Chile: El fin de la UP y la reemergencia del proletariado

La Unidad Popular y el golpe de septiembre de 1973

Pocos días antes del “golpe” de setiembre de 1973 los Cordones Industriales, dirigían una carta a Allende en la que se le decía que de continuar la línea política aplicada hasta el momento, “será responsable de llevar al país, no a una guerra civil que ya está en pleno desarrollo, sino a la masacre fría, planificada de la clase obrera” (1).

Sin más, eso fue lo que sucedió en 1973. No fue una guerra de clases la que hubo luego de septiembre, sino la masacre de un proletariado desorganizado, desarmado, desorientado. La guerra de clases, la burguesía ya la había ganado. En efecto lo decisivo en la guerra, había sido aquella desorganización, y no la ejecución de los desarmados que –como luego de septiembre de 1973- es siempre una consecuencia inevitable.

El reparto del trabajo entre los distintos componentes del Estado burgués (Democracia Cristiana, Unidad Popular, Ejército…) había sido perfecto, salvo casos marginales, no hubo ataque frontal y organizado contra el Estado del capital.

Sin embargo, la Unidad Popular (2) había cumplido su función histórica, había sido decisiva en la preparación de la masacre, pero lamentablemente para ella, el proletariado lo había sentido, intuido y en algunos casos comprendido explícitamente. El hecho de que se le gritase abiertamente al “compañero Allende” que su política preparaba el camino, no para la guerra civil, sino para la masacre planificada de la clase obrera, indicaba al mismo tiempo que la hora había llegado para los de la Unidad Popular: su juego había quedado al descubierto.

Para realizar la masacre, el capital prefirió a los pinochetistas, lo que permitiría enviar las otras fracciones políticas de la burguesía e intentar una cura de credibilización en la oposición. Sigue leyendo

Bielorrusia: Anarquistas en el levantamiento contra la dictadura

https://expandiendolarevuelta.noblogs.org/files/2020/08/Sin-t%C3%ADtulo-1-724x1024.png

Descargar PDF

Extraído de  Expandiendo la Revuelta

CrimethInc. EE.UU., Agosto 2020

La decisión de traducir este artículo conformado por entrevistas hechas por Crimethinc a compañerxs en el territorio dominado por el Estado de Bielorrusia parte principalmente intentando acercar a estas latitudes un mínimo panorama de un contexto que para muchxs de nosotrxs pareciera lejano, tanto cultural como políticamente, pero que en las prácticas reales nos demuestra estar mucho más conectadxs desde las perspectivas anárquicas, con enlaces directos con compañerxs que vienen combatiendo al Estado hace largos años, y una revuelta en auge que se extiende en distintas partes del globo.

Si bien evidentemente tenemos diferencias acerca de algunos planteos, esto en lugar de ser una limitación, lo consideramos como una riqueza en las distintas perspectivas cuando nuestras finalidades se conectan en la negación del Estado y el Capital. Contrariamente a intentar establecer programas, estructuras permanentes organizativas o centralizadas, la multiformidad de los movimientos anarquistas nos permiten poder conectar, solidarizarnos, profundizar y compartir estas perspectivas en un mundo cada día más conectado tanto en sus virus como en su represión.

De esta forma las siguientes entrevistas invitan nuevamente a replantear nuestras proyecciones, las cuales a veces se limitan a perspectivas locales, y a repensar cómo entendemos el internacionalismo, tanto en términos solidarios con la rebelión, como en las formas en las que los Estados manejan sus políticas de acuerdo a los distintos contextos nacionales. Si bien somos conscientes de nuestras fuerzas limitadas y nos reconocemos en los distintos casos represivos, también dibujamos una sonrisa cómplice al encontrar revueltas que estallan, donde los grupos de afinidad anárquicos mantienen prácticas ofensivas que se propagan y llevan siempre un paso más allá las posibilidades antiautoritarias en los distintos territorios.

Por la destrucción de todas las fronteras.

[Folleto] Violencia y solidaridad revolucionarias: el proceso de los comunistas de Barcelona – Jean Barrot

Descargar PDF

En los años 70 aparecieron algunos grupos que hacían crítica radical del Capital y de su extrema izquierda (partidos, izquierdistas, “anarquistas”…).
Este texto quería ser una tentativa de superar las relaciones bloqueadas en la práctica no sólo por la incoherencia de los individuos que actuaban sino también por las condiciones objetivas y la del movimiento para analizarlas.
Aparece pues, en un momento de debilidad del movimiento real y no era más que una aportación exterior a este movimiento ya que era incapaz de un mínimo de clarificación teórica.
Es el producto de discusiones parciales y expresa en aquel momento y todavía hoy, un punto de vista minoritario en Barcelona; de hecho, es el producto parcial de una época improductiva, tanto práctica como teóricamente.
“El comunismo no es un programa a realizar o hacer realizar por un movimiento real. El comunismo no es un ideal a realizar: existe desde ahora, no como sociedad establecida pero sí como un esfuerzo y una tarea que la prepara. Es el movimiento que tiende a abolir las condiciones de existencia determinadas por el trabajo asalariado y las suprime, efectivamente, por la revolución.
EL COMUNISMO NO SERÁ LA OBRA DE UN PARTIDO POLÍTICO QUE TOMA EL PODER, TAMPOCO SERÁ LA OBRA DE LAS GESTICULACIONES IZQUIERDISTAS, PERO SI DE LA LUCHA DEL PROLETARIADO.

Ediciones Mayo 37

[Folleto] APORTES CRÍTICOS A LOS PRINCIPIOS POLÍTICOS REVOLUCIONARIOS DEL PROLETARIADO DEL GEC

Descargar PDF

Publicamos a continuación una discusión de los años 2011-2012 en torno a un texto que produjo el disuelto Grupo de Esclarecimiento Comunista (GEC) -de Perú-, seguido del respectivo balance crítico que plasmó el también disuelto grupo Proletarios Salvajes -de Ecuador- en torno a éste. Consideramos que es un aporte bastante cualitativo que sigue vigente, sobre todo en el actual contexto donde imperan significativas debilidades, huecos y faltas de ruptura en el autodenominado movimiento revolucionario. Si bien, sabemos que los problemas del terreno práctico no se resolverán mecanicamente con la lectura de un texto, es un error por otra parte, demeritar su importancia de estos materiales,  pues nos guste o no; el legado escrito de los compañeros -que están o estuvieron- acompaña el proceso de continuidad y profundización de la perspectiva revolucionaria que nos permite romper el aislamiento y luchar en comunidad contra esta sociedad del capital.

No en vano Marx se refería al proletariado como “el partido destructor” o “el partido de la subversión”, a la vez que como el “portador del comunismo”. Y es que solo mediante esta negatividad radical, subversiva, autoabolicional y creadora es que nuestra clase puede destruir el capitalismo y construir o crear el comunismo.
El proletariado no solo es revolucionario por la posición estructural que ocupa dentro del modo de producción capitalista como único productor de plusvalía, de capital o de “toda la riqueza de este mundo”. Sino fundamentalmente por la posición histórica que ha ocupado y ocupa en la lucha de clases contra el capital como negación, antagonismo, irrupción, ruptura, destrucción y superación absoluta y viviente de la sociedad burguesa del trabajo, el dinero, las clases (empezando por sí mismo), el Estado, las ideologías y los fetiches. El principio de “el proletariado es revolucionario o no es nada” debería entenderse entonces como que “el proletariado es la destrucción de esta sociedad y, por tanto, es también su propia destrucción”.

[Ecuador] ¡Nuestras Vidas antes que sus Ganancias! ¡Abajo el «paquetazo», el gobierno, el Capital y el Estado!

El nuevo “paquetazo” del gobierno de Moreno-Roldán-Martínez-Romo-Jarrín sólo enriquece aún más a los empresarios y sus políticos, mientras que a la clase trabajadora (que incluye a los informales y los desempleados) nos precariza y empobrece aún más. Es decir, aumenta nuestra explotación y nuestra miseria. Por eso salimos a las calles a protestar.

Si la gente se enferma y se muere, no es culpa de la gente sino de este gobierno y de las Cámaras Empresariales que, con sus medidas para proteger sus ganancias, nos obligan a salir a las calles a trabajar y a protestar, arriesgando así nuestras vidas. Nos están quitando todo: trabajo, salud, vivienda, educación, etc. También nos están quitando el miedo, hasta que éste cambie de bando social.

Esta no es “la crisis del coronavirus”. Es la crisis del capitalismo. La crisis sanitaria y económica actual no ha hecho más que desnudar esta cruda y antigua verdad: el capitalismo mata a los explotados y oprimidos, a los proletarios, pero salva a los ricos y poderosos, a los burgueses. Las clases sociales existen. La lucha de clases también y, de hecho, es lo que mueve a la historia y a esta sociedad.

No conformes con su “ley de apoyo humanitario” para ellos y de nueva esclavitud para nosotros, este gobierno recién aprobó otra ley que permite a las Fuerzas Armadas y la Policía usar armas letales para reprimir la protesta social, a lo que le llama “uso progresivo de la fuerza”. Es decir, no conformes con matarnos de coronavirus, de hambre y de aislamiento, ahora también nos quieren matar a balazos si es que protestamos. Esto no es “fascismo” ni “falsa democracia”. Esto es la democracia, sin comillas: sí, porque en realidad la democracia es la dictadura de los ricos sobre los pobres, de la burguesía sobre el proletariado. El único y gran terrorista es el Estado.

Si bien los recientes escándalos públicos de corrupción (sobreprecios) por parte de altos funcionarios de este gobierno son indignantes y repugnantes, el problema no es la corrupción. El problema es el capitalismo, sistema que se basa en la desposesión de los medios materiales de vida a la gran mayoría de la población para que una minoría de propietarios y empresarios explote su fuerza de trabajo y acumule capital mediante la producción y la venta de mercancías. La corrupción sólo es un mecanismo secundario de acumulación de capital. “Lícito” o “ilícito”, el enriquecimiento se basa en la explotación.

Las instituciones, las leyes y las elecciones son inventos y armas de los ricos y poderosos para mantener y legitimar su poder sobre nosotros los explotados y oprimidos. Por lo tanto, no se trata de luchar por la “inconstitucionalidad” de tal y cual ley ni por un “gobierno popular”, porque eso sólo es jugar su juego en su cancha y darles más poder. Entonces, dejemos de luchar por esas migajas del Estado capitalista llamadas “derechos democráticos”. Luchemos por reapropiarnos y poner en común todo lo existente, porque los trabajadores lo hemos producido todo, por lo tanto, todo debería ser nuestro, para todos, sin necesidad de jefes, representantes ni intermediarios partidarios ni sindicales. La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores. Con autoorganización, apoyo mutuo y acción directa.

Minneapolis y todo EE.UU. arden en llamas. La revuelta proletaria estalla en las entrañas de la gran bestia mundial. Sus detonantes son la violencia policial y el racismo. Pero sus causas son el capitalismo y la sociedad de clases. Por lo tanto, para abolir el racismo y la violencia policial, hay que abolir el capitalismo y la sociedad de clases, allá y en todo el mundo. EE.UU. no es el único país en el cual el proletariado de todas las “razas”, nacionalidades, sexos y edades se vuelve a rebelar en las calles: también hay fuertes protestas en Inglaterra, Alemania, Francia, Grecia, Hong Kong, México, Honduras, Brasil, Chile… Porque los proletarios no tenemos patria, y porque así como se contagia la pandemia del Capital, así también se contagia la revuelta social. Aun así, esta es necesaria pero no es suficiente: para acabar con todos los males que hoy aquejan a la humanidad y la naturaleza, la revuelta ha de criticarse y superarse a sí misma para transformarse en revolución social mundial. Porque sólo ésta puede frenar la actual catástrofe capitalista que nos está matando y regenerar la Vida sobre nuevas bases.

¡EL CAPITALISMO MATA: MATEMOS AL CAPITALISMO!

¡AUTOORGANIZACIÓN, APOYO MUTUO Y ACCIÓN DIRECTA!

¡REVUELTA Y REVOLUCIÓN! ¡COMUNISMO O EXTINCIÓN!

Unos proletarios cabreados de la región ecuatoriana por la revolución comunista y anárquica mundial 

proletarioscabreados@riseup.net

Quito, 8 de junio de 2020

***

Contra el nuevo «paquetazo» de este gobierno explotador y asesino, ¡hagamos una nueva revuelta proletaria!

El nuevo “paquetazo” del gobierno ya es un hecho en este país: reducción de los salarios y de la jornada de trabajo, despidos masivos, recorte del presupuesto para la educación y la salud, privatizaciones, y aumento del precio de la gasolina, por ende, de todos los productos de la canasta básica. Todo esto, en medio de la actual crisis sanitaria y económica. Por lo tanto, la gente de a pie que si no trabaja no come (la mayoría de la población) debería levantarse en contra de estas medidas tal como lo hizo en Octubre. Sí: deberíamos hacer una nueva revuelta, gente, porque estas medidas son peores que las de Octubre: nos precarizan y empobrecen aún más de lo que ya estamos, mientras los empresarios y sus políticos siguen acumulando más riqueza y poder a costa de nuestra explotación y dominación; es decir, a costa de robarnos, engañarnos y reprimirnos.

Es más, todo lo que ha hecho este gobierno empresarial, mafioso y asesino de Moreno-Sonnenholzner-Martínez-Roldán-Romo-Jarrín durante los últimos meses, aprovechándose de la pandemia y la cuarentena obligatoria, es mucho peor y condenable que lo que hizo en Octubre (miles de contagiados, muertos, presos y despedidos). Por eso mismo, en las últimas semanas y días, nuestra clase trabajadora (que incluye a los informales y los desempleados) ya reaccionó protestando en las calles, a pesar del coronavirus y la dictadura sanitaria impuesta por el Estado. Y lo más probable es que continúe protestando en los próximos días y semanas, como debe ser. Pero no se sabe hasta cuándo ni hasta dónde.

En caso de acontecer una nueva revuelta en este país, es posible que, así como en la Revuelta de Octubre del año pasado se luchó por la derogatoria del Decreto Ejecutivo 883, esta vez se luche por la derogatoria de los Decretos Ejecutivos 1053 y 1054. Todas las izquierdas de aquí, o la mayoría de ellas, estarán de acuerdo en ello. Sin embargo, esta vez no hay que conformarnos con migajas legales e institucionales, gente. Eso de por sí ya fue y ya sería una derrota, aunque parezca lo contrario. Es decir, no hay que conformarnos con luchar por la “inconstitucionalidad” de tales leyes ni fantasear con elecciones presidenciales y un “gobierno obrero, campesino, indígena y popular”, como lo hacen las organizaciones de la izquierda del Capital. Porque las leyes, las elecciones y las instituciones son armas del Estado de los ricos y poderosos contra nosotros los explotados y oprimidos. No se puede combatir y destruir este sistema en su mismo terreno y con sus propias armas. Eso es “darle más poder al Poder”. Por el contrario, hay que hacer real aquella consigna que se ha escuchado en las últimas protestas: “con la fuerza de los trabajadores, romper las leyes de los explotadores”; y romper todo su poder económico, político, militar, mediático e ideológico.

Las revueltas proletarias deben criticarse a sí mismas, aprender de sus propios errores, tensionar y superar sus propias contradicciones, para no quedar atrapadas en el terreno de la clase explotadora y dominante, sino para romper con el orden establecido y transformarse en la revolución social que hoy en día es más necesaria y urgente que nunca, dada la actual crisis total del sistema capitalista que está destruyendo a la humanidad y la naturaleza. La revolución social, no para poner en el poder a ningún partido político de izquierda, sino para defender y regenerar la Vida misma que hoy está en riesgo.

Claro que para lograr algo así hay que empezar luchando por unas demandas mínimas (de trabajo, salud, vivienda, educación, tiempo libre) y con un mínimo de autoorganización colectiva (de la bioseguridad, la alimentación, el transporte, la comunicación y la autodefensa). Pero también hay que ir más allá de esto: hay que superar los propios límites de la revuelta. Al fin y al cabo, la revolución es la generalización y radicalización de todas las reivindicaciones o necesidades de los explotados y oprimidos para dejar de serlo. Y la organización es la organización de las tareas que esta lucha de clases para abolir la sociedad de clases exige. En la cual, el apoyo mutuo y la solidaridad han sido, son y serán nuestras mejores armas.

Entonces, si salimos a protestar a las calles a pesar del riesgo de contagio, el toque de queda y la amenaza de represión legal por parte del gobierno, que no sólo sea por rabia, hambre, desesperación y con la Revuelta de Octubre en la memoria (lo cual es totalmente legítimo y valioso). Salgamos a protestar a las calles con algunas ideas claras y autocríticas, gente: no luchemos por esas migajas democráticas del Estado de los ricos y poderosos llamadas “derechos”, ni tampoco como rebaños de ningún partido ni sindicato de izquierda que diga ser nuestro “líder y salvador”. Luchemos con cabeza y mano propias como los nadies que lo queremos todo. Porque los nadies, es decir los proletarios y las proletarias, hemos producido todo lo que existe y, por lo tanto, podemos destruirlo todo (las ruinas no nos dan miedo) y podemos crear algo totalmente nuevo y mejor que lo destruido, por y para nosotros mismos, sin necesidad de jefes, representantes ni intermediarios.

Todo esto, no es una cuestión de ideología política; es una cuestión de vida o muerte en estos tiempos de crisis económica, sanitaria, ecológica y civilizatoria. Tarde o temprano, hasta los “apolíticos” y “neutrales” que se creen “clase media” saldrán a protestar a las calles por esta razón. Todo lo dicho aquí, además, aplica no sólo para Ecuador y para la coyuntura local que se está abriendo, sino para todo el mundo (desde Chile hasta China) y para toda esta época. Por lo cual, hacemos un llamado a desatar la revuelta proletaria sin vuelta atrás aquí y en todas partes.

¡ABAJO EL PAQUETAZO, EL GOBIERNO, EL CAPITAL Y EL ESTADO!

¡NO LUCHEMOS POR MIGAJAS NI PACTOS!

¡LUCHEMOS SIN JEFES, REPRESENTANTES NI INTERMEDIARIOS!

¡CONTRA LA EXPLOTACIÓN Y LA MUERTE, VAMOS HACIA LA VIDA!

¡LA REVOLUCIÓN ES LA VIDA!

Unos proletarios cabreados de la región ecuatoriana por la revolución comunista y anárquica mundial   –   Quito, 25 de mayo de 2020

¡Viva La Revuelta!

Anónimo

Tras otra noche de revuelta en las calles de Estados Unidos por el asesinato de George Floyd, el presidente Trump desde un bunker en la Casa Blanca anuncia que designará a “Antifa” como organización terrorista. Este señalamiento busca a encuadrar a un movimiento (sin mayúsculas) espontáneo y multiforme en una Organización, asignándole no solo una ideología sino también un funcionamiento jerárquico y acorde a las lógicas estatales.

Una vez más, el terrorismo es utilizado como coartada para la criminalización de amplios sectores en lucha, que a su vez exceden completamente al “antifascismo”. Pero además de denunciar y luchar contra la avanzada represiva que esto significa, es necesario rechazar la polarización que se busca instalar en el seno de la lucha.

La falsa elección entre la economía y la vida impuesta a partir del Covid-19 hizo resurgir la clásica polarización burguesa entre liberalismo económico e intervencionismo estatal. Esta última, a su vez, se ha codificado de diferentes formas según la región. Generalmente como progresismo y derecha, e incluso llegando a hablar de fascismo, como en Brasil y Estados Unidos. No vemos ninguna casualidad en que se apele al antifascismo como canalización de una revuelta que no pueden controlar.

Si bien el antifascismo callejero (el Antifa), de tipo pandillero que enfrenta a las bandas neonazis, común en Estados Unidos y Europa no es el antifascismo estatista y militar (de “los buenos”) de los 30 del siglo pasado, sí es su heredero. Los victoriosos defensores del antifascismo oficial asesinaron trabajadores y violaron masivamente mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. Y directamente formaron parte de los gobiernos vencedores que, en nombre de la lucha contra el fascismo, sometieron a tantos y tantos países a un régimen capitalista democrático donde ya no se debería protestar porque supuestamente somos libres y estaríamos peor si hubieran ganado los otros.

Fascismo y democracia han sido siempre sistemas políticos complementarios al servicio de los intereses de los ricos. Cuando la democracia no puede contener las luchas de los explotados y oprimidos, o simplemente para mantenernos a raya, el Capital recurre a formas más brutales. Hoy, esos métodos que se suponen son privativos de los fascistas forman parte de cualquier gobierno que se declara libre y antifascista, que por su parte son abiertamente totalitarios: asesinatos como el de George Floyd o los millones de muertos a manos de la policía de todos los países, el trabajo esclavo como complemento necesario del mercado laboral, y el disciplinamiento en escuelas, cárceles y manicomios. Así y todo, ningún presidente se dice fascista ¡sino todo lo contrario!

Ahora que la democracia ha devenido en control totalitario de la vida social, el fascismo como sistema de dominación ha perdido su sentido. Claro que sigue habiendo nazis y fascistas pero no son los que mueven los hilos, son un problema de la calle y deben ser combatidos en ella día a día. Pero el antifascismo como opción política es una farsa. Hoy como ayer solo sirve para hermanar a oprimidos y opresores, explotadores y explotados, gobernantes y gobernados. En nombre del antifascismo se nos llama a unirnos a los genocidas de hoy: los gobernantes progresistas o de izquierda de cualquier país, que también tienen las manos manchadas con sangre. O con los herederos del estalinismo y el maoísmo genocida.

El problema no es la derecha o la izquierda. Es el capitalismo, es la democracia. No hace falta unirse al frente antifascista para combatir a los fascistas. Lo que nos une es la acción común en todas partes contra lo que nos explota y nos oprime, contra la raíz del problema: la propiedad privada, el dinero y el Estado.

En las calles de Estados Unidos se mezclan proletarios negros, junto con blancos y latinos. Han desafiado la opresiva cotidianidad en menos de una semana. Querer arrogar esto a un solo movimiento como hace Trump y su séquito, o querer como su oposición sacar una tajada por estas declaraciones, expresa lo común que tienen de mentalidad política estas dos fracciones que están enfrentadas, pero solo en cómo gestionar este mundo mercantil.

¡Que ni Trump ni los verdugos de ninguna parte del mundo nos marquen los objetivos y desarrollos de nuestras luchas!

¡Terrorista es el Estado!

1 de junio de 2020

Esto ya comenzó: es la guerra de clases

https://hacialavida.noblogs.org/files/2020/06/854081161001_6160950939001_6160952101001-vs-1024x576.jpg

El actual ciclo mundial de revueltas inaugurado en 2018-19 con los ‘chalecos amarillos’ en Francia no deja de dar buenas nuevas. Si bien el contexto del coronavirus y el consecuente despliegue represivo estatal había logrado bajar la masividad e intensidad de los embates proletarios callejeros, son precisamente estas mismas condiciones agobiantes las que hoy reactivan los focos de conflicto: estallan las primeras revueltas de hambre tanto en nuestro territorio como en otros países de Latinoamérica, el desempleo se torna insostenible alrededor del mundo y la utopía capitalista del equilibrio mercantil se desmorona a ojos de todxs. El Estado se revela incapaz de responder a las urgencias de la pandemia y a las necesidades humanas más básicas. La irracionalidad capitalista desperdicia de tal manera la energía humana que prefiere mantener una “nueva normalidad” a media marcha, perdiéndose en esta maniobra miles y miles de empleos, antes que asumir la ineficiencia de la libertad del mercado, de la oferta y la demanda y de la lógica del trabajo abstracto. Las imágenes que nos llegan desde la “Gran América”, el país de la libertad y las oportunidades, solo confirman esta cuestión. La revuelta propia de este periodo, con cada vez más violencia se posicionó en el centro de la dominación capitalista en occidente, ocupó las calles y se lanzo orgánicamente contra los símbolos de su dominación: tal como pasó acá en Chile, bancos, tiendas y comisarías sucumbieron ante la iracunda energía proletaria, desarrollándose en esta ola la comunidad humana que no considera razas ni etnias ni subculturas y se levanta como una sola contra el viejo mundo; la juventud proletaria que se niega a ser domesticada.

¿Por qué acotamos este ciclo a los últimos dos años? Podríamos entender como parte de este mismo proceso la revuelta griega, la primavera árabe o los disturbios que sacudieron este y otros países en 2010-2011, y probablemente estos sean un precedente fundamental, pero aún así la expansión virulenta que veíamos con especial sorpresa hace unos pocos meses en nuestro territorio con tremendas batallas y acciones directas a lo largo de la mayoría de las regiones de este país, marca un salto cualitativo que debemos reconocer. Revueltas que se extienden por meses y se expanden por distintas ciudades, que dan como fruto distintos tipos de organizaciones y que desestabilizan efectivamente la normalidad capitalista. Para nosotrxs, con sus límites y debilidades propias de su época, se trata de un proceso revolucionario embrionario global, tal como lo fue el que se llamó “Segundo asalto proletario a la sociedad de clase” (1968-1977). Sigue leyendo

Es el capital quien nos impide respirar

http://barbaria.net/wp-content/uploads/2020/06/minneapolis.jpg

El pasado 25 de mayo en Minneapolis, George Floyd fue arrestado por un miserable billete falso de 20 dólares. Tras esposarlo y ponerlo boca abajo, un policía, con la ayuda del resto de la patrulla, le presiona en el cuello con la rodilla impidiendo que respire. 8 minutos y 46 segundos después, George Floyd muere asfixiado tras repetir en múltiples ocasiones que no puede respirar.

El asesinato de Floyd se añade a un gran problema que es histórico y sistémico. Es la gota que ha colmado el vaso. El proletariado negro sufre en mayor medida la explotación del capital. En Estados Unidos el ingreso medio de los hogares negros es un 40% más bajo que el de los hogares blancos, y a pesar de que los negros son el 12% del país, representan el 30% de la población carcelaria. La pandemia mundial que vivimos en la actualidad ha profundizado en esta brecha. No es casual que siendo la población negra alrededor del 30% de la población total en lugares como Washington, Chicago, Mississippi, Luisiana, o Georgia, más del 70% de los muertos por coronavirus sean precisamente personas negras. La cuestión racial es hoy, y de una manera cada vez más evidente, una cuestión social.

Indudablemente, tanto esta como los cientos de agresiones que se producen a consecuencia de la violencia policial están motivados por cuestiones raciales. Pero también es innegable que la policía es el arma que el Estado utiliza para defender los intereses de la burguesía como clase. Una respuesta a este conflicto fundamentada únicamente en la cuestión racial, es decir, bajo una perspectiva antirracista, es una respuesta estéril puesto que es una respuesta parcial. La policía actúa como brazo armado del Estado, no es un ente autónomo. La represión que ejerce es el medio que tiene para gestionar la miseria que el capitalismo provoca por su propia lógica y de forma cada vez más generalizada. La única forma de tener un mundo donde la policía no mate a los negros por ser negros es tener un mundo en el que no exista el capitalismo. Un mundo en el que no exista el Estado. La única respuesta efectiva, la única respuesta que va a la raíz del problema, es la respuesta que podemos dar como clase.

El maltrato de las personas negras por parte de los aparatos estatales no es un hecho restringido a los Estados Unidos. Estas semanas hemos visto cómo 200 temporeros que han acudido a trabajar, un año más, a Lleida se ven obligados a dormir en la calle. El racismo de Estado no es un conflicto nacional, es un problema inherente a la lógica del capitalismo. Al mismo tiempo que han surgido las protestas en torno a la muerte de Floyd, se han sucedido otras luchas en distintas partes del mundo que tratan de dar respuesta a las distintas expresiones de brutalidad que el capitalismo ejerce sobre el proletariado. No es casualidad tampoco que simultáneamente se activen lugares tan dispares como Estados Unidos, Francia, Líbano, Chile o Irak, muchos de los cuales ya hacían parte de la oleada internacional de luchas que se inició en 2018 y que ahora vemos reanudarse. Existe un denominador común en torno a estas luchas. Es el capitalismo quien nos impide respirar, y solo una respuesta del conjunto del proletariado a nivel internacional puede devolvernos el aliento.

Barbaria 2020

La rabia «negra» ha sacudido los pilares podridos de la «civilización» burguesa y democrática.

Amadeo Bordiga

Il Programma Comunista, 10 de septiembre de 1965 (A propósito de la revuelta negra californiana de Watts)

Traducido por Barbaria

Una vez pasado el aguacero de la «revuelta negra» en California, antes de que el conformismo internacional enterrara el acontecimiento bajo el «abrazo» de un grueso manto de silencio; cuando la burguesía «ilustrada» todavía buscaba ansiosamente descubrir las «misteriosas» causas que habían obstaculizado el funcionamiento «regular y pacífico» del mecanismo democrático en ese país, algunos observadores de ambos lados del Atlántico se consolaron recordando que, después de todo, las explosiones de violencia colectiva por parte de «gente de color» no son nada nuevo en América y que, por ejemplo, una explosión tan grave tuvo lugar en Detroit en 1943, sin ningún tipo de seguimiento.

Pero algo profundamente nuevo ocurrió en este ardiente episodio de rabia, no de naturaleza vagamente popular sino proletaria, que fue seguido no con fría objetividad sino con pasión y esperanza. Y esto es lo que nos hace decir: la revuelta negra ha sido aplastada: ¡viva la revuelta negra!

La novedad – para la historia de las luchas por la emancipación de los asalariados y subasalariados negros, y no para la historia de las luchas de clase en general – es la casi perfecta coincidencia entre la pomposa y retórica promulgación presidencial de los derechos políticos y civiles, y el estallido de una furia subversiva anónima, colectiva e «incivil» por parte de los «beneficiarios» del gesto «magnánimo»; entre el enésimo intento de atraer al esclavo torturado con una zanahoria miserable que no cuesta nada, y el inmediato e instintivo rechazo del esclavo a dejarse vendar los ojos y a doblar de nuevo la espalda.

Rudamente, educados por nadie – ni por sus líderes que son más gandhianos que el mismo Gandhi; ni por el «comunismo» al estilo de la URSS que, como L’Unità (2) se apresuró a recordarnos, repele y condena la violencia – pero educados por la dura lección de los hechos de la vida social, los negros de California han gritado al mundo, sin tener la conciencia teórica de ello, sin necesidad de expresarlo en un lenguaje elaborado, pero proclamando en el calor del momento, la simple y terrible verdad de que la igualdad jurídica y política no es nada mientras persista la desigualdad económica; y que no es posible ponerle fin mediante leyes, decretos, sermones u homilías, sino sólo derribando por la fuerza los cimientos de una sociedad dividida en clases. Es este abrupto desgarro del velo de las ficciones legales y de las hipocresías democráticas lo que ha desconcertado y sólo podría desconcertar a la burguesía; es esto lo que ha entusiasmado a los marxistas; es esto lo que debe hacer pensar a los proletarios, dormidos en los falsos forros de las metrópolis de un capitalismo nacido históricamente bajo una piel blanca.

Cuando el Norteamericano, ya en el camino hacia el capitalismo pleno, lanzó una cruzada por la abolición de la esclavitud en el Sur, lo hizo no por razones humanitarias, ni por respeto a los principios eternos de 1789, sino porque era necesario desarraigar una economía patriarcal pre-capitalista y «liberar» su fuerza de trabajo para que se convirtiera en un recurso gigantesco para el monstruo capitalista codicioso. Ya antes de la Guerra Civil, el Norte alentó la huida de los esclavos de las plantaciones del Sur, demasiado atraído por una mano de obra que se habría ofrecido a bajo precio en el mercado laboral y que, además de esta ventaja directa, le habría permitido comprimir el salario de la mano de obra ya pagada, o al menos no dejar que aumentara. Durante y después de esta guerra el proceso se aceleró rápidamente y se generalizó. Sigue leyendo

Entrevista a Amadeo Bordiga

Retrato de prontuario de A. Bordiga, en 1926

Lo que sigue es una entrevista que Amadeo Bordiga respondió por escrito al periodista Edek Osser en junio de 1970, poco antes de su muerte. El texto fue publicado originalmente en Storia Contemporanea número 3, en septiembre de 1973. Bordiga también habló con Edek Osser para una entrevista filmada, cuyos extractos aparecen en un documental sobre el ascenso del fascismo. Traducción: A. V.  https://rentry.co/entrevbordiga

***

En noviembre de 1917, usted participó en Florencia en una conferencia secreta de la corriente «revolucionaria intransigente» del Partido Socialista. En esa ocasión, usted exhortó a los socialistas a aprovechar la crisis militar y a tomar las armas para asestar un golpe decisivo a la burguesía. ¿Cuál fue el resultado de su propuesta? En su opinión, ¿la situación revolucionaria había alcanzado su madurez en Italia?

Sí, en noviembre de 1917 participé en Florencia en la conferencia secreta de la fracción «revolucionaria intransigente» del Partido Socialista. Esta fracción había constituido la mayoría del PSI y le había impuesto su dirección desde 1914. La dirección del Partido, al ser informada sobre esta conferencia, no sólo no la impugnó sino que, de hecho, envió a sus propios representantes. Fue en esa ocasión que conocí a Antonio Gramsci, quien mostró gran interés en mi discurso. Mi impresión hasta el día de hoy es que su inteligencia poco común le llevó, por una parte, a compartir y estar completamente de acuerdo con mis propuestas marxistas radicales, las que parecía haber oído por primera vez; y, por otra, a articular una crítica sutil, precisa y polémica, que ya se desprendía de las diferencias de fondo entre las posiciones de nuestros respectivos periódicos: Il Soviet, con sede en Nápoles, del que yo era editor, y L’Ordine Nuovo que Gramsci dirigía en Turín. La oposición de nuestros puntos de vista había quedado clara para mí desde que anuncié en nuestro periódico la fundación de la revista de Gramsci. En ese breve artículo señalé que su declarado pragmatismo revelaba una tendencia gradualista que sin duda le llevaría a hacer concesiones a un nuevo tipo de reformismo, e incluso al oportunismo de derecha.

Mi lectura de las fuerzas en juego en ese momento no se refería sólo a Italia, sino a toda la situación europea. Obviamente, entonces condené sin vacilaciones a los partidos socialistas de Francia, Alemania y demás, que habían traicionado abiertamente las enseñanzas marxistas sobre la lucha de clases, optando en cambio por la nefasta política de armonía nacional, unidad sagrada y apoyo a la guerra emprendida por los gobiernos burgueses. Mi discurso puso al descubierto, de manera doctrinaria, la falsa justificación ideológica que se esgrimía para apoyar la guerra impulsada por la Entente contra las Potencias Centrales, a la que nuestro enemigo jurado, el intervencionismo militar italiano, se había adherido. La base de mi posición era repudiar la falsa preferencia que los belicistas de todas las naciones mostraban por las democracias parlamentarias de los regímenes burgueses, en contra de los llamados regímenes feudales, autocráticos y reaccionarios de Berlín y Viena, por no hablar del régimen moscovita. Tal como había venido haciendo en el movimiento durante décadas, seguí la crítica formulada por Marx y Engels, intentando mostrar lo estúpido que era esperar que una futura Europa democrática surgiera del triunfo militar de la Entente.

La posición que tomé en ese momento coincide con lo que Lenin llamó «derrotismo y repudio a la defensa de la madre patria». Planteé la afirmación de que la revolución proletaria podría haber triunfado si los ejércitos de los estados burgueses hubieran sido derrotados por sus enemigos extranjeros, predicción que la historia confirmaría luego en Rusia en 1917. Es cierto, entonces, que en Florencia propuse que debíamos aprovechar los desastres militares de nuestro Estado monárquico y burgués para impulsar la revolución de clases.

Nuestra propuesta no coincidía con la línea política de la dirección del partido, que se había atascado en la vergonzosa fórmula acuñada por Lazzari de «ni apoyo ni sabotaje». Sin embargo, los participantes en la conferencia (que ya constituían de facto el ala izquierda del Partido Socialista) parecían apoyarla totalmente. Para nosotros, el hecho de que el partido italiano no se adhiriese a la política de guerra del gobierno, negándose a darle su voto de confianza o a apoyar la financiación militar correspondiente, no bastaba. No tenía sentido afirmar esa línea y al mismo tiempo oponerse al sabotaje, que Lenin describiría más tarde como «transformación de la guerra entre Estados en guerra civil entre proletariado y burguesía». Mi posición, por lo tanto, no era exactamente que en Italia existieran las condiciones para librar una guerra armada contra el poder de las clases propietarias; sino más bien otra, mucho más amplia, que fue confirmada más tarde por el curso de la historia: a saber, que mientras la guerra se libraba en Europa nosotros podíamos y debíamos intensificar el conflicto revolucionario en los frentes más oportunos (esos que Lenin llamaría luego «el eslabón más débil de la cadena»). El conflicto se extendería sin duda a todos los demás países. El mencionado falso mérito del partido italiano, en su empeño por negarse a apoyar la guerra mientras que al mismo tiempo rechazaba el sabotaje revolucionario, fue más tarde invocado de manera espuria por Serrati y sus seguidores, cuando se opusieron a expulsar a la derecha reformista (que era, de hecho, tanto socialdemócrata como socialpatriota) durante la fundación de una nueva Internacional que pudiese redimir el vergonzoso fracaso de la Segunda (un resultado que yo había previsto en nombre de los socialistas de izquierda en el Congreso de Roma en febrero de 1916). Esto queda demostrado por el hecho de que el PSI se había negado a seguir el único camino estratégico que, desde que Lenin, de regreso a Rusia, articuló sus tesis clásicas en abril de 1917, cumplía las predicciones doctrinarias y los objetivos históricos del marxismo revolucionario. Desde un punto de vista histórico, lo que parece indiscutible es que si los delegados de la conferencia de Florencia hubieran decidido ir a votar, habrían apoyado la audaz tesis de torpedear de cualquier manera posible la política de guerra del Estado capitalista. Dado que las conclusiones de una consulta como la que proponíamos tendrían que haber implicado a los órganos centrales del partido, mi propuesta habría conducido -en un giro saludable- a aplicar en la práctica las medidas correctas. Pero no podíamos esperar que la dirección emprendiera tal curso de acción, pues ya se había negado a convocar en mayo de 1915 una huelga general contra los preparativos de guerra, tal como lo habíamos exigido; porque ya había levantado la consigna de «no apoyar ni sabotear»; y porque había tolerado, en un momento crucial de la guerra, que la bancada parlamentaria socialista siguiera a su líder, Turati, voceando la consigna chovinista: «Nuestra patria está en el Monte Grappa», comportamiento que no se diferenciaba del de los socialtraidores franceses y alemanes. Sigue leyendo

¿Qué paguen los ricos?

Panfleto del FOR-Fomento Obrero Revolucionario-, donde militaba Grandizo Munis, distribuido en España durante 1977 y reproducido en el boletín «Alarma», a propósito de la crisis.

Nosotros decimos tajantemente NO, porque esa consigna forma parte del arsenal de embaucos de una pseudo-izquierda cuyo propósito es reanudar el funcionamiento expansivo del sistema en que vivimos.

La expansión económica del capitalismo, sea privado, sea estatal, retiene al proletariado bajo una explotación creciente, y por lo tanto bajo su dictadura política.La lucha obrera tiene que enderezarse a terminar con la explotación y con la dictadura política. Por lo tanto, cualquier proyecto anti-crisis, o siquiera anti-depresión, caso actual, es reaccionario. El paro obrero y la compresión de los salarios resultantes de una disminución del crecimiento industrial, y en proporciones mucho mayores de las llamadas crisis de sobreproducción, los trabajadores tienen que combatirlos atacando directamente la estructura funcional de la explotación, no por reclamaciones que la revigoricen.

Trabajando, el obrero produce mercancías cuyo valor es superior a su salario. Ese valor excedente o plusvalía, es la explotación. En cuando el mismo obrero entra en paro, deja de ser explotado pero cae en la miseria. Esa cruda realidad del sistema actual, constante cualquiera sea su régimen político, sugiere espontáneamente el remedio: impedir el paro y la explotación. El valor superior a la paga de cada obrero y el de la clase toda, valor gigantesco que el capital se embolsa, gasta o utiliza a su capricho, ha de hacerlo pasar a manos de quienes lo crean. La producción sería entonces directamente para el consumo sin negocio y lejos de haber paro disminuiría las horas de trabajo al mismo tiempo que aumentaría los bienes de que cada uno dispone. Y en mayor proporción inversa menguarían aquellas y se multiplicarían estos incorporando al trabajo útil los millones de personas que cobran desempeñando funciones parasitarias, negativas unas, criminales otras. Asi pues, la regla general de nuestra lucha: debe ser:

MENOS TRABAJO Y MAYOR CONSUMO sin ningún parado

Por ahí se llegará, no a que los ricos paguen para poner en orden su economía y ser luego aún más ricos, sino a la apropiación de toda la riqueza por la clase trabajadora y en fin de cuentas por la sociedad.

El embuste demagógico «que paguen los ricos» salta a los ojos. Impuestos fiscales, Seguridad Social, o lo que sea, lo cargan a los gastos de producción y los que en definitiva pagan son los explotados».

Crisis capitalista, pandemia y el programa de la revolución

https://hacialavida.noblogs.org/files/2020/04/92246599_206950054068229_7995056667744010240_n.jpg

Extraído de Proletarixs en Revuelta (Autor Anónimo)

«El mismo Marx señaló que el sistema abstracto del desarrollo capitalista no bastaba para hacer ninguna predicción acerca del mundo real. Todas las crisis en el capitalismo deben ser explicadas a partir de las condiciones dadas, empíricas, “a partir del movimiento real de la producción, de la competencia y del crédito capitalista”. El análisis en términos del concepto de valor del desarrollo capitalista postula “la posibilidad de crisis por una simple consideración de la naturaleza general del Capital, sin considerar las relaciones reales y adicionales que forman las condiciones del proceso de producción real”».
(
Paul Mattick, “Marx y Keynes”, 1969)

El movimiento actual de la sociedad en general (hablamos del mundo entero) tiende a una descomposición de las tradicionales formas de dominación burguesa.
La paz social auspiciada por el crédito y el consumo de las últimas décadas hace tiempo que se ha visto quebrantada; el proletariado en distintas partes del globo ha ido accionando con fuerzas y debilidades, manifestándose en contra de sus condiciones de explotación, miseria y exclusión.

[…] La descomposición social del capitalismo llevará necesariamente a un enfrentamiento entre el proletariado y el Estado.
[…] Esta re-estructuración capitalista (que lleva a una movilización de todas las capas de la sociedad) siempre se hace a costa del proletariado y éste por débil que sea subjetivamente en su fase actual, no lo dejará sin pelear en defensa de sus vidas”.
(Periódico ‘Anarquía y Comunismo’ Nº3, “La vieja y olvidada lucha de clases”, 2015

 

Al parecer, la crisis capitalista comienza por fin a reventar. Lo trágico para nosotrxs, es que revienta en nuestras caras. Y es que, si bien la crisis era una especie de lugar común para lxs entendidxs en economía capitalista que solo confirmaba la existencia de sus propios límites y su estado de descomposición, hoy se nos presenta sobrepasando cualquier lección que se pudiera sacar de sus manuales, haciendo a todo el mundo cuestionarse sobre su propia época histórica ¿será una crisis pasajera o será acaso el principio del fin? ¿Podrá la humanidad sobreponerse a los números económicos e imponer sus necesidades, o se prestará nuevamente como carne de cañón para la reestructuración del mercado?

Según vemos, y como siempre, son muchas las preguntas y pocas las respuestas.

Para empezar, la crisis de valor propiamente dicha se veía venir desde hace ya bastantes años y, como decíamos, se había convertido en una amenaza constante, incluso se podría decir que ésta nunca se fue desde que en 2008 explotara bajo la famosa crisis de Lehman Brothers. Desde ahí en adelante los economistas no han dejado de lamentarse y convivir con el lento crecimiento económico. Y si bien hace ya un tiempo se hablaba de su importante profundidad histórica, su forma de presentarse en la realidad diaria no fue sino la misma con la que fue desplegado todo el aparato militar de los Estados hasta el día de hoy, de una forma solapada y subterránea solo perceptible para lxs más críticxs o paranoicxs, como una normalidad impuesta a fuerza de pura costumbre. De la misma forma como la guerra mundial permanente, el despliegue terrorista del imperialismo económico, se impuso como una normalidad en la guerra al terrorismo en sus versiones Al Qaeda e Isis. Y así la guerra en Siria, lxs miles de refugiadxs que escaparon hacia el viejo continente, el Brexit y los descalabros de la guerra comercial que al tiempo provocó el ascenso de la economía China. El desarrollo productivo de esta última en cuanto a tecnología y a su ejército de proletarixs asalariadxs terminó de trastocar el “turbulento” panorama mundial, su mapa comercial y las viejas alianzas de la burguesía, a la vez que aceleró la volatilidad económica por la invasión de sus baratijas.

Todo esto se mostraba posible y próximo, pues como dice la vieja teoría marxista, solo el trabajo vivo crea valor; solo con relación a éste puede desplegarse el crédito y el capital financiero, y dado que la competencia capitalista expulsa de su seno a una siempre creciente masa de proletarixs remplazándolos por máquinas, era solo cosa de tiempo para que este sistema social se mostrara insostenible e incapaz de mantener las ganancias de la clase dominante. Las mieles del capitalismo parecían cada vez solo una rancia e insípida sustancia artificial.

En medio de este panorama (y aunque no se viera venir, dada la normalización cotidiana de la catástrofe) fue tomando fuerza la revuelta en Irán, Francia y China, pasó por Ecuador y terminó por reventar en este país en octubre pasado, salpicando por todos lados la miseria acumulada bajo la burbuja crediticia. En nuestro caso, se expresó como una fértil y alegre primavera que se extendió hasta el verano; llena de esperanzas y fraternidad, tanta que no dejaba de atemorizar el solo imaginar como se cobrarían aquellos hermosos actos de soberbia e irrespetuosidad proletaria sobre un futuro deplorable; desde ahí entendimos que efectivamente ya no había vuelta atrás. Los meses que siguieron y la vuelta en marzo no dejó de afirmar nuestra comprensión, sobre todo con las caóticas manifestaciones desde el Partido del Orden y su incapacidad de encuadrar el proceso.

O así lo pensábamos. Tras la segunda semana de marzo donde el proletariado realizó una importante demostración de fuerzas, el Estado juega su as bajo la manga declarando el Estado de catástrofe y luego el toque de queda. Si bien la posible llegada de la pandemia al país era ya sabida desde finales de 2019, el Gobierno de Piñera, abalado por todo su set de coalición y oposición, optó criminal y oportunistamente por poner manos en el asunto en marzo como respuesta a la coyuntura social, legitimando el despliegue policial y militar por todo el territorio bajo la excusa de su dictadura sanitaria. Sigue leyendo

¿Colapso del sistema capitalista? [Algunas notas sobre los acontecimientos actuales]

Extraído del boletín Contra la Contra #3

Desde el año 2019 la economía mundial ha venido dando señas de desaceleración, augurando una inminente crisis para este 2020. Si esto no fuera suficiente, desde principios de este año se ha agudizado la guerra comercial por el precio del petróleo, fraguada entre EEUU y Rusia, desembocando en la caída estrepitosa del precio del crudo, beneficiando con esto a los países que tienen las suficientes reservas (Rusia y Arabia Saudita) para amoldar su producción a los precios bajos. Por otro lado, el brote de la nueva sepa de coronavirus “Covid-19”, que ha ocasionó estragos en China desde fines del año pasado, ha rebasado fronteras y ha impactado en el resto del mundo, con ello, la inminente crisis económica no ha hecho sino adelantarse. La economía mundial ya está en plena crisis, los gestores del poder están pendientes a los grandes rescates financieros, la burguesía comienza a cerrar fábricas y despedir empleados tomando como pretexto la dichosa “cuarentena”. El desastre es inminente.

No obstante, es importante saber que las pérdidas monetarias no significan la caída del sistema capitalista. El capitalismo buscará en todo momento reestructurarse con base en medidas de austeridad impuestas a los proletarios para paliar todas las catastróficas consecuencias que traerá consigo[1]. Y esto se debe a que los “golpes” que ha sufrido el capitalismo a causa de estos fenómenos, son simplemente pérdidas en su tasa de ganancia, pero tales pérdidas no alteran en lo absoluto su estructura y esencia, es decir las relaciones sociales que le posibilitan seguir en pie: mercancía, valor, mercado, explotación y trabajo asalariado. De hecho, es en estas situaciones cuando el capital reafirma más sus necesidades: sacrificar a millones de seres humanos a favor de los intereses económicos, haciendo que la polarización entre clases sociales se agudice y revelando con más fuerza en qué posición se encuentra la clase dominante, la cual realiza todos los esfuerzos a su alcance para preservar este estado de cosas.

Y no es que la burguesía “haya planeado con antelación toda esta situación en torno a la pandemia para beneficiarse” (como rezan los conspiranoicos) al permitir que el sector más vulnerable (los ancianos) fallezca en los hospitales, en sus casas o hasta en la calle… y así ahorrarse millonarias cantidades de dinero en pagar pensiones. Esta situación, así como muchas otras, solo se dio como una maniobra oportuna que el momento exigía. Las cuestiones geopolíticas, de competición de mercados y de guerra mediática que puedan resultar de esto, son solo la consecuencia, más nunca la causa de lo que va configurándose.

Es evidente que toda esta situación que ha ganado terreno mundialmente aún yace en una fase temprana, pues las carencias y desabasto que afrontan los hospitales y las casas funerarias, rebasados en capacidad, son solo la punta del iceberg, pues aún falta ver los efectos de la escasez de alimentos y el desempleo cuando todo llegue a tope, en resumen, los efectos más adversos están aún por ocurrir. Sigue leyendo

HERIDAS INTERNACIONALES

En los últimos años de aguda crisis capitalista las protestas se multiplicaron alrededor del mundo. Esto trajo aparejado un marcado aumento de la violencia por parte de las fuerzas armadas de la burguesía, generando lesiones graves, discapacidades y muerte a los manifestantes. En un contexto de conflicto creciente, frente a una vida que se ve pauperizada cotidianamente, el armamento antidisturbios toma una importancia central para los Estados.

Se desarrollaron tecnologías represivas que, según sus propios estándares asesinos, se clasifican como “no letales”. No hay nada casual. Por dar un ejemplo, en Argentina hace relativamente poco comenzó a introducirse cada día más la recomendación de las pistolas táser, para reprimir en lugares públicos donde accionar un arma sería, según la lógica del Estado, un acto “irracional”.

A la hora de atacarnos la burguesía actúa como una fuerza internacional, al contrario de los nacionalismos, regionalismos y ¡hasta localismos! que muchas veces cargamos los proletarios en lucha. Comprender la dimensión internacional del conflicto nos ayuda a combatir las limitaciones que nos impiden accionar desde una perspectiva que no se restrinja al lugar donde vivimos.

Del mismo modo, hablamos de proletariado o burguesía porque nos parecen categorías precisas, mientras otros rebeldes prefieren hablar de pueblo y élite. No nos preocupan tanto las terminologías, pero sí nos importa comprender la dimensión de clase de este conflicto mundial, y del antagonismo que hay entre estos dos sujetos. Por motivos de este tipo es que insistimos en hablar de capitalismo y no simplemente de neoliberalismo.

Para mantener la aplastante normalidad del Capital, la burguesía recurre a palos y balas de distintos tipos, numerosos y diversos agentes químicos irritantes a los que solemos llamar sencillamente gases lacrimógenos, camiones hidrantes, granadas de aturdimiento, dispositivos acústicos de largo alcance y armas de energía dirigida. Y claro, sus mercenarios, sin los cuales todo este armamento no podría funcionar. Con acuerdos y desacuerdos en matices, los órganos internacionales del Capital mantienen un esmero incesante en términos represivos. Sigue leyendo

Oleada mundial de revueltas y situación revolucionaria

Este texto es un intento de profundizar la comprensión de la fase actual de la lucha de clases y al mismo tiempo es una expresión de cómo este esfuerzo es el resultado de la comunicación y discusión internacional que están haciendo minorías del proletariado en diferentes latitudes del mundo.

1) Creemos que estamos viviendo un período bisagra que acaba con el fuerte período de reflujo que se vivió en la década de los noventa del siglo XX. Período anticipado por las luchas del 2001 en Argentina, Ecuador, Bolivia, 2006 en Oaxaca, 2008 las revueltas por el hambre, hasta el 2011 mundial y su continuación en el 2013 en Brasil y Turquía.

2) Nos parece importante diferenciar entre la entrada en un período histórico de revolución social y que estemos ante situaciones revolucionarias. Creemos que estamos en el inicio de lo primero pero falta aún mucho para lo segundo. Es decir la crisis cada vez más fuerte del capitalismo, el desarrollo de cada vez más humanidad superflua, la crisis de la valorización, etc. van a obligar a los proletarios a luchar en defensa de sus condiciones de vida y a activar luchas cada vez más contundentes y radicales. En este sentido vivimos el inicio de un proceso de polarización social a nivel mundial.

3) Estas luchas tienen un carácter sincrónico y mundial. Tienden a alimentarse unas con otras y la dinámica será cada vez más ésta.

4) Pero estamos ante una oleada de revueltas, rebeliones, etc. No son revoluciones o situaciones revolucionarias donde podamos invertir la praxis del capital, donde estemos en disposición de desarrollar un ataque al capital y a sus relaciones sociales para poder imponer en alguna región del mundo la dictadura del proletariado contra el capital y el Estado. En nuestra opinión aún falta mucho para esto.

5) Por eso hay que leer lo que está sucediendo no como una fotografía sino como una película que conocerá flujos y reflujos. Pero es una película cuya trama es la de la polarización social cada vez más intensa y concentrada. El desarrollo de bloques sociales cada vez más  antagónicos.

6) Pensarlo como una película y no como una fotografía nos ayuda a pensar la dinámica en curso y que una de las tareas más importantes que tenemos minorías como las nuestras son las de la clarificación programática a través del estudio de las lecciones del pasado, la de la coordinación y comunicación internacional entre diferentes grupos… Este tipo de cuestiones son decisivas. Hoy no se trata de realizar una insurrección victoriosa que acabe con el capital en los lugares más avanzados de la revuelta en curso (Chile e Irak) sino tratar de desarrollar al máximo los niveles de autoorganización y autonomía de clase tal y como existen (y que son una repetición fractal, impresionante, de las revueltas y revoluciones del pasado, ver las imágenes de la Plaza Tahrir en Bagdad es algo increíble) y sobre todo realizar una defensa intransigente de nuestras posiciones comunistas y anárquicas, por ejemplo en Chile la crítica a la asamblea constituyente.

7) La defensa de estas posiciones será decisiva de cara a los procesos futuros venideros. Creemos que estamos en el inicio de un período histórico que irá radicalizándose cada vez más y se irá internacionalizando también con más fuerza. Por eso nos repetimos tanto en que es importante como pensamos la dinámica en curso como una película y no como una fotografía, como decíamos más arriba. No se trata de obsesionarse ahora por la insurrección o por los reflujos de los procesos que se viven y se van a vivir necesariamente, como en Ecuador, sino pensar la dinámica en curso, y esta dinámica es revolucionaria, es hacia niveles de antagonismo social cada vez más intensos.

8) En este sentido, sí, creemos que estamos en el inicio de una nueva época de revolución social. Una  época caracterizada aún solo por revueltas y rebeliones y aún no por situaciones revolucionarias en medio mundo como sucedió hace cien años, en 1919. Estamos en el inicio de una época de revolución social y de oleada revolucionaria como la que atravesó el mundo de 1910 a 1937 (sobre todo de 1917 a 1921) o de 1968 a 1980. Y esta oleada va a continuar y desarrollarse con cada vez más fuerza.

9) Como decíamos más arriba un aspecto que destaca de la actual oleada es la enorme extensión de la sincronización internacional de las revueltas en curso. Por eso creemos que podemos afirmar que la tendencia a la internacionalización de las luchas por parte del proletariado mundial será cada vez más fuerte. Es muy emblemático pensar la actual sincronía en relación a los inicios de las oleadas revolucionarias anteriores, en 1917 o 1968. Sin duda este es uno de los elementos más destacados e importantes del actual seísmo de la lucha de clases. Contra todos los negadores del internacionalismo, la lucha del proletariado será cada vez más internacional.

10) Lo más importante ahora es como se pueden dar las líneas asintóticas que comuniquen el aprendizaje revolucionario del proletariado en lucha y las lecciones programáticas del pasado llevado a cabo por minorías. Es decir como el proletariado se puede constituir en clase, en partido, ir alcanzando una claridad, a partir de su propia experiencia, que le lleve a desplegar su antagonismo contra el capital y

el valor en sus múltiples formas. Y para eso es fundamental el papel de minorías como las nuestras, como parte de la clase, nuestra participación en los momentos de las barricadas pero también en los momentos de balance, en el flujo de la lucha de clases pero también en

los reflujos que se sucederán. Por eso iniciativas como las que estáis haciendo allá son tan importantes. ¿Cuál es el papel que podemos tener las minorías revolucionarias? Es sin duda uno de los aspectos más débiles en que nos encontramos en esta nueva oleada de lucha de clases internacional. Concretamente esto significa como podemos reforzar la centralización y el debate en torno a posiciones, de experiencias, de balances… entre los diferentes grupos de las comunidades de lucha en los que tienden a organizarse los proletarios revolucionarios e internacionalistas. Y esto implica, en última instancia, fortalecer el papel de la teoría revolucionaria a la hora de saber cuál es la naturaleza del capital para romper con él, el reconocimiento del hilo discontinuo de la historia de nuestra clase y de las lecciones que se pueden extraer de las revoluciones y contrarrevoluciones del pasado y ahondar y profundizar en el papel que las minorías podemos tener desde dentro de los movimientos de clase actuales y futuros en criticar las debilidades de nuestra clase y tratar de impulsar adelante los movimientos prácticos y la clarificación en torno a los objetivos generales e históricos del proletariado. Estos aspectos nos parecen decisivos hoy.

11) Siempre hemos insistído en que nos parece muy importante tratar de analizar las relaciones de fuerza entre las clases. En última instancia un período de contrarrevolución es una época marcada por la paz social y el triunfo absoluto del capital. Son los tiempos normales del capital, de su fetichismo mercantil y de su lógica democrática. Períodos que fueron interrumpidos por períodos de lucha de clases intensos, como las oleadas revolucionarias que mencionábamos más arriba. Por eso, sí, creemos que estamos saliendo de un período de contrarrevolución y de reflujo social intenso como el de la década de los noventa. Ahora bien no existe una línea de demarcación neta entre revolución y contrarrevolución, sobre todo hay que saber que la revolución convive siempre con la contrarrevolución, que las luchas actuales despiertan la contrarrevolución por doquier por parte de la burguesía.

12) Dicho esto es muy importante como los revolucionarios analizamos las épocas de contrarrevolución para distinguirla de la actual. Como decíamos estamos ante el inicio de una época bisagra que deja atrás la fase de reflujo contrarrevolucionario de la década de los noventa. Período que ya fue anticipado con toda una serie de luchas a principios de siglo y sobre todo en el 2008-2013. En cualquier caso, la contrarrevolución de la década de los noventa, que nunca fue absoluta, se puede ver en como se debilitó la perspectiva de superar el capitalismo a través de un proceso revolucionario que coadyuvase a la consecución de la comunidad humana frente a las sociedades de clase. Este es el elemento principal de la contrarrevolución de los noventa y que todavía ondea como una pesada sombra sobre las debilidades de nuestra clase en las luchas actuales. En cualquier caso, no creemos que se pueda comparar el reflujo de los noventa con el que se inauguró a finales de los años veinte y en la década de los treinta del siglo XX, cuando era «media noche en el siglo», y la contrarrevolución se afirmó a través de los regímenes gemelos del fascismo, el estalinismo y los New Deal socialdemócratas. Contrarrevolución que redujo a algunos puñados de minorías aisladas las estructuras proletarias y de clase de la oleada revolucionaria anterior.

13) En fin, nos es muy útil este tipo de correspondencia, para poder aclararnos comúnmente. Esperamos poder haber aclarado algo, nos parece, en definitiva, que estamos solo en el inicio de una nueva época histórica marcada por la revolución social, por la polarización social que despertará antagonismos entre las clases cada vez más fuertes y virulentos. Este es el terreno fértil para que nuestra clase se construya como partido, clarificando su perspectiva histórica: su negación como clase para negar el capital y sus relaciones sociales. Pero para eso aún queda bastante, como decía Marx tras una primera oleada europea de luchas internacionales que él vivió (la de 1848): “Mientras nosotros le decimos a los obreros: tienen que atravesar 15, 20, 25 años de guerras civiles para cambiar la situación y prepararse ustedes mismos para ejercer el poder, se les dice: tenemos que tomar el poder de inmediato, o nos podemos ir a dormir».

Barbaria – Enero 2020