8 de Marzo. Día de las ambiciones burguesas camufladas y los coros ciudadanistas

Gran  jolgorio, dimes, diretes, choques,  divisiones, campañas,  oposiciones entre  enfoques   existentes  en los medios   burgueses, películas, libros, charlas…. es el 8M.

Una excusa para las campañas burguesas del  feminismo, para lavar la cara al  Estado  capitalista   y sus Instituciones, para seguir manteniendo estatus  y negocios, para abrir otros nuevos… y para  ocultar el  fracaso  de   sus  políticas  y  exagerar  su éxito  como    energía   de remodelación  del    capitalismo…camuflado de   «lucha  por   una sociedad  justa»

Todo es  efectuado   sobre la  base de  una   presunta   lucha    activa contra  la  opresión  de  “  las  mujeres”, mientras  la  división  y  diferenciación de estatus  según sus  clases   de pertenencia es más   patente   y  sangrante  todavía,  y mientras  el fracaso de las  “ políticas   de  igualdad”  y   “contra la  violencia de  género” es  manifiesto,  tan  grande  como sus propios intentos  de  maquillarlo  y  desdibujarlo…y  el chupeteo   de  fondos    públicos para el parasitismo  corporativo  de  numerosas entidades   feministas  y  de   reforma social. Pero   algunas  mujeres   ya no tragan fácilmente,  muchas  obreras ven esto  como algo distante   en su  vida   laboral y social   diaria. Incluso un porcentaje de    pequeñoburguesas  en  la  ciudad  y el campo ven contradicciones…que     fuerzas  burguesas  oportunamente   oportunistas  aprovechan en su competencia  contra   otras   ,   ahora  las  liberales  y conservadores   frente a las variedades   de  izquierda.

Las  políticas   feministas , el corporativismo y el ciudadanismo democrático que  las  acompaña  presentan  elementos comunes en todas  las tendencias del  movimiento feminista,  junto a  evidentes   diferencias. Las derechas también se suben al carro con el  feminismo  mostrando su faz   liberal y  arrecian   con  sus  campañas de dimes  y  diretes, con declaraciones  de   »  esto no  es   verdadero   feminismo»…  que  se  basa en  el respeto  de la  libre  iniciativa personal.. etc.

Las  mujeres  burguesas   reclaman    medrar en  el  capitalismo  y  estos diversos  enfoques  y tendencias   sirven de  diversas  maneras  a este propósito:  unas   lo dicen abiertamente, otras  lo  matizan y otras    se dedican a mistificar  su propia  función   presentándose  como  el mejor  feminismo  que se apoya en  las  “  excluidas  y   explotadas”. La  gran representación  continúa.

En la vida social la competencia es una  señal de identidad  de  la  sociedad  capitalista, penetra  en todos  sus poros  y es motivo de adorno  por  su medios  de  intoxicación de masas. Se  compite    por  los  recursos,  por  los negocios ,  inversiones  y ganancias, se  compite   por esferas de  influencia  y  en campañas militar  imperialistas,  se compite por hacerse un  hueco en  el   «orden   mundial» y sus  desordenes  variados, se  compite por  los  puestos  de trabajo  en la base   y  los estatus    dirigentes  de  altura, por la  vivienda,  por la salud, por las  ayudas estatales y la asistencia   social donde  las  hay, se compite  también  por el ocio y el placer, por el  amor  y el odio,   por   el  Dios   verdadero  y la moral  más adecuada… por » salvar al mundo »  de las   consecuencias del capitalismo….sin erradicar  y superar  histórica   y materialmente sus causas . El caso es  competir   y asegurar al  mismo tiempo  que  el efecto de  esta   diseminada  actividad   competitiva  no desgarre   tanto  a  la  sociedad  como para impedir que  el  capitalismo se  reproduzca. Para eso están leyes,  Estado y adecuaciones reformistas de las relaciones sociales. Sigue leyendo

Mujer, patriarcado y capitalismo

Si se echa la vista atrás en la historia, cabría preguntarse si acaso el capitalismo no está acabando con el patriarcado. Igualdad jurídica entre mujeres y hombres, independencia económica creciente de las primeras respecto a los segundos, división sexual del trabajo cada vez menos marcada, disminución de la homofobia, cuestionamiento de la transfobia, actitudes más abiertas respecto a la sexualidad: al mirar estos fenómenos, que se evidencian con claridad en los países de viejo capitalismo pero que van ganando extensión mundial conforme se desarrolla históricamente este sistema, resulta sugerente pensar que el patriarcado quedó en el pasado con las sociedades precapitalistas, cuando el destino de la mujer y de los niños estaba marcado por el patriarca familiar. Hay quien llega a reducirlo a los tiempos bíblicos, considerando más apropiado hablar de sistema sexo/género como concepto neutral y ahistórico.

Pero si es esto es así, surge una nueva dificultad: al acabar con el patriarcado, ¿el capitalismo estaría acabando con la desigualdad real entre hombres y mujeres? ¿O habría que definir un nuevo concepto, una nueva teorización sin solución de continuidad con las sociedades anteriores? ¿Cómo se explicarían entonces los rasgos comunes entre unas y otras? ¿Y las diferencias? ¿Cuáles son las causas que reproducen esta desigualdad?

Adelantaremos ya que para nosotros el patriarcado sigue siendo un rasgo estructural en el capitalismo. También creemos que sigue siendo un concepto válido para entender la situación de la mujer, la compresión de la sexualidad, el papel social de la infancia, el cuidado en la enfermedad, la dependencia y la vejez y, en general, la organización de la reproducción biológica del ser humano en toda sociedad de clases y los imaginarios, roles e identidades que se producen en ella. Sigue leyendo

CUADERNOS DE NEGACIÓN #15 – Notas sobre sexo y género

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La división sexual capitalista y sus respectivas asignaciones no son cuestiones que deben superarse en el curso de la revolución, sino una fuente de dicha superación.

Nos aproximamos a las nociones de sexo y género, e intentamos relacionarlas con la división sexual en esta sociedad, buscando seguir profundizando respecto de las formas en que el Capital articula e interviene sobre las diferencias. A su vez, nos proponemos una crítica de los enfoques predominantes sobre estos temas para aportar a las luchas en curso.

¿Antes que paca, mujer?

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Extraído del blog Vamos hacia la vida

El femicidio de una paca perpetrado por uno de sus compañeros de fila, abre discusiones en el espacio virtual, al que hemos sido confinadxs como último espacio de socialización. El feminismo ha impulsado un espectro infinito de posibilidades de críticas y se ha extendido de forma transversal en el espacio público gracias al esfuerzo de compañeras, influyendo incluso en los medios de comunicación. Sin embargo, hoy vemos como ese potencial evidencia los límites de sus aportes en tanto análisis parcial de la totalidad.

La muerte de Norma Vásquez Soto es un femicidio, eso es un hecho incuestionable. Ella fue agredida y asesinada por ser mujer, en este sentido, es evidente que no reivindicamos, ni alegra este tipo de prácticas de violación, abuso sexual y asesinato, como tampoco reivindicamos la tortura y la violencia indiscriminada como método de lucha. Tampoco el punitivismo, encarcelar, o cancelar personas soluciona un problema de fondo que está anclado en las destructivas relaciones sociales propias de nuestra época. Todo esto no quiere decir que Norma sea merecedora de respaldo por quienes hemos vivido, en carne propia, lo que implica el monopolio de la violencia por parte del Estado ni tampoco que ser mujer sea sinónimo de inocencia y bondad.

Es alarmante que incluso luego de más de una treintena de asesinadxs en contextos represivos durante los meses de revuelta, un segmento de la población siga llamando a empatizar con la muerte de una paca. No obstante, esto es una posibilidad, que surge al entender el feminismo como un movimiento parcializado y enfocado en la integración en igualdad de condiciones de las mujeres en las dinámicas capitalistas. El feminismo podría ser un medio para que la mitad de la humanidad lea la realidad y apueste por la emancipación humana- entendida como la liberación de nuestra actividad de las garras de la apropiación privada, el dinero y el Estado, y, por cierto, de la dominación patriarcal- siempre y cuando sobrepase los límites del esencialismo identitario. De lo contrario, desde la lectura abstracta, se podría llegar a obviar que, a cuatro años del asesinato de Macarena Valdés, cuando la comunidad en lucha se ha volcado a las calles en su conmemoración, son estas mismas pacas y pacos quienes reprimen a nuestrxs compañerxs, y esa es la realidad material desde la que debemos enarbolar cualquier reivindicación.

Incluso el feminismo llamado de clase, que asume la perspectiva “interseccional”, se queda corto en este sentido. La clase no es un indicador más entre otros de algún tipo de opresión, es algo mucho más profundo que eso, es el antagonismo que mueve la realidad que nos han impuesto, entre quienes tienen los medios de producción y quienes no poseen más que su fuerza de trabajo para sobrevivir. Ser proletarix no es una creencia subjetiva, ni tampoco algo que reivindicar, es una realidad material que se debe superar.

Así, el feminismo como ideología separada, incluso en sus vertientes clasistas, no puede hacer una lectura completa de la realidad en la que vivimos por sí solo.

Desde el 18 de octubre y alimentado por el develamiento de las malversaciones de fondos cometidas, Carabineros de Chile ha estado en la palestra más que nunca, como lo que es: una institución nefasta. En este sentido, es necesario ser clarxs: todas las policías del mundo lo son, en tanto que su función es la preservación del orden capitalista, lo que incluye el reprimir y someter a quienes se levantan en lucha. Carabineros de Chile no es una institución reformable.

Al 20 de agosto de este pandémico 2020, se registran 23 femicidios consumados y 74 frustrados. Es sintomático de los caminos confusos que va tomando la “crítica” progresista, arrastrada por las abstracciones de igualdad ciudadana y el sentido común de la clase dominante, que nos cueste tantos debates discernir sobre cuáles son reivindicables y cuáles no lo son. Ante esto, cómo sería llevar hasta el fondo estos planteamientos: ¿No estamos todas, falta Norma? Disparando cegadores perdigones a quienes salen a luchar por transformar nuestras condiciones de existencia.

¡Por la emancipación humana!

¡Vamos hacia la vida!

Nuestro horizonte es el mundo

La parcialidad

Cuando hace años escribimos un texto llamado Por qué no somos feministas y nos comenzamos a posicionar abiertamente en contra del feminismo, yo tenía mis dudas. Muchas dudas. Es complicado tomar la decisión de ser crítica con aquello con lo que te identificas casi ciegamente y que ha formado tu ADN militante. Es difícil enfrentarse a la honestidad que supone ponerse en cuestión a uno mismo en lugar de dejarse arrastrar por los mantras aparentemente bienintencionados de alrededor. ¿Quién quiere que se le acuse de no defender a las mujeres, de no luchar por su “liberación”? ¿Quién desea ser señalado como alguien que excluye a las personas trans y justifica así la violencia contra ellas? ¿Quién querría que se le identificara con la peor ralea machista y casposa de esta sociedad? Nadie. Y queriendo huir de esta censura reaccionaria, es fácil defender de forma acrítica todo tipo de dogmas. Con los ojos cerrados, con el carnet entre los dientes y los pantalones bajados.

Pero hay que negarse. Hay que negarse a ser acríticos, porque no es gratuito. El feminismo es una de las principales ideologías parciales que triunfan actualmente en nuestra sociedad. Que sea una ideología, una lucha, parcial significa que no persigue un cambio total del mundo en que vivimos, que no tiene una visión integral de la explotación, dominación y opresión de los seres humanos viendo la vinculación entre estas relaciones de explotación y dominación en su conjunto, sin negarlas. En cambio, se centra en un aspecto concreto de esta opresión, tomándolo como motivo vertebrador de la lucha. Esto conlleva la defensa de la reforma en lo tocante al interés concreto de cada movimiento, en lugar de la afirmación de la revolución para construir otro mundo. Por lo tanto y a pesar de que en muchas ocasiones nace de una honesta voluntad de lucha, esta es, entre otras cosas, una forma de colaborar con la separación entre unos seres y otros, con la atomización que nos impone el capitalismo.

Según mi propia experiencia, una característica recurrente en todo tipo de asambleas y grupos feministas es la ausencia de contenido. No se habla de contenido. No se debate lo importante. Incluso en los grupos que tienen una posición clara con respecto a alguno de los temas candentes, no hay lugar para el cuestionamiento reflexivo, para analizar y pensar juntas de dónde vienen y hacia dónde van las mujeres de este mundo. Un poco por miedo a no estar de acuerdo en nada, un poco por preservar la falacia de la unidad de las mujeres, un poco por la lógica activista. Y cuando, de casualidad y “arriesgando la vida”, se pone sobre la mesa alguna pregunta, solo caben dos posiciones: se desata el cisma. Sigue leyendo