[Octavilla] No nos callarán. Hablaremos por nuestros muertos.

No. Lo sabemos bien. Los centenares de muertos y desaparecidos no son producto de la naturaleza descontrolada. No es el resultado de una fatalidad ante la que nada se podía hacer.

No nos contentamos con la explicación “meteorológica”, los litros caídos, los ríos desbordadosLas causas son profundas, tienen que ver con los fundamentos del capitalismo: cómo hacina a los trabajadores en zonas marginales y de menor renta de las ciudades para mejor explotarlos, o cómo protege y privilegia la actividad productiva y comercial, sin importarle dejar a todas las personas desprotegidas, al albur de su suerte en medio del temporal.

También están sus “gestores”, diferentes perros con el mismo collar. En esta ocasión, estos mierdas, estos donnadie, se llamen Mazón o Sánchez, más algún Borbón, suman a sus títulos habituales de lacayos el ser responsables de las muertes y la tragedia vivida. No nos olvidaremos de sus nombres, y en la primera ocasión se lo haremos pagar.

MOTIVOS DE LA MASACRE

Entre los elementos que propician la masacre, que en otro tipo de sistema social podría haberse evitado, se encuentran el desarrollismo y la construcción absurda y desaforada, que es la forma que tiene el capital de acercar a los trabajadores a las urbes donde se concentra el trabajo y el consumo, sin importar dónde y cómo se construyó, con calidades ínfimas y en espacios naturales por donde el agua y los ríos han fluido siempre naturalmente. También está la tendencia catastrófica a que nos conduce el capitalismo con el cambio climático, porque aunque la gota fría ha existido siempre en estas regiones, las elevadas temperaturas del mar Mediterráneo debidas al calentamiento climático hacen que la intensidad y la frecuencia de las lluvias torrenciales sean cada vez mayores. La falta de prevención también ha formado parte de la masacre, una de las partes más crueles y al mismo tiempo que más evidencia las prioridades de todos los Estados en el capitalismo: que los proletarios vayan a trabajar, que sus hijos vayan a la escuela y que el mundo de la mercancía y el valor no se altere, caiga quien caiga.

Y una vez consumado el crimen, se remata con el caos en la atención a las víctimas, sin apenas ayuda estatal hasta el 5º día y poniendo trabas a la autoorganización. El Estado deja a las claras que su función no es el “cuidado” de la gente sino el cuidado del mundo del dinero,

de la mercancía y de las clases dominantes, y en cualquier caso el control y la represión de cualquier intento de organización desde abajo, de la solidaridad humana.

AUTOORGANIZACIÓN ESPONTÁNEA

El capital y sus medios no se cansan de repetir que los seres humanos somos egoístas por naturaleza. Quieren poner en nosotros lo que ellos son, lo que su sistema de explotación, su sistema de clase, representa.

Lo que no van a poder ocultar es la acción solidaria y la autoorganización de la gente en medio de la tragedia frente a la brutalidad de un sistema que odia la vida. Contrariamente a lo que predican, hemos visto miles de hombres y mujeres ofrecer su ayuda desinteresada y apasionada en las zonas afectadas. No pueden soportar ver cómo en los pueblos y ciudades la gente se organiza para satisfacer sus necesidades sin esperar a que el Estado haya dado la voz de mando. Esto es lo que les asusta: que no suene la caja registradora, que muchas mercancías se hayan convertido en valor de uso, para ser disfrutadas sin ser compradas. Los capitalistas y sus medios de comunicación, esa carroña servil y bien pagada, han salido rápidamente a denunciar el robo y el saqueo de sus propiedades. El Estado solo aparece para defender a sangre y fuego la propiedad privada.

¿ESTO NOS PASA POR UN GOBIERNO FACHA?

A estas alturas la respuesta es obvia, esto nos pasa por vivir bajo la bota del sistema capitalista, sean sus gestores políticos de derechas o de izquierda.

Quienes ahora convocan manifestaciones contra el gobierno “facha” de la Generalitat desde la izquierda del capital son oportunistas que tratan de sacar rédito político de nuestros muertos, de nuestra miseria. Tanto partidos políticos de izquierda como sindicatos son igualmente culpables y responsables de fomentar y gestionar un desarrollismo desaforado, de espaldas al territorio natural, en el que lo único importante es acumular capital y extraer plusvalía a costa del proletariado. Ambos son los intermediarios necesarios tanto política como ideológicamente, fomentando la ilusión de que este sistema se puede reformar y hacerlo más “humano”. No se les puede pedir que sean otra cosa que lo que son.

Toca llorar a los seres queridos desaparecidos, recuperar sus cuerpos, dar digna sepultura a los fallecidos. Toca también apretar los puños y los dientes. Pero por encima del aluvión de sentimientos, toca comprender en profundidad las causas reales que han provocado la tragedia. Lo esencial es que el capitalismo no puede parar la actividad, los trabajadores deben producir en sus puestos de trabajo, y los “ciudadanos” consumir las mercancías producidas. La rueda de la valorización capitalista no puede ser parada, al precio que sea, incluso convirtiendo los pueblos en inmensas ratoneras.

Ante tanto dolor, tanto sufrimiento, reconforta ver la solidaridad que se ha extendido por todos los sitios. Por fuera del Estado y todo tipo de administraciones, las personas se reconocen como iguales, como hermanos en la desgracia. Necesitamos focalizar bien esta energía. Vienen días complicados, en los que a la impotencia ante tanta destrucción se añadirá la acción de todos los sostenedores del sistema, desde la extrema derecha con sus soluciones “nacionales” y racistas, enarbolando un supuesto “pueblo” que nos engloba a todos, a la extrema izquierda, con “nuevas” propuestas de reformas “radicales” y su acoso a la derecha.

Pero hay otra opción. Llevar la reflexión a nuestro entorno, en el trabajo, en clase, entre amigos y familiares. La tragedia nos concierne en lo que somos como proletariado, no importa de qué sector. Discutir a fondo las causas reales, situando el análisis sobre las leyes capitalistas en el centro del debate. No hay medias tintas, no hay soluciones intermedias. Todo lo que no sea atacar de raíz al sistema capitalista es perpetuar sus efectos devastadores en todas y cada una de sus manifestaciones.

El barro será limpiado, los coches y mobiliario retirado. Ojalá de ahí emerja una nueva conciencia de clase que honre a todos los muertos, actuales y pasados, que grite a nuestros enemigos, toda esa cohorte de politicastros, policías, empresarios y mendigos del sistema capitalista, que lo que queremos es una comunidad sin capital, sin dinero ni mercancías, sin Estado. Que queremos el comunismo.

Porque a nosotros no nos callarán, nosotros hablaremos por nuestros muertos.

Grupo Barbaria – Noviembre 2024

Venezuela 2024: pugna interburguesa, democrática y “soberana” donde las masas populares se movilizan como carne de cañón

Pugna Interburguesa. Porque, más allá de un fraude electoral, es una lucha por el poder estatal entre dos fracciones burguesas. Por un lado, la fracción de izquierda del Capital: la burguesía burocrática, la burguesía bolivariana o “boliburguesía”, representada por el Partido Socialista Unido de Venezuela–PSUV del presidente Nicolás Maduro (sí, lectores: la Venezuela chavista nunca ha sido “comunista”, siempre ha sido capitalista). Por otro lado, la fracción de derecha del Capital: la burguesía empresarial o tradicional, la burguesía industrial, financiera y agroexportadora, representada por la Plataforma Unitaria Democrática–PUD y su candidato presidencial Edmundo González junto con la líder de la oposición María Corina Machado, quienes se declaran triunfadores de estas últimas elecciones.

Democrática. Porque lo único que realmente está en disputa hoy en Venezuela es cuál de las dos fracciones burguesas gestiona políticamente desde el Estado la dictadura democrática del Capital y su crisis. La fracción burguesa burocrática o de izquierda (Maduro, Cabello y compañía) acusa de “golpista” y “fascista” a la fracción burguesa empresarial o de derecha (González, Machado y compañía); mientras que ésta, acusa de “dictatorial” a aquélla. En suma, ambas fracciones se acusan de “anti-democráticas”. Tales discursos políticos en conflicto son los que se repiten ad náuseam en los medios de comunicación internacionales… Se trata de un falso antagonismo, porque en realidad la democracia es la dictadura social del Capital y, por tanto, de toda la burguesía sobre todo el proletariado, ya que en democracia éste tiene la “libertad” de ser explotado o morirse de hambre y la “libertad” de votar por sus amos políticos cada tantos años. En las protestas actuales no se está cuestionando esta premisa real. Al contrario, aquí la única ganadora es y será la dictadura social capitalista llamada democracia. Lo único que está en disputa es cuál de las dos fracciones burguesas la gestiona políticamente desde el Estado, con el apoyo de movilizaciones populares en las calles.

“Soberana”. Porque también está en juego la “soberanía” de Venezuela dentro de las disputas inter-imperialistas actuales. Sin duda, a EE.UU. en tanto que potencia imperialista occidental le interesa derrocar al gobierno de Maduro a fin de obtener una mejor tajada de petróleo en el mercado mundial. Para lo cual, apoya a la fracción derechista, empresarial y mafiosa de González-Machado y a otras fuerzas reaccionarias emergentes como los carteles narcoterroristas venezolanos (Tren del Llano, Tren de Aragua, etc.), quienes en conjunto llaman a “respetar la soberanía popular expresada en las urnas”. Por su parte, la fracción izquierdista, burocrática y mafiosa de Maduro-Cabello tiene una posición “antiimperialista”, “soberana” y “popular” sólo contra EE.UU., Israel, “la derecha golpista” y las “guarimbas”, pero no contra el imperialismo de China, Rusia e Irán, a quienes considera sus “aliados”, cuando en realidad son sus patrones internacionales que también ambicionan controlar totalmente su petróleo. Así como Palestina hoy es el epicentro de la guerra imperialista en Medio Oriente, así mismo Venezuela mañana podría ser el epicentro de una guerra imperialista en “el patio trasero” de EE.UU…. y de China.

Las masas populares movilizadas como carne de cañón. Porque tanto los trabajadores y los “marginales” como la “clase media” empobrecida y los pequeños propietarios que hoy están protestando y enfrentándose en las calles de Caracas se mezclan y confunden en esa masa interclasista llamada “pueblo”. Donde los trabajadores no están luchando por sus propios intereses materiales con independencia y antagonismo de clase, sino que están luchando por los intereses materiales de sus patrones de izquierda —“el pueblo chavista”, cada vez venido a menos— y de sus patrones de derecha —muchos gritan en las calles “¡Edmundo presidente!”—. Por eso son carne de cañón de esta pugna interburguesa. Obviamente, los trabajadores y el “pueblo” están cansados de tanta miseria económica y represión estatal en Venezuela. Pero no comprenden que la causa real de esa miseria no es “la dictadura comunista de Maduro” ni tampoco “el bloqueo económico de EE.UU.”, sino la crisis catastrófica del capitalismo a escala mundial. Por eso la oposición derechista está capitalizando políticamente este descontento popular generalizado y, gracias a ello, es posible que esta vez sí derrote al desgastado régimen chavista, a diferencia de en las elecciones y las protestas de la década pasada. En ese caso, no habrá fracasado el “comunismo” —inexistente en Venezuela—, sino la gestión estatista o socialdemócrata del capitalismo en crisis llamada “socialismo del siglo XXI”. Pero la explotación y la opresión de la clase capitalista sobre la clase trabajadora continuarán, al igual que la miseria.

Un ejemplo sudamericano de la catástrofe y la contrarrevolución capitalistas a escala mundial. Porque la crisis económica, política y social en Venezuela hoy es sólo un ejemplo particular localizado de la crisis capitalista general en todo el mundo: desde Haití hasta Palestina y Kenia están peor que Venezuela. Por lo tanto, el problema no es tal o cual gobierno de tal o cual país, el problema es el capitalismo mundial y su catástrofe actual. Por otro lado, un período histórico-mundial de carácter contrarrevolucionario como lo es el presente se caracteriza, en términos de lucha de clases, precisamente por pugnas interburguesas como esta, protestas democráticas e incluso revueltas e insurrecciones populares; pero, no por ello deja de ser un período contrarrevolucionario donde la burguesía mundial se encuentra a la ofensiva y sigue teniendo la sartén por el mango. No toda movilización de masas es revolucionaria, también existen movilizaciones reaccionarias de derecha y de izquierda como esta.

Por lo expuesto, la posición de los verdaderos comunistas o proletarios revolucionarios de todas partes frente a Venezuela hoy sólo puede ser: Ni chavismo ni oposición ni intervención imperialista. Acción directa, independiente e internacionalista del proletariado por sus propios intereses materiales hasta destruir y superar el Capital, el Estado, el mercado, la democracia, la nación y la sociedad de clases, mediante la producción de relaciones sociales realmente comunistas entre los individuos de diversos territorios. Ese y sólo ese sería un poder revolucionario para sepultar el capitalismo y la contrarrevolución. Siendo conscientes de que esto no ocurrirá sino hasta que el proletariado de la región venezolana y de todo el mundo aprenda por sí mismo que si sigue luchando por tal o cual fracción de la burguesía está condenado a seguir derrotado y bajo su dictadura democrática y “soberana”. Tarde o temprano, la explotación, la miseria, la opresión y la lucha de clase lo empujarán a ello.

Proletarios Hartos de Serlo

Quito, agosto de 2024

NO SOMOS «CAPITAL HUMANO»

Una de las innovaciones del actual gobierno argentino fue la designación del Ministerio de Capital Humano que significó la integración de los antiguos Ministerios de Trabajo, Educación, Desarrollo Social y Cultura. Inicialmente también incluía el de Salud, aunque quedó finalmente fuera. El Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad fue suprimido, conservando únicamente una Subsecretaría de Protección contra la Violencia de Género, transferida posteriormente al Ministerio de Justicia para ser disuelta.

La noción de capital humano sobre la que se basa la creación del Ministerio homónimo tiene como punto de partida la concepción burguesa sobre la inexistencia de clases sociales. Como veremos, subyace la idea de que todos seríamos capitalistas.

La apología del Capital, de los capitalistas y del capitalismo en general, es difundida necesariamente desde todos los gobiernos. En este caso es llevada a cabo desde una visión abiertamente liberal y en un contexto particular del mercado laboral, lo cual invita a otro tipo de críticas y volver sobre algunas cuestiones fundamentales.

 ¿Qué es?

En el programa de La Libertad Avanza (LLA) de cara a las elecciones presidenciales de 2023 podemos leer: «El capital humano de una persona es el valor de todos los beneficios futuros que se espera obtener de ella con su trabajo en el transcurso de la vida productiva». Y más adelante afirman: «es el conjunto de habilidades, aptitudes, experiencias y conocimientos de cada persona, imprescindible para la economía de un país, invirtiendo en él se aumenta la productividad y se impulsa el progreso tecnológico, además de los múltiples beneficios que se obtienen en otras áreas como las sociales o científicas.»

Estas definiciones deben mucho a la llamada teoría del capital humano (TCH), desarrollada principalmente por los economistas estadounidenses Schultz y Becker desde la década de 1960. El primero de estos estableció que los factores de producción decisivos para el incrementar el bienestar de los pobres son el mejoramiento de la calidad de la población, los adelantos en el conocimiento y el desarrollo de habilidades. Posteriormente Becker, sistematizador de los aportes de Schultz, desarrolló formalmente la TCH en su libro Human capital. Su idea básica fue considerar la educación y la formación como inversiones racionales con el fin de incrementar la eficiencia productiva y los ingresos de individuos, empresas y Estados. Supuso además que el individuo, en tanto que “agente económico”, en el momento que toma la decisión de invertir o no en su educación, arbitra entre los costos de la inversión (por ejemplo, el costo de oportunidad –salario que deja de percibir por estar estudiando– y los costos directos, es decir, los gastos de estudios) y los beneficios que obtendrá en el futuro, si continúa avanzando en su formación.

De acuerdo a la perspectiva de estos autores y otros estudios posteriores, gran parte del crecimiento económico de las sociedades occidentales podría explicarse si se introduce una variable llamada capital humano, correlacionada con el nivel de formación especializada que tienen los agentes económicos o individuos de una sociedad. Sin embargo, parece ser al revés, ellos consideran el desarrollo como producto de la formación y no la formación como un producto, una necesidad, del desarrollo.

Desde la tribuna liberal insisten con la importancia de la educación para el progreso de la nación y el mantenimiento de la sociedad de clases. Cualquier parecido con otras formas de liberalismo “progre” no es mera coincidencia, es muy similar a la idea de transformar la sociedad a través de la educación, sin comprender que la educación es producida y transformada por las necesidades capitalistas de la sociedad. Y la adaptación del contenido educativo de acuerdo a las fluctuantes necesidades del Capital en cuanto a las características de la fuerza de trabajo a explotar ha requerido siempre del Estado. De hecho, el nivel educativo local ha caído tan bajo que la iniciativa más clara de la Secretaría de Educación actual es un plan de alfabetización nacional. Sigue leyendo

CATÁSTROFE CAPITALISTA Y TEORÍA REVOLUCIONARIA

A lo largo de estas líneas queremos explicitar el esquema general que preside nuestra concepción del proceso revolucionario y que está germinando ya a partir de las contradicciones del capitalismo. Las bases de esta concepción residen, cómo no, en las bases del materialismo histórico, pero queremos centrarnos en lo desarrollado por un importante texto de la izquierda italiana de 1951, Teoría y acción en la doctrina marxista, un texto en el que se desarrolla el esquema de la inversión de la praxis al que hemos aludido en algunas de nuestras aportaciones. Para ello, además, haremos uso de numerosos textos de los compañeros de n+1, que son los que mejor han ido desarrollando las implicaciones teóricas y prácticas de este esquema.

Visiones gradualistas de la revolución

La perspectiva que existe generalmente de la revolución es diametralmente opuesta a la que defenderemos aquí. La podemos resumir como sigue: se trata de una concepción que parte de una visión cultural y voluntarista según la cual las revoluciones, los movimientos, las luchas y los partidos se hacen gracias a la inteligencia y la voluntad humana. De ahí se desarrolla una visión que le da mucha importancia al activismo inmediato por parte de los militantes, que son los que crean las condiciones que hacen posible la revolución a través de la creación de nuevas instituciones que nacen del activismo. De esta concepción nace la idea de que hay que ser lo suficientemente inteligente como para adecuar las alianzas, los frentes, las tácticas y los programas a las variaciones que viven las situaciones contingentes. Este tipo de teorías se presentan en un abanico amplio de corrientes que, más allá de sus diferencias, coinciden en una aproximación voluntarista de la idea de la revolución. Se trata de una idea del cambio social radical que se hace gracias a minorías que logran arrastrar y educar a las masas hacia la toma del poder. Pueden variar las tácticas que se aplican, pero estalinistas, trotskistas y anarquistas, más allá de sus indudables diferencias teóricas y estratégicas, comparten este esquema de fondo de tipo voluntarista. Sigue leyendo

CONTRA EL LIBERALISMO Y SUS FALSOS CRÍTICOS

Boletín La Oveja Negra #83

Genera revuelo e incomodidad, cuando no bronca y asco, la presencia de lo que podríamos denominar apresuradamente “derecha liberal” en Argentina. Nos referimos a Milei y los partidarios de “La libertad avanza”, a los youtubers reaccionarios que mezclan economía con burlas antifeministas. De manera bastante peculiar, las premisas liberales se combinan con críticas reaccionarias sobre debates actuales, como por ejemplo la cuestión del aborto. Así, ciertos defensores de un liberalismo extremo se han ido vinculando directa o indirectamente con otros sectores que versan más expresamente sobre cuestiones como el nacionalismo, la familia, la “ideología de género”, el “marxismo cultural”, todo con una buena dosis de conspiracionismo.

Los voceros de este fenómeno polemizan sobre cuestiones económicas presentándose como “expertos”, repitiendo sin cesar sus preconceptos morales, políticos y culturales, sin los cuales sus teorías económicas pierden sentido. Defienden nociones respecto del individuo, la propiedad privada y la libertad que buscan traficar por naturales a la humanidad. De este modo, abren paso a toda una concepción ideológica sobre la sociedad que se traduce en afirmaciones como: «el pobre es pobre porque quiere», «el patrón es el que más arriesga», etc., etc. Las respuestas no son mejores, una diputada del FITU calificó a Milei de «vago» por no hacer su trabajo parlamentario como ella considera debería hacerse.

Frente a la situación social de ajuste permanente que estamos viviendo, con una inflación y devaluación desmesuradas, precios de los alquileres incontrolables, salarios reales totalmente a la baja, pobreza, desempleo y precarización crecientes, las políticas económicas son presentadas como responsables y a la vez posibles salvadoras. Los economistas liberales ponen la vara bien alta, hablan de un verdadero ajuste, de reducir bruscamente el gasto público, acusan de comunista al gobierno, así como también a los “tibios” de la oposición mayoritaria. Quienes gobiernan se limitan a evitar que la situación estalle, y se nutren de sus detractores liberales para presentarse como benévolos mientras ajustan progresivamente. El ajuste brutal liberal promete dinamizar la economía y un gran despegue nacional. Pero su imposibilidad no remite únicamente al temor de un nuevo estallido social, sino a que no existe un verdadero interés o una salida clara en términos productivos que permita a la burguesía revertir la situación (ni siquiera con una nueva alza del precio de los granos). Si es importante comprender la dinámica de la sociedad capitalista y la competencia entre explotadores no es para indicarles ningún camino, sino para no caer en sus discusiones y las propuestas que nos realizan. Para entender que la lucha por una verdadera transformación de nuestras condiciones de vida se contrapone al desarrollo capitalista, en sus versiones más o menos estatistas. Sigue leyendo

CRISIS DE CIVILIZACIÓN / Gilles Dauvé

Todas las crisis históricas son crisis de reproducción social. Intentaremos investigar cómo la crisis actual, al igual que otras del pasado y a diferencia de ellas, obliga a la sociedad a enfrentarse a las contradicciones que antes estimulaban su dinámica pero que ahora la llevan a una coyuntura crítica. [1]

Toda gran crisis obliga a los grupos sociales a enfrentarse a las profundas contradicciones de la sociedad. En el capitalismo, la confrontación de clases es el motor principal que hace avanzar a la sociedad: obliga a la burguesía a adaptarse a la presión laboral, a «modernizarse». La crisis se produce cuando estas presiones, antes positivas, tensan el tejido social y amenazan con desgarrarlo.

Contradicción no significa imposibilidad. Hasta ahora, todas las grandes crisis han terminado con el sistema logrando salir adelante y volviéndose finalmente más adaptable y proteico. Ninguna crisis «definitiva» está automáticamente contenida en las contradicciones más agudas. Sigue leyendo

Alimentos estándar para humanos / Catástrofe alimentaria, pero no sólo

Alimentos estándar para humanos

Revista N+1 – Número 43, abril 2018

Han pasado 17 y 10 años, respectivamente, desde que publicamos La obra del sol y Por qué los agrocombustibles matarán de hambre al mundo. No cambiaríamos ni una coma de lo que dijimos entonces, sólo constatamos que la situación ha empeorado, y mucho. No fueron los hechos más visibles de impacto emocional inmediato, como el cultivo de cereales para ser fermentados y destilados para alimentar a los coches, o el cultivo extensivo de soja y otros vegetales que entran en el ciclo de fabricación de piensos, los que lo precipitaron. El principal peligro para la estabilidad del Planeta es ahora el simple aumento del nivel de vida de los 1.500 millones de personas que han variado (aunque sea ligeramente) su dieta introduciendo más carne en ella, aumentando así la cría de ganado de abasto, que requiere una gran cantidad de piensos y produce más gases de efecto invernadero que todos los motores en funcionamiento del mundo.

El «hambre en el mundo» no es un tema oscuro de investigación. Sabemos cómo afrontarlo y, al fin y al cabo, hay mucha comida, por lo que se desperdicia gran parte de ella. Incluso en términos capitalistas, se sabe cómo equilibrar el impacto de los bienes problemáticos, tóxicos o altamente contaminantes. Al menos se podría recurrir a políticas de compensación, como se hace con los países que contaminan poco y acumulan cupones virtuosos para vender a otros países que contaminan mucho. Es una aberración inhumana, pero vete a decírselo a alguien que se esté muriendo de pena. En lugar de ser el producto de políticas perversas llevadas a cabo por malvados especuladores, traficantes y gobernantes corruptos, el hambre es el resultado de un enfoque espontáneo de la normalización de las especies alimentarias. Todos los agricultores que siguen cultivando la tierra están encantados de que la modernización de la agricultura obligue a otros agricultores a abandonar la tierra. Y no tendrá reparos en adoptar semillas híbridas de algunas variedades de especies cultivables, porque su rendimiento le hará ganar más dinero. Es un mecanismo automático puesto en marcha por las necesidades de la acumulación de capital. Durante décadas, la agricultura se ha ajustado al mandamiento ganador: acabar con los antiguos sistemas agrícolas locales y sustituirlos por vastas superficies de cultivos de alto rendimiento. Esto último calculado exclusivamente en términos de cantidad, ya que el «hambre en el mundo» exige que no nos pasemos de sutiles con las propiedades organolépticas. Mientras haya una forma de llenar las barrigas vacías, no importa que empecemos a comer el mismo maíz y la misma soja que hemos seleccionado genéticamente para alimentar a los animales. Y dentro de poco (de hecho ya lo están haciendo) nos dirán que es normal comer larvas, insectos o gusanos. Sigue leyendo

[Proletarios internacionalistas] Revista Revolución nº1

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Catástrofe capitalista, Ciencia y Covid-19

  • Respuestas proletarias contra el capital y su dictadura sanitaria
  • Teorías de la conspiración y amalgamas interesadas
  • Contra la deriva fetichista impuesta en el GCI

Proletarios internacionalistas es una pequeña expresión internacional que trata de centralizar la actividad de militantes y grupos de diversas partes del mundo. Si algo caracteriza y delimita a nuestro proceso organizativo es por un lado nuestra contraposición radical a la democracia, al parlamentarismo, al sindicalismo, al nacionalismo, al oportunismo y a todo tipo de fuerzas que neutralizan y liquidan la potencia subversiva del proletariado; por otro, intentar asumir la totalidad de tareas que consideramos imprescindibles en la lucha por la destrucción del capitalismo, las clases sociales y el Estado.

Esta revista es un producto de la lucha y para la lucha. Por lo tanto, alentamos la reproducción, difusión, impresión, copia, discusión, traducción, etc. de su contenido. Su fortificación como herramienta de la lucha proletaria va ligada a las contribuciones críticas, aportes, envío de materiales e informaciones que los diversos lectores y compañeros de lucha nos hagan llegar.

proletariosinternacionalistas@riseup.net

proletariosinternacionalistas.org

Robin Hood en el bosque del capital

Por Barbaria

Publicamos el siguiente texto, escrito en agosto de 2019 para la revista Salamandra nº 23-24 en el contexto de un debate sobre si es posible o deseable escapar al capitalismo, vivir en su exterioridad, como propuesta radical de vida y lucha.

I

Mientras se escriben estas líneas, el Amazonas está ardiendo.

En verdad no ha dejado de arder.

En verdad, la serie de incendios que ha dado la voz de alarma este agosto de 2019 no es más que un gran incendio que viene perpetuándose desde hace décadas, arrasando uno tras otro los recovecos ―geográficos o no― que podían creerse a salvo del capital.

Robin Hood se está quedando sin bosques donde esconderse.

II

Desde el propio nacimiento del capitalismo vemos emerger una resistencia en contra de este sistema. A veces, estas resistencias se expresan en una lucha frontal, otras en tentativas de escape. Otras veces, un movimiento de lucha deja formas de asociación que funcionan al mismo tiempo como refugio y como preparación de los combates por venir. Todo ello hace parte de un mismo movimiento secular que nace espontáneamente del suelo de esta sociedad y en el cual la comunidad humana se rebela contra la mercancía. Sigue leyendo

[Italia] “Contra el Pase Verde, contra el Estado”

  • Trento: Contra el Pase Verde, contra el Estado y su emergencia. Bloqueemos todo
  • Nada volverá a ser lo mismo para vos

Trento: Contra el Pase Verde, contra el Estado y su emergencia. Bloqueemos todo

El pase verde es una medida que no tiene nada que ver con la salud: es un instrumento más de una política liberticida de chantaje y control tecnológico, que alimenta las divisiones y la guerra entre los pobres.

Esta epidemia, como otras que pueden venir, es producto del capitalismo y de la globalización, de la ganadería intensiva, de la devastación industrial y de las guerras estatales emprendidas para expropiar tierras en nombre del progreso tecnológico.

La propagación del contagio no puede ser derrotada mediante la aceptación de una medida coercitiva. No nos dejemos engañar por la odiosa guerra entre vacunados y no vacunados, tras la cual el Estado esconde sus responsabilidades. Rechacemos esta falsa oposición: la dicotomía es entre explotados y explotadores; el pase verde obligatorio es un ataque de clase, una nueva arma de chantaje y división en manos de la patronal, que nos afecta a todos, más allá de las decisiones de cada uno.

Desde las muertes en Bérgamo entre las fábricas de Valseriana hasta el nuevo PNRR introducido por el gobierno de Draghi, está claro que la prioridad no es la salud, sino un fortalecimiento del sistema de explotación y empobrecimiento en la onda de un Estado de Emergencia.

Ante el tipo de mundo que nos están montando, los llamamientos al respeto de la Constitución son vanos. El pase verde es una expresión de un mundo de algoritmos y eficiencia informática que está declarando la guerra al propio ser humano, un modelo que ha llegado para quedarse. No será mientras los tecnócratas, los militares y los capitalistas estén juntos en el poder cuando las leyes y los tribunales dejen de ser herramientas de la clase dominante. La clase que llevó a cabo las masacres en las cárceles de 2020 cuando los presos levantaron la cabeza; la clase que recortó la financiación de la sanidad pública provocando la muerte de miles de personas; la clase que llenó las calles de militares y mantuvo las fábricas abiertas mientras la gente moría de Covid. Estos no son los daños colaterales de un gobierno “equivocado”, sino los productos dentro de la estructura del Estado.

La única manera de resistir es autoorganizarse y luchar, conscientes de que no saldremos de la Emergencia mientras sigamos obedeciendo.

Detener un año y siete meses de obligaciones e intimidaciones del Estado y de Confindustria es posible.

La determinación de los trabajadores portuarios de Trieste y Génova es el ejemplo más claro de ello, en solidaridad con la situación actual: bloquear la producción y los flujos hasta que se levante la obligación del pase verde para todos los trabajadores de todas las categorías, sin concesiones.

EL PASE VERDE ES SÓLO LA PUNTA DEL ICEBERG DE UN SISTEMA EXPLOTADOR QUE QUIERE HACERNOS CADA VEZ MÁS COMO MÁQUINAS.

RESISTAMOS ESTA IMPOSICIÓN.

ORGANICEMOS EN LOS CENTROS DE TRABAJO, EN LAS ESCUELAS, EN LOS LUGARES DONDE VIVIMOS.

Asamblea celebrada tras la huelga general del 11 de octubre, Trento

Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2021/10/15/trento-contro-il-green-pass-contro-lo-stato-e-le-sue-emergenze-blocchiamo-tutto/

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Nada volverá a ser lo mismo para vos

“Quiero destacar que en todos los casos más graves, las instituciones se han mostrado unidas: magistrados, prefectos, cuestores y todas las fuerzas del orden han intervenido sin vacilar, haciendo que el rostro del Estado sea aún más decidido ante los actos delictivos que se estaban produciendo”. Las palabras con las que el ex ministro de Justicia, Alfonso Bonafede, reivindicó en el Parlamento la masacre en las cárceles italianas en marzo de 2020 pueden aplicarse, de hecho, a todo lo ocurrido en los últimos dos años.

Millones de personas pudieron ver por fin la verdadera cara del Estado. Primero nos encerraron en nuestras casas durante tres meses, luego llegó el turno del toque de queda nocturno, de los cierres regionalizados, del llamado semienclavamiento (cuando podíamos salir de nuestras casas, sí, pero sólo para ir a trabajar). Finalmente, llegamos al ansiado “reinicio”.

La recuperación económica, cueste lo que cueste, no es ciertamente un “retorno” de la libertad y la felicidad de los individuos, sino la exigencia de una abnegación total a las necesidades del mercado. Hay un hilo rojo que une episodios dramáticos como la masacre de Mottarone, las seis muertes diarias en el trabajo, los ataques a los porteadores en huelga y la imposición del pase verde a todos los trabajadores: este hilo rojo se llama reinicio de la economía capitalista. Lo único que les interesa es que la economía no se paralice de nuevo, que no haya brotes en las empresas. La máquina no debe detenerse de nuevo, sino que se cortan los frenos. La máquina no debe frenar, sino que nos atropellará.

Estos son los mismos grandes señores de la Confindustria (Confederación de la Industria Italiana) que en febrero de 2020 presionaron para mantener las fábricas abiertas, que restaron importancia a la gravedad del virus, que junto con los alcaldes democráticos de Milán y Bérgamo dijeron que no podíamos parar. Los mismos que ahora quieren imponer el pase verde. ¿Qué dignidad tienen estos señores para llamarnos irresponsables, para decirnos que somos los “negacionistas”?

El pase verde no tiene nada que ver con la crisis sanitaria. De hecho, tampoco tiene nada que ver con las vacunas (pensemos lo que pensemos de ellas). No es cierto que el pase verde sirva para forzar a la población hacia la campaña de vacunación. Es exactamente lo contrario: es un pretexto para obligarnos a descargar el pase verde. El objetivo mal disimulado del gobierno es aprovechar la pandemia para dar un giro autoritario sin precedentes.

En los últimos años, la patronal lo ha conseguido todo: ha seguido produciendo, exigiendo que nos quedemos en casa cuando no teníamos que ir a trabajar para ellos; ha conseguido la liberación de los despidos, imponiendo como jefe de gobierno a Mario Draghi, ya malvado burócrata del BCE y masacrador de Grecia; nos está matando de hambre con las subidas de las facturas y de los combustibles, una forma indirecta de recortar nuestros salarios. Ante esta crisis estructural, la única respuesta que puede dar el Estado es endurecer la represión y reforzar el control social.

Para eso está el pase verde.

El pase verde no es una medida temporal: en sus planes, es un instrumento de control que permanecerá. Frente a este odioso aparato, no podemos permitirnos compromisos ni puntos intermedios. El problema no es obtener un pase verde preservando nuestra supuesta “libertad de elección”. Esta infame herramienta de control debe ser saboteada por todos los medios.

Respondemos a este endurecimiento de la represión endureciendo la lucha. Mucha gente lo ha entendido, saliendo a la calle sin dirigentes ni burócratas que colaboren con el régimen. No sabemos cómo terminará esta lucha, pero sí sabemos que para millones de personas explotadas lo que ha ocurrido en los últimos dos años ha sido una especie de pérdida de inocencia. Muchos han visto la verdadera cara del Estado. Son los propios analistas del régimen los que se preocupan por la pérdida de confianza en las instituciones, la política, la policía y los sindicatos. Que este foso se vuelva insalvable, que sean ellos los que se sientan asediados desde hoy. Que la desconfianza se convierta en conflicto.

Al principio de la emergencia nos dijeron que “nada volverá a ser lo mismo”. Eso es lo único en lo que no nos mintieron: para ustedes, los jefes y gobernantes, nada volverá a ser igual. No reclamamos derechos, ardemos con la anarquía.

NOS VEMOS EN LAS CALLES

 

NARCOTRÁFICO Y CAPITAL

Extraído del boletín La oveja Negra #79

Es por sus aspectos más superficiales que el narcotráfico llega a la discusión pública y a la prensa. Intentaremos atravesar la superficialidad del asunto. El narcotráfico es un síntoma de la situación económica que está causando estragos en el tejido social a lo largo y ancho del país. Inseparable de los graves y generalizados problemas de adicciones, se trata de un fenómeno que crece en la sociedad capitalista. Buscaremos abordar este problema social desde un punto de vista de clase.

La droga es otra mercancía producida y distribuida según los criterios de la sociedad capitalista. De hecho, antes de ser prohibidas, algunas drogas eran producidas por laboratorios y vendidas como productos farmacéuticos.

La heroína y la cocaína, desde principios y mediados del siglo XIX respectivamente, fueron desarrolladas y producidas a escala industrial en decenas de países por empresas químicas y farmacéuticas. Ambas eran ampliamente prescritas, suministradas en hospitales y recomendadas por la medicina moderna, fundamentalmente para continuar con el trabajo o soportar dolores de heridas producidas durante las guerras. La fuerte dependencia fisiológica provocada por estas nuevas mercancías generó en los soldados y explotados en general, la veloz formación de un mercado cautivo. A través de las épocas y cambios culturales, el tráfico, las drogas legales e ilegales y los adictos han existido y tomado diversas formas hasta llegar al modo que hoy conocemos. Sigue leyendo

No es la crisis del virus, es la crisis del capital

Con más de un tercio de la población mundial en confinamiento y buena parte de la producción y circulación de mercancías detenida a nivel mundial, nos situamos en un contexto que pareciera completamente nuevo. Sin embargo, sería imposible tratar de explicar la situación actual sin comprender la crisis irresoluble en la que se encuentra el sistema capitalista. Crisis tras crisis este sistema ha dado salidas inmediatistas a los obstáculos a los que se ha ido enfrentando. Estas salidas van acumulando una serie de contradicciones en el seno del capitalismo que antes o después saltarán por los aires. Es imprescindible acercarnos al análisis del contexto actual desde una perspectiva que sitúe la crisis del coronavirus como otro hito histórico más que se amontona a todas las cuentas pendientes que se han ido dejando por el camino.

La fragilidad del capital

El coronavirus no solo ha detenido de forma repentina los procesos de valorización del capital a nivel internacional, sino que además ha revelado cuan frágil es la economía capitalista. Desde hace unas semanas asistimos a una crisis histórica de las bolsas de todo el mundo cuyo único causante a primera vista podría parecer este virus. Sin embargo, vivimos en un sistema que se caracteriza por su lógica abstracta e impersonal, y, por tanto, el análisis que hagamos no puede ser meramente fenomenológico, sino que tiene que ir más allá de lo concreto con el objetivo de entender la invarianza que determina a este sistema.

El objetivo de la circulación del capital es su propio crecimiento, no tiene límite ni final. Por tanto, lo que define al capitalismo es precisamente esta repetición imprescindible de los ciclos de acumulación. Por otro lado, la naturaleza competitiva del capitalismo le impulsa a innovar los procesos de producción, lo que provoca la expulsión de trabajo asalariado, reduciendo en la misma medida la capacidad de producir valor. Nos encontramos, así, en un contexto en el que la repetición de los ciclos de acumulación es indispensable para garantizar la supervivencia del sistema capitalista, pero a su vez, las dificultades que sufre el capital para valorizarse son cada vez mayores. En esta encrucijada en la que la riqueza social cada vez depende menos del trabajo asalariado, el capital ficticio será un elemento fundamental no solo para sustentar, sino para impulsar el ciclo de valorización del capital.

Aunque el capital ficticio en la época de Marx tenía una importancia menor, esta cuestión se trata en el libro III de El Capital, poniendo el foco en el carácter ficticio de los títulos de deuda pública, las acciones y los depósitos bancarios. En el caso de la deuda pública, es capital que nunca se invierte, puesto que el dinero que recoge el Estado no entra en ningún circuito de valorización, solo da derecho a una participación en los impuestos que recaude. Con respecto al capital accionario, son títulos de propiedad que dan derecho a participar en el plusvalor producido por el capital.  Las acciones tienen un componente de capital real (el dinero recaudado en la emisión inicial que se invierte en forma de capital) y un componente de capital ficticio que se origina a través de la mercantilización de estos títulos, ya que adquieren autonomía, y su valor comercial se despega del valor nominal sin modificar la valorización del capital subyacente. Por último, los depósitos de los bancos constituyen en su mayoría capital ficticio, ya que los créditos concedidos por el banco no existen como depósitos. De modo que el capital ficticio es aquel que está desconectado del proceso real de valorización de capital. Su sustento es la expectativa de una generación de plusvalía en el futuro, y cuando estas expectativas desaparecen, su naturaleza ilusoria queda al descubierto. Sigue leyendo

[Publicación] Ya no hay vuelta atrás N°3: reflexiones en torno a la lucha de clases

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Contenido:

 *Coronavirus, catástrofe capitalista y revuelta

 *Entrevista a un compañero anarquista detenido por su actividad en la revuelta

El boletín “Ya no hay vuelta atrás” tiene su origen en la revuelta proletaria que incendió la región chilena a partir del 18 de octubre de 2019. El estallido de la revuelta y su desenvolvimiento histórico en los meses siguientes nos llevó a crear un espacio de reflexión, análisis y crítica del desarrollo de esta nueva etapa de la lucha de clases.

Las revueltas y revoluciones proletarias deben criticarse constantemente a sí mismas, so pena de caer en el conformismo y en el terreno de la clase enemiga. La revuelta de octubre se vio finalmente interrumpida por el nuevo contexto abierto por la pandemia mundial, que acarreó una aún mayor militarización de la sociedad. El resurgimiento de un movimiento proletario con características revolucionarias está supeditado entonces a la resolución de las contradicciones internas planteadas por su propia evolución, las que se hacían cada vez más claras durante las últimas semanas de la revuelta, que comenzaba a ahogarse en el fango demócrata propiciado por la salida burguesa del -suspendido- plebiscito pactado de abril.

En efecto, no será por sus conquistas directas, nulas casi, que la revuelta podrá convertirse en revolución. Ante esta verdadera contrarrevolución “biológica” a cuyo despliegue asistimos actualmente, es que el partido difuso de la insurrección podrá madurar hasta convertirse en un partido verdaderamente revolucionario. A este respecto, podemos decir que ya coexisten en una misma época, la crítica radical de esta sociedad con su negación en actos, pero es necesario que se fundan. En este sentido, “Ya no hay vuelta atrás” es uno de esos tantos puentes que hoy se están tendiendo para unir ambos elementos necesarios para la abolición total del mundo del capital.

Este tercer número está compuesto por un artículo de nueve tesis sobre la lucha de clases en el contexto local en el contexto de la pandemia global y una entervista a un compañero anarquista prisionero en el contexto de la revuelta.

CUESTE LO QUE CUESTE; El virus, el Estado y nosotros

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Publicado en el blog DDT21. Trad: Antiforma.

«La igualdad y la libertad no son lujos de los que se pueda prescindir fácilmente. Sin ellos, el orden no puede durar sin hundirse en una oscuridad inimaginable.» (Allan Moore, V de Vendetta, 1982)

«No renunciaremos a nada. Especialmente a reír, cantar, pensar, amar. Especialmente a las terrazas, a las salas de conciertos, a las fiestas nocturnas de verano. Especialmente a la libertad.» (Emmanuel Macron, tweet del 11 de marzo de 2020)

Es sorprendente que el presidente de la República haya escrito un tweet que, pocos días después, podría haber sido firmado por un grupo anarquista individualista particularmente radical. Es que el coronavirus que ataca al mundo está socavando algunas de nuestras convicciones. Nos hace sentir incómodos. ¿Cómo responder al juego a tres bandas que implica al Estado, a la población (incluyendo al proletariado) y la pandemia? ¿Cómo hacernos de un lugar en él? ¿Necesitamos un lugar en él? ¿Deberíamos quedarnos en casa? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué solidaridad, qué «resistencia» debemos poner en marcha?

En primer lugar, no pierdas la cabeza. Lo que debe importarnos en la situación actual no es tanto mostrar que teníamos razón en nuestros análisis anteriores, ni buscar y hallar lo que (a primera vista) confirma nuestras posiciones, sino identificar lo que sacude nuestras certezas, aquello que no encaja. Tratar de ver, pese a la oscuridad y al aparente caos, lo que está pasando para así procurar entender lo que viene.

¿Estado estratega, o sobrepasado?

Sí, la pandemia de Covid-19 es inherente al modo de producción capitalista (deforestación, expansión urbana, éxodo rural y concentración de la población, ganadería industrial, flujos de personas y mercancías, transporte aéreo, etc.). En los países europeos, se acentúa por el desmantelamiento de los sistemas de salud como resultado de las diversas políticas neoliberales seguidas durante décadas y su gestión según el modelo corporativo (rentabilidad, «stock cero» y flujos just-in-time). El caso de Francia es ejemplar desde este punto de vista; en diciembre de 2019, una pancarta de los trabajadores de un hospital que se manifestaban decía: «El Estado cuenta el dinero, nosotros vamos a contar los muertos», y muchas personas se dan cuenta ahora de que no se trataba sólo de un eslogan.

Son innumerables los textos que lo demuestran, y muchos de quienes venían haciendo críticas radicales al capitalismo ahora las ven confirmadas: el capitalismo es el responsable, es el culpable, es mortal. Aún si el virus no hace diferencia entre clases, afecta principalmente a los proletarios, quienes, por su parte, no pueden recurrir a atención de salud privada de calidad. Las declaraciones de Agnès Buzyn revelaron a quienes aún tenían dudas el repugnante cinismo de nuestros gobernantes, que están dispuestos a salvar la economía «cueste lo que cueste», incluso haciendo morir a decenas de miles de pobres y ancianos (sin duda con la secreta esperanza de resolver al mismo tiempo la cuestión de las pensiones). Sin embargo, la cosa ha adquirido una envergadura completamente inesperada.

Más allá de la incompetencia del equipo de Macron, hay que reconocer que el estado francés está completamente desbordado por la situación; décadas de recortes presupuestarios en la administración pública están dando ahora sus frutos venenosos.

Los gobiernos, preocupados durante demasiado tiempo por servir a los intereses de la capa de capitalistas más poderosos (cada vez menos vinculados a ningún Estado nacional), han perdido de vista el papel del Estado capitalista: asegurar en un territorio determinado una estabilidad favorable a todos los capitalistas, más allá de sus intereses particulares. El mantenimiento de un sistema de salud pública eficiente, por ejemplo, cumple la función de que los empleadores puedan contar con trabajadores sanos, bajo ausentismo y mayor productividad. Pero los grandes grupos y las multinacionales, al no atacar directamente el costo de la fuerza de trabajo, han presionado al Estado para que haga reformas fiscales en su favor, con políticas de reducción de gastos y servicios, y gravámenes sobre los ingresos indirectos de los proletarios. Estas medidas obviamente llegaron demasiado lejos: sabíamos que a veces podían ser contrarias a los intereses particulares de los capitalistas menos poderosos (lo que explica en parte la presencia de pequeños patrones junto a los chalecos amarillos), pero con esto vemos que pueden ser contrarias al interés del conjunto de los capitalistas. Acompañadas de profundos recortes, ahorros y regalos fiscales a los más ricos, tales medidas han repercutido también en la (no) preparación para las crisis pandémicas, que muchos informes de expertos venían anunciando desde hace años: ha habido recortes presupuestarios en la investigación en virología y bacteriología, vaciamiento de las reservas nacionales de mascarillas, dependencia farmacéutica de los laboratorios privados, etc.

Acuciado por el Covid-19, el gobierno titubea y se demora en tomar las medidas, a priori de sentido común, que el personal sanitario exige, como la contención (recomendada por los epidemiólogos mucho antes del 17 de marzo) o la implicación de los centros de salud privados (aún cuando algunos de sus directores siguiendo pidiendo que se les requise). Durante semanas, no se previó siquiera un testeo masivo de la población: el Estado simplemente no tiene los medios para hacerlo. El mismo retraso ha entorpecido los estudios sobre tratamientos basados en cloroquina, una droga barata que gran parte del personal médico ha exigido que se utilice para tratar a los enfermos (puede que el aplazamiento se deba a la presión de los laboratorios que trabajan en una vacuna o en medicamentos antivirales muy caros). Combinada con los recortes presupuestarios en la atención de salud, esta negativa a tomar medidas tempranas por temor a sus repercusiones en la economía conduce, paradójicamente, a un desastre económico. Sigue leyendo

Crisis capitalista, pandemia y el programa de la revolución

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Extraído de Proletarixs en Revuelta (Autor Anónimo)

«El mismo Marx señaló que el sistema abstracto del desarrollo capitalista no bastaba para hacer ninguna predicción acerca del mundo real. Todas las crisis en el capitalismo deben ser explicadas a partir de las condiciones dadas, empíricas, “a partir del movimiento real de la producción, de la competencia y del crédito capitalista”. El análisis en términos del concepto de valor del desarrollo capitalista postula “la posibilidad de crisis por una simple consideración de la naturaleza general del Capital, sin considerar las relaciones reales y adicionales que forman las condiciones del proceso de producción real”».
(
Paul Mattick, “Marx y Keynes”, 1969)

El movimiento actual de la sociedad en general (hablamos del mundo entero) tiende a una descomposición de las tradicionales formas de dominación burguesa.
La paz social auspiciada por el crédito y el consumo de las últimas décadas hace tiempo que se ha visto quebrantada; el proletariado en distintas partes del globo ha ido accionando con fuerzas y debilidades, manifestándose en contra de sus condiciones de explotación, miseria y exclusión.

[…] La descomposición social del capitalismo llevará necesariamente a un enfrentamiento entre el proletariado y el Estado.
[…] Esta re-estructuración capitalista (que lleva a una movilización de todas las capas de la sociedad) siempre se hace a costa del proletariado y éste por débil que sea subjetivamente en su fase actual, no lo dejará sin pelear en defensa de sus vidas”.
(Periódico ‘Anarquía y Comunismo’ Nº3, “La vieja y olvidada lucha de clases”, 2015

 

Al parecer, la crisis capitalista comienza por fin a reventar. Lo trágico para nosotrxs, es que revienta en nuestras caras. Y es que, si bien la crisis era una especie de lugar común para lxs entendidxs en economía capitalista que solo confirmaba la existencia de sus propios límites y su estado de descomposición, hoy se nos presenta sobrepasando cualquier lección que se pudiera sacar de sus manuales, haciendo a todo el mundo cuestionarse sobre su propia época histórica ¿será una crisis pasajera o será acaso el principio del fin? ¿Podrá la humanidad sobreponerse a los números económicos e imponer sus necesidades, o se prestará nuevamente como carne de cañón para la reestructuración del mercado?

Según vemos, y como siempre, son muchas las preguntas y pocas las respuestas.

Para empezar, la crisis de valor propiamente dicha se veía venir desde hace ya bastantes años y, como decíamos, se había convertido en una amenaza constante, incluso se podría decir que ésta nunca se fue desde que en 2008 explotara bajo la famosa crisis de Lehman Brothers. Desde ahí en adelante los economistas no han dejado de lamentarse y convivir con el lento crecimiento económico. Y si bien hace ya un tiempo se hablaba de su importante profundidad histórica, su forma de presentarse en la realidad diaria no fue sino la misma con la que fue desplegado todo el aparato militar de los Estados hasta el día de hoy, de una forma solapada y subterránea solo perceptible para lxs más críticxs o paranoicxs, como una normalidad impuesta a fuerza de pura costumbre. De la misma forma como la guerra mundial permanente, el despliegue terrorista del imperialismo económico, se impuso como una normalidad en la guerra al terrorismo en sus versiones Al Qaeda e Isis. Y así la guerra en Siria, lxs miles de refugiadxs que escaparon hacia el viejo continente, el Brexit y los descalabros de la guerra comercial que al tiempo provocó el ascenso de la economía China. El desarrollo productivo de esta última en cuanto a tecnología y a su ejército de proletarixs asalariadxs terminó de trastocar el “turbulento” panorama mundial, su mapa comercial y las viejas alianzas de la burguesía, a la vez que aceleró la volatilidad económica por la invasión de sus baratijas.

Todo esto se mostraba posible y próximo, pues como dice la vieja teoría marxista, solo el trabajo vivo crea valor; solo con relación a éste puede desplegarse el crédito y el capital financiero, y dado que la competencia capitalista expulsa de su seno a una siempre creciente masa de proletarixs remplazándolos por máquinas, era solo cosa de tiempo para que este sistema social se mostrara insostenible e incapaz de mantener las ganancias de la clase dominante. Las mieles del capitalismo parecían cada vez solo una rancia e insípida sustancia artificial.

En medio de este panorama (y aunque no se viera venir, dada la normalización cotidiana de la catástrofe) fue tomando fuerza la revuelta en Irán, Francia y China, pasó por Ecuador y terminó por reventar en este país en octubre pasado, salpicando por todos lados la miseria acumulada bajo la burbuja crediticia. En nuestro caso, se expresó como una fértil y alegre primavera que se extendió hasta el verano; llena de esperanzas y fraternidad, tanta que no dejaba de atemorizar el solo imaginar como se cobrarían aquellos hermosos actos de soberbia e irrespetuosidad proletaria sobre un futuro deplorable; desde ahí entendimos que efectivamente ya no había vuelta atrás. Los meses que siguieron y la vuelta en marzo no dejó de afirmar nuestra comprensión, sobre todo con las caóticas manifestaciones desde el Partido del Orden y su incapacidad de encuadrar el proceso.

O así lo pensábamos. Tras la segunda semana de marzo donde el proletariado realizó una importante demostración de fuerzas, el Estado juega su as bajo la manga declarando el Estado de catástrofe y luego el toque de queda. Si bien la posible llegada de la pandemia al país era ya sabida desde finales de 2019, el Gobierno de Piñera, abalado por todo su set de coalición y oposición, optó criminal y oportunistamente por poner manos en el asunto en marzo como respuesta a la coyuntura social, legitimando el despliegue policial y militar por todo el territorio bajo la excusa de su dictadura sanitaria. Sigue leyendo

Covid-19 y más allá

Il Lato Cattivo, marzo de 2020. Trad: Antiforma.

«Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido» (Elias Canetti)

En un mundo en bancarrota económica pero políticamente estancado, el shock a veces debe llegar «desde afuera», inducido por factores o acontecimientos que inicialmente no son ni económicos ni políticos y, en este caso, ni siquiera estrictamente humanos. Si las epidemias no son nunca fenómenos puramente biológicos, [1] aquí es bastante obvio que si este episodio de la eterna lucha entre el ser humano y los agentes patógenos, hoy día personificados en el Covid-19, está tomando un giro dramático, es como resultado del entorno peculiar -este sí, puramente social- en que está teniendo lugar. Que estaba en camino una «tormenta perfecta» en la esfera económica, es algo que se sabía desde hace mucho tiempo. [2] Que se combinaría con una pandemia de enormes proporciones, difícilmente se podría haber vaticinado. Esto innegablemente introduce un elemento de novedad cuya evaluación requiere prudencia y sangre fría: ya son demasiadas las ocasiones en que se ha dicho ante los cambios más triviales e insignificantes que ya nada volvería a ser como antes. Es cierto que la forma de vida de una parte cada vez mayor de la población mundial se ha visto muy afectada (al 25 de marzo hay unas 3 mil millones de personas oficialmente confinadas), tendencia que sin ninguna duda se va a intensificar. Los pocos que todavía piensan que volverán al ajetreo habitual después de tres semanas de cuarentena light en Netflix, se decepcionarán. No sólo y no tanto porque, en Italia como en otros lugares (Francia, España, etc.), el famoso pico del contagio está aún por llegar, sino sobre todo porque el retorno a la actividad económica y a unos desplazamientos diarios aparentemente normales se hará durante una epidemia aún en curso, lo que impondrá considerables medidas de vigilancia y seguridad para prevenir una segunda oleada de contagios y muertes. Esto se aplica en particular a los países en los que la tentación neomalthusiana de «inmunidad de rebaño» ha sido más o menos descartada.

Mientras tanto, el objeto de la teoría comunista sigue siendo el mismo de siempre: la relación social capitalista como portadora de su propia superación o de su reproducción a un nivel superior. Relación de explotación entre clases antagónicas que, de todas las que han existido a lo largo de la historia, es la más contradictoria y por lo tanto la más dinámica. En medio de la algarabía de hechos y discursos sobre los hechos, de lo que se trata es de comprender la recaída que los acontecimientos actuales introducen en esta relación, tanto a corto como a largo plazo. Lo que, dicho sea de paso, es exactamente lo opuesto a la ligereza con la que algunas personas celebran el «colapso del capitalismo» -truco que lo vuelve todo muy fácil porque hace desaparecer la realidad, que en cambio está hecha de declives socioeconómicos e institucionales desiguales, de tasas divergentes de incidencia y temporalidad de la propagación viral, de diversas estrategias desplegadas frente a la emergencia sanitaria. Sin olvidar la desigual distribución de las pérdidas entre todos los capitales individuales, en lo concerniente a la crisis económica. Ahora y siempre, el desarrollo desigual es la regla en el proceso histórico. Las siguientes notas -apenas algo más que un borrador- son sólo un modesto intento de poner todo esto en perspectiva, para nuestro uso y para uso de quienes que nos leen.

Empecemos señalando que la situación creada por la propagación internacional de la pandemia, ha puesto de relieve de modo indesmentible un conjunto de límites inherentes al ciclo de acumulación que en general ha sido definido como «globalización», al mismo tiempo que ha obligado a las partes interesadas (empresas y centros de poder a todos los niveles) a hacer frente a esos límites, desplegando con urgencia respuestas inmediatas, algunas de las cuales (unas pocas) -como siempre sucede en un entorno competitivo- resultarán adecuadas y susceptibles de ser generalizadas, mientras que otras (las más) terminarán en los basureros de la historia. Para acudir una vez más a una fórmula en la que hemos insistido con frecuencia, el «laboratorio secreto de la producción» consiste precisamente en esto: un laboratorio, a partir del cual los agentes de la acumulación se mueven sin parar -hasta en las situaciones más desesperadas- a fin de poder adaptarse a las nuevas condiciones y modificarlas en su propio beneficio en cuanto se presente la oportunidad. Procedamos, pues, a examinar brevemente los límites que mencionamos, no sin antes adelantar algunas hipótesis sobre las respuestas con que se intentará hacerles frente. Sigue leyendo