Anábasis RadioQK- #159: Radicalismo en Japón, 1945-72

Conversamos con el compañero Ferran de Vargas, autor del libro Izquierda y revolución. Una historia política del Japón de posguerra (1945-1972) (Bellaterra, Barcelona, 2020).

Frente al mito de un país armónico y conservador, la Historia de Japón puede explicarse en buena medida por la articulación del conflicto social. Con los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y Nagasiki, se ponía fin a la II Guerra Mundial y las fuerzas estadounidenses pasaban a administrar el país. El movimiento obrero retoma a la superficie y protagoniza un importante ciclo de protestas. Tras una serie de titubeos y en el contexto geopolítico explosivo de los albores de la Guerra Fría, el destino de Japón quedaba establecido: dique de contención del comunismo en Asia, cuyo estreno tendrá lugar durante la Guerra de Corea.

El Partido Comunista Japonés sale de la clandestinidad y de las cárceles como una pequeña fuerza que tiene, no obstante, la aureola de la resistencia antifascista. Sus estrategias en la inmediata posguerra se modifican continuamente de manera turbulenta al calor de las directrices que recibe, primero de Moscú y, después, de Pekín: pasa del apoyo a las políticas estadounidenses de democratización del país al impulso de la lucha armada a finales de 1950, inaugurando la «Era del cóctel molotov», para volver a centrarse, ya de manera definitiva, en el ámbito institucional y el apoyo a las políticas desarrollistas que van a convertir a Japón en una de las primeras potencias industriales.

De las contradicciones de estos virajes, así como por el influjo de la represión del levantamiento húngaro de 1956, emergen a finales de los años 50 los primeros grupos a la izquierda del PCJ: la Liga Comunista Revolucionaria y la Liga Comunista (Bund), cuyo espíritu de lucha radical y estrategias de confrontación marcarán toda la década de los años 60. Tendrán ocasión de foguearse en la lucha de Sunagawa así como en la campaña contra la renovación del Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas entre Estados Unidos y Japón (ANPO, 1959-60), auténtico hito de la movilización social, mientras van ganando posiciones en la federación de asociaciones estudiantiles, en la Zengakuren. La ratificación del Tratado marca, no obstante, su declive en los siguientes años y un panorama desolador en el ámbito militante.

El estallido de la Guerra de Vietnam vuelve a llevar al primer plano el rol geopolítico del Estado japonés: la mayoría de los bombardeos parten de las islas y allí se lleva al grueso de los soldados estadounidenses heridos. Sale a la luz de manera definitiva la «Nueva Izquierda»: se asiste la eclosión del fenómeno grupuscular, con decenas de grupos en la estela de la LCR y el Bund, con concepciones políticas variadas (marxista-leninistas, maoístas, trotskistas, consejistas, anarquistas…), confrontados entre sí, peleando por el control de la Zengakuren, sólo unidos en una práctica de violencia de masas y de confrontación insurreccional en conflictos emblemáticos (Sasebo, Ogi, Sanrizuka…) así como en su oposición frontal al PCJ; pero también emergen potentes movimientos asamblearios como la alianza ciudadanista Beheiren y los Hansen del proletariado juvenil.

Otro movimiento asambleario, en las universidades, «la revuelta de los Zenkyoto» da el verdadero y definitivo tono al 68 japonés, que supone la práctica paralización del sistema de enseñanza durante meses y cuyas ocupaciones de centros contemplan verdaderos combates contra la fuerzas del orden, donde se pasó de las peticiones de democratización de la universidad al cuestionamiento de la misma y del mundo que la necesitaba.

A pesar de ser uno de los 68 más calientes del mundo, la incapacidad efectiva de transformar la sociedad, sobre todo en relación a un proletariado fuertemente encuadrado en las políticas desarrollistas de industrialización acelerada, llevan a una huida hacia adelante de muchos militantes y a la desesperación armada, a la violencia sórdida entre los propios grupúsculos y a la experiencia, nefasta, del Rengo Sekigun, el Ejército Rojo Unido, que pone la puntilla al panorama general de desmovilización social desde los primeros años de la década de los 70.

CRISIS DE CIVILIZACIÓN / Gilles Dauvé

Todas las crisis históricas son crisis de reproducción social. Intentaremos investigar cómo la crisis actual, al igual que otras del pasado y a diferencia de ellas, obliga a la sociedad a enfrentarse a las contradicciones que antes estimulaban su dinámica pero que ahora la llevan a una coyuntura crítica. [1]

Toda gran crisis obliga a los grupos sociales a enfrentarse a las profundas contradicciones de la sociedad. En el capitalismo, la confrontación de clases es el motor principal que hace avanzar a la sociedad: obliga a la burguesía a adaptarse a la presión laboral, a «modernizarse». La crisis se produce cuando estas presiones, antes positivas, tensan el tejido social y amenazan con desgarrarlo.

Contradicción no significa imposibilidad. Hasta ahora, todas las grandes crisis han terminado con el sistema logrando salir adelante y volviéndose finalmente más adaptable y proteico. Ninguna crisis «definitiva» está automáticamente contenida en las contradicciones más agudas. Sigue leyendo

LUCHA DE CLASES EN EL PERÚ

El ovillo que ataba la mecha de las luchas se ha quebrado encendiéndose la chispa en el alma de los trabajadores y en los campos donde alzan los puños. De Albania a Sri Lanka, de España a la India, de Sudan a Perú, algunas cesan, otras se encienden. Sube el precio del pan y las tortillas, del gas y el aceite, del arroz y la leche. En algunos casos el Estado cede unos centavos para contener las luchas, pero las jugosas ganancias del capital continúan galopantes bajo su protección sacando provecho de la miseria de los trabajadores, miseria que crean y profundizan por la cruenta guerra imperialista que han desatado bajo su propia expansión y desarrollo.

Desde el lunes 28 de marzo hay carreteras bloqueadas en Piura, Cajamarca, Ayacucho, Áncash, Junín, Arequipa, Apurímac, Puno, sumándose rápidamente Ica, Ucayali, Tingo María, Huánuco, Huancavelica, Lima, que a la vez se despliegan en una cantidad de regiones como Vitarte, Huaycán, Barrio Chino, El Álamo, Salitral, Las Lomas, Palpa, Mariano Dalmaso y un largo etcétera. Sin embargo, el epicentro de las protestas para el 2 de abril fue Huancayo y en los siguientes días Ica y Huánuco. No es casual que los muertos pertenezcan a estas tres regiones. Tales protestas son promovidas en un inicio por agricultores y transportistas, adhiriéndose raudamente otros sectores del proletariado, siendo el más importante un grueso contingente de los obreros del sector agroexportador en el sur y norte del territorio nacional. Los trabajadores de estos sectores fueron los más activos en las acciones directas que implicaron el bloqueo de carreteras y, en consecuencia, el bloqueo de la circulación de mercancías y la producción de valor. La lucha del proletariado fue una contundente respuesta de clase frente al aumento de los precios que se produjo por la crisis y expansión imperialista del capital a nivel mundial.

Lejos de ver la contradicción entre capital y trabajo, determinación fundamental de las acciones del proletariado, la izquierda del capital, en todas sus variantes, con la visión estrecha que la caracteriza, prefirió criminalizar la protesta, vinculándola a una manipulación de la derecha y a la acción de supuestos sectores “lumpen”. En ese sentido iban las declaraciones de Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, Rocío Silva Santisteban y otros tantos colectivos e individualidades, todos, más allá de sus diferencias, representantes del electorerismo, la conciliación de clases y las salidas institucionales, en suma, de una postura contrarrevolucionaria. Estos sectores no tienen como fin el acrecentamiento del poder de los trabajadores, sino la formación de nuevas burocracias subordinadas al esquema de reproducción del capital nacional. Sigue leyendo

Algunas posiciones fundamentales del internacionalismo proletario

NI VIVIR TRABAJANDO NI MORIR EN LA GUERRA * CONTRA LA PAZ Y LA GUERRA DEL CAPITAL!

Barbaria (Madrid), 26 de febrero de 2022

  • El imperialismo no es la imposición internacional del Estado más fuerte sobre el resto de Estados nacionales, es un fenómeno histórico ligado al desarrollo mundial del Modo de Producción Capitalista. El capitalismo es competencia y lucha de todos contra todos. La mundialización de la economía, la expansión mundial del capitalismo, el agotamiento de la producción del valor por la expulsión del trabajo vivo agudiza la crisis capitalista, que llega a sus límites internos, y el mercado mundial es incapaz de suponer una contratendencia a la crisis. Todo esto exacerba la competencia y convierte la guerra, más que como un fenómeno superador de las crisis cíclicas, en la continuación de la economía del capital por otros medios, tratando de acapararse de recursos, materias primas, mercados, ventajas competitivas en relación a otros Estados nacionales. En las guerras, el proletariado es engañado y embarcado para hacer de carne de cañón. No hay ningún Estado nacional que no sea imperialista, o como decía Lenin: «todos son peores».•    El internacionalismo es un principio fundamental del proletariado, que es internacional e internacionalista. La revolución será internacional e internacionalista o no será. El proletariado como clase defiende los intereses de la humanidad en su conjunto por encima de cualquier división nacional impuesta por la burguesía y sus Estados nacionales. El internacionalismo está ligado a la autonomía de clase, la necesidad de que la clase desarrolle su conciencia, unidad y organización de forma independiente de la burguesía y sus aparatos políticos. No hay ninguna posibilidad de coaligarse tácticamente con ninguna fracción de la burguesía (todas imperialistas) que no supongan una traición al proletariado y los principios del programa revolucionario.•    El izquierdismo es la ideología que defiende el capital desde argumentos que suponen la degeneración del programa revolucionario, poniendo cuestiones tácticas sobre los principios y abordando la realidad desde la defensa del mal menor o de la burguesía más débil. Es la ideologización de la traición histórica de la socialdemocracia, de la defensa de bloques burgueses e imperialistas, de la defensa del interclasismo rampante. Una y otra vez el izquierdismo nos llama a volver a firmar los “créditos de guerra”, a enfrentarnos con nuestros hermanos y hermanas de clase en defensa de la economía nacional frente a la defensa de las necesidades humanas.

    •    La guerra y el militarismo son por todo ello inseparables de la misma dinámica del capitalismo. No hay guerras buenas, todas responden a los intereses del capital y sus burguesías. La respuesta histórica del proletariado a la guerra es la revolución mundial, que implica afirmar nuestras necesidades humanas por encima de todas las divisiones impuestas. Las consecuencias de la guerra nos llegan en forma de muerte y miseria y son inmediatas. La subida de los precios y la precarización de las condiciones de vida son un hecho inmediato que nos afectan a todos, también aquellos trabajadores que (aún) no estamos bajo sus bombas.

    •    La lucha de clases se expresa, en el momento actual de debilidad del proletariado internacional, en la defensa las condiciones de vida. Recientemente en Kazajistán, los trabajadores se enfrentaron (huelgas masivas, revueltas urbanas, etc.) contra su propio Estado ante la subida del gas y todos los productos básicos, defendiendo sus vidas frente al capital. La revuelta (sin duda débil por su falta de perspectiva y organización) fue ahogada en sangre por los ejércitos de la federación rusa, en connivencia con el Estado kazajo y el bloque imperialista occidental. El movimiento en Kazajistán (uno más de los muchos que marcan nuestra historia como clase explotada y revolucionaria) muestra cómo las diversas burguesías y sus bloques imperialistas no tienen el menor problema para unirse contra los trabajadores. Como decían unos compañeros, Kazajistán es hoy el mundo. Con sus debilidades indudables expresa de modo fotográfico la perspectiva del futuro: guerra imperialista y/o revolución, catástrofe capitalista o comunismo.

    ¡CONTRA TODAS LAS GUERRAS!
    ¡CONTRA TODOS LOS IMPERIALISMOS!
    ¡CONTRA TODOS LOS CAPITALISTAS!
    ¡POR LA DEFENSA DE LAS NECESIDADES HUMANAS!
    ¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÁMONOS!

N+1 – Notas sobre el 68

Traducción de Barbaria; las notas son de una charla sobre los años 70 en Italia que hicieron hace unos años los compañeros de n+1

La primera fase del obrerismo u operaísmo[1] italiano fue anarcosindicalista y tuvo lugar entre la crisis de la Primera Internacional (1872) y la fundación del Partido Socialista Italiano (1892). La segunda, en parte superpuesta a la primera, fue la socialista y gramsciana, que fue desde la fundación del Partido Obrero Italiano (1882) hasta la catástrofe degenerativa de la Internacional Comunista (1926). La tercera, que comenzó en 1958-59 con un intento de contraataque frente al largo periodo contrarrevolucionario estalinista en plena reconstrucción de posguerra. Fue sobre todo el producto de un fuerte impulso de los obreros industriales, que también agitó a grupos de jóvenes militantes de los partidos y sindicatos tradicionales, a los que se unieron elementos de la intelectualidad universitaria pequeñoburguesa. Sigue leyendo

Entender el levantamiento en Kazajistán

  • El Levantamiento en Kazajistán (CrimethInc.)
  • Kazajistán: ¿Revolución de color o revuelta obrera? (Zanovo Media)
  • Protestas en Kazajistán: 5 claves para entender qué está pasando (Communia)
  • Kazajistán: ¿la clase obrera intenta recuperar su voz? (Tendencia Comunista Internacionalista)
  • Declaración de anarcosindicalistas y anarquistas de Rusia sobre la situación en Kazajstán (KRAS)
  • Kazajstán: huelgas y disturbios sacuden al régimen (Partido Comunista Internacional)
  • “La gente todavía tendrá la oportunidad de librar al país de un dictador” (Pramen)
  • Kazajistán tras el levantamiento (CrimethInc.)
  • En Kazajstán la clase obrera ha demostrado lo que es capaz de hacer – Y lo que hará (Partido Comunista Internacional)

Presentación de Guerra de Clases

Tras la acumulación de experiencias en los últimos años y especialmente a lo largo de 2021, con las huelgas de Zhanaozen por ejemplo, la clase obrera se levanta en Kazajistán, con una revuelta masiva desencadenada por el aumento del 100% del precio del gas combustible (que ellos mismos producen), que supondría un aumento de todos los medios de vida. A medida que se desarrollan las protestas, las reivindicaciones se amplían.

A continuación presentamos una serie de textos militantes que describen los acontecimientos y pueden dar una idea de lo que ocurrió en Kazajistán. La publicación de estos textos no significa en modo alguno nuestra aprobación de todos los análisis desarrollados en ellos, ni mucho menos de las posiciones programáticas de los grupos e individuos que los han producido. Sigue leyendo

La huelga de Cádiz y las flores en la guadaña

Por: Barbaria

En las últimas semanas hemos visto el estallido y el rápido sofoco de la llama de nuestra clase, esta vez a propósito de la huelga del sector del metal en la provincia de Cádiz, que tiene la segunda mayor tasa de paro de toda España, con un 23,16%. Hemos vuelto a ver, cómo no, al Estado, a la izquierda que lo encabeza y a los sindicatos en acción, haciendo el papel que históricamente mejor han sabido hacer: dinamitar cualquier perturbación de la “paz social”.

La huelga empezó a tomar forma a lo largo del mes de octubre, dada la descompensación que hay entre la inflación, que se ha disparado al 5,5% en 2021, y la subida de los salarios, de la que hablaremos más adelante. Estos hechos están afectando en mayor o menor medida a todos los trabajadores, haciéndonos perder salario real y poder adquisitivo, con el consiguiente empobrecimiento. Esta circunstancia en el ya previamente maltrecho y amenazado sector de la industria metalúrgica genera las condiciones para el estallido de, como poco, una huelga, que fue impulsada por los elementos más precarios del sector. Ante la inevitabilidad de la huelga, los sindicatos decidieron intervenir para mantener la huelga dentro de los límites aceptables desde la lógica del beneficio económico, la única posible para el sindicalismo. En este sentido, los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) se afanaron por mantener la huelga lo más aislada posible en su sector, y en este sentido se vieron presionados para ponerse al frente de las asambleas de trabajadores, que desde luego no habían nacido de la iniciativa sindical, para asegurarse de que así fuera. Del mismo modo, las reticencias de los partidos del gobierno PSOE-Podemos frente a la huelga pasaron a convertirse en muestras de apoyo cuando esta amenazaba con desbordarse, tomando el papel de poli bueno al avisar a los trabajadores de que la huelga podía ser instrumentalizada por la derecha. Una vez más, por si no hubiéramos tenido suficientes muestras ya, sus diatribas palaciegas y cortoplacistas se muestran totalmente ajenas a los intereses de nuestra clase. Entretanto, los sindicatos acordaron pactar con el gobierno una subida de los salarios del 2%, más que insuficiente para cubrir la inflación, en una votación individual y secreta que los sindicatos más “radicales” no tardaron en señalar como un fraude, movilizando a los trabajadores más comprometidos para continuar con la huelga, al coste de enfrentarse a sus propios compañeros.

Una línea general que atraviesa todos los elementos que han conducido al fracaso de la huelga ha sido, sin duda, la división. Por una parte, la división que mantuvieron los sindicatos mayoritarios para garantizar que la huelga se restringía al sector del metal, evitando que otros sectores se solidarizasen con la huelga. Por otra parte, estos mismos sindicatos se aseguraron de mantener atomizados a los trabajadores del propio sector del metal, al sabotear la asamblea e imponer el voto secreto, como derecho ciudadano, evitando que los trabajadores pudiesen poner en común sus intereses para actuar de forma unitaria. Luego, los sindicatos “radicales” decidieron empujar a los trabajadores más comprometidos a continuar con la huelga -de forma unilateral, sin contar con la asamblea de los trabajadores, al igual que hacen los sindicatos mayoritarios- por el rechazo al acuerdo que habían alcanzado los sindicatos mayoritarios con el gobierno, a sabiendas de que la huelga ya había sido sofocada y que eso generaría enfrentamientos por una parte entre los compañeros más radicales y los que ya se habían desmovilizado, y por otra parte un enfrentamiento estéril entre los trabajadores radicales y la policía, que de paso sirvió al gobierno para dividir a los huelguistas entre los buenos -que aceptan el acuerdo alcanzado- y los malos -que no lo aceptan y además perturban el orden público-, a los cuales lógicamente había que darles un escarmiento.

Es importante señalar que el hecho de que esta dinámica se haya reproducido huelga tras huelga durante décadas no es algo casual, ni fruto de alguna traición particular, sino que atiende a la propia esencia de los sindicatos. El papel de los sindicatos no es el de velar por los intereses de nuestra clase, sino el de mediar entre el Estado y la patronal por una parte y los trabajadores por otra, además en un único sentido, que los trabajadores acepten las vueltas de tuerca que les va imponiendo la burguesía. Es por esto que podemos decir que los sindicatos son el brazo del Estado en la clase trabajadora, y no al contrario, como se nos ha pretendido hacer creer. Por esto mismo no es de extrañar que hayan sido tan considerados con la rentabilidad económica del sector y hayan aceptado una subida de los salarios que de sobra saben que no compensa la inflación. También, como hemos visto, los sindicatos “radicales” no escapan a esto, pues necesariamente priman su afán por ganar representatividad -ante el Estado- sobre los intereses de los trabajadores a los que dice representar. El sindicalismo es, como el parlamentarismo, una vía muerta que jamás tuvo nada de revolucionaria, pues jamás hubo nada de revolucionario en mantener una separación entre la política y la economía que no tarda en mostrarse ficticia. En las elocuentes palabras de alguien que sufrió la violencia de esos mismos partidos que hoy se hallan al frente del Estado español:

“Determinados grupos con más humos que penetración, achacan la evidente incompatibilidad de los sindicatos con la revolución a un carácter reformista que en verdad nunca tuvieron, y por otra parte a la supuesta incapacidad del capitalismo hogareño para hacer concesiones al proletariado. Lejos de ello, la causa es esencial, no contingente. Lo que engendra el carácter reaccionario de la organización sindical no es otra cosa que su propia función organizativa. Obtenga o no determinadas mejoras, está directamente interesada en que el proletariado siga siendo indefinidamente proletariado, fuerza de trabajo asalariado, cuya venta negocia ella. Los sindicatos representan la perennidad de la condición proletaria. […] Ahora bien, representar la perennidad de la condición proletaria conlleva aceptar, y de hecho necesitar también, la perennidad del capital. Los dos factores antitéticos del sistema actual han de conservarse para que el sindicato desempeñe su función, de ahí su profunda naturaleza reaccionaria, independientemente de los vaivenes que modifiquen, para mal, para menos mal o para mejor, la compra-venta de la mano de obra, jugarreta clave del sistema capitalista.Los sindicatos contra la revolución, Munis

Por último, y aunque suene a perogrullada, cabe recordar que el Estado y su política no son garantes de los intereses de nuestra clase, ni hay modo alguno en que lo sean, pese a los llamados del PCE (parte de la coalición de Unidas Podemos) para que los trabajadores confíen en el gobierno que empeora sistemáticamente sus condiciones de vida -y del que ellos forman parte- al mismo tiempo que les enviaban una tanqueta y una brigada de antidisturbios, que por lo visto debían venir en son de paz. Esto no quiere decir que los trabajadores nos tengamos que desmovilizar, ni que no haya nada que hacer, al contrario. Lo que esto quiere decir es que cualquier movilización será desmantelada si no sigue los principios que han marcado los éxitos de nuestro movimiento (hay que señalar que también los ha habido), y que no son otros que el internacionalismo y la independencia de nuestra clase, lo que en una huelga se concreta por una parte extendiéndola a otros sectores -y no aislándola en uno solo-, tendencia que se ha visto en la huelga de Cádiz, que tuvo una marcada tendencia a desbordar el marco de la fábrica extendiéndose por el entorno urbano de Cádiz y San Fernando a través de manifestaciones y asambleas de barrio, y por otra entregando todo el poder de decisión sobre la huelga a la asamblea formada por los propios trabajadores, y no a sindicatos ajenos a estos y con intereses diferentes, cuando no opuestos, a los de nuestra clase. Dicho de otra manera, los intereses de nuestra clase solo pueden ser representados por la propia clase, cuando se constituye como partido y se pone a la cabeza de la revolución que dejará en la cuneta a los sindicatos, a la izquierda del capital y a todos los que quieren conciliarnos con nuestros verdugos poniendo, como el título de este artículo, flores en sus guadañas.

¡Solidaridad de clase con los proletarios y las masas palestinas oprimidas!

Los medios de comunicación llevan varios días hablando de la “escalada de violencia” entre Israel y los palestinos, poniendo al mismo nivel a los oprimidos y a los opresores. En las últimas horas, el ejército israelí ha anunciado y luego negado haber invadido la Franja de Gaza, sobre la que dispara su artillería y que sus aviones bombardean, mientras Hamás lanza salvas de misiles sobre ciudades israelíes. El número de muertos conocido hasta la fecha es de más de 100 (incluidos 27 niños) y cientos de heridos en el lado palestino, y 7 en el lado israelí (incluidos un palestino y su hija).

En las ciudades israelíes de Lod y Jaffa se produjeron enfrentamientos entre jóvenes árabes y grupos judíos de extrema derecha, y se registraron escenas similares en otras ciudades, como Tel Aviv, donde se convocaron manifestaciones contra los árabes; mientras tanto, en Jerusalén continuaron los enfrentamientos entre manifestantes árabes y la policía. Hasta el punto de obligar al primer ministro Netanyahu a advertir contra los pogromos antiárabes, por temor a que provoquen una revuelta entre los árabes israelíes. Los árabes, que representan algo más del 20% de la población total de Israel y suelen ejercer los trabajos menos remunerados, han sido los más afectados por la crisis económica que ha hecho que el desempleo se dispare, y constituyen una bomba social.

Todo comenzó con una movilización en apoyo de las familias árabes de Jerusalén Este, amenazadas con ser desalojadas de sus hogares para dejar el lugar a los colonos. Cuando las manifestaciones crecieron y provocaron enfrentamientos con la policía y los colonos, Hamás intervino: disparó misiles desde la Franja de Gaza, que controla, donde 2 millones de palestinos sobreviven miserablemente, encerrados en un auténtico campo de concentración a cielo abierto bajo el bloqueo de Israel y Egipto.

Su objetivo no es sólo ponerse a la cabeza de la movilización, sino sobre todo, con su demostración de fuerza, ser reconocido por el Estado hebreo y sus patrocinadores imperialistas como el representante legítimo de los gazaouíes con quien negociar; por eso ha lanzado varios llamamientos al alto el fuego.

Pero lo que los gobernantes israelíes necesitan es un guardián dócil y obediente, un siervo subordinado, no un igual; por eso han emprendido la tarea de “castigar” a Hamás, matando a dos líderes de su ala militar y destruyendo edificios que le pertenecen, mientras se cuidan de no golpear a la policía palestina, que es esencial para mantener el orden. Son los civiles las principales víctimas de este sangriento gangsterismo.

Los Estados árabes hace tiempo que abandonaron sus declaraciones platónicas de apoyo a los palestinos, mientras que los imperialistas han abandonado cualquier intento de frenar las acciones de Israel, pilar fundamental de la presencia imperialista occidental en la región. La nueva administración estadounidense continúa esencialmente la política de Trump (reconocimiento de la anexión de Jerusalén, apoyo inquebrantable a Israel, etc.), y los europeos se contentan con comunicados melancólicos, a veces, como en Francia, prohibiendo las manifestaciones de apoyo a los Palestinos!

Los proletarios palestinos están solos; no pueden contar ni con los islamistas de Hamás, que sueñan con vender su piel, ni con lo que queda de los nacionalistas, ya vendidos, ni con el desvanecido espejismo de los acuerdos de paz negociados internacionalmente. Pero tienen decenas y decenas de millones de hermanos de clase en la región y en el mundo que tienen el mismo enemigo: el capitalismo. Tarde o temprano entrarán en la lucha para destruir este sistema burgués y su “orden” imperialista asesino. La revolución proletaria internacional pondrá entonces fin definitivamente a todas las opresiones, a todas las injusticias, a todas las masacres del capitalismo.

La verdadera solidaridad con los palestinos, como con otras víctimas de la opresión y la explotación, la oposición a los crímenes cometidos por el Estado hebreo, no consiste únicamente en denunciar el apoyo a este Estado que mantiene su dominación sobre millones de palestinos mediante la violencia y el terror. Es también y sobre todo trabajar por la reanudación de la lucha de clase anticapitalista, con vistas a derrocar a “nuestra” burguesía y su Estado, ¡no para tratar de convencerlos de que cambien su política!

Partido Comunista Internacional (El proletario), 14/5/2021.

[Libro] El MIL, Una historia política – Sergi Rosés Cordovilla

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El MIL-GAC representa, con todo, una de las experiencias más importantes dentro del panorama revolucionario español. Telesforo Tajuelo, uno de los pocos historiadores en tratar este fenómeno, mayoritariamente tratado por periodistas y casi el único en analizarlo políticamente, señaló que «el MIL ha sido el grupo más radical del movimiento obrero español después de la guerra civil». Sin necesidad de una afirmación tan categórica, sí es cierto que representó una de las contadas formaciones auténticamente revolucionarias del panorama político del momento. Decimos «auténticamente revolucionarias» porque su objetivo no fue nunca derribar al franquismo y conseguir un régimen democrático, sino enlazando de lleno con la tradición marxista revolucionaria, luchar directamente contra el estado burgués, contra el capital, por objetivos de clase que, mediante la auto-organización, acabaran con el trabajo asalariado y la división de la sociedad en clases: en definitiva, la autoemancipación del proletariado. Reconocer que ésta fue su lucha y librarla de todas las mistificaciones que ha sufrido servirá para restaurar la verdad histórica que muestra, por un lado, que los integrantes del MIL no fueron ni «alocados» ni «pobres chicos» sino revolucionarios anticapitalistas y, por otro, que dado que su lucha no fue antifranquista sino anticapitalista, las tareas por las que se batieron siguen inconclusas.

La pandemia es domesticación

Extraído del boletín Contra la Contra #4

La palabra mágica “seguridad” se impone frente al delincuente como ante el terrorista y el virus, y la crisis sanitaria muestra hasta qué punto el Estado obtiene nuestra sumisión en nombre de la salud.

Gilles Dauvé

En la sociedad del Capital los discursos que se nos presentan como “verdades” son expresados por diferentes portavoces de la clase en el poder, desde los medios masivos tradicionales hasta los supuestos medios alternativos, junto al sin número de redes sociales digitales. De este modo, el discurso informativo que nos advierte desde principios del 2020 acerca de la pandemia del Covid-19 evidencia que la información desde el poder se pretende inobjetable, a tal grado que no solo suscita consenso entre los organismos de la burguesía, sino que ésta es aún reforzada a través de la opinión pública de las redes sociales y hasta de los supuestos medios disidentes.

La cuestión no es si la enfermedad es altamente infecciosa o si se deben seguir medidas de protección y cuidado o no. Es obvio que estamos frente a un virus que se propaga rápido y que en una minoría de personas infectadas causa la muerte. Aquí el problema es que el conjunto de información es tergiversado e instrumentalizado para validar cualquier acción del Estado capitalista. Desde encerrar obligatoriamente a una población, matar a personas que tuvieron el infortunio de salir durante un toque de queda, justificar el hecho de que los individuos deben aislarse de sus seres queridos o recluirse sin tener qué comer; porque aquí, como en muchos lados sobre el planeta “cada uno se rasca con sus propias uñas”.

Desde que se expandió el virus por el mundo, los noticieros no hicieron otra cosa que bombardearnos con noticias de los miles de muertos, notas sobre hospitales a reventar de pacientes, ahondando en supuestos tan contradictorios que al día de hoy sólo causan estupor, más una cantidad de información improbable, confusa y sesgada venida de los “expertos”. Todo ello con un claro objetivo de perturbarnos para de este modo aceptar guardarnos en confinamiento. Sin cuestionar un ápice esta jodida situación. Sin importar que en nombre de la “salud pública” nos han quebrado la salud mental, y a lo sumo, han hecho cada vez más difícil la sobrevivencia del día a día.

La santa “verdad”

 Anteriormente cuando se nos quería hacer creer en algo, imponernos la fe o someternos al designio de un amo era necesario la biblia en la mano y la espada en la otra, hoy no han cambiado tanto las cosas, solo se ha cambiado la biblia por el argumento “científico” en boga, sin faltar el garrote y el fusil cuando éste no basta. Hoy día la visión positivista recalcitrante que antepone la nueva fe “científica” intenta hacernos creer que fuera de sus verdades (temporales y transitorias) no hay más verdad, y cualquier otra especie de interpretación o análisis que no esté certificado por los institutos o no haya sido validado en los “papers” científicos carece de valor y debe descartarse a la primera.

¿Acaso el pensamiento científico o, mejor dicho, lo que han validado las instituciones burguesas y puesto ese sello, debería ser la base para regir, controlar y gestionar nuestras vidas, como si fuésemos sujetos de un experimento, sin más, simples ratones con los que se ejecuta el disciplinamiento social, el control y los diferentes proyectos de dominación sobre nosotros?

Entonces, ¿Por qué deberíamos creer que los designios sanitarios del capital ahora son neutrales si parten de una concepción burguesa de lo que es la higiene, la sanidad y la salud del cuerpo humano?; ¿Desde cuándo la OMS, la institución de la ciencia, los hospitales y la industria farmacéutica son los aliados de la humanidad?

En este sentido es necesario entender que la situación actual es una continuación de lo que comenzó en los orígenes del Capital: separar al ser humano de su propio cuerpo y de su ser colectivo, negándole la subsistencia primero, y luego, negándole el control de sí mismo; es decir, creando instituciones para domesticar su salud física y mental, para desarrollar en nosotros la dependencia a los órganos de poder, como si fuésemos becerros necesitados del pastor que nos lleve a pastar. Bajo la dictadura del Capital, nuestros cuerpos no nos pertenecen.

Bendito sea el control social

El mejor ejemplo de manejo de la crisis del coronavirus es el que se desarrolló en varios países de oriente, en especial China, teniendo como excusa la enfermedad, se dio rienda suelta al aparato represivo y de vigilancia que desde hace años se ha perfeccionado en aquel país; primero para ocultar el desarrollo de la enfermedad y después para “contenerla”, haciendo énfasis en tratar como delincuentes a toda la población, sometiéndola a cuarentena extrema, toques de queda y controles suigéneris, como en los existentes en las películas de ciencia ficción.

Si no fuera eso ya catastrófico, lo peor de todo es que la opinión pública mundial no tardó en aplaudir dichas medidas y ponerlas como ejemplo de contención de la pandemia. Exacto, los aplaudidores descerebrados ocultan los arrestos políticos, asesinatos y el maquillaje de cifras por parte de aquel país, además del ocultamiento de información y el lavado de geta de las instituciones represivas.

Si bien esas medidas de contención fueron consideradas un tanto “extremas” por las democracias occidentales, esto no fue impedimento para su implementación en varios países del globo, desarrollando el doble discurso del policía bueno y malo: “no actuamos con tanta represión como en China, por eso siéntete afortunado y quédate en casa… o te multamos o encarcelamos” (o asesinamos, falto decir).

La “mea culpa” del proletariado mundial

Por otro lado, la fórmula más fácil de la contención y que ha sido probada cantidad de veces es redirigir la culpa al proletariado, ya sea que se diga que la extensión de esta crisis es por su falta de compromiso por salir de sus casas y no acatar la normalidad en pandemia, o por no ser lo suficientemente cauteloso, responsable y civilista al no ponerse un cubrebocas las 24 horas del día.

Al final de cuentas, el alarmismo reaccionario en las redes sociales se ha volcado en culpar y señalar al vecino que sale de su casa u organiza fiestas, a la persona que no usa un trapo en la boca o a los que se aglomeran en los mercados a comprar sus insumos. Como si este hecho fuera el centro del problema, dejando de lado que la responsabilidad de esta situación y la forma en qué se obliga a la gente a relacionarse es gracias a la estructuración del Capital, y no depende de la elección de ningún individuo, ni grupo social.

Ahora bien, debe quedar claro que muy a pesar de la idealización de la contención y de la idiota creencia de que las medidas sanitarias son las fórmulas mágicas que nos van a salvar la vida, la realidad de la circulación mercantil y las relaciones capitalistas hacen imposible mantenerse a resguardo de cualquier virus o enfermedad. Aún más, si bien la infección de cualquier virus no es un hecho excepcional, sino la consecuencia del desarrollo de la vida orgánica en la tierra, no debemos descartar que la generación de patógenos y su extensión están estrechamente relacionados al modo de producción. La devastación de la tierra sumado al continuo deterioro de la vida de los proletarios más la dinámica de circulación de capital son el caldo de cultivo de las enfermedades que se expanden por el mundo desde hace ya varios siglos.

Además, hay que remarcar que por más que fuese “nuestro deseo” el quedarnos aislados en casa, el proletariado no tiene la vida garantizada, es obligado a venderse como mercancía, y a circular como tal en el espacio público. Está obligado a hacer su consumo de productos en los lugares donde se los vendan a menos costo, aunque estos espacios estén abarrotados, está supeditado a realizar trayectos en transporte público, porque no tiene de otra, y lo peor de todo, nadie tiene la capacidad de soportar el aislamiento de forma sana y los ejercicios y actividades que pretenden sustituir la actividad física y social de la población con alternativas virtuales tarde o temprano terminan en fracaso total.

La ilógica lógica del capital

 Hasta ahora cualquier análisis que se haya hecho sobre la pandemia solo ha recalcado cifras, muertos, políticas públicas, medidas de control y alarmismo a más no poder. En ningún momento, desde hace varios meses, ha habido alguna voz de peso que hable sobre la relación de esta crisis sanitaria con la estructuración política y social dentro de la economía del Capital. Y es obvio que nunca va a ocurrir. En este, como en tantos otros temas, los propagandistas del orden burgués se lavarán las manos y dirán que “la culpa no es del sistema, sino de la gente”.

Ahora bien, ¿cómo es que desde el capitalismo se ha respondido a esta calamidad más allá de las glorificadas medidas de control social, más allá de las cuarentenas, de los cubrebocas y las botellas desinfectantes? Bien, pues tristemente no se ha hecho nada significante, y si se cree que medidas desesperadas (y a la vez añoradas) como una vacuna son la solución a este problema, estamos seguros de que muchos más morirán esperando su vacuna, y que de hecho está ni siquiera garantizará el retorno a la “normalidad”, ni mejorará un ápice las ya de por sí jodidas condiciones de existencia de la mayoría de la población mundial.

En el terreno de la economía (del capital) se pensaría que ha sido un año catastrófico para el mercado, la industria y las finanzas. Así es como lo expresan los noticieros y otros merolicos. Sin embargo, las cifras actuales revelan que la producción de materias primas ha tenido un aumento histórico, los trabajadores de la industria están prolongando sus horarios de trabajo, así como los empleados de telecomunicaciones, farmacéuticas y otros sectores. Algo que a simple vista parece contradecir las intenciones de los gobiernos de “quedarse en casa”, cuando ha sido todo lo contrario para los trabajadores en general.

La cantidad de ganancias ha sido lo mejor que le ha ocurrido al Capital durante las últimas fechas, contrario a lo que la “lógica” diría, en esta pandemia quienes han quebrado no son los grandes conglomerados empresariales, sino solo los proletarios que viven al día y los pequeños comerciantes que tenían su fe puesta en el caprichoso dios de los negocios.

Pero sería reduccionista decir que todos los sectores de la producción y los servicios han tenido un repunte, en esta crisis como en tantas otras ha habido sectores afectados, como por ejemplo las tiendas departamentales, los bares, gimnasios y comercios que dependen del servicio directo a clientes. Pero como bien sabemos, en la economía capitalista, mientras unos se derrumban otros se levantan omnipotentes en el escenario mundial.

Así mismo, es evidente que dichos acontecimientos son los signos de un nuevo reseteo económico o reestructuración. Algo que podemos constatar si tomamos como base los periodos de crisis y decadencia de la economía capitalista de finales del siglo XIX y principios del XX. Confirmando que solo la dinámica de guerra para reventar fuerzas productivas, siendo remplazadas por otras, posibilitó la reconfiguración de la producción y la valorización de mercancías, brindándole nueva vida al cadáver de la economía mundial.

Antagonismo y debilidades del proletariado

Algo curioso que viene desarrollándose en la última década es la influencia mediática que ejercen los grupos de fundamentalistas cristianos, conservadores y neonazis que han multiplicado su retórica conspiracionista seudo crítica. Dando la apariencia de que esas minorías ridículas son la “oposición” al orden establecido.

Bien sabemos que esos discursos están plagados de fantasías retorcidas donde villanos como los Bildenberg, Soros y los Rockefeller se enfrentan a sus príncipes azules como Trump, los cristianos blancos, y hasta ¡el gobierno ruso! Más allá de sus delirios, debemos comprender que estos grupos y su propaganda es más que nada otra forma de expandir la confusión entre nuestra clase.

Su supuesto discurso crítico es sólo una conveniencia, su crítica al “nuevo orden mundial” solo se limita a señalar a los burgueses del “ala liberal”, dejando como unos santos a los burgueses conservadores y retrogradas. No está de más decir que estos sujetos en la pandemia son protagonistas del negacionismo, y han ido más allá pretendiendo jugar el papel de ciudadanos “rebeldes” por la libertad. Sí, por la libertad de reabrir sus negocios y sus centros de esparcimiento para regresar a su normalidad anterior.

Y como era de esperarse, la respuesta a este tipo de contestación conservadora vino de parte de la ciudadanía, igual de conservadora, pero sumida en la dependencia del discurso oficial. Lo cual ha jugado un papel extraordinario en el ámbito de las posibilidades de superar esta situación; pues si te enfrentas al discurso y la razón dominante no eres más que un “conspiranoico”, para así hundirte en el pantano del discurso oficial y validar las medidas de represión, la inmovilidad de la lucha proletaria y la aceptación de las condiciones de miseria existentes.

Cabe mencionar que incluso muchos compañeros que se autoproclaman antagonistas, anarquistas y críticos al Capital, fueron presas en un comienzo del terrorismo mediático que, a inicios de este año, presentó al virus y la pandemia como los “monstruos enemigos de la humanidad”, calando psicológicamente y reforzando la atmosfera de miedo, incertidumbre y terror.  Resultó una ironía que, tras años de prédica anti-estatal ahora se secundaba el discurso y accionar del Estado, exhortando también a “quedarnos en casa” y cerrar filas para obedecer las medidas sanitarias dictadas por la OMS.

La cuestión ante este hecho no es enfrascarnos en un burdo juego de ver quién es más ultra o más “radical” ante el problema. De lo que se trata es entender que si una teoría (en este caso, una teoría radical adversa al Estado y al Capital) debe ser desechada al primer obstáculo que pone la realidad, entonces no sirve.

Sabemos que la velocidad con que avanzó el actual proceso no ha tenido precedentes desde hace décadas, por lo que se hizo imposible digerirlo y entenderlo en lo inmediato. No obstante, nuestra percepción nunca puede partir de la razón ni de la lógica de nuestro enemigo de clase. A estas alturas donde son más visibles las contradicciones y falacias del Capital y su pandemia, ya no hay justificación en un repliegue y consenso a la dictadura sanitaria que impuso el capital.

Sobre la lucha proletaria en tiempos de contención

 Como ya se ha remarcado, la situación de la pandemia ha significado un deterioro de las condiciones de vida del proletariado, ya sea que por un lado haya sectores obligados a aumentar su jornada de explotación, así como del otro lado muchos proletarios hayan terminado en la cola del paro.

A esto se suma que el mismo trabajo a distancia o la escuela virtual también han reforzado el hecho de que solo unos cuantos tienen la posibilidad de adaptarse a los bruscos cambios que se implementan bajo este modo de producción. Sin embargo, ni siquiera quienes cuentan con las herramientas necesarias para cumplir con los designios del tele-trabajo o la tele-educación se han salvado del deterioro físico y mental que esto ha ocasionado. Y no es que reivindiquemos el trabajo y la educación de la “vieja normalidad”, sino que hacemos hincapié en el aumento de la moral del autosacrificio hasta reventar.

Pero contrario a lo que se pensaría esto también ha desembocado que grupos proletarios, con todo y la cuarentena encima, tomen las calles y se desplieguen frente a las fuerzas del orden, no porque “regrese la normalidad” sino por el hambre y la vida de mierda a la que nos tienen sometidos desde mucho antes de la pandemia. La enfermedad ha intensificado las revueltas en respuesta a los asesinatos de la policía en las calles o por los controles abusivos que impiden que siquiera se pueda obtener unas monedas para la sobrevivencia, disparándose el racismo y la misoginia estructural. Teniendo claro que habiendo o no pandemia, nuestras vidas están marcadas por la violencia de un orden asesino e inhumano.

Ante este clima de crispación, donde nuestra clase se alza contra sus enemigos de siempre, aún con todas las medidas de sometimiento “voluntario”, pregonar el “quédate en casa” es contribuir a reforzar este desastre amorfo y contradictorio gestionado por la clase dominante, porque incluso va más allá de consensuar el poder militar y control social que ejerce el Estado. Es aceptar toda la estupidez e ignorancia a la que estamos siendo sometidos, conllevando a  volvernos un panóptico delator, ciudadanos paranoicos defensores de la pulcritud y la pureza donde cualquier persona conocida o desconocida funge como enemigo por ser un posible agente infeccioso… en suma su pandemia nos advierte que “todos son el enemigo”. El “Quédate en casa” es negar la responsabilidad del único y verdadero culpable que es el Capital y su Estado. Es de hecho, reforzar la atomización y el aislamiento, un sálvese quien pueda desde la individualidad, para que con el encierro permanezcamos pasivos y expectantes, aterrados y castrados en cuerpo y mente.

Es importante y necesario hacer desde ya, una ruptura con la razón dominante, para avanzar y reconstruir la lucha en comunidad, misma que ha sido mermada por este proceso.  El Capital no caerá por sí solo y retroceder en los momentos de mayor necesidad es sinónimo de aceptar que no hay más esperanza que la que nos quieran otorgar nuestros enemigos. Y más allá de las vacías discusiones sobre cómo sería óptimo gestionar esta miseria, de nuestra parte negarnos a aceptar las supuestas alternativas y preferir plantear la respuesta a esto secundando los brotes de rabia donde se presenten, promoviendo la conjunción autónoma de clase, luchando sin hacer concesiones. Señalando que debemos permanecer en la perspectiva de revolución social mundial para acabar de una vez por todas con esta infamia asistida.

[Perú] UNA FARSA DEAMBULA ENTRE NOSOTROS

Una larga “paz social” en este pedazo de territorio mercantil llamado Perú se estaba disimulando en el tiempo. La DEMOCRACIA que es el caballito de batalla de la clase burguesa, la hizo estallar.

La lucha interna entre ambas facciones de la burguesía, representada de un lado por el legislativo que se abandero descaradamente en asumir una lucha moral “contra la corrupción”, y el ejecutivo representado por Vizcarra, cada una representando sus intereses y agendas políticas por el control de las estructuras del Estado, no tuvo otro desenlace que la repartija del poder para acomodar la administración del capital.

La agudización paulatina de estas disputas políticas, llega aparejada de una crisis económica internacional donde el capitalismo nos viene mostrando su pestífero cadáver y que como una bestia mecánica de explotación va esparciendo sus embates de miseria, alienación y precarización intensificada.

Los procesos de rebelión y lucha que se están presentando en el momento y a los cuales asistimos, se van desarrollando en un sentido general débil. Impulsada por una izquierda del capital ya moribunda que, al pedir “mejores gestiones económicas”, a “enjuiciar a los corruptos”, e igualar el “reparto de la riqueza” y finalmente concluir en “nueva constitución”, deposita ilusoriamente su fe en el cambio de administradores en el Estado y su solución por medio de éste. Es decir, sin cuestionar las relaciones sociales de producción capitalistas y la masificación de seres humanos proletarizados que ésta relación necesita para subsistir, alientan la reforma del estado de cosas existente para el cambio de una clase de explotadores por otra, por medio de la entidad que protege la ejecución de todas las explotaciones: el Estado, cuna de la reproducción de la explotación social.

¡La clase explotada no tiene necesidad de elegir a nuestros próximos verdugos, sino el de combatir los medios y las estructuras que los reproducen de igual manera! ¡Tenemos que tomar las riendas de las luchas en nuestras manos!!

En este escenario, se han ido sumando gradualmente otras demandas de luchas fuera de las luchas interclasistas de la burguesía que denuncian la vida precaria, la agonía en el trabajo, la rabia de vivir en un mundo que no nos pertenece, la humillación de los políticos. Este año de la crisis sanitaria capitalista saco a relucir todas sus contradicciones, y la necesidad de asumirnos orgánicamente en una lucha que tenga como fin práctico nuestra auto emancipación como clase proletarizada.

Apostemos por construir el proyecto de negación que supere este inhumano mundo. Nuestros compañeros de otras épocas demostraron lo que hay que hacer como mínimo para ganar. Escupamos en esa aguanta bendita que se nos ha prohibido escupir: La economía, porque sabemos que el capitalismo no nos ofrece nada salvo la esclavitud más brutal y exagerada y en su derrumbe histórico seremos nosotros sus primeras víctimas. Solo en la lucha se conoce a la clase amiga y a la clase enemiga y solo mediante la lucha nos podemos aproximar a un cisma re-ordenador social que crecerá mucho más rápido que nuestros salarios de hambre.

¡POR LA AUTONOMÍA Y GENERALIZACIÓN DE LOS MEDIOS PARA LA LUCHA!

¡CONTRA EL CAPITAL, EL ESTADO Y LA DEMOCRACIA!

¡LA VIDA NO SE MENDIGA, SE TOMA!

¡OMNIA SUNT COMMUNIA!

CIRCULO ANTIFORMAL MARX-BAKUNIN

JÓVENES PROLETARIOS SIN SINDICATO

Lip y la contrarrevolución autogestionaria

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Lip et la contre-révolution auto-gestionnaire

Négation N°3 (marzo de 1974)

Traducción del inglés: Non Lavoro

Biblioteca de Cuadernos de Negación

Lip fue una fábrica de relojes de Paris. En 1973 mil trabajadores ocuparon la fábrica ante la amenaza de cierre y durante 3000 días continuaron la producción bajo control obrero, hasta conseguir un acuerdo final que salvó los puestos de trabajo.

En la introducción, los autores de la revista Négation señalan: «se nos hizo cada vez más evidente que «Lip» representaba no solo una lucha en la que no reconocíamos ninguna de nuestras aspiraciones para una sociedad humana, sino que  se trataba simultáneamente de una expresión particular del movimiento capitalista contemporáneo y de una especie de anticipación de la conformación de nuestro enemigo: la contrarrevolución capitalista. No es sorpresa, entonces, que el texto resulte denso, pues fue necesario introducir la crítica del conflicto de Lip con un largo análisis del movimiento obrero y el movimiento capitalista, aunque necesariamente resumido. Y tampoco es sorpresa que fuese más allá de una simple crítica para embarcarse luego en un análisis de la contrarrevolución autogestionaria.»

LIP Y LA CONTRARREVOLUCIÓN AUTOGESTIONARIA

  • Introducción de Négation
  • Epílogo de los traductores al inglés
  • I. El movimiento obrero y su declive
  1. La expropiación de los expropiadores
  2. Trabajo muerto
  3. Capital variable y los sindicatos
  4. La CGT y la desvalorización
  5. El CFDT y la autogestión
  • II. El caso LIP
  1. LIP, una fábrica durante la época de la dominación real del capital
  2. El movimiento obrero en LIP
  3. La cuestión sindical
  • III. Crisis y autogestión
  1. La comunidad de trabajadores y la comunidad humana
  2. La contrarrevolución autogestionada

Por qué NO votamos

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El ritual por excelencia de la democracia son las elecciones. El día en que se llevan cabo, una variedad de derechos quedan suspendidos mientras que al mismo tiempo los recintos de votación son resguardados por fuerzas militares y policiales. Este aparente contraste entre el acto más democrático de todos ocurriendo bajo vigilantes fusiles y libertades restringidas, no es sin embargo más que una de las más claras evidencias del inmanente carácter despótico del Estado y la sociedad organizada en torno a la acumulación capitalista.

“Esta vez sí será diferente”. “Ahora tenemos mucho en juego”. Todo proceso electoral es majaderamente promocionado como trascendental. Sin embargo, el plebiscito pactado para este 25 de octubre es quizás el evento que más se ha vendido en años bajo esta premisa. “Una oportunidad histórica que no podemos dejar pasar”, o “la batalla por la que pelearon nuestros padres y abuelos”, nos dice el progresismo/izquierdismo. “Debemos terminar con la herencia de Pinochet”. Y así, otra vez, la figura del sanguinario dictador se utiliza para conjurar la crítica radical y total contra la sociedad del Capital. Si durante la dictadura militar la crítica al capitalismo se escamoteó ante las peticiones democráticas de partidos que incluían también a sectores golpistas, si el “mal” fue personificado en Pinochet y la vuelta a la democracia fue impuesta como la meta a alcanzar, desactivando con ello el motor de las extensas jornadas de protestas y las organizaciones de base que brotaban en las poblaciones, hoy el repugnante asesino le vuelve a prestar sus servicios a la izquierda del capital para convertirse en el “símbolo” a derrotar. En el caso de que incluso se asuma que nada positivo para nosotrxs está garantizado luego de votar, al menos “el pueblo obtendrá un triunfo simbólico”, nos cuentan. Es decir, otra derrota disfrazada de victoria, otra vez la alegría que no llegará.

El 18 de octubre de 2019 una explosión de rabia lúcidamente dirigida contra las estructuras del Capital y sus esbirros sacudió todo el país. La revuelta se nutría de una generalizada toma de consciencia de la imposibilidad de un presente y futuro que valga la pena vivir, de seguir las mismas condiciones que nos han arrastrado hasta estos días. Un amplio espectro de nuestra clase, principalmente el proletariado juvenil, ya no se tragaría más la publicidad del sistema. Más allá de los delirios del facherío recalcitrante, tras la revuelta de octubre, que se extendió a cada rincón de este territorio dominado por el Estado chileno, no había ninguna organización ni partido político que la dirigiese. Era una rebelión espontánea pero no por ello menos clara ni coordinada. La autoorganización tomaba el protagonismo. Ningún aparato político lograba encauzar el ímpetu rebelde de aquellas jornadas. Tras años de ciclos de protestas y debate crítico/teórico en torno a ellos, el germen de la revuelta lograba esta vez expandirse.

Nada detenía la creciente conflictividad, expresada en la masividad de las manifestaciones callejeras y la intensidad de los enfrentamientos con los aparatos represivos policiales y militares. El toque de queda tempranamente decretado para intentar frenar por la fuerza la explosión proletaria no fue respetado en ningún lado. Las propuestas miserables del gobierno para intentar aplacar la rabia generalizada no hacían más que añadir combustible al incendio. En contrapartida, la represión mutilaba y cegaba a nuestrxs compañerxs, asesinaba a decenas de lxs nuestrxs, mientras millares eran detenidxs brutalmente, expuestxs a vejaciones y torturas sistemáticas. La izquierda oficial no podía dirigir nada, ni mostraba mayor intención de hacerlo. Más bien, como se evidenció luego, su apuesta era contener el estallido, asustada también frente a la diversidad de experiencias en que nuestra clase expresaba su ira y sus reivindicaciones. Las burocracias sindicales, como era de esperar, en su gran mayoría se mostraron también reticentes a la acción, y se limitaron a vociferar tímidas demandas y unos cuantos eslóganes carentes de contenido. La derecha política, obviamente, pedía a gritos el derramamiento de sangre, pero su legitimidad se desplomaba exponencialmente con el transcurso de los días. Sigue leyendo

[Folleto] Un largo octubre (Círculo de Comunistas Esotéricos)

Difundimos la publicación de lxs compañerxs del Círculo de Comunistas Esotéricos-CCE, «Un largo: notas y apuntes sobre lo que abre y cierra octubre de 2019 en Chile».

«Teniendo esta posición en cuenta, es que presentamos esta interpretación política sobre la revuelta que se inicia el 18 de octubre de 2019 en Santiago de Chile y que se prolonga por todo el territorio hasta el día de hoy bajo la forma de un estallido social, asunto que trataremos de manera profunda en los apartados que siguen. Consideramos que para poder explicarlo, en el sentido de entender cuáles han sido sus formas y contenidos, es necesario tomar una posición que supere la excepcionalidad mediante la cual se ha leído hasta el momento por todos los sectores políticos que se han visto involucrados en el proceso desde esos días salvajes que no volverán, pero que de manera latente aún están ahí. Nadie se baña dos veces en un mismo río, nos dijo alguna vez el viejo Heráclito»

Descarga PDF – Un largo octubre

comunistasesotericos.noblogs.org

[Libro] Sobre la revolución y contrarrevolución en la región española

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El presente material es la síntesis de una serie de discusiones abordadas por el grupo Barbaria, las cuales se centran en los hechos revolucionarios que agitaron la región española en la década de los años 30s del siglo pasado, poniendo mayor énfasis en el clímax del periodo que en la historia oficial se conoce como “la guerra civil”.

El antifascismo y el republicanismo, de la mano de la URSS, lejos de ser los bastiones heroicos y la “avanzada revolucionaria” que la socialdemocracia moderna nos presenta con nostalgia. En realidad fueron los que se encargaron de aniquilar los objetivos revolucionarios del proletariado, canalizándolos hacia la guerra interburguesa, es decir, un enfrascamiento en el mero conflicto militar –que fue antesala de la II Guerra Mundial- cuyo exclusivo beneficio correspondió a los intereses del capitalismo.

Pese a todo, la lucha de clases no cesa, y en consecuencia, a más de 80 años de aquella derrota, a los explotados que damos continuidad al antagonismo contra esta sociedad de la mercancía, nos corresponde hacer los respectivos balances críticos de este episodio, no para que estos desemboquen en letra muerta de los recintos académicos, sino para convertirlos en aprendizaje y experiencias de lucha para los combates que mundialmente se desencadenan y también se tornan venideros.