerismo u operaísmo[1] italiano fue anarcosindicalista y tuvo lugar entre la crisis de la Primera Internacional (1872) y la fundación del Partido Socialista Italiano (1892). La segunda, en parte superpuesta a la primera, fue la socialista y gramsciana, que fue desde la fundación del Partido Obrero Italiano (1882) hasta la catástrofe degenerativa de la Internacional Comunista (1926). La tercera, que comenzó en 1958-59 con un intento de contraataque frente al largo periodo contrarrevolucionario estalinista en plena reconstrucción de posguerra. Fue sobre todo el producto de un fuerte impulso de los obreros industriales, que también agitó a grupos de jóvenes militantes de los partidos y sindicatos tradicionales, a los que se unieron elementos de la intelectualidad universitaria pequeñoburguesa. Sigue leyendo

Marx en Once Puntos

Por: Barbaria

«Ellos (los proletarios) no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente dar rienda suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad agonizante lleva en su seno» (Marx, La Guerra Civil en Francia).

Con estas notas pretendemos ofrecer un acercamiento a las principales aportaciones que al movimiento proletario ofreció Karl Marx. Sabemos de la dificultad de la tarea, es imposible restituir la importancia y la complejidad de sus aportaciones teóricas y prácticas en estas breves páginas. Pero nuestro fin no es ése, simplemente pretendemos ofrecer un inicio de orientación por la obra de nuestro compañero que sirva como guía para una profundización ulterior. Para ello partimos de lo esencial: la obra de Marx es la de un revolucionario comunista que inscribió su contribución teórica en el movimiento proletario de negación de este mundo. Es desde ahí que tienen sentido la profundidad del conjunto de sus aportes.

Orígenes

Karl Marx nació en 1818 en la ciudad renana de Tréveris. Su familia era de origen judío, prácticamente casi todos sus familiares varones, por parte de padre y madre, habían sido rabinos. Su padre se convirtió al luteranismo de modo pragmático para tratar de evadir las dificultades propias de la época de ascenso profesional e integración en la sociedad para un abogado de origen judío. Renania, la región en la que había nacido Marx, estuvo ocupada por los ejércitos napoleónicos y su Código Civil fue implementado en ese tiempo. El Congreso de Viena de 1815 decidió que Renania (en el oeste de Alemania, haciendo frontera con Francia) fuese anexionada por Prusia. Todo ello nos da una imagen más liberal de la región en relación a las pervivencias del Antiguo Régimen que se mantenían con fuerza en Prusia.

El padre de Marx, Heinrich, era de tendencia liberal, así como el padre de lo que sería su compañera (Jenny), el Barón Ludwig von Westphalen. Este ambiente liberal y las conversaciones con el Barón Westphalen influirán fuertemente en el adolescente Marx. Acabados los estudios secundarios estudiará Derecho primero en Colonia y luego en Berlín. En 1841, terminará su Tesis doctoral sobre las diferencias entre Demócrito y Epicuro. Y en contacto con otros jóvenes hegelianos (discípulos izquierdistas, liberales y demócratas, contra el Antiguo Régimen) tratará de obtener una plaza en alguna universidad como profesor. La represión absolutista se lo impedirá cuando su principal mentor, Bruno Bauer uno de los líderes de la izquierda hegeliana, será desplazado en 1842 por sus tesis radicales contra la religión. Marx se dedicará, por lo tanto, al trabajo periodístico. Dirigirá una publicación en Colonia, La Gaceta Renana, de tendencia liberal pero empezará a preocuparse por cuestiones sociales como se observa en sus artículos sobre las leyes acerca del robo de la leña y los debates parlamentarios de la Dieta Renana. Estos artículos acabarán por cerrar la publicación y por radicalizar al autor de ellos, Karl Marx, cada vez estaba más atento a las nuevas ideas socialistas que germinaban en las primeras agrupaciones obreras. Desde 1843-1844 adhiere a ellas para el resto de su vida. Esta transformación no encuentra su origen en una operación intelectual, sino debido al contacto que Marx entreteje con el proletariado parisino. Es este movimiento el que gana a Marx al movimiento comunista, o sea, lo contrario de lo que se sostiene en tantos libros de texto, que hacen del comunismo una idea que los intelectuales inyectan en masas analfabetas. Algo similar ocurre con Engels que adhiere al comunismo en Manchester, cuando conoce desde dentro la realidad del movimiento obrero de la época. Sigue leyendo

El capitalismo de Stalin / Notas sobre las teorías del capitalismo de Estado

La discusión que queremos introducir en este texto no es académica. Cuando era “Medianoche en el siglo”, para utilizar la afortunada y evocadora expresión de Víctor Serge, un puñado de compañeros y compañeras se atrevieron a pensar cuál era la raíz social de la Rusia de Stalin. En ese momento, tratar de discernir la verdad sobre ese fenómeno contrarrevolucionario era literalmente jugarse la vida. Muchos de estos compañeros y compañeras fueron perseguidos por ese motivo, algunos de ellos fueron asesinados por los sicarios del capital, en su forma “nacional-comunista”, “fascista” o “democrática”. Obviamente estas contribuciones, en las que colaboraron directa o indirectamente gente que hoy recibe los parabienes de la cultura dominante como Simone Weil o George Orwell, no fueron publicadas en libros académicos ni recibieron los elogios de los dominicales de la prensa burguesa. En esos momentos, en la década de los años treinta, Stalin era aliado de las principales potencias imperialistas de la época. Era uno más en la mesa de los depredadores imperialistas que se reparten la sangre del proletariado mundial. El embajador norteamericano en Moscú, Joseph Davis, compartía con Stalin no solo su nombre de pila sino la reivindicación de los Procesos de Moscú como un ejemplo de justicia universal. Para el resto de los Estados capitalistas mundiales, Stalin era un buen sueño, que les libera del espectro de la peor de sus pesadillas, la revolución proletaria mundial. Por eso un escritor hoy famoso, entonces un paria perseguido y que hacía parte de las listas negras de los eliminables, George Orwell, no podía ver publicado su Rebelión en la Granja. Ninguna casa editorial quería publicar un libro que criticaba al aliado en la II Guerra Mundial del Reino Unido y de Estados Unidos. Los aliados de clase, en una guerra imperialista, son sagrados para las burguesías. Nadie quería publicar al autor de Homenaje en Cataluña, un libro que no habla de nacionalismo a pesar de lo que pueda pensar algún docto despistado, sino de los sueños e intentos de revolución social masacrados por el stalinismo, el principal agente burgués en la España republicana de la época. La República, hoy evocada con nostalgia por tantos izquierdistas, no fue sino una enorme fosa común para miles de revolucionarios.

Como decimos, estas aportaciones no vieron la luz en los libros oficiales, sino en documentos internos, periódicos con tiradas reducidas, campos de concentración y cárceles desde Estados Unidos a Italia, desde la URSS de Stalin a la Barcelona de la II República. Así se construye nuestro partido de clase, a través de minorías revolucionarias que mantienen a contracorriente la importancia y la centralidad de nuestro programa y nuestros objetivos, la necesidad de luchar de un modo intransigente por una sociedad de mujeres y hombres libres, sin dinero ni clases sociales, sin mercancía ni Estado. Como veremos al final de este pequeño texto, esta es la tesis central de este trabajo. La centralidad del comunismo como negación de todas las categorías del capital, la comprensión de que la Rusia de Stalin no podía ser sino capitalista en la medida en que había mercancías, clases sociales, dinero, salario, empresas, un Estado en hiperinflación totalitaria… Sigue leyendo

[Libro] COMUNISMO ANTIBOLCHEVIQUE – PAUL MATTICK

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Paul Mattick, in memoriam

En febrero de 1981 moría en Cambridge (Massachussets) Paul Mattick. El hecho de que no fuera un santón del marxismo oficial o académico, contribuyó lo suyo a que su muerte pasara completamente desapercibida de los media, casi del mismo modo, como su vida y trabajo teórico, centrado en la crítica del capital en proceso, fueron soslayados por los círculos oficiales del debate marxista.

Casi tres años después, presentamos dos artículos, inéditos en castellano, que iban a formar parte, entre otros, del último libro que Paul Mattick preparaba en el momento de su muerte.

Es difícil resistir la tentación del elogio sincero del compañero muerto, sobre todo, para quienes somos en tan gran medida deudores del pensamiento marxiano desarrollado por P. Mattick. Sin embargo, lo evitaremos. Eludiremos la retórica fácil del panegírico, aunque sólo sea por lo contradictorio que resultaría tratándose de quien, como él, defendiera planteamientos tan alejados del «culto a la personalidad». Huiremos, igualmente, de cualquier veleidad propiciadora de la fetichización de su pensamiento. Nada más distante del sistema teórico-crítico de P. Mattick que la posibilidad de su encorsetamiento en la categoría de un «ismo» cualquiera incluído el marxismo o el «consejismo».

No vamos, tampoco, a cometer la pretensiosidad de intentar glosar en unos párrafos una obra que, como la desarrollada por P. Mattick a lo largo de su vida de activista, por su extensión y riqueza en sugerencias, superaría los límites e intenciones de lo que no pretende ser más que una presentación. Por eso mismo, pensamos que lo mejor que se puede hacer es dar a conocer su obra tal y como es: una sistematización rigurosa, precisa y crítica del desenvolvimiento histórico de la contradicción representada por el antagonismo Capital-Proletariado. Este es el motivo principal que nos mueve y al que queremos contribuir con la difusión de los dos artículos que a continuación presentamos.

Con todo, no queremos dejar pasar la ocasión de hacer algún comentario sobre la significación en la teorización del comunismo de este desconocido, -el cual pretendemos que lo sea menos-, cuya obra supone una aportación de indudable importancia a la hora de la elucidación teórica de las posibilidades reales del Comunismo, en tanto resultado de la acción de clase proletaria.

Pero, además, traemos a colación un nombre y una obra por lo significativos que pueden ser en unos momentos, como los actuales, en los que la generalizada abjuración del marxismo, lejos de inducirnos a la superación del mismo hacia la realización del Comunismo, viene a invitarnos al repliegue en los cenáculos de la ideología, de las formas culturales y a la liquidación, simple y llana, de la perspectiva de la lucha de clases. Los planteamientos críticos del tipo de los expuestos por P. Mattick abren nuevas posibilidades de comprensión de la contradictoriedad del Capital más allá de la apariencia engañosa de los fenómenos coyunturales. Y es, precisamente, por eso, porque se ubica en los resquicios de la contradictoriedad, por lo que la teorización deviene CRITICA, reflexión de una práctica que se proyecta en el sentido cambiante de la realidad configurada por la relación Capital-Proletariado.

 Quien contra viento y marea supo desentrañar en plena euforia keynesiana los límites de la economía mixta y los elementos de persistencia-latencia de crisis en las nuevas formas de la dominación del capital, incluso en coyunturas donde otros se dejaban obnubilar por el despliegue fascinante y espectacular de la circulación de las mercancías y anunciaban el final de la sociedad de clases (hombre unidimensional marcusiano), creemos que tiene algo que decir en estas horas oscuras en las que vivimos y en las que la práctica y reflexión comunistas parecen definitivamente colapsadas.

Paul Mattick, fue uno de esos «hijos proscritos» de Marx que, como R. Luxemburgo, Korsch, A. Pannekoek, H. Gorter, O. Ruhle, conjuraron el servilismo de la ortodoxia sin por ello obviar la crítica comunista marxiana diluida en los diversos sucedáneos ideológicos del marxismo.

La recuperación del nódulo fundamental de la sistematización crítica de Marx, que se concretaba en la teoría de la acumulación, como teoría de la crisis – o sea, el reconocimiento del capital en proceso, como contradicción–, lo que venía a conferir a la obra marxiana el carácter de arma teórica del proletariado frente a la ideología burguesa, cobra especial relevancia en Mattick en lo que respecta no ya a la tarea continuadora de la obra de Marx, sino de lo que esta contiene de expresión de la realidad cambiante del proletariado, haciendo exigible la profundización- superación de las aserciones fundamentales del propio Marx.

Es en este sentido, en el que hacemos una llamada de atención a propósito de la obra de P. Mattick. Es decir, sobre el hecho de que su perspectiva de teorización, así como la verificación empírica, en la realidad de la crisis rampante, de sus aseveraciones nos proporcionan los elementos fundamentales de continuación de la crítica de la Economía Política – real, práctica–, desde las bases históricas que representan la dialéctica Capital-Proletariado.

Por encima de todo, se trata de una reflexión formuladora de la realidad práctica de la lucha de clases; pero es más que mera constatación: es, por su propia naturaleza, una incitación a la continuación del combate concreto, cotidiano y colectivo del Proletariado por el Comunismo.

Revista Etcétera, marzo 1984.

El comunismo es la comunidad humana material: Amadeo Bordiga hoy

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Loren Goldner, 1991

Traducción: Non Lavoro

Biblioteca de Cuadernos de Negación

El siguiente artículo presenta las poco conocidas visiones del marxista italiano Amadeo Bordiga (mejor recordado, cuando se le recuerda, como uno de los «ultraizquierdistas» denunciados por Lenin en «La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo»), sobre la naturaleza de la Unión Soviética y, en general, considera la tesis de que la cuestión agraria, fundamental para Bordiga en la caracterización del capitalismo, es la clave actual y poco discutida de la historia, tanto de la socialdemocracia como del estalinismo, las dos deformaciones del marxismo que han dominado el siglo XX. Propone la tesis de que la propia socialdemocracia europea (y sobre todo la alemana), incluso cuando hablaba un lenguaje ostensiblemente marxista, era una distorsión estatista del proyecto marxista, y, más bien, una escuela para una etapa superior del capitalismo, el emergente estado de bienestar keynesiano.

Durante muchas décadas, los marxistas revolucionarios han entendido las realidades sociales de la Unión Soviética, China y otras sociedades llamadas “socialistas”, como la negación del proyecto de Marx de la emancipación de la clase trabajadora y de la humanidad. Muchos teóricos, comenzando con Rosa Luxemburg en su «La Revolución Rusa» de 1918 , y seguidos por Mattick, Korsch, Bordiga, Trotsky, Schachtman o CLR James (por nombrar sólo algunos), han dedicado grandes energías a resolver la famosa “cuestión rusa”: el significado específico, para los marxistas, de la derrota de la revolución rusa y el éxito internacional del estalinismo. La diversidad de visiones desarrolladas en este debate parece confirmar, por sobre otras, la caracterización de un muy alejado del marxismo y la izquierda, Winston Churchill, para quien el sistema soviético era un “acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Los herederos contemporáneos de las teorías del “estado obrero degenerado”, el “socialismo de estado”, el “colectivismo burocrático”, el “capitalismo de estado” o la “sociedad de transición”, tienen todos sus análisis y explicaciones — muchas de ellas consoladoras — de la descentralización del bloque del Este después de 1989. Con un optimismo moderado, característico de la tradición marxista, la mayoría de estas corrientes tendieron a asumir (como lo hizo este autor) que el principal contendiente inmediato por el poder de la moribunda burocracia estalinista sería la clase obrera revolucionaria, que lucharía por fin por el socialismo real. Pocos previeron — más particularmente, pero no únicamente, los trotskistas, para quienes el bloque del Este aparentemente descansaba sobre cimientos socialmente superiores a Occidente — que el principal contendiente por la sucesión post-estalinista no sería el marxismo revolucionario sino un neo-liberalismo ciegamente pro-occidental inspirado por von Hayek y Milton Friedman, y las corrientes derechistas autoritarias resurgentes de entreguerras (con ex-estalinistas prominentes en ambas corrientes). Menos aún previeron que la desaparición de los fundamentos sociales del estalinismo implicaría una profunda crisis del marxismo mismo.

[Publicación] La forma-valor de la mercancía y la autoemancipación de la humanidad proletarizada – Dauvé, Zeroworker, RHF

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“El abismo no nos detiene: el agua es más bella despeñándose.

¡Vamos hacia la vida!”

Ricardo Flores Magón, 1907

Desde VAMOS HACIA LA VIDA queremos poner a disposición de nuestra clase una serie de materiales que alienten el debate y la profundización de contenidos necesarios para su desarrollo como movimiento negador y superador de la miseria capitalista. Esta y sucesivas entregas corresponderán a textos inéditos en nuestro idioma o que precisen nueva difusión respecto a determinadas temáticas.

El presente cuadernillo constituye una especie de mini dossier dedicado a la crítica de la denominada “Nueva Crítica del Valor (Wertkritik)” o “Teoría de la Forma-Valor (TFV)”, corriente teórica que ha gozado de cierta popularidad durante los últimos años, y que desarrolla un conjunto de elementos fundamentales para la comprensión del funcionamiento de la civilización del capital (valor, mercancía, fetichismo). Sin embargo, rechaza la idea de que el colapso de ésta sea el resultado de la confrontación de los intereses vitales, inmediatos e históricos, de la clase proletaria ante las necesidades de la acumulación capitalista.

Se reúnen así tres textos. El primero de ellos, “El panadero y el teórico (sobre la teoría de la forma-valor)”, fue escrito por Gilles Dauvé el año 2014 y aquí se presenta traducido al español por primera vez. Dauvé es uno de los más reconocidos teóricos de la “corriente comunizadora”, tendencia nada homogénea surgida en los años 70, que plantea una profunda ruptura con la concepción etapista del cambio social propia de las ideologías y organizaciones de matriz socialdemócrata, y que se revela como una forma de salvar y perpetuar las categorías básicas de la sociedad capitalista. Por el contrario, el proceso revolucionario debe implementar en su mismo desarrollo las medidas comunistas; “revolución es comunización”, como afirmara en algún momento el mismo autor. El segundo texto corresponde a la traducción desde el portugués de la corrosiva crítica de Zeroworker al grupo alemán Krisis (génesis de la “teoría forma-valor”), que aborda sus limitaciones y pasos en falso, planteando los puntos en común y las drásticas divergencias en las conclusiones. El último escrito del dossier es un artículo originalmente considerado en el borrador del que sería el segundo número de la revista “Revolución hasta el fin” (RHF), pero dada su atingencia, se ha decidido incorporarlo en esta edición. Es un material que surge luego de la visita de Anselm Jappe (figura destacada de la “nueva crítica del valor”) a Chile el año 2014. Recoge algunas de las intervenciones de la asistencia y las correspondientes respuestas de Jappe, realizadas en el contexto de un foro-conversatorio, para posteriormente desarrollar diversos comentarios que polemizan con la relativización que hace este autor de la lucha de clases y la definición misma de las clases sociales.

Vamos hacia la vida

[Libro] COMUNIDAD Y COMUNISMO EN RUSIA – Jacques Camatte

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Publicado originalmente en Invariance nro.4 (1974) se trata de una serie de artículos sobre la revolución rusa pero no de una cronología o historización de los sucesos. Sino sobre las pocisiones de Amadeo Bordiga en cuanto a la cuestión rusa, la cuestión de la comunidad en Rusia (mir y posibilidades de revolución), campesinos, subsunción, partido, soviets y la correspondencia entre Karl Marx y Vera Zasulich sobre las posibilidades de la revolución en Rusia sin atravesar un período de transición capitalista.

“El capital sin clase capitalista es lo único que puede realizar el Modo de Producción Capitalista, como lo afirman Ricardo, Marx y Bordiga. En occidente no es posible eso hasta que el capital se ha constituido en comunidad material y ha derruido los viejos presupuestos estatales. En la U.R.S.S. ha sido la restauración del despotismo, el medio, por así decirlo, para escamotear a la clase capitalista (en el área asiática la tendencia es idéntica), de forma que no domine según su propio ser; pero la intervención cada vez mayor del capital mundial, a través sobre todo de los EE.UU., tenderá a realizar una adecuación más rigurosa entre él (el capital) y el poder de dominación sobre la sociedad.”

Dinero que incuba dinero

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A modo de prólogo .La mercancía .El dinero 1) Medida de valor 2) Medio de circulación 3) Medio de atesoramiento 4) Medio de pago 5) Dinero mundial El capital que devenga interés 1) El dinero como mercancía 2) El dinero como capital que devenga interés 3) El dinero de crédito 4) El dinero como capital ficticio 5) El juego de espejos .Un mundo sin dinero .Anexo I: Contribución a la crítica de la economía política .Antítesis mercancía-dinero .Medida de valor .Medio de circulación .Medio de atesoramiento .Medio de pago .Dinero mundial .Anexo II: El capital, sección quinta .El capital como mercancía .Funciones del crédito y del sistema bancario .Capital que devenga interés .Capital ficticio .Abolición de la propiedad con el desarrollo del crédito

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No sabemos si perturba o no su sueño, pero la burguesía lleva décadas manteniendo vivo el capitalismo a base de imprimir deuda. Casi se puede decir que esa ha sido su actividad principal. Emitir enormes masas de dinero crediticio, dinero sin una base real de valor, para sortear la crisis de liquidez, estimular la economía, cerrar los ojos y confiar en que todo irá mejor en el futuro. Pero en el futuro las cosas sólo empeoran.

Con la crisis que ha detonado el COVID-19 los burgueses empiezan a encajar algunas piezas del puzzle. Si no hubo una verdadera recuperación económica tras la anterior crisis, quizás tampoco la haya en esta. Si las condiciones que provocaron el coronavirus no van a cambiar, quizás tampoco sea ésta la última pandemia. Quizás la miseria que se agranda a cada crisis vaya a desembocar pronto en fuertes luchas sociales. Quizás las medidas extraordinarias que se tomaron para paliar la crisis de 2008 se están volviendo un poco más ordinarias, por eso aquellos que siempre se han opuesto a aumentar el déficit presupuestario comienzan a ceder. Se prevé una caída del PIB mundial del 3%, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial, 195 millones de parados más en todo el mundo y una nueva crisis alimentaria de enormes proporciones. ¿Quién podría oponerse a emitir deuda si eso ayuda a aguantar el temporal?

Pero entonces la izquierda, que siempre es la parte menos avispada de la burguesía, añade: sí, pero puestos a emitir deuda, hágase en la economía real. El Estado tiene la capacidad de imprimir cuantos billetes quiera. Pues que lo haga, pero no en favor de los más ricos, sino de la gente común. A fin de cuentas, ¿qué es el dinero? Papel, impulsos electrónicos: nada. Una excusa para intercambiar mercancías. O mejor: un instrumento que en las manos adecuadas puede resolver los males del capitalismo, aumentar la capacidad adquisitiva de la población y conseguir el pleno empleo. La autonomía de la política y las virtudes de la democracia se demuestran con una política monetaria que sea social y redistributiva, dirigida a remontar los males que nos aquejan actualmente, como la expulsión de enormes masas de trabajo por la automatización de la economía o la difícil transición energética para paliar la catástrofe ecológica que estamos viviendo. Así pues, adelante la deuda. Que fluyan los billetes. Mañana ya veremos qué pasa.

Lo que no entiende la izquierda es que lo que funciona para un grupo de ladrones en la televisión quizá no le sea tan útil a un Estado. Porque el Estado capitalista, mal que le pese, no puede violar la ley del valor. Ciertamente, el dinero de curso forzoso permite un cierto margen de maniobra para falsear los datos y generar una sensación temporal de riqueza, pero la economía acaba por imponerse. Para que el Estado pueda emitir dinero sin que su moneda se desvalorice por completo y ya nadie quiera usarla más que para lo que está obligado, es decir, para pagar impuestos, entonces tendrá que emitir deuda pública. Una parte de esta deuda puede ser comprada por su propio banco central, pero otra parte importante ha de ser ofrecida en los mercados financieros. El carácter nacional de la moneda provoca la apariencia de una cierta autonomía de la política, pero cuando llega al mercado mundial esta apariencia tarda poco en caer. Una moneda emitida en exceso es una moneda devaluada, una moneda a la que le costará más adquirir productos extranjeros y pagar los intereses de su deuda, porque se pagan con dinero mundial. Así que el Estado no puede emitir dinero así, sin más ni más: para hacerlo tiene que emitir deuda y pagar sus intereses.

Pero los acreedores, como el mercader de Venecia, también piden su libra de carne. Cuando se emite dinero crediticio se confía al futuro la producción de valor, esto es, se hipoteca el valor que se producirá en el futuro para poder consumirlo en el presente. Pero esto ha de ser un ejercicio creíble: por ello, un acreedor razonable como el FMI o el mercado de deuda no podrá más que solicitar un aumento de la explotación del trabajo, la única base del valor, a cambio de su préstamo.

Los estados intentaron inyectar liquidez en la economía real tras la crisis de 2008, pero la economía real no podía absorber más liquidez: ya no daba más de sí. El dinero no podía utilizarse para invertir nuevos capitales que continuaran con la producción de valor, porque el valor se está agotando, las ganancias son cada vez más escuetas y antes que nada hay que saldar las deudas que ya se tienen. El endeudamiento es un agujero negro que no deja de absorber la sufrida economía real. Antes del confinamiento, entre el 10% y el 20% de las empresas de Estados Unidos y Europa sólo ganaban para pagar su propio funcionamiento y las deudas contraídas. En el caso de las pequeñas y medianas empresas, la tasa de ganancia es por tanto muy reducida. De ahí que la Fed y el BCE hayan tenido que comprar por primera vez bonos basura de las empresas a punto de quebrar. En el caso de las grandes, no se puede decir que la cosa vaya mucho mejor. Podemos poner como ejemplo a Nestlé, que utilizó los bajos tipos de interés para recomprar sus propias acciones y remontar así su valor bursátil, dado que su deuda triplica las ganancias anuales. Y esto sin hablar del crédito al consumo. Una familia estadounidense necesitaría ahorrar más de dos años para costear un mes sin ingresos. Endeudarse es la única receta económica para un capitalismo que agoniza.

Así, la deuda en relación al PIB mundial pasará posiblemente del 322% al 342% con esta nueva crisis. Esto quiere decir que la masa de dinero crediticio que circula por el mundo triplica ya con mucho el dinero basado en la producción y circulación de mercancías. En definitiva, la deuda llegó para quedarse. Pero no ahora: desde los años 70 el capitalismo ha ido haciendo de la emisión de dinero de crédito y del capital ficticio su único motor. Romper con el tipo de cambio fijo respecto al oro en los años 70 fue al mismo tiempo la consumación de un proceso de varias décadas y el requisito imprescindible para seguir dotando a la economía de liquidez, de oxígeno. Una liquidez que, sin embargo, es cada vez más ficticia.

Aquello que parece su elemento más fuerte, la emisión de dinero crediticio para seguir tirando la pelota hacia adelante, no es sino el punto más débil del capitalismo. Por eso el mercado bursátil se derrumbó antes de que llegara el verdadero parón de la economía con el confinamiento ante la pandemia. Una economía que respira gracias a la mera expectativa de ganancias futuras, muchas de las cuales jamás se realizarán, es una economía de enorme fragilidad. Un castillo de naipes a punto de derrumbarse. Un sistema social que agoniza.

Por eso necesitamos estudiar qué papel cumple el dinero en el capitalismo. Lo haremos desde la perspectiva más general, desde sus categorías más invariantes, hasta la realidad concreta de una catástrofe que no deja ampliarse. Hoy el dinero crediticio es el único órgano de respiración artificial que tiene este cuerpo moribundo. Todo lo que le queda al capitalismo es una casa de papel.

Barbaria   –   mayo de 2020

No es la crisis del virus, es la crisis del capital

Con más de un tercio de la población mundial en confinamiento y buena parte de la producción y circulación de mercancías detenida a nivel mundial, nos situamos en un contexto que pareciera completamente nuevo. Sin embargo, sería imposible tratar de explicar la situación actual sin comprender la crisis irresoluble en la que se encuentra el sistema capitalista. Crisis tras crisis este sistema ha dado salidas inmediatistas a los obstáculos a los que se ha ido enfrentando. Estas salidas van acumulando una serie de contradicciones en el seno del capitalismo que antes o después saltarán por los aires. Es imprescindible acercarnos al análisis del contexto actual desde una perspectiva que sitúe la crisis del coronavirus como otro hito histórico más que se amontona a todas las cuentas pendientes que se han ido dejando por el camino.

La fragilidad del capital

El coronavirus no solo ha detenido de forma repentina los procesos de valorización del capital a nivel internacional, sino que además ha revelado cuan frágil es la economía capitalista. Desde hace unas semanas asistimos a una crisis histórica de las bolsas de todo el mundo cuyo único causante a primera vista podría parecer este virus. Sin embargo, vivimos en un sistema que se caracteriza por su lógica abstracta e impersonal, y, por tanto, el análisis que hagamos no puede ser meramente fenomenológico, sino que tiene que ir más allá de lo concreto con el objetivo de entender la invarianza que determina a este sistema.

El objetivo de la circulación del capital es su propio crecimiento, no tiene límite ni final. Por tanto, lo que define al capitalismo es precisamente esta repetición imprescindible de los ciclos de acumulación. Por otro lado, la naturaleza competitiva del capitalismo le impulsa a innovar los procesos de producción, lo que provoca la expulsión de trabajo asalariado, reduciendo en la misma medida la capacidad de producir valor. Nos encontramos, así, en un contexto en el que la repetición de los ciclos de acumulación es indispensable para garantizar la supervivencia del sistema capitalista, pero a su vez, las dificultades que sufre el capital para valorizarse son cada vez mayores. En esta encrucijada en la que la riqueza social cada vez depende menos del trabajo asalariado, el capital ficticio será un elemento fundamental no solo para sustentar, sino para impulsar el ciclo de valorización del capital.

Aunque el capital ficticio en la época de Marx tenía una importancia menor, esta cuestión se trata en el libro III de El Capital, poniendo el foco en el carácter ficticio de los títulos de deuda pública, las acciones y los depósitos bancarios. En el caso de la deuda pública, es capital que nunca se invierte, puesto que el dinero que recoge el Estado no entra en ningún circuito de valorización, solo da derecho a una participación en los impuestos que recaude. Con respecto al capital accionario, son títulos de propiedad que dan derecho a participar en el plusvalor producido por el capital.  Las acciones tienen un componente de capital real (el dinero recaudado en la emisión inicial que se invierte en forma de capital) y un componente de capital ficticio que se origina a través de la mercantilización de estos títulos, ya que adquieren autonomía, y su valor comercial se despega del valor nominal sin modificar la valorización del capital subyacente. Por último, los depósitos de los bancos constituyen en su mayoría capital ficticio, ya que los créditos concedidos por el banco no existen como depósitos. De modo que el capital ficticio es aquel que está desconectado del proceso real de valorización de capital. Su sustento es la expectativa de una generación de plusvalía en el futuro, y cuando estas expectativas desaparecen, su naturaleza ilusoria queda al descubierto. Sigue leyendo