[Folletos] LA SEMANA DE ENERO. A CIEN AÑOS y LA INSURRECCIÓN DEL ’19

El primer mes de este año trae consigo una negra efemérides: el aniversario de la Semana de enero, una de las huelgas más largas y sangrientas ocurridas en territorio argentino, en la semana del 7 al 14 de enero de 1919 bajo el gobierno del caudillo radical Hipólito Yrigoyen.
Hace un siglo se llevó adelante un movimiento que conmovió a la sociedad por su alcance y trascendencia. Lo que en principio aparecía como un conflicto parcial en los talleres Vasena derivó en la Semana Trágica.
Todo aparece como desmesurado en las jornadas de larga semana de enero de 1919, es que todo entonces fue desmesurado.
Compartimos entonces estos dos nuevos materiales que esperamos sean inspiradores para continuar en la lucha contra toda opresión y explotación:

 

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LA SEMANA DE ENERO. A 100 AÑOS (formato de página A4)

  • A 100 años de la Semana Trágica
  • Enero 1919, memoria de las llamas
  • La Liga Patriótica Argentina
  • Perón en la Semana Trágica de 1919
  • Vasena (tango anónimo)
  • «La algarabía de la chusma desbordada» (carta del monseñor Ussher)
  • «La Semana Trágica» (Juana Rouco Buela)
  • Testimonio de Vicente Saccomano
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LA INSURRECCIÓN DEL 19. SEMANA TRÁGICA

Publicado originalmente en Le Chien. Marzo de 2015, Buenos Aires. Se trata de una suerte de comic sobre aquellos sucesos. (Formato de página A3)

¿Por una política de parte? Una reseña de «La política contra el Estado» de Emmanuel Rodríguez

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Recibimos y publicamos de Barbaria

En primer lugar tenemos que reconocer que estamos ante un buen libro. Visto el contexto teórico que atraviesa la izquierda de la región española, este libro de Emmanuel Rodríguez [1] sobresale por cómo recorre las corrientes emancipadoras a lo largo del siglo XX, los debates jurídicos y políticos más importantes y las reacciones socialdemócratas a dichos movimientos. Ahora bien, reconocer la valía de un libro no significa compartir su tesis. De hecho, nosotros nos ubicamos en una línea radicalmente diferente a la que el autor sostiene en el libro. O sea la tesis de que el capital y el Estado son realidades eternas, horizontes insuperables que a lo sumo se pueden democratizar y civilizar. La guerra de clases es permanente, por lo que no es posible, en román paladino, superar nuestra condición de explotados y sometidos al reino del capital y la mercancía. Se trata de un tiempo infinito que nos acompañará para siempre y que solo se puede aminorar en sus efectos más perniciosos, pero el capital aparece como un eterno presente insuperable.

¿Cómo sostiene esta afirmación tan importante? Simplemente indicando que la idea de revolución ha perdido actualidad, se encuentra en una caducidad cuasi total.  De este modo aparecemos condenados a una suerte de guerra civil permanente, que se puede civilizar pero nunca acabar. El conflicto entre partes deviene eterno.

Son dos las primeras reflexiones que nos parece oportuno realizar a partir de esta tesis de inicio y que recorren todo el libro.

La primera es que, según Emmanuel Rodríguez, la idea de revolución se encuentra en crisis. Y nos gustaría detenernos en este hecho que es muy emblemático de su modo de reflexionar y de la “izquierda radical” más en general. Todo se reduce a una lucha de ideas y de perspectivas. La idea de revolución estará en crisis, pero ciertamente no lo está la práctica de la revuelta y la revolución. Véanse, por ejemplo, las revueltas del 2001 en Argentina o la de Oaxaca de 2006, las revoluciones en la región árabe en 2011 o las implicaciones que tuvo en Estados Unidos o en la región española durante el 15M. A pesar de las matizaciones que trata de realizar a lo largo del libro, la lucha por la emancipación radical aparece como una cuestión ilustrada, de perspectiva cultural e ideal, y no una práctica material que nace como afirmación de las necesidades humanas negadas al proletariado. Para el autor, el comunismo no es un movimiento real sino una posibilidad teórica entre otras.

En segundo lugar, la revolución se reduce a una especie de ordalía, de búsqueda mítica de una armonía social perfecta [2]. De esta manera todo es muy fácil, ya que el adversario no se presenta al combate. En realidad la revolución comunista no implica luchar por un futuro perfecto y paradisiaco, sino luchar por destruir las invariantes sociales que configuran el mundo del capital: el dinero, la mercancía, el valor, el Estado, la democracia… No un mundo y una humanidad perfectas, lo que es imposible y además una pesadilla, sino acabar con la pesadilla del capital y de sus relaciones sociales. Lo emblemático del libro de Emmanuel es que eterniza esa pesadilla, entre otras cosas, porque es incapaz de entender o ir hasta el fondo de que el capital es una relación social y no una cosa. Y lo que significa, entonces, una revolución comunista como negación de estas relaciones sociales y no como una mera elección por una arcadia feliz. Las determinaciones positivas y negativas, reales, del comunismo se le escapan.

Y eso que el mismo Emmanuel reconoce, a partir de algunos buenos libros como los de Corsino Vela [3], que la desvalorización del trabajo es irreversible y, por ende, la centralidad del trabajo que se ha vuelto superflua. O sea la base, la sustancia social de existencia del capital [4] está alcanzando sus límites internos. No existe ninguna base real y material para el tipo de reformismo desde abajo que propone Emmanuel, y él mismo lo reconoce en el libro, con la esquizofrenia típica que caracteriza a las formas de socialdemocracia más “radical”.

Por lo tanto, impugnamos la tesis central del libro que cuestiona la revolución y (la idea de) el comunismo. No solo el mito revolucionario inspira nuestra época, sino que su realidad material será cada vez más presente en el ocaso de las relaciones sociales capitalistas, y esta realidad inspirará el horizonte de posibilidades del comunismo. Sigue leyendo

ITS: HIpercivilización y falso antagonismo.

El siguiente texto nos fue enviado anonimamente al correo .

Hoy, luego de casi dos años de intentos frustrados por ganarse algún espacio en los medios de comunicación de masas mediante comunicados que reivindicaban atentados fallidos de los que nadie se enteraba (salvo sus seguidores y los policías encargados de leer sus mierdas tras las pantallas), y una que otra que otra ‘manifestación’ de la naturaleza (como la nevazón en Santiago el 2017), ITS Chile logra su cometido de ganarse un espacio en los noticieros hiriendo parcialmente a cinco ciudadanos que se encontraban esperando la micro en un paradero en el cual los pseudo salvajes habrían colocado algún artefacto explosivo de poca monta pero eficaz.

Evidentemente, de parte de unas individualidades que aspiran por sobre todo a actos que connoten cierta espectacularidad, y cuya reivindicación no aspira a comunicarse con nadie salvo con la prensa y la ‘inteligencia’ policial, la acción tuvo, probablemente, bastante mejores resultados de lo que ellos mismos podrían haberse esperado. Lamentablemente, para quienes estamos atentos a los acontecimientos que trastocan la paz de la civilización del capital, su comunicado no pasó de ser nuevamente una sarta de idioteces y de consignas ultra moralizantes que alardean sobre una supuesta amoralidad que guiarían sus actos. Pensábamos que, ya que por lo menos la cuestión esta vez sí estalló, aprovecharían la instancia para decir algo más. Pero la imbecilidad, signo catastrófico de la civilización, no da más de lo que le permiten sus potencialidades, por cierto mermadas por generaciones de domesticación, y no se puede esperar más que consignas autorreferentes ni de los cristianos ni de autoproclamados eco-extremistas. Sigue leyendo