[Publicación] Revista Revolución #2 / Proletarios Internacionalistas

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Sumario:
– De la emergencia sanitaria a la emergencia de guerra
– Inflación y luchas proletarias (Primera parte)
– Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Segunda parte): La contrarrevolución
– Anexo: Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Primera parte)

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La crisis de valorización del capitalismo mundial avanza como una locomotora, agudizando día tras día las contradicciones sociales. Pese a que, en ciertos países, como en China, continúa desplegándose la política de «Cero Covid», y es difícil pronosticar los movimientos concretos que nos depara el futuro en el corto plazo, la vía de la emergencia sanitaria parece agotada. Como decíamos en nuestra anterior revista:

«Para el capital todas estas medidas se van mostrando insuficientes. Pese a que la declaración de pandemia ha ido eliminando empresas y medios de producción inservibles y con una tasa de desvalorización insostenible, incrementando al mismo tiempo la centralización del capital, lo cierto es que, por otro lado, la economía mundial requiere de la destrucción de grandes franjas de capital que no hacen más que acelerar la desvalorización general. Este proceso implica hacer no sólo una gran limpieza de capital fijo y circulante que atasca los procesos cíclicos de acumulación, sino de capital variable, es decir, de fuerza de trabajo»

Efectivamente, el capital exige un paso más en su carrera desbocada hacia la acumulación infinita. Susurra a todos los Estados la necesidad imperiosa de barrer con enormes masas de capitales que hoy, lejos de contribuir al proceso cíclico de valorización, lo colocan en serios apuros para desenvolverse. Reclama que se purgue la acumulación superflua de la fuerza de trabajo que no participa en la obtención de ganancia, ni puede engrosar las filas del rebosante ejército de reserva. Insta a incrementar por todos los medios posibles los niveles de explotación al proletariado. Demanda una mayor concentración de las diferentes partículas del capital para optimizar su movimiento, etc. El estado de emergencia sanitaria que se declaró bajo la cobertura del Covid-19 permitió asumir, a cierto nivel, estas exigencias, generando a su vez un incremento en la emisión monetaria sin freno y la paralización de las fuertes luchas internacionales iniciadas a finales del año 2020. Pero la guerra al virus evidenció sus límites y la burguesía se encontró de retorno con los problemas estructurales que la atenazan.

Con el avance de los tanques del Estado ruso sobre territorio ucraniano se abrió una «nueva» hoja de ruta. Fue una invitación a todos los Estados a enfundarse el traje de la guerra. Nadie rehuyó el convite.

Sin tiempo para pestañear, toda referencia a la emergencia sanitaria se esfumó para dejar paso a otra nueva emergencia: la de la guerra. Las noticias sobre el temido Covid-19 desaparecieron como por arte de magia para dejar su lugar a la propaganda bélica. Los tambores de guerra regresaban a la vieja Europa anunciando una nueva escalada en la contienda imperialista. La amenaza de una «tercera conflagración mundial» inundó los canales de información del capital y cada constelación burguesa erigió su propio discurso para situarse en la lanzadera. El diablo Putin, la agresión contra Ucrania, la amenaza ante el avance de la OTAN o la desnazificación de Ucrania fueron algunos de los señuelos propagandísticos que se lanzaron, desde uno u otro lado, para promover la adhesión a las hostilidades.

Mientras los mass media inundaba el mundo de imágenes e informaciones sobre la guerra en Ucrania, seleccionando cuidadosamente lo que era conveniente para cada bando, una nueva masacre desgarraba el cuerpo del proletariado y se añadía a la escalada de carnicerías y catástrofes que asolan el planeta. Las lágrimas de cocodrilo que emanan de los discursos que pronuncian los distintos dirigentes burgueses no pueden esconder el jolgorio que significa para la economía esta nueva matanza. No tanto por el río de sangre que emana de los miles de muertos de nuestra clase, lo que para nuestros verdugos no deja de ser una pequeña escaramuza, sino por la perspectiva de guerra generalizada que se esboza en el horizonte.

Por otra parte, este cambio de escenario implicó un giro en el bombardeo mediático que nos explica la causa de algunos problemas que empeoran considerablemente las condiciones de supervivencia de la humanidad. La subida de los precios de los alimentos, de los carburantes, los problemas de suministros, etc., tenían un nuevo chivo expiatorio.

Dejaban de ser imputados a la pandemia para ser achacados al conflicto Ucrania-Rusia. Todo varió en un visto y no visto.

La guerra en Ucrania

La historia del capitalismo no puede entenderse sin vincularla al desarrollo de la guerra. Esta le es inherente y permanente, es el modo de vida propio de una sociedad que se desarrolla en base a la competencia feroz de todos contra todos. El proceso cíclico de acumulación capitalista implica que cada átomo de valor sólo puede asegurar su conservación a condición de asumir una incesante reproducción ampliada de su propio ser. La conquista, la subsunción de todo recurso planetario que pueda ser valorizado, la pugna entre rivales en el mercado, la unidad coyuntural de partículas de capital para hacer frente a la competencia (sociedades accionistas, Estados o constelaciones estatales) o el terrorismo contra toda forma de cuestionamiento social son algunas de las formas elementales de desarrollo de la sociedad mercantil generalizada.

Así se explica que cada vez haya más ejércitos, más conflictos bélicos, más policías, más cárceles de todo tipo, más destrucción, más desastre. En ese sentido, es relevante la publicidad que ha alcanzado la contienda entre Rusia-Ucrania, en contraste con el sigilo que caracteriza la información de las decenas de conflictos bélicos en desarrollo. Las guerras en Siria, Sudán, Yemen, Armenia-Azerbaiyán, Sáhara occidental, Etiopía, Mozambique, Libia, Malí, República Centroafricana, Pakistán, Somalia-Kenya, Afganistán, Palestina, etc., no merecen apenas atención para los medios de información, en todo caso un espacio residual de algún episodio anecdótico. Todas estas guerras localizadas, cada vez más frecuentes, y de las que la confrontación Rusia-Ucrania supone un eslabón más, no son meras disputas limitadas a determinadas naciones, o provocadas por Estados particulares. El propio choque en suelo ucraniano no se explica por la invasión de una nación agresora y la réplica de la nación agredida. Tampoco por una mera cuestión de dirigentes gubernamentales u otros motivos que apuntan a las supuestas singularidades históricas que puedan tener esos Estados, sino que es la estrecha mirada nacional la que reduce los acontecimientos en este sentido. Partir de la totalidad capitalista, levantando la mirada por encima del muro fronterizo de la nación, permite romper con esa visión mistificadora, revelándose esa cadena de conflictos militares como episodios de la guerra mundial del capital, que se manifiesta aquí o allá, adquiriendo formas más o menos generalizadas dependiendo de las necesidades de valorización.

Por eso, para nosotros no tiene sentido hablar de primera y segunda guerra mundial, por mucho que fueran momentos determinantes de la confrontación imperialista del capital mundial. La guerra en esta sociedad es siempre mundial, por mucho que la misma se presente más o menos generalizada, se reproduzca en una o varias zonas. Mientras se habla de paz en algunos lugares, en otros se desarrolla la ofensiva bélica. La participación o no formal de más o menos Estados o la extensión mayor o menor de superficie destruida no es lo que les aporta el carácter mundial a las conflagraciones militares.

Es la inequívoca participación de todo el capital internacional y sus diversas partículas, sea de una forma u otra, la que les confiere ese carácter. Sólo una concepción nacional del capital, y por tanto totalmente limitada, puede construir una fábula que aísla ciertas fracciones del mismo de la reproducción global que desarrolla la guerra.

Podemos ver cómo determinados Estados pueden permitirse gestionar la paz en sus territorios, a condición de recoger los frutos de la carnicería imperialista en otros lugares, o/y por las condiciones de reproducción que han logrado gracias a conflictos precedentes. En otras latitudes, los silbidos de los misiles y las explosiones son un compromiso necesario para el desarrollo del valor. Es una evidencia que toda mínima porción de capital debe su existencia, así como su capacidad de movimiento en el mercado, tanto a las bayonetas del pasado como a los misiles actuales.

De nuestra exposición se deduce que el problema no hay que buscarlo en las decisiones particulares de una fracción de la burguesía, en el imperialismo o militarismo de ciertos Estados, sino en la forma de vida misma del capital que determina a toda la clase dominante a convertir el mundo en un campo de batalla. Por eso mismo, desde el punto de vista del comunismo, analizar los motivos particulares que llevan a una fracción de la clase dominante o Estado a participar en un conflicto bélico es un aspecto totalmente secundario. Lo determinante no es mostrar que el Estado ruso se lanza a la batalla para apoderarse de una zona estratégica en su enfrentamiento comercial, hacerse con las riquezas y capitales de ese territorio, dar dinamismo a su mercado, o cualquier otra cuestión que se le presente como decisiva a la conciencia de esa clase social, y que es la forma fenoménica que adquiere la tendencia inmanente de la producción capitalista hacia la destrucción bélica. Esas cuestiones son realmente importantes para el inmediatismo de la burguesía en su carrera competitiva, como demuestra toda la montaña de análisis periodísticos existentes sobre las causas de la pugna militar en Ucrania. Para la perspectiva revolucionaria, por el contrario, lo fundamental es captar que la guerra está incrustada de forma inherente en el propio capital. Por eso es absurdo y mentiroso desviar el problema hacia cuestiones particulares, de decisiones, de dirigentes. Como si fuera un dirigente el que es expansionista y no un sistema económico. Como es también totalmente absurdo creer que puede haber un capitalismo sin conflictos bélicos, como nos quiere hacer creer la ideología pacifista ocultando que la paz es un momento de la guerra. Es el propio movimiento que ejerce cada átomo de valor y su constante necesidad de reproducirse de forma ampliada como capital, el que confiere un carácter belicista e imperialista tanto a la partícula más pequeña de capital como a la constelación de Estados más grande. Nuestro problema no se reduce a la existencia de los Putin, Zelensky, Biden, Macron, al-Ásad, ni de los Bill Gates o los Rothschild, lo que evidentemente no les quita ninguna responsabilidad. Quiera o no quiera, piense lo que piense, la burguesía está obligada a desarrollar la destrucción bélica. El verdadero sujeto que decide todo y que personifican todos estos burgueses es el capital, por eso la única solución a todas las guerras nunca podrá ser la paz sino la transformación radical de la sociedad.

Pero ¿por qué los voceros del capital han dado tanta difusión al conflicto entre el Estado ruso y el ucraniano? ¿Por qué esa emergencia de guerra? ¿Acaso en otros lugares —véase Siria— esos bloques imperialistas no están chocando también? ¿Simple eurocentrismo? ¿Hay un gigantesco botín de por medio? Es evidente que el eurocentrismo está implícito en las informaciones y análisis que parten de la ideología dominante. También es cierto que hay suculentas ventajas para los capitales que controlen el territorio ucraniano, pero no son suficientes motivos que expliquen la emergencia de guerra planetaria en un mundo de guerras. Es preciso integrar el avance de los tanques rusos en Ucrania en una óptica más global para entenderlo en toda su significación. Se trata de un movimiento que plantea un salto cualitativo en la generalización de la destrucción bélica.

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Esta revista es un producto de la lucha y para la lucha. Por lo tanto, alentamos la reproducción, difusión, impresión, copia, discusión, traducción, etc. de su contenido. Su fortificación como herramienta de la lucha proletaria va ligada a las contribuciones críticas, aportes, envío de materiales e informaciones que los diversos lectores y compañeros de lucha nos hagan llegar. 

[Libro] Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española

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El presente material es la síntesis de una serie de discusiones abordadas por el grupo Barbaria, las cuales se centran en los hechos revolucionarios que agitaron la región española en la década de los años 30s del siglo pasado, poniendo mayor énfasis en el clímax del periodo que en la historia oficial se conoce como “la guerra civil”.

El antifascismo y el republicanismo, de la mano de la URSS, lejos de ser los bastiones heroicos y la “avanzada revolucionaria” que la socialdemocracia moderna nos presenta con nostalgia. En realidad fueron los que se encargaron de aniquilar los objetivos revolucionarios del proletariado, canalizándolos hacia la guerra interburguesa, es decir, un enfrascamiento en el mero conflicto militar –que fue antesala de la II Guerra Mundial- cuyo exclusivo beneficio correspondió a los intereses del capitalismo.

Pese a todo, la lucha de clases no cesa, y en consecuencia, a más de 80 años de aquella derrota, a los explotados que damos continuidad al antagonismo contra esta sociedad de la mercancía, nos corresponde hacer los respectivos balances críticos de este episodio, no para que estos desemboquen en letra muerta de los recintos académicos, sino para convertirlos en aprendizaje y experiencias de lucha para los combates que mundialmente se desencadenan y también se tornan venideros.

[Libro] Combate por la Historia – Balance Cuadernos de historia del movimiento obrero

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Compilación de textos de la revista Balance.

Combate por la Historia 1.1  Combate por la Historia 1.2  ¿Qué es el Estado? Capitalismo ¿Nación o Clase? Proletariado y clases sociales, hoy  ¿Qué fue el estalinismo? ¿Qué hacer? (Controversia con Octavio Alberola) APÉNDICES Ni revolución traicionada, ni ética pacifista “Durruti en el laberinto” Reseña de otro libro de Amorós

En la actualidad (2019), desvanecida de la memoria colectiva cualquier referencia conflictiva, antagónica, o que pusiera de manifiesto que la Guerra civil fue también una guerra de clases, ha culminado ya la tarea de su recuperación como episodio de la historia burguesa. Los mandarines de la Historia Oficial, minimizado, oculto e ignorado el carácter proletario y revolucionario de la Guerra civil, acometen la recuperación del pasado como relato de la formación y consolidación histórica de la democracia representativa, o en las autonomías históricas, como justificación de su constitución en nación.

La objetividad, como idea platónica, no existe en la realidad de una sociedad dividida en clases sociales. En el caso concreto de la Guerra civil, la Historia Oficial se caracteriza por su extraordinaria ineptitud y su no menos extravagante actitud. La ineptitud radica en su incapacidad absoluta para alcanzar, o siquiera intentarlo, un mínimo rigor científico. La actitud viene dada por su consciente negación de la existencia de un potentísimo movimiento revolucionario, mayoritariamente libertario, que condicionó, se quiera o no, todos los aspectos de la Guerra civil.

La Historia Oficial plantea la Guerra civil como una dicotomía entre fascismo y antifascismo, que facilita el consenso entre los historiadores académicos de izquierda y derecha, los nacional-catalanistas y los neoestalinistas que, todos juntos, coinciden en descargar el fracaso republicano en el radicalismo de anarquistas, poumistas y masas revolucionarias, convertidas así en chivo expiatorio.

Con la ignorancia, omisión o minimización de las connotaciones proletarias y revolucionarias que caracterizaron el período republicano y la Guerra civil, la Historia Oficial consigue ponerlo todo del revés, de forma que sus principales popes se imponen la tarea de reescribirlo todo de nuevo, y consumar de este modo la expropiación de la memoria histórica.

La derrota política (que no militar) de los anarquistas en mayo de 1937, en Barcelona y en toda Cataluña, y la represión contra el movimiento libertario durante el verano de 1937 fue acompañada por una campaña de infamias, degradaciones, falacias, insultos y criminalización, que sustituyó la realidad social e histórica por una nueva realidad: la leyenda negra antilibertaria. Por primera vez en la historia una campaña de propaganda política sustituía la realidad de lo acaecido por una realidad inexistente, artificialmente construida. George Orwell, testigo y víctima de esa campaña denigrante de falsedades y demonización, llevó a sus novelas al omnipotente Gran Hermano. Como escribía en su novela 1984: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

Hay una contradicción flagrante entre el oficio de recuperación de la memoria histórica, y la profesión de servidores de la Historia Oficial, que necesita olvidar y borrar la existencia en el pasado, y por lo tanto la posibilidad en el futuro, de un temible movimiento obrero revolucionario de masas. Esta contradicción entre el oficio y la profesión se resuelve mediante la ignorancia de aquello que saben o deberían saber; y eso les convierte en INÚTILES. La Historia Oficial pretende ser objetiva, imparcial y global. Pero se caracteriza por su incapacidad para reconocer el carácter clasista de su pretendida objetividad. Es necesariamente parcial, y no puede adoptar más perspectiva que la perspectiva de clase de la burguesía. Excluye del pasado, del futuro y del presente a la clase obrera. La Sociología Oficial insiste en convencernos que ya no existe la clase obrera, ni el proletariado, ni la lucha de clases; a la Historia Oficial le toca convencernos de que nunca existió. Un presente perpetuo, complaciente y acrítico banaliza el pasado y destruye la conciencia histórica. Mejor trapero y coleccionista de papeles viejos que historiador.

[Libro] Mayo de 1937 – La barricada de la revolución VV.AA.

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En mayo de 1937 el proletariado levantó barricadas en Barcelona y en diversas localidades de Cataluña manifestando su antagonismo frente al Estado republicano y todos sus representantes. La revolución se jugaba su última carta en esa contienda y fue derrotada. La contrarrevolución triunfó asestando el golpe definitivo a un proletariado indomable. El Estado republicano liquidó esta revuelta y con ella la perspectiva de una transformación social. Las checas, los asesinatos, las torturas y las desapariciones de los revolucionarios, administradas desde el gobierno del Frente Popular, fueron la moneda corriente desde entonces.

La presente obra selecciona seis textos que ayudan a com prender y profundizar en los sucesos ocurridos en esa primera semana de mayo de 1937. La mayoría de los autores de los textos fueron protagonistas directos de esos sucesos y nos revelan una situación muy diferente a la que nos cuenta la historia oficial. Lejos de relatarnos una simple guerra entre fascistas y antifascistas, entre franquistas y republicanos, nos desvelan a unos combatientes que se lanzaron a las barricadas para defender una revolución que no sólo se contraponía al fascismo, sino también a la República.

La lucha de nuestra clase contra el capitalismo, por la comunidad humana, entendida como un cuerpo en movimiento, con la experiencia de los golpes recibidos, de las caídas… ha de servir necesariamente para hacernos más fuertes. Por esa razón se hace necesario no dejar que se borren nuestras cicatrices.

Apoderarse de las luchas del pasado, reescribir cada pasaje de la historia según los intereses del capital, ha sido siempre una preocupación primordial de la burguesía para mantener su dominación. Lo que no ha sido ocultado, ha sido tergiversado, desfigurando nuestras luchas para integrarlas en el horizonte capitalista.

Nos encontramos así con que las revueltas que hicieron temblar los cimientos del capitalismo eran luchas por la democracia, por el fin del feudalismo, por la liberación nacional; que el comunismo por el que dieron sus vidas las masas proletarias no consistía en el aniquilamiento del trabajo asalariado, la mercancía y el Estado, sino que su esencia era el capitalismo adornado con banderas rojas, hoces y martillos; que el anarquismo era un ideal surgido en los cerebros de ciertos intelectuales, etc. La burguesía nos cuenta así, de su puño y letra, nuestra propia historia, maquillada y puesta al servicio de la dictadura democrática del Capital, adaptándola para el consumo responsable de las masas. La revolución social se convierte así en un reajuste entre la ganancia burguesa y el salario, es decir, el capitalismo ideal depurado de sus contradicciones con el que sueña el poder.

La llamada “guerra civil española” es un claro ejemplo de todo esto. Mucho se ha hablado y se ha escrito de la “revolución española”, de las colectividades, de las “conquistas”, de las “traiciones”, de las milicias y de toda serie de cuestiones relacionadas con ese inmenso y generoso proceso revolucionario que se desarrolló en España en la década de los treinta del siglo XX.

Sin embargo, casi la totalidad de este vasto material proviene, de una u otra forma, de las diversas expresiones e ideologías que contribuyeron a tumbar la enorme fuerza social que ese movimiento contenía. Nos estamos refiriendo no sólo a las posiciones más toscas realizadas por nuestro enemigo de clase (como pueden ser toda la propaganda franquista, republicana o estalinista) y que pese a todo siguen siendo las ideas dominantes, sino a las más sutiles y que son más peligrosas pues se nos presentan como revolucionarias.

Efectivamente, sigue siendo dominante en todas partes que lo que hubo en España fue exclusivamente una guerra entre franquistas y republicanos. Sin embargo, también sigue siendo dominante oponer a esta visión otra visión del enemigo, otra serie de mitos y de falsificaciones que impiden precisamente reapropiarnos de las lecciones fundamentales de ese episodio de lucha. Y esto es lo más peligroso y trágico pues no hace más que balancearnos entre falsas oposiciones. Denunciar al Frente Popular y su política exculpando a la cnt o al poum que fueron parte de él, criticar la militarización de las milicias obviando el proceso de sometimiento de las milicias a la guerra imperialista, criticar “la destrucción estalinista de las conquistas de la revolución” sin criticar su destrucción por la trampa antifascista, afirmar que los “comunistas” reprimieron a los “anarquistas”, reducir el problema a un problema de dirigentes, elogiar las colectividades obviando la continuidad de las relaciones de producción capitalistas… forma parte de toda una concepción que se guía por una política de falsificación histórica. Sin romper con esta visión de la historia estamos abocados a defender intereses que no son los nuestros.

Las lecciones a extraer de la lucha de clases en España en la década de los treinta son amplias y notoriamente importantes. Si hemos decidido centrarnos en una fecha como mayo del 37, dentro de esa década de luchas, es porque es en ese momento donde de forma más cristalina se contraponen las dos barricadas que forman la lucha por la revolución social, donde con mayor claridad el proletariado se posiciona enfrentado a todos y esbozando su autonomía de clase. La derrota que sufrió el proletariado en este enfrentamiento pone punto y final a la fuertísima oleada de luchas internacionales que comenzaron en el año 1917, y abre la puerta a la masacre de la “Segunda Guerra Mundial”, en las que el proletariado dará su sangre y será masacrado por las banderas de sus enemigos.

REAPROPIACIÓN EDICIONES

Abril de 2018

[Folletos] Tesis sobre la Guerra de España

Les dejamos a continuación con dos folletos en PDF que compilamos con textos de Agustín Guillamón, ambos  acerca de los acontecimientos del 19 de Julio de 1936 en Barcelona, así como su posterior desarrollo.

De los comités de defensa al análisis de los órganos de poder de la Revolución de 1936 / Los Amigos de Durruti

Tesis sobre la Guerra de España y la situación revolucionaria creada el 19 de julio de 1936 en Cataluña

Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937 – Agustín Guillamón

Los decretos de la Generalidad del 4 de marzo de 1937 creaban un Cuerpo Único de Seguridad (formado por la Guardia de asalto y la Guardia civil) y disolvían (en un futuro inmediato) las Patrullas de Control. Tales decretos provocaron la dimisión de los consejeros cenetistas y una grave crisis de gobierno.

En la asamblea de la Federación Local de Grupos anarquistas del 12 de abril de 1937, radicalizada por la invitación realizada a las Juventudes Libertarias y a los delegados de los comités de defensa, se exigió la retirada de todos los cenetistas de cualquier cargo municipal o gubernamental y se creó un comité insurreccional. En esa radicalización habían tenido un papel destacado Julián Merino, Pablo Ruiz y Juan Santana Calero.

El 15 de abril, tras una larga y difícil negociación, Companys y Escorza pactaron personalmente una salida a la crisis y la formación de un nuevo gobierno (con la entrada como conseller del cenetista Aurelio Fernández).

El asesinato de Antonio Martín en Bellver de Cerdaña, el 27 de abril de 1937, supuso la ruptura del pacto tan laboriosamente alcanzado. Escorza puso en alarma a los comités de defensa al desvelar la información sobre un próximo golpe de fuerza del bloque contrarrevolucionario. Escorza hizo saltar la chispa, pero se mostró contrario a una insurrección que consideraba prematura y mal preparada, sin objetivos ni coordinación.

La provocación del 3 de mayo, cuando Eusebio Rodríguez Salas asaltó la Telefónica, movilizó a los comités de defensa, que en dos horas declararon la huelga revolucionaria, se apoderaron de todos los barrios obreros y levantaron barricadas en el centro de la ciudad y en lugares estratégicos. Los comités superiores cenetistas (especialmente Eroles y Asens) intentaron controlar a los comités de defensa, pero fueron desbordados y no consiguieron controlarlos.

La mañana del 4 de mayo Julián Merino convocó una reunión del Comité Regional, consiguiendo que se formase un Comité Revolucionario de la CNT (formado por Merino, Ruano y Manzana) y dos comisiones para coordinar y extender la insurrección. En esa misma reunión se nombró una delegación cenetista, encabezada por Santillán, para negociar en el Palacio de la Generalidad una salida pactada. La CNT jugaba con dos barajas: la insurreccional y la negociadora; Companys (presidente de la Generalidad) y Comorera (secretario del PSUC) sólo jugaban con la baraja de la provocación, con el certero objetivo de conseguir la aniquilación de los insurgentes, la debilitación de la CNT y un gobierno fuerte.

En la tarde del 4 de mayo, los trabajadores revolucionarios barceloneses, armados en las barricadas y dispuestos a todo, no fueron derrotados por el PSUC, ni por ERC, ni por las fuerzas de orden público del gobierno de la Generalidad. Fueron sometidos por los mensajes apaciguadores de la radio. El intento revolucionario de encontrar una coordinación y un objetivo preciso a la insurrección en curso, fracasó. Cuando toda Barcelona era ya una barricada, los obreros en armas fueron vencidos y humillados por las peroratas radiofónicas de los comités superiores cenetistas, y muy especialmente por el discurso del beso de Joan García Oliver.

El 5 de mayo, al mediodía, Sesé, cuando iba a tomar posesión de su cargo de consejero, fue tiroteado desde el Sindicato de Espectáculos de la CNT, al no atender el auto en que viajaba el alto del control de una barricada. Companys, en represalia, ordenó repetidamente a la aviación que bombardease los cuarteles y edificios en poder de la CNT. Los Amigos de Durruti lanzaron una octavilla que intentaba dar unos objetivos concretos a la insurrección: sustitución de la Generalidad por una Junta Revolucionaria, fusilamiento de los culpables de la provocación (Rodríguez Salas y Artemi Aguadé), socialización de la economía, confraternización con los militantes del POUM, etcétera. Los comités superiores desautorizaron inmediatamente esa octavilla, que tuvo la virtud de reavivar la lucha en las barricadas.

Los días 5 y 6 de mayo fueron los de mayor auge de la lucha callejera. Los conatos cenetistas de tregua, o abandono de las barricadas, siguiendo las consignas radiofónicas y de la prensa, fueron aprovechados por el bloque contrarrevolucionario para consolidar posiciones; hecho que a su vez provocó que los revolucionarios reanudaran los combates y se volviera a las barricadas.

El 7 de mayo era evidente que la insurrección había fracasado. Las tropas enviadas desde Valencia desfilaron por la Diagonal y ocuparon toda la ciudad. Empezaron a deshacerse las barricadas. Los comités superiores, en los días siguientes, intentaron ocultar todo lo sucedido, arreglar las actas en proceso de redacción y en definitiva evitar en lo posible la previsible represión estalinista y gubernamental contra la Organización y contra los protagonistas más destacados.

Si hubiese que resumir mayo del 37 en una frase, ésta debería explicar que los trabajadores revolucionarios, armados en las barricadas y decididos a todo, fueron abatidos por los llamamientos al alto el fuego emitidos por la radio: Barcelona fue una insurrección derrotada por la radio.

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Caridad Merceder y otras militantes del PSUC deshaciendo una barricada en las Ramblas

Conclusiones:

Por primera vez en la historia, se dio el caso de una insurrección iniciada y sostenida contra la voluntad de los líderes a que perteneció la inmensa mayoría de los insurrectos. Pero aunque una insurrección puede improvisarse, una victoria no (Escorza); y aún menos cuando todas las organizaciones obreras antifascistas se mostraron hostiles al proletariado revolucionario: desde la UGT hasta los comités superiores de la CNT.

Los comités superiores llegaron a jugar con dos barajas, permitiendo la formación de un Comité Revolucionario de la CNT, al mismo tiempo que se formaba una delegación para negociar en el Palacio de la Generalidad. Pero muy pronto abandonaron la carta insurreccional por los ases del alto al fuego, que aseguraban su futuro de burócratas.

UGT y comités superiores de la CNT, ERC y gobierno de la Generalidad, estalinistas y nacionalistas, todos juntos, convirtieron la hermosa victoria militar de la insurrección, al alcance de la mano (Merino, Rebull), en una horrorosa derrota política. Todos juntos, pero de forma distinta, para desempeñar eficazmente cada uno su papel. Estalinistas y republicanos directamente en las barricadas de la contrarrevolución. Anarcosindicalistas y poumistas en la ambigüedad del quiero y no puedo, del soy pero dejo de ser; los primeros recomendando el cese de la lucha y el abandono de las barricadas; los segundos mediante el “audaz” seguidismo de los primeros.

Sólo dos pequeñas organizaciones, los Amigos de Durruti y la SBLE, intentaron evitar la derrota y dar a la insurrección unos objetivos claros. El proletariado revolucionario barcelonés, esencialmente anarquista, luchó por la revolución, incluso contra sus organizaciones y contra sus líderes, en un combate que ya había perdido en julio de 1936, en el mismo momento en que dejó en pie el aparato estatal y trocó la lucha de clases por el colaboracionismo y la unidad antifascista.

Pero hay batallas perdidas que han de librarse en beneficio de las generaciones futuras, sin más objetivo que el de dejar constancia de quién es quién, advertir el lado de la barricada en que se encuentra, señalar dónde están las fronteras de clase y cuál es el camino a seguir y los errores a evitar.

El lector que quiera ampliar su conocimiento sobre los Hechos de Mayo de 1937 puede hacerlo en el libro Insurrección, editado por Ediciones Descontrol.

Materiales sobre el proceso en Barcelona [1936-37]

Compilamos y publicamos algunos documentos bastante fundamentales para la comprensión y el balance proletario, acerca de uno de los episodios más cruciales en la lucha de nuestra clase durante el siglo XX, en cuyo vórtice se manifestó con potencia la lucha entre revolución y contrarrevolución; y cuya culminación tuvo lugar con los hechos de mayo de 1937.

G. Munis – JALONES DE DERROTA PROMESA DE VICTORIA Crítica y teoría de la revolución española (1930 – 1939)

Paul Mattick – LAS BARRICADAS DEBEN SER RETIRADAS

BILAN nº 41 – PLOMO, METRALLA, CÁRCEL: ASÍ RESPONDE EL FRENTE POPULAR A LOS OBREROS DE BARCELONA QUE OSAN RESISTIR EL ATAQUE CAPITALISTA

Agustín Guillamón – BARRICADAS EN BARCELONA La CNT de la victoria de Julio de 1936 a la necesaria derrota de Mayo de 1937

Gilles Dauvé – CUANDO LAS INSURRECCIONES MUEREN

Revista comunismo #66 – REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN LA REGIÓN ESPAÑOLA – AÑOS TREINTA (primera parte)

[Audio- Charla] Biblioteca Alberto Ghiraldo – CICLO ESPAÑA / Contra el mito de la traición

Comunismo #66 REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN LA REGIÓN ESPAÑOLA – AÑOS TREINTA

 

PDF: «Comunismo» #66

REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN LA REGIÓN ESPAÑOLA – AÑOS TREINTA (primera parte, febrero 2017)

-La concepción histórica como práctica de clase. -Nuestra contribución y sus enormes dificultades. –El proletariado en España a contracorriente. –El ABC sobre la cuestión española -Exposición de los hechos más relevantes. -Antecedentes a las luchas de los años 30. -Primeros años de la República. -Profundización y tentativas insurreccionales. –Insurrección de octubre del 34 y ascenso del frentismo. –La insurrección proletaria de junio de 1936 y su encuadramiento estatal. –Elementos de balance crítico. –Notas. –Claves de la contrarrevolución.