PEDRO SANCHEZ HA DECLARADO LA GUERRA SOCIAL, LA TENDRÁ, PERO NO COMO QUERÍA

Detrás de la interminable mentira estatal del Coronavirus, un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo.
Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa: el Papa y Moscú, Berlín y París, todas las izquierdas de Francia y todas las derechas de Alemania…¡Que cada uno elija definitivamente su bando!

¡Viva la Comuna!

Grupo Guerre de Classe.

PASE SANITARIO Y CUESTIÓN SOCIAL

Extraído del boletín La Oveja Negra #80

A partir del 1 de enero de 2022 el Estado argentino impuso el “pase sanitario”, similar al que ya viene aplicándose en diferentes partes del mundo. Aún es pronto para determinar cuál será su impacto local. Por el momento, continúa desviando la atención social principalmente hacia el coronavirus, y en particular hacia el abordaje que los Estados proponen: aislamiento, desconfianza ciudadana, control estatal y vacunación semiobligatoria.

De este modo, a su vez, se opta deliberadamente por responsabilizar a los no vacunados del nuevo pico de contagios. La frustración producto de esta nueva ola, que se desarrolla a pesar del alto nivel de vacunación y el largo acatamiento de medidas de confinamiento, no ha suscitado un pensamiento crítico, sino todo lo contrario.

Ante el empeoramiento de nuestra supervivencia los gobiernos proponen más control y mayor disciplina de la población. Desplazando discursivamente el enfrentamiento al terreno entre vacunados y no-vacunados. Parecieran querer decir que nuestros problemas no se deben a una sociedad dividida entre explotadores y explotados, sino a una nueva y democrática grieta: el esquema completo de vacunación. Sigue leyendo

[Italia] “Contra el Pase Verde, contra el Estado”

  • Trento: Contra el Pase Verde, contra el Estado y su emergencia. Bloqueemos todo
  • Nada volverá a ser lo mismo para vos

Trento: Contra el Pase Verde, contra el Estado y su emergencia. Bloqueemos todo

El pase verde es una medida que no tiene nada que ver con la salud: es un instrumento más de una política liberticida de chantaje y control tecnológico, que alimenta las divisiones y la guerra entre los pobres.

Esta epidemia, como otras que pueden venir, es producto del capitalismo y de la globalización, de la ganadería intensiva, de la devastación industrial y de las guerras estatales emprendidas para expropiar tierras en nombre del progreso tecnológico.

La propagación del contagio no puede ser derrotada mediante la aceptación de una medida coercitiva. No nos dejemos engañar por la odiosa guerra entre vacunados y no vacunados, tras la cual el Estado esconde sus responsabilidades. Rechacemos esta falsa oposición: la dicotomía es entre explotados y explotadores; el pase verde obligatorio es un ataque de clase, una nueva arma de chantaje y división en manos de la patronal, que nos afecta a todos, más allá de las decisiones de cada uno.

Desde las muertes en Bérgamo entre las fábricas de Valseriana hasta el nuevo PNRR introducido por el gobierno de Draghi, está claro que la prioridad no es la salud, sino un fortalecimiento del sistema de explotación y empobrecimiento en la onda de un Estado de Emergencia.

Ante el tipo de mundo que nos están montando, los llamamientos al respeto de la Constitución son vanos. El pase verde es una expresión de un mundo de algoritmos y eficiencia informática que está declarando la guerra al propio ser humano, un modelo que ha llegado para quedarse. No será mientras los tecnócratas, los militares y los capitalistas estén juntos en el poder cuando las leyes y los tribunales dejen de ser herramientas de la clase dominante. La clase que llevó a cabo las masacres en las cárceles de 2020 cuando los presos levantaron la cabeza; la clase que recortó la financiación de la sanidad pública provocando la muerte de miles de personas; la clase que llenó las calles de militares y mantuvo las fábricas abiertas mientras la gente moría de Covid. Estos no son los daños colaterales de un gobierno “equivocado”, sino los productos dentro de la estructura del Estado.

La única manera de resistir es autoorganizarse y luchar, conscientes de que no saldremos de la Emergencia mientras sigamos obedeciendo.

Detener un año y siete meses de obligaciones e intimidaciones del Estado y de Confindustria es posible.

La determinación de los trabajadores portuarios de Trieste y Génova es el ejemplo más claro de ello, en solidaridad con la situación actual: bloquear la producción y los flujos hasta que se levante la obligación del pase verde para todos los trabajadores de todas las categorías, sin concesiones.

EL PASE VERDE ES SÓLO LA PUNTA DEL ICEBERG DE UN SISTEMA EXPLOTADOR QUE QUIERE HACERNOS CADA VEZ MÁS COMO MÁQUINAS.

RESISTAMOS ESTA IMPOSICIÓN.

ORGANICEMOS EN LOS CENTROS DE TRABAJO, EN LAS ESCUELAS, EN LOS LUGARES DONDE VIVIMOS.

Asamblea celebrada tras la huelga general del 11 de octubre, Trento

Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2021/10/15/trento-contro-il-green-pass-contro-lo-stato-e-le-sue-emergenze-blocchiamo-tutto/

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Nada volverá a ser lo mismo para vos

“Quiero destacar que en todos los casos más graves, las instituciones se han mostrado unidas: magistrados, prefectos, cuestores y todas las fuerzas del orden han intervenido sin vacilar, haciendo que el rostro del Estado sea aún más decidido ante los actos delictivos que se estaban produciendo”. Las palabras con las que el ex ministro de Justicia, Alfonso Bonafede, reivindicó en el Parlamento la masacre en las cárceles italianas en marzo de 2020 pueden aplicarse, de hecho, a todo lo ocurrido en los últimos dos años.

Millones de personas pudieron ver por fin la verdadera cara del Estado. Primero nos encerraron en nuestras casas durante tres meses, luego llegó el turno del toque de queda nocturno, de los cierres regionalizados, del llamado semienclavamiento (cuando podíamos salir de nuestras casas, sí, pero sólo para ir a trabajar). Finalmente, llegamos al ansiado “reinicio”.

La recuperación económica, cueste lo que cueste, no es ciertamente un “retorno” de la libertad y la felicidad de los individuos, sino la exigencia de una abnegación total a las necesidades del mercado. Hay un hilo rojo que une episodios dramáticos como la masacre de Mottarone, las seis muertes diarias en el trabajo, los ataques a los porteadores en huelga y la imposición del pase verde a todos los trabajadores: este hilo rojo se llama reinicio de la economía capitalista. Lo único que les interesa es que la economía no se paralice de nuevo, que no haya brotes en las empresas. La máquina no debe detenerse de nuevo, sino que se cortan los frenos. La máquina no debe frenar, sino que nos atropellará.

Estos son los mismos grandes señores de la Confindustria (Confederación de la Industria Italiana) que en febrero de 2020 presionaron para mantener las fábricas abiertas, que restaron importancia a la gravedad del virus, que junto con los alcaldes democráticos de Milán y Bérgamo dijeron que no podíamos parar. Los mismos que ahora quieren imponer el pase verde. ¿Qué dignidad tienen estos señores para llamarnos irresponsables, para decirnos que somos los “negacionistas”?

El pase verde no tiene nada que ver con la crisis sanitaria. De hecho, tampoco tiene nada que ver con las vacunas (pensemos lo que pensemos de ellas). No es cierto que el pase verde sirva para forzar a la población hacia la campaña de vacunación. Es exactamente lo contrario: es un pretexto para obligarnos a descargar el pase verde. El objetivo mal disimulado del gobierno es aprovechar la pandemia para dar un giro autoritario sin precedentes.

En los últimos años, la patronal lo ha conseguido todo: ha seguido produciendo, exigiendo que nos quedemos en casa cuando no teníamos que ir a trabajar para ellos; ha conseguido la liberación de los despidos, imponiendo como jefe de gobierno a Mario Draghi, ya malvado burócrata del BCE y masacrador de Grecia; nos está matando de hambre con las subidas de las facturas y de los combustibles, una forma indirecta de recortar nuestros salarios. Ante esta crisis estructural, la única respuesta que puede dar el Estado es endurecer la represión y reforzar el control social.

Para eso está el pase verde.

El pase verde no es una medida temporal: en sus planes, es un instrumento de control que permanecerá. Frente a este odioso aparato, no podemos permitirnos compromisos ni puntos intermedios. El problema no es obtener un pase verde preservando nuestra supuesta “libertad de elección”. Esta infame herramienta de control debe ser saboteada por todos los medios.

Respondemos a este endurecimiento de la represión endureciendo la lucha. Mucha gente lo ha entendido, saliendo a la calle sin dirigentes ni burócratas que colaboren con el régimen. No sabemos cómo terminará esta lucha, pero sí sabemos que para millones de personas explotadas lo que ha ocurrido en los últimos dos años ha sido una especie de pérdida de inocencia. Muchos han visto la verdadera cara del Estado. Son los propios analistas del régimen los que se preocupan por la pérdida de confianza en las instituciones, la política, la policía y los sindicatos. Que este foso se vuelva insalvable, que sean ellos los que se sientan asediados desde hoy. Que la desconfianza se convierta en conflicto.

Al principio de la emergencia nos dijeron que “nada volverá a ser lo mismo”. Eso es lo único en lo que no nos mintieron: para ustedes, los jefes y gobernantes, nada volverá a ser igual. No reclamamos derechos, ardemos con la anarquía.

NOS VEMOS EN LAS CALLES

 

NARCOTRÁFICO Y CAPITAL

Extraído del boletín La oveja Negra #79

Es por sus aspectos más superficiales que el narcotráfico llega a la discusión pública y a la prensa. Intentaremos atravesar la superficialidad del asunto. El narcotráfico es un síntoma de la situación económica que está causando estragos en el tejido social a lo largo y ancho del país. Inseparable de los graves y generalizados problemas de adicciones, se trata de un fenómeno que crece en la sociedad capitalista. Buscaremos abordar este problema social desde un punto de vista de clase.

La droga es otra mercancía producida y distribuida según los criterios de la sociedad capitalista. De hecho, antes de ser prohibidas, algunas drogas eran producidas por laboratorios y vendidas como productos farmacéuticos.

La heroína y la cocaína, desde principios y mediados del siglo XIX respectivamente, fueron desarrolladas y producidas a escala industrial en decenas de países por empresas químicas y farmacéuticas. Ambas eran ampliamente prescritas, suministradas en hospitales y recomendadas por la medicina moderna, fundamentalmente para continuar con el trabajo o soportar dolores de heridas producidas durante las guerras. La fuerte dependencia fisiológica provocada por estas nuevas mercancías generó en los soldados y explotados en general, la veloz formación de un mercado cautivo. A través de las épocas y cambios culturales, el tráfico, las drogas legales e ilegales y los adictos han existido y tomado diversas formas hasta llegar al modo que hoy conocemos. Sigue leyendo

¿QUEDATE EN CASA?

Tomado del boletín La Oveja Negra #75

El alquiler de una casa consiste básicamente en que los propietarios sacan la máxima ventaja económica de sus propiedades en el estado en que se encuentren: ¿puede el interés de los propietarios ser idéntico al del resto de la sociedad?

Durante los últimos diez años el mercado inmobiliario ha crecido a nivel mundial, esto es importante si tenemos en cuenta que la crisis económica del 2008 estuvo precedida de un ciclo de auge y caída de los precios de la vivienda. Asimismo, desde el inicio del confinamiento generalizado, cuando todo atisbaba una crisis económica profunda, el mercado inmobiliario continuó su ciclo ascendente.

En Argentina, por el contrario, se ha retraído el mercado de compra y venta de inmuebles. Esto se debe, además de a los bajos salarios y a la inestabilidad de los precios, a la ausencia de créditos accesibles para la compra de viviendas. Por esto, se trata de un país donde una gran parte de la población debe alquilar. Lo que significa, por otro lado, una mayor cantidad de viviendas comercializadas como mera inversión de sus propietarios, como ahorro frente a la devaluación de la moneda local o como fuente de ganancia a través de la renta.

Es así también que las pujas entre propietarios e inquilinos han tomado una importancia preponderante en la región, y el Estado ha debido intervenir al respecto. Durante el 2020 se aprobó una nueva ley de alquileres, así como se fue extendiendo desde marzo de 2020 el congelamiento de alquileres y la suspensión de desalojos mediante el llamado Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU).

A comienzos de marzo de este año, el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat Jorge Ferraresi anunció que no habría una nueva extensión de dicho decreto, pese a la evidente catástrofe social en la que estamos sobreviviendo. Esto implica que a partir del 1° de abril los inquilinos endeudados quedarán en la calle y habrá abundantes juicios de embargos.

Este DNU que prohíbe los desalojos del sector formal o con contrato, mantiene el precio del alquiler de marzo de 2020 y prorroga contratos de alquiler de manera automática. Pero cabe destacar que cada una de las renovaciones del DNU fue avisada por el gobierno a pocos días de finalizar la prórroga. Lo cual, ante la desesperación provocada por la incertidumbre y la presión de las inmobiliarias, obligó a miles de personas a buscar casas para alquilar cada vez más caras, no pudiendo hacer uso del decreto, en una situación de desocupación y precarización laboral crecientes y con salarios realmente congelados.

La falta de vivienda es otra gran problemática social de la región que se ha agravado en el 2020. La toma de tierras en Guernica (Buenos Aires), si bien fue emblemática no fue la única. Allí unas 2.500 familias (10.000 personas aproximadamente) se asentaron en terrenos destinados a un barrio privado y resistieron durante dos meses, hasta que fueron reprimidos ferozmente. Estas tomas de tierras en varias ciudades, así como las recuperaciones territoriales que viene realizando el proletariado mapuche en lucha en tierra patagónica, provocaron la reacción de la burguesía en defensa de la propiedad privada, tema que circuló en los medios durante algunas semanas.

En medio del debate sobre si debía o no extenderse el DNU, propietarios y empresarios salieron a combatir en defensa de la propiedad privada y en contra de nuestra supervivencia. Grandes diarios y canales del país hicieron su parte, ocultando o falseando información, confundiendo e infundiendo más miedo a los inquilinos. Mientras tanto, la Cámara de Propietarios y las inmobiliarias del país, de la mano de Juntos por el Cambio, presentaron un proyecto para que se derogue en su totalidad la ley 27.551 o “nueva ley de alquileres; la cual, más allá de los pocos beneficios que presenta para los inquilinos, en muchas ocasiones no es más que papel mojado ya que, como siempre, “la casa se reserva el derecho de admisión”.

Mientras el salario real disminuye notoriamente, con recortes en muchos sectores o aumentos completamente por debajo de la inflación, el peso argentino sigue devaluándose a un ritmo acelerado, con el impacto en los precios y en el costo de vida que esto significa. Esta situación se aceleró en el 2020, pero viene repitiéndose de manera cíclica desde hace décadas. En los últimos cuatro años el costo de la canasta básica para una “familia tipo” se ha multiplicado por 4,5, así como muchos alimentos básicos en diez años han aumentado el 1.200%. En el último año los alquileres subieron un 61,6%, y sólo entre enero y febrero un 9%.

Aun contando con las migajas del DNU, el 35,7% de los inquilinos hoy tiene una deuda de alquiler con los propietarios de, por lo menos, tres meses impagos. Esto significa que se hallan ante una situación de inminente desalojo. Las familias sostienen desde hace meses su nivel de vida a fuerza de deudas varias. Una primera ola de desalojos comenzó en Guernica, donde un 80% de las familias habían llegado allí porque no podían seguir pagando el alquiler y, posiblemente, le siga una segunda después del 31 de marzo.

Sumado a este ataque al salario, durante el año pasado se acrecentó la enorme masa de desempleados. Millones de personas viven en la pobreza, ni siquiera llegan a la canasta básica. Según cifras oficiales uno de cada tres argentinos es pobre (más de 14,3 millones de personas, cifra que asciende a prácticamente la mitad de la población si se toma en cuenta la franja de 0 a 14 años). El hambre es una consecuencia inevitable, que se suma al empeoramiento de la calidad de los alimentos y los problemas de nutrición.

La vivienda en el capitalismo no es más que una mercancía que hoy casi no podemos permitirnos alquilar con un sueldo básico. Ya era una mercancía imposible de comprar para cualquier proletario joven, ahora se convirtió en una mercancía de lujo que se dificulta incluso rentar. Un relevamiento mostró que en la ciudad de Buenos Aires en 2001 el 68% de las viviendas eran habitadas por sus dueños y sólo el 22% por inquilinos. Diez años después, las primeras bajaron al 56% y las segundas aumentaron al 30%. Cifras que seguramente continuarán profundizando dicha tendencia, con las consecuencias evidentes de que la vivienda sea cada vez más un mero negocio para su propietario y no un lugar para vivir. Casas destrozadas, departamentos de 20m2, lugares húmedos, sin ventilación y sin los servicios básicos, pensiones de hacinamiento… y así y todo, las exigencias de los propietarios mediadas por las inmobiliarias hacen parecer que queremos habitar un palacio.

Un socialdemócrata nacido a fines de 1800, Otto Bauer, señalaba: «Sólo los socialdemócratas podrían pacificar a los desempleados y evitar que los trabajadores caigan en la tentación de embarcarse en empresas revolucionarias». Hoy en Argentina es la socialdemocracia peronista la que intenta calmar las aguas con migajas como la renovación sucesiva del DNU. El congelamiento por un año del precio de los alquileres, mientras no suben los sueldos y se pierden cantidad de puestos de trabajo, es un acuerdo de clase con el cual algunos sectores de la burguesía se sintieron atacados. Tomaremos algunos extractos del libro El monstruo de la vivienda:

«El único interés que el Estado tiene en controlar los alquileres es en evitar que suban demasiado para que no ejerzan presión sobre los empresarios de aumentar los salarios. Los políticos a menudo utilizarán un control de alquileres que aplique sólo para una pequeña parte de las viviendas totales o le ponga límites muy débiles a los aumentos, todo esto para demostrar que algo están haciendo por “el pueblo trabajador”. (…)

Las medidas a favor de los inquilinos se aprueban para protegerse del movimiento de los inquilinos. El control de alquileres se aprueba para controlar a los arrendatarios del proletariado. Pero los movimientos de capital no sólo dependen de la legislación gubernamental. Los límites en el derecho de los dueños a desahuciar a sus inquilinos o a cometer abusos con la seña y los depósitos son avances reales, pero que no dañan al capital invertido en el alquiler de viviendas. Especialmente cuando el mercado está estable, el dueño no necesita desahuciar inquilinos continuamente, y siempre hay maneras de saltarse las leyes. El control efectivo de alquileres es distinto. Por definición, el control de alquileres tiene que limitar las ganancias de los dueños. Puesto que ser un arrendatario, como cualquier otro tipo de negocio, implica obtener una ganancia, el control de alquileres permite que alquilar casas sea un negocio menos competitivo. (…) Cuanto más dure el control de alquileres, mayor es el incentivo para que los dueños pongan su dinero en otro negocio. Un control de alquileres serio que pueda durar indefinidamente, necesariamente va a llevar a una desinversión en el negocio de la vivienda.

El control de alquileres es un precio máximo legal que se impone a una mercancía. Empuja los flujos de valor, mientras diferentes líneas de negocio compiten por la inversión. Habitualmente, una industria cuyos productos tienen mucha demanda puede subir sus precios y atraer más capital. Cuando existe un fuerte control de alquileres, la demanda real de casas supera la oferta pero los precios no pueden subir, por lo que o bien se elimina el control de alquileres o se forma un mercado negro, en el que las viviendas se alquilan por encima de sus niveles legales –lo que mina la efectividad del control de alquileres. Si se toman medidas enérgicas contra el mercado negro y los alquileres se mantienen estrictamente al nivel fijado, no sólo será el negocio de los dueños el que se volverá poco competitivo. Al abandonar el capital, el negocio del alquiler de vivienda, el mercado de casas disminuye. (…) Con el tiempo, esto causa escasez de vivienda. El Estado se enfrenta entonces a una decisión: acabar con el control de alquileres, enfrentarse a una crisis de vivienda o convertirse él mismo en arrendatario.»

En Argentina, nos encontramos hoy en una situación en la cual no hay mucho para repartir. El Estado no construirá viviendas sociales como décadas atrás, siquiera permite la ocupación de terrenos sin agua potable ni electricidad. La cuestión de la vivienda es sin duda una bomba pronta a estallar.

Cuando arremete la angustia porque “unos tienen tanto y otros tan poco”, debemos recordar que unos tienen tanto a condición de que otros tengan tan poco. La propiedad privada no es simplemente una relación de los humanos con las cosas, es una relación entre humanos que se tratan como cosas. Y aún en estas condiciones de atropello y sin razón causa burla, cuando no rechazo, proclamar la necesidad de la abolición de la propiedad privada. Un viejo manifiesto de 1848 decía: «Os horrorizáis que queramos abolir la propiedad privada. Pero, en vuestra sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros; la misma existe precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes. Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de propiedad.»

La huelga de Cádiz y las flores en la guadaña

Por: Barbaria

En las últimas semanas hemos visto el estallido y el rápido sofoco de la llama de nuestra clase, esta vez a propósito de la huelga del sector del metal en la provincia de Cádiz, que tiene la segunda mayor tasa de paro de toda España, con un 23,16%. Hemos vuelto a ver, cómo no, al Estado, a la izquierda que lo encabeza y a los sindicatos en acción, haciendo el papel que históricamente mejor han sabido hacer: dinamitar cualquier perturbación de la “paz social”.

La huelga empezó a tomar forma a lo largo del mes de octubre, dada la descompensación que hay entre la inflación, que se ha disparado al 5,5% en 2021, y la subida de los salarios, de la que hablaremos más adelante. Estos hechos están afectando en mayor o menor medida a todos los trabajadores, haciéndonos perder salario real y poder adquisitivo, con el consiguiente empobrecimiento. Esta circunstancia en el ya previamente maltrecho y amenazado sector de la industria metalúrgica genera las condiciones para el estallido de, como poco, una huelga, que fue impulsada por los elementos más precarios del sector. Ante la inevitabilidad de la huelga, los sindicatos decidieron intervenir para mantener la huelga dentro de los límites aceptables desde la lógica del beneficio económico, la única posible para el sindicalismo. En este sentido, los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) se afanaron por mantener la huelga lo más aislada posible en su sector, y en este sentido se vieron presionados para ponerse al frente de las asambleas de trabajadores, que desde luego no habían nacido de la iniciativa sindical, para asegurarse de que así fuera. Del mismo modo, las reticencias de los partidos del gobierno PSOE-Podemos frente a la huelga pasaron a convertirse en muestras de apoyo cuando esta amenazaba con desbordarse, tomando el papel de poli bueno al avisar a los trabajadores de que la huelga podía ser instrumentalizada por la derecha. Una vez más, por si no hubiéramos tenido suficientes muestras ya, sus diatribas palaciegas y cortoplacistas se muestran totalmente ajenas a los intereses de nuestra clase. Entretanto, los sindicatos acordaron pactar con el gobierno una subida de los salarios del 2%, más que insuficiente para cubrir la inflación, en una votación individual y secreta que los sindicatos más “radicales” no tardaron en señalar como un fraude, movilizando a los trabajadores más comprometidos para continuar con la huelga, al coste de enfrentarse a sus propios compañeros.

Una línea general que atraviesa todos los elementos que han conducido al fracaso de la huelga ha sido, sin duda, la división. Por una parte, la división que mantuvieron los sindicatos mayoritarios para garantizar que la huelga se restringía al sector del metal, evitando que otros sectores se solidarizasen con la huelga. Por otra parte, estos mismos sindicatos se aseguraron de mantener atomizados a los trabajadores del propio sector del metal, al sabotear la asamblea e imponer el voto secreto, como derecho ciudadano, evitando que los trabajadores pudiesen poner en común sus intereses para actuar de forma unitaria. Luego, los sindicatos “radicales” decidieron empujar a los trabajadores más comprometidos a continuar con la huelga -de forma unilateral, sin contar con la asamblea de los trabajadores, al igual que hacen los sindicatos mayoritarios- por el rechazo al acuerdo que habían alcanzado los sindicatos mayoritarios con el gobierno, a sabiendas de que la huelga ya había sido sofocada y que eso generaría enfrentamientos por una parte entre los compañeros más radicales y los que ya se habían desmovilizado, y por otra parte un enfrentamiento estéril entre los trabajadores radicales y la policía, que de paso sirvió al gobierno para dividir a los huelguistas entre los buenos -que aceptan el acuerdo alcanzado- y los malos -que no lo aceptan y además perturban el orden público-, a los cuales lógicamente había que darles un escarmiento.

Es importante señalar que el hecho de que esta dinámica se haya reproducido huelga tras huelga durante décadas no es algo casual, ni fruto de alguna traición particular, sino que atiende a la propia esencia de los sindicatos. El papel de los sindicatos no es el de velar por los intereses de nuestra clase, sino el de mediar entre el Estado y la patronal por una parte y los trabajadores por otra, además en un único sentido, que los trabajadores acepten las vueltas de tuerca que les va imponiendo la burguesía. Es por esto que podemos decir que los sindicatos son el brazo del Estado en la clase trabajadora, y no al contrario, como se nos ha pretendido hacer creer. Por esto mismo no es de extrañar que hayan sido tan considerados con la rentabilidad económica del sector y hayan aceptado una subida de los salarios que de sobra saben que no compensa la inflación. También, como hemos visto, los sindicatos “radicales” no escapan a esto, pues necesariamente priman su afán por ganar representatividad -ante el Estado- sobre los intereses de los trabajadores a los que dice representar. El sindicalismo es, como el parlamentarismo, una vía muerta que jamás tuvo nada de revolucionaria, pues jamás hubo nada de revolucionario en mantener una separación entre la política y la economía que no tarda en mostrarse ficticia. En las elocuentes palabras de alguien que sufrió la violencia de esos mismos partidos que hoy se hallan al frente del Estado español:

“Determinados grupos con más humos que penetración, achacan la evidente incompatibilidad de los sindicatos con la revolución a un carácter reformista que en verdad nunca tuvieron, y por otra parte a la supuesta incapacidad del capitalismo hogareño para hacer concesiones al proletariado. Lejos de ello, la causa es esencial, no contingente. Lo que engendra el carácter reaccionario de la organización sindical no es otra cosa que su propia función organizativa. Obtenga o no determinadas mejoras, está directamente interesada en que el proletariado siga siendo indefinidamente proletariado, fuerza de trabajo asalariado, cuya venta negocia ella. Los sindicatos representan la perennidad de la condición proletaria. […] Ahora bien, representar la perennidad de la condición proletaria conlleva aceptar, y de hecho necesitar también, la perennidad del capital. Los dos factores antitéticos del sistema actual han de conservarse para que el sindicato desempeñe su función, de ahí su profunda naturaleza reaccionaria, independientemente de los vaivenes que modifiquen, para mal, para menos mal o para mejor, la compra-venta de la mano de obra, jugarreta clave del sistema capitalista.Los sindicatos contra la revolución, Munis

Por último, y aunque suene a perogrullada, cabe recordar que el Estado y su política no son garantes de los intereses de nuestra clase, ni hay modo alguno en que lo sean, pese a los llamados del PCE (parte de la coalición de Unidas Podemos) para que los trabajadores confíen en el gobierno que empeora sistemáticamente sus condiciones de vida -y del que ellos forman parte- al mismo tiempo que les enviaban una tanqueta y una brigada de antidisturbios, que por lo visto debían venir en son de paz. Esto no quiere decir que los trabajadores nos tengamos que desmovilizar, ni que no haya nada que hacer, al contrario. Lo que esto quiere decir es que cualquier movilización será desmantelada si no sigue los principios que han marcado los éxitos de nuestro movimiento (hay que señalar que también los ha habido), y que no son otros que el internacionalismo y la independencia de nuestra clase, lo que en una huelga se concreta por una parte extendiéndola a otros sectores -y no aislándola en uno solo-, tendencia que se ha visto en la huelga de Cádiz, que tuvo una marcada tendencia a desbordar el marco de la fábrica extendiéndose por el entorno urbano de Cádiz y San Fernando a través de manifestaciones y asambleas de barrio, y por otra entregando todo el poder de decisión sobre la huelga a la asamblea formada por los propios trabajadores, y no a sindicatos ajenos a estos y con intereses diferentes, cuando no opuestos, a los de nuestra clase. Dicho de otra manera, los intereses de nuestra clase solo pueden ser representados por la propia clase, cuando se constituye como partido y se pone a la cabeza de la revolución que dejará en la cuneta a los sindicatos, a la izquierda del capital y a todos los que quieren conciliarnos con nuestros verdugos poniendo, como el título de este artículo, flores en sus guadañas.

Análisis de la actual crisis y revuelta en Cuba desde la perspectiva comunista radical

Los hechos y sus falsas versiones de derecha y de izquierda

Mediante acciones directas y espontáneas de masas que van desde hacer marchas y asambleas autoconvocadas hasta volcar a mano propia autos de la policía y saquear tiendas, el proletariado de la región cubana se está levantando en las calles contra el hambre y contra la tiranía estatal, es decir contra las miserables condiciones materiales de existencia impuestas por el capitalismo y su crisis actual, al igual que lo ha hecho el proletariado de las regiones colombiana, birmana, iraní y sudafricana durante este año, y al igual que lo hizo el proletariado de las regiones ecuatoriana, chilena, haitiana, francesa e irakí, entre otras, hace dos años.

Con todas sus debilidades, limitaciones y contradicciones internas (patriotismo, interclasismo, falta de autonomía revolucionaria, aislamiento, etc.), la revuelta proletaria de estos días en la región cubana es un eslabón o un episodio más de la tendencia hacia la recomposición de la revuelta proletaria internacional que se abrió en el 2018-2019 y se vio «interrumpida» por la pandemia y la dictadura sanitaria contrainsurreccional o la contrarrevolución preventiva del 2020-2021 por parte de todos los Estados de este planeta.

De entrada, entonces, un ABC anticapitalista al respecto: desde que existen hace ya varios siglos, el capitalismo, la crisis, el proletariado y la lucha de clases son mundiales. Las diferencias de estos en/entre cada época histórica y cada región geográfica sólo son de grado y de forma, no de naturaleza o de fondo en sus condiciones, relaciones y categorías fundamentales. Las cuales, principalmente el trabajo asalariado y la acumulación de capital, más bien se han extendido y profundizado con el pasar del tiempo en todas partes. De manera que tanto el “socialismo cubano” como la “restauración capitalista en Cuba después de la caída de la URSS” siempre han sido unos mitos: en realidad, lo que siempre ha existido en Cuba es capitalismo y lucha de clases, pero bajo otra forma y en otro grado, al igual que en la ex-URSS y en todo el mundo. Lo único que realmente ha cambiado desde la caída del bloque soviético hasta la fecha, es el predominio del capital privado con respecto al capital estatal sobre el proletariado, hoy en día más precarizado y explotado.  Sigue leyendo

Por qué lucha el proletariado en Colombia

Por: Barbaria

En las últimas semanas, la clase trabajadora colombiana se ha enfrentado con firmeza a los nuevos ataques de la burguesía, concretados esta última vez en una reforma fiscal del gobierno que busca incrementar la extracción de plusvalía por nuevas vías. El proletariado colombiano viene sufriendo agresiones continuas por parte de la burguesía, que se expresan en un deterioro progresivo de las condiciones de vida, fuertes desigualdades sociales y el empleo contundente de la violencia (militar y paramilitar) contra la movilización obrera y campesina. Los acuerdos de paz con la guerrilla han representado simplemente un mecanismo de integración de sus aparatos políticos contrarrevolucionarios en las instituciones democráticas del capital, habiéndose extendido por todo el país los ajustes de cuentas contra los líderes de las protestas populares, mientras la burguesía terrateniente relanza su ofensiva contra el proletariado rural. Las circunstancias generadas por la nueva pandemia del capital, el covid-19, han agravado todavía más la situación, en términos de desempleo, miseria y mayores impuestos. En realidad, esta reforma fiscal ha sido la gota que ha colmado el vaso para que se produjese un estallido social de enormes proporciones.

Pero nos equivocaríamos si intentásemos comprender este estallido social en términos exclusivamente nacionales. Todo lo contrario. La respuesta de la clase trabajadora colombiana a los planes de hambre y miseria de su burguesía es parte de la recomposición del proletariado mundial (y latinoamericano), en su lucha por sobrevivir a un capitalismo que ha agotado sus posibilidades de desarrollo orgánico. La radicalidad de las formas de lucha en las calles de las principales ciudades colombianas son una respuesta desde abajo a un capital mundial que es incapaz de articular el valor como relación social, que huye hacia adelante bajo expresiones cada vez más ficticias, extrayendo plusvalía a través de todo tipo de mecanismos imaginables y mediante el uso de la fuerza y la violencia de manera creciente.

A nivel mundial, estamos observando cómo el proletariado viene enfrentándose al capital desde los comienzos de la crisis de 2008. Al principio, como ocurrió con las revoluciones árabes de 2011 o el 15-M en España, con muchas ilusiones democráticas y ciudadanistas, de regeneración del sistema. En estas movilizaciones sociales, la clase media y sus guerras culturales posmodernas jugaban un rol hegemónico. Pero, con el paso del tiempo, la clase trabajadora ha radicalizado sus luchas, enfrentando más directamente las condiciones materiales que imponen los planes de explotación del capital. En 2019, los estallidos sociales en Chile, que tuvo como detonante la subida de los precios del transporte urbano, y en Ecuador, que también fue desencadenado por un agresivo ajuste fiscal, representaron un cambio de escenario en la lucha de clases en el subcontinente latinoamericano. Abrieron una fase de mayor radicalización en las luchas obreras, produciéndose un enfrentamiento más directo con el capital y sus gobiernos. Lo que está sucediendo en Colombia en las últimas semanas no puede entenderse sin aludir a este marco más global de mayor radicalización social.

Como sucedió anteriormente en Chile y en Ecuador, el proletariado colombiano ha dado muestras de enorme valentía y radicalidad en las calles, enfrentándose incluso a grupos paramilitares que han disparado fuego real, sin contemplaciones, a los manifestantes. En Cali, epicentro de las protestas, las comunas (los barrios) de la periferia de la ciudad se han organizado colectivamente no solamente para enfrentar la violencia de los cuerpos represivos. Además, han tenido que organizar el aprovisionamiento de víveres, la protección frente a los agentes infiltrados, el transporte colectivo, el cuidado de los heridos, etc., ya que el gobierno ha intentado rendirlos por hambre y cancelación de los servicios básicos. La respuesta de estas comunas, como Puerto Resistencia, es una muestra de la capacidad de nuestra clase para construir relaciones sociales al margen de las impuestas por el capital y sus Estados, donde a la par que se reorganizan las condiciones materiales de vida, se produce una revolución en los valores y en las relaciones humanas. El mundo deja de estar invertido, como sucede en el capitalismo, y las necesidades sociales pasan a ser prioritarias respecto a cualquier otro criterio (como la acumulación de capital sin límites) en las decisiones que las comunas toman en los usos de los recursos disponibles y en los esfuerzos que se dedican a lograrlos. Todo se da la vuelta, deja de estar al revés. Así, por ejemplo, una activista de las luchas medioambientales, que hasta entonces necesitaba escolta ante las múltiples amenazas y asesinatos cometidos por los paramilitares, ahora camina libre, sin miedo, entre sus vecinos. La movilización proletaria le ha devuelto su seguridad, ha frenado la violencia del capital en aquellos espacios donde nuestra clase ha impuesto su lógica de vida (frente la lógica de muerte del capital).

Son atisbos de una sociedad nueva, son destellos de comunismo, son los balbuceos, los comienzos, de la constitución revolucionaria de una clase que se resiste a sucumbir junto a un capitalismo moribundo. El comunismo no surgirá de la cabeza de ningún genio, ni de las directrices exógenas de ninguna vanguardia esclarecida. Es un movimiento histórico que emana de las entrañas de la sociedad, que surge en el fragor de las luchas del proletariado por garantizar sus condiciones de existencia, cuando el capital, en su intento desesperado por seguir incrementando sus beneficios, no le deja otra opción a nuestra clase que organizarse socialmente de una manera alternativa para garantizar sus condiciones de vida. Ciertamente, es todavía insuficiente lo que estamos viendo en las comunas de Cali o de Medellín, o en los barrios de Santiago en Chile, estas nuevas relaciones sociales solamente pueden imponerse a la lógica del capital a nivel mundial. Pero, sin duda, muestran el camino a seguir, son experiencias donde nuestra clase va aprendiendo a combatir al capitalismo en un plano real, material, no conformándose con las ilusiones culturales, democráticas, que le susurra la izquierda posmoderna.

Pero, como decimos, estamos en el comienzo de un proceso que es enormemente complejo, cargado de peligros. La propia izquierda colombiana, tanto a nivel político como sindical, está intentando desviar las luchas al terreno electoral y al de la negociación con el gobierno, enredando al proletariado en el laberinto tecnocrático de las reformas cosméticas de un capital que solamente puede ofrecer la catástrofe y una mayor explotación. Las falsas esperanzas de la socialdemocracia, expresadas en Colombia en la candidatura presidencial de Gustavo Petro o en la alcaldesa de Bogotá Claudia López, representan el mayor peligro para nuestra clase en su lucha por una vida mejor. La socialdemocracia, en su intento de gestionar la crisis del capital, en su burdo intento de conformar un capitalismo amable o inclusivo termina irremediablemente por convertirse en un títere más de la lógica del valor. Si el capital se encuentra en peligro por la movilización proletaria, sin ninguna duda estos personajes de la socialdemocracia colombiana no tendrán ningún remordimiento en actuar con la violencia y la misma contundencia con las que hoy actúa el presidente Iván Duque. En Colombia, como en el resto del mundo, el proletariado revolucionario buscará su vía independiente, como Karl Marx advirtió en el Manifesto comunista de 1848. El proletariado es la única clase social que dispone de las condiciones materiales para construir una sociedad por fuera de la lógica del valor. Es necesario combatir con todas las energías a la socialdemocracia, a las ilusiones democráticas que prometen una gestión benévola del capital, a las corrientes oportunistas que pretenden colocar a nuestra clase en la disyuntiva de elegir (con especial empeño en el terreno electoral) entre las formas más progresistas y más reaccionarias del capital. Es una falsa elección. Del capital en sus diferentes formas solamente podemos esperar miseria y desolación. Los trabajadores y las trabajadoras de las comunas colombianas nos indican un camino alternativo, real: el de la autodeterminación proletaria mediante la lucha de clases.

Marx en Once Puntos

Por: Barbaria

«Ellos (los proletarios) no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente dar rienda suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad agonizante lleva en su seno» (Marx, La Guerra Civil en Francia).

Con estas notas pretendemos ofrecer un acercamiento a las principales aportaciones que al movimiento proletario ofreció Karl Marx. Sabemos de la dificultad de la tarea, es imposible restituir la importancia y la complejidad de sus aportaciones teóricas y prácticas en estas breves páginas. Pero nuestro fin no es ése, simplemente pretendemos ofrecer un inicio de orientación por la obra de nuestro compañero que sirva como guía para una profundización ulterior. Para ello partimos de lo esencial: la obra de Marx es la de un revolucionario comunista que inscribió su contribución teórica en el movimiento proletario de negación de este mundo. Es desde ahí que tienen sentido la profundidad del conjunto de sus aportes.

Orígenes

Karl Marx nació en 1818 en la ciudad renana de Tréveris. Su familia era de origen judío, prácticamente casi todos sus familiares varones, por parte de padre y madre, habían sido rabinos. Su padre se convirtió al luteranismo de modo pragmático para tratar de evadir las dificultades propias de la época de ascenso profesional e integración en la sociedad para un abogado de origen judío. Renania, la región en la que había nacido Marx, estuvo ocupada por los ejércitos napoleónicos y su Código Civil fue implementado en ese tiempo. El Congreso de Viena de 1815 decidió que Renania (en el oeste de Alemania, haciendo frontera con Francia) fuese anexionada por Prusia. Todo ello nos da una imagen más liberal de la región en relación a las pervivencias del Antiguo Régimen que se mantenían con fuerza en Prusia.

El padre de Marx, Heinrich, era de tendencia liberal, así como el padre de lo que sería su compañera (Jenny), el Barón Ludwig von Westphalen. Este ambiente liberal y las conversaciones con el Barón Westphalen influirán fuertemente en el adolescente Marx. Acabados los estudios secundarios estudiará Derecho primero en Colonia y luego en Berlín. En 1841, terminará su Tesis doctoral sobre las diferencias entre Demócrito y Epicuro. Y en contacto con otros jóvenes hegelianos (discípulos izquierdistas, liberales y demócratas, contra el Antiguo Régimen) tratará de obtener una plaza en alguna universidad como profesor. La represión absolutista se lo impedirá cuando su principal mentor, Bruno Bauer uno de los líderes de la izquierda hegeliana, será desplazado en 1842 por sus tesis radicales contra la religión. Marx se dedicará, por lo tanto, al trabajo periodístico. Dirigirá una publicación en Colonia, La Gaceta Renana, de tendencia liberal pero empezará a preocuparse por cuestiones sociales como se observa en sus artículos sobre las leyes acerca del robo de la leña y los debates parlamentarios de la Dieta Renana. Estos artículos acabarán por cerrar la publicación y por radicalizar al autor de ellos, Karl Marx, cada vez estaba más atento a las nuevas ideas socialistas que germinaban en las primeras agrupaciones obreras. Desde 1843-1844 adhiere a ellas para el resto de su vida. Esta transformación no encuentra su origen en una operación intelectual, sino debido al contacto que Marx entreteje con el proletariado parisino. Es este movimiento el que gana a Marx al movimiento comunista, o sea, lo contrario de lo que se sostiene en tantos libros de texto, que hacen del comunismo una idea que los intelectuales inyectan en masas analfabetas. Algo similar ocurre con Engels que adhiere al comunismo en Manchester, cuando conoce desde dentro la realidad del movimiento obrero de la época. Sigue leyendo

¡Solidaridad de clase con los proletarios y las masas palestinas oprimidas!

Los medios de comunicación llevan varios días hablando de la “escalada de violencia” entre Israel y los palestinos, poniendo al mismo nivel a los oprimidos y a los opresores. En las últimas horas, el ejército israelí ha anunciado y luego negado haber invadido la Franja de Gaza, sobre la que dispara su artillería y que sus aviones bombardean, mientras Hamás lanza salvas de misiles sobre ciudades israelíes. El número de muertos conocido hasta la fecha es de más de 100 (incluidos 27 niños) y cientos de heridos en el lado palestino, y 7 en el lado israelí (incluidos un palestino y su hija).

En las ciudades israelíes de Lod y Jaffa se produjeron enfrentamientos entre jóvenes árabes y grupos judíos de extrema derecha, y se registraron escenas similares en otras ciudades, como Tel Aviv, donde se convocaron manifestaciones contra los árabes; mientras tanto, en Jerusalén continuaron los enfrentamientos entre manifestantes árabes y la policía. Hasta el punto de obligar al primer ministro Netanyahu a advertir contra los pogromos antiárabes, por temor a que provoquen una revuelta entre los árabes israelíes. Los árabes, que representan algo más del 20% de la población total de Israel y suelen ejercer los trabajos menos remunerados, han sido los más afectados por la crisis económica que ha hecho que el desempleo se dispare, y constituyen una bomba social.

Todo comenzó con una movilización en apoyo de las familias árabes de Jerusalén Este, amenazadas con ser desalojadas de sus hogares para dejar el lugar a los colonos. Cuando las manifestaciones crecieron y provocaron enfrentamientos con la policía y los colonos, Hamás intervino: disparó misiles desde la Franja de Gaza, que controla, donde 2 millones de palestinos sobreviven miserablemente, encerrados en un auténtico campo de concentración a cielo abierto bajo el bloqueo de Israel y Egipto.

Su objetivo no es sólo ponerse a la cabeza de la movilización, sino sobre todo, con su demostración de fuerza, ser reconocido por el Estado hebreo y sus patrocinadores imperialistas como el representante legítimo de los gazaouíes con quien negociar; por eso ha lanzado varios llamamientos al alto el fuego.

Pero lo que los gobernantes israelíes necesitan es un guardián dócil y obediente, un siervo subordinado, no un igual; por eso han emprendido la tarea de “castigar” a Hamás, matando a dos líderes de su ala militar y destruyendo edificios que le pertenecen, mientras se cuidan de no golpear a la policía palestina, que es esencial para mantener el orden. Son los civiles las principales víctimas de este sangriento gangsterismo.

Los Estados árabes hace tiempo que abandonaron sus declaraciones platónicas de apoyo a los palestinos, mientras que los imperialistas han abandonado cualquier intento de frenar las acciones de Israel, pilar fundamental de la presencia imperialista occidental en la región. La nueva administración estadounidense continúa esencialmente la política de Trump (reconocimiento de la anexión de Jerusalén, apoyo inquebrantable a Israel, etc.), y los europeos se contentan con comunicados melancólicos, a veces, como en Francia, prohibiendo las manifestaciones de apoyo a los Palestinos!

Los proletarios palestinos están solos; no pueden contar ni con los islamistas de Hamás, que sueñan con vender su piel, ni con lo que queda de los nacionalistas, ya vendidos, ni con el desvanecido espejismo de los acuerdos de paz negociados internacionalmente. Pero tienen decenas y decenas de millones de hermanos de clase en la región y en el mundo que tienen el mismo enemigo: el capitalismo. Tarde o temprano entrarán en la lucha para destruir este sistema burgués y su “orden” imperialista asesino. La revolución proletaria internacional pondrá entonces fin definitivamente a todas las opresiones, a todas las injusticias, a todas las masacres del capitalismo.

La verdadera solidaridad con los palestinos, como con otras víctimas de la opresión y la explotación, la oposición a los crímenes cometidos por el Estado hebreo, no consiste únicamente en denunciar el apoyo a este Estado que mantiene su dominación sobre millones de palestinos mediante la violencia y el terror. Es también y sobre todo trabajar por la reanudación de la lucha de clase anticapitalista, con vistas a derrocar a “nuestra” burguesía y su Estado, ¡no para tratar de convencerlos de que cambien su política!

Partido Comunista Internacional (El proletario), 14/5/2021.

La pandemia es domesticación

Extraído del boletín Contra la Contra #4

La palabra mágica “seguridad” se impone frente al delincuente como ante el terrorista y el virus, y la crisis sanitaria muestra hasta qué punto el Estado obtiene nuestra sumisión en nombre de la salud.

Gilles Dauvé

En la sociedad del Capital los discursos que se nos presentan como “verdades” son expresados por diferentes portavoces de la clase en el poder, desde los medios masivos tradicionales hasta los supuestos medios alternativos, junto al sin número de redes sociales digitales. De este modo, el discurso informativo que nos advierte desde principios del 2020 acerca de la pandemia del Covid-19 evidencia que la información desde el poder se pretende inobjetable, a tal grado que no solo suscita consenso entre los organismos de la burguesía, sino que ésta es aún reforzada a través de la opinión pública de las redes sociales y hasta de los supuestos medios disidentes.

La cuestión no es si la enfermedad es altamente infecciosa o si se deben seguir medidas de protección y cuidado o no. Es obvio que estamos frente a un virus que se propaga rápido y que en una minoría de personas infectadas causa la muerte. Aquí el problema es que el conjunto de información es tergiversado e instrumentalizado para validar cualquier acción del Estado capitalista. Desde encerrar obligatoriamente a una población, matar a personas que tuvieron el infortunio de salir durante un toque de queda, justificar el hecho de que los individuos deben aislarse de sus seres queridos o recluirse sin tener qué comer; porque aquí, como en muchos lados sobre el planeta “cada uno se rasca con sus propias uñas”.

Desde que se expandió el virus por el mundo, los noticieros no hicieron otra cosa que bombardearnos con noticias de los miles de muertos, notas sobre hospitales a reventar de pacientes, ahondando en supuestos tan contradictorios que al día de hoy sólo causan estupor, más una cantidad de información improbable, confusa y sesgada venida de los “expertos”. Todo ello con un claro objetivo de perturbarnos para de este modo aceptar guardarnos en confinamiento. Sin cuestionar un ápice esta jodida situación. Sin importar que en nombre de la “salud pública” nos han quebrado la salud mental, y a lo sumo, han hecho cada vez más difícil la sobrevivencia del día a día.

La santa “verdad”

 Anteriormente cuando se nos quería hacer creer en algo, imponernos la fe o someternos al designio de un amo era necesario la biblia en la mano y la espada en la otra, hoy no han cambiado tanto las cosas, solo se ha cambiado la biblia por el argumento “científico” en boga, sin faltar el garrote y el fusil cuando éste no basta. Hoy día la visión positivista recalcitrante que antepone la nueva fe “científica” intenta hacernos creer que fuera de sus verdades (temporales y transitorias) no hay más verdad, y cualquier otra especie de interpretación o análisis que no esté certificado por los institutos o no haya sido validado en los “papers” científicos carece de valor y debe descartarse a la primera.

¿Acaso el pensamiento científico o, mejor dicho, lo que han validado las instituciones burguesas y puesto ese sello, debería ser la base para regir, controlar y gestionar nuestras vidas, como si fuésemos sujetos de un experimento, sin más, simples ratones con los que se ejecuta el disciplinamiento social, el control y los diferentes proyectos de dominación sobre nosotros?

Entonces, ¿Por qué deberíamos creer que los designios sanitarios del capital ahora son neutrales si parten de una concepción burguesa de lo que es la higiene, la sanidad y la salud del cuerpo humano?; ¿Desde cuándo la OMS, la institución de la ciencia, los hospitales y la industria farmacéutica son los aliados de la humanidad?

En este sentido es necesario entender que la situación actual es una continuación de lo que comenzó en los orígenes del Capital: separar al ser humano de su propio cuerpo y de su ser colectivo, negándole la subsistencia primero, y luego, negándole el control de sí mismo; es decir, creando instituciones para domesticar su salud física y mental, para desarrollar en nosotros la dependencia a los órganos de poder, como si fuésemos becerros necesitados del pastor que nos lleve a pastar. Bajo la dictadura del Capital, nuestros cuerpos no nos pertenecen.

Bendito sea el control social

El mejor ejemplo de manejo de la crisis del coronavirus es el que se desarrolló en varios países de oriente, en especial China, teniendo como excusa la enfermedad, se dio rienda suelta al aparato represivo y de vigilancia que desde hace años se ha perfeccionado en aquel país; primero para ocultar el desarrollo de la enfermedad y después para “contenerla”, haciendo énfasis en tratar como delincuentes a toda la población, sometiéndola a cuarentena extrema, toques de queda y controles suigéneris, como en los existentes en las películas de ciencia ficción.

Si no fuera eso ya catastrófico, lo peor de todo es que la opinión pública mundial no tardó en aplaudir dichas medidas y ponerlas como ejemplo de contención de la pandemia. Exacto, los aplaudidores descerebrados ocultan los arrestos políticos, asesinatos y el maquillaje de cifras por parte de aquel país, además del ocultamiento de información y el lavado de geta de las instituciones represivas.

Si bien esas medidas de contención fueron consideradas un tanto “extremas” por las democracias occidentales, esto no fue impedimento para su implementación en varios países del globo, desarrollando el doble discurso del policía bueno y malo: “no actuamos con tanta represión como en China, por eso siéntete afortunado y quédate en casa… o te multamos o encarcelamos” (o asesinamos, falto decir).

La “mea culpa” del proletariado mundial

Por otro lado, la fórmula más fácil de la contención y que ha sido probada cantidad de veces es redirigir la culpa al proletariado, ya sea que se diga que la extensión de esta crisis es por su falta de compromiso por salir de sus casas y no acatar la normalidad en pandemia, o por no ser lo suficientemente cauteloso, responsable y civilista al no ponerse un cubrebocas las 24 horas del día.

Al final de cuentas, el alarmismo reaccionario en las redes sociales se ha volcado en culpar y señalar al vecino que sale de su casa u organiza fiestas, a la persona que no usa un trapo en la boca o a los que se aglomeran en los mercados a comprar sus insumos. Como si este hecho fuera el centro del problema, dejando de lado que la responsabilidad de esta situación y la forma en qué se obliga a la gente a relacionarse es gracias a la estructuración del Capital, y no depende de la elección de ningún individuo, ni grupo social.

Ahora bien, debe quedar claro que muy a pesar de la idealización de la contención y de la idiota creencia de que las medidas sanitarias son las fórmulas mágicas que nos van a salvar la vida, la realidad de la circulación mercantil y las relaciones capitalistas hacen imposible mantenerse a resguardo de cualquier virus o enfermedad. Aún más, si bien la infección de cualquier virus no es un hecho excepcional, sino la consecuencia del desarrollo de la vida orgánica en la tierra, no debemos descartar que la generación de patógenos y su extensión están estrechamente relacionados al modo de producción. La devastación de la tierra sumado al continuo deterioro de la vida de los proletarios más la dinámica de circulación de capital son el caldo de cultivo de las enfermedades que se expanden por el mundo desde hace ya varios siglos.

Además, hay que remarcar que por más que fuese “nuestro deseo” el quedarnos aislados en casa, el proletariado no tiene la vida garantizada, es obligado a venderse como mercancía, y a circular como tal en el espacio público. Está obligado a hacer su consumo de productos en los lugares donde se los vendan a menos costo, aunque estos espacios estén abarrotados, está supeditado a realizar trayectos en transporte público, porque no tiene de otra, y lo peor de todo, nadie tiene la capacidad de soportar el aislamiento de forma sana y los ejercicios y actividades que pretenden sustituir la actividad física y social de la población con alternativas virtuales tarde o temprano terminan en fracaso total.

La ilógica lógica del capital

 Hasta ahora cualquier análisis que se haya hecho sobre la pandemia solo ha recalcado cifras, muertos, políticas públicas, medidas de control y alarmismo a más no poder. En ningún momento, desde hace varios meses, ha habido alguna voz de peso que hable sobre la relación de esta crisis sanitaria con la estructuración política y social dentro de la economía del Capital. Y es obvio que nunca va a ocurrir. En este, como en tantos otros temas, los propagandistas del orden burgués se lavarán las manos y dirán que “la culpa no es del sistema, sino de la gente”.

Ahora bien, ¿cómo es que desde el capitalismo se ha respondido a esta calamidad más allá de las glorificadas medidas de control social, más allá de las cuarentenas, de los cubrebocas y las botellas desinfectantes? Bien, pues tristemente no se ha hecho nada significante, y si se cree que medidas desesperadas (y a la vez añoradas) como una vacuna son la solución a este problema, estamos seguros de que muchos más morirán esperando su vacuna, y que de hecho está ni siquiera garantizará el retorno a la “normalidad”, ni mejorará un ápice las ya de por sí jodidas condiciones de existencia de la mayoría de la población mundial.

En el terreno de la economía (del capital) se pensaría que ha sido un año catastrófico para el mercado, la industria y las finanzas. Así es como lo expresan los noticieros y otros merolicos. Sin embargo, las cifras actuales revelan que la producción de materias primas ha tenido un aumento histórico, los trabajadores de la industria están prolongando sus horarios de trabajo, así como los empleados de telecomunicaciones, farmacéuticas y otros sectores. Algo que a simple vista parece contradecir las intenciones de los gobiernos de “quedarse en casa”, cuando ha sido todo lo contrario para los trabajadores en general.

La cantidad de ganancias ha sido lo mejor que le ha ocurrido al Capital durante las últimas fechas, contrario a lo que la “lógica” diría, en esta pandemia quienes han quebrado no son los grandes conglomerados empresariales, sino solo los proletarios que viven al día y los pequeños comerciantes que tenían su fe puesta en el caprichoso dios de los negocios.

Pero sería reduccionista decir que todos los sectores de la producción y los servicios han tenido un repunte, en esta crisis como en tantas otras ha habido sectores afectados, como por ejemplo las tiendas departamentales, los bares, gimnasios y comercios que dependen del servicio directo a clientes. Pero como bien sabemos, en la economía capitalista, mientras unos se derrumban otros se levantan omnipotentes en el escenario mundial.

Así mismo, es evidente que dichos acontecimientos son los signos de un nuevo reseteo económico o reestructuración. Algo que podemos constatar si tomamos como base los periodos de crisis y decadencia de la economía capitalista de finales del siglo XIX y principios del XX. Confirmando que solo la dinámica de guerra para reventar fuerzas productivas, siendo remplazadas por otras, posibilitó la reconfiguración de la producción y la valorización de mercancías, brindándole nueva vida al cadáver de la economía mundial.

Antagonismo y debilidades del proletariado

Algo curioso que viene desarrollándose en la última década es la influencia mediática que ejercen los grupos de fundamentalistas cristianos, conservadores y neonazis que han multiplicado su retórica conspiracionista seudo crítica. Dando la apariencia de que esas minorías ridículas son la “oposición” al orden establecido.

Bien sabemos que esos discursos están plagados de fantasías retorcidas donde villanos como los Bildenberg, Soros y los Rockefeller se enfrentan a sus príncipes azules como Trump, los cristianos blancos, y hasta ¡el gobierno ruso! Más allá de sus delirios, debemos comprender que estos grupos y su propaganda es más que nada otra forma de expandir la confusión entre nuestra clase.

Su supuesto discurso crítico es sólo una conveniencia, su crítica al “nuevo orden mundial” solo se limita a señalar a los burgueses del “ala liberal”, dejando como unos santos a los burgueses conservadores y retrogradas. No está de más decir que estos sujetos en la pandemia son protagonistas del negacionismo, y han ido más allá pretendiendo jugar el papel de ciudadanos “rebeldes” por la libertad. Sí, por la libertad de reabrir sus negocios y sus centros de esparcimiento para regresar a su normalidad anterior.

Y como era de esperarse, la respuesta a este tipo de contestación conservadora vino de parte de la ciudadanía, igual de conservadora, pero sumida en la dependencia del discurso oficial. Lo cual ha jugado un papel extraordinario en el ámbito de las posibilidades de superar esta situación; pues si te enfrentas al discurso y la razón dominante no eres más que un “conspiranoico”, para así hundirte en el pantano del discurso oficial y validar las medidas de represión, la inmovilidad de la lucha proletaria y la aceptación de las condiciones de miseria existentes.

Cabe mencionar que incluso muchos compañeros que se autoproclaman antagonistas, anarquistas y críticos al Capital, fueron presas en un comienzo del terrorismo mediático que, a inicios de este año, presentó al virus y la pandemia como los “monstruos enemigos de la humanidad”, calando psicológicamente y reforzando la atmosfera de miedo, incertidumbre y terror.  Resultó una ironía que, tras años de prédica anti-estatal ahora se secundaba el discurso y accionar del Estado, exhortando también a “quedarnos en casa” y cerrar filas para obedecer las medidas sanitarias dictadas por la OMS.

La cuestión ante este hecho no es enfrascarnos en un burdo juego de ver quién es más ultra o más “radical” ante el problema. De lo que se trata es entender que si una teoría (en este caso, una teoría radical adversa al Estado y al Capital) debe ser desechada al primer obstáculo que pone la realidad, entonces no sirve.

Sabemos que la velocidad con que avanzó el actual proceso no ha tenido precedentes desde hace décadas, por lo que se hizo imposible digerirlo y entenderlo en lo inmediato. No obstante, nuestra percepción nunca puede partir de la razón ni de la lógica de nuestro enemigo de clase. A estas alturas donde son más visibles las contradicciones y falacias del Capital y su pandemia, ya no hay justificación en un repliegue y consenso a la dictadura sanitaria que impuso el capital.

Sobre la lucha proletaria en tiempos de contención

 Como ya se ha remarcado, la situación de la pandemia ha significado un deterioro de las condiciones de vida del proletariado, ya sea que por un lado haya sectores obligados a aumentar su jornada de explotación, así como del otro lado muchos proletarios hayan terminado en la cola del paro.

A esto se suma que el mismo trabajo a distancia o la escuela virtual también han reforzado el hecho de que solo unos cuantos tienen la posibilidad de adaptarse a los bruscos cambios que se implementan bajo este modo de producción. Sin embargo, ni siquiera quienes cuentan con las herramientas necesarias para cumplir con los designios del tele-trabajo o la tele-educación se han salvado del deterioro físico y mental que esto ha ocasionado. Y no es que reivindiquemos el trabajo y la educación de la “vieja normalidad”, sino que hacemos hincapié en el aumento de la moral del autosacrificio hasta reventar.

Pero contrario a lo que se pensaría esto también ha desembocado que grupos proletarios, con todo y la cuarentena encima, tomen las calles y se desplieguen frente a las fuerzas del orden, no porque “regrese la normalidad” sino por el hambre y la vida de mierda a la que nos tienen sometidos desde mucho antes de la pandemia. La enfermedad ha intensificado las revueltas en respuesta a los asesinatos de la policía en las calles o por los controles abusivos que impiden que siquiera se pueda obtener unas monedas para la sobrevivencia, disparándose el racismo y la misoginia estructural. Teniendo claro que habiendo o no pandemia, nuestras vidas están marcadas por la violencia de un orden asesino e inhumano.

Ante este clima de crispación, donde nuestra clase se alza contra sus enemigos de siempre, aún con todas las medidas de sometimiento “voluntario”, pregonar el “quédate en casa” es contribuir a reforzar este desastre amorfo y contradictorio gestionado por la clase dominante, porque incluso va más allá de consensuar el poder militar y control social que ejerce el Estado. Es aceptar toda la estupidez e ignorancia a la que estamos siendo sometidos, conllevando a  volvernos un panóptico delator, ciudadanos paranoicos defensores de la pulcritud y la pureza donde cualquier persona conocida o desconocida funge como enemigo por ser un posible agente infeccioso… en suma su pandemia nos advierte que “todos son el enemigo”. El “Quédate en casa” es negar la responsabilidad del único y verdadero culpable que es el Capital y su Estado. Es de hecho, reforzar la atomización y el aislamiento, un sálvese quien pueda desde la individualidad, para que con el encierro permanezcamos pasivos y expectantes, aterrados y castrados en cuerpo y mente.

Es importante y necesario hacer desde ya, una ruptura con la razón dominante, para avanzar y reconstruir la lucha en comunidad, misma que ha sido mermada por este proceso.  El Capital no caerá por sí solo y retroceder en los momentos de mayor necesidad es sinónimo de aceptar que no hay más esperanza que la que nos quieran otorgar nuestros enemigos. Y más allá de las vacías discusiones sobre cómo sería óptimo gestionar esta miseria, de nuestra parte negarnos a aceptar las supuestas alternativas y preferir plantear la respuesta a esto secundando los brotes de rabia donde se presenten, promoviendo la conjunción autónoma de clase, luchando sin hacer concesiones. Señalando que debemos permanecer en la perspectiva de revolución social mundial para acabar de una vez por todas con esta infamia asistida.

El capitalismo de Stalin / Notas sobre las teorías del capitalismo de Estado

La discusión que queremos introducir en este texto no es académica. Cuando era “Medianoche en el siglo”, para utilizar la afortunada y evocadora expresión de Víctor Serge, un puñado de compañeros y compañeras se atrevieron a pensar cuál era la raíz social de la Rusia de Stalin. En ese momento, tratar de discernir la verdad sobre ese fenómeno contrarrevolucionario era literalmente jugarse la vida. Muchos de estos compañeros y compañeras fueron perseguidos por ese motivo, algunos de ellos fueron asesinados por los sicarios del capital, en su forma “nacional-comunista”, “fascista” o “democrática”. Obviamente estas contribuciones, en las que colaboraron directa o indirectamente gente que hoy recibe los parabienes de la cultura dominante como Simone Weil o George Orwell, no fueron publicadas en libros académicos ni recibieron los elogios de los dominicales de la prensa burguesa. En esos momentos, en la década de los años treinta, Stalin era aliado de las principales potencias imperialistas de la época. Era uno más en la mesa de los depredadores imperialistas que se reparten la sangre del proletariado mundial. El embajador norteamericano en Moscú, Joseph Davis, compartía con Stalin no solo su nombre de pila sino la reivindicación de los Procesos de Moscú como un ejemplo de justicia universal. Para el resto de los Estados capitalistas mundiales, Stalin era un buen sueño, que les libera del espectro de la peor de sus pesadillas, la revolución proletaria mundial. Por eso un escritor hoy famoso, entonces un paria perseguido y que hacía parte de las listas negras de los eliminables, George Orwell, no podía ver publicado su Rebelión en la Granja. Ninguna casa editorial quería publicar un libro que criticaba al aliado en la II Guerra Mundial del Reino Unido y de Estados Unidos. Los aliados de clase, en una guerra imperialista, son sagrados para las burguesías. Nadie quería publicar al autor de Homenaje en Cataluña, un libro que no habla de nacionalismo a pesar de lo que pueda pensar algún docto despistado, sino de los sueños e intentos de revolución social masacrados por el stalinismo, el principal agente burgués en la España republicana de la época. La República, hoy evocada con nostalgia por tantos izquierdistas, no fue sino una enorme fosa común para miles de revolucionarios.

Como decimos, estas aportaciones no vieron la luz en los libros oficiales, sino en documentos internos, periódicos con tiradas reducidas, campos de concentración y cárceles desde Estados Unidos a Italia, desde la URSS de Stalin a la Barcelona de la II República. Así se construye nuestro partido de clase, a través de minorías revolucionarias que mantienen a contracorriente la importancia y la centralidad de nuestro programa y nuestros objetivos, la necesidad de luchar de un modo intransigente por una sociedad de mujeres y hombres libres, sin dinero ni clases sociales, sin mercancía ni Estado. Como veremos al final de este pequeño texto, esta es la tesis central de este trabajo. La centralidad del comunismo como negación de todas las categorías del capital, la comprensión de que la Rusia de Stalin no podía ser sino capitalista en la medida en que había mercancías, clases sociales, dinero, salario, empresas, un Estado en hiperinflación totalitaria… Sigue leyendo

[Perú] UNA FARSA DEAMBULA ENTRE NOSOTROS

Una larga “paz social” en este pedazo de territorio mercantil llamado Perú se estaba disimulando en el tiempo. La DEMOCRACIA que es el caballito de batalla de la clase burguesa, la hizo estallar.

La lucha interna entre ambas facciones de la burguesía, representada de un lado por el legislativo que se abandero descaradamente en asumir una lucha moral “contra la corrupción”, y el ejecutivo representado por Vizcarra, cada una representando sus intereses y agendas políticas por el control de las estructuras del Estado, no tuvo otro desenlace que la repartija del poder para acomodar la administración del capital.

La agudización paulatina de estas disputas políticas, llega aparejada de una crisis económica internacional donde el capitalismo nos viene mostrando su pestífero cadáver y que como una bestia mecánica de explotación va esparciendo sus embates de miseria, alienación y precarización intensificada.

Los procesos de rebelión y lucha que se están presentando en el momento y a los cuales asistimos, se van desarrollando en un sentido general débil. Impulsada por una izquierda del capital ya moribunda que, al pedir “mejores gestiones económicas”, a “enjuiciar a los corruptos”, e igualar el “reparto de la riqueza” y finalmente concluir en “nueva constitución”, deposita ilusoriamente su fe en el cambio de administradores en el Estado y su solución por medio de éste. Es decir, sin cuestionar las relaciones sociales de producción capitalistas y la masificación de seres humanos proletarizados que ésta relación necesita para subsistir, alientan la reforma del estado de cosas existente para el cambio de una clase de explotadores por otra, por medio de la entidad que protege la ejecución de todas las explotaciones: el Estado, cuna de la reproducción de la explotación social.

¡La clase explotada no tiene necesidad de elegir a nuestros próximos verdugos, sino el de combatir los medios y las estructuras que los reproducen de igual manera! ¡Tenemos que tomar las riendas de las luchas en nuestras manos!!

En este escenario, se han ido sumando gradualmente otras demandas de luchas fuera de las luchas interclasistas de la burguesía que denuncian la vida precaria, la agonía en el trabajo, la rabia de vivir en un mundo que no nos pertenece, la humillación de los políticos. Este año de la crisis sanitaria capitalista saco a relucir todas sus contradicciones, y la necesidad de asumirnos orgánicamente en una lucha que tenga como fin práctico nuestra auto emancipación como clase proletarizada.

Apostemos por construir el proyecto de negación que supere este inhumano mundo. Nuestros compañeros de otras épocas demostraron lo que hay que hacer como mínimo para ganar. Escupamos en esa aguanta bendita que se nos ha prohibido escupir: La economía, porque sabemos que el capitalismo no nos ofrece nada salvo la esclavitud más brutal y exagerada y en su derrumbe histórico seremos nosotros sus primeras víctimas. Solo en la lucha se conoce a la clase amiga y a la clase enemiga y solo mediante la lucha nos podemos aproximar a un cisma re-ordenador social que crecerá mucho más rápido que nuestros salarios de hambre.

¡POR LA AUTONOMÍA Y GENERALIZACIÓN DE LOS MEDIOS PARA LA LUCHA!

¡CONTRA EL CAPITAL, EL ESTADO Y LA DEMOCRACIA!

¡LA VIDA NO SE MENDIGA, SE TOMA!

¡OMNIA SUNT COMMUNIA!

CIRCULO ANTIFORMAL MARX-BAKUNIN

JÓVENES PROLETARIOS SIN SINDICATO

Ya no hay vuelta atras N° especial – La democracia es el orden del Capital: apuntes contra la trampa constituyente

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Frente a un nuevo ciclo de eventos electorales que se abre con el plebiscito del “Apruebo” y “Rechazo”, destinado explícitamente a conducir por los cauces institucionales todas las energías subversivas desplegadas intensamente desde el 18 de octubre de 2019, presentamos este material para contribuir a una crítica de la democracia como sistema político inherente a una forma de organización social basada en la explotación y la dominación. Particularmente, pretendemos aportar a la evaluación crítica de procesos promovidos por la clase capitalista como lo son los reacomodos constitucionales, que dejan intactas las categorías básicas y fundamentales de la sociedad del capital (tal es su objetivo), categorías contra las cuales, instintiva y conscientemente, se alzan las reivindicaciones y críticas prácticas de nuestra clase cuando estalla en revueltas de la magnitud que presenciamos (y que protagonizamos como proletarixs inmersos en las experiencias de lucha) hace unos meses, antes de que se desatara la crisis –y dictadura- sanitaria por la pandemia de coronavirus, y que hoy vuelve a demostrar que no está sepultada ni completamente domesticada. Trabajo, dinero, capital, Estado, propiedad privada, mercancía… son conceptos que no son letra muerta en alguna carta magna, sino elementos que organizan nuestra sociedad y su miseria.  Presentamos una revisión teórica e histórica de procesos similares al que estamos observando hoy, extractando aportes pasados relevantes y también considerando casos recientes en otros países.  Alentamos la lectura, discusión, crítica y difusión.

Vamos hacia la vida

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[Chile] 18 DE OCTUBRE: NUESTRA MEMORIA PROLETARIA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Un año ha pasado desde la irrupción de la revuelta, un año que ha cambiado por completo nuestras vidas. El 18 de octubre abrió un nuevo ciclo de la lucha de clases en la región chilena, en el que convergen la crisis interna y estructural del capitalismo y la debacle ecológica que amenaza con convertir el planeta en un desierto. Pero esto no solo ocurre en Chile, las rebeliones son un fenómeno contemporáneo en varios puntos del globo.

La gestión empresarial de la pandemia por parte del Estado terrorista frenó parcialmente la revuelta con el confinamiento y la militarización de la vida cotidiana. Pero no se puede confinar la historia: las causas profundas que motivaron el levantamiento y el malestar que padecemos a diario, siguen allí, pues su base material y espiritual es el capitalismo.

Un año de lucha, de hazañas que parecían imposibles; un año de solidaridad, de compañerismo entre personas hasta ahora anónimas las unas para las otras; un año de muertes a bala o en los hospitales públicos; un año de mutilaciones y represión. Un orden que hace posible tales atrocidades, que requiere de tales crímenes para su perpetuación, merece ser destruido.

¡Un año desde que incendiamos nuestras penas, nuestras rabias y nuestra depresión en las llamas de las empresas y las mercancías ardiendo! Este domingo, 40.000 policías y un número indeterminado de militares nos esperan, quieren intimidarnos de la mano con l@s bastard@s de cuello y corbata que nos llaman a manifestarnos desde nuestras casas y con una cacerola. Pero much@s no se dejan engañar: volver a la normalidad será nuestra derrota. La movilización permanente y el fortalecimiento, expansión y coordinación de nuestros espacios de encuentro, resistencia y lucha pueden permitirnos ir más allá del camino institucional que nos han impuesto. El solo hecho de presentarnos este domingo a nuestra cita con la historia constituye una victoria.

Este 18 de octubre desbordaremos su Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución subvirtiendo nuevamente la normalidad criminal del capital. ¡Lo queremos todo y para tod@s! ¡Libertad a tod@s l@s pres@s polític@s de la región chilena y el Wallmapu! Ni pactos, ni plebiscitos con nuestr@s asesin@s y explotador@s: ¡Revolución social o barbarie!

¡VAMOS HACIA LA VIDA!

Proletarixs en revuelta

Lip y la contrarrevolución autogestionaria

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Lip et la contre-révolution auto-gestionnaire

Négation N°3 (marzo de 1974)

Traducción del inglés: Non Lavoro

Biblioteca de Cuadernos de Negación

Lip fue una fábrica de relojes de Paris. En 1973 mil trabajadores ocuparon la fábrica ante la amenaza de cierre y durante 3000 días continuaron la producción bajo control obrero, hasta conseguir un acuerdo final que salvó los puestos de trabajo.

En la introducción, los autores de la revista Négation señalan: «se nos hizo cada vez más evidente que «Lip» representaba no solo una lucha en la que no reconocíamos ninguna de nuestras aspiraciones para una sociedad humana, sino que  se trataba simultáneamente de una expresión particular del movimiento capitalista contemporáneo y de una especie de anticipación de la conformación de nuestro enemigo: la contrarrevolución capitalista. No es sorpresa, entonces, que el texto resulte denso, pues fue necesario introducir la crítica del conflicto de Lip con un largo análisis del movimiento obrero y el movimiento capitalista, aunque necesariamente resumido. Y tampoco es sorpresa que fuese más allá de una simple crítica para embarcarse luego en un análisis de la contrarrevolución autogestionaria.»

LIP Y LA CONTRARREVOLUCIÓN AUTOGESTIONARIA

  • Introducción de Négation
  • Epílogo de los traductores al inglés
  • I. El movimiento obrero y su declive
  1. La expropiación de los expropiadores
  2. Trabajo muerto
  3. Capital variable y los sindicatos
  4. La CGT y la desvalorización
  5. El CFDT y la autogestión
  • II. El caso LIP
  1. LIP, una fábrica durante la época de la dominación real del capital
  2. El movimiento obrero en LIP
  3. La cuestión sindical
  • III. Crisis y autogestión
  1. La comunidad de trabajadores y la comunidad humana
  2. La contrarrevolución autogestionada