¿»Revolución en Rojava»? ¿»Antiestatal»? ¿»Anticapitalista»? ¿O una nueva mistificación?

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La pregunta esencial que debemos hacernos sobre Rojava es la siguiente: ¿lo que algunos llaman la «revolución de Rojava» es realmente una revolución social o, mejor dicho, se inscribe en una dinámica de destrucción del orden social actual (es decir, del orden capitalista)? ¿O, por el contrario, no se trata más bien de un proceso de instrumentalización y de encuadramiento por parte de las instituciones socialdemócratas (y, por tanto, burguesas), bajo la apariencia de «liberación social», de un auténtico movimiento de revuelta contra la miseria y la represión del Estado, para justificar mejor sus «luchas de liberación nacional»?

El movimiento revolucionario buscó naturalmente la respuesta a esta cuestión en debates y confrontaciones de puntos de vista, testimonios y análisis a menudo divergentes, confusos y complejos. Nuestro grupo de «Guerra de Clases» también ha participado en este debate, y hemos publicado una selección de contribuciones al mismo en nuestro blog.

Y podemos decir que este debate sólo ha llevado a una conclusión: que la llamada «Revolución de Rojava» no se inscribe en absoluto en la dinámica revolucionaria «anticapitalista» y «antiestatal». Al final, no es más que una variante local de la «revolución bolivariana» o del «socialismo del siglo XXI», controlada y limitada por una poderosa maquinaria de propaganda que combina el «municipalismo libertario», el marxismo-leninismo y la «liberación nacional».

Los que hoy niegan esta conclusión no lo hacen porque sean lentos para entender o estén mal informados. Son simples seguidores de la reforma del Capital, limitándose a pintarlo de «rojo», son partidarios de la estrategia de cambiarlo todo para que lo esencial siga siendo lo mismo. Y hoy, si escuchamos mayoritariamente las voces de los partidarios de Rojava a nivel internacional (aunque menos que antes), es porque para los revolucionarios esta cuestión ya está resuelta y su actitud crítica hacia Rojava permanece inalterada (lo que no excluye que el movimiento proletario de la región retome en el futuro y se oponga a la recuperación socialdemócrata de su lucha, que nosotros, como comunistas, apoyamos plenamente).

Importantes sectores del «anarquismo» (oficial y aún menos oficial) se declaran partidarios acérrimos de la «Revolución en Rojava», que sería una «verdadera revolución» según el «eminente» intelectual David Graeber. Esto está animado y dirigido por una serie de instituciones como las «asambleas populares», los «cantones», las «comunas», los «municipios», que globalmente y fundamentalmente no impiden (e históricamente nunca han impedido) la reproducción de las mismas relaciones sociales que dominan a escala global.

¿Somos ingenuos o estúpidos para creer a «los anarquistas» cuando declaran alegremente que están en contra del «trabajo, la justicia y el ejército»?

De hecho, la explotación laboral se lleva a cabo efectivamente en Rojava mediante la «economía social» y sus «cooperativas», donde el proletario sigue firmemente apegado a «su» herramienta de trabajo, a «su» máquina, a «su» lugar de trabajo, a las exigencias de rentabilidad de «su» economía local, cantonal y «libertaria», en definitiva a «su» explotación que, por la magia de las palabras, conseguiría «humanizarse». Siempre en nombre del «realismo» y del rechazo de las críticas caricaturizadas como «ultraizquierdistas», el trabajo reina en la región; un trabajo evidentemente asalariado, aunque el suministro de papel moneda, de zurullos monetarios o incluso de dinero en efectivo no esté siempre totalmente asegurado a causa de la guerra.

Los «anarquistas» siempre han declarado su odio al Estado y a la nación… Sin embargo, Rojava tiene todas las características del Estado…» Aunque algunos califican a Rojava de «protoestado«, es decir, de uno que «reúne un cierto número de características propias de los estados modernos sin reunirlas todas», por nuestra parte, nuestra concepción crítica del estado nos determina a ver en estas entidades nada más que una materialización del estado de los capitalistas. Más allá del concepto de Estado-nación, el Estado es una relación social, compuesta por diversos aparatos: gobierno, parlamento, policía, ejército, patronal, sindicatos, partidos políticos, escuela, familia,… combinados con múltiples ideologías que le dan fuerza: El parlamentarismo, la religión, el positivismo, el autoritarismo… En el nivel actual de desarrollo de las sociedades de clase, del que el capitalismo es el resultado último como síntesis de los modos de producción anteriores, el Estado sólo puede ser el Estado de los capitalistas, el capitalismo organizado como Estado, como fuerza social que impone la dictadura del valor a la humanidad. Por tanto, es incongruente que hablemos de un «protoestado«… En cuanto a la nación, ¿es realmente necesario recordar la base nacionalista del «movimiento de liberación kurdo«?

Los «anarquistas» siempre han expresado su desprecio por el gobierno, el parlamentarismo y las elecciones… Pero Rojava está dirigida por infinidad de parlamentos, llámense «asambleas populares», «consejos», «comunas» o «municipios», no importa si su contenido práctico consiste siempre en gestionar la relación social dominante (con «rostro humano» o más bien con una mueca de humanidad) a nivel planetario (es decir, el capitalismo, aunque esté repintado de rojo o de rojo y negro). Todas estas estructuras se organizan a nivel local de una calle, un barrio, un pueblo, una ciudad, una región y todas participan en el principio electoral. Por último, en el nivel superior de decisión, los «cantones» tienen sus propios gobiernos y sus propios ministerios y ministros relacionados. A diferencia de lo que reivindicamos como organizaciones territoriales: «Unionen» en Alemania en 1919/20, «Shoras» en Irak en 1991, etc., lo que cuenta es el contenido de la subversión de este mundo para «hacerlo no rentable para los capitalistas» (dixit el KAPD)…

«Los anarquistas» se declaran alérgicos a cualquier concepto de «partido», que reducen a los partidos políticos burgueses, se presenten o no a las elecciones, o incluso a los partidos bolcheviques y leninistas. Pero de repente hay partidos políticos que llenan de alegría a estos mismos «anarquistas»: el PKK («Partido de los Trabajadores del Kurdistán«) en Turquía y el PYD («Partido de la Unión Democrática«) en Siria. Estos partidos, y aún más el PYD que el PKK, desarrollan una política diplomática clásicamente burguesa, llegando a abrir «oficinas» (embajadas, por así decirlo) en Moscú y Praga. El PYD llegó a realizar una importante gira europea en el Palacio del Elíseo en febrero de 2015, donde algunos de sus más ilustres representantes fueron recibidos por el (entonces) «Monsieur le Président» François Hollande en persona.

Para importantes sectores del «anarquismo», para los libertarios, los acontecimientos de Rojava serían de inspiración y esencia libertaria, de naturaleza antiestatal y anticapitalista. O al menos, la «Revolución en Rojava» ya no cumpliría los criterios clásicos de las «luchas de liberación nacional», sino que su estructuración ideológica derivaría directamente de los escritos del intelectual libertario estadounidense Murray Bookchin y sus principios de «comunalismo», de «municipalismo». Algunos incluso se aventuran a comparar Rojava con la España de los años 30.

Para la otra familia política (competidora pero sin embargo complementaria de la anterior), para esta familia ideológica que se reivindica más o menos «marxista», no hay nada de sorprendente en el hecho de que plantee precisamente «el derecho de los pueblos a la autodeterminación», querido por Lenin, los bolcheviques, la Tercera Internacional y sus herederos marxistas-leninistas, estalinistas, trotskistas, etc. Incluso se podía leer en un artículo publicado en el periódico francés «L’Humanité» que la «Revolución en Rojava» expresaría una nueva forma de «socialismo con rostro humano»…

El concepto de «confederalismo democrático», desarrollado teóricamente hace unos años por el líder del PKK Abdullah Öcalan, un concepto popular y de moda sobre todo en los círculos libertarios (pero no sólo allí), pretende criticar al Estado-nación, por lo que la creación de un nuevo Estado-nación kurdo ya no es su objetivo político (según el «nuevo paradigma» del PKK). Además de la «democracia directa», el objetivo inmediato declarado del «confederalismo democrático» es el «municipalismo libertario», en el que las «asambleas populares» desempeñan un papel fundamental; así como la autonomía regional de cada «entidad kurda» a través de organizaciones cantonales y municipales dentro de cada Estado-nación. Como se puede ver aquí, la ideología revisada de la liberación nacional (en su versión de «confederalismo democrático») afirma que, por supuesto, después de un lavado de cara y algunas reformas menores, quiere conservar los Estados-nación existentes. En la concepción del PKK, la «descentralización» y la «autonomía» se oponen al «centralismo» del Estado-nación, a su chovinismo, y se presentan como factores de debilitamiento del Estado. Un representante del KCK (una de las innumerables organizaciones cercanas al PKK) en Diyarbakir, en el Kurdistán turco, dice en una entrevista que se trata de «reducir el Estado»…

El PKK navega así en las mismas aguas que los zapatistas, tan apreciados por el Movimiento de Liberación Nacional Kurdo. Según nosotros, comunistas, anarquistas, internacionalistas, está por el contrario claro (a diferencia de todos estos reformistas del Capital) que el Estado no puede ser «encogido», no se puede construir algo «más allá del Estado», sino que debe ser abolido de arriba abajo y todas las bases materiales que le dan vida deben ser subvertidas, erradicadas…

Algunos libertarios también apoyan abiertamente y sin reparos la «Revolución de Rojava» porque aporta, según sus propias palabras, «formas antiestatales de liberación nacional». Así que recordemos por enésima vez que todo nacionalismo, sea una nación «pequeña» o «grande», es históricamente chovinista, expansionista, imperialista… ¡y por tanto estatista! No hay más que ver hoy en día cómo los tres cantones que inicialmente formaban Rojava en 2014 han crecido exponencialmente (Rojava consta hoy de siete cantones) para formar una zona bajo el control político-militar del PYD y sus milicias YPG/FDS que representa una cuarta parte del territorio del Estado-nación sirio, extendiéndose incluso más allá de la antigua capital del autoproclamado Califato del Estado Islámico (la ciudad de Raqqa, reconquistada en octubre de 2017 tras meses de intensos combates y bombardeos que solo dejaron ruinas y miles de cadáveres), llegando hasta los márgenes desérticos de la provincia de Deir-ez-Zor, muy lejos de Rojava. Esta nueva entidad administrativa, más o menos apoyada por sus proveedores de armas, EEUU, ha abandonado temporalmente el nombre de Rojava (que suena «demasiado» kurdo) por el muy burocrático de «Federación Democrática del Norte de Siria» (desde 2018 «Administración Autónoma del Norte y Este de Siria»), que tiene aspectos mucho menos «románticos» pero que suena mucho más «serio» en la escena diplomática internacional.

El «nuevo» paradigma ideológico llamado «confederalismo democrático» no es, en última instancia, más que una vulgar farsa que se viste con los ropajes de la «revolución», que huele al vago sabor de la «revolución», pero que no tiene absolutamente nada en común con un mínimo de inicio de una dinámica que empuje al derrocamiento de las relaciones sociales capitalistas dominantes.

Detengámonos también por un momento en uno de los pilares de este «nuevo» progresismo ampliamente destilado para justificar el carácter revolucionario del movimiento social en Rojava: la «multietnicidad» y el «multiculturalismo» tan alabados por todos los canales de propaganda de los aparatos ideológicos rampantes tanto en Rojava como actuando en otras partes del mundo a su favor.

Lo que nos importa a nosotros, proletarios revolucionarios, militantes comunistas o anarquistas (más allá de las etiquetas), no es lo que nos «diferencia», no es nuestra «singularidad», el hecho de que seamos «checos» o «franceses» o «británicos» o «americanos» mientras que otros son «kurdos» o «asirios» o «caldeos» o «suníes» o «chiíes», etc. Lo que nos importa, por el contrario, es lo que nos unifica como comunidad humana y militante contra la dictadura global y universal del Capital, que se materializa para todos nosotros en la explotación, la alienación, la mercantilización de nuestros cuerpos y nuestras vidas, la miseria, la guerra, la muerte… Lo importante para nosotros es mostrar y afirmar en voz alta nuestro desprecio por cualquier comunidad nacional, comunidad de ciudadanos, comunidad popular, por cualquier comunidad democrática en el sentido más profundo de lo que es la democracia, es decir, no una simple forma (democracia parlamentaria, «obrera», directa, cantonal, municipal, etc.) sino la esencia del capitalismo. ) sino la esencia del capitalismo y, por tanto, la negación del antagonismo de clase y la dilución del proletariado (clase revolucionaria) en esa entidad burguesa que es el Pueblo, la Nación y, en última instancia, el Estado. Lo que importa por encima de todo es el hecho de que somos, o nos convertimos, en hermanos de la miseria y la explotación, en hermanos de la revolución, y que lo reconocemos conscientemente.

La humanidad ha sido separada de sí misma, de la naturaleza, de su actividad y producción, para ser transformada en esclavos, siervos y proletarios modernos. Los hombres se separan de su verdadera comunidad humana y se vinculan en una falsa comunidad de «algo»: multiétnica, multicultural, multinacional… El internacionalismo no es la adición de varios o incluso diferentes nacionalismos, ni siquiera de todos los nacionalismos, sino, por el contrario, su negación completa y consumada…

¿Auxiliares militares? Nos gustaría añadir otro elemento importante a la crítica de la «Revolución de Rojava» desarrollada en diferentes contribuciones en nuestro blog: la ayuda del Capital Internacional que ha recibido Rojava. Ayudas de la OTAN, de la UE, de varios estados nacionales y de otras instituciones capitalistas, ayudas que no hacen más que confirmar el carácter burgués de las organizaciones que dicen representar al movimiento social de subversión de este mundo en Rojava.

En este sentido, en el sentido de la política burguesa clásica, no hay razón para sorprenderse u ofenderse por el hecho de que el PKK/PYD se reúna con sus socios (tanto en Washington como en París o Moscú…) para fortalecer sus relaciones y discutir su cooperación militar así como el negocio de la reconstrucción en Rojava y Kobanê… Para Francia también era necesario, sobre todo a la luz de los atentados contra «Charlie Hebdo» en enero de 2015, promover en los medios de comunicación una imagen de acercamiento y alianza oficial con las fuerzas que luchan contra el yihadismo, el «radicalismo», el «islamofascismo»…

Subrayemos de paso estas «amistades particulares» que ponen de manifiesto la evidente complicidad de estas organizaciones «revolucionarias» de Rojava con nuestros enemigos de clase en el mismo momento en que el Estado capitalista (en Francia, en Bélgica, en Alemania, en España,… ) inicia, desarrolla, refuerza nuevas medidas y campañas llamadas «antiterroristas», que abogan por la «unidad nacional», la «unión sagrada», la «defensa de los valores republicanos», la «convivencia» y en fin el reagrupamiento del pueblo en torno a la «Democracia en peligro», es decir la dictadura capitalista tan odiada por los explotados. Estas campañas terroristas del Estado tienen como objetivo principal y oficial la lucha contra el islamismo, pero constituyen en un segundo momento (y este es su objetivo inicial y esencial) nuevas y aún más poderosas herramientas en la lucha contra la subversión, contra el resurgimiento de la guerra de clases, contra la revolución social mundial que se avecina. Para nosotros, definitivamente y en contra de los círculos de izquierda, no hay un «mal menor» que valga la pena apoyar…

Realmente, qué interesante «revolución», «anticapitalista» y «antiestatal», que tiene todas las características de un estado con un gobierno dirigido por el «partido único» PYD, ministerios, multitud de mini-parlamentos, tribunales de justicia, una «Constitución» (llamada «Contrato Social») un ejército (las milicias cada vez más militarizadas de las YPG/YPJ), una policía (la Asayish) que impone el orden social interno (con también sus «unidades especiales antiterroristas» cuyos Rambos no tienen nada que envidiar a sus colegas de cuerpos equivalentes como los «SWAT» en Estados Unidos de América, los «Spetsnaz» en Rusia, los «GIPN» y «GIGN» en Francia, etc.). ).

Esta «revolución» es tanto más interesante cuanto que «come de todos los bastidores»: las YPG/YPJ no son más que auxiliares militares de las potencias capitalistas, sus auxiliares sobre el terreno, frente a un «enemigo común» (el Estado Islámico). Ya no se pueden contar las ofensivas llevadas a cabo conjuntamente por las YPG/YPJ y las otras SDF:

  • con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos,
  • con los «Boinas Verdes» (esos malditos torturadores de las fuerzas especiales americanas), con la fuerza aérea rusa,
  • con el ejército sirio de Bashar (con el que el PYD cogestiona la ciudad de Qamishli, entre otras) y su fuerza aérea que bombardea los barrios rebeldes (¡¡no es necesariamente Al-Nusra y otros yihadistas!!),
  • con el Hezbolá libanés,
  • los «Guardias Revolucionarios» iraníes (asesinos en masa de nuestros hermanos y hermanas), y así hasta la saciedad.

 Hay que felicitar a Rojava por haber permitido a los asesinos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos superar las dificultades para utilizar la base aérea de Incirlik de su aliado turco. Rojava aún no es miembro de la Alianza Atlántica (OTAN), pero un poco más de esfuerzo «camaradas»… Todo lo que se dice de «democracia sin Estado», anticapitalismo y revolución no es más que humo y espejos para los círculos de izquierda (libertarios y marxistas-leninistas) siempre dispuestos a conformarse con un «mal menor» y una reforma del capitalismo.

No hay razón para sorprenderse u ofenderse por el hecho de que el PKK/PYD, las YPG/YPJ hayan anunciado abiertamente su colaboración (simultánea o por turnos) con Estados Unidos, Rusia o Siria. Ayer ya colaboraban con Hezbolá, el régimen sirio del padre de Assad: ¡¡¡Ocalan y toda la cúpula del PKK habían establecido su cuartel general en Damasco antes de que las alianzas se dieran por vencidas hacia 1998!!! Del mismo modo, el PKK firmó acuerdos de paz con Turquía en 2013, acuerdos que duraron hasta 2015, no porque finalmente fueran denunciados por el PKK (supuestamente antiestatista) sino porque ya no se correspondían con las necesidades imperialistas turcas…

Mientras las fuerzas del régimen de Assad seguían bombardeando intensamente la región de al-Gutta, controlada por los rebeldes, al este de Damasco, el mismo régimen enviaba tropas paramilitares (milicias chiitas cercanas a Irán) para defender el cantón de Afrín, que acababa de ser invadido en febrero de 2018 por el ejército turco y sus auxiliares islamistas. La intervención de las fuerzas sirias será a petición de las milicias del PKK/PYD, las YPG/FDS, en el marco de un acuerdo político-militar concreto entre las dos partes: la «Revolución de Rojava» y el régimen baasista.

Y en las filas de los rojavistas no hay absolutamente ningún problema con esto y es natural para ellos que estos carniceros vengan a ayudar a salvar el «confederalismo democrático» de la agresión turca. La Administración de Rojava también ha pedido a las fuerzas de Damasco que protejan las fronteras nacionales y la integridad de Siria. ¿Qué significa afirmar que se rechaza el concepto de Estado-nación (según el «nuevo paradigma» del PKK) cuando al mismo tiempo (quizás por razones «tácticas y temporales», como justifican los rojavistas) se alían con el Estado-nación sirio, llaman a la defensa de éste, «un Estado soberano»?

¿Cómo pueden los partidarios de la «Revolución de Rojava» hacer la vista gorda ante estos hechos?

Turquía, Siria, EEUU, la UE, las monarquías del Golfo, Rusia, Irán, e incluso los «proto»-estados como Rojava y el Estado Islámico… todos estos estados, todos los estados se llevan como cerdos con más o menos alegría según las circunstancias geoestratégicas y la defensa de sus particulares intereses nacionales y nacionalistas; se llevan a costa de los peatones, es decir, de todos nosotros, los explotados, los proletarios.

Y los mismos partidarios de la «Revolución Rojava» justifican esta colaboración argumentando que: «En los años 30, los anarquistas españoles aceptaron armas de la Unión Soviética, aunque eran perfectamente conscientes de que las condiciones adjuntas a estas armas estaban destinadas a socavar la revolución.» Si las potencias contrarrevolucionarias (ayer la URSS, hoy los EE.UU., Rusia, la UE, etc.) proporcionan cualquier tipo de armamento, cualquier tipo de suministro logístico, es por supuesto con sus propios intereses a defender, con su propia agenda como potencias. Y en ese momento, muchos de nuestros compañeros en España pensaban y hoy los combatientes de Rojava piensan que no serán utilizados por estas potencias capitalistas, imperialistas, sino que los utilizarán en una especie de alianzas «tácticas y temporales». La realidad ha mostrado y sigue mostrando la evidencia de que todo esto es completamente falso. Después de haber luchado contra el fascismo, por la defensa de la república burguesa y haberse negado a plantear las verdaderas necesidades de la revolución social (por ejemplo a través de la autoproclamada «dictadura de la anarquía») el proletariado en España se vio obligado a aceptar la disolución de las milicias obreras y, por tanto, la militarización de éstas, abandonando así su «espíritu revolucionario» en el altar de un «mal menor» que defender, de una «revolución» que se haría «después» de la victoria sobre el fascismo que nunca se produjo…

Si bien es cierto que la revolución necesitará armas, cañones, misiles y seguramente muchas otras cosas, lo que más necesita la revolución social es una perspectiva clara de lo que hay que hacer y con quién. Lo mismo ocurre cuando los trabajadores toman «sus» fábricas en sus manos y las dirigen; y recuerden los comentarios cínicos, pero no por ello menos perspicaces, de Léon Blum sobre la ocupación de fábricas en Francia en 1936: «los trabajadores ocupan la fábrica, pero es cierto que la fábrica ocupó a los trabajadores», dándoles algo que hacer (en otras palabras: El problema no es tanto ocupar las fábricas y hacerse con los medios de producción, sino a partir de ahí saber qué hacer con ellos, qué producir y con qué fin…

La «cuestión militar», el uso de las armas, no está separada del conjunto de las tareas militantes revolucionarias que hay que asumir, de las que hay que hacerse cargo, no es una cuestión aparte. No es la cuestión militar la que dirige el movimiento social sino lo contrario. Esta cuestión es muy aguda en lo que respecta a lo que está sucediendo en Rojava: nos hemos visto literalmente abrumados por tal avalancha de comunicados de guerra sobre la situación militar en Afrin (y antes en Manbij, Raqqa, Deir-Ezzor, etc. todas las regiones engullidas por la «autogestión» de Rojava). No hay salida ni explicación de cómo una lucha «revolucionaria» pudo colaborar tan fácilmente de forma directa con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos (los Boinas Verdes), con el hecho de que el cuartel general del Ejército de los Estados Unidos se encontraba en Manbij (territorio controlado por las YPG/FDS), que había más de 2. 000 soldados estadounidenses en Rojava, que Estados Unidos tenía diez bases militares en Rojava (incluidas dos bases aéreas), que tenía acuerdos con la fuerza aérea rusa y el ejército ruso en general, así como con los asesinos en masa del gobierno de Damasco (a través de «cámaras de operaciones» para coordinar las actividades militares entre los tres ejércitos)…

El proletariado, como clase revolucionaria, no tiene interés en enfrentarse frontalmente al Estado y a su aparato central de represión. Lo que hay que desarrollar, por el contrario, es el derrotismo revolucionario, es decir, impulsar la disolución de los ejércitos burgueses (sobre todo debilitando su disciplina y coherencia), por la violencia, por supuesto, por la acción directa, el sabotaje, la huelga generalizada e insurreccional… en los ejércitos, las fábricas, las minas, las oficinas, las escuelas… en todas partes se sufre la explotación de este mundo de muerte y miseria… pero también por la fuerza y la energía del movimiento desarrollando sus perspectivas de clase. No olvidéis una cosa amigos, que allí donde hay aviones y barcos de guerra, ametralladoras y misiles y gas venenoso para reprimir nuestro movimiento de clase, detrás de ellos sigue habiendo hombres y mujeres que tienen que producirlos, llevarlos a su destino, llenar los depósitos de combustible… Es deber de los proletarios en lucha impedir que la máquina de guerra mate a nuestros hermanos y hermanas, impedir que el sistema de producción funcione…

Recordemos también que históricamente, después de cualquier derrota proletaria, el Capital se da los medios materiales para transformar la energía proletaria inicial en la energía opuesta, energía destinada a reforzar su relación social, si no a destruir esta relación social, al menos a cuestionarla. El capital se alimenta de nuestras revueltas, de nuestras derrotas, adopta el vocabulario del proletariado, sus banderas, sus consignas (cuidando de vaciarlas de su verdadero contenido subversivo) para atraer a su campo a los proletarios desorientados por la derrota pero aún reivindicativos. La bandera roja así desplegada por la burguesía «roja» atrae a los proletarios que siguen luchando, pero que están llamados a conformarse con unos cuantos adornos, unas cuantas revoluciones falsas…

Esta «democracia sin Estado» (Abdullah Öcalan, 2010), este «Estado sin Estado», esta «autonomía democrática», este «confederalismo democrático», es todavía y siempre un Estado, en el sentido que la crítica comunista da a este concepto. Es decir, la relación social existente, el estado actual de las cosas, y por tanto la organización en actos de esta relación, con vistas a su extensión y perpetuación. Y sin la aparición de una revolución que barra el viejo orden, esta relación social, este estado de cosas sólo puede ser y seguir siendo el de los capitalistas, sean cuales sean las reformas que le den la apariencia de una forma diferente y mejorada. El capitalismo se reforma constantemente… Incluso a veces se «revoluciona» a sí mismo, pero esta «revolución», con sus sacudidas (que se traducen en decenas de millones de muertos) extremadamente violentas para los explotados, por supuesto, pero también a veces para ciertas fracciones competidoras y/o obsoletas de la clase capitalista, sólo es siempre una «revolución» dentro de las propias relaciones sociales que se trata de reforzar y ampliar.

Sería fatal confundir un movimiento social y su proceso con su dirección burguesa, una revolución proletaria con la contrarrevolución, la liberación social con la liberación nacional («liberismo nacional-social»), una dinámica militante contra la dictadura del actual estado de cosas con una serie de medidas reformistas destinadas a consolidar ese estado de cosas, Esta última, obviamente, aparece con un disfraz renovado, con nuevas etiquetas y con instituciones e ideologías rebautizadas como «asambleas populares», «cooperativas», «confederalismo democrático», «economía social», «liberación de la mujer», etc., y finalmente haciendo más aceptable que el estado actual de cosas no es el único. y finalmente hacer más aceptable que los oprimidos participen en su propia opresión, los alienados en su propia alienación, los explotados en su propia explotación…

Algunos dirán que somos obsesivamente «anti-Rojava» o que negamos la existencia de la «Revolución en Rojava». Lejos de eso, no somos más «anti-Rojava» de lo que somos efectivamente anti-Francia o anti-USA o anti- cualquier otro estado-nación.

La posición de comunistas y anarquistas es clara: que mueran todos los estados capitalistas, que muera el estado turco y su feroz represión contra las poblaciones insurgentes del sureste del país y de otros lugares, que muera el estado sirio y sus masacres, que mueran los estados de EEUU, la UE, las monarquías del Golfo, Rusia e Irán, y que mueran todos los estados «progresistas» y de izquierdas: Cuba, Venezuela, Bolivia, así como «proto»-estados como Rojava y el Estado Islámico….

En cuanto a la verdadera revolución de Rojava, por supuesto que la apoyamos firmemente, como lo hacemos con la revolución en Oriente Medio y en todo el mundo. Estamos a favor de una revolución social mundial, y por tanto anticapitalista, que abolirá la propiedad privada, el Estado, las clases sociales, las religiones, etc.

Tridni Valka – Guerra de Clases – Verano 2021


Anexos :

A continuación, nos gustaría presentar aquí una contribución, que recibimos hace ya algún tiempo, titulada «Una visión general de Rojava o la crítica como oportunidad de crecimiento y desarrollo», y que está dirigida principalmente al movimiento anarquista de la República Checa. Lo hemos traducido al francés (además del inglés) y finalmente lo publicamos como apéndice, con mucho retraso, pero también con la convicción de que aún no es demasiado tarde.

El texto aborda las preguntas que los revolucionarios de todo el mundo se han hecho y se siguen haciendo sobre Rojava, y que, por supuesto, pueden aplicarse a otros «territorios autónomos», ya sea históricamente (España 1936) o en la actualidad (los zapatistas).

Compartimos plenamente la crítica a Rojava desarrollada en el texto. Sin embargo, no estamos de acuerdo con lo que puede leerse entre líneas, a saber, el esfuerzo por «equilibrar» la adoración unilateral de Rojava con una voz crítica para crear la «oportunidad» del debate.

Sin embargo, en nuestra opinión, la actitud del movimiento anarquista y de la extrema izquierda en la República Checa hacia los acontecimientos en Rojava (y lo mismo está sucediendo en otras partes del mundo) no se basa en un malentendido del estado de cosas, en la falta de información disponible o en la falta de oportunidades para el debate, como presume el texto, sino que es un problema mucho más profundo: el problema del contenido que los partidarios de Rojava atribuyen a la revolución social. ¿Qué cambios traerá la revolución y cómo se desarrollará? Los que piensan que el objetivo de la revolución es democratizar la sociedad o liberar a las mujeres, en realidad sólo buscan una especie de mejora de la sociedad actual, la culminación de la revolución burguesa, es decir, la que ha afirmado definitivamente la dominación del Capital. Los verdaderos revolucionarios, en cambio, buscan destruir esta sociedad basada en la clase y la explotación, para transformarla completamente.

El texto «Una mirada a Rojava…» no representa para nosotros una llamada a la discusión dentro del «movimiento anarquista», que es capaz de calificar de «revolucionarios» incluso acontecimientos claramente reaccionarios (como hemos desarrollado más arriba) sólo porque van acompañados de propaganda roja y negra destilada por diversos departamentos de relaciones públicas. En nuestra opinión, esta discusión no es posible.

Por el contrario, vemos este texto como una crítica a la actitud descrita anteriormente, un intento de aclarar el concepto de revolución social en el contexto de los acontecimientos en Rojava. Y como tal lo publicamos también, siguiendo nuestras propias observaciones, que se basan en el debate internacional sobre Rojava que han llevado a cabo diversos grupos y activistas en los últimos años.

En fin, por último pero no menos importante, ya que los acontecimientos de España 1936 son evocados muy a menudo por los partidarios de Rojava, publicamos al final de este boletín una contribución del Grupo Comunista Internacionalista sobre la revolución y la contrarrevolución en España, la falsa polarización fascismo vs. antifascismo en aquella época…


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Hemos recibido, traducimos y publicamos

Una visión general de Rojava o la crítica como oportunidad de crecimiento y desarrollo

Los acontecimientos en Rojava son un tema candente, abordado por muchas personas, grupos e iniciativas. Los aspectos positivos de la realidad de Rojava podrían ciertamente describirse en detalle, y muchos ya lo han hecho en otros lugares. Las referencias a algunas de estas contribuciones se indican a continuación de este texto (1). Sin embargo, estos artículos superan con creces los textos que describen con más detalle las debilidades y contradicciones de los acontecimientos en Rojava. El presente material intenta equilibrar esta disparidad. Sin embargo, esto no quiere decir en absoluto que las áreas positivas de Rojava no tengan importancia o sean insignificantes.

A veces se dice que «Rojava no es el paraíso, sino la esperanza» y podemos estar de acuerdo con ello. Y precisamente porque Rojava también tiene sus deficiencias, también debemos hablar de ellas para poder reflexionar sobre ellas y acercarnos a la realización de nuestras esperanzas de un futuro en el que ya no desempeñen un papel importante. Si sólo señalamos los puntos fuertes y guardamos silencio sobre los defectos, sucumbiremos a una propaganda unilateral similar a la que destruyó muchas esperanzas prometedoras en el pasado. Este texto ha sido escrito como una sincera contribución a la realización de las esperanzas de Rojava.

¿Una revolución específica?

A menudo se habla de Rojava como un acontecimiento revolucionario. Más concretamente, como una revolución que va más allá del concepto europeo o americano de revolución. Se dice que esta especificidad debe ser respetada y aceptada. Los que no lo aceptan suelen ser calificados de paternalistas exaltados. Sin embargo, los partidarios de Rojava rara vez se preguntan si una auténtica revolución social puede significar cosas significativamente diferentes en distintas regiones y seguir siendo atractiva para quienes quieren acabar con el capitalismo.

Aunque las realidades de la vida son diferentes en las distintas partes del mundo, al igual que los contextos culturales y geopolíticos, es un error pensar que la revolución social significa algo diferente en cada territorio. Por supuesto, los diferentes contextos relacionados con regiones específicas pueden generar diferencias en el proceso revolucionario, en la forma en que la gente se organiza, la terminología y los símbolos que eligen, pero el contenido de la revolución es el mismo en todo el mundo. No hay diferentes revoluciones sociales en diferentes lugares, sólo revolución y contrarrevolución mundial.

Por lo tanto, las críticas de este texto no se refieren en absoluto a las diferencias formales. Por ejemplo, el texto no critica que Rojava hable de confederalismo democrático y no de anarquía y comunismo. Más bien, lo que se critica es el contenido no revolucionario, defendido erróneamente por algunos como si fuera revolucionario. Incluso si el contenido revolucionario se presenta con las palabras menos atractivas, habría muchas razones para defenderlo, al igual que el contenido no revolucionario es digno de crítica, incluso si se envuelve en la terminología revolucionaria, como en el caso de Rojava. Ni el color de la bandera ni los nombres son significativos. No estamos criticando principalmente las palabras. No se trata tanto de cómo una persona habla de sí misma, sino de cómo actúa. Y es la esencia misma de la actividad que se critica aquí.

Por supuesto, la revolución no puede tener lugar según planes y definiciones predeterminadas. En muchos sentidos, es imprevisible. Por lo tanto, para evitar acusaciones de dogmatismo y apego a la pureza ideológica, nos gustaría subrayar que la motivación de nuestra crítica no radica en la creencia de que los acontecimientos se han desviado de los patrones universales de cómo debe desarrollarse la revolución en términos de formas organizativas o terminología. Es un error aferrarse a ese «esquema revolucionario» y era necesario criticarlo. La revolución no tiene guiones universales que se puedan escribir en una esquina de una mesa, a los que uno debe ajustarse de inmediato. El aspecto formal de la revolución se crea en movimiento y, por tanto, con una cierta dosis de imprevisibilidad, improvisación y reconsideración. Además, toda revolución sufre sus contradicciones y limitaciones. Sin embargo, es necesario avanzar incluso cuando surgen. La tarea de las fuerzas revolucionarias es entonces revelarlas y esforzarse por superarlas, no ignorarlas y guardar silencio sobre ellas, como suele ocurrir en Rojava.

En su texto sobre la «cuestión kurda», el colectivo italiano Il Lato Cattivo afirma:

«Una vasta nebulosa de «movimientos» -armados o no, oscilando entre el bandolerismo social y la guerrilla organizada- actúan en las zonas más deprimidas del basurero capitalista mundial (…). Aunque los discursos y las formas de lucha de estos movimientos no son meros epifenómenos, es esencial comprender el contenido que los une: la autodefensa. Una autodefensa que puede considerarse vital, pero que no es de naturaleza diferente a la que se expresa en cualquier acción sindical destinada a salvaguardar los salarios o las condiciones de trabajo de quienes la emprenden. Sería un juego de manos hacer pasar una lucha salarial, aunque sea muy amplia y muy dura, por un «movimiento revolucionario», del mismo modo que es un error caracterizar este tipo de autodefensa impulsada por poblaciones agotadas como un movimiento intrínsecamente revolucionario.» (2)

Esta cita es interesante porque es una comparación que encaja bien con los acontecimientos de Rojava y su frecuente interpretación como revolucionaria. No hay duda de que hay muchos revolucionarios sinceros en Rojava. Sin embargo, esto no convierte al Movimiento de Liberación Nacional Kurdo en un movimiento revolucionario. Con un fuerte apoyo internacional, la población local está organizando una lucha feroz, que es principalmente una autodefensa contra el genocidio de la comunidad kurda. Sin embargo, la revolución social es una cuestión de contenido, es decir, un ataque a las relaciones capitalistas. Pero esto no ocurre en Rojava. Sólo se ven afectadas las relaciones de gobierno político, administrativo y económico, pero la propiedad privada sigue existiendo. Por lo tanto, también hay clases sociales que forman la base de la construcción capitalista. Rojava está experimentando una transformación democrática, no una revolución social. Esto significa, entre otras cosas, lo siguiente:

–    Las cooperativas o comunas de Rojava, con una gestión democrática y horizontal, funcionan según las reglas del mercado, sobre la base de la relación salarial y el intercambio de dinero, es decir, sobre una base que no difiere de la de las empresas de otras regiones que abrazan con orgullo la ideología de la economía capitalista. (3) El capitalismo, en el que los trabajadores, solos y sin jefes, gestionan su miseria, sigue siendo capitalismo, porque no se trata sólo de quién gestiona y cómo, sino sobre todo de qué se gestiona. En el caso de las cooperativas de Rojava, las empresas capitalistas son autogestionadas por los trabajadores. (4) El contenido capitalista se organiza de forma democrática.

–    El confederalismo democrático en Rojava no es una comunidad sin clases (ni se acerca a ello), sino una forma de gobernanza en la que miembros de diferentes clases acuden «a la misma mesa» para planificar acciones conjuntas y/o conflictivas sobre «problemas étnicos/nacionales comunes». Es una variante más de lo que conocemos de la política parlamentaria. El hecho de que esta administración permita una participación ciudadana más directa no cambia el hecho de que el contenido básico es el mismo. Este hecho queda oculto por la constante repetición de frases sobre el «pueblo kurdo», como si no estuviera claro que «el pueblo» no es un conjunto homogéneo, sino una sociedad de clases cuya dinámica está determinada por un conflicto de intereses antagónicos (conflicto de clases). Al igual que en otras partes del mundo. En Rojava se ha redactado una constitución llamada Contrato Social, que proclama «la coexistencia mutua y pacífica y el entendimiento entre todos los estratos de la sociedad». Por tanto, no se trata de la demolición de la construcción jerárquica de las clases, sino de la colaboración entre diferentes clases de distintos niveles de la jerarquía. Reconozcámoslo, la región de Rojava está ocupada por una sociedad de clases, y las grandes fuerzas rebosantes de terminología revolucionaria no quieren cambiarla todavía.

Los lectores atentos se habrán dado cuenta de que la mayoría de los llamamientos globales para apoyar a Rojava hablan precisamente de apoyo al movimiento kurdo, al pueblo kurdo, al experimento social kurdo, a la autonomía kurda, etc. Sin embargo, rara vez se oye hablar de clase, y mucho menos de análisis de clase. Sin embargo, rara vez oímos hablar de la clase, y mucho menos del análisis de la clase. Por ejemplo, en todos los actos públicos organizados hasta ahora en apoyo de Rojava en Praga desde el comienzo de la invasión turca, la palabra clase no se ha pronunciado ni una sola vez. Esto es bastante chocante, ya que esta gente habla de una revolución social. Pero hablan de una revolución en el contexto de una comunidad que, aunque experimenta con la gobernanza democrática, no cuestiona la propiedad privada y, por tanto, deja intactas las clases sociales. Llama la atención lo mucho que se utiliza el término «popular» en los nombres de las organizaciones locales de resistencia en Rojava (5), y lo ausente que está el concepto de clase y de lucha de clases. Es como si hubiéramos olvidado que el pueblo (como el «pueblo kurdo») es una categoría por encima de las clases que incluye tanto a los explotados como a los explotadores.

Pero volvamos a la cita de Il Lato Cattivo. Podríamos resumir diciendo que para que los acontecimientos en Rojava sean verdaderamente revolucionarios, es necesario ir más allá del contenido existente que representa la autodefensa de las vidas, la cultura, la lengua, la etnia, el territorio, la economía local, los puestos de trabajo, los derechos civiles y religiosos. Los eventos deben ir más allá. Hacia un contenido que representa una fase ofensiva. No se tratará de activismo cívico y de simple gobernanza democrática, sino de lucha de clases proletaria. En la práctica, esto supone manifestaciones de lucha que subvierten los pilares del Capital, como la clase, la propiedad, el intercambio, el trabajo, el dinero, el mercado, el Estado, y al mismo tiempo la creación no sólo de formas organizativas diferentes, sino sobre todo de un contenido social diferente. Este no es todavía el caso de Rojava. Esto, por supuesto, no debe llevar a negar el apoyo a los revolucionarios que luchan en Rojava. Por el contrario, es un llamamiento a apoyar a los hermanos y hermanas de clase que trabajan aquí y que intentan comprender por qué todavía no se han producido acontecimientos revolucionarios en Rojava, y qué hay que cambiar para que se produzcan allí y en otras partes del mundo. No se trata de dar la espalda a Rojava, sino de no aceptar el apoyo acrítico a todo lo que allí ocurre. Ni rechazo ni romanticismo. Mantengamos una visión lúcida y sin propaganda.

Al igual que no podemos hablar de una revolución o de una comunidad no capitalista en Rojava, tampoco podemos decir que sea una estructura sin Estado. La simple administración mediante federaciones de municipios descentralizados no significa todavía la desaparición del Estado. Si consideramos que el Estado es la manifestación y el instrumento de la dominación de clase, es obvio que su existencia no puede considerarse sólo como un conjunto de ciertas estructuras, instituciones y autoridades, es decir, la policía, el ejército, el parlamento, etc. Éstas son ciertamente una parte importante del Estado. Sin duda, son una parte importante del Estado, pero no puede reducirse a ellas. El Estado es también y principalmente el resultado de relaciones sociales específicas. Esto significa que se basa en la dinámica de la relación entre las clases sociales y su relación con la propiedad. Por lo tanto, donde se conservan las clases y la propiedad privada, hay un Estado. Lo cual, como se ha mencionado anteriormente, es el caso de Rojava. En algunas zonas de Rojava, el Estado sólo utiliza las asambleas populares en lugar del parlamento, y la agenda política del Estado se aplica de forma más descentralizada y menos burocrática.

Internacionalismo

«La revolución no es segura y Rojava necesita la energía de los revolucionarios extranjeros que la apoyan aquí en el terreno. No basta con hacer un gesto simbólico. Si eres un revolucionario, ya basta de excusas de mierda, tienes mucho trabajo por delante», escribe uno de los actores de Rojava. (6)

Uno no puede evitar pensar que este llamamiento está diciendo en realidad que ser un revolucionario significa abandonar la visión de una revolución social como un proceso global y aferrarse a la idea de la revolución en un solo país. Es decir, aferrarse a la idea de que la revolución es un acontecimiento localmente aislado que tiene lugar en una región, a la que deben acudir todos los revolucionarios para llevarla a cabo.

A esta concepción se opone el internacionalismo revolucionario, es decir, el esfuerzo por no concentrar las fuerzas revolucionarias en un solo lugar, sino por extenderlas por todo el mundo, porque el capitalismo es un sistema global que no puede ser derrotado localmente, sino sólo mediante un ataque de la comunidad mundial de lucha. Un ataque coordinado desde muchos lugares a la vez, no primero «allí», y luego «en otro lugar».

«Entonces, ¿dónde están todas las personas cualificadas? No necesitamos su pretensión de solidaridad o ayuda externa. Necesitamos gente sobre el terreno. Necesitamos gente que pueda enseñar, poner en marcha y dirigir proyectos y aportar soluciones reales», insta un anarquista de Rojava. Y para subrayar el concepto de revolución como un acontecimiento local espacialmente aislado, añade: «No se puede hacer nada desde fuera que sea realmente efectivo».

 ¿Significa esto que sólo en Rojava se puede ser un revolucionario que participa en la actividad revolucionaria? ¿Es allí donde se está «dentro» de la actividad revolucionaria, en todos los demás lugares donde se está «fuera», y la actividad carece de sentido, es ineficaz y no es revolucionaria? Resulta bastante chocante ver un elitismo tan exagerado por parte de un anarquista, y tan alejado de la perspectiva internacionalista. Afortunadamente, no todos los anarquistas son así. Vale la pena recordar lo que el recientemente fallecido Stuart Christie escribió sobre la Guerra Civil española en el texto «Hermanos de armas»:

«A diferencia de la Comintern, la Internacional Anarquista, la AIT, no organizó una campaña central de reclutamiento. La CNT-FAI […] desaprobaba el reclutamiento de extranjeros en sus milicias -con la excepción, claro está, de los voluntarios refugiados apátridas como los italianos y los alemanes-, prefiriendo que los camaradas fueran solidarios y defendieran el carácter revolucionario de la Guerra Civil española mediante acciones y ejerciendo presión política e industrial en sus países.» (7)

Esta actitud anarquista es mucho más simpática. Trasladado a la situación actual, significa que para fortalecer las tendencias revolucionarias en Rojava y derrocar las tendencias contrarrevolucionarias, es necesario que la lucha de las fuerzas revolucionarias se intensifique no sólo allí sino también en otras partes del mundo. Huelgas, disturbios, ocupaciones, bloqueos, sabotajes, incautación de recursos [«in situ»], educación y construcción de infraestructuras de combate. Todo esto ocurre en diferentes partes del mundo. Visto desde la perspectiva del internacionalismo revolucionario, todas estas son actividades que no pueden separarse de las tendencias militantes que tienen lugar en Rojava. Del mismo modo, las actividades de los revolucionarios en Rojava no pueden ser vistas como algo que tiene lugar de forma aislada y sin ninguna conexión con las luchas proletarias en otras partes del mundo. En este sentido, la oposición «interior vs exterior» no existe realmente. Es una falsa división que complica las cosas.

El terreno de la lucha de clases es global, como lo es el capitalismo. La lucha ofensiva contra ella en una región es al mismo tiempo un apoyo a la lucha que tiene lugar en otras regiones. Su eficacia no viene determinada por si se libra «dentro» o «fuera» de una región concreta, sino por las formas y el contenido que adopta la lucha. En este sentido, por ejemplo, una lucha que afecte a la esfera de producción de las fábricas de armas checas o a los servicios aeroportuarios (u otras empresas que apoyan al ejército y la economía turcos) puede ser más eficaz y tener un impacto más positivo en Rojava que cuando los proletarios confraternizan con la burguesía kurda en una asamblea comunal para organizar intercambios entre cooperativas y empresarios privados.

Tekoşîna Anarşîst se lamentaba en una entrevista en julio de 2020 de que «muchos de los internacionalistas que vienen a Rojava participan en la defensa de la revolución durante unos meses y luego regresan a su casa, a su vida anterior. ¿Es eso lo que queremos? ¿Es esa nuestra visión de la solidaridad internacionalista? No, queremos otra cosa.

Entonces, según estos activistas, ¿significa la actividad revolucionaria renunciar a su casa y a su vida por una causa común? ¿El regreso a casa significa necesariamente el fin de la iniciativa revolucionaria? ¿Las quejas sobre la vuelta a la vida no son una admisión abierta de que los acontecimientos en Rojava requieren una renuncia completa a la propia vida? Si es así, parece que algunos revolucionarios tienen mucho en común con los fundamentalistas religiosos.

Hay muchos casos en los que irse a Rojava ha cambiado realmente la vida de la gente. No sólo de forma positiva, por ejemplo, adquiriendo una valiosa experiencia e inspiración, sino también de forma negativa, por ejemplo, deteriorando las relaciones con sus familiares de donde partieron hacia Rojava. Detrás de las seductoras palabras sobre la hermandad, el espíritu comunitario y la solidaridad que encarna Rojava, también hay una alienación reforzada de la región. Esta es una triste realidad que debe ser abordada.

Oportunidades para la crítica

 Las partes positivas de la realidad de Rojava también incluyen a Tekmil. Un ritual que trabaja constructivamente con la crítica, la autocrítica y la reflexión. La crítica mutua se considera parte del proceso de crecimiento conjunto y de mejora de la práctica colectiva. Sin embargo, incluso este proceso ritualizado tiene sus trampas. A veces parece que es sólo para los que se integran en las comunidades kurdas. Cuando las críticas amistosas son expresadas por personas ajenas a la empresa, no son vistas como una contribución constructiva al debate, sino automáticamente como una manifestación de arrogancia. El teórico comunista Gilles Dauvé y otro autor han escrito una interesante reflexión crítica (8), que puede considerarse un análisis de los hechos y no un ataque hostil. Sin embargo, se les ha lanzado mucha ira y acusaciones de condescendencia y superioridad paternalista. ¿Por qué? ¿Sólo pueden ser críticos quienes desayunan todas las mañanas con activistas kurdos y luego se embarcan en proyectos comunitarios conjuntos? ¿Deben los demás aceptarlo todo acríticamente o expresar sus críticas y aceptar ser calificados de exaltados irrespetuosos? Las cosas no son ni blancas ni negras. No sólo existe el respeto cariñoso por un lado y la crítica despiadada por otro. También hay posiciones intermedias. Se puede criticar ciertos errores y contradicciones, pero hacerlo de forma considerada y respetando las diferentes formas de autodeterminación de las personas criticadas. Esto es exactamente lo que Gilles Dauvé y este texto intentan hacer.

Las reacciones que suelen suscitar las críticas a partes de la realidad de Rojava recuerdan mucho a la situación de la República Checa, donde algunos círculos de activistas utilizan el mismo argumento cuando se critica el comportamiento de los proletarios de origen romaní durante sus luchas contra la opresión. Esto incluye, por ejemplo, la crítica a sus expresiones patriarcales, su jerarquía y obediencia a los líderes gitanos, o incluso cosas como tirar la comida del día. Todos estos hábitos están defendidos por las costumbres culturales de los gitanos, que deben ser respetadas. Los que no lo hacen son calificados de arrogantes y exaltados que no respetan el libre albedrío de los gitanos y quieren imponerles el modelo dominante de la mayoría.

Si el respeto significa la tolerancia ilimitada de todo lo que se marca como tradición cultural local o libre albedrío, podríamos llegar a respetar las prácticas caníbales y las ejecuciones por lapidación en algunas comunidades, o las tradiciones nacionales chovinistas que se manifiestan en la mayoría de la población checa. El respeto a las diferentes costumbres culturales es adecuado, pero debe tener ciertos límites, pues de lo contrario la referencia a las tradiciones culturales puede convertirse fácilmente en una herramienta de manipulación para la defensa de lo indefendible.

Si este texto expresa una crítica a las especificidades de los acontecimientos en Rojava, lo hace con respecto a muchas tradiciones culturales de la comunidad de Rojava, que son ciertamente muy diferentes de lo que practicamos culturalmente en el contexto local. La crítica no tiene por qué ser despiadada, al igual que el respeto no significa aceptar todo lo que la otra persona dice y hace.

Al igual que este texto hace observaciones críticas sobre algunos de los pasos dados por los revolucionarios de Rojava, sería estupendo recibir las mismas respuestas críticas de Rojava aquí en el territorio de la llamada República Checa. El movimiento revolucionario es internacionalista, por lo que la crítica de los camaradas debe fluir en todas las direcciones para ser una parte constructiva del proceso de creación de una teoría y una práctica comunes. Si entendemos la revolución social como un proceso global, todos los que aspiran a ella tienen algo que decir al respecto, lo que, por supuesto, a veces significa criticar a los camaradas que operan en otra parte del mundo.

La brigada internacional Tekoşîna Anarşîst dijo en una entrevista: «Después de unos años de trabajo aquí, hemos visto los lados buenos y también los malos de la revolución, y nuestro compromiso con ella se basa en un marco de internacionalismo y solidaridad crítica.» Si esto es así, no estaría de más escuchar más voces críticas en la avalancha de llamamientos a apoyar a Rojava. Por lo tanto, si es realmente un apoyo crítico, no es un apoyo incondicional, acrítico e ilimitado.

«La práctica de Tekmîl, plataforma, crítica y autocrítica, nos guía en nuestro crecimiento y desarrollo como revolucionarios», dice Tekoşîna Anarşîst. Si estas palabras son sinceras y si las personas solidarias con la lucha en Rojava se identifican con ellas, seguramente aceptarán este texto con entusiasmo como una oportunidad de desarrollo y crecimiento. Si esto no ocurre, significará que las palabras y los actos no siempre están en armonía, y que hay que seguir buscando esta armonía.

Nota sobre el autor del texto: Es muy conveniente no desperdiciar energías especulando sobre el autor de este texto, sino utilizarlas para analizar el contenido del mismo, discutirlo y sacar conclusiones prácticas. Sus comentarios son bienvenidos en lokomotiva1@riseup.net


NOTAS

(1)  La enumeración de estos textos no implica una adhesión completa a los mismos.

(2) « Question kurde », Etat islamique, USA et autres considérations – http://dndf.org/?p=13854

(3)  Esta actitud surge, por ejemplo, de los relatos de dos estudiantes de periodismo que visitaron Rojava en 2019 y dieron una conferencia sobre el tema en Praga. https://www.afed.cz/text/7035/navsteva-rojavy [en tchèque]

En la conferencia, describieron el funcionamiento de las cooperativas de Rojava y su relación de colaboración con las empresas capitalistas privadas.

(4)  Las cooperativas funcionan de forma capitalista y, en algunos casos, quienes trabajan en ellas ni siquiera quieren cambiar su posición de asalariados sometidos a las órdenes de otros. Así lo describió, por ejemplo, uno de los anarquistas que viven en Rojava, que afirma en su texto: «Una de las dificultades en Rojava es que los grupos económicos están tratando de organizar cooperativas de trabajadores que satisfagan las necesidades de la vida de la gente. Sin embargo, la gente suele decir: basta con decirnos lo que tenemos que hacer y darnos un sueldo. Sólo quieren trabajar y cobrar. No quieren tomar el control de sus vidas…». https://amargipl.wordpress.com/2015/06/27/rojava-reality/ [en anglais] – également disponible en français sur https://www.autistici.org/tridnivalka/la-dure-realite-de-la-revolution-au-rojava/

Así lo confirma una entrevista con Tekoşîna Anarşîst (Lucha Anarquista), que dice: «En Rojava, hay iniciativas comunitarias e incentivos para la propiedad colectiva, pero la propiedad privada sigue siendo la norma en la sociedad, sin que haya muchos esfuerzos para cambiar esta realidad. Dentro de los movimientos revolucionarios, la propiedad es en gran medida colectiva y la vida comunitaria tiene una clara orientación socialista, pero a veces es difícil que estas ideas lleguen a la mayoría de la población.» [Colectivo de Combatientes y Combatientes Francófonos de Rojava (CCFR) https://www.facebook.com/2CFRojava/posts/324465975626603/

(5) Incluso las brigadas anarquistas, como la IRPGF (International Revolutionary People’s Guerrilla Forces).

(6) La dura realidad de la revolución en Rojava – de un testigo ocular anarquista – texto disponible en https://www.autistici.org/tridnivalka/la-dure-realite-de-la-revolution-au-rojava/

(7) Extracto del texto disponible (en inglés) sur https://libcom.org/history/brothers-arms.

(8) Originellement publié sur https://ddt21.noblogs.org/?page_id=324 – également disponible sur https://www.autistici.org/tridnivalka/kurdistan-fr/

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