Textos sobre la cuestión Palestina desde una perspecticva de clase y revolucionaria [Parte II]

La última carnicería en el Medio Oriente forma parte de la marcha hacia la guerra generalizada

El ataque sin precedentes de Hamás contra Israel se debe a motivos internos e internacionales cercanamente entrelazados:

  1. La destitución de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Abu Mazen, un organismo corrupto e incompetente que actúa en connivencia con el Estado israelí, y que actualmente goza de un gran descrédito entre la población palestina, otorgando a Hamás el liderazgo exclusivo en la lucha contra el Estado de Israel.
  1. Socavar el camino abierto por los Acuerdos de Abraham de 2020, que ve (o vio) negociaciones en curso entre Israel y Arabia Saudita, y en los que también participó la ANP. Los Acuerdos de Abraham eran entre países suníes e Israel, por lo que Hamás se sintió aislada, temerosa de dejar de recibir ayuda financiera de Riad y Qatar. En términos más generales, el objetivo de Hamás es implicar a los Estados árabes en una especie de «alianza santa» contra Israel: un frente árabe (Egipto, Siria y Líbano) en contraste con el pacto entre Israel y algunos países árabes (los Emiratos y Bahréin) con la perspectiva de incluir a Arabia Saudí.

Además, también es importante señalar que una acción de este peso depende de Irán y de los ayatolás, es decir, de un frente imperialista antieuropeo, anti-OTAN y anti-estadounidense. Lo que significa echar leña al fuego de la guerra en Ucrania—en fin, todo está ligado en la carnicería de la guerra que libran los imperialismos tanto «occidentales» como «orientales».

Irán tiene todo el interés en hacer de la región un escenario de guerra contra Israel, tanto para debilitar a su enemigo número uno, como para obligar a sus aliados históricos (Rusia, China y Corea del Norte) a apoyar a Teherán en su estrategia regional, aunque esto sea poco realista en la actualidad.

Los medios de comunicación occidentales señalan con el dedo la barbarie yihadista, pero «olvidan» o restan importancia a la discriminación, la opresión y la violencia perpetradas por la clase dominante israelí contra el proletariado palestino, incluso cuando son ciudadanos de Israel. Recientemente la violencia ha aumentado bajo la influencia de la extrema derecha, más o menos religiosa, que es socio principal del actual gobierno de Netanyahu.

No olvidemos tampoco que Hamás fue apoyada originalmente por Tel Aviv para contrarrestar a Fatah de Yasser Arafat y a las formaciones armadas «de izquierdas» de la OLP. En cuanto a los talibanes, en cuanto al ISIS, ambos «patrocinados» en su momento por EEUU, el «brujo» imperialista ha perdido el control de los «monstruos» de su propia creación que ahora están reforzando las filas enemigas. El perro muerde ahora las manos de quienes lo alimentaron.

La clase dominante siempre ha tratado de dividir y oponer a los diversos segmentos de la clase obrera en distintas agrupaciones «étnico-nacionales», una práctica llevada al extremo por el nazismo. Esto también es cierto en el supuestamente tan «democrático» Estado de Israel, donde la clase obrera de origen palestino es oprimida, acosada y explotada de las formas más brutales y «primitivas», como ocurre con los trabajadores inmigrantes en todo el mundo. La Franja de Gaza es una prisión al aire libre, a la que el Estado israelí priva a menudo de agua, electricidad y gas, y donde la asistencia sanitaria es extremadamente deplorable: en resumen, donde la inmensa mayoría de la población se ve obligada a sufrir condiciones de vida inhumanas.

Sin embargo, incluso en Israel existe una clase obrera israelí, a la que la guerra actual expone aún más a la intoxicación nacionalista y belicista, precisamente cuando en el otro lado se inyecta a la clase obrera palestina el veneno ideológico de la propaganda islamista, hasta ponerla en manos del imperialismo de los ayatolás.

Así, la clase obrera de ambos bandos se ve empujada a masacrar a poblaciones indefensas y se deja masacrar para luchar una supuesta «guerra santa» o defender una supuesta «democracia», en realidad por los intereses de las burguesías enfrentadas, que sólo pueden perpetuar su dominación mediante la opresión, la explotación y el derrame de sangre del proletariado. El hecho de que, históricamente, el número de palestinos muertos en la represión y las redadas israelíes sea mucho mayor que el de las víctimas de la burguesía islamista como Hamas no hace a esta última menos asesina más excusable que la burguesía israelí.

Las guerras entre la clase dominante (hoy en día, guerras entre potencias capitalistas) son siempre guerras contra los obreros asalariados: explotados, heridos y enviados a sus tumbas demasiado jóvenes como algo normal en el trascurso de realizar su trabajo en los tiempos de paz; aún más explotados y asesinados al por mayor en tiempos de guerra, cuando los conflictos entre los patrones, sus crisis e intereses económicos, sólo pueden resolverse con las armas.

Cada guerra revela la verdadera naturaleza de los partidos políticos y de los sindicatos que pretenden estar del lado de la clase obrera. Al alinearse para apoyar a tal o cual facción capitalista en nombre del presunto “derecho a la autodeterminación de los pueblos”, las guerras ponen al descubierto cualquier ilusión de que la socialdemocracia defienda a la clase obrera. No entienden, ni tampoco pueden entender, que no existen guerras progresistas de liberación nacional en la época actual. Cualquier posible Estado nuevo no sería más que otra prisión para la clase obrera; una herramienta para permitir a una facción de la burguesía mundial oprimir a su «propio» proletariado, sin compartir el fruto de esa opresión con otras facciones de la burguesía mundial. Alegrarse obscenamente por las masacres llevadas a cabo por Hamás es compartir la lógica asesina de la burguesía palestina, una actitud reflejada por aquellos que niegan la devastación creada por el Estado de Israel: ambos son igualmente criminales.

El apoyo hacia las llamadas “luchas de liberación nacional” no sólo envenena a las formaciones engendradas por la degenerada Tercera Internacional (estalino-maoísmo, trotskismo, etc.), sino también a sectores del anarquismo e incluso a quienes, falsamente, se proclaman internacionalistas. La guerra en Ucrania y, ahora, en Palestina-Israel son una prueba más de ello.

En este contexto, el argumento fundamental para la unidad de clase de todos los sectores de la clase obrera—contra la burguesía, sus estados, y todos los ‘bloques’ imperialistas—independientemente del origen «nacional» de las partes que la componen, es aún más válido. Somos muy conscientes de que en un contexto como el de Israel-Palestina es muy difícil llevar esta práctica a cabo de modo concreto. Sin embargo, para los proletarios en Ia región, no hay otra manera de evitar convertirse en carne de cañón de una u otra facción del capitalismo, ya sea esta «democrática» o reaccionaria, laica o religiosa. Todos los capitalistas son igualmente enemigos mortales de la clase obrera, y la misma no debe derramar ni una gota de sangre por quienes la explotan, y mucho menos por sus objetivos nacional-imperialistas.

Aceptar este punto de vista es el primer paso fundamental para iniciar la lucha contra las guerras de la clase capitalista. Tenemos que empezar por “nuestros” propios jefes, partiendo del principio revolucionario de que «el principal enemigo está en casa». Esta lucha tiene que empezar en el lugar de trabajo, donde ocurre la explotación que alimenta todo el modo de producción capitalista y, por tanto, la sociedad burguesa en su totalidad. Es una lucha tanto contra el enemigo abierto, contra la patronal, como contra los amigos falsos de los trabajadores, principalmente los sindicatos y los partidos políticos de «izquierda» que confinan sus luchas en el marco legal del sistema, socavándolas hasta asfixiarlas.

Del mismo modo, quien apoya únicamente a los trabajadores palestinos e ignora a la clase obrera israelí, salta de la sartén al fuego. Piensan que el enfrentamiento de la primera con la segunda no tiene importancia porque ésta no es más que una esclava de la política ultranacionalista de su gobierno. Pero la clase obrera palestina, a su vez, está bajo el pulgar de un puñado de capitalistas que no dudan en ponerse del lado del imperialismo de los ayatolás: uno de los conjuntos de gobernantes más despiadados cuando se trata de la oposición interna. En esta situación, ambos grupos de trabajadores están nada más pueden permanecer atrapados en la lógica del capitalismo, el nacionalismo y el imperialismo, donde la guerra es la única solución y no la liberación de la esclavitud asalariada.

Tras décadas de ataques capitalistas, la clase obrera mundial sigue aturdida, sigue luchando por levantar cabeza, desorientada y confusa por los trastornos materiales que ha sufrido (reestructuración, globalización, precariedad, etc.) y por el golpe ideológico que supuso el colapso del capitalismo de Estado en la antigua URSS: el país que muchos se hicieron engaño hasta creer que este representaba verdaderamente la alternativa socialista al capitalismo.

Pero la auténtica alternativa existe realmente. De hecho, es una alternativa vital, dados los peligros de guerras localizadas que se convertirían en una guerra generalizada que amenazaría con destruir a la humanidad o, igualmente, a través de una catástrofe climática que ya se vislumbra en el horizonte.

Una vez que las masas trabajadoras se sacudan el miedo y la resignación y redescubran su propio camino de auténtica lucha de clases, las minorías revolucionarias de hoy estarán en condiciones más propicias para crecer y unirse a los sectores más combativos y con mayor conciencia de clase del proletariado, para forjar el instrumento político indispensable para superar esta sociedad sangrienta e inhumana: el partido de la revolución mundial, la nueva Internacional comunista.

¡Comunismo o barbarie!

Tendencia Comunista Internacionalista

11 de octubre de 2023

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De Gaza a Tel Aviv y en todo el mundo… ¡Ninguna guerra sino la guerra de clases!

“La posición de los revolucionarios frente a la guerra capitalista es siempre la misma: contraponer a la guerra la revolución social, luchar contra ‘su propia’ burguesía y ‘su propio’ Estado nacional.”

7 de octubre de 2023 – un día más en un sangriento conflicto que dura desde hace décadas entre facciones capitalistas opuestas en el territorio de “Israel/Palestina”. Nuestros amos burgueses llevan una vez más a nuestros hermanos y hermanas proletarios a matarse unos a otros y esperan de nosotros – según donde vivamos – que nos pongamos de parte de uno u otro bando.

Hamás y la Yihad Islámica lanzan cohetes contra las ciudades de “Israel” y envían a sus milicias a las calles para ejecutar o secuestrar a “civiles” y “soldados”… igual que ocurrió en Srebrenica, Sabra y Chatila, Bucha…

Las FDI bombardean indiscriminadamente el gueto de Gaza, arrasando barrios enteros y cortando el suministro de agua, electricidad, alimentos y medicinas… como se hizo en Faluya, Homs, Mariúpol… o como ha hecho tantas veces antes.

Una y otra vez hemos escuchado justificaciones para apoyar la guerra en el territorio de “Palestina/Israel” – quizás más que cualquier otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial, éste se presenta como una “guerra santa” entre “el bien y el mal”. Este argumento belicista burgués es promovido por los medios de comunicación, los políticos, la “derecha”, la “izquierda” y la “ultraizquierda”, así como por algunos de los llamados “comunistas” y “anarquistas”.

La construcción ideológica burguesa del “excepcionalismo judío/israelí” se esgrime tanto en sentido positivo como negativo y es utilizada por nuestros enemigos de clase para impedir, obstaculizar y aplastar el desarrollo de la solidaridad de clase entre los proletarios “judíos/israelíes” y “árabes/palestinos”.

Por un lado, a los “judíos/israelíes” se les permite defender “su Estado y su identidad”, incluso por parte de algunos de los que se proclaman revolucionarios y se oponen a todos los Estados e identidades nacionales, porque “su sufrimiento fue único” durante el Holocausto.

Por otra parte, varios grupos que también se proclaman revolucionarios y “luchan por los intereses de la clase obrera” nunca extienden su llamamiento a la confraternización a los proletarios “judíos/israelíes”, sino que los agrupan con su “propia” burguesía y piden la destrucción de Israel por ser un “Estado excepcionalmente opresor”. Al mismo tiempo, en lugar de apoyar a los proletarios de Gaza y Cisjordania para que se levanten contra sus “propios” explotadores, llaman a apoyar al Estado nacional “palestino”.

Como comunistas, rechazamos totalmente todas las falsas comunidades que intentan unir a los explotados con sus explotadores; ¡el proletariado del territorio de “Israel/Palestina” no tiene intereses comunes con su “propia” burguesía, al igual que el proletariado mundial no tiene intereses comunes con la burguesía mundial!

El “antiimperialismo” y la “liberación nacional” no son más que la defensa de los intereses imperialistas de la fracción de la burguesía que no es actualmente dominante. Nada cambia a este respecto si esta fracción es mucho más débil, ¡o si algunos de sus dirigentes están dispuestos a sacrificarse por su causa!

Como comunistas, llamamos de la misma manera a la destrucción de todos los Estados, porque no son más que la expresión local del Estado capitalista mundial, ¡una estructura de violencia organizada de la clase burguesa contra la clase proletaria!

Proletarios de las fuerzas armadas “israelíes”: ¡no tenéis ningún interés en defender ninguna “patria judía”, esta es la tierra de “vuestra” burguesía, no la vuestra! Negaros a disparar y negaros a imponer el bloqueo que está matando de hambre a millones de vuestros hermanos y hermanas de clase. Como ya habéis demostrado en muchas ocasiones, ¡rechazad obedecer órdenes, resistid al servicio militar!

Proletarios de las fuerzas armadas “palestinas”, ¡no tenéis ningún país que conquistar! ¡Rechazad matar o morir por los intereses de vuestros explotadores!

Trabajadores del frente “interno”, ¿cuántas veces os han bombardeado, disparado? ¿Cuántas veces habéis sido violentamente reprimidos por vuestro “propio” Estado cuando os habéis atrevido a hacer huelga o protestar? ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la miseria? ¡Levántate y niégate a apoyar a “tu” Estado y sus guerras! ¡Lo único que perderás serán tus cadenas!

Tanto en “Palestina/Israel” como en “Ucrania”, “Azerbaiyán/Armenia”, “Sudán” y otros lugares, nuestros enemigos de clase nos están convirtiendo en carne de cañón o en fabricantes de cañones. Cada vez más, todos estos conflictos burgueses “locales” están contribuyendo a la formación de una serie de superbloques enfrentados, que se acercan cada vez más a una confrontación militar abierta, posiblemente nuclear. Una confrontación que podría poner fin a toda la vida en este planeta.

Nuestra única esperanza es volver las armas contra nuestros “propios” generales, contra nuestros “propios” jefes, negarnos a obedecer las órdenes, negarnos a producir el material de guerra – ¡oponernos tanto a la carnicería de la guerra capitalista como a la miseria del interbellum capitalista (o, como lo llaman nuestros enemigos de clase, “la paz”)!

Tomemos ejemplo de los camaradas que se amotinaron en “Rusia” y “Alemania” contra la carnicería de la Primera Guerra Mundial, o de los que fraternizaron a través de la línea de trincheras en la guerra entre “Irak” e “Irán”, o de los que vestían uniformes “americanos” durante la guerra de “Vietnam” y mataron a sus oficiales con granadas de fragmentación en acciones directas llamadas fragging.

Proletarios con y sin uniforme, ¡organicémonos juntos contra el sistema capitalista de explotación del trabajo humano que está en la raíz de toda miseria, de toda opresión estatal y de todas las guerras!

¡Transformemos esta guerra en una guerra de clases por la revolución comunista mundial!

Tridni Valka / Guerra de Clases – 8 de octubre de 2023

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MASACRE PROLETARIA EN PALESTINA

Bajo la mirada afligida de millones de espectadores, convencidos de su imposibilidad de hacer algo más que participar en alguna concentración o procesión ovejera, el Estado de Israel vuelve a bombardear la franja de Gaza bajo la cobertura del antiterrorismo. Las lágrimas de cocodrilo de las principales potencias capitalistas no esconden su satisfacción por tener en Oriente Medio un tentáculo como el del Estado Israelí, auténtico brazo armado del capitalismo mundial para mantener el orden en la región. El proletariado que vive en Gaza, Cisjordania o Líbano conoce en su pellejo esta realidad.

Políticos, periodistas, oenegeros, sindicalistas, tertulianos y todo tipo de payasos del espectáculo, nos dan toda un gama de explicaciones y soluciones que encierran el conflicto en oriente medio dentro de los márgenes burgueses. Se limitan a crear una demarcación entre quienes defienden a los palestinos y quienes defienden a los israelíes, alineando a todo quisqui detrás de las banderas hediondas de cada Estado nacional. Para ello construyen toda una fábula grotesca que encubre la verdadera realidad social. Mezclan los intereses del Estado palestino con los del proletariado que vive en esa tierra, amalgaman la lucha desplegada por los proletarios con Hamas, ponen en un mismo saco al joven que tira piedras y a los grandes comerciantes o banqueros palestinos, asimilan al proletario que vive en Israel y lucha contra “su propia” burguesía (desertando, objetando…) con su brutal negación en el ciudadano que vive en complicidad con el Estado. Eliminan de esta forma toda la confrontación de clases, toda división social entre explotados y explotadores, fomentando el mito del enfrentamiento entre países.

Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente medio como parte indisociable de la lucha contra la dictadura del capital. Es imprescindible afirmar abiertamente que esa masacre es antes que nada una expresión más del terrorismo que el capitalismo despliega en todo el mundo contra nuestra clase, contra nuestra vidas. Que quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista son, en primer lugar, los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando; Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, junto con los Estados propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.

Los grupos y militantes revolucionarios de todo el mundo estamos obligados a subrayar y discutir como propia la lucha del proletariado en Palestina, sus intentos de proyectarse en fuerza autónoma, así como la represión que sufre. Destacar la tentativa de autonomía que en numerosas ocasiones ha trazado la lucha, enfrentándose a todos los Estados. Insistir en que la esencia de la lucha del proletariado en Palestina es la misma que en el norte de África, que en Grecia, que en los suburbios franceses, que en China, que en Irak, que en Oaxaca, que en Haití, que en todos los lugares donde el proletariado se levanta: la contraposición entre las necesidades humanas y las de la economía capitalista. Estamos obligados a denunciar y a enfrentarnos a todos los aparatos del Estado palestino o israelí, a todos los que son parte del organismo mundial del capital que nos masacra, que nos arrastra por falsos caminos, a todos sus lacayos por el mundo, a todos sus voceros y propagandistas. Y ante todo estamos obligados a luchar aquí y ahora, contra “nuestro propio” Estado, contra “nuestro propio” país.

NO SOMOS NI JUDÍOS, NI ISRAELÍES, NI PALESTINOS ¡SOMOS EL PROLETARIADO!

CONTRA LA PATRIA. CONTRA TODA UNIDAD NACIONAL. CONTRA EL TERROR BURGUÉS.

LUCHEMOS EN “NUESTRO PROPIO” PAÍS CONTRA “NUESTRO PROPIO” ESTADO.

Proletarios Internacionalistas

[Publicación] Revista Revolución #2 / Proletarios Internacionalistas

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Sumario:
– De la emergencia sanitaria a la emergencia de guerra
– Inflación y luchas proletarias (Primera parte)
– Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Segunda parte): La contrarrevolución
– Anexo: Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Primera parte)

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La crisis de valorización del capitalismo mundial avanza como una locomotora, agudizando día tras día las contradicciones sociales. Pese a que, en ciertos países, como en China, continúa desplegándose la política de «Cero Covid», y es difícil pronosticar los movimientos concretos que nos depara el futuro en el corto plazo, la vía de la emergencia sanitaria parece agotada. Como decíamos en nuestra anterior revista:

«Para el capital todas estas medidas se van mostrando insuficientes. Pese a que la declaración de pandemia ha ido eliminando empresas y medios de producción inservibles y con una tasa de desvalorización insostenible, incrementando al mismo tiempo la centralización del capital, lo cierto es que, por otro lado, la economía mundial requiere de la destrucción de grandes franjas de capital que no hacen más que acelerar la desvalorización general. Este proceso implica hacer no sólo una gran limpieza de capital fijo y circulante que atasca los procesos cíclicos de acumulación, sino de capital variable, es decir, de fuerza de trabajo»

Efectivamente, el capital exige un paso más en su carrera desbocada hacia la acumulación infinita. Susurra a todos los Estados la necesidad imperiosa de barrer con enormes masas de capitales que hoy, lejos de contribuir al proceso cíclico de valorización, lo colocan en serios apuros para desenvolverse. Reclama que se purgue la acumulación superflua de la fuerza de trabajo que no participa en la obtención de ganancia, ni puede engrosar las filas del rebosante ejército de reserva. Insta a incrementar por todos los medios posibles los niveles de explotación al proletariado. Demanda una mayor concentración de las diferentes partículas del capital para optimizar su movimiento, etc. El estado de emergencia sanitaria que se declaró bajo la cobertura del Covid-19 permitió asumir, a cierto nivel, estas exigencias, generando a su vez un incremento en la emisión monetaria sin freno y la paralización de las fuertes luchas internacionales iniciadas a finales del año 2020. Pero la guerra al virus evidenció sus límites y la burguesía se encontró de retorno con los problemas estructurales que la atenazan.

Con el avance de los tanques del Estado ruso sobre territorio ucraniano se abrió una «nueva» hoja de ruta. Fue una invitación a todos los Estados a enfundarse el traje de la guerra. Nadie rehuyó el convite.

Sin tiempo para pestañear, toda referencia a la emergencia sanitaria se esfumó para dejar paso a otra nueva emergencia: la de la guerra. Las noticias sobre el temido Covid-19 desaparecieron como por arte de magia para dejar su lugar a la propaganda bélica. Los tambores de guerra regresaban a la vieja Europa anunciando una nueva escalada en la contienda imperialista. La amenaza de una «tercera conflagración mundial» inundó los canales de información del capital y cada constelación burguesa erigió su propio discurso para situarse en la lanzadera. El diablo Putin, la agresión contra Ucrania, la amenaza ante el avance de la OTAN o la desnazificación de Ucrania fueron algunos de los señuelos propagandísticos que se lanzaron, desde uno u otro lado, para promover la adhesión a las hostilidades.

Mientras los mass media inundaba el mundo de imágenes e informaciones sobre la guerra en Ucrania, seleccionando cuidadosamente lo que era conveniente para cada bando, una nueva masacre desgarraba el cuerpo del proletariado y se añadía a la escalada de carnicerías y catástrofes que asolan el planeta. Las lágrimas de cocodrilo que emanan de los discursos que pronuncian los distintos dirigentes burgueses no pueden esconder el jolgorio que significa para la economía esta nueva matanza. No tanto por el río de sangre que emana de los miles de muertos de nuestra clase, lo que para nuestros verdugos no deja de ser una pequeña escaramuza, sino por la perspectiva de guerra generalizada que se esboza en el horizonte.

Por otra parte, este cambio de escenario implicó un giro en el bombardeo mediático que nos explica la causa de algunos problemas que empeoran considerablemente las condiciones de supervivencia de la humanidad. La subida de los precios de los alimentos, de los carburantes, los problemas de suministros, etc., tenían un nuevo chivo expiatorio.

Dejaban de ser imputados a la pandemia para ser achacados al conflicto Ucrania-Rusia. Todo varió en un visto y no visto.

La guerra en Ucrania

La historia del capitalismo no puede entenderse sin vincularla al desarrollo de la guerra. Esta le es inherente y permanente, es el modo de vida propio de una sociedad que se desarrolla en base a la competencia feroz de todos contra todos. El proceso cíclico de acumulación capitalista implica que cada átomo de valor sólo puede asegurar su conservación a condición de asumir una incesante reproducción ampliada de su propio ser. La conquista, la subsunción de todo recurso planetario que pueda ser valorizado, la pugna entre rivales en el mercado, la unidad coyuntural de partículas de capital para hacer frente a la competencia (sociedades accionistas, Estados o constelaciones estatales) o el terrorismo contra toda forma de cuestionamiento social son algunas de las formas elementales de desarrollo de la sociedad mercantil generalizada.

Así se explica que cada vez haya más ejércitos, más conflictos bélicos, más policías, más cárceles de todo tipo, más destrucción, más desastre. En ese sentido, es relevante la publicidad que ha alcanzado la contienda entre Rusia-Ucrania, en contraste con el sigilo que caracteriza la información de las decenas de conflictos bélicos en desarrollo. Las guerras en Siria, Sudán, Yemen, Armenia-Azerbaiyán, Sáhara occidental, Etiopía, Mozambique, Libia, Malí, República Centroafricana, Pakistán, Somalia-Kenya, Afganistán, Palestina, etc., no merecen apenas atención para los medios de información, en todo caso un espacio residual de algún episodio anecdótico. Todas estas guerras localizadas, cada vez más frecuentes, y de las que la confrontación Rusia-Ucrania supone un eslabón más, no son meras disputas limitadas a determinadas naciones, o provocadas por Estados particulares. El propio choque en suelo ucraniano no se explica por la invasión de una nación agresora y la réplica de la nación agredida. Tampoco por una mera cuestión de dirigentes gubernamentales u otros motivos que apuntan a las supuestas singularidades históricas que puedan tener esos Estados, sino que es la estrecha mirada nacional la que reduce los acontecimientos en este sentido. Partir de la totalidad capitalista, levantando la mirada por encima del muro fronterizo de la nación, permite romper con esa visión mistificadora, revelándose esa cadena de conflictos militares como episodios de la guerra mundial del capital, que se manifiesta aquí o allá, adquiriendo formas más o menos generalizadas dependiendo de las necesidades de valorización.

Por eso, para nosotros no tiene sentido hablar de primera y segunda guerra mundial, por mucho que fueran momentos determinantes de la confrontación imperialista del capital mundial. La guerra en esta sociedad es siempre mundial, por mucho que la misma se presente más o menos generalizada, se reproduzca en una o varias zonas. Mientras se habla de paz en algunos lugares, en otros se desarrolla la ofensiva bélica. La participación o no formal de más o menos Estados o la extensión mayor o menor de superficie destruida no es lo que les aporta el carácter mundial a las conflagraciones militares.

Es la inequívoca participación de todo el capital internacional y sus diversas partículas, sea de una forma u otra, la que les confiere ese carácter. Sólo una concepción nacional del capital, y por tanto totalmente limitada, puede construir una fábula que aísla ciertas fracciones del mismo de la reproducción global que desarrolla la guerra.

Podemos ver cómo determinados Estados pueden permitirse gestionar la paz en sus territorios, a condición de recoger los frutos de la carnicería imperialista en otros lugares, o/y por las condiciones de reproducción que han logrado gracias a conflictos precedentes. En otras latitudes, los silbidos de los misiles y las explosiones son un compromiso necesario para el desarrollo del valor. Es una evidencia que toda mínima porción de capital debe su existencia, así como su capacidad de movimiento en el mercado, tanto a las bayonetas del pasado como a los misiles actuales.

De nuestra exposición se deduce que el problema no hay que buscarlo en las decisiones particulares de una fracción de la burguesía, en el imperialismo o militarismo de ciertos Estados, sino en la forma de vida misma del capital que determina a toda la clase dominante a convertir el mundo en un campo de batalla. Por eso mismo, desde el punto de vista del comunismo, analizar los motivos particulares que llevan a una fracción de la clase dominante o Estado a participar en un conflicto bélico es un aspecto totalmente secundario. Lo determinante no es mostrar que el Estado ruso se lanza a la batalla para apoderarse de una zona estratégica en su enfrentamiento comercial, hacerse con las riquezas y capitales de ese territorio, dar dinamismo a su mercado, o cualquier otra cuestión que se le presente como decisiva a la conciencia de esa clase social, y que es la forma fenoménica que adquiere la tendencia inmanente de la producción capitalista hacia la destrucción bélica. Esas cuestiones son realmente importantes para el inmediatismo de la burguesía en su carrera competitiva, como demuestra toda la montaña de análisis periodísticos existentes sobre las causas de la pugna militar en Ucrania. Para la perspectiva revolucionaria, por el contrario, lo fundamental es captar que la guerra está incrustada de forma inherente en el propio capital. Por eso es absurdo y mentiroso desviar el problema hacia cuestiones particulares, de decisiones, de dirigentes. Como si fuera un dirigente el que es expansionista y no un sistema económico. Como es también totalmente absurdo creer que puede haber un capitalismo sin conflictos bélicos, como nos quiere hacer creer la ideología pacifista ocultando que la paz es un momento de la guerra. Es el propio movimiento que ejerce cada átomo de valor y su constante necesidad de reproducirse de forma ampliada como capital, el que confiere un carácter belicista e imperialista tanto a la partícula más pequeña de capital como a la constelación de Estados más grande. Nuestro problema no se reduce a la existencia de los Putin, Zelensky, Biden, Macron, al-Ásad, ni de los Bill Gates o los Rothschild, lo que evidentemente no les quita ninguna responsabilidad. Quiera o no quiera, piense lo que piense, la burguesía está obligada a desarrollar la destrucción bélica. El verdadero sujeto que decide todo y que personifican todos estos burgueses es el capital, por eso la única solución a todas las guerras nunca podrá ser la paz sino la transformación radical de la sociedad.

Pero ¿por qué los voceros del capital han dado tanta difusión al conflicto entre el Estado ruso y el ucraniano? ¿Por qué esa emergencia de guerra? ¿Acaso en otros lugares —véase Siria— esos bloques imperialistas no están chocando también? ¿Simple eurocentrismo? ¿Hay un gigantesco botín de por medio? Es evidente que el eurocentrismo está implícito en las informaciones y análisis que parten de la ideología dominante. También es cierto que hay suculentas ventajas para los capitales que controlen el territorio ucraniano, pero no son suficientes motivos que expliquen la emergencia de guerra planetaria en un mundo de guerras. Es preciso integrar el avance de los tanques rusos en Ucrania en una óptica más global para entenderlo en toda su significación. Se trata de un movimiento que plantea un salto cualitativo en la generalización de la destrucción bélica.

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Esta revista es un producto de la lucha y para la lucha. Por lo tanto, alentamos la reproducción, difusión, impresión, copia, discusión, traducción, etc. de su contenido. Su fortificación como herramienta de la lucha proletaria va ligada a las contribuciones críticas, aportes, envío de materiales e informaciones que los diversos lectores y compañeros de lucha nos hagan llegar. 

Manifiesto internacionalista contra la guerra y la paz capitalista en Ucrania

No a la guerra pero sí a la guerra de clases! Abajo cualquier guerra excepto la de clases!.

“¡Sus guerras! Nuestros muertos”. Bajo esta bandera, los proletarios radicales se distanciaron de las marchas pacifistas organizadas en marzo de 2004 en las calles de España tras los atentados de la masacre de Madrid que dejaron más de 200 muertos. Fue esta consigna derrotista la que plantearon en respuesta al compromiso militar de España en Irak y a la “guerra contra el terrorismo” impuesta por el Estado capitalista mundial y su rama española, haciéndose así eco de las muchas manifestaciones históricas del derrotismo revolucionario que marcan el desarrollo de las sociedades de clase y, por tanto, de la lucha de clases, de la guerra de clases.

Como proletarios social-revolucionarios, comunistas, anarquistas…, no tenemos absolutamente ningún interés material en ponernos del lado del Estado capitalista y su democracia, sea cual sea, de nuestros enemigos de clase, de nuestros explotadores, de aquellos que, con la bayoneta en la mano, siempre nos han devuelto “plomo, metralla, cárcel” cuando luchamos y salimos a la calle a reivindicar nuestra humanidad. Y esto es cierto independientemente de la naturaleza y la orientación política del régimen de la patria A o de la patria B, que luchan en un conflicto interestatal por sus propios intereses de conquista y poder. Jamás nos solidarizaremos con ninguno de nuestros explotadores.

¡Sus intereses! ¡Nuestros muertos! No nos posicionamos a favor de ninguno de los estados en conflicto, ya sea que uno sea categorizado según la moral política burguesa dominante como “el agresor” y el otro como “el agredido” o viceversa. Sus respectivos intereses en juego son exclusivamente suyos y están en total oposición a los de la clase explotada, es decir, nosotros, los proletarios; por eso, fuera y en contra de todo nacionalismo, de todo patriotismo, de todo regionalismo, de todo localismo, de todo particularismo, ¡afirmamos alto y claro nuestro internacionalismo! Sigue leyendo

[Proletarios internacionalistas] Revista Revolución nº1

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Catástrofe capitalista, Ciencia y Covid-19

  • Respuestas proletarias contra el capital y su dictadura sanitaria
  • Teorías de la conspiración y amalgamas interesadas
  • Contra la deriva fetichista impuesta en el GCI

Proletarios internacionalistas es una pequeña expresión internacional que trata de centralizar la actividad de militantes y grupos de diversas partes del mundo. Si algo caracteriza y delimita a nuestro proceso organizativo es por un lado nuestra contraposición radical a la democracia, al parlamentarismo, al sindicalismo, al nacionalismo, al oportunismo y a todo tipo de fuerzas que neutralizan y liquidan la potencia subversiva del proletariado; por otro, intentar asumir la totalidad de tareas que consideramos imprescindibles en la lucha por la destrucción del capitalismo, las clases sociales y el Estado.

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[Libro] La comuna de París – Proletarios Internacionalistas

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En la imponente confrontación de clases que se dio en Francia en 1870-1871 y que tuvo en París su centro de gravitación, nos encontramos en su desarrollo con todo un conjunto de enseñanzas indispensables respecto a la revolución y a la contrarrevolución. El proletariado se tuvo que enfrentar a todos y cada uno de esos elementos de la contrarrevolución que hoy siguen en pleno auge: guerra imperialista, repolarización en campos burgueses, cambios formales en el Estado (imperio por república), recambios en el gobierno, parlamentarismo «revolucionario», nacionalismo, comunalismo…

Se comprende que organizar en fuerza material las lecciones de ese combate captando tanto las posiciones de fuerza que llevaron al proletariado a hacer temblar la dominación de la burguesía, como de las ideologías, las debilidades, y los errores que finalmente le condujeron a la derrota, es una cuestión fundamental para el triunfo de la revolución social.

[Libro] VV.AA. – Coronavirus, crisis y confinamiento

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Agosto de 2020. Rosario, Argentina.

Desde la declaración de la pandemia del coronavirus y la instauración del confinamiento a nivel mundial, han circulado decenas y decenas de artículos de análisis y reflexión. Para esta compilación hemos seleccionado tan solo un puñado de textos con un denominador común: no se limitan a explicar la realidad, sino que buscan transformarla. Solo al margen de la agenda del orden, abordando desde una perspectiva radical el significado de la salud y la defensa de la vida, la crisis y la reestructuración del trabajo, la lucha y el control social, los discursos médicos y científicos, así como las implicancias a nivel subjetivo del contexto actual, es que podremos ir construyendo una visión de conjunto y enfrentar este particular momento que atravesamos en tantas regiones del mundo.

  • Prólogo (Lazo Ediciones)
  • El coronavirus como declaración de guerra (Santiago López Petit)
  • Crisis sanitaria, crisis económica y crisis social son una única y misma cosa (Carbure)
  • El Despotismo occidental (Gianfranco Sanguinetti)
  • El Estado con mascarilla (Miguel Amorós)
  • Contra la pandemia del Capital ¡Revolución social! (Proletarios Internacionalistas)
  • Crisis capitalista, pandemia y el programa de la revolución (Vamos hacia la vida)
  • Instauración del riesgo de extinción (Jacques Camatte)
  • La salud como proceso. Carta de una enfermera familiar y comunitaria (Alba Campos Lizcano)
  • Coronavirus y trabajo (Boletín La Oveja Negra)
  • Sobre el contagio de los discursos. No nos salvará la ciencia, ni el Estado, ni el Capital (Biblioteca La Caldera)
  • La capitulación impuesta a las sociedades occidentales del nuevo Despotismo (Gianfranco Sanguinetti)

EL CONTAGIO DE LA REVUELTA SE EXTIENDE… ¡LUCHAS POR DOQUIER!

Desde que publicamos nuestro anterior texto a finales de marzo,[1] el desarrollo de los acontecimientos no ha hecho sino confirmar lo que allí denunciábamos: la guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. La declaración de pandemia fue el chivo expiatorio, una excelente oportunidad y cobertura para ir imponiendo toda una serie de brutales medidas que exige despóticamente la dictadura de la ganancia. Se trata de enchufar al proletariado toda clase de medidas de austeridad, imponer a una parte jornadas de trabajo aún más intensas y extensas a cambio de salarios cada vez más precarios, facilitar los despidos de otra parte, exterminar a las enormes franjas sobrantes de la población, asegurar su implantación por medio del control y el terror, y frenar la oleada de revueltas de 2019 reiniciando un nuevo ciclo de acumulación.

El aislamiento que intenta imponer el capital representa la negación del proletariado como clase revolucionaria, la alienación de su comunidad de lucha, para destruir no sólo su proceso actual de asociacionismo, sino su potencia futura (que ya se evidencia en las luchas actuales). Ese es el verdadero objeto del estado de alarma [2]: concretar las necesidades intrínsecas a la relación social capitalista.

Pese a que, en un primer momento, toda esta guerra consiguió paralizar al proletariado, lo cierto es que nuestra clase pronto comprendió en sus carnes de qué trataba la cosa: las condiciones materiales aún peores que sufría por todas partes no eran con motivo de la “pandemia”,[3] sino con motivo de las necesidades de valorización del capital.

Los primeros signos de que el proletariado comprendía esta realidad quedaron patentes en las expresiones de lucha que saludábamos en nuestro texto anterior. Los motines y revueltas en las cárceles de numerosos países, las protestas en Hubei, los saqueos y conflictos en Italia o Panamá, la extensión de actos de desobediencia a las medidas del Estado de alarma y confinamiento… Eran las escaramuzas que anunciaban que el proletariado se disponía a retomar la oleada de luchas contra el capitalismo iniciadas en 2019. Sigue leyendo

CONTRA LA PANDEMIA DEL CAPITAL ¡REVOLUCIÓN SOCIAL!

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El capitalismo está instalando el terror y la represión en todo el mundo en una operación sin parangón en la historia de la humanidad. Confinamiento de regiones, ciudades y países enteros, confinamiento masivo de seres humanos que son obligados a permanecer encarcelados en sus propias viviendas, suspensión de los miserables derechos ciudadanos, vigilancia, seguimiento y procesamiento de los movimientos de la población a través de todo tipo de tecnologías (smartphones, big data, inteligencia artificial…), despidos masivos, aplicación de Estados de emergencia, de alarma, de sitio, etc. Por todo el globo vemos extenderse una militarización de las calles para controlar y reprimir todo movimiento no autorizado. También vemos multiplicarse los ojos del Estado por medio de ciudadanos sumisos y atemorizados que vigilan cualquier pequeño incumplimiento o cuestionamiento de los decretos del mismo.1

Para apuntalar este escenario, los voceros del Estado nos ahogan con datos sobre la expansión de lo que la OMS ha denominado como “Pandemia del COVID–19”. La retransmisión de las cifras de infectados, hospitalizados y muertos, así como de las tasas de mortalidad y de las previsiones de contagio, acompañadas de imágenes de hospitales saturados y caravanas de coches fúnebres haciendo cola en la morgue, se suceden frenéticamente ante nuestros ojos con todo lujo de detalles mientras un constante desfile de políticos, científicos, milicos y periodistas nos introducen en una guerra contra un enemigo externo llamado coronavirus, presentado como el gran mal de la humanidad, como una pandemia que pone en peligro la vida de los seres humanos.

Queremos dejar claro que con esto no tratamos de decir que lo que se denomina COVID–19 no exista o sea una pura creación ideológica del Estado. Lo que tratamos de explicar a lo largo del texto es que la pandemia está siendo utilizada como herramienta contrainsurreccional y de reestructuración del capitalismo, que lo que nos venden por solución es mucho peor que el problema. En este sentido, si bien es evidente la incidencia social de esta pandemia como resultado del despliegue terrorista desarrollado por los Estados, no tenemos elementos sobre los que valorar aún la incidencia directa del COVID–19 a nivel biológico sobre nuestra salud. Los datos que manejamos son los que ofrecen los diversos aparatos del capitalismo mundial (OMS, Estados, organismos científicos…), que evidentemente para nosotros no tienen ninguna fiabilidad pues tal o cual Estado puede inflar o tapar sus estadísticas. Claro que también los proletarios de residencias de ancianos, cárceles, psiquiátricos… denuncian que esos centros se están convirtiendo, más que nunca, en centros de exterminio. Ahora bien, la cuestión fundamental a tener en cuenta es que el capitalismo mundial nunca tomó semejantes medidas pese a la catástrofe generalizada que materializa y se expresa en miles de terrenos (pandemias, enfermedades, hambrunas, catástrofe ecológica…).2

Para nosotros no hay nada de humanitario en las medidas contra el coronavirus. El Estado siembra el miedo y la impotencia entre una población atomizada para presentarse a sí mismo como el protector omnipotente de la humanidad. Llama a la unidad de todos para asumir juntos la lucha contra ese enemigo, a realizar los sacrificios necesarios, a colaborar con todo lo que las autoridades dicten, a someterse a las directrices y órdenes de los distintos aparatos del Estado. Sigue leyendo

De Bagdad a Beirut, ni suníes ni chiíes. ¡Continuemos la lucha!

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El gobierno iraquí se compone de todas las facciones burguesas que hay en Irak, y es aclamado tanto por las fuerzas regionales como por la burguesía mundial, sin embargo, el proletariado intentó derrumbarlo.

La «Zona Verde» es el centro del capitalismo mundial en Bagdad. El proletariado trató de tomarlo, perdiendo numerosas vidas en el intento.

El puerto de Basora es un corredor global para las exportaciones y el comercio internacional de petróleo. El proletariado lo bloqueó e intentó tomar el control del mismo.

La policía, las fuerzas de seguridad, y las fuerzas especiales y militares en Irak son fuerzas del capitalismo mundial en las que participan chiíes, sunníes, cristianos, kurdos y turcomanos, con una amplia dotación de fuerzas regionales e internacionales, incluyendo tropas de Estados Unidos, Europa, Turquía, Irán, etc. El proletariado los atacó, tanto a sus centros como a los destacamentos en las calles. Hubo muchos proletarios muertos (más de 650) y más de 20.000 heridos (sin mencionar el numero de secuestrados y encarcelados).

En todas las áreas rebeldes en Irak, el proletariado quemó las sedes de los partidos políticos (religiosos y nacionales sin excepción), asaltó e incendió las casas de los miembros del parlamento, de funcionarios del Estado, y también llevó a cabo ataques contra edificios de seguridad y de la policía, medios de comunicación, instituciones judiciales, el Ministerio de Justicia, periódicos y estaciones de televisión.

Al hacer todo esto, el proletariado atacó a la totalidad del Estado.

De acuerdo con el primer ministro Adel Abd Al-Mahdi, este movimiento ha destruido la economía nacional (capitalista) en todos sus aspectos.

En esta lucha, el proletariado atacó todo sin excepción: todo símbolo, persona o lugar ligado con la historia de la autoridad y la represión, incluyendo militares, instituciones diplomáticas, centros comerciales y servicios secretos, tanto internos como externos. Los ataques sobre las fuerzas represivas de Pasdaran y el consulado iraní en la ciudad de Karbala, no son ataques anti-iraníes como los medios dicen, sino que forman parte de la acción de clase contra las fuerzas y centros represivos en todas sus formas, igual que el ataque a la “Zona Verde” y otros lugares.

¿No está del todo clara la unidad de acción proletaria y sus consignas -«Abajo todos los ladrones», «De Bagdad a Beirut, ni sunníes ni chiítas», «¡Ni patria, ni trabajo estamos todos en las calles, ni patria, ni trabajo, hasta derrumbar este sistema!»– y que el proletariado apunta a la contrarrevolución en su totalidad, tal como lo hizo en Basora durante septiembre del 2018?

La burguesía siempre ha tratado de distorsionar y desviar el camino de clase de nuestro movimiento revolucionario. Han recurrido a diversos métodos para vaciar el contenido revolucionario de nuestra lucha, tejiendo todo tipo de tramas a su alrededor para transformarlo en cualquier cosa. Todo para ocultar su represión sangrienta y la destrucción del movimiento revolucionario mediante conflictos burgueses.

El proletariado se ha levantado socialmente contra los explotadores y tiene la intención de poner fin a su poder. Es consciente de que los capitalistas externos e internos (chiítas, suníes, kurdos, cristianos, judíos…, los ricos y los explotadores de todo el mundo) son los verdaderos miembros del Estado y todos ellos están unidos para explotar a la humanidad. Por consiguiente, la lucha proletaria es, sin duda, una lucha unitaria contra todos ellos.

El proletariado militante no permite que nadie lo represente, no tienen demandas, ni nada que negociar. No forma parte de ningún programa político. ¿No es acaso esta rebelión una profunda lucha de clases contra el sistema capitalista en su totalidad? El único programa que tiene el proletariado, su única demanda, es continuar y dirigir su lucha unitaria contra la dictadura del capital y el Estado.  «Estamos en contra de todos ellos y lo tomaremos todo». Esa es la autonomía de la clase y la fuerza de la lucha de nuestro movimiento. Por lo tanto, no es una cuestión fácil para el Estado erradicar este movimiento.

El proletariado no está en situación de espera o pasivo. Desde que el movimiento estalló, incluso con la represión masiva y asesinatos por parte del Estado, este movimiento continúa, y sus luchas y tácticas se están extendiendo día tras día. Por ejemplo, en Bagdad el movimiento formó unidades de combate repartidas por toda la ciudad para interrumpir el tránsito y tomar el control de puentes o áreas importantes. Coordinó de forma colectiva sus actividades para ampliar el alcance y la amplitud de su lucha, planificar el día siguiente, el siguiente objetivo, hacer publicaciones acerca de su lucha, cuidar a los compañeros heridos… Todo eso es coordinar, organizar y expandir su capacidad de lucha.

Del mismo modo que en el pasado las luchas proletarias tomaban energías unas de otras, y así continuaba el proceso de lucha, asumiendo sus intereses de clase y su internacionalización, y al romper los límites geográficos, ideológicos, económicos, así como los marcos democráticos y del Estado nacional… este movimiento apuntaba contra el capital y el capitalismo mundial, hoy sucede exactamente lo mismo.

El proletariado hoy en día, de Haití a Francia, de Francia a Hong Kong, de Egipto, a América Latina, de Líbano a Irak e Irán, está en una misma lucha, luchando contra el mismo enemigo, con los mismos intereses y con la misma esperanza: derrocar el capitalismo y afirmar una comunidad de vida humana sin explotación, lucro, capital, trabajo asalariado, contaminación, injusticia, guerra y destrucción.

Esta lucha proletaria no es una lucha «anarquista», tampoco es una lucha “socialista” ni en aras de democratizar el poder o el Estado nacional, sino que es una lucha revolucionaria, de clase e internacional contra la dictadura capitalista sobre la vida (sobre la Tierra). Es una lucha para liberar la vida de todas las formas de esclavitud humana.

Si hoy jóvenes militantes han salido a las calles participando y tomado la iniciativa de la lucha, ¡Es algo completamente natural! Porque esta generación, mientras huía de la catástrofe cotidiana del capital, soñaba con la vida. Son quienes no tienen estabilidad en la vida. Lo que ellos tienen hoy quizá no lo tengan mañana. Lo que sienten cerca hoy, mañana podría estar lejos. La codicia del capitalismo, sus guerras y sus desastres sucesivos los han dejado en una lucha constante. Esta situación se intensifica cada vez más en todo el mundo y se convierte en un infierno que empuja al proletariado a la lucha, y su lucha es la lucha de la vida contra este infierno capitalista. Los proletarios en la lucha comprenden el capitalismo y su catástrofe, se sienten vivos y felices en la lucha por la vida.

La lucha proletaria es la lucha de la clase explotada contra el mundo capitalista. Es una lucha por la vida contra las relaciones de explotación y muerte del capital mundial.

El proletariado continúa luchando: desde Francia hasta Líbano, desde Irak hasta Chile, desde Hong Kong hasta Irán… y llama al levantamiento de todas las áreas vecinas donde es posible la unidad y coordinación de acciones de clase en esta lucha contra el capitalismo.

En nuestra región, la lucha del proletariado en Turquía, Israel e Irán… bloquea las posibilidades de la guerra capitalista y empuja nuestra guerra de clases internacional hacia una mejor perspectiva.

¡Abajo la explotación y opresión!

¡Abajo la guerra! ¡Abajo el capitalismo!

¡Por la continuidad de la guerra de clases en todo el mundo!

Compañeros de la lucha internacional Proletarios Internacionalistas –Medio Oriente

Noviembre de 2019

Comunicación Compañera Internacional:

internationalist@riseup.net

info@proletariosinternacionalistas.org

REVUELTA INTERNACIONAL CONTRA EL CAPITALISMO MUNDIAL

La revuelta proletaria ha explotado a lo largo del mundo confluyendo violentamente en diferentes rincones del mismo. Chile, Ecuador, Irak, Haití, Francia, Líbano, Hong Kong, Colombia, Bolivia, Honduras, Argelia, Sudán… son algunos de los lugares donde en estos últimos meses hemos salido a las calles desatando toda la cólera acumulada durante años. Bastó el anuncio de una subida del subte en Chile, de la tasa de combustible en Francia, del precio del pan en Sudán, un impuesto en las llamadas por redes sociales y en la gasolina en Líbano, o que quitaran los subsidios al combustible en Ecuador, para que como en Irak o Haití, saliéramos desesperados y furiosos ante la imposibilidad absoluta de vivir.

La insaciable sed de ganancia de la burguesía mundial está llevando a la vida en la Tierra a límites inimaginables, la contradicción entre las necesidades de valorización y la vida humana explosionan desde hace años en revueltas que hoy, con la concentración en el tiempo de decenas de revueltas, anuncian una nueva agudización del antagonismo de clases a nivel internacional. Cada barricada, cada protesta que se alza contra los sucesivos aumentos de nuestra explotación, cada corte de ruta, cada saqueo, es un llamamiento del proletariado mundial a luchar contra el deterioro de nuestras condiciones de vida, a extender y afirmar la negación de este mundo, a empuñar y levantar de nuevo la bandera de la revolución social.

Lo que nos anuncian las revueltas que hoy se generalizan por el mundo capitalista no es otra cosa que la reemergencia del proletariado, el regreso del viejo topo que nunca dejó de cavar. La llamada primavera árabe, la revuelta social en Grecia, en Turquía, en Ucrania, o las recientes luchas en Brasil o Venezuela, eran la antesala de un movimiento internacional e internacionalista que hoy lleva el miedo a todos los representantes del capitalismo mundial e insufla esperanzas y fuerzas a los proletarios de todo el planeta.

Desde el gobierno de turno que ejecuta las medidas que imponen las necesidades económicas y suponen siempre una subida de los precios de lo imprescindible para vivir; desde el patrón que nos explota directamente en el trabajo sacándonos nuestra última gota de energía; desde el mercado que nos arroja al desempleo en un mundo en el que si no tienes billetes en el bolsillo sobras y vas directo el matadero; pasando por el banco, o mejor dicho, por los bancos mundiales que aumentan nuestro grado de explotación con todo tipo de medidas de expoliación que hace que esos mismos billetes valgan cada vez menos en nuestras manos; desde cada chute más de ganancia que ejecuta la burguesía mundial a costa de envenenar el aire, el agua, la tierra, nuestra sangre o lo que comemos, pasando por todas esas innumerables organizaciones, sindicatos y partidos de izquierda y de derecha que representan “alternativas” al interior del capital y que sirven para perpetuarnos en nuestra condición de esclavos… a todos y cada uno de ellos van siendo señalados por el fuego de la revuelta como responsables de nuestros sufrimientos, como representantes del capitalismo mundial.

La potencia que ha mostrado nuestra clase en estos meses ha conseguido trastocar incluso los encuadramientos que en algunos lugares la burguesía lograba imponer para fagocitar nuestra lucha. En Hong Kong, el encuadramiento interburgués recula por la fuerza de la lucha internacional que arrincona algunas de las consignas de nuestro enemigo y determina a los proletarios a delimitarse de las mismas. Hasta en Cataluña, donde el nacionalismo parece omnipotente dirigiendo un espectáculo que arrastra al proletariado a negarse como fuerza revolucionaria, han aparecido consignas y prácticas de minorías que expresan que la fuerza revolucionaria sólo se abrirá paso fuera y contra la trampa de las banderitas nacionales.

Claro que, dicho todo esto, subrayando la importancia histórica de lo que estamos viviendo y que tiende a afirmarse en la práctica como movimiento proletario internacional e internacionalista frente a todas las tentativas de la burguesía por reprimirlo, ocultarlo, canalizarlo, deformarlo, fraccionarlo… no dudamos ni un momento que no es más que el comienzo de un proceso largo y complejo. Es difícil predecir los pulsos y desarrollos que tendrá, las idas y venidas, pero indudablemente avanza ya hacia una confrontación cada vez más internacional y generalizada, cada vez más violenta, cada vez más decisiva.

Si bien estamos ya reventando de hambre, enfermando de todas las maneras posibles y asfixiándonos por todo lo que da empuje a la economía a costa de nuestra vida y la de nuestro planeta, lo que está por venir es todavía peor. La catástrofe capitalista que se viene encima es incomparable con lo que se ha vivido hasta ahora. Las insaciables necesidades vitales de la economía capitalista piden sacrificar al ser humano y a todo lo viviente en el altar de la ganancia. Pero los proletarios hemos retomado la vía que abre la puerta a otro futuro: la pelea, la lucha intransigente por imponer una transformación radical, el ataque a las diversas instancias y representantes del capital, la afirmación en las calle de innumerables rincones del mundo de la comunidad de lucha contra el capital.

Ante la fuerza de la revuelta internacional, el capitalismo mundial responde como no puede ser de otra manera, con todo su arsenal terrorista. Durante estas semanas de protestas la democracia del capital nos recuerda que su dictadura es la más brutal que ha conocido la humanidad. Policías, antimotines y milicos salen a llenar de sangre las calles, a destrozar cuerpos, a encerrarnos, a asesinarnos, a dejarnos sin suministros y sin abastecimiento para hacernos recular, para meternos el miedo y que abandonemos las calles, para mostrarse invencible. Centenares de muertos, decenas de miles de detenidos y encarcelados, hombres, mujeres y niños mutilados y torturados por las armas que usan contra nosotros, ciudades y barrios desabastecidos para que regresemos a nuestras casas y se añore la vuelta a la tranquilidad de los cementerios.

Pese a que en algunos lugares tratamos de responder a todo ese terrorismo creando ollas y cocinas comunitarias, albergues, espacios para cuidar a nuestros hijos más pequeños mientras otros pelean en las calles, centros para tratar a los heridos y refugiar a compañeros, y también respondemos con la violencia revolucionaria, tomando por la fuerza lugares de abastecimiento, atacando a los medios de comunicación del capital, consiguiendo y repartiendo armas con las que defendernos y atacar al terrorismo del Estado, intentando que el miedo cambie de campo, intentando responder a su terrorismo expresándonos como comunidad de lucha, como comunidad solidaria, lo cierto es que aún no tenemos la fuerza suficiente para responder como se necesita al terrorismo del Estado. Es cierto, los milicos y todo su arsenal asesino no nos ha hecho retroceder, y la resistencia en las calles nos llena de determinación y coraje. Sin embargo, cuando el ejército sale a las calles a desplegar todo su terror, pese a la existencia de minorías que mantienen el pulso de la lucha y tratan de dar directivas, todavía somos incapaces de dar un salto cualitativo que cristalice en insurrección. La necesidad que hoy se nos plantea en cada revuelta es cómo profundizar y desarrollar esa insurrección.

Tenemos que retomar la senda del pasado, recordar lo que hicieron nuestros hermanos de clase entonces, cómo se cristalizaron las insurrecciones pasadas que lograron desestabilizar al Estado. Tenemos que recordar cómo se desestructuró a los cuerpos represivos, cómo se descompusieron los ejércitos, cómo enormes franjas de milicos se negaron a disparar contra la revuelta o más aún, se pasaron con la armas a su lado. La descomposición del ejército siempre fue y será un salto de calidad fundamental en toda revuelta proletaria.

Tenemos también que retomar la creación de estructuras para el abastecimiento, para la autodefensa, organizar el asalto a los centros de armamento para cristalizar las necesidades insurreccionales del enfrentamiento. Pero también necesitamos saber cuándo replegarnos en los momentos en los que la correlación de fuerzas nos es desfavorable, manteniendo la fuerza colectiva para evitar que el Estado nos barra. A veces puede ser necesario el repliegue, que no el abandono, para estructurarse, ampliar el asociacionismo y la estructuración proletaria internacional. Necesitamos también sacar a los presos, a los detenidos, etc. Pero sobre todo necesitamos que todo esto sea materializado como expresión y dirección de nuestra comunidad de lucha contra el capital. Toda tentativa de eludir la necesidad insurreccional y desarrollar en su lugar una guerra entre aparatos, o la de escindir de la propia comunidad de lucha la organización de la violencia como tarea de específica de un grupo guerrillero, son caminos que liquidan la fuerza que estamos generando. Como lo son también todas las peticiones de derechos humanos, o las exigencias de dimisiones de responsables del Estado, formas de integración democrática. Sin embargo, estamos convencidos de que nuestra comunidad de lucha aprenderá no sólo de su propia experiencia actual, sino que esa misma experiencia le hará reencontrarse con su propio pasado para buscar las formas de asumir estas necesidades. Como en Irak, donde los proletarios lanzan consignas refiriéndose a la insurrección de 1991.

No podemos obviar que el orden social existente no sólo combate nuestra lucha con balas y milicos que se lanzan contra las barricadas, sino con un conglomerado de ideologías y fuerzas que maniobran para destruir toda contestación social. Y lo que es más peligroso, esas mismas fuerzas, aprovechando nuestras propias debilidades y límites actuales, se presentan como parte de nuestra comunidad de lucha, llevando a muchos sectores de nuestra clase a identificarlas como tal. Las “soluciones” nacionales o nacionalistas, los espectáculos de asambleas constituyentes, los pedidos de depuraciones democráticas o cualquier otra reforma al interior del Estado son balas más dañinas que las que tiran los milicos, pues van dirigidas al corazón de nuestro movimiento. De nuestra determinación a contraponernos y enfrentarnos a esas fuerzas de la contrarrevolución depende la perspectiva revolucionaria, el latido de ese corazón comunitario.

No hay que olvidar que también es fundamental asumir todas una serie de tareas en los lugares donde la paz social no se acaba de romper. Claro que las mismas no tienen nada que ver con limitarse a la cuestión antirrepresiva o/y movilizaciones en embajadas y consulados que son terreno abonado para discursos reformistas y de derechos, con quejas y condenas contra los “excesos del Estado”. Ni por supuesto con defender la revuelta en tanto “pueblo que no aguanta mas” y que es “reprimido brutalmente”. Estas prácticas permiten precisamente a fracciones progresistas liquidar la verdadera solidaridad de clase, hacer de la revuelta y su necesidad algo de otros lugares, ajeno, lo que justifica negarla en su propio territorio defendiendo la paz democrática y los llamados a votar al mal menor. Por el contrario, la solidaridad de clase defiende la revuelta como expresión de nuestra comunidad de lucha contra el capital, como una misma lucha contra un mismo enemigo mundial. Claro que, las necesidades y tareas que se pueden asumir en los diversos lugares viene condicionada, no por la voluntad o determinación de grupos militantes, sino por la correlación de fuerzas locales. Desde luego es necesario crear instancias y comités de solidaridad, para centralizar y difundir las distintas informaciones de la lucha, así como lo que se realiza al interior de la revuelta (la sociabilidad, los saqueos, la organización comunitaria, la autodefensa, los comunicados compañeros etc.), para contraponernos a las mentiras de los medios de comunicación, a las canalizaciones socialdemócratas; para crear redes de ayuda con los refugiados, etc. En definitiva, hay que impulsar la estructuración de nuestra comunidad de lucha internacional, buscar formas de satisfacer las necesidades que se nos plantean en la lucha y saltar los obstáculos que nos encontramos.

La revuelta proletaria que hoy pone patas arriba al capitalismo mundial deja en evidencia, frente a todos los que quieren hacernos creer que la revolución es imposible, que la única alternativa del ser humano al capitalismo es la revolución mundial. La propia lucha y lo que cristaliza, nos da la certeza de que la humanidad puede destruir esta forma de vivir basada en la comunidad del dinero, mandarla al basurero de la historia, y desarrollar una nueva sociedad basada en la comunidad humana y su unidad inseparable con la Tierra.

¡Desde diferentes países y distintos escenarios, una misma lucha contra el capitalismo!

¡Organicemos internacionalmente nuestra comunidad de lucha!!

Afuera y en contra de sindicatos y partidos

¡A profundizar la lucha contra las relaciones sociales capitalistas!

Proletarios Internacionalistas

No sólo arde París… Anotaciones sobre los chalecos amarillos

Por Proletarios Internacionalistas

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Presentación

Si una imagen se repite habitualmente en el movimiento de los chalecos amarillos es la de manifestantes que rompen un cordón policial, o expulsan a los antidisturbios a pedradas, o simplemente organizan una barricada para cortar la calle y saquear las tiendas de lujo, mientras a pulmón abierto, llenos de adrenalina, cantan con orgullo el himno de la Marsellesa. Es una buena imagen para expresar la naturaleza confusa y contradictoria del movimiento. En cualquier manifestación se podrán encontrar reivindicaciones del Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC) y de la salida de la Unión Europea para la defensa de la economía nacional, al mismo tiempo que algunas banderas francesas y regionales ondean por aquí y por allá con cierta parsimonia. Todo esto convive en el movimiento con agresiones constantes a la propiedad privada a través de saqueos y piquetes, la creación de lazos de solidaridad, la apropiación de espacios de encuentro y asociación proletaria: en definitiva, el cuestionamiento práctico de la democracia. Entre tanto, se ve por todas partes una fuerte reivindicación de la nación y sus símbolos, entre los que la Revolución Francesa hace al mismo tiempo las veces de símbolo del orgullo patrio y de la sublevación contra la tiranía y la miseria.

Los chalecos amarillos son ―por si alguien lo dudaba todavía― un movimiento proletario. Como en todo movimiento proletario, en él se expresa a la vez el proletariado realmente existente y el mundo que éste anticipa. El primero parte de la confusión actual, de nuestra debilidad como clase, de la falta de memoria que los vencedores nos expropiaron a los vencidos. Pero parte también de la defensa instintiva, inevitable, de unas necesidades que el capital debe negar para poder reproducirse. Esta defensa de sus necesidades empuja al proletariado a negar a su vez al capital y su dominio sobre nuestras vidas, y no sólo, porque en ese proceso el proletariado también se niega, se reafirma como comunidad de lucha en contra de su propia existencia aislada, ciudadana, democrática. Esta contradicción esencial al capitalismo, inherente a su propia reproducción, es lo que determina la posibilidad de la revolución. Hace de ella algo material, físico, ajeno a nuestras voluntades y conciencias individuales. Es así como el proletariado anticipa en su combate otro mundo distinto, al mismo tiempo que sigue arrastrando una parte de la mierda de éste, que se constituirá en la base de su propia derrota si no consigue superarla en el proceso.

Sea como fuere, esta contradicción no puede ser obviada por ningún análisis militante que se plantee en serio las características del movimiento, sus avances, limitaciones y el rol que adquieren en él las minorías revolucionarias. Hay dos enfoques, dos caras de la misma moneda, que resurgen a menudo en los análisis que se realizan en torno a nuestra clase y que nos incapacitan para comprender esta contradicción. El primero es idealista y reduce el movimiento a lo que dice y piensa de sí mismo, omite lo que hace para quedarse con la bandera que agita y lo desecha a la menor demanda socialdemócrata que aparezca entre sus pancartas. El segundo es objetivista y pretende comprender la naturaleza del movimiento a partir de su composición sociológica. Bisturí en mano, toma individuo por individuo y lo coloca en una u otra columna en función de su renta, su posición en el sistema productivo, el barrio en que vive o los estudios que ha hecho. Una vez desmembrado, lo cose todo muy estadísticamente y pretende ver en ello la totalidad: tenemos aquí, bajo este prisma ideológico, un movimiento pequeñoburgués que ha conseguido meterse en el bolsillo a un proletariado embrutecido para defender la economía nacional. Voilà el movimiento de los chalecos amarillos. Para qué más. Sigue leyendo

Contra la catástrofe capitalista

La catástrofe capitalista sigue agudizándose en todas partes, alcanzando cotas cada vez más incompatibles con la vida en el planeta. Guerra generalizada a lo largo del mundo, hambruna masiva, intensificación de la explotación, cascada ininterrumpida de suicidios, cosificación de toda relación social, violencia entre y contra proletarios (violencia sexista, violencia racista, violencia contra niños y viejos…), cárceles atiborradas, destrucción de la Tierra, alimentación cada vez más tóxica, destrucción de la salud, etc. El antagonismo entre el capitalismo y la vida nunca fue tan devastador. Tampoco hubo nunca una desproporción tan grande entre la imperiosa necesidad de una revolución social y la poca tentativa de asumirla.

El único sujeto capaz de dar solución a los problemas de hoy mediante una transformación radical de la sociedad, el proletariado, se muestra incapaz de acabar con toda esa catástrofe. Pese a lo que padece y vive en sus carnes, pese a que una y otra vez se rebela contra las condiciones de vida que sufre, provocando estallidos sociales que hacen tambalear la paz social en tal o cual lugar, como los que recientemente vivimos en Irán o Nicaragua, existen toda una serie de factores que impiden a ese sujeto afirmarse como fuerza internacional para imponer su solución revolucionaria ante los grandes problemas que hoy padecemos.

Décadas de contrarrevolución y paz social han descuartizado al proletariado, potenciando los procesos y mecanismos de reproducción capitalista que velan la existencia misma de las clases sociales (sobre todo la del proletariado), desmembrando así la crítica unitaria desarrollada históricamente por esta clase social. La misma totalidad capitalista sobre la que se despliega la realidad que vivimos aparece fragmentada por una serie de ideologías que parcializan cada problema que este sistema genera, buscando una solución particular a cada uno de ellos. Como consecuencia, se alzan movimientos específicos que abordan esos problemas parciales y tratan de resolverlos. Pero no sólo no hay ninguna solución posible a cada problema tomado por separado, sino que además esa fragmentación altera al mismo tiempo el contenido real de esos problemas. Se constituye así la ideología de la opresión del hombre sobre la mujer, la opresión de la raza blanca sobre las demás razas, la destrucción de la naturaleza por el ser humano…, codificando la realidad bajo esos parámetros ideológicos. Al luchar a través de una categoría parcial, los distintos movimientos se sitúan en el plano de grupos específicos que compiten entre sí por un mayor reconocimiento de derechos por parte del Estado. La competencia entre mercancías se expresa políticamente como la competencia entre identidades separadas, todo en beneficio de las políticas “transversales” del valor y su gestión estatal. Se desplaza así la crítica unitaria del capitalismo, crítica que contiene en su seno la denuncia de cada aspecto, no como parcialidad, sino como expresión de una totalidad que determina cada parte y cuestiona el orden social que reproduce todos esos problemas. Sigue leyendo

1° DE MAYO ¡Afirmemos la Ruptura Proletaria!

Pese a las fronteras que imponen los Estados, la crítica radical y la agitación anticapitalista recorren el mundo, afirmando su carácter internacionalista e incentivando el potencial subversivo que tenemos como explotados para derrocar definitivamente a esta sociedad productora de mercancías.

Los diversos posicionamientos que compilamos en este dossier, son contribuciones realizadas por proletarixs en diversas partes del globo.

Alentamos la lectura de este material así como toda iniciativa de difusión, pero sobre todo, la discusión y el debate del mismo.

Contenido

– Presentación
– 1º de mayo: más de 100 años después
– 1º de mayo: ¡contra los festejos burgueses, retomemos el combate de clase!…
– Contra el capital; acción directa fuera y contra los sindicatos
– El trabajo no dignifica
– Lucha contra el trabajo
– Gloriosa labor sindicalista
– ¿Se puede acabar con el paro?
– ¿Nación o clase?
– ¡Viva la revolución social!
– Notas al vuelo
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PDF: «Dossier 1° De Mayo de 2017»

Rojava y el Capitalismo

(Extraído de: Proletarios Internacionalista)

Rojava y el Capitalismo

Presentación

“Rojava y el Capitalismo”, tal y como señala el subtítulo que acompaña al texto que presentamos, es un «informe de una reunión organizada por compañeros internacionalistas originarios del Kurdistan», realizada en París en mayo de 2016. En este documento, a total contracorriente del bombardeo publicitario y espectacular de “la revolución de Rojava”, los compañeros realizan una clara denuncia de esa “revolución” identificándola claramente como la contrarrevolución. Tiene además el interés de sintetizar las diferentes experiencias de luchas acontecidas en la región Kurda en las décadas pasadas. El documento en castellano no se hizo público hasta finales del año 2016, y pese a todo creemos que su difusión ha sido bastante limitada, por lo que hemos considerado fundamental colaborar en la difusión de un material tan importante.

Antes de dar paso al texto queremos recordar que hace un año y medio desde Proletarios Internacionalistas publicamos un material titulado “Guerra social y telaraña imperialista en Siria 2010-2015” en el que hacíamos un análisis y balance de la potente lucha proletaria acontecida en Siria en esos años y su transformación en guerra imperialista. Englobado en el análisis profundizábamos en las particularidades de la lucha en Rojava, subrayando los esfuerzos de nuestra clase por imponer sus necesidades y cómo los mismos eran neutralizados y liquidados por ciertas fuerzas que eran presentadas al resto del mundo como “revolucionarias”. Desde entonces el desarrollo de la “revolución” no ha hecho más que clarificar lo que allí denunciábamos, el papel liquidacionista del PYD, el PKK y la ideología cristalizada y proyectada por esas fuerzas. Así es, desde que escribimos ese texto la “revolución de Rojava” no ha hecho más que consolidarse en el capitalismo mundial, aumentando sus acuerdos, negocios y compromisos con los Estados gendarmes. La colaboración a todos los niveles con esos Estados ha dado saltos cada vez más cualitativos. En esa coyuntura, el beneplácito que dio la “revolución” a la construcción de nada menos que tres bases militares de EE.UU es algo que no podemos dejar de apuntar. Una se encuentra justo en la frontera con Turquía, entre Kobane y el río Eufrates; otra en la ciudad petrolera de Rmeilan (Hasaka); y la tercera en la aldea de Sehbet en el sureste de Kobane. Desde el año pasado dos de esas bases están ya operativas, con todo lo que supone como arsenal represivo del capital. Por supuesto como contrapartida EE.UU ha incrementado su ayuda logística, militar y financiera al Estado de Rojava, además claro está de pagarle las tierras donde construyó las bases. Sigue leyendo