[AW2024] Informe de Praga

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Sobre la semana de acción y el congreso contra la guerra / Praga / 20-26 mayo 2024 / “Juntos contra las guerras capitalistas y la paz capitalista.”

Primer breve intento de evaluar un experimento lleno de promesas… pero que resultó ser un fiasco organizativo

A MODO DE “PREÁMBULO”

Empecemos por situarnos. Era una tarde de otoño, estábamos unos cuantos camaradas reunidos en torno a una mesa, degustando unos platos que llevaban horas cociéndose a fuego lento, saboreando unas cervezas locales u otras bebidas sin alcohol (dependiendo de los gustos y elecciones de cada uno), y charlábamos sobre los últimos acontecimientos en la guerra de Ucrania, los sucesos en Israel y Gaza, y más prosaicamente, el rumbo cada vez más marcado hacia la guerra generalizada. Aparte de y en oposición a todos los análisis geoestratégicos propios de la burguesía y la extrema izquierda del capitalismo, lo que enfatizábamos por encima de todo era la necesidad de organizar y coordinar, en resumen, ¡de centralizar a nivel internacional una auténtica actividad revolucionaria y derrotista contra la guerra y la paz capitalista!

Así pues, preveíamos un encuentro internacional entre varios grupos y camaradas que ya conocíamos y con los que ya habíamos tenido la oportunidad de asumir una serie de tareas prácticas: debates internacionales, traducción de diversos materiales programáticos así como de materiales de agitación y propaganda, publicación y distribución de numerosas contribuciones, etc. sin ningún espíritu sectario o partidista. Una reunión de un máximo de dos días, durante un fin de semana, nos pareció no sólo apropiada para este tipo de encuentro, sino que también correspondía a las débiles fuerzas militantes que nosotros, y suponemos que otros camaradas, tenemos en este periodo en el que el proletariado no tiene aun globalmente la iniciativa, y en el que las minorías revolucionarias consecuentes son poco numerosas y están muy aisladas en relación con el resto de nuestra clase.

Pero muy rápidamente, los compañeros que iban a organizar este evento en Praga empezaron a pensar “más grande” (demasiado grande, lo sabremos más tarde). Al encuentro internacional inicial se unieron ahora una (“pequeña”) feria del libro anarquista y un “concierto de bienvenida”. Así que aquí estamos ya con tres eventos, una tarde y dos días completos.

Muy rápidamente también, estamos tratando de reaccionar y destacar lo que creemos que es esencial, para nosotros y para las necesidades activistas que queremos satisfacer. Esto es lo que escribimos a los camaradas que iniciaron la organización:

Lo más importante para nosotros en vuestra propuesta es la “conferencia no pública”, es decir, una discusión práctica sobre cómo organizar actividades revolucionarias derrotistas.

De este debate esperamos lo siguiente:

  • que contribuya a la consolidación y organización de las fuerzas revolucionarias y de clase y aumente las posibilidades de acción en la lucha contra la guerra y en la lucha de clases en general;
  • que nos ayude a coordinar nuestra respuesta a la guerra como ataque del capital contra el proletariado: panfletos conjuntos y campañas de agitación simultáneas, intercambio de información y sugerencias, relaciones y acción práctica;
  • que nos ayude a clarificar aún más nuestro programa de clase, no sólo en lo que se refiere a la lucha contra la guerra capitalista, sino también en lo que se refiere a la lucha por la realización del proyecto comunista de comunidad humana, del que es parte integrante.

Creemos que es necesario que sólo participen en esta “conferencia” aquellos individuos y grupos que no sólo suscriban los puntos del programa propuesto, sino que sobre todo los pongan en práctica. No nos preocupa el acuerdo teórico sobre puntos concretos, sino la actividad práctica de los participantes individuales.

Lo que está claro, y hoy más que nunca nos criticamos por ello, es que no fuimos lo suficientemente firmes para imponer lo necesario y rechazar lo superfluo, lo accesorio, dejamos que las cosas fueran demasiado lejos y que la estructura de los camaradas siguiera su camino “libre”. Luego vino el plan de una “semana de acción” con diversas actividades repartidas en varios días, y una “conferencia no pública” como colofón. Como extra, los organizadores querían incluso convocar una manifestación callejera. Nos dijimos que si nosotros (nuestra pequeña estructura militante) no éramos capaces de organizar tales acontecimientos, sin duda (más que probablemente, pensábamos) estos camaradas en los que confiábamos plenamente sí lo eran… La forma en que se desarrollaron los acontecimientos demostró que estábamos equivocados… Sigue leyendo

Bordiga versus Pannekoek

Escrito por Antagonism Press

Entre los años 2000 -2001 (Tomado de Libcom)

 

Introducción a un folleto que examina cómo las izquierdas comunistas italiana y Germano-holandesa abordaron las cuestiones de la organización comunista, la conciencia y la clase.

Este artículo se publicó originalmente con, y hace referencia a, los artículos:

«Partido y clase», de Amadeo Bordiga/Partido y clase, de Anton Pannekoek Disponibles en PDF Aquí

***

Partido, clase y comunismo

2001, ha pasado más de una década desde la caída del muro de Berlín, y el anuncio entonces del «Fin de la Historia» parece ahora no sólo ideológico, sino despreciable. La guerra abierta vuelve a Europa, no como un episodio aislado, sino endémico como una antigua enfermedad resistente a los antibióticos modernos. La economía mundial se precipita hacia la recesión. Muchas de las instituciones políticas del capitalismo internacional (G8, FMI, Banco Mundial) están más desacreditadas y suscitan más protestas que nunca. Al mismo tiempo, el desarrollo del capital no ha visto, como muchos esperaban, la construcción de más y más grandes fábricas en los países capitalistas más antiguos, sino el cierre no sólo de fábricas, sino de industrias enteras. Como consecuencia, ha disminuido el porcentaje de la población que aparece como el arquetipo de los trabajadores de la tradición marxista o sindicalista. Esto ha llevado a muchos a considerar la clase como una idea anticuada. Hablar de «partido» se considera a menudo aún más irrelevante por su asociación con el parlamentarismo (cada vez más gente, con razón, no vota y no ve por qué debería hacerlo) o el leninismo (cuando el legado bolchevique de la URSS/Europa del Este se ha desintegrado). Sigue leyendo

[Libro] Jean-Yves Bériou | Teoría revolucionaria y ciclos históricos

Escuchar Audio de la presentación en la Biblioteca Arlberto Ghiraldo

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Teoría y práctica, marxismo y anarquismo, socialismo revolucionario y anarco-comunismo, socialdemocracia, programa comunista, revolución y contrarrevolución.

Tópicos fundamentales y por demás abordados, pero aquí el autor ofrece un enfoque a contracorriente: el de la teoría revolucionaria en estricta vinculación a los ciclos históricos del capital, los cuales son, al mismo tiempo, ciclos de formas particulares de acumulación y de lucha del proletariado.

De este modo, adentrarnos en el pasado significa una vez más preguntarnos por el presente. Se trata de la producción de la teoría comunista como autocomprensión del movimiento proletario.

Escrito en 1973, este texto propone una reconstrucción de la lucha del proletariado desde sus orígenes, elaborada desde la perspectiva teórica de la «autonegación del proletariado», la cual tomó impulso en aquella década y cuya crítica forma parte del surgimiento de la teoría de la comunización.

CATÁSTROFE CAPITALISTA Y TEORÍA REVOLUCIONARIA

A lo largo de estas líneas queremos explicitar el esquema general que preside nuestra concepción del proceso revolucionario y que está germinando ya a partir de las contradicciones del capitalismo. Las bases de esta concepción residen, cómo no, en las bases del materialismo histórico, pero queremos centrarnos en lo desarrollado por un importante texto de la izquierda italiana de 1951, Teoría y acción en la doctrina marxista, un texto en el que se desarrolla el esquema de la inversión de la praxis al que hemos aludido en algunas de nuestras aportaciones. Para ello, además, haremos uso de numerosos textos de los compañeros de n+1, que son los que mejor han ido desarrollando las implicaciones teóricas y prácticas de este esquema.

Visiones gradualistas de la revolución

La perspectiva que existe generalmente de la revolución es diametralmente opuesta a la que defenderemos aquí. La podemos resumir como sigue: se trata de una concepción que parte de una visión cultural y voluntarista según la cual las revoluciones, los movimientos, las luchas y los partidos se hacen gracias a la inteligencia y la voluntad humana. De ahí se desarrolla una visión que le da mucha importancia al activismo inmediato por parte de los militantes, que son los que crean las condiciones que hacen posible la revolución a través de la creación de nuevas instituciones que nacen del activismo. De esta concepción nace la idea de que hay que ser lo suficientemente inteligente como para adecuar las alianzas, los frentes, las tácticas y los programas a las variaciones que viven las situaciones contingentes. Este tipo de teorías se presentan en un abanico amplio de corrientes que, más allá de sus diferencias, coinciden en una aproximación voluntarista de la idea de la revolución. Se trata de una idea del cambio social radical que se hace gracias a minorías que logran arrastrar y educar a las masas hacia la toma del poder. Pueden variar las tácticas que se aplican, pero estalinistas, trotskistas y anarquistas, más allá de sus indudables diferencias teóricas y estratégicas, comparten este esquema de fondo de tipo voluntarista. Sigue leyendo

100 días de guerra de clases – Permanencia 28 de abril


Por A$AP Revolution

Huelgas masivas seguidas incluso en las empresas privadas, multiplicación de las asambleas de organización, manifestaciones gigantescas (hasta 40.000 personas en Rennes) plantean un rechazo masivo a otra reforma cuyo objetivo no es otro que hacernos trabajar más con salarios insultantes.

En Rennes, y en otras ciudades, a partir de marzo, el movimiento empezó a ser más ofensivo en las calles.

Manifestaciones salvajes e incontrolados de varios miles de personas, bloqueos de cientos de disuasorios cada semana que paralizan las arterias de la ciudad, un bloqueo de 3 semanas de la recogida de basuras que inunda la ciudad de basura, saqueos de comercios y autorreducciones, la apertura de edificios seguida de disturbios en el centro de la ciudad con la plaza Sainte Anne como punto de encuentro, y la rotura y cierre sistemáticos de comercios.

Una comisaría de policía, un centro de congresos (el convento de los Jacobinos) y un ayuntamiento ardieron en momentos de rabia y júbilo colectivos. Cada día, de camino al trabajo o al atravesar Rennes, descubrimos una ciudad destruida y transfigurada por el movimiento, que huele a plástico quemado y apesta un poco menos a burguesía.

Una atmósfera de locura, el encuentro de muchas personas habitadas por una revuelta común, una ruptura de la vida cotidiana que ha atravesado toda la ciudad y más allá de una forma sin precedentes.

El paso forzoso del 49,3 marca un momento de intensificación y contaminación del movimiento en toda Francia. En respuesta a este impulso combativo, el Estado refuerza su aparato represivo para romper las huelgas en los llamados sectores estratégicos, herir y detener a cada vez más personas, desalojar los bloqueos e impedir las asambleas.

El fin de semana del 25 de marzo se celebró en Sainte Soline una concentración nacional contra el acaparamiento de agua por los grandes agricultores. La policía masacró a los manifestantes. Muchos de ellos fueron mutilados y un camarada estuvo a punto de morir. Unos días más tarde, los «sublevados de la tierra» -después de haberse puesto a la cabeza de la manifestación enviada a la derrota militar- dieron un espectáculo de alianza con toda la izquierda del capital bajo el pretexto de la unión contra la represión.

Al mismo tiempo, y con lógicas no muy diferentes, las direcciones sindicales dejan pasar las últimas huelgas ofensivas y reconductibles que apoyaron y vuelven a la carga para los diferentes plazos electorales.

Los proletarios en lucha, sindicalistas de base, autónomos, se ven dejados de lado por sus direcciones sindicales y políticas que, después de haberlos enviado a la trinchera, utilizan el movimiento para hacerse un hueco en la burguesía. Pero el riesgo para ellos, y esto ya es una secuencia abierta en gran parte desde los chalecos amarillos que continúa en cierto modo hoy, es que la base en lucha se autoorganice fuera y contra las direcciones burguesas.

Ahora, aunque se apruebe la reforma, aunque las procesiones se debiliten y las pocas huelgas que hayan podido surgir cesen, las manifestaciones salvajes continúan. Porque una parte del pueblo en lucha rechaza la vuelta a la «normalidad». Surge una voluntad, la de renovar un movimiento que se agota.

A los trabajadores en lucha en conflicto tanto con la patronal como con las direcciones sindicales,

A todos los comunistas, conscientes de que el comunismo nunca ha existido,

A los anarquistas que han salido del oportunismo del espectáculo,

Así como a todos aquellos que ven interés en el surgimiento de formas de organización de clase en ruptura con la dirección burguesa.

Nuestro objetivo aquí no es enterrar el movimiento que se inició con el rechazo de la reforma de las pensiones, sino, a través de una crítica radical, comprender sus fuerzas y sus límites.

Si la huelga fue un fracaso y ni siquiera los llamados sectores estratégicos consiguieron renovarla; si los bloqueos de empresas, las ocupaciones, los sabotajes fueron extremadamente raros y aislados; cuestionar la estrategia sindical es necesario pero no suficiente, tenemos que preguntarnos cómo están estructuradas las empresas, cómo está organizada la producción en los territorios, para poder luchar y organizarnos en nuestros puestos de trabajo.

Si la manifestación y el bloqueo de los flujos volvieron a ser la centralidad de la organización proletaria, podemos preguntarnos claramente por qué el movimiento no consiguió bloquear la producción a nivel nacional y por qué las manifestaciones no lograron tomar los lugares de producción, los lugares de poder, los edificios, las viviendas, los medios de comunicación…

Para avanzar necesitamos hacer balance en todos los espacios de lucha, cuestionarnos sobre lo que hemos conseguido y los muros a los que nos enfrentamos, porque en la lucha de clases hay momentos de recrudecimiento que luego exigen que reiniciemos las cuestiones estratégicas para vencer.

Nuestro objetivo aquí no es enterrar el movimiento que comenzó con el rechazo de la reforma de las pensiones, sino, a través de una crítica radical, comprender sus puntos fuertes y sus límites.

En otras palabras, dar un paso atrás.

Por lo tanto, proponemos que los camaradas se reúnan el viernes 28 de abril de 2023 para debatir y organizarse esbozando colectivamente el inicio de un balance y abriendo perspectivas de estructuración a largo plazo.

Y ahora, ¿qué hacemos?

https://asaprevolution.net/

Comentario crítico sobre la orientación política del texto de “Colectivo contra el Capital – Movimiento Comunista” – Kolektivně proti Kapitálu – Mouvement Communiste

Ninguna guerra excepto la de clases!

El artículo escrito y enviado por los compañeros del proyecto Proletarchiv responde críticamente al texto del colectivo: “Colectivo contra el Capital – Movimiento Comunista” – Kolektivně proti Kapitálu – Mouvement Communiste (KPK/MC). Como su título indica, cuestiona no sólo las posiciones adoptadas por el KPK/MC, sino también por otros grupos y organizaciones en relación con la guerra en Ucrania.

De ello se desprende que al publicar este artículo crítico no estamos participando en una guerra privada contra el KPK/MC. Por el contrario, con ello queremos subrayar en términos generales la crítica comunista a la guerra burguesa contra todo «apoyo crítico», » legítima defensa contra el ataque imperialista», etc., que (voluntaria o involuntariamente) arrastran al proletariado a la guerra burguesa, lo sacrifican en el altar de la patria y la nación y lo convierten en carne de cañón.

Por lo tanto, contra el intento del KPK/MC de subordinar la defensa del proletariado al régimen democrático como supuestamente más favorable a la lucha de clases, contra su definición del derrotismo revolucionario como «apoyo crítico a la resistencia», el texto publicado a continuación plantea la única posición posible de los comunistas contra la guerra: la lucha del proletariado contra su «propia» burguesía y su «propio» Estado-nación. El derrotismo revolucionario, que no puede significar otra cosa que el proletariado debe luchar contra el enemigo que está en su «propio» país para lograr su derrota y contribuir así a la unificación del proletariado mundial sobre una base revolucionaria. Citando directamente el texto, «El objetivo de la resistencia de los proletarios, sin embargo, debe ser a la burguesía y al capital y no, según el KPK/MC, una de las partes en conflicto. Si han de derramar sangre, es sólo por sus propios intereses. [Es decir, durante la lucha revolucionaria, para que no haya que derramar más sangre. Nota de TV] La paz no como utopía burguesa, sino como consigna movilizadora, y como meta en el futuro tras la superación del capitalismo mediante la guerra de clases.»

Otro punto fuerte del texto es cómo define al Estado, es decir, como «violencia organizada de una clase contra otra». Esta definición se opone claramente a la definición socialdemócrata del Estado (sea cual sea la familia ideológica que la utilice, «anarquistas», leninistas, sindicalistas…) que lo identifica con un «gobierno» que, según esta lógica, debe ser derrocado, apoyado (como sugiere ahora el KPK/MC en el caso de Ucrania) o tomado sin que se produzca un verdadero cambio social.

Contra el apoyo al «movimiento democrático» que recomienda el KPK-MC, explicando que «la dictadura abierta es un terreno menos favorable para la lucha de clases que la democracia liberal», el texto declara claramente que el interés del proletariado no es defender una forma contra otra, sino organizarse como clase en defensa de sus propios intereses: «Los comunistas no son demócratas que persiguen una política democrática enriquecida por una crítica del capitalismo, ni son los que esperan un terreno democrático adecuado para su lucha de clases, ni instan a los proletarios a luchar por procedimientos democráticos. « Sigue leyendo

LÓGICA DE LA GUERRA / SABOTEAR LA GUERRA, DESENCADENAR LA INTERNACIONAL

Lógica de la guerra

El campismo. Durante la Primera Guerra Mundial, si la terrible postura de Kropotkin a favor de la victoria de una parte de los Estados beligerantes y en nombre de la esperanza de la propia emancipación se hizo famosa, es sin duda porque encarnaba la quiebra siempre posible del internacionalismo y del antimilitarismo, a pesar de las respuestas recibidas de otros anarquistas. Ni siquiera era una posición campista original, ya que los principales partidos socialistas y sindicatos obreros de la época ya habían cedido a las sirenas de la Unión Nacional alineándose detrás de su propio Estado belicista. Aunque sería absurdo olvidar que algunos anarquistas a veces vacilaron contra el muro, incluso en otro tipo de situaciones como las guerras civiles (recordemos el dilema «guerra o revolución» decidido a favor de la primera por la dirección de la CNT española), sería ir demasiado rápido recordar sólo eso.

En el transcurso de las guerras que han salpicado el último siglo, y en las que los camaradas se han visto envueltos, es también contra ellos que se han puesto en práctica un buen número de intervenciones subversivas, según el lugar donde se encontraran, como la de constituir grupos de combate autónomos (generalmente descentralizados y coordinados), crear redes de apoyo a los desertores de ambos bandos, sabotear el aparato militar-industrial detrás de los frentes, socavar la movilización de las mentes y la unidad nacional, exacerbar el descontento y el derrotismo intentando transformar estas guerras por la patria en insurrecciones por la libertad. Se nos puede decir que las condiciones han cambiado desde aquellos experimentos, pero desde luego no hasta el punto de que no podamos recurrir a este arsenal si queremos intervenir en las hostilidades, es decir, partiendo de nuestras propias ideas y proyecciones, en lugar de partir para apoyar el mal menor del bando y los intereses de un Estado contra otro. Porque si estamos en contra de la paz de los mercados, de la paz de la autoridad, de la paz del embrutecimiento y de la servidumbre, evidentemente también estamos en contra de la guerra. Porque la paz y la guerra son en realidad dos términos que cubren la misma continuidad de la explotación capitalista y la dominación estatal. Sigue leyendo

LA PAZ, ES LA GUERRA / Gilles Dauvé

«Por la patria hay que vivir!»

«Los países pequeños como Bélgica harían bien en unirse al país más fuerte si quieren mantener su independencia.» (Emperador Guillermo II al Rey de los belgas, noviembre de 1913)

 

«Una gran guerra es inevitable en las primeras décadas del siglo XXI, pero implicará una crisis económica en fase de maduración, una sobreproducción a gran escala, una fuerte caída de la rentabilidad, una exacerbación de los conflictos sociales y de los antagonismos comerciales, lo que exigirá tanto la redivisión del mundo como la regeneración de todo el sistema. […] No más que en el pasado, ningún reformismo impedirá la marcha hacia un conflicto, si no planetario, al menos más que regional.» (10 + 1 questions sur la guerre du Kosovo, 1999)

 

«No te creas la propaganda, aquí te están mintiendo.» (Marina Ovsiannikova, interrumpiendo las noticias en uno de los principales canales rusos, 14 de marzo de 2022)

* * *

«La guerra por la paz»… «la causa de los débiles contra los fuertes»… «Crímenes contra la humanidad en el corazón de Europa… una lucha por la civilización»… «genocidio en curso en Ucrania».

La primera cita es del periódico socialista Le Droit du Peuple, y la segunda del burgués Times de Londres, ambas escritas en 1914; la tercera del Primer Ministro francés durante la guerra de Kosovo en 1999, y la última del Primer Ministro ucraniano el 9 de marzo de 2022.

Los medios de comunicación franceses nunca hablarán de la dictadura chadiana (apoyada por Francia) como lo hacen de la dictadura bielorrusa (apoyada por Rusia). Tampoco mencionarán los millones de civiles asesinados por los ejércitos francés y estadounidense en las guerras de Indochina y Vietnam, al igual que las masacres de civiles por parte del ejército ruso en Ucrania.

Hay pocas novedades en el lavado de cerebro, salvo que la propaganda se intensifica a medida que la guerra se acerca al corazón de Europa. Rusia lo niega, prohibiendo las palabras «guerra» e «invasión» (el Estado francés esperó hasta 1999 para reconocer oficialmente que entre 1945 y 1962 había librado una «guerra» en Argelia y no sólo «operaciones»). Occidente entrega eufemísticamente armas a Ucrania a través del Fondo Europeo para la Paz.

Cuando las palabras se hinchan, su significado estalla. En particular, genocidio se convierte en sinónimo de masacre, mientras que la palabra se refiere al exterminio de un pueblo como pueblo: Hitler lo hizo con los judíos, pero ni Stalin pretendía la eliminación del pueblo ucraniano a principios de los años 30, ni posteriormente Pol Pot la del pueblo camboyano. Putin tampoco pretendía eliminar al pueblo ucraniano.

 Pero, antes de ser mental, la confusión está en la práctica. Si las ideologías se confunden, si todo el mundo ha podido proclamarse socialista, comunista, proletario, revolucionario (título del libro publicado en 2017 por el actual presidente de la república francesa), es porque hasta ahora los movimientos sociales no han realizado un programa que rompa con el orden de las cosas. Así que, en la mitología y el discurso político, todo vale. Como el socialismo era nacional en 1914, los nazis podían reivindicarlo como propio: el nazi es el «nacional socialista» (nationalsozialist).

Cuando nos vemos reducidos a la pasividad por luchas fallidas o desviadas, recibimos información e imágenes como espectadores de una realidad contra la que no podemos reaccionar temporalmente. Sigue leyendo

[Folleto] LA COMUNA DE PARÍS, a 150 años

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En el año del 150° aniversario de la Comuna de París, desde Lazo Ediciones publicamos un artículo de Rodrigo Vescovi (Acción directa en Uruguay 1968-1973) acerca de este fundamental suceso en la lucha por la revolución social. Esta publicación se suma a la edición que realizamos del libro La Comuna de París. Revolución y contrarevolución (1870-1871) de Proletarios Internacionalistas en junio de 2017, cuya lectura recomendamos para ampliar sobre el tema.

«La Comuna de París fue un breve, aunque imponente, proceso insurreccional desatado en el contexto de una cruenta guerra entre Francia y Prusia. Con una población sitiada y hambreada, y un gobierno progresista que, como de costumbre, no colmó las necesidades de la gente, el 18 de marzo de 1871 se produjo la revuelta y la proclamación de la Comuna, iniciando un proceso de profunda transformación social. Aunque ahogado brutalmente en la represión, este suceso significó para el proletariado internacional que la revolución era posible y, con ella, una sociedad sin clases, Estado ni propiedad privada.»

El folleto incluye también un mapa infográfico acerca de la situación político militar de París del 22 de mayo de 1871.

Adiós a la vida, adiós al amor… Ucrania, la guerra y la autoorganización

«Cuánta sangre ha bebido esta tierra

Sangre de obrero y sangre de campesino

Para los bandidos que provocan guerras

Nunca se muere, sólo se mata a los inocentes.” [1]

 

Clausewitz hablaba de la incertidumbre del campo de batalla como la «niebla de la guerra», y el término podría aplicarse con la misma facilidad a la avalancha mediática que estamos viviendo desde el 24 de febrero de 2022 en relación con Ucrania. Los dos bandos se encuentran inmersos en una guerra de propaganda e imagen bastante clásica, reforzada de forma inédita por las redes sociales. Desde este punto de vista, los ucranianos tienen la ventaja; hay muchas imágenes disponibles en su lado (tomadas por civiles o periodistas), mucho menos en el lado ruso (no hay smartphones para los soldados, ni civiles, ni pocos periodistas). De ahí, por ejemplo, que al principio hubiera un exceso de vehículos rusos destruidos. Esto es lo que ven los occidentales (nosotros), pero es sólo una parte de la realidad. Sobre todo porque los algoritmos acentúan la banalidad de nuestros respectivos sesgos cognitivos, empujándonos a favorecer la información que confirma nuestras opiniones y presuposiciones: este es el «problema de Diagoras», pero en tiempos de guerra este lote cotidiano se vuelve excesivo, asfixiante. No es fácil mantener la distancia necesaria y la cabeza fría para entender lo que está pasando y, si es necesario, actuar en consecuencia; es aún menos fácil cuando se vive en un país beligerante o cobeligerante.

Lo bueno, lo malo y lo feo

«No te preocupes, esos están fuera.” [2]

Rusia invadió Ucrania, no al revés. Sin embargo, por importante que sea, la diferencia entre «agresor» y «agredido» no es un criterio suficiente para entender la situación. El demócrata y el autoritario, el bueno y el malo, etc.

El 28 de julio de 1914, tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, el poderoso Imperio Austrohúngaro (50 millones de habitantes) declaró la guerra a la pequeña Serbia (diez veces menos poblada). En los días siguientes, mediante el juego de alianzas, todas las potencias europeas entraron en guerra, y uno de los argumentos de Francia e Inglaterra fue la defensa del débil frente al fuerte. «Nadie puede creer de buena fe que seamos los agresores», declaró René Viviani, Presidente del Consejo de una República Francesa muy democrática a la que Alemania, necesariamente despótica y cruel, acababa de declarar la guerra. Mientras que la gran mayoría de los socialdemócratas de todos los países (e incluso algunos anarquistas, como Piotr Kropotkin) se adhirieron a esta narrativa y a las respectivas políticas de la Unión Sagrada, el Partido Socialista serbio rechazó la defensa nacional y no votó a favor de los créditos de guerra. En 1914, pocos revolucionarios no sucumbieron a la propaganda de guerra [3]. Sigue leyendo

La autoabolición del proletariado es la clave de la revolución comunista

Cartel elaborado por Argumento Kalashnikov, 1° de Mayo de 2019

El proletariado existe y es de todos los sexos/géneros, «razas», nacionalidades, generaciones, ocupaciones, etc. Hoy en día, bajo el capitalismo en su fase «neoliberal», el proletariado ya no es mayoritariamente fabril, sino de servicios, precario y excedentario. Y lucha como puede todos los días para sobrevivir tanto material como psíquicamente. Su vida es una constante lucha. Pero su vida no le pertenece, le es ajena; mejor dicho, le es enajenada por el trabajo asalariado en sus múltiples formas (manual e intelectual, por tiempo o a destajo, formal e informal, dependiente o «autónomo») para la acumulación de capital y de poder en manos de los dueños de los medios de producción y de cambio, la clase de los capitalistas o la burguesía. La cual, en tanto que clase dominante, no es «la que mueve los hilos de esta sociedad», sino que en realidad sólo es la personificación de la relación social impersonal y fetichista de enajenación y explotación que es el Capital, entendido como valor que se valoriza succionando trabajo vivo (valorización que hoy se encuentra en crisis, pero vigente). Y donde hay explotación y opresión, tarde o temprano hay conflicto. Así pues, los burgueses y los proletarios luchan permanentemente entre sí: los unos por explotar más, los otros por ser menos explotados. Esta lucha de clases es el motor de la sociedad capitalista: de su desarrollo, su reproducción, su crisis, su reestructuración, y también de su posible destrucción y superación. Sin embargo, dado que sostiene a toda esta sociedad con su trabajo, el proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, por dejar de ser «la gallina de los huevos de oro» y la esclava moderna del Capital; es decir, cuando lucha por su autoabolición como clase explotada y dominada, no por su afirmación y perpetuación como tal en el poder, ya sea desde arriba o desde abajo, pues la experiencia histórica del «socialismo» −tanto «autoritario» como «libertario»− demuestra que ésto último termina reproduciendo el capitalismo con otra apariencia y otros administradores estatales. Por lo tanto, el proletariado es revolucionario o no es nada… nada más que la clase del Trabajo/Capital y una criatura del mercado y del Estado: una gran masa de hombres y mujeres que se la pasa trabajando de lo que sea para sobrevivir como sea, compitiendo y hasta matándose entre sí, cuya sangre alimenta sólo al Capital… pero que también puede darle muerte autoaboliéndose y deviniendo comunidad real de individuos libremente asociados para producir y reproducir sus vidas, desde y para sí mismos, en un modo radical y totalmente diferente y mejor que el modo capitalista. El proletariado es esta contradicción viviente, y sólo la revolución comunista puede abolirla y superarla como tal. Sigue leyendo

LUCHA DE CLASES EN EL PERÚ

El ovillo que ataba la mecha de las luchas se ha quebrado encendiéndose la chispa en el alma de los trabajadores y en los campos donde alzan los puños. De Albania a Sri Lanka, de España a la India, de Sudan a Perú, algunas cesan, otras se encienden. Sube el precio del pan y las tortillas, del gas y el aceite, del arroz y la leche. En algunos casos el Estado cede unos centavos para contener las luchas, pero las jugosas ganancias del capital continúan galopantes bajo su protección sacando provecho de la miseria de los trabajadores, miseria que crean y profundizan por la cruenta guerra imperialista que han desatado bajo su propia expansión y desarrollo.

Desde el lunes 28 de marzo hay carreteras bloqueadas en Piura, Cajamarca, Ayacucho, Áncash, Junín, Arequipa, Apurímac, Puno, sumándose rápidamente Ica, Ucayali, Tingo María, Huánuco, Huancavelica, Lima, que a la vez se despliegan en una cantidad de regiones como Vitarte, Huaycán, Barrio Chino, El Álamo, Salitral, Las Lomas, Palpa, Mariano Dalmaso y un largo etcétera. Sin embargo, el epicentro de las protestas para el 2 de abril fue Huancayo y en los siguientes días Ica y Huánuco. No es casual que los muertos pertenezcan a estas tres regiones. Tales protestas son promovidas en un inicio por agricultores y transportistas, adhiriéndose raudamente otros sectores del proletariado, siendo el más importante un grueso contingente de los obreros del sector agroexportador en el sur y norte del territorio nacional. Los trabajadores de estos sectores fueron los más activos en las acciones directas que implicaron el bloqueo de carreteras y, en consecuencia, el bloqueo de la circulación de mercancías y la producción de valor. La lucha del proletariado fue una contundente respuesta de clase frente al aumento de los precios que se produjo por la crisis y expansión imperialista del capital a nivel mundial.

Lejos de ver la contradicción entre capital y trabajo, determinación fundamental de las acciones del proletariado, la izquierda del capital, en todas sus variantes, con la visión estrecha que la caracteriza, prefirió criminalizar la protesta, vinculándola a una manipulación de la derecha y a la acción de supuestos sectores “lumpen”. En ese sentido iban las declaraciones de Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, Rocío Silva Santisteban y otros tantos colectivos e individualidades, todos, más allá de sus diferencias, representantes del electorerismo, la conciliación de clases y las salidas institucionales, en suma, de una postura contrarrevolucionaria. Estos sectores no tienen como fin el acrecentamiento del poder de los trabajadores, sino la formación de nuevas burocracias subordinadas al esquema de reproducción del capital nacional. Sigue leyendo

¿Stop al gas ruso?

Anselm Jappe, marzo 2022

Traducción semi-automática

Los primeros análisis de la guerra en Ucrania propuestos en el marco de la crítica del valor la sitúan en el contexto del colapso general de la sociedad mercantil mundial. Sin duda tienen razón, pero corren el riesgo de ser demasiado generales y, sobre todo, no indican ninguna acción práctica que deba exigirse en el futuro inmediato. Indican la necesidad de un movimiento transnacional emancipador que rechace a todos los beligerantes y sus ideologías. Es difícil estar en desacuerdo, pero difícilmente surgirá a tiempo para pesar en los acontecimientos actuales. Desde ese punto de vista, lo mejor sería apoyar (¿pero cómo?) a los rusos y rusas verdaderamente heroicos que están protestando por miles, a pesar de los riesgos, en las plazas e incluso irrumpiendo en los estudios de televisión.

También sería útil a veces recordar palabras como «Machnovščina» u «Holodomor», que no se encuentran ni una sola vez en la información general desde el comienzo de la guerra, aunque pueden ayudar a entender que los ucranianos no son necesariamente todos fascistas en su alma, como afirman algunos prorrusos, y sobre todo por qué los ucranianos desconfían un poco de sus «primos» rusos.

Algunos colaboradores sienten la necesidad de condenar las actitudes pro-Putin pronunciadas en nombre del «antiimperialismo». Esto me parece evidente, y observo con asombro que, aparentemente, estos delirios ideológicos siguen existiendo de forma no del todo residual.

¿Imponer una zona de exclusión aérea, suministrar armas a los ucranianos, intervenir directamente en el campo de batalla? A veces uno tiene ganas, sólo para evitar que Ucrania acabe como Chechenia y Alepo. Pero pedirlo o aprobarlo significaría también, para los críticos sociales, admitir que no hay más remedio para las locuras de un Estado que otro Estado, y que a la guerra sólo se puede responder con la guerra. Esto puede ser cierto a veces, y a partir de 1938 ya no es sostenible un pacifismo de principios e incondicional. Pero seguimos buscando un tertium datur entre “Munich” y “belicista”.

Podría ser la exigencia de un cese inmediato, completo y definitivo de la compra de gas y petróleo rusos, pero también de todos los demás materiales, y en general de toda relación comercial, de toda exportación e importación con Rusia. Dinamitar los oleoductos construidos en el Oeste (North Stream) para demostrar que no habrá vuelta atrás. Una sanción de este tipo -quizá la única no prevista por Putin- podría obligarle realmente a llegar a un acuerdo rápidamente.

Por supuesto, podría costar caro a las economías occidentales, a las «empresas», a los «consumidores», a los «empleos» y al «poder adquisitivo». Los occidentales prefieren entonces poner las armas en manos de otros para que vayan a morir: «armémonos y vayamos». Más que ponerse un jersey más a menudo en casa o preferir el tren al coche.

Pero precisamente por ello, los espíritus críticos deberían centrar sus propuestas en la detención del gas. Porque además de ser quizás la única «arma» eficaz para silenciar las armas, también daría un fuerte acelerón al tan necesario «decrecimiento» y desindustrialización. Los poderes económicos y políticos quisieran darse unas décadas para organizar su «transición energética» del petróleo a las energías «renovables» (¡incluida la nuclear!) para que nada cambie. Por otra parte, un cese inmediato del petróleo ruso, incluso en ausencia de alternativas, podría socavar gravemente el conjunto del capitalismo industrial en Europa e impulsar formas de «simplicidad voluntaria».

Por supuesto, esta elección, para no golpear unilateralmente a los que ya son pobres, debería ir acompañada de medidas drásticas de redistribución: altos impuestos a las grandes empresas, a los ricos, a los altos salarios. Esto no sería todavía una salida de la sociedad de la mercancía, pero ya sería un gran avance.

Basta con ver el enfado que ha despertado la propuesta de la parada del gas entre los políticos de izquierda (Melenchon), de centro y de derecha (¡Marine Le Pen diciendo que afectaría al poder adquisitivo de los franceses! Incluso la derecha ya no quiere ir a la guerra si eso significa rendirse), ver que empresas como Total lo rechazan, que el ministro de economía alemán se niega, como siempre, a limitar la velocidad en las autopistas… entender que este camino merece la pena. Combinaría la lucha pacifista, ecológica y social. No digo que sea fácil de imponer, pero podría encontrar cierto consenso. En el mejor de los casos, estas medidas de «sobriedad energética» pondrán en marcha, incluso después del fin de la guerra, un círculo virtuoso de salida del capitalismo industrial.

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UNA RESPUESTA:

Claudio Albertani, 15/03/2022

Tomado de su perfil de Facebook

Traducción semi-automática

Mi respuesta a Anselm Jappe

Estimado Anselm: He recibido tus comentarios sobre la guerra en Ucrania y me encuentro en radical desacuerdo. Empiezas con buen pie, ya que reivindicas la necesidad de un movimiento de emancipación transnacional que pueda rechazar a todos los beligerantes y sus ideologías. También puedo estar de acuerdo en que las posiciones pacifistas corren el riesgo de ser demasiado generales, pero la comparación que haces entre los (pocos) pacifistas actuales y la Conferencia de Múnich de 1938 es completamente errónea. En esa ocasión, de hecho, Chamberalin estaba dispuesto a ponerse de acuerdo con Hitler, no en nombre del pacifismo, sino porque, como no veía la diferencia entre, por ejemplo, los anarquistas españoles y Stalin, lo que realmente le importaba era alejar el fantasma de la revolución.

Pero esa no es la cuestión. Es tu propuesta (¿concreta?) la que me desconcierta. No creo que boicotear el gas ruso sirva de nada. No nos ayuda a los europeos, ni a los compañeros rusos que protestan por miles, ni siquiera a los (muy pocos, para ser sinceros) de todo el mundo que luchan por la vida contra la muerte.

Por cierto, me parece que las sanciones y los boicots contra Rusia ya están siendo promovidos por gente como Draghi, Macron, Schulze y otros, que, estarán de acuerdo, ciertamente no necesitan nuestra ayuda.

Entonces, ¿qué nos toca a los europeos (o más bien a ti, ya que estoy en México)? Me parece que nuestra tarea es, en primer lugar, exigir un alto el fuego y, en segundo lugar, exigir que nuestros países abandonen la OTAN. La OTAN es una organización criminal frente a la cual Putin y su gente son aficionados.

Por eso me parece ejemplar la actitud de los compañeros de la Unione Sindacale di Base, que, tras descubrir que un cargamento de municiones y explosivos, disfrazado de ayuda humanitaria, salía del aeropuerto de Pisa con destino a Ucrania, se negaron a cargarlo. «Estos aviones, explica su comunicado, aterrizan primero en las bases de EE.UU. y la OTAN en Polonia, luego los cargamentos son enviados a Ucrania, donde finalmente son bombardeados por el ejército ruso, lo que provoca la muerte de otros trabajadores empleados en las bases involucradas en los ataques.”

En otras palabras, la mejor manera de apoyar a los ciudadanos ucranianos que sufren la guerra y a los disidentes rusos que luchan contra ella (como la valiente periodista que exhibió una pancarta contra la guerra en la televisión) es que todo el mundo intente hacer la vida difícil a los gobernantes en casa. Lo que hay que hacer es conectar las diferentes manifestaciones de disidencia que aún existen en el viejo mundo.

Pero hay más. En primer lugar, a Putin le importa un bledo que Europa corte el suministro de gas ruso, ya que puede venderlo a China y a otros países. Además, los primeros y únicos en sufrir la falta de gas serán los propios europeos. ¿O acaso cree que los ciudadanos de la UE se solidarizarán con Ucrania? ¿O que el próximo invierno se calentarán prendiendo fuego a los muebles? Me parece más creíble suponer que comprarán gas y petróleo mucho más caro a los estadounidenses, que estarán encantados.

Y, por último, aunque los libertarios no estamos ciertamente por la labor de dar consejos a los gobernantes, deberíamos entender que al ponerse entusiastamente del lado de la OTAN y de Estados Unidos, la UE ha perdido una oportunidad de oro para hacer algo útil por una vez: intentar detener esta guerra demencial mediando entre los dos imperios. Pero no lo ha hecho. Prefirió defender nuestra moribunda civilización financiera, junto a los distintos Draghi y Von der Leyen del momento. Así, a la tragedia vivida por los ucranianos, se sumará pronto otra, quizá más grave: la de Europa devorándose a sí misma. Pocos se dan cuenta ahora, obnubilados como están por la fobia a los rusos.

Fraternalmente

Análisis de la actual crisis y revuelta en Cuba desde la perspectiva comunista radical

Los hechos y sus falsas versiones de derecha y de izquierda

Mediante acciones directas y espontáneas de masas que van desde hacer marchas y asambleas autoconvocadas hasta volcar a mano propia autos de la policía y saquear tiendas, el proletariado de la región cubana se está levantando en las calles contra el hambre y contra la tiranía estatal, es decir contra las miserables condiciones materiales de existencia impuestas por el capitalismo y su crisis actual, al igual que lo ha hecho el proletariado de las regiones colombiana, birmana, iraní y sudafricana durante este año, y al igual que lo hizo el proletariado de las regiones ecuatoriana, chilena, haitiana, francesa e irakí, entre otras, hace dos años.

Con todas sus debilidades, limitaciones y contradicciones internas (patriotismo, interclasismo, falta de autonomía revolucionaria, aislamiento, etc.), la revuelta proletaria de estos días en la región cubana es un eslabón o un episodio más de la tendencia hacia la recomposición de la revuelta proletaria internacional que se abrió en el 2018-2019 y se vio «interrumpida» por la pandemia y la dictadura sanitaria contrainsurreccional o la contrarrevolución preventiva del 2020-2021 por parte de todos los Estados de este planeta.

De entrada, entonces, un ABC anticapitalista al respecto: desde que existen hace ya varios siglos, el capitalismo, la crisis, el proletariado y la lucha de clases son mundiales. Las diferencias de estos en/entre cada época histórica y cada región geográfica sólo son de grado y de forma, no de naturaleza o de fondo en sus condiciones, relaciones y categorías fundamentales. Las cuales, principalmente el trabajo asalariado y la acumulación de capital, más bien se han extendido y profundizado con el pasar del tiempo en todas partes. De manera que tanto el “socialismo cubano” como la “restauración capitalista en Cuba después de la caída de la URSS” siempre han sido unos mitos: en realidad, lo que siempre ha existido en Cuba es capitalismo y lucha de clases, pero bajo otra forma y en otro grado, al igual que en la ex-URSS y en todo el mundo. Lo único que realmente ha cambiado desde la caída del bloque soviético hasta la fecha, es el predominio del capital privado con respecto al capital estatal sobre el proletariado, hoy en día más precarizado y explotado.  Sigue leyendo

[Libro] El MIL, Una historia política – Sergi Rosés Cordovilla

Descagar libro en PDF

El MIL-GAC representa, con todo, una de las experiencias más importantes dentro del panorama revolucionario español. Telesforo Tajuelo, uno de los pocos historiadores en tratar este fenómeno, mayoritariamente tratado por periodistas y casi el único en analizarlo políticamente, señaló que «el MIL ha sido el grupo más radical del movimiento obrero español después de la guerra civil». Sin necesidad de una afirmación tan categórica, sí es cierto que representó una de las contadas formaciones auténticamente revolucionarias del panorama político del momento. Decimos «auténticamente revolucionarias» porque su objetivo no fue nunca derribar al franquismo y conseguir un régimen democrático, sino enlazando de lleno con la tradición marxista revolucionaria, luchar directamente contra el estado burgués, contra el capital, por objetivos de clase que, mediante la auto-organización, acabaran con el trabajo asalariado y la división de la sociedad en clases: en definitiva, la autoemancipación del proletariado. Reconocer que ésta fue su lucha y librarla de todas las mistificaciones que ha sufrido servirá para restaurar la verdad histórica que muestra, por un lado, que los integrantes del MIL no fueron ni «alocados» ni «pobres chicos» sino revolucionarios anticapitalistas y, por otro, que dado que su lucha no fue antifranquista sino anticapitalista, las tareas por las que se batieron siguen inconclusas.

Ya no hay vuelta atras N° especial – La democracia es el orden del Capital: apuntes contra la trampa constituyente

https://hacialavida.noblogs.org/files/2020/10/Portada-Revista.jpeg

Frente a un nuevo ciclo de eventos electorales que se abre con el plebiscito del “Apruebo” y “Rechazo”, destinado explícitamente a conducir por los cauces institucionales todas las energías subversivas desplegadas intensamente desde el 18 de octubre de 2019, presentamos este material para contribuir a una crítica de la democracia como sistema político inherente a una forma de organización social basada en la explotación y la dominación. Particularmente, pretendemos aportar a la evaluación crítica de procesos promovidos por la clase capitalista como lo son los reacomodos constitucionales, que dejan intactas las categorías básicas y fundamentales de la sociedad del capital (tal es su objetivo), categorías contra las cuales, instintiva y conscientemente, se alzan las reivindicaciones y críticas prácticas de nuestra clase cuando estalla en revueltas de la magnitud que presenciamos (y que protagonizamos como proletarixs inmersos en las experiencias de lucha) hace unos meses, antes de que se desatara la crisis –y dictadura- sanitaria por la pandemia de coronavirus, y que hoy vuelve a demostrar que no está sepultada ni completamente domesticada. Trabajo, dinero, capital, Estado, propiedad privada, mercancía… son conceptos que no son letra muerta en alguna carta magna, sino elementos que organizan nuestra sociedad y su miseria.  Presentamos una revisión teórica e histórica de procesos similares al que estamos observando hoy, extractando aportes pasados relevantes y también considerando casos recientes en otros países.  Alentamos la lectura, discusión, crítica y difusión.

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