[Italia] Saboteemos la guerra

Presentación de Guerra de Clases:

Publicamos ahora (en varios idiomas, como muy a menudo) un llamamiento a la movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania, hecho por compañeros anarquistas en Italia. Apoyamos ampliamente este texto muy interesante, que intenta dar una dirección a muchas iniciativas locales que se niegan, en una guerra que opone naciones capitalistas entre sí, a elegir un bando burgués contra otro, un “mal menor” contra lo que se nos presenta como “lo peor” o incluso “el mal absoluto”.

Sin embargo, hay algunos puntos de desacuerdo que nos gustaría criticar muy brevemente aquí. Efectivamente, hay “elementos de lenguaje” que se parecen un poco a los utilizados por la propaganda de guerra del Kremlin, y a veces también argumentos que nosotros no utilizaríamos, como las medidas represivas contra la comunidad rusoparlante en Ucrania, el hecho de que los nazis y los fascistas están muy presentes y son muy poderosos en Ucrania, etc. Por supuesto, todo esto es objetivamente cierto, pero como lo verdadero es un momento de lo falso, también puede tender (sin que quienes afirman “ciertas verdades” sean siquiera conscientes de ello) hacia una potenciación objetiva de la totalidad de la falsedad. En resumen, en lugar de utilizar los argumentos de nuestros enemigos de clase, aunque estos elementos cubran momentos reales, habría sido mejor desarrollar, clarificar y reforzar nuestras propias consignas, nuestra propia comprensión de este torbellino bélico que amenaza con arrastrar a la humanidad hacia la nada y su perdición. Queremos señalar que todos estos “elementos de lenguaje” podrían, desgraciadamente, distorsionar los elementos de fuerza que produce este llamamiento a la movilización y la voluntad (y la necesidad) de organizarse contra ambos bandos.

Otro inconveniente que nos gustaría destacar aquí es el hecho de que el texto se limita a hablar únicamente de “detener la guerra”, “imponer el cese de las hostilidades desde abajo”, “detener la carnicería actual” o de “poner fin a la masacre”, afirmaciones que fácilmente podrían conducir a una posición pacifista y a un deseo de volver al statu quo ante… a una situación prebélica, en definitiva a una situación en tiempos de “paz” frente a tiempos de “guerra”…mientras que en tiempos de “paz”, y por tanto de paz social, el capital está en guerra permanente contra nuestra clase, contra la humanidad, y nosotros estamos concomitantemente en guerra de clases contra nuestros explotadores. La única excepción a estas afirmaciones, que podrían inspirar a más de un pacifista, es la consigna final que llama a “transformar la guerra de los patrones en guerra contra los patrones”, que es efectivamente por lo que estamos luchando: ¡transformar la guerra militar, la guerra contra nuestra clase, en una guerra social, una guerra de clases dirigida por nuestras iniciativas y nuestras ofensivas, una lucha y una guerra por el comunismo!

En este sentido, nos gustaría también subrayar uno de los puntos más fuertes entre otros: “Cualquier Estado que libra [la guerra], también la vuelve contra su propia población, y en particular contra su propio proletariado; […] la guerra siempre refuerza el poder de las clases dominantes sobre los dominados, intensificando su esclavitud y explotación.” Y por eso, debemos insistir en que el proletariado no tiene otra opción que librar su guerra social contra su propia burguesía…

Podríamos desarrollar aquí otros desacuerdos, como la visión que tienen los camaradas de la “lucha partisana” durante la Segunda Guerra Mundial, que para nosotros es mucho más compleja que su planteamiento simplificado tal y como ellos lo exponen. ¡NO! no compartimos su visión de que “los partisanos eran desertores que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado” o que “la participación en la lucha armada partisana era libre y voluntaria”. En pocas palabras, la “lucha partisana” estaba dividida entre las fuerzas políticas tradicionales (y por tanto burguesas) que defendían la república o la monarquía y, por otro lado, estaba todo el poder dominante del estalinismo (y del trotskismo, que apoyaba “críticamente” a la URSS, es decir, un bando burgués contra otro) para enmarcar cualquier iniciativa autónoma de las redes proletarias, que muy rápidamente serían vaciadas de su sustancia subversiva en favor de la falsa polarización burguesa del fascismo contra el antifascismo…

Aprovechamos esta ocasión para saludarlos a “los partisanos [que] eran [realmente] desertores [y] que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado”, es decir a los proletarios reclutados a la fuerza bajo el uniforme iraquí o iraní que, durante la terrible guerra que duró ocho largos años, de 1980 a 1988, organizaron centenares de motines, deserciones colectivas, acciones de confraternización, y que se reunieron en la región de los pantanos para luchar contra ambos bandos, contra ambas naciones capitalistas, para plantear nuestra única respuesta de clase a la guerra: ¡¡¡el internacionalismo y la lucha por el comunismo!!!

Tridni Valka – Guerra de Clases

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Saboteemos la guerra

Llamamiento a una movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania

Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2023/09/12/sabotiamo-la-guerra-appello-per-una-mobilitazione-contro-la-guerra-in-ucraina/

La guerra en curso en Ucrania no es un conflicto entre muchos, y menos aún una simple “guerra por los recursos”, sino un capítulo central de un enfrentamiento más amplio entre bloques de países capitalistas por el reparto del mundo, en el que están en juego la supremacía económica, militar y tecnológica y la redefinición de los equilibrios internacionales. De hecho, mientras se combate en Ucrania desde hace más de un año y medio, el choque militar con el principal adversario del capitalismo occidental, China, se perfila en el trasfondo. Decir que estamos en el plano inclinado que puede conducir a la Tercera Guerra Mundial no nos parece ni una exageración ni un alarmismo innecesario. Sigue leyendo

LÓGICA DE LA GUERRA / SABOTEAR LA GUERRA, DESENCADENAR LA INTERNACIONAL

Lógica de la guerra

El campismo. Durante la Primera Guerra Mundial, si la terrible postura de Kropotkin a favor de la victoria de una parte de los Estados beligerantes y en nombre de la esperanza de la propia emancipación se hizo famosa, es sin duda porque encarnaba la quiebra siempre posible del internacionalismo y del antimilitarismo, a pesar de las respuestas recibidas de otros anarquistas. Ni siquiera era una posición campista original, ya que los principales partidos socialistas y sindicatos obreros de la época ya habían cedido a las sirenas de la Unión Nacional alineándose detrás de su propio Estado belicista. Aunque sería absurdo olvidar que algunos anarquistas a veces vacilaron contra el muro, incluso en otro tipo de situaciones como las guerras civiles (recordemos el dilema «guerra o revolución» decidido a favor de la primera por la dirección de la CNT española), sería ir demasiado rápido recordar sólo eso.

En el transcurso de las guerras que han salpicado el último siglo, y en las que los camaradas se han visto envueltos, es también contra ellos que se han puesto en práctica un buen número de intervenciones subversivas, según el lugar donde se encontraran, como la de constituir grupos de combate autónomos (generalmente descentralizados y coordinados), crear redes de apoyo a los desertores de ambos bandos, sabotear el aparato militar-industrial detrás de los frentes, socavar la movilización de las mentes y la unidad nacional, exacerbar el descontento y el derrotismo intentando transformar estas guerras por la patria en insurrecciones por la libertad. Se nos puede decir que las condiciones han cambiado desde aquellos experimentos, pero desde luego no hasta el punto de que no podamos recurrir a este arsenal si queremos intervenir en las hostilidades, es decir, partiendo de nuestras propias ideas y proyecciones, en lugar de partir para apoyar el mal menor del bando y los intereses de un Estado contra otro. Porque si estamos en contra de la paz de los mercados, de la paz de la autoridad, de la paz del embrutecimiento y de la servidumbre, evidentemente también estamos en contra de la guerra. Porque la paz y la guerra son en realidad dos términos que cubren la misma continuidad de la explotación capitalista y la dominación estatal. Sigue leyendo

N+1 – Notas sobre el 68

Traducción de Barbaria; las notas son de una charla sobre los años 70 en Italia que hicieron hace unos años los compañeros de n+1

La primera fase del obrerismo u operaísmo[1] italiano fue anarcosindicalista y tuvo lugar entre la crisis de la Primera Internacional (1872) y la fundación del Partido Socialista Italiano (1892). La segunda, en parte superpuesta a la primera, fue la socialista y gramsciana, que fue desde la fundación del Partido Obrero Italiano (1882) hasta la catástrofe degenerativa de la Internacional Comunista (1926). La tercera, que comenzó en 1958-59 con un intento de contraataque frente al largo periodo contrarrevolucionario estalinista en plena reconstrucción de posguerra. Fue sobre todo el producto de un fuerte impulso de los obreros industriales, que también agitó a grupos de jóvenes militantes de los partidos y sindicatos tradicionales, a los que se unieron elementos de la intelectualidad universitaria pequeñoburguesa. Sigue leyendo

Entrevista a Amadeo Bordiga

Retrato de prontuario de A. Bordiga, en 1926

Lo que sigue es una entrevista que Amadeo Bordiga respondió por escrito al periodista Edek Osser en junio de 1970, poco antes de su muerte. El texto fue publicado originalmente en Storia Contemporanea número 3, en septiembre de 1973. Bordiga también habló con Edek Osser para una entrevista filmada, cuyos extractos aparecen en un documental sobre el ascenso del fascismo. Traducción: A. V.  https://rentry.co/entrevbordiga

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En noviembre de 1917, usted participó en Florencia en una conferencia secreta de la corriente «revolucionaria intransigente» del Partido Socialista. En esa ocasión, usted exhortó a los socialistas a aprovechar la crisis militar y a tomar las armas para asestar un golpe decisivo a la burguesía. ¿Cuál fue el resultado de su propuesta? En su opinión, ¿la situación revolucionaria había alcanzado su madurez en Italia?

Sí, en noviembre de 1917 participé en Florencia en la conferencia secreta de la fracción «revolucionaria intransigente» del Partido Socialista. Esta fracción había constituido la mayoría del PSI y le había impuesto su dirección desde 1914. La dirección del Partido, al ser informada sobre esta conferencia, no sólo no la impugnó sino que, de hecho, envió a sus propios representantes. Fue en esa ocasión que conocí a Antonio Gramsci, quien mostró gran interés en mi discurso. Mi impresión hasta el día de hoy es que su inteligencia poco común le llevó, por una parte, a compartir y estar completamente de acuerdo con mis propuestas marxistas radicales, las que parecía haber oído por primera vez; y, por otra, a articular una crítica sutil, precisa y polémica, que ya se desprendía de las diferencias de fondo entre las posiciones de nuestros respectivos periódicos: Il Soviet, con sede en Nápoles, del que yo era editor, y L’Ordine Nuovo que Gramsci dirigía en Turín. La oposición de nuestros puntos de vista había quedado clara para mí desde que anuncié en nuestro periódico la fundación de la revista de Gramsci. En ese breve artículo señalé que su declarado pragmatismo revelaba una tendencia gradualista que sin duda le llevaría a hacer concesiones a un nuevo tipo de reformismo, e incluso al oportunismo de derecha.

Mi lectura de las fuerzas en juego en ese momento no se refería sólo a Italia, sino a toda la situación europea. Obviamente, entonces condené sin vacilaciones a los partidos socialistas de Francia, Alemania y demás, que habían traicionado abiertamente las enseñanzas marxistas sobre la lucha de clases, optando en cambio por la nefasta política de armonía nacional, unidad sagrada y apoyo a la guerra emprendida por los gobiernos burgueses. Mi discurso puso al descubierto, de manera doctrinaria, la falsa justificación ideológica que se esgrimía para apoyar la guerra impulsada por la Entente contra las Potencias Centrales, a la que nuestro enemigo jurado, el intervencionismo militar italiano, se había adherido. La base de mi posición era repudiar la falsa preferencia que los belicistas de todas las naciones mostraban por las democracias parlamentarias de los regímenes burgueses, en contra de los llamados regímenes feudales, autocráticos y reaccionarios de Berlín y Viena, por no hablar del régimen moscovita. Tal como había venido haciendo en el movimiento durante décadas, seguí la crítica formulada por Marx y Engels, intentando mostrar lo estúpido que era esperar que una futura Europa democrática surgiera del triunfo militar de la Entente.

La posición que tomé en ese momento coincide con lo que Lenin llamó «derrotismo y repudio a la defensa de la madre patria». Planteé la afirmación de que la revolución proletaria podría haber triunfado si los ejércitos de los estados burgueses hubieran sido derrotados por sus enemigos extranjeros, predicción que la historia confirmaría luego en Rusia en 1917. Es cierto, entonces, que en Florencia propuse que debíamos aprovechar los desastres militares de nuestro Estado monárquico y burgués para impulsar la revolución de clases.

Nuestra propuesta no coincidía con la línea política de la dirección del partido, que se había atascado en la vergonzosa fórmula acuñada por Lazzari de «ni apoyo ni sabotaje». Sin embargo, los participantes en la conferencia (que ya constituían de facto el ala izquierda del Partido Socialista) parecían apoyarla totalmente. Para nosotros, el hecho de que el partido italiano no se adhiriese a la política de guerra del gobierno, negándose a darle su voto de confianza o a apoyar la financiación militar correspondiente, no bastaba. No tenía sentido afirmar esa línea y al mismo tiempo oponerse al sabotaje, que Lenin describiría más tarde como «transformación de la guerra entre Estados en guerra civil entre proletariado y burguesía». Mi posición, por lo tanto, no era exactamente que en Italia existieran las condiciones para librar una guerra armada contra el poder de las clases propietarias; sino más bien otra, mucho más amplia, que fue confirmada más tarde por el curso de la historia: a saber, que mientras la guerra se libraba en Europa nosotros podíamos y debíamos intensificar el conflicto revolucionario en los frentes más oportunos (esos que Lenin llamaría luego «el eslabón más débil de la cadena»). El conflicto se extendería sin duda a todos los demás países. El mencionado falso mérito del partido italiano, en su empeño por negarse a apoyar la guerra mientras que al mismo tiempo rechazaba el sabotaje revolucionario, fue más tarde invocado de manera espuria por Serrati y sus seguidores, cuando se opusieron a expulsar a la derecha reformista (que era, de hecho, tanto socialdemócrata como socialpatriota) durante la fundación de una nueva Internacional que pudiese redimir el vergonzoso fracaso de la Segunda (un resultado que yo había previsto en nombre de los socialistas de izquierda en el Congreso de Roma en febrero de 1916). Esto queda demostrado por el hecho de que el PSI se había negado a seguir el único camino estratégico que, desde que Lenin, de regreso a Rusia, articuló sus tesis clásicas en abril de 1917, cumplía las predicciones doctrinarias y los objetivos históricos del marxismo revolucionario. Desde un punto de vista histórico, lo que parece indiscutible es que si los delegados de la conferencia de Florencia hubieran decidido ir a votar, habrían apoyado la audaz tesis de torpedear de cualquier manera posible la política de guerra del Estado capitalista. Dado que las conclusiones de una consulta como la que proponíamos tendrían que haber implicado a los órganos centrales del partido, mi propuesta habría conducido -en un giro saludable- a aplicar en la práctica las medidas correctas. Pero no podíamos esperar que la dirección emprendiera tal curso de acción, pues ya se había negado a convocar en mayo de 1915 una huelga general contra los preparativos de guerra, tal como lo habíamos exigido; porque ya había levantado la consigna de «no apoyar ni sabotear»; y porque había tolerado, en un momento crucial de la guerra, que la bancada parlamentaria socialista siguiera a su líder, Turati, voceando la consigna chovinista: «Nuestra patria está en el Monte Grappa», comportamiento que no se diferenciaba del de los socialtraidores franceses y alemanes. Sigue leyendo

Covid-19 y más allá

Il Lato Cattivo, marzo de 2020. Trad: Antiforma.

«Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido» (Elias Canetti)

En un mundo en bancarrota económica pero políticamente estancado, el shock a veces debe llegar «desde afuera», inducido por factores o acontecimientos que inicialmente no son ni económicos ni políticos y, en este caso, ni siquiera estrictamente humanos. Si las epidemias no son nunca fenómenos puramente biológicos, [1] aquí es bastante obvio que si este episodio de la eterna lucha entre el ser humano y los agentes patógenos, hoy día personificados en el Covid-19, está tomando un giro dramático, es como resultado del entorno peculiar -este sí, puramente social- en que está teniendo lugar. Que estaba en camino una «tormenta perfecta» en la esfera económica, es algo que se sabía desde hace mucho tiempo. [2] Que se combinaría con una pandemia de enormes proporciones, difícilmente se podría haber vaticinado. Esto innegablemente introduce un elemento de novedad cuya evaluación requiere prudencia y sangre fría: ya son demasiadas las ocasiones en que se ha dicho ante los cambios más triviales e insignificantes que ya nada volvería a ser como antes. Es cierto que la forma de vida de una parte cada vez mayor de la población mundial se ha visto muy afectada (al 25 de marzo hay unas 3 mil millones de personas oficialmente confinadas), tendencia que sin ninguna duda se va a intensificar. Los pocos que todavía piensan que volverán al ajetreo habitual después de tres semanas de cuarentena light en Netflix, se decepcionarán. No sólo y no tanto porque, en Italia como en otros lugares (Francia, España, etc.), el famoso pico del contagio está aún por llegar, sino sobre todo porque el retorno a la actividad económica y a unos desplazamientos diarios aparentemente normales se hará durante una epidemia aún en curso, lo que impondrá considerables medidas de vigilancia y seguridad para prevenir una segunda oleada de contagios y muertes. Esto se aplica en particular a los países en los que la tentación neomalthusiana de «inmunidad de rebaño» ha sido más o menos descartada.

Mientras tanto, el objeto de la teoría comunista sigue siendo el mismo de siempre: la relación social capitalista como portadora de su propia superación o de su reproducción a un nivel superior. Relación de explotación entre clases antagónicas que, de todas las que han existido a lo largo de la historia, es la más contradictoria y por lo tanto la más dinámica. En medio de la algarabía de hechos y discursos sobre los hechos, de lo que se trata es de comprender la recaída que los acontecimientos actuales introducen en esta relación, tanto a corto como a largo plazo. Lo que, dicho sea de paso, es exactamente lo opuesto a la ligereza con la que algunas personas celebran el «colapso del capitalismo» -truco que lo vuelve todo muy fácil porque hace desaparecer la realidad, que en cambio está hecha de declives socioeconómicos e institucionales desiguales, de tasas divergentes de incidencia y temporalidad de la propagación viral, de diversas estrategias desplegadas frente a la emergencia sanitaria. Sin olvidar la desigual distribución de las pérdidas entre todos los capitales individuales, en lo concerniente a la crisis económica. Ahora y siempre, el desarrollo desigual es la regla en el proceso histórico. Las siguientes notas -apenas algo más que un borrador- son sólo un modesto intento de poner todo esto en perspectiva, para nuestro uso y para uso de quienes que nos leen.

Empecemos señalando que la situación creada por la propagación internacional de la pandemia, ha puesto de relieve de modo indesmentible un conjunto de límites inherentes al ciclo de acumulación que en general ha sido definido como «globalización», al mismo tiempo que ha obligado a las partes interesadas (empresas y centros de poder a todos los niveles) a hacer frente a esos límites, desplegando con urgencia respuestas inmediatas, algunas de las cuales (unas pocas) -como siempre sucede en un entorno competitivo- resultarán adecuadas y susceptibles de ser generalizadas, mientras que otras (las más) terminarán en los basureros de la historia. Para acudir una vez más a una fórmula en la que hemos insistido con frecuencia, el «laboratorio secreto de la producción» consiste precisamente en esto: un laboratorio, a partir del cual los agentes de la acumulación se mueven sin parar -hasta en las situaciones más desesperadas- a fin de poder adaptarse a las nuevas condiciones y modificarlas en su propio beneficio en cuanto se presente la oportunidad. Procedamos, pues, a examinar brevemente los límites que mencionamos, no sin antes adelantar algunas hipótesis sobre las respuestas con que se intentará hacerles frente. Sigue leyendo