Nuestra sangre = su dinero / MATANZA DE PROLETARIOS AFRICANOS EN MELILLA HAGAMOSELO PAGAR MUY CARO

Al menos 37 de nuestros hermanos (y muchos más heridos, agredidos, humillados, expulsados) han sido brutalmente asesinados en la valla de Melilla, esa frontera artificial (como todas) que separa a los proletarios de Europa y África pero que aúna los intereses de la burguesía española y marroquí (entre otras) en mantener a raya las “temidas” migraciones.

Los/as burgueses/as de todo pelaje y sus politiquillos/as asquerosos/as (izquierda/derecha), no tienen ningún problema en ponerse de acuerdo para explotar y masacrar al proletariado: bien sea en los tajos, las guerras o las fronteras.

La represión y el racismo son elementos consustanciales a la sociedad capitalista y una prioridad para sus Estados, esto, por desgracia, no es novedad. El gobierno español, de izquierdas, ha felicitado y celebrado la matanza y la policía española ha colaborado en la misma, junto a la marroquí. Ese gobierno que iba a parar el fascismo, que vociferaba por un frente amplio contra Vox y su basura, evidencia que son la misma mierda, la otra cara de la moneda brutal del capital, la violencia necesaria y extrema para mantener sus intereses y su poder.

Esta masacre no deja de inscribirse en sus juegos macabros de intereses en el momento actual de crisis y guerra. Los nuevos pactos con Marruecos, la escasez de gas por la guerra de Ucrania, la necesidades estratégicas de Europa y la competencia frente a los capitalistas del este y de oriente; fuerzan un incremento de la represión en las fronteras y el pago (con la sangre de los nuestros) de las deudas adquiridas.

Mientras tanto los generales del capital occidental (bajo las banderas de la OTAN) cenan y festejan en el Museo del Prado, mientras se arman y preparan las próximas ofensivas de una guerra que ya está aquí, que siempre fue guerra contra nuestra Clase. Nuestro gobierno de izquierdas se jacta, ante los suyos. prometiendo que doblará su presupuesto en armas. Nos dicen que para defender la democracia (esa abominable forma de dictadura del capital) y nuestro “modo de vida”… ¿qué vida?, ¿la de la explotación, la miseria y la muerte?, ¿la de nuestros hermanos asesinados en la valla?

Decenas de miles de proletarios migrantes, de hermanos/as, compañeros/as, seres humanos, han muerto estos últimos años como sacrificios en el altar fagocitador de la acumulación del capital, de sus beneficios, en las fronteras defendidas por la democracia del capital. Todas esas muertes no son casuales, es un resultado más de la catástrofe capitalista, como la de tantos otros proletarios/as anónimos/as. No está de más recordar todas las muertes y torturas en los CIE, en el “cementerio” Mediterráneo, o a manos de la policía, como la muerte del “mantero” Mbaye en 2018, que levantó la rabia de cientos de proletarios migrantes y también nativos, contra la policía (ese brazo armado del Estado) Es necesario recuperar esa rabia, unidos como una misma clase, contra nuestros verdugos.

El racismo es consustancial a este sistema, la violencia que sufren los/as compañeros/as migrantes es una violencia que sufren como proletarios/as (seres humanos desnudos frente a la violencia del capital), su reacción es nuestra reacción, su lucha nuestra lucha, la de una clase que tiene que romper con todas las separaciones y diferencias que nos atan a las miserias de este mundo.

Solidaridad y lucha contra el racismo de Estado y su violencia policial

Por la unidad de clase del proletariado

Abajo el capital, sus Estados y sus fronteras

Grupo Barbaria – 30 de junio de 2022

Comentario crítico sobre la orientación política del texto de “Colectivo contra el Capital – Movimiento Comunista” – Kolektivně proti Kapitálu – Mouvement Communiste

Ninguna guerra excepto la de clases!

El artículo escrito y enviado por los compañeros del proyecto Proletarchiv responde críticamente al texto del colectivo: “Colectivo contra el Capital – Movimiento Comunista” – Kolektivně proti Kapitálu – Mouvement Communiste (KPK/MC). Como su título indica, cuestiona no sólo las posiciones adoptadas por el KPK/MC, sino también por otros grupos y organizaciones en relación con la guerra en Ucrania.

De ello se desprende que al publicar este artículo crítico no estamos participando en una guerra privada contra el KPK/MC. Por el contrario, con ello queremos subrayar en términos generales la crítica comunista a la guerra burguesa contra todo «apoyo crítico», » legítima defensa contra el ataque imperialista», etc., que (voluntaria o involuntariamente) arrastran al proletariado a la guerra burguesa, lo sacrifican en el altar de la patria y la nación y lo convierten en carne de cañón.

Por lo tanto, contra el intento del KPK/MC de subordinar la defensa del proletariado al régimen democrático como supuestamente más favorable a la lucha de clases, contra su definición del derrotismo revolucionario como «apoyo crítico a la resistencia», el texto publicado a continuación plantea la única posición posible de los comunistas contra la guerra: la lucha del proletariado contra su «propia» burguesía y su «propio» Estado-nación. El derrotismo revolucionario, que no puede significar otra cosa que el proletariado debe luchar contra el enemigo que está en su «propio» país para lograr su derrota y contribuir así a la unificación del proletariado mundial sobre una base revolucionaria. Citando directamente el texto, «El objetivo de la resistencia de los proletarios, sin embargo, debe ser a la burguesía y al capital y no, según el KPK/MC, una de las partes en conflicto. Si han de derramar sangre, es sólo por sus propios intereses. [Es decir, durante la lucha revolucionaria, para que no haya que derramar más sangre. Nota de TV] La paz no como utopía burguesa, sino como consigna movilizadora, y como meta en el futuro tras la superación del capitalismo mediante la guerra de clases.»

Otro punto fuerte del texto es cómo define al Estado, es decir, como «violencia organizada de una clase contra otra». Esta definición se opone claramente a la definición socialdemócrata del Estado (sea cual sea la familia ideológica que la utilice, «anarquistas», leninistas, sindicalistas…) que lo identifica con un «gobierno» que, según esta lógica, debe ser derrocado, apoyado (como sugiere ahora el KPK/MC en el caso de Ucrania) o tomado sin que se produzca un verdadero cambio social.

Contra el apoyo al «movimiento democrático» que recomienda el KPK-MC, explicando que «la dictadura abierta es un terreno menos favorable para la lucha de clases que la democracia liberal», el texto declara claramente que el interés del proletariado no es defender una forma contra otra, sino organizarse como clase en defensa de sus propios intereses: «Los comunistas no son demócratas que persiguen una política democrática enriquecida por una crítica del capitalismo, ni son los que esperan un terreno democrático adecuado para su lucha de clases, ni instan a los proletarios a luchar por procedimientos democráticos. « Sigue leyendo

¿»Revolución en Rojava»? ¿»Antiestatal»? ¿»Anticapitalista»? ¿O una nueva mistificación?

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La pregunta esencial que debemos hacernos sobre Rojava es la siguiente: ¿lo que algunos llaman la «revolución de Rojava» es realmente una revolución social o, mejor dicho, se inscribe en una dinámica de destrucción del orden social actual (es decir, del orden capitalista)? ¿O, por el contrario, no se trata más bien de un proceso de instrumentalización y de encuadramiento por parte de las instituciones socialdemócratas (y, por tanto, burguesas), bajo la apariencia de «liberación social», de un auténtico movimiento de revuelta contra la miseria y la represión del Estado, para justificar mejor sus «luchas de liberación nacional»?

El movimiento revolucionario buscó naturalmente la respuesta a esta cuestión en debates y confrontaciones de puntos de vista, testimonios y análisis a menudo divergentes, confusos y complejos. Nuestro grupo de «Guerra de Clases» también ha participado en este debate, y hemos publicado una selección de contribuciones al mismo en nuestro blog.

Y podemos decir que este debate sólo ha llevado a una conclusión: que la llamada «Revolución de Rojava» no se inscribe en absoluto en la dinámica revolucionaria «anticapitalista» y «antiestatal». Al final, no es más que una variante local de la «revolución bolivariana» o del «socialismo del siglo XXI», controlada y limitada por una poderosa maquinaria de propaganda que combina el «municipalismo libertario», el marxismo-leninismo y la «liberación nacional».

Los que hoy niegan esta conclusión no lo hacen porque sean lentos para entender o estén mal informados. Son simples seguidores de la reforma del Capital, limitándose a pintarlo de «rojo», son partidarios de la estrategia de cambiarlo todo para que lo esencial siga siendo lo mismo. Y hoy, si escuchamos mayoritariamente las voces de los partidarios de Rojava a nivel internacional (aunque menos que antes), es porque para los revolucionarios esta cuestión ya está resuelta y su actitud crítica hacia Rojava permanece inalterada (lo que no excluye que el movimiento proletario de la región retome en el futuro y se oponga a la recuperación socialdemócrata de su lucha, que nosotros, como comunistas, apoyamos plenamente).

Importantes sectores del «anarquismo» (oficial y aún menos oficial) se declaran partidarios acérrimos de la «Revolución en Rojava», que sería una «verdadera revolución» según el «eminente» intelectual David Graeber. Esto está animado y dirigido por una serie de instituciones como las «asambleas populares», los «cantones», las «comunas», los «municipios», que globalmente y fundamentalmente no impiden (e históricamente nunca han impedido) la reproducción de las mismas relaciones sociales que dominan a escala global.

¿Somos ingenuos o estúpidos para creer a «los anarquistas» cuando declaran alegremente que están en contra del «trabajo, la justicia y el ejército»? Sigue leyendo

¿Qué es eso del antifascismo revolucionario?

Al hilo del tiempo

AYER

Amadeo Bordiga abordó el tema del fascismo en numerosos artículos, entre 1921 y 1926. El fascismo era el problema número uno que el Partido Comunista de Italia (PCd´I ) debía afrontar en su acción durante estos años.

Ante todo, para comprender las tesis de Bordiga sobre el fascismo, es preciso diferenciar su pensamiento de la ideología antifascista.

Para el antifascismo, el fascismo se caracteriza esencialmente por la supresión violenta de la legalidad y las libertades políticas democráticas. Para Bordiga, dentro de la más pura ortodoxia marxista, el uso abierto de la violencia no caracteriza nada. La violencia en sí carece de significación precisa. Lo importante es analizar y concretar qué clase utiliza la violencia contra qué otra clase. Para Bordiga, el ABC más elemental del marxismo enseña que, en toda sociedad dividida en clases, la clase dominante ejerce la violencia para someter a la clase dominada.

Bordiga consideraba que la ideología que caracteriza el fascismo como una regresión a formas precapitalistas es ajena a la teoría marxista.

Las formas políticas no varían con la moda, sino que vienen determinadas por el conjunto de relaciones sociales imperantes, y su evolución depende no del azar, el capricho o la voluntad, sino del desarrollo económico y social de esa sociedad, esto es, de los cambios que se operan en esa estructura de relaciones sociales en su contacto con los acontecimientos históricos.

En el pensamiento de Bordiga, la aceptación por el proletariado de la ideología antifascista suponía defender la democracia, renunciando a sus intereses de clase, o lo que es lo mismo, renunciando a afirmarse como clase revolucionaria. Sigue leyendo

LA GUERRA CONTINÚA

En la sociedad capitalista, las guerras, como los muertos, también tienen categorías. Hay guerras de primera (Ucrania) y guerras de segunda (Yemen). Como hay muertos de primera (los soldados de la OTAN o de sus aliados) y muertos de segunda y de tercera…

Entre los muertos de la última fila, los olvidados, están siempre los muertos que pone la clase trabajadora día a día. Tanto en la guerra abierta (como carne de cañón) como en la guerra soterrada y cotidiana que sufrimos en el puesto de trabajo (como fuerza de trabajo para ser explotada).

Cada año mueren cerca de 700 trabajadores en el Estado español, asesinados en su puesto de trabajo o acudiendo a él. Según datos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) en un año como 2018, justo antes de la pandemia, murieron en el mundo 2.780.000 trabajadores, por enfermedades contraídas en el trabajo o directamente por accidentes en el trabajo (400.000). En los últimos diez años, cerca de 30 millones de trabajadores pierden la vida a causa de las condiciones de trabajo en las que son obligados a ganar su salario. Y sabemos que los datos oficiales no suelen incluir todos los fallecidos (por ejemplo, los muertos en accidentes de tráfico “in itinere” o casos de infarto).

Las poblaciones que viven en las cercanías de incineradoras e industrias que emiten sustancias tóxicas sufren importantes aumentos de la mortalidad por cáncer (como el mesotelioma provocado por amianto o los cánceres provocados por “polvo negro”). Estamos hablando de muertes programadas y sufrimiento para miles de personas. Si a esto sumamos los trabajadores que quedan enfermos, lisiados o mutilados para el resto de su vida a causa de incidentes ocurridos durante el trabajo, el número total de trabajadores heridos, enfermos o mutilados en “tiempos de paz” sería seguramente 10 veces más.

El capital no tiene ningún escrúpulo en la explotación de la fuerza de trabajo, ningún escrúpulo para mandarnos matar… Ni el capital internacional, ni el español ni el vallisoletano.

Los accidentes nunca han cesado, pero después de la pandemia los aumentos han sido significativos en todos los sectores. Estos incrementos se dan por el deterioro de las condiciones laborales, el aumento de los ritmos, de las cargas de trabajo. En lo que va de año han muerto en territorio castellano 53 trabajadores (23 en Madrid, 14 en Castilla la Mancha, 16 en Castilla y León). En la provincia de Valladolid han fallecido en este primer semestre 4 trabajadores, y en la mayor parte de los casos se podía haber evitado, como en estos dos ejemplos, los dos últimos trabajadores fallecidos:

Un muerto en ACOR por caída (en un silo)… de la misma manera que se produjo otro muerto en la misma factoría en 2016. ¿No han tenido tiempo de implementar las medidas de seguridad para los trabajos en altura? ACOR CULPABLE.

Un muerto en METALÚRGICAS OVIEDO por aplastamiento… la plancha que le aplastó estaba sujeta por enganches en mal estado según había denunciado el sindicato UGT ¿Y por qué se seguía trabajando sin cambiar los enganches? ¿y por qué si UGT lo sabía no paró la actividad en la fábrica.

Los “accidentes laborales” son la punta del iceberg de la masacre cotidiana de la clase trabajadora. Son la parte visible de la guerra permanente que sufrimos los trabajadores. Este terrorismo patronal es una constante que domina el medio del trabajo por el miedo: miedo al despido, miedo al castigo, miedo a la represión laboral y sindical, miedo al paro, miedo al accidente en el trabajo, miedo a perder la vida yendo al trabajo, miedo a no llegar a fin de mes… Los accidentes laborales no los van a parar la empresa ni los sindicatos. Somos los propios trabajadores los que debemos imponer las condiciones de seguridad y prevención de riesgos en el trabajo.

Para el empresario, la seguridad es un coste. Rara vez le importa de verdad, menos aún en estos tiempos en los que los márgenes de beneficios peligran por la competencia desaforada de las distintas burguesías entre sí.

Los sindicatos claman para que “se extreme la vigilancia en el cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales”, o por “planes de choque”… pero llevan años pactando con los empresarios en el marco del diálogo social y las muertes y los accidentes no dejan de crecer.

La lucha contra las desgracias, nocividades, enfermedades y muertes en el trabajo debe ser parte de la lucha para reducir ritmos de trabajo, reducir la intensidad y duración de la jornada laboral y por el aumento de los descansos, especialmente donde se trabaje con mayor riesgo. Es imprescindible que los trabajadores nos organicemos por objetivos e intereses propios, contra cualquier colaboración con nuestros asesinos. Es imprescindible que la lucha se lleve a cabo con medios y métodos de clase y que enfrente, al mismo tiempo, a los patronos y capitalistas y a los sindicalistas y oportunistas que blanquean la explotación.

Los patrones los llaman accidentes. Los “sindicalistas”, accidentes laborales.

NOSOTROS LOS LLAMAMOS POR SU VERDADERO NOMBRE: ASESINATOS.

 Comité de Solidaridad de los Trabajadores / Estado español

Junio 2022

LÓGICA DE LA GUERRA / SABOTEAR LA GUERRA, DESENCADENAR LA INTERNACIONAL

Lógica de la guerra

El campismo. Durante la Primera Guerra Mundial, si la terrible postura de Kropotkin a favor de la victoria de una parte de los Estados beligerantes y en nombre de la esperanza de la propia emancipación se hizo famosa, es sin duda porque encarnaba la quiebra siempre posible del internacionalismo y del antimilitarismo, a pesar de las respuestas recibidas de otros anarquistas. Ni siquiera era una posición campista original, ya que los principales partidos socialistas y sindicatos obreros de la época ya habían cedido a las sirenas de la Unión Nacional alineándose detrás de su propio Estado belicista. Aunque sería absurdo olvidar que algunos anarquistas a veces vacilaron contra el muro, incluso en otro tipo de situaciones como las guerras civiles (recordemos el dilema «guerra o revolución» decidido a favor de la primera por la dirección de la CNT española), sería ir demasiado rápido recordar sólo eso.

En el transcurso de las guerras que han salpicado el último siglo, y en las que los camaradas se han visto envueltos, es también contra ellos que se han puesto en práctica un buen número de intervenciones subversivas, según el lugar donde se encontraran, como la de constituir grupos de combate autónomos (generalmente descentralizados y coordinados), crear redes de apoyo a los desertores de ambos bandos, sabotear el aparato militar-industrial detrás de los frentes, socavar la movilización de las mentes y la unidad nacional, exacerbar el descontento y el derrotismo intentando transformar estas guerras por la patria en insurrecciones por la libertad. Se nos puede decir que las condiciones han cambiado desde aquellos experimentos, pero desde luego no hasta el punto de que no podamos recurrir a este arsenal si queremos intervenir en las hostilidades, es decir, partiendo de nuestras propias ideas y proyecciones, en lugar de partir para apoyar el mal menor del bando y los intereses de un Estado contra otro. Porque si estamos en contra de la paz de los mercados, de la paz de la autoridad, de la paz del embrutecimiento y de la servidumbre, evidentemente también estamos en contra de la guerra. Porque la paz y la guerra son en realidad dos términos que cubren la misma continuidad de la explotación capitalista y la dominación estatal. Sigue leyendo

LA PAZ, ES LA GUERRA / Gilles Dauvé

«Por la patria hay que vivir!»

«Los países pequeños como Bélgica harían bien en unirse al país más fuerte si quieren mantener su independencia.» (Emperador Guillermo II al Rey de los belgas, noviembre de 1913)

 

«Una gran guerra es inevitable en las primeras décadas del siglo XXI, pero implicará una crisis económica en fase de maduración, una sobreproducción a gran escala, una fuerte caída de la rentabilidad, una exacerbación de los conflictos sociales y de los antagonismos comerciales, lo que exigirá tanto la redivisión del mundo como la regeneración de todo el sistema. […] No más que en el pasado, ningún reformismo impedirá la marcha hacia un conflicto, si no planetario, al menos más que regional.» (10 + 1 questions sur la guerre du Kosovo, 1999)

 

«No te creas la propaganda, aquí te están mintiendo.» (Marina Ovsiannikova, interrumpiendo las noticias en uno de los principales canales rusos, 14 de marzo de 2022)

* * *

«La guerra por la paz»… «la causa de los débiles contra los fuertes»… «Crímenes contra la humanidad en el corazón de Europa… una lucha por la civilización»… «genocidio en curso en Ucrania».

La primera cita es del periódico socialista Le Droit du Peuple, y la segunda del burgués Times de Londres, ambas escritas en 1914; la tercera del Primer Ministro francés durante la guerra de Kosovo en 1999, y la última del Primer Ministro ucraniano el 9 de marzo de 2022.

Los medios de comunicación franceses nunca hablarán de la dictadura chadiana (apoyada por Francia) como lo hacen de la dictadura bielorrusa (apoyada por Rusia). Tampoco mencionarán los millones de civiles asesinados por los ejércitos francés y estadounidense en las guerras de Indochina y Vietnam, al igual que las masacres de civiles por parte del ejército ruso en Ucrania.

Hay pocas novedades en el lavado de cerebro, salvo que la propaganda se intensifica a medida que la guerra se acerca al corazón de Europa. Rusia lo niega, prohibiendo las palabras «guerra» e «invasión» (el Estado francés esperó hasta 1999 para reconocer oficialmente que entre 1945 y 1962 había librado una «guerra» en Argelia y no sólo «operaciones»). Occidente entrega eufemísticamente armas a Ucrania a través del Fondo Europeo para la Paz.

Cuando las palabras se hinchan, su significado estalla. En particular, genocidio se convierte en sinónimo de masacre, mientras que la palabra se refiere al exterminio de un pueblo como pueblo: Hitler lo hizo con los judíos, pero ni Stalin pretendía la eliminación del pueblo ucraniano a principios de los años 30, ni posteriormente Pol Pot la del pueblo camboyano. Putin tampoco pretendía eliminar al pueblo ucraniano.

 Pero, antes de ser mental, la confusión está en la práctica. Si las ideologías se confunden, si todo el mundo ha podido proclamarse socialista, comunista, proletario, revolucionario (título del libro publicado en 2017 por el actual presidente de la república francesa), es porque hasta ahora los movimientos sociales no han realizado un programa que rompa con el orden de las cosas. Así que, en la mitología y el discurso político, todo vale. Como el socialismo era nacional en 1914, los nazis podían reivindicarlo como propio: el nazi es el «nacional socialista» (nationalsozialist).

Cuando nos vemos reducidos a la pasividad por luchas fallidas o desviadas, recibimos información e imágenes como espectadores de una realidad contra la que no podemos reaccionar temporalmente. Sigue leyendo

CRISIS DE CIVILIZACIÓN / Gilles Dauvé

Todas las crisis históricas son crisis de reproducción social. Intentaremos investigar cómo la crisis actual, al igual que otras del pasado y a diferencia de ellas, obliga a la sociedad a enfrentarse a las contradicciones que antes estimulaban su dinámica pero que ahora la llevan a una coyuntura crítica. [1]

Toda gran crisis obliga a los grupos sociales a enfrentarse a las profundas contradicciones de la sociedad. En el capitalismo, la confrontación de clases es el motor principal que hace avanzar a la sociedad: obliga a la burguesía a adaptarse a la presión laboral, a «modernizarse». La crisis se produce cuando estas presiones, antes positivas, tensan el tejido social y amenazan con desgarrarlo.

Contradicción no significa imposibilidad. Hasta ahora, todas las grandes crisis han terminado con el sistema logrando salir adelante y volviéndose finalmente más adaptable y proteico. Ninguna crisis «definitiva» está automáticamente contenida en las contradicciones más agudas. Sigue leyendo

Alimentos estándar para humanos / Catástrofe alimentaria, pero no sólo

Alimentos estándar para humanos

Revista N+1 – Número 43, abril 2018

Han pasado 17 y 10 años, respectivamente, desde que publicamos La obra del sol y Por qué los agrocombustibles matarán de hambre al mundo. No cambiaríamos ni una coma de lo que dijimos entonces, sólo constatamos que la situación ha empeorado, y mucho. No fueron los hechos más visibles de impacto emocional inmediato, como el cultivo de cereales para ser fermentados y destilados para alimentar a los coches, o el cultivo extensivo de soja y otros vegetales que entran en el ciclo de fabricación de piensos, los que lo precipitaron. El principal peligro para la estabilidad del Planeta es ahora el simple aumento del nivel de vida de los 1.500 millones de personas que han variado (aunque sea ligeramente) su dieta introduciendo más carne en ella, aumentando así la cría de ganado de abasto, que requiere una gran cantidad de piensos y produce más gases de efecto invernadero que todos los motores en funcionamiento del mundo.

El «hambre en el mundo» no es un tema oscuro de investigación. Sabemos cómo afrontarlo y, al fin y al cabo, hay mucha comida, por lo que se desperdicia gran parte de ella. Incluso en términos capitalistas, se sabe cómo equilibrar el impacto de los bienes problemáticos, tóxicos o altamente contaminantes. Al menos se podría recurrir a políticas de compensación, como se hace con los países que contaminan poco y acumulan cupones virtuosos para vender a otros países que contaminan mucho. Es una aberración inhumana, pero vete a decírselo a alguien que se esté muriendo de pena. En lugar de ser el producto de políticas perversas llevadas a cabo por malvados especuladores, traficantes y gobernantes corruptos, el hambre es el resultado de un enfoque espontáneo de la normalización de las especies alimentarias. Todos los agricultores que siguen cultivando la tierra están encantados de que la modernización de la agricultura obligue a otros agricultores a abandonar la tierra. Y no tendrá reparos en adoptar semillas híbridas de algunas variedades de especies cultivables, porque su rendimiento le hará ganar más dinero. Es un mecanismo automático puesto en marcha por las necesidades de la acumulación de capital. Durante décadas, la agricultura se ha ajustado al mandamiento ganador: acabar con los antiguos sistemas agrícolas locales y sustituirlos por vastas superficies de cultivos de alto rendimiento. Esto último calculado exclusivamente en términos de cantidad, ya que el «hambre en el mundo» exige que no nos pasemos de sutiles con las propiedades organolépticas. Mientras haya una forma de llenar las barrigas vacías, no importa que empecemos a comer el mismo maíz y la misma soja que hemos seleccionado genéticamente para alimentar a los animales. Y dentro de poco (de hecho ya lo están haciendo) nos dirán que es normal comer larvas, insectos o gusanos. Sigue leyendo

¿El final del principio? Covid, pase sanitario y crítica radical

« Es más meritorio descubrir el misterio en la luz que en la oscuridad. »

Marie Lowitska, Maintenant, 1915

Un mundo en el que cada día, en numerosas ocasiones, es necesario escanear con un pequeño objeto a la entrada de un bar, una tienda, una biblioteca, una calle, sólo para comprobar que, según diversos criterios, tenemos derecho a entrar… Aceptado, o rechazado. Por nuestro bien, nuestro bienestar, nuestra salud, nuestra serenidad… Un mundo en el que, si el Estado vigila y controla, cada ciudadano es también un policía. Tal es el escenario de una distopía descrita por el escritor Ira Levin en 1970, La felicidad insoportable; no hay lucha de clases en el horizonte, y sin embargo… ¿Pero qué pasa con Francia a principios del nuevo siglo?

Prólogo: ¿Ciencia… ficción?

« Esto marcó la diferencia que puede haber

entre los humanos y, por ejemplo, los perros:

el control siempre fue posible. »

 Albert Camus, La Peste, 1947

 

Más allá del escáner, Ira Levin imagina una sociedad de pesadilla caracterizada por un Estado paternalista apreciado por todos, que garantiza un control social completo e informatizado, en el que cada ciudadano participa a priori voluntariamente, al igual que acepta un estricto tratamiento sanitario y químico (cada uno recibe un cóctel personalizado de tranquilizantes y antidepresivos). Un sistema informático supervisa a toda la comunidad, identifica las necesidades y orienta las trayectorias educativas y profesionales de cada individuo para optimizar la productividad y garantizar que reinen la calma y la tranquilidad. Sin embargo, un puñado de opositores están activos…

Hace cincuenta años, esta descripción habría sido un mal sueño de la mente de un autor de ciencia ficción que siempre se apresuraba a exagerar y pesimizar. En efecto, aún estamos lejos de ello…

Lo que Ira Levin imaginó, al igual que muchos autores hasta los años setenta, fue la llegada de ordenadores superpotentes (de tamaño gigantesco), pero no que la tecnología se inmiscuyera en todos los ámbitos de la vida gracias a Internet, el Wi-Fi y la inteligencia artificial (IA), ni siquiera que pudiera existir el gadget supremo que representa el Smartphone [1]. En «La felicidad insoportable», una pulsera recibe pitidos durante todo el día a través de terminales ad hoc [2].

Hoy en día, un escritor futurista de moda se desharía de este vulgar pitido y al menos describiría un sistema directamente vinculado a un implante cerebral que interactúa con nuestra conciencia. Y, si nos apetecía ir a tomar una copa a la terraza, nuestro «implante inteligente» nos recordaba que por X o Y motivo (salud, requerimiento del Ministerio de Sanidad o de nuestra mutua, decisión judicial, etc.) no podemos consumir alcohol en un bar ese día y que, para evitar cualquier problema (por ejemplo, que nuestra mesa parpadee con una desagradable luz roja), tendremos que tomar un agua con gas o volver a casa… Sigue leyendo

Otra vez sobre «anarquistas» que olvidan los principios (sobre el «anarquismo» nacionalista ucraniano)

La sección de la Asociación Internacional de Trabajadores en la región de Rusia llama a boicotear a los provocadores y estafadores que se esconden detrás del nombre de «anarquistas» y denuncian a los activistas de nuestra organización.

Nuestra posición contra la guerra librada por las oligarquías capitalistas por la repartición del «espacio postsoviético» es recibida con comprensión y apoyo por parte de anarquistas internacionalistas en Ucrania, Moldavia y Lituania, con quienes mantenemos contactos.

Pero desde el comienzo mismo de la guerra ruso-ucraniana, los llamados “anarquistas”, que abandonaron la tradicional posición anarquista internacionalista de derrotar a todos los estados y naciones y apoyan a una de las partes en conflicto, lanzaron una campaña de calumnias contra nuestra organización.

Por ejemplo, los ex anarquistas Anatoly Dubovik y Oleksandr Kolchenko que viven en Ucrania han publicado los nombres y direcciones de nuestros activistas en Internet abierto. El primero de ellos escribió el texto correspondiente, y el segundo le dio su cuenta de Facebook para que lo publicara y lo aprobara. El pretexto fue que nuestra organización adopta una posición internacionalista consecuente y condena tanto la invasión rusa de Ucrania como el nacionalismo ucraniano y la política expansionista del bloque de la OTAN.

Los Sres. Dubovik y Kolchenko intentaron desvergonzadamente y con desfachatez calumniar a la nuestra sección de la AIT, sin ninguna razón tratando de atribuirnos una posición en defensa del Kremlin. Al mismo tiempo, admiten que estamos pidiendo a los soldados ucranianos y rusos que se nieguen a luchar.

¡Esto último significa que estos anarquistas imaginarios, al publicar las direcciones de los activistas contra la guerra ubicados en Rusia, están incitando directamente a los servicios secretos rusos y a los matones nacionalistas contra ellos, como oponentes a la guerra, para tratar con ellos con sus manos! En las condiciones de hostigamiento, despidos, amenazas y represalias físicas constantes contra personas de mentalidad antimilitarista en Rusia, tales acciones equivalen a una denuncia real con una indicación directa de a quién deben dirigir su atención las fuerzas represivas.

Una vez más, los nacionalistas de ambos lados del frente, siguiendo la lógica de «quien no está con nosotros está contra nosotros», están listos para destruir juntos a sus principales oponentes: los internacionalistas que se niegan a elegir entre los estados en guerra y las camarillas burguesas, entre la peste y el cólera.

Los anarquistas de todo el mundo deberían ser conscientes de los actos vergonzosos de los provocadores-informantes y negarse de una vez por todas a tener nada que ver con ellos, echándolos para siempre del entorno anarquista y enviándolos a sus patrocinadores y amos de los servicios secretas y la policía secreta!

La declaracion fue aprobado en referéndum de los militantes de la KRAS-AIT

https://www.aitrus.info/

Adiós a la vida, adiós al amor… Ucrania, la guerra y la autoorganización

«Cuánta sangre ha bebido esta tierra

Sangre de obrero y sangre de campesino

Para los bandidos que provocan guerras

Nunca se muere, sólo se mata a los inocentes.” [1]

 

Clausewitz hablaba de la incertidumbre del campo de batalla como la «niebla de la guerra», y el término podría aplicarse con la misma facilidad a la avalancha mediática que estamos viviendo desde el 24 de febrero de 2022 en relación con Ucrania. Los dos bandos se encuentran inmersos en una guerra de propaganda e imagen bastante clásica, reforzada de forma inédita por las redes sociales. Desde este punto de vista, los ucranianos tienen la ventaja; hay muchas imágenes disponibles en su lado (tomadas por civiles o periodistas), mucho menos en el lado ruso (no hay smartphones para los soldados, ni civiles, ni pocos periodistas). De ahí, por ejemplo, que al principio hubiera un exceso de vehículos rusos destruidos. Esto es lo que ven los occidentales (nosotros), pero es sólo una parte de la realidad. Sobre todo porque los algoritmos acentúan la banalidad de nuestros respectivos sesgos cognitivos, empujándonos a favorecer la información que confirma nuestras opiniones y presuposiciones: este es el «problema de Diagoras», pero en tiempos de guerra este lote cotidiano se vuelve excesivo, asfixiante. No es fácil mantener la distancia necesaria y la cabeza fría para entender lo que está pasando y, si es necesario, actuar en consecuencia; es aún menos fácil cuando se vive en un país beligerante o cobeligerante.

Lo bueno, lo malo y lo feo

«No te preocupes, esos están fuera.” [2]

Rusia invadió Ucrania, no al revés. Sin embargo, por importante que sea, la diferencia entre «agresor» y «agredido» no es un criterio suficiente para entender la situación. El demócrata y el autoritario, el bueno y el malo, etc.

El 28 de julio de 1914, tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, el poderoso Imperio Austrohúngaro (50 millones de habitantes) declaró la guerra a la pequeña Serbia (diez veces menos poblada). En los días siguientes, mediante el juego de alianzas, todas las potencias europeas entraron en guerra, y uno de los argumentos de Francia e Inglaterra fue la defensa del débil frente al fuerte. «Nadie puede creer de buena fe que seamos los agresores», declaró René Viviani, Presidente del Consejo de una República Francesa muy democrática a la que Alemania, necesariamente despótica y cruel, acababa de declarar la guerra. Mientras que la gran mayoría de los socialdemócratas de todos los países (e incluso algunos anarquistas, como Piotr Kropotkin) se adhirieron a esta narrativa y a las respectivas políticas de la Unión Sagrada, el Partido Socialista serbio rechazó la defensa nacional y no votó a favor de los créditos de guerra. En 1914, pocos revolucionarios no sucumbieron a la propaganda de guerra [3]. Sigue leyendo

La autoabolición del proletariado es la clave de la revolución comunista

Cartel elaborado por Argumento Kalashnikov, 1° de Mayo de 2019

El proletariado existe y es de todos los sexos/géneros, «razas», nacionalidades, generaciones, ocupaciones, etc. Hoy en día, bajo el capitalismo en su fase «neoliberal», el proletariado ya no es mayoritariamente fabril, sino de servicios, precario y excedentario. Y lucha como puede todos los días para sobrevivir tanto material como psíquicamente. Su vida es una constante lucha. Pero su vida no le pertenece, le es ajena; mejor dicho, le es enajenada por el trabajo asalariado en sus múltiples formas (manual e intelectual, por tiempo o a destajo, formal e informal, dependiente o «autónomo») para la acumulación de capital y de poder en manos de los dueños de los medios de producción y de cambio, la clase de los capitalistas o la burguesía. La cual, en tanto que clase dominante, no es «la que mueve los hilos de esta sociedad», sino que en realidad sólo es la personificación de la relación social impersonal y fetichista de enajenación y explotación que es el Capital, entendido como valor que se valoriza succionando trabajo vivo (valorización que hoy se encuentra en crisis, pero vigente). Y donde hay explotación y opresión, tarde o temprano hay conflicto. Así pues, los burgueses y los proletarios luchan permanentemente entre sí: los unos por explotar más, los otros por ser menos explotados. Esta lucha de clases es el motor de la sociedad capitalista: de su desarrollo, su reproducción, su crisis, su reestructuración, y también de su posible destrucción y superación. Sin embargo, dado que sostiene a toda esta sociedad con su trabajo, el proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, por dejar de ser «la gallina de los huevos de oro» y la esclava moderna del Capital; es decir, cuando lucha por su autoabolición como clase explotada y dominada, no por su afirmación y perpetuación como tal en el poder, ya sea desde arriba o desde abajo, pues la experiencia histórica del «socialismo» −tanto «autoritario» como «libertario»− demuestra que ésto último termina reproduciendo el capitalismo con otra apariencia y otros administradores estatales. Por lo tanto, el proletariado es revolucionario o no es nada… nada más que la clase del Trabajo/Capital y una criatura del mercado y del Estado: una gran masa de hombres y mujeres que se la pasa trabajando de lo que sea para sobrevivir como sea, compitiendo y hasta matándose entre sí, cuya sangre alimenta sólo al Capital… pero que también puede darle muerte autoaboliéndose y deviniendo comunidad real de individuos libremente asociados para producir y reproducir sus vidas, desde y para sí mismos, en un modo radical y totalmente diferente y mejor que el modo capitalista. El proletariado es esta contradicción viviente, y sólo la revolución comunista puede abolirla y superarla como tal. Sigue leyendo

1° DE MAYO CONTRA EL NACIONALISMO

Publicado en el Boletín La Oveja Negra #82

En Argentina, Rusia o Ucrania, en Cuba o en Suecia, en “Oriente” u “Occidente” hay explotadores y hay explotados, hay gobernantes y hay gobernados. Nuestra clase, el proletariado, es una clase mundial. Las condiciones para su explotación o la condena al hambre y la escasez son tan mundiales como la necesidad de destruirlas.

Asumir la lucha internacionalista es solidarizarse con las luchas de los proletarios de otros países, asumirla como nuestra y luchar también en “nuestro” país, contra “nuestro” Estado, contra “nuestra” burguesía; en tiempos de guerra y en tiempos de paz, inseparables para el funcionamiento de la sociedad capitalista. La guerra no es algo extraordinario, es constante, y se prepara en la paz social. ¡Para terminar con las guerras hay que destruir el capitalismo!

En Ucrania, al igual que en todas las demás “zonas en conflicto” como Palestina, Siria, Etiopía, Afganistán o Yemen, las consecuencias de la guerra son sufridas de manera brutal por la clase explotada. Las demás naciones implicadas, como es el caso de Rusia, los miembros de la OTAN y demás gendarmes, también depositan sobre los proletarios los costos y consecuencias de la guerra. Aquellos que habitan en Rusia, además de sufrir más duramente las consecuencias económicas debido al papel del país en el conflicto, son reprimidos frente a cualquier intento de oponerse o criticarla. Incluso al margen de los Estados protagonistas, se hace sentir sobre nuestras espaldas el impacto de las disputas interburguesas, con sus sanciones económicas y su correspondiente aumento de precios, o sus medidas de “excepción” en materia de control social que la guerra “justifica”. Nos hablan de paz y nos hacen la guerra, aunque por otros medios. Nuestra paz es la sumisión al dinero.

En épocas de globalización, de empresas multinacionales, de desterritorialización del Capital, el nacionalismo parecía en vías de extinción. Sin embargo, continúa vivo y fuerte. El nacionalismo dejó de ser cosa exclusiva de los conservadores y se convirtió en credo de la izquierda y los progresistas, incluso como falsa salida a los malestares del capitalismo mundial. Este es el marco que comparten con las nuevas derechas que temen y dicen combatir.

Como señala Fredy Perlman en El persistente atractivo del nacionalismo, los nacionalistas izquierdistas insisten en que sus nacionalismos no tienen nada que ver con el nacionalismo de los fascistas o los nacionalsocialistas, y que el suyo es un nacionalismo de los oprimidos que ofrece no solo la liberación individual sino también cultural. Para refutar estas pretensiones es necesario comprender la división de clase de la sociedad capitalista, que mientras exista trabajo o dinero jamás habrá suficiente para todos y que en nombre de la patria se cometen las peores aberraciones.

A 40 años de la guerra de Malvinas vale la pena recordar cómo los milicos torturadores y asesinos, junto a la ciudadanía cómplice, estaban de acuerdo con la izquierda argentina, prácticamente en su totalidad, en que se trataba de una guerra justa. Las diferencias estaban en cómo y quiénes llevarían adelante esa guerra, siendo de este modo responsables de sus consecuencias y –por acción o aval– de la muerte de más de 600 jóvenes.

Este año también seremos censados por el Estado. Según palabras oficiales, esta información estadística sirve para diseñar políticas públicas y para que las empresas planifiquen y lleven adelante proyectos. En la publicación oficial del primer censo, allá por 1869, cuando se erguía esta nación sobre el genocidio indígena, se puede leer: «el indio arjentino [sic] es tal vez el enemigo más débil y menos temible de la civilización; bárbaro, supersticioso, vicioso, desnudo». Hoy el censo contempla a los “pueblos originarios”: la “patria inclusiva” reconoce a los descendientes de aquellos pueblos que habitan este país, aunque sólo de palabra. En incontables ocasiones, dicho reconocimiento no equivale siquiera al acceso a lo requerido por las necesidades más básicas.

Como si fuera poco, este año habrá que soportar el mundial de fútbol. Otra fiesta empresarial de la burguesía que entretiene con nacionalismo, competencia y contemplación no-participativa. Se trata de exaltaciones del más básico nacionalismo y se trata del mundial de fútbol más infame hasta la fecha. Según cifras del informe «Detrás de la pasión», publicado en mayo del año pasado, ya había más de 6.500 trabajadores muertos para la construcción de los estadios y la infraestructura necesaria. Denuncias actuales por parte de diferentes organismos internacionales estiman que esa terrible cifra ya asciende a 10.000. En Qatar hay más de dos millones de migrantes provenientes principalmente de India, Bangladesh, Nepal, Egipto, Pakistán, Filipinas y Sri Lanka que constituyen el 95% de los trabajadores en el país. Alrededor del 40% trabaja en el sector de la construcción, que ha repuntado por el mundial. Trabajando entre 16 y 18 horas diarias, 7 días a la semana, soportando temperaturas de hasta 50°. Sin embargo parece no importar demasiado, porque son pobres, porque están lejos, porque son extranjeros…

Los partidos de la selección nacional son televisados hasta en las escuelas, institución donde se nos inculca desde bien chicos no solo una rutina de trabajo –o teletrabajo durante los pasados dos años–, sino la identidad nacional, marcadamente ficticia en una región con una historia de fuerte inmigración y aniquilamiento de los nativos. Aunque nos hemos acostumbrado generación tras generación, no podemos dejar de señalar lo ridículo de saludar una bandera todas las mañanas y tardes, jurarle lealtad, y someternos a infinitos actos patrios desde los primeros años de vida.

Incluso al 1° de mayo que estamos conmemorando se lo pretende reducir a un feriado patrio: como día del trabajador, con banderitas argentinas, locro y empanadas. Se intentan borrar así sus orígenes y su significado actual, el de una conmemoración de reflexión y de lucha: internacionalista, anticapitalista y revolucionaria. En las resistencias actuales el nacionalismo pareciera proporcionar cierto amparo comunitario o ligazón, algo común entre quienes se disponen a desobedecer y reunirse para bloquear, hacer asambleas, construir proyectos o simplemente destruir. En no pocas ocasiones muchos lo hacen con la bandera de su país en las manos, que no es más que el símbolo del exterminio en la región, e incluso fuera de sus fronteras. Pero los proletarios rebeldes no se disponen a luchar gracias a su patriotismo, sino a pesar de él. Es la propia lucha en actos la que aplasta esos símbolos de mierda impuestos por los poderosos para hacernos creer que dentro de unas fronteras delimitadas artificialmente coincidimos en nuestros intereses, que todos somos “el pueblo” más allá de las diferencias de clase. Sin embargo, pese a las acciones antipatrióticas, ese patriotismo persiste y es un peligro para la extensión y profundización de la revuelta. Y es un peligro también fuera de las revueltas cuando, para salvaguardar a la burguesía nacional, nos dicen por derecha que el inmigrante nos roba el trabajo y por izquierda que el problema son los ricos, pero de otro país.

No lo olvidemos: a la hora de atacarnos, la burguesía actúa como una fuerza internacional, al contrario de los nacionalismos y regionalismos. Comprender la dimensión internacional del capitalismo nos ayuda a combatir las limitaciones que nos impiden accionar desde una perspectiva que no se restrinja al lugar donde vivimos.

Hablamos de proletariado o burguesía porque nos parecen categorías precisas, mientras otros rebeldes prefieren hablar de oprimidos y opresores, o pueblo y élite. No nos preocupan tanto las terminologías, pero sí nos importa comprender la dimensión internacional y de clase de esta sociedad. Por motivos de este tipo es que insistimos en hablar de capitalismo y no simplemente de neoliberalismo, mucho menos de soberanía o liberación nacional, o siquiera de suma de liberaciones nacionales.

Nuestra consigna de agitación y de provocación «El proletariado no tiene patria» no puede olvidar que mientras exista capitalismo sí tendremos patria tal cual la conocemos. Mientras tanto, habitaremos en un país, incluso a pesar de nuestros deseos. La nacionalidad escrita en nuestras identificaciones es una imposición entre tantas otras. Tristemente, hemos naturalizado tanto el modo de vida que llevamos como asalariados que nos olvidamos de que también somos desposeídos, que nuestros ancestros fueron separados de sus tierras, de sus formas de vida y de producir, que fueron llevados a ciudades y barrios marginales para cubrir las necesidades de la vida mercantil. Esto es así, tanto seamos descendientes de “pueblos originarios”, nietos de inmigrantes de cualquier rincón del planeta, mestizos, o mezcla de inmigrantes e indios.

La patria es la organización que se dieron ricos y opresores en sus competencias: ellos crearon Naciones y Estados a costa de miles y miles de vidas proletarias que sucumbieron en trincheras, campos de trabajo, defendiendo fronteras que no eran las suyas. La patria no es más que la excusa para separarnos y oponernos, porque mientras no estemos luchando contra el Capital estaremos luchando entre nosotros y contra nosotros mismos.

El porqué del derrotismo revolucionario

Esta NO es nuestra guerra

Por Barbaria

El desarrollo de la guerra imperialista entre Rusia y Ucrania ha vuelto a colocar, de modo meridiano, la importancia de las consignas invariantes y tradicionales del movimiento revolucionario frente a la guerra del capital: la fraternización entre los proletarios en uniforme de ambos frentes, contra todas las patrias por el internacionalismo proletario, dirigir las armas contra la propia burguesía, el derrotismo revolucionario y la transformación de la guerra imperialista en guerra de clases. En el cuaderno que editamos aquí publicamos una serie de textos que hemos ido sacando como grupo al calor del recrudecimiento de la guerra imperialista y otros materiales, que nos parece importante sacar también en papel, de compañeros que se ubican en un mismo terreno de intransigencia de clase e internacionalista. Han circulado numerosos comunicados defendiendo una perspectiva análoga a la nuestra. Los compañeros de la revista Controverses han publicado la mayoría de estos comunicados en francés, inglés y castellano y se puede consultar en su página web[1]. También los compañeros argentinos de Panfletos subversivos o los compañeros checos de Tridni Valka han desarrollado una labor muy importante para hacer conocer las reacciones internacionalistas frente a la guerra que minorías de todo el mundo estamos llevando a cabo de modo claro y cabal[2]. Sigue leyendo

Lo que significa realmente el derrotismo internacionalista revolucionario en la guerra ‘ucraniana’

PERLAS DE LA BURGUESÍA: «𝘈𝘥𝘦𝘮á𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘖𝘛𝘈𝘕, 𝘜𝘤𝘳𝘢𝘯𝘪𝘢 𝘯𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘢𝘭𝘪𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘢𝘯 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘰. […] 𝘗𝘰𝘳 𝘭𝘰 𝘵𝘢𝘯𝘵𝘰, 𝘩𝘢𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘦𝘯𝘴𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘢𝘱𝘰𝘺𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘖𝘛𝘈𝘕. […] “𝘋𝘦𝘣𝘪𝘥𝘰 𝘢 𝘭𝘢 𝘧𝘢𝘭𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘰𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘮𝘢𝘴𝘢𝘴, 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘷𝘰𝘭𝘶𝘯𝘵𝘢𝘳𝘪𝘰𝘴 𝘢𝘯𝘢𝘳𝘲𝘶𝘪𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘺 𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘢𝘴𝘤𝘪𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘶𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘪𝘯𝘥𝘪𝘷𝘪𝘥𝘶𝘢𝘭, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘣𝘢𝘵𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴, 𝘮é𝘥𝘪𝘤𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘨𝘶𝘦𝘳𝘳𝘢, 𝘦𝘵𝘤. 𝘐𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢𝘳 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘢𝘥𝘳𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘧𝘳𝘢𝘤𝘢𝘴𝘢𝘳𝘰𝘯, 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘶 𝘧𝘢𝘭𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘺 𝘳𝘦𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰𝘴. 𝘐𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢𝘳 𝘴𝘶𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘢𝘥𝘳𝘢𝘴, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘧𝘳𝘢𝘤𝘢𝘴𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘪𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘶 𝘧𝘢𝘭𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘺 𝘳𝘦𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰𝘴. 𝘈𝘭𝘨𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘶𝘴𝘰 𝘴𝘦 𝘶𝘯𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢𝘭 𝘉𝘢𝘵𝘢𝘭𝘭ó𝘯 𝘈𝘻𝘰𝘷 𝘺 𝘢 𝘭𝘢 𝘖𝘜𝘕 (𝘖𝘳𝘨𝘢𝘯𝘪𝘻𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘕𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭𝘪𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘜𝘤𝘳𝘢𝘯𝘪𝘢𝘯𝘰𝘴). 𝘓𝘢 𝘳𝘢𝘻ó𝘯 𝘦𝘳𝘢 𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘭𝘭𝘢, 𝘴𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘪𝘳𝘴𝘦 𝘢 𝘭𝘢𝘴 𝘵𝘳𝘰𝘱𝘢𝘴 𝘮á𝘴 𝘢𝘤𝘤𝘦𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦𝘴. 𝘊𝘰𝘮𝘰 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘭𝘵𝘢𝘥𝘰, 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘳𝘵𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢 𝘭𝘢 𝘱𝘰𝘭í𝘵𝘪𝘤𝘢 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘳𝘦𝘤𝘩𝘢𝘴”.» (Fragmento de entrevista realizada por el colectivo Crimethic a algunos «anarquistas» de Ucrania)

Para nosotros, no sólo vemos al proletariado tal como es ahora
lo que cree y cómo actúa  ahora  ,
sino como lo que se verá obligado a hacer. O mejor,
lo que puede llegar  a   hacer cuando se le somete a la prueba de la historia.
(Parafraseando a Marx)

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Al principio de la guerra en Ucrania, aparecieron algunas posiciones que reivindicaban -de palabra- el internacionalismo y la lucha revolucionaria contra el capital. Pero en realidad, proponían la participación en la guerra del lado de Ucrania. Lo hemos visto en el Reino Unido, en Alemania y en España.

Los argumentos utilizados son en parte idénticos a los de algunos trotskistas, el autonomismo a la italiana,o los anarquistas que participan en la guerra del lado de Ucrania. Como algunas de estas posiciones provienen de grupos e individuos hasta ahora  pro  revolución proletaria , nos pareció urgente discutir con ellos. Descubrimos que su impaciencia queriendo «hacer algo ahora» es la contrapartida perdida   de una estrategia basada en el derrotismo revolucionario internacionalista.
[1]

Falta de autonomía de clase

Los que se han deslizado hacia la participación en la guerra reconocen generalmente que la guerra tiene un carácter interimperialista y capitalista. Pero insisten una y otra vez en que la causa de la resistencia ucraniana merece consideración ya que el proletariado, carente de autonomía de clase, participa en esta resistencia para defenderse de la invasión rusa. Sigue leyendo