PointBlank! fue un agrupamiento revolucionario de inspiración situacionista y consejista que existió en Estados Unidos durante los años 70. El documento reproducido más abajo, cuya traducción realizada por Columna Negra hemos levemente modificado en esta edición, constata vehementemente algunas lúcidas posiciones frente al proceso revolucionario experimentado bajo el gobierno de la social-demócrata Unidad Popular y el posterior golpe militar. Además del valor que tiene en sí mismo, como evidencia de las coetáneas críticas revolucionarias a la actividad reaccionaria del reformismo representado por la UP y su ala izquierdista, el contenido defendido en las siguientes líneas refleja en general la necesidad vital del proletariado de realizar sus luchas autónomamente hasta alcanzar su real emancipación, por tanto lo certero de su críticas y sus posiciones no dejan de estar vigentes. No obstante, este no es un documento historiográfico, y fue realizado en fechas inmediatamente posteriores al golpe, por compañeros geográficamente lejanos. Por lo mismo, pueden existir unas cuantas inconsistencias históricas, las que esperamos sepan ser criticadas y comprendidas en su contexto. El documento original en inglés puede ser descargado desde el sitio libcom.org.
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I
En la arena espectacular de los acontecimientos reconocidos como “noticias”, el funeral de la social-democracia en Chile ha sido orquestado como un gran drama por aquellos que entienden el ascenso y caída de los gobiernos de forma más intuitiva: otros especialistas del poder. Las últimas escenas en el guión chileno han sido escritas en varios campos políticos de acuerdo con los requerimientos de ideologías particulares. Algunos han venido a enterrar a Allende, otros a alabarlo. Aún otros claman un reconocimiento ex post facto de sus errores. Cualesquiera sean los sentimientos expresados, estos obituarios han sido escritos con mucha antelación. Los organizadores de la “opinión pública” sólo pueden reaccionar reflexivamente y con una distorsión característica de los propios acontecimientos.
En tanto los respectivos bloques de la opinión mundial “escogen su lado”, la tragedia chilena es reproducida como farsa a una escala internacional; la lucha de clases en Chile es disimulada como un seudo-conflicto entre ideologías rivales. En las discusiones ideológicas nada será oído de aquellos/as para los/as que el “socialismo” del régimen de Allende estaba supuestamente dirigido: los/as trabajadores/as y campesinos/as. Su silencio ha sido asegurado no sólo por quienes los ametrallaron en sus fábricas, campos y casas, sino también por quienes pretendieron (y continúan pretendiendo) representar sus “intereses”. Pese a mil falsificaciones, las fuerzas que estuvieron involucradas en el “experimento chileno” todavía no se han agotado. Su contenido real será establecido sólo cuando las formas de su interpretación hayan sido desmitificadas.
Por encima de todo, Chile ha fascinado a la llamada Izquierda en cada país. Y documentando las atrocidades de la presente junta, cada partido y secta intenta conciliar las estupideces de sus análisis previos. Desde los burócratas-en-el-poder en Moscú, Pekín y La Habana, a los burócratas-en-el-exilio de los movimientos trotskistas, un coro litúrgico de pretendientes izquierdistas ofrecen sus evaluaciones post-mortem de Chile, con conclusiones tan previsibles como su retórica. Las diferencias entre ellos sólo son de matiz jerárquico; comparten una terminología leninista que expresa 50 años de contrarrevolución a lo largo del mundo.
Los partidos estalinistas de Occidente y los estados “socialistas” ven, con justa razón, la derrota de Allende como su propia derrota: él era uno de los suyos –un hombre de Estado. Con la falsa lógica que constituye un mecanismo esencial de su poder, aquellos que saben mucho sobre el Estado y (derrota de) la Revolución condenan el derrocamiento de un régimen burgués, constitucional. Por su parte, los impostores “izquierdistas” del trotskismo y maoísmo sólo pueden lamentar la ausencia de un “partido de vanguardia” –el deus ex machina del bolchevismo senil- en Chile. Aquellos quienes han heredado la derrota de la revolución en Kronstadt y Shangai saben de lo que hablan: el proyecto leninista requiere la imposición absoluta de una deformada “conciencia de clase” (la conciencia de una burocrática clase dominante) sobre quienes en sus designios son sólo “las masas”.
Las dimensiones de la “revolución chilena” se encuentran fuera de los límites de cualquier doctrina particular. Mientras los “anti-imperialistas” del mundo denuncian –desde una segura distancia – los espantajos muy convenientes de la CIA, las razones reales de la derrota del proletariado chileno deben ser buscadas en otra parte. Allende, el mártir, fue el mismo Allende que desarmó las milicias obreras de Santiago y Valparaíso en las semanas previas al golpe y las dejó indefensas ante los militares, cuyos oficiales ya estaban en su gabinete. Estas acciones no pueden simplemente ser explicadas como “colaboración de clase” o una “traición”. Las condiciones para la extraña derrota de la Unidad Popular fueron preparadas con mucha antelación. Las contradicciones sociales que emergieron en las calles y campos de Chile durante agosto y septiembre no fueron simplemente divisiones entre “Izquierda” y “Derecha”, sino que involucraban una contradicción entre el proletariado chileno y los políticos de todos los partidos, incluyendo aquellos que posaban como los más “revolucionarios”. En un país “subdesarrollado”, una lucha de clases altamente desarrollada había surgido, amenazando las posiciones de todos aquellos que deseaban mantener el subdesarrollo, tanto económicamente a través de la dominación imperialista continuada, como políticamente a través del retardo de un auténtico poder proletario en Chile.
II
En todas partes, la expansión del capital crea su aparente oposición en la forma de movimientos nacionalistas que persiguen apropiarse de los medios de producción “en nombre” de los/as explotados/as y, de este modo, apropiarse del poder social y político para sí mismos. La extracción imperialista de plusvalor tiene sus consecuencias sociales y políticas no sólo en la pobreza forzada de las personas que deben convertirse en sus trabajadores/as, sino también en el rol secundario asignado a la burguesía local, que es incapaz de establecer su hegemonía completa sobre la sociedad. Es precisamente este vacío el que los movimientos de «liberación nacional» buscan ocupar, asumiendo así el rol dirigencial no cumplido por la burguesía dependiente. Este proceso ha tomado muchas formas –desde la xenofobia religiosa de Gadafi a la religión burocrática de Mao-, pero en cada instancia las órdenes de marcha del “anti-imperialismo” son las mismas, y quienes las dan están en idénticas posiciones de mando.
La distorsión imperialista de la economía chilena proveyó una apertura para un movimiento popular que pretendía establecer una base de capital nacional. No obstante, el estatus económico relativamente avanzado de chile, impidió el tipo de desarrollo burocrático que ha llegado al poder por la fuerza de las armas en otras áreas del “Tercer Mundo” (un término que ha sido usado para conciliar las reales divisiones de clase en esos países). El hecho de que la “progresista” Unidad Popular fuese capaz de lograr una victoria electoral como una coalición reformista, fue un reflejo de la peculiar estructura social en Chile, que era en muchos aspectos similar a aquella de los países capitalistas avanzados. Al mismo tiempo, la industrialización capitalista creó las condiciones para la posible superación de esta alternativa burocrática en la forma de un proletariado rural y urbano, que emergió como la clase más importante y con aspiraciones revolucionarias. En Chile, demócrata-cristianos y social-demócratas debían ser los adversarios de cualquier solución radical a los problemas existentes. Sigue leyendo →