El nacionalismo de Estado ucraniano no es anarquismo

Nota de Materiales: El presente texto fue escrito hace 6 años por compañeros de la región rusa, es decir tiempo antes de la guerra desatada en el 2022. Nos pareció importante traducirlo y publicarlo porque marca posiciones concisas contra ambos campos capitalistas-belicistas, pese a algunos aspectos contenidos aquí que podríamos discrepar, aun así, es una posición genuina a contracorriente de lo que una gran parte  del anarquismo oficialista e ideologico se empecina en pregonar: el «apoyo crítico» a una de las facciones burguesas bajo el pretexto de «autodefensa contra la invasión». Es por eso que consideramos importante dar a conocer en todo momento posible este tipo de posiciones.

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Ha aparecido un grupo de gente de Ucrania, nacionalistas de Estado, que apoyan la guerra del Estado ucraniano, su ejército, la ATO [operación antiterrorista], etc. Y sin embargo se hacen llamar anarquistas. Así que aquí está, para todos aquellos que están fuera de onda. Un anarquista, por definición, no puede apoyar al Estado y sus estructuras de poder. Por supuesto, no existe una policía anarquista y nadie puede prohibir a esta gente que se llame como quiera. Pero en cualquier caso, alguien que está a favor del Estado y su ejército no puede ser anarquista de ninguna manera, simplemente por definición.

Esta cuestión no está necesariamente relacionada con la defensa de la propia tierra natal, pueblo, ciudad, país. Algunos anarquistas son cosmopolitas, pero no todos. Podemos dar muchos ejemplos de destacamentos autónomos de socialrevolucionarios de izquierda (cercanos al anarquismo) y anarquistas que lucharon contra los ocupantes alemanes y austriacos en 1918 en Ucrania, o Ataman Zeleny (tenía ideas sociales cercanas al anarquismo) que luchó contra los ocupantes bolcheviques rusos y rusos de la Guardia Blanca en Ucrania en 1919. Sin embargo, ¡los Makhnovistas y los Verdes lucharon también contra los nacionalistas ucranianos-Petliurovistas! U otro ejemplo: el de los anarquistas y sindicalistas revolucionarios polacos que lucharon contra los ocupantes germano-nazis en Polonia en 1939-1945. El principio aquí es el siguiente. Se trataba de unidades autónomas, milicias de voluntarios, que luchaban por una federación de colectivos de trabajadores autónomos, y no por un Estado nacional centralizado en Polonia o Ucrania.

Así, en Polonia existía antes de la Segunda Guerra Mundial un movimiento de sindicalistas revolucionarios, basado en la práctica de la «huelga polaca» (ocupación de una fábrica por los trabajadores durante una huelga). Durante la ocupación nazi, la 104ª Compañía de anarquistas y sindicalistas revolucionarios participó en el Levantamiento de Varsovia contra los nazis en 1944. Hubo otras unidades y grupos anarquistas. Pero estas personas no lucharon por el Estado polaco, al que se oponían, sino por la transformación de Polonia en una unión de regiones descentralizadas, por la transferencia del poder en las regiones a las asambleas populares y sus delegados (con el derecho a destituir a un delegado en cualquier momento), por la transferencia de las empresas a manos de colectivos de trabajadores (y asociaciones de trabajadores). Las unidades autónomas populares de anarquistas y sindicalistas revolucionarias podían aliarse con otras fuerzas que luchaban contra las tropas nazis (como el Partido Comunista y la GL), pero sus objetivos y la agitación que llevaban a cabo eran precisamente anarquistas, no estatales.

Pero muchos (no hablaré por todos) «anarquistas» ucranianos de hoy, a juzgar por lo que dicen, son bastante diferentes. ¿Quiénes son todas esas personas que glorifican a los «cyborgs», a las Fuerzas Armadas Ucranianas y a otros estados ucranianos, que hablan de defender a este estado y de apoyar a su ejército? Son activistas del Estado, no anarquistas. Estas personas podrían llamarse a sí mismas nacionalistas, nacional-activistas, nacional-lo-que-sea. ¿Pero qué tiene que ver esto con el anarquismo?, no lo entiendo. Ni siquiera es nacional-anarquismo, es sólo nacionalismo estatal ordinario, apoyo a la burocracia, a los oficiales, a los generales, a la oligarquía que dirige el país. Es el apoyo al ejército estatal. Después de todo, incluso los nacional-anarquistas, independientemente de cómo se traten sus puntos de vista (y yo no los comparto), no suelen defender al Estado.

Se preguntan si tal defensa del Estado está bien o mal. Personalmente, creo que me equivoco: el estado ucraniano ha dejado a su propia población sin pantalones y envía a sus propios voluntarios a picadoras de carne y calderos, como en Ilovaisky y Debaltsevo. ¿Es «su» Estado un 19,5% mejor que el de los adversarios de este Estado, o un 17% peor? Personalmente, eso no me interesa especialmente. Pero en este caso carece de importancia. Estas cuestiones pueden discutirse por separado, no es de eso de lo que estoy hablando ahora.

Es necesario recordar una cosa simple. Si una persona apoya al ejército del estado en su guerra, al ejército que sigue las órdenes de los generales y del gobierno, no es anarquista y no puede ser anarquista. Aconsejo a todo el mundo prestar atención a esto y no caer en falsedades.

Michael Shraibman ( Diciembre 2017)

https://avtonom.org/

https://avtonom.org/author_columns/ukrainskiy-gosudarstvennyy-nacionalizm-eto-ne-anarhizm

Textos sobre la cuestión Palestina desde una perspecticva de clase y revolucionaria [Parte II]

La última carnicería en el Medio Oriente forma parte de la marcha hacia la guerra generalizada

El ataque sin precedentes de Hamás contra Israel se debe a motivos internos e internacionales cercanamente entrelazados:

  1. La destitución de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Abu Mazen, un organismo corrupto e incompetente que actúa en connivencia con el Estado israelí, y que actualmente goza de un gran descrédito entre la población palestina, otorgando a Hamás el liderazgo exclusivo en la lucha contra el Estado de Israel.
  1. Socavar el camino abierto por los Acuerdos de Abraham de 2020, que ve (o vio) negociaciones en curso entre Israel y Arabia Saudita, y en los que también participó la ANP. Los Acuerdos de Abraham eran entre países suníes e Israel, por lo que Hamás se sintió aislada, temerosa de dejar de recibir ayuda financiera de Riad y Qatar. En términos más generales, el objetivo de Hamás es implicar a los Estados árabes en una especie de «alianza santa» contra Israel: un frente árabe (Egipto, Siria y Líbano) en contraste con el pacto entre Israel y algunos países árabes (los Emiratos y Bahréin) con la perspectiva de incluir a Arabia Saudí.

Además, también es importante señalar que una acción de este peso depende de Irán y de los ayatolás, es decir, de un frente imperialista antieuropeo, anti-OTAN y anti-estadounidense. Lo que significa echar leña al fuego de la guerra en Ucrania—en fin, todo está ligado en la carnicería de la guerra que libran los imperialismos tanto «occidentales» como «orientales».

Irán tiene todo el interés en hacer de la región un escenario de guerra contra Israel, tanto para debilitar a su enemigo número uno, como para obligar a sus aliados históricos (Rusia, China y Corea del Norte) a apoyar a Teherán en su estrategia regional, aunque esto sea poco realista en la actualidad.

Los medios de comunicación occidentales señalan con el dedo la barbarie yihadista, pero «olvidan» o restan importancia a la discriminación, la opresión y la violencia perpetradas por la clase dominante israelí contra el proletariado palestino, incluso cuando son ciudadanos de Israel. Recientemente la violencia ha aumentado bajo la influencia de la extrema derecha, más o menos religiosa, que es socio principal del actual gobierno de Netanyahu.

No olvidemos tampoco que Hamás fue apoyada originalmente por Tel Aviv para contrarrestar a Fatah de Yasser Arafat y a las formaciones armadas «de izquierdas» de la OLP. En cuanto a los talibanes, en cuanto al ISIS, ambos «patrocinados» en su momento por EEUU, el «brujo» imperialista ha perdido el control de los «monstruos» de su propia creación que ahora están reforzando las filas enemigas. El perro muerde ahora las manos de quienes lo alimentaron.

La clase dominante siempre ha tratado de dividir y oponer a los diversos segmentos de la clase obrera en distintas agrupaciones «étnico-nacionales», una práctica llevada al extremo por el nazismo. Esto también es cierto en el supuestamente tan «democrático» Estado de Israel, donde la clase obrera de origen palestino es oprimida, acosada y explotada de las formas más brutales y «primitivas», como ocurre con los trabajadores inmigrantes en todo el mundo. La Franja de Gaza es una prisión al aire libre, a la que el Estado israelí priva a menudo de agua, electricidad y gas, y donde la asistencia sanitaria es extremadamente deplorable: en resumen, donde la inmensa mayoría de la población se ve obligada a sufrir condiciones de vida inhumanas.

Sin embargo, incluso en Israel existe una clase obrera israelí, a la que la guerra actual expone aún más a la intoxicación nacionalista y belicista, precisamente cuando en el otro lado se inyecta a la clase obrera palestina el veneno ideológico de la propaganda islamista, hasta ponerla en manos del imperialismo de los ayatolás.

Así, la clase obrera de ambos bandos se ve empujada a masacrar a poblaciones indefensas y se deja masacrar para luchar una supuesta «guerra santa» o defender una supuesta «democracia», en realidad por los intereses de las burguesías enfrentadas, que sólo pueden perpetuar su dominación mediante la opresión, la explotación y el derrame de sangre del proletariado. El hecho de que, históricamente, el número de palestinos muertos en la represión y las redadas israelíes sea mucho mayor que el de las víctimas de la burguesía islamista como Hamas no hace a esta última menos asesina más excusable que la burguesía israelí.

Las guerras entre la clase dominante (hoy en día, guerras entre potencias capitalistas) son siempre guerras contra los obreros asalariados: explotados, heridos y enviados a sus tumbas demasiado jóvenes como algo normal en el trascurso de realizar su trabajo en los tiempos de paz; aún más explotados y asesinados al por mayor en tiempos de guerra, cuando los conflictos entre los patrones, sus crisis e intereses económicos, sólo pueden resolverse con las armas.

Cada guerra revela la verdadera naturaleza de los partidos políticos y de los sindicatos que pretenden estar del lado de la clase obrera. Al alinearse para apoyar a tal o cual facción capitalista en nombre del presunto “derecho a la autodeterminación de los pueblos”, las guerras ponen al descubierto cualquier ilusión de que la socialdemocracia defienda a la clase obrera. No entienden, ni tampoco pueden entender, que no existen guerras progresistas de liberación nacional en la época actual. Cualquier posible Estado nuevo no sería más que otra prisión para la clase obrera; una herramienta para permitir a una facción de la burguesía mundial oprimir a su «propio» proletariado, sin compartir el fruto de esa opresión con otras facciones de la burguesía mundial. Alegrarse obscenamente por las masacres llevadas a cabo por Hamás es compartir la lógica asesina de la burguesía palestina, una actitud reflejada por aquellos que niegan la devastación creada por el Estado de Israel: ambos son igualmente criminales.

El apoyo hacia las llamadas “luchas de liberación nacional” no sólo envenena a las formaciones engendradas por la degenerada Tercera Internacional (estalino-maoísmo, trotskismo, etc.), sino también a sectores del anarquismo e incluso a quienes, falsamente, se proclaman internacionalistas. La guerra en Ucrania y, ahora, en Palestina-Israel son una prueba más de ello.

En este contexto, el argumento fundamental para la unidad de clase de todos los sectores de la clase obrera—contra la burguesía, sus estados, y todos los ‘bloques’ imperialistas—independientemente del origen «nacional» de las partes que la componen, es aún más válido. Somos muy conscientes de que en un contexto como el de Israel-Palestina es muy difícil llevar esta práctica a cabo de modo concreto. Sin embargo, para los proletarios en Ia región, no hay otra manera de evitar convertirse en carne de cañón de una u otra facción del capitalismo, ya sea esta «democrática» o reaccionaria, laica o religiosa. Todos los capitalistas son igualmente enemigos mortales de la clase obrera, y la misma no debe derramar ni una gota de sangre por quienes la explotan, y mucho menos por sus objetivos nacional-imperialistas.

Aceptar este punto de vista es el primer paso fundamental para iniciar la lucha contra las guerras de la clase capitalista. Tenemos que empezar por “nuestros” propios jefes, partiendo del principio revolucionario de que «el principal enemigo está en casa». Esta lucha tiene que empezar en el lugar de trabajo, donde ocurre la explotación que alimenta todo el modo de producción capitalista y, por tanto, la sociedad burguesa en su totalidad. Es una lucha tanto contra el enemigo abierto, contra la patronal, como contra los amigos falsos de los trabajadores, principalmente los sindicatos y los partidos políticos de «izquierda» que confinan sus luchas en el marco legal del sistema, socavándolas hasta asfixiarlas.

Del mismo modo, quien apoya únicamente a los trabajadores palestinos e ignora a la clase obrera israelí, salta de la sartén al fuego. Piensan que el enfrentamiento de la primera con la segunda no tiene importancia porque ésta no es más que una esclava de la política ultranacionalista de su gobierno. Pero la clase obrera palestina, a su vez, está bajo el pulgar de un puñado de capitalistas que no dudan en ponerse del lado del imperialismo de los ayatolás: uno de los conjuntos de gobernantes más despiadados cuando se trata de la oposición interna. En esta situación, ambos grupos de trabajadores están nada más pueden permanecer atrapados en la lógica del capitalismo, el nacionalismo y el imperialismo, donde la guerra es la única solución y no la liberación de la esclavitud asalariada.

Tras décadas de ataques capitalistas, la clase obrera mundial sigue aturdida, sigue luchando por levantar cabeza, desorientada y confusa por los trastornos materiales que ha sufrido (reestructuración, globalización, precariedad, etc.) y por el golpe ideológico que supuso el colapso del capitalismo de Estado en la antigua URSS: el país que muchos se hicieron engaño hasta creer que este representaba verdaderamente la alternativa socialista al capitalismo.

Pero la auténtica alternativa existe realmente. De hecho, es una alternativa vital, dados los peligros de guerras localizadas que se convertirían en una guerra generalizada que amenazaría con destruir a la humanidad o, igualmente, a través de una catástrofe climática que ya se vislumbra en el horizonte.

Una vez que las masas trabajadoras se sacudan el miedo y la resignación y redescubran su propio camino de auténtica lucha de clases, las minorías revolucionarias de hoy estarán en condiciones más propicias para crecer y unirse a los sectores más combativos y con mayor conciencia de clase del proletariado, para forjar el instrumento político indispensable para superar esta sociedad sangrienta e inhumana: el partido de la revolución mundial, la nueva Internacional comunista.

¡Comunismo o barbarie!

Tendencia Comunista Internacionalista

11 de octubre de 2023

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De Gaza a Tel Aviv y en todo el mundo… ¡Ninguna guerra sino la guerra de clases!

“La posición de los revolucionarios frente a la guerra capitalista es siempre la misma: contraponer a la guerra la revolución social, luchar contra ‘su propia’ burguesía y ‘su propio’ Estado nacional.”

7 de octubre de 2023 – un día más en un sangriento conflicto que dura desde hace décadas entre facciones capitalistas opuestas en el territorio de “Israel/Palestina”. Nuestros amos burgueses llevan una vez más a nuestros hermanos y hermanas proletarios a matarse unos a otros y esperan de nosotros – según donde vivamos – que nos pongamos de parte de uno u otro bando.

Hamás y la Yihad Islámica lanzan cohetes contra las ciudades de “Israel” y envían a sus milicias a las calles para ejecutar o secuestrar a “civiles” y “soldados”… igual que ocurrió en Srebrenica, Sabra y Chatila, Bucha…

Las FDI bombardean indiscriminadamente el gueto de Gaza, arrasando barrios enteros y cortando el suministro de agua, electricidad, alimentos y medicinas… como se hizo en Faluya, Homs, Mariúpol… o como ha hecho tantas veces antes.

Una y otra vez hemos escuchado justificaciones para apoyar la guerra en el territorio de “Palestina/Israel” – quizás más que cualquier otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial, éste se presenta como una “guerra santa” entre “el bien y el mal”. Este argumento belicista burgués es promovido por los medios de comunicación, los políticos, la “derecha”, la “izquierda” y la “ultraizquierda”, así como por algunos de los llamados “comunistas” y “anarquistas”.

La construcción ideológica burguesa del “excepcionalismo judío/israelí” se esgrime tanto en sentido positivo como negativo y es utilizada por nuestros enemigos de clase para impedir, obstaculizar y aplastar el desarrollo de la solidaridad de clase entre los proletarios “judíos/israelíes” y “árabes/palestinos”.

Por un lado, a los “judíos/israelíes” se les permite defender “su Estado y su identidad”, incluso por parte de algunos de los que se proclaman revolucionarios y se oponen a todos los Estados e identidades nacionales, porque “su sufrimiento fue único” durante el Holocausto.

Por otra parte, varios grupos que también se proclaman revolucionarios y “luchan por los intereses de la clase obrera” nunca extienden su llamamiento a la confraternización a los proletarios “judíos/israelíes”, sino que los agrupan con su “propia” burguesía y piden la destrucción de Israel por ser un “Estado excepcionalmente opresor”. Al mismo tiempo, en lugar de apoyar a los proletarios de Gaza y Cisjordania para que se levanten contra sus “propios” explotadores, llaman a apoyar al Estado nacional “palestino”.

Como comunistas, rechazamos totalmente todas las falsas comunidades que intentan unir a los explotados con sus explotadores; ¡el proletariado del territorio de “Israel/Palestina” no tiene intereses comunes con su “propia” burguesía, al igual que el proletariado mundial no tiene intereses comunes con la burguesía mundial!

El “antiimperialismo” y la “liberación nacional” no son más que la defensa de los intereses imperialistas de la fracción de la burguesía que no es actualmente dominante. Nada cambia a este respecto si esta fracción es mucho más débil, ¡o si algunos de sus dirigentes están dispuestos a sacrificarse por su causa!

Como comunistas, llamamos de la misma manera a la destrucción de todos los Estados, porque no son más que la expresión local del Estado capitalista mundial, ¡una estructura de violencia organizada de la clase burguesa contra la clase proletaria!

Proletarios de las fuerzas armadas “israelíes”: ¡no tenéis ningún interés en defender ninguna “patria judía”, esta es la tierra de “vuestra” burguesía, no la vuestra! Negaros a disparar y negaros a imponer el bloqueo que está matando de hambre a millones de vuestros hermanos y hermanas de clase. Como ya habéis demostrado en muchas ocasiones, ¡rechazad obedecer órdenes, resistid al servicio militar!

Proletarios de las fuerzas armadas “palestinas”, ¡no tenéis ningún país que conquistar! ¡Rechazad matar o morir por los intereses de vuestros explotadores!

Trabajadores del frente “interno”, ¿cuántas veces os han bombardeado, disparado? ¿Cuántas veces habéis sido violentamente reprimidos por vuestro “propio” Estado cuando os habéis atrevido a hacer huelga o protestar? ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la miseria? ¡Levántate y niégate a apoyar a “tu” Estado y sus guerras! ¡Lo único que perderás serán tus cadenas!

Tanto en “Palestina/Israel” como en “Ucrania”, “Azerbaiyán/Armenia”, “Sudán” y otros lugares, nuestros enemigos de clase nos están convirtiendo en carne de cañón o en fabricantes de cañones. Cada vez más, todos estos conflictos burgueses “locales” están contribuyendo a la formación de una serie de superbloques enfrentados, que se acercan cada vez más a una confrontación militar abierta, posiblemente nuclear. Una confrontación que podría poner fin a toda la vida en este planeta.

Nuestra única esperanza es volver las armas contra nuestros “propios” generales, contra nuestros “propios” jefes, negarnos a obedecer las órdenes, negarnos a producir el material de guerra – ¡oponernos tanto a la carnicería de la guerra capitalista como a la miseria del interbellum capitalista (o, como lo llaman nuestros enemigos de clase, “la paz”)!

Tomemos ejemplo de los camaradas que se amotinaron en “Rusia” y “Alemania” contra la carnicería de la Primera Guerra Mundial, o de los que fraternizaron a través de la línea de trincheras en la guerra entre “Irak” e “Irán”, o de los que vestían uniformes “americanos” durante la guerra de “Vietnam” y mataron a sus oficiales con granadas de fragmentación en acciones directas llamadas fragging.

Proletarios con y sin uniforme, ¡organicémonos juntos contra el sistema capitalista de explotación del trabajo humano que está en la raíz de toda miseria, de toda opresión estatal y de todas las guerras!

¡Transformemos esta guerra en una guerra de clases por la revolución comunista mundial!

Tridni Valka / Guerra de Clases – 8 de octubre de 2023

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MASACRE PROLETARIA EN PALESTINA

Bajo la mirada afligida de millones de espectadores, convencidos de su imposibilidad de hacer algo más que participar en alguna concentración o procesión ovejera, el Estado de Israel vuelve a bombardear la franja de Gaza bajo la cobertura del antiterrorismo. Las lágrimas de cocodrilo de las principales potencias capitalistas no esconden su satisfacción por tener en Oriente Medio un tentáculo como el del Estado Israelí, auténtico brazo armado del capitalismo mundial para mantener el orden en la región. El proletariado que vive en Gaza, Cisjordania o Líbano conoce en su pellejo esta realidad.

Políticos, periodistas, oenegeros, sindicalistas, tertulianos y todo tipo de payasos del espectáculo, nos dan toda un gama de explicaciones y soluciones que encierran el conflicto en oriente medio dentro de los márgenes burgueses. Se limitan a crear una demarcación entre quienes defienden a los palestinos y quienes defienden a los israelíes, alineando a todo quisqui detrás de las banderas hediondas de cada Estado nacional. Para ello construyen toda una fábula grotesca que encubre la verdadera realidad social. Mezclan los intereses del Estado palestino con los del proletariado que vive en esa tierra, amalgaman la lucha desplegada por los proletarios con Hamas, ponen en un mismo saco al joven que tira piedras y a los grandes comerciantes o banqueros palestinos, asimilan al proletario que vive en Israel y lucha contra “su propia” burguesía (desertando, objetando…) con su brutal negación en el ciudadano que vive en complicidad con el Estado. Eliminan de esta forma toda la confrontación de clases, toda división social entre explotados y explotadores, fomentando el mito del enfrentamiento entre países.

Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente medio como parte indisociable de la lucha contra la dictadura del capital. Es imprescindible afirmar abiertamente que esa masacre es antes que nada una expresión más del terrorismo que el capitalismo despliega en todo el mundo contra nuestra clase, contra nuestra vidas. Que quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista son, en primer lugar, los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando; Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, junto con los Estados propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.

Los grupos y militantes revolucionarios de todo el mundo estamos obligados a subrayar y discutir como propia la lucha del proletariado en Palestina, sus intentos de proyectarse en fuerza autónoma, así como la represión que sufre. Destacar la tentativa de autonomía que en numerosas ocasiones ha trazado la lucha, enfrentándose a todos los Estados. Insistir en que la esencia de la lucha del proletariado en Palestina es la misma que en el norte de África, que en Grecia, que en los suburbios franceses, que en China, que en Irak, que en Oaxaca, que en Haití, que en todos los lugares donde el proletariado se levanta: la contraposición entre las necesidades humanas y las de la economía capitalista. Estamos obligados a denunciar y a enfrentarnos a todos los aparatos del Estado palestino o israelí, a todos los que son parte del organismo mundial del capital que nos masacra, que nos arrastra por falsos caminos, a todos sus lacayos por el mundo, a todos sus voceros y propagandistas. Y ante todo estamos obligados a luchar aquí y ahora, contra “nuestro propio” Estado, contra “nuestro propio” país.

NO SOMOS NI JUDÍOS, NI ISRAELÍES, NI PALESTINOS ¡SOMOS EL PROLETARIADO!

CONTRA LA PATRIA. CONTRA TODA UNIDAD NACIONAL. CONTRA EL TERROR BURGUÉS.

LUCHEMOS EN “NUESTRO PROPIO” PAÍS CONTRA “NUESTRO PROPIO” ESTADO.

Proletarios Internacionalistas

Textos sobre la cuestión Palestina desde una perspecticva de clase y revolucionaria

Publicado por primera vez en verano de 1992 como Worldwide Intifada, nº 1; reeditado en 2002; esta edición se publicó en 2016.

https://libcom.org/

Reproducimos aquí un antiguo panfleto al que se hace referencia en el artículo de Aufheben, Behind the 21st century intifada. Fue publicado en 1992.

INTIFADA MUNDIAL

¿Autonomía palestina o autonomía de nuestra lucha de clases?

Hay que decir desde el principio de nuestro boletín que no deseamos la creación de un Estado palestino en lugar del Estado sionista de Israel. Ni apoyamos las conversaciones de paz ni deseamos la autonomía palestina: la única autonomía por la que merece la pena luchar es la autonomía de nuestra lucha de clase contra el capitalismo.

En todo el mundo, la burguesía presenta la Intifada como una lucha nacionalista entre palestinos e israelíes o árabes y judíos. De Tel Aviv a Argel, de Roma a Nueva York, la burguesía internacional, a través de sus medios de comunicación, describe la lucha en los mismos términos.

El conflicto no es entre palestinos e israelíes; es entre dos clases con intereses contrapuestos: la burguesía y el proletariado.

El levantamiento de la clase obrera palestina ha sido utilizado por ciertas facciones burguesas como prueba del deseo de un Estado palestino; un Estado que estará dominado por el «portavoz oficial» del pueblo palestino: la burguesa Organización para la Liberación de Palestina.

Las luchas de liberación nacional cuentan tradicionalmente con el apoyo de maoístas, estalinistas y otros partidos situados a la izquierda de la burguesía. Por lo general, el argumento se basa en la falsa idea de que el socialismo puede construirse en un solo país. La historia nos muestra la insensatez de esta idea: aunque se establezcan gobiernos con el objetivo de defender los intereses de los trabajadores, no pueden esperar hacerlo dada la naturaleza imperialista del capital. Los Estados nacionales tienen que funcionar según las reglas del mercado mundial. La única respuesta a la explotación mundial es el comunismo mundial.

Dentro de lo que se denominan luchas de liberación nacional, o dentro de las luchas que son secuestradas para convertirse en ellas, siempre hay una lucha de clases: en Irlanda del Norte, como en Cachemira, como en Israel. La creación de un nuevo Estado no ofrece nada a la clase trabajadora, salvo la oportunidad de ser gobernada por una clase dirigente que comparte una parte de su herencia cultural y lingüística.

Los izquierdistas de todo el mundo defienden a la OLP y sus políticas «progresistas» de liberación nacional. Del mismo modo que defendieron al Congreso Nacional Africano, a los Jemeres Rojos y al Viet Cong. Cuando se critica a la OLP es por su «estatismo, jerarquía, vanguardismo y terrorismo»; se pasa por alto el hecho de que la OLP es el enemigo de clase del proletariado.

Los izquierdistas argumentan que es necesaria una alianza de la clase obrera con elementos «progresistas» de la burguesía contra el mal mayor del Estado de Israel. Rechazamos esta noción peligrosa y espuria. Una alianza con cualquier facción o elemento de la burguesía, lejos de fortalecer la intifada, la desarma irrevocablemente. Por ejemplo, en 1979 una oleada masiva de lucha de clases en Irán barrió al Sha. En el plazo de un año, la «alianza con elementos progresistas de la burguesía» desarmó la lucha de clases: las huelgas y los consejos obreros fueron disueltos y suprimidos. El resultado fue una masacre de militantes y el establecimiento de una república islámica virulentamente antiobrera.

¿Por qué no puede haber una alianza entre la burguesía y la clase obrera? Porque los intereses de clase de la burguesía y de la clase obrera son diametralmente opuestos. La única forma en que la clase obrera puede defenderse es mediante una lucha de clases autónoma e independiente de todas las fuerzas que intenten desviarla o restringirla a objetivos capitalistas; la lucha de clases autónoma está en guerra con todas las fuerzas divisorias como los sindicatos, los partidos de izquierda, los frentes de liberación nacional o los movimientos religiosos.

La historia ha demostrado que la construcción del Estado no ofrece nada a la clase obrera. Los nuevos Estados sólo ofrecen a una nueva facción de la clase dominante la oportunidad de explotarnos en lugar de a los antiguos, pero nuestros intereses se oponen a todos los gobiernos.

Arafat y Sharon están del mismo lado: Contra la clase obrera

Dentro de los confines geográficos de la Palestina histórica, existe una fuerte tradición de lucha de clases que entró en una fase combativa en diciembre de 1987 con una huelga general salvaje. Las tiendas, las calles y los lugares de trabajo de los territorios ocupados quedaron desiertos y 120.000 trabajadores no acudieron a sus puestos de trabajo en Israel. Fue la primera huelga general desde 1936. La burguesía palestina e israelí quedaron estupefactas.

La huelga general de 1936 fue la culminación de tres años de intensa lucha de clases contra los terratenientes: británicos, sionistas y palestinos. Los puertos y la refinería de petróleo de Haifa quedaron paralizados durante seis meses. La burguesía mundial se alarmó: el Estado británico envió 30.000 soldados para aplastar la lucha. Armó y organizó a los colonos sionistas locales y juntos se dedicaron a aterrorizar a la clase obrera hasta someterla. Mientras tanto, los sionistas organizaron a los obreros judíos para romper las huelgas. La burguesía árabe local de Jordania e Irak hizo un llamamiento a la clase obrera para que se rindiera. Cuando no lo hicieron, la lucha fue finalmente reprimida con la ejecución de 5.000 huelguistas y la detención de 6.000 por un esfuerzo combinado de los ejércitos británico, árabe y sionista.

Hoy la clase obrera palestina se enfrenta de nuevo a una burguesía mundial unida en su oposición a la intifada. Las estrategias de la burguesía han sido dos: desviar la lucha y reprimirla. Sigue leyendo

[Italia] Saboteemos la guerra

Presentación de Guerra de Clases:

Publicamos ahora (en varios idiomas, como muy a menudo) un llamamiento a la movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania, hecho por compañeros anarquistas en Italia. Apoyamos ampliamente este texto muy interesante, que intenta dar una dirección a muchas iniciativas locales que se niegan, en una guerra que opone naciones capitalistas entre sí, a elegir un bando burgués contra otro, un “mal menor” contra lo que se nos presenta como “lo peor” o incluso “el mal absoluto”.

Sin embargo, hay algunos puntos de desacuerdo que nos gustaría criticar muy brevemente aquí. Efectivamente, hay “elementos de lenguaje” que se parecen un poco a los utilizados por la propaganda de guerra del Kremlin, y a veces también argumentos que nosotros no utilizaríamos, como las medidas represivas contra la comunidad rusoparlante en Ucrania, el hecho de que los nazis y los fascistas están muy presentes y son muy poderosos en Ucrania, etc. Por supuesto, todo esto es objetivamente cierto, pero como lo verdadero es un momento de lo falso, también puede tender (sin que quienes afirman “ciertas verdades” sean siquiera conscientes de ello) hacia una potenciación objetiva de la totalidad de la falsedad. En resumen, en lugar de utilizar los argumentos de nuestros enemigos de clase, aunque estos elementos cubran momentos reales, habría sido mejor desarrollar, clarificar y reforzar nuestras propias consignas, nuestra propia comprensión de este torbellino bélico que amenaza con arrastrar a la humanidad hacia la nada y su perdición. Queremos señalar que todos estos “elementos de lenguaje” podrían, desgraciadamente, distorsionar los elementos de fuerza que produce este llamamiento a la movilización y la voluntad (y la necesidad) de organizarse contra ambos bandos.

Otro inconveniente que nos gustaría destacar aquí es el hecho de que el texto se limita a hablar únicamente de “detener la guerra”, “imponer el cese de las hostilidades desde abajo”, “detener la carnicería actual” o de “poner fin a la masacre”, afirmaciones que fácilmente podrían conducir a una posición pacifista y a un deseo de volver al statu quo ante… a una situación prebélica, en definitiva a una situación en tiempos de “paz” frente a tiempos de “guerra”…mientras que en tiempos de “paz”, y por tanto de paz social, el capital está en guerra permanente contra nuestra clase, contra la humanidad, y nosotros estamos concomitantemente en guerra de clases contra nuestros explotadores. La única excepción a estas afirmaciones, que podrían inspirar a más de un pacifista, es la consigna final que llama a “transformar la guerra de los patrones en guerra contra los patrones”, que es efectivamente por lo que estamos luchando: ¡transformar la guerra militar, la guerra contra nuestra clase, en una guerra social, una guerra de clases dirigida por nuestras iniciativas y nuestras ofensivas, una lucha y una guerra por el comunismo!

En este sentido, nos gustaría también subrayar uno de los puntos más fuertes entre otros: “Cualquier Estado que libra [la guerra], también la vuelve contra su propia población, y en particular contra su propio proletariado; […] la guerra siempre refuerza el poder de las clases dominantes sobre los dominados, intensificando su esclavitud y explotación.” Y por eso, debemos insistir en que el proletariado no tiene otra opción que librar su guerra social contra su propia burguesía…

Podríamos desarrollar aquí otros desacuerdos, como la visión que tienen los camaradas de la “lucha partisana” durante la Segunda Guerra Mundial, que para nosotros es mucho más compleja que su planteamiento simplificado tal y como ellos lo exponen. ¡NO! no compartimos su visión de que “los partisanos eran desertores que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado” o que “la participación en la lucha armada partisana era libre y voluntaria”. En pocas palabras, la “lucha partisana” estaba dividida entre las fuerzas políticas tradicionales (y por tanto burguesas) que defendían la república o la monarquía y, por otro lado, estaba todo el poder dominante del estalinismo (y del trotskismo, que apoyaba “críticamente” a la URSS, es decir, un bando burgués contra otro) para enmarcar cualquier iniciativa autónoma de las redes proletarias, que muy rápidamente serían vaciadas de su sustancia subversiva en favor de la falsa polarización burguesa del fascismo contra el antifascismo…

Aprovechamos esta ocasión para saludarlos a “los partisanos [que] eran [realmente] desertores [y] que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado”, es decir a los proletarios reclutados a la fuerza bajo el uniforme iraquí o iraní que, durante la terrible guerra que duró ocho largos años, de 1980 a 1988, organizaron centenares de motines, deserciones colectivas, acciones de confraternización, y que se reunieron en la región de los pantanos para luchar contra ambos bandos, contra ambas naciones capitalistas, para plantear nuestra única respuesta de clase a la guerra: ¡¡¡el internacionalismo y la lucha por el comunismo!!!

Tridni Valka – Guerra de Clases

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Saboteemos la guerra

Llamamiento a una movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania

Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2023/09/12/sabotiamo-la-guerra-appello-per-una-mobilitazione-contro-la-guerra-in-ucraina/

La guerra en curso en Ucrania no es un conflicto entre muchos, y menos aún una simple “guerra por los recursos”, sino un capítulo central de un enfrentamiento más amplio entre bloques de países capitalistas por el reparto del mundo, en el que están en juego la supremacía económica, militar y tecnológica y la redefinición de los equilibrios internacionales. De hecho, mientras se combate en Ucrania desde hace más de un año y medio, el choque militar con el principal adversario del capitalismo occidental, China, se perfila en el trasfondo. Decir que estamos en el plano inclinado que puede conducir a la Tercera Guerra Mundial no nos parece ni una exageración ni un alarmismo innecesario. Sigue leyendo

1918: Revueltas del arroz y huelgas en Japón

Suzuki shoten quemado durante los disturbios de 1918

Entre julio y septiembre de 1918, Japón se vio arrasado por una ola de disturbios que se extendió desde las aldeas pesqueras hasta los grandes centros industriales y los yacimientos de carbón, en lo que constituyó la mayor agitación en Japón hasta la fecha, y los disturbios populares de mayor alcance desde los disturbios durante la restauración Meiji de 1868.

Entre 1905 y 1918 se vivió en Japón la llamada Era de la Violencia Popular (民衆騒擾期, minshû sôjô ki). Comenzó con el Incidente Incendiario de Hibiya (日比谷焼討事件, Hibiya Yakiuchi Jiken), una revuelta en toda la ciudad de Tokio que comenzó con una protesta prohibida en el parque de Hibiya; contra los términos del Tratado de Portsmouth que puso fin a la guerra ruso-japonesa de 1904-1905. También hubo grandes huelgas de tranvías y disturbios en 1911 en Tokio, y una revuelta de tres días en 1914 en Nagoya, contra la que fue necesario un gran contingente de tropas para reprimirla. Las huelgas también aumentaron masivamente durante la Primera Guerra Mundial, pasando de 49 huelgas de 5.763 trabajadores en 1914 a 108 huelgas de 8.413 trabajadores en 1916 y 417 huelgas de 66.457 trabajadores en 1918. [1]

La subida de los precios y la importación del anarquismo se avivan mutuamente y darán lugar a una gran revolución social. Los maestros de primaria, la policía y los pequeños burócratas son socialistas en ciernes… No os podéis imaginar hasta qué punto están confundidos el pensamiento y los ideales de los jóvenes de hoy. Estoy convencido de ello… Por favor, destruye esta carta. Tokutomi Soho a Yamagata Aritomo, 9 de febrero de 1920 [2]

Los disturbios de 1918 fueron una respuesta a la inflación de los tiempos de guerra, los bajos salarios y la especulación con los productos básicos. El precio del arroz se duplicó en poco tiempo, y los precios de otros bienes de consumo también eran altos, mientras que los salarios seguían siendo bajos. Japón también sufrió una pandemia de gripe en 1918-1919, como gran parte del resto del mundo. Sin embargo, los disturbios no se produjeron necesariamente en las zonas más pobres, ni entre los trabajadores más pobres o los burakamin (marginados). La mayoría de los alborotadores eran trabajadores con empleos modernos y, por lo general, pertenecían a grupos de ingresos medios y no a los peor pagados; incluso en las zonas rurales atrasadas se produjo una rápida industrialización y los campesinos a menudo tenían segundas ocupaciones en la industria manufacturera. Aunque en Japón escaseaba el arroz, no había hambruna, y los disturbios solían consistir en una «autorreducción» de los precios a los niveles anteriores a la inflación, más que en saqueos generalizados. Sigue leyendo

Bordiga versus Pannekoek

Escrito por Antagonism Press

Entre los años 2000 -2001 (Tomado de Libcom)

 

Introducción a un folleto que examina cómo las izquierdas comunistas italiana y Germano-holandesa abordaron las cuestiones de la organización comunista, la conciencia y la clase.

Este artículo se publicó originalmente con, y hace referencia a, los artículos:

«Partido y clase», de Amadeo Bordiga/Partido y clase, de Anton Pannekoek Disponibles en PDF Aquí

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Partido, clase y comunismo

2001, ha pasado más de una década desde la caída del muro de Berlín, y el anuncio entonces del «Fin de la Historia» parece ahora no sólo ideológico, sino despreciable. La guerra abierta vuelve a Europa, no como un episodio aislado, sino endémico como una antigua enfermedad resistente a los antibióticos modernos. La economía mundial se precipita hacia la recesión. Muchas de las instituciones políticas del capitalismo internacional (G8, FMI, Banco Mundial) están más desacreditadas y suscitan más protestas que nunca. Al mismo tiempo, el desarrollo del capital no ha visto, como muchos esperaban, la construcción de más y más grandes fábricas en los países capitalistas más antiguos, sino el cierre no sólo de fábricas, sino de industrias enteras. Como consecuencia, ha disminuido el porcentaje de la población que aparece como el arquetipo de los trabajadores de la tradición marxista o sindicalista. Esto ha llevado a muchos a considerar la clase como una idea anticuada. Hablar de «partido» se considera a menudo aún más irrelevante por su asociación con el parlamentarismo (cada vez más gente, con razón, no vota y no ve por qué debería hacerlo) o el leninismo (cuando el legado bolchevique de la URSS/Europa del Este se ha desintegrado). Sigue leyendo

El comunismo de Consejos y la crítica del bolchevismo – Cajo Brendel

Cajo Brendel (1915-2007) fue una figura central de la segunda generacion del moviemento de los Comunistas de Consejos holandeses y uno de los ultimos, si no el ultimo, representante de ella. Cajo nació en La Haya el 2 de Octubre de 1915 a lo que era, en sus propias palabaras, una “familia pequeño-burguesa” que sufrió grandes dificultades tras la crisis mundial economica de 1929. Cajo muy pronto se interesó por las cuestiones sociales, siendo inicialmente simpatizante del trotskismo pero luego entró en contacto con miembros de la sección de La Haya del GIK (Grupo de Comunistas Internacionalistas). En septiembre de 1933 Cajo adhirió a las posiciones del grupo, diciendo luego que la experiencia fue como “pasar directamente de la guardería a la Universidad”. Por medio de este grupo Cajo desarrollo una relación directa con Antón Pannekoek y fue influenciado por escritores como Paul Mattick y Karl Korsch. En 1935, tras la separación del GIK de los grupos de Leiden, La Haya y Groningen por considerarlos demasiado “teóricos”, Cajo publicó con el grupo de La Haya el periódico Proletariër y, en 1937-1938 el Proletarische Beschiuwingen (Consideraciones Proletarias). Entre finales de 1938 y 1939 escribió semanalmente un artículo para el periódico anarquista De Vrije Socialist ( El Socialista Libre). Movilizado al Ejército en 1940, en las II Guerra Mudial, Cajo difundió un panfleto internacionalista entre sus companeros de armas. Tras su traslado a Berlín como prisionero de guerra, volvió a los Países Bajos de forma clandestina. Tras la guerra trabajó como periodista en Utrecht, y en 1952 se afilió al Communistenbond Spartacus, de cuya redacción formó parte. En la decada siguiente, escribió un gran número de artículos y folletos. El GIK se dividió en 1964 y Brendel se unió al grupo escindido que publicó a partir de 1965 el periódico Daad en Gedatche “consagrado a los problemas de la lucha obrera autónoma”. En 2005, de avanzada edad y ya retirado de la vida politica, fue trasladado a una casa de reposo. Fallecio el 25 de junio de 2007, a los 92 años de edad.

 

«Supongamos que la dirección central es capaz de distribuir todo lo que se ha producido de forma justa. Incluso entonces, el hecho es que los productores no tienen a su disposición la maquinaria de producción. Esta maquinaria no es suya, sino que se utiliza para disponer de ellos. La consecuencia inevitable es que los grupos que se oponen a la dirección existente serán oprimidos por la fuerza. El poder económico central está en manos de quienes, al mismo tiempo, ejercen el poder político. Cualquier oposición que piense de forma diferente sobre los problemas políticos y económicos será oprimida con cualquier medio posible. Esto significa que en lugar de una asociación de productores libres e iguales, como la definió Marx, existe una casa de corrección como nadie ha visto antes».

Esta cita, traducida libremente de un texto de hace setenta años, explica que las relaciones de producción, tal como se desarrollaron en Rusia después de octubre de 1917, no tienen nada que ver con lo que Marx y Engels entendían por comunismo. En la época en que se publicó el panfleto que acabamos de citar, el terror de los años treinta estaba por llegar. Era sólo una profecía. No hubo ningún acontecimiento político que provocara esta crítica de la sociedad soviética; esta crítica surgió de un análisis económico. Sobre esta base se entendía el estalinismo naciente como la expresión política de un sistema económico que pertenecía a una explotación capitalista de Estado, y esto contaba no sólo para el estalinismo.

El texto que acabamos de mencionar era obra de un grupo cuyos autores pertenecían a una corriente que surgió en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial y adquirió un significado permanente. Esta corriente se caracterizaba por una aguda crítica tanto de la socialdemocracia como del bolchevismo. Era una corriente que analizaba detenidamente las experiencias cotidianas de la clase obrera, y así llegó a nuevas ideas sobre la lucha de clases. La corriente veía la socialdemocracia y el bolchevismo como el «viejo movimiento obrero»; la contradicción de esto era «un nuevo movimiento de los trabajadores». Sigue leyendo

La revuelta del Grupo Wagner y el curso futuro de la guerra

En enero de 2022 (y antes de la invasión rusa de Ucrania) estaba claro que el imperialismo ruso estaba operando desde una situación de miedo. Escribimos en Revolutionary Perspectives #19 que Putin era

consciente de la relativa debilidad de Rusia frente a las fuerzas combinadas de la OTAN. El propio ejército de reclutas ucraniano es el tercero más grande de Europa (más de 170.000 soldados en primera línea con muchos más en reserva), y está siendo reformado y reorganizado, lo que, con armamento nuevo y sofisticado de las potencias de la OTAN, lo hará más eficaz. A Putin le preocupa que Ucrania sea pronto lo suficientemente fuerte como para recuperar el Donbass.

El fracaso a la hora de capturar Kiev en la «operación militar especial» al principio de la invasión está en la raíz de la reciente «revuelta» de los wagnerianos. Aparte de las razones mencionadas, la incompetencia logística del ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y del comandante del Ejército ruso, Valery Gerasimov, también ha sido un factor, como ha dejado claro el jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin. Shoigu no es militar, sino un ingeniero civil de formación con un historial de éxitos en la gestión de emergencias civiles. El anterior ministro de Defensa fue destituido en 2008, después de que el Ejército ruso pasara apuros en Georgia, pero lo que también recomendó Shoigu a Putin fue que no estaba controlado por ninguno de los clanes oligárquicos que se disputan el poder a la cabeza del Estado ruso. Sigue leyendo

[Francia] Disturbios contra el capital – Como un coche deportivo estampado en la fachada de un Lidl

Por: A$AP Revolution

Cientos de policías heridos, miles de edificios públicos quemados, los alborotadores atacan al Estado, a todas sus estructuras, y con razón. Las autoridades, bajo presión, sacaron los tanques para sofocar el movimiento.

La burguesía llama constantemente a la calma y la impone desplegando un arsenal represivo y una propaganda mediática sin precedentes. Pero, ¿quién ordena a la policía golpear, violar y asesinar? ¿Para quién se dejan la piel? ¿Quién gana el dinero de las viviendas podridas que nos cuesta pagar? ¿Quién dirige el sistema judicial que mete a la gente en la cárcel? ¿Quién teme que quememos, saqueemos y redistribuyamos los bienes que tanto nos cuesta producir? Están librando una guerra de clases contra nosotros y, tras un nuevo asesinato en los suburbios, la respuesta de los barrios es inmediata.

 El 27 de junio de 2023, el Estado disparó a Nahel a quemarropa. Como en 2005, los alborotadores golpearon al Estado, que les dejó morir. Atacaron escuelas, bibliotecas, ayuntamientos, oficinas de empleo y centros de servicios sociales. En resumen, todos los lugares que socavan nuestra emancipación y nos mantienen en la pobreza. Los lugares donde se lleva a cabo la selección social, la transmisión de la cultura burguesa y la moral cívica para producir una mano de obra dócil.

Atacan las cárceles para liberar a los presos. Atacan las comisarías para vengarse. Van a servirse gratis allí donde haya mercancía.

Y tienen razón

Trabajamos como animales para fabricar, transportar y vender chatarra para que los patrones se queden con la mayor parte. Nosotros mismos construimos los guetos en los que a menudo nos vemos obligados a vivir, reservas de mano de obra sobreexplotada y parques para desempleados. En este mundo de mierda, nada es gratis y todo el día se nos mofa con «lo que podríamos tener» pero nunca tendremos. Así que los alborotadores irrumpen en las tiendas y se sirven ellos mismos. A veces incluso destruyen la mercancía. Pocas veces hemos visto estas prácticas multiplicadas con tanta intensidad.

Los almacenes se desmoronan, el valor se esfuma; los patronos sudan

Una parte del proletariado impone directamente sus necesidades: no se busca el compromiso. No hubo más exigencias, sólo ayuda directa. Todo sucedió muy deprisa: o subías al tren o lo perdías. Los alborotadores se organizaron sin representantes y lucharon por sus intereses, que resonaban con los de la clase, con una inventiva y una creatividad sin parangón. Es un mensaje claro para todos: los puntos de reunión y los objetivos se publicitan en las redes sociales, se unen a través de las marañas y divisiones entre suburbios, y se extienden al centro de las ciudades y a pueblos más pequeños.

La cólera se extendió como un reguero de pólvora, las ciudades se respondieron unas a otras y el país ardió en llamas en el espacio de unas pocas noches

Ataques con arietes a tiendas, coches deportivos estampados en la fachada de un Lidl [Nombre de una cadena de supermercados. NdlT], escopetas apuntando a las cámaras, trituradoras en los cajeros automáticos, retroexcavadoras destrozando estancos, espectáculos pirotécnicos mejores que en Disneylandia, secuestros de camiones, autobuses y maquinaria de construcción… El movimiento de los Chalecos Amarillos no está tan lejos, las prácticas perduran, la solidaridad de clase también.

Como en todos los movimientos, las construcciones mediáticas para dividir, frenar y aislar a los frentes más decididos de la revuelta hacen estragos. Hoy es la figura del «joven de los suburbios», una representación racista y despolitizadora de los que realmente se organizan y luchan para ganarse la vida.

Los explotadores siembran y mantienen divisiones en el proletariado y nos enfrentan entre nosotros. El racismo que impregna toda la sociedad es la prueba violenta de ello, desde las milicias de extrema derecha hasta el fariseísmo despreciativo de la izquierda. Desde la burguesía y sus instituciones hasta los proletarios que se equivocan de enemigos.

El país está patas arriba y, para poner orden, la disociación va viento en popa y se organiza la represión. Todo el mundo se implica: Los «bobos» que defienden las bibliotecas, los clubes juveniles y las escuelas.

Los derechistas y el Estado, que culpan a los chavales de su responsabilidad criminal y moral

Los izquierdistas, en su enésimo intento de recuperación política, que piden la reforma de la policía y la justicia social, mientras escupen a los alborotadores.

Los fascistas que crean milicias y llaman a matar árabes. Golpean y esposan a la gente para entregarla a la policía… cuando no es la propia policía la que pide que se reprima a los alborotadores.

Todos defienden el viejo mundo que agoniza

Todo el espectro político hace un llamamiento unánime a la calma y a la «justicia». Todos están de acuerdo en la necesidad urgente de volver a la normalidad y al orden republicano: esto es la unidad nacional. Cada partido o sindicato defiende su visión del desarrollo del capital cuando se trata de hacer su pan electoral. Pero cuando las cosas se ponen turbias y la afirmación del proletariado amenaza los intereses burgueses, todos se ponen del lado del orden. Es una unión que sirve y justifica las duras represalias que caen sobre todos los que se sublevan.

Sólo para poner de acuerdo a los alcaldes y a las madres

El capitalismo está en crisis y sus gestores no tienen nada que hacer para detenerlo. Entre reformas, integración y represión de los movimientos, el Estado inicia la confrontación, la piensa, la prepara y se refuerza para futuras batallas. Antes, en Francia y en Europa, existía el palo y la zanahoria, pero hoy sólo existe el palo: la primera respuesta del Estado es reprimir toda forma de revuelta, y hacerlo golpeando fuerte.

Una verdadera carnicería en las calles y en los tribunales. Por todas partes hay heridos por disparos de la policía (gases lacrimógenos, esquirlas, granadas) y un sinfín de comparecencias ante los tribunales. Sentencias de prisión a montones y ya hay gente muerta y en coma. No debemos permitir que la poderosa solidaridad que existe en las calles se extinga en los tribunales y en las celdas.

Es la extensión de esta solidaridad la que dará un vuelco a todas las relaciones sociales

Durante este periodo, los conflictos entre nuestra clase y la burguesía se intensificaron y multiplicaron. La guerra interrumpió el flujo de suministros, haciendo subir los precios y bajando los salarios. Las condiciones de vida se deterioraron y el Estado ya no tenía mucho que ofrecer.

La revuelta llega justo a tiempo, la gente saquea hasta que no queda nada, pero ¿luego qué? Así que esta venganza es el atisbo de una ruptura necesaria con el compromiso social en el que estamos atrapados. Se trata de romper con las reivindicaciones reformistas e imponer un equilibrio de poder.

Todo el mundo pasa hambre y, aquí como en todas partes, el proletariado está revuelto. No cabe duda de que esta semana explosiva tendrá un profundo efecto en futuros levantamientos.

De las llamas en los suburbios a una conflagración general,

la única manera de fortalecer nuestra clase es extender y radicalizar la revuelta.

En este sistema capitalista que se sueña inmortal, se perfila una salida: la revolución.

Tienen los morteros y la crítica radical del viejo mundo.

Se están organizando para el futuro.

Nosotros formamos parte de ello.

Materiales acerca de los últimos acontecimientos en Francia

“¿CHUSMA? ¡PUES BIEN, SOMOS PARTE DE ELLA!” El ministro del interior francés, Sarkozy lanzó una campaña de represión, en 2005, contra los proletarios de los suburbios en lucha, calificándolos de “racaille”… un término francés que en castellano puede traducirse por: chusma, infame, escoria, ruin, basura desechable, gentuza, hampa, gente que se desprecia.

Compilamos algunos textos acerca de los motines callejeros y disturbios desatados masivamente en Francía a raíz de la muerte del joven Nahel a manos de la policía. También consideramos esencial para esta compilación incluír viejos textos de la revuelta que casualmente tuvo lugar en ese mismo país en el año 2005, debido a la similitud y estrecha relación que guardan entre sí. Sigue leyendo

Viktor Belash 1893-1938

Viktor Fedorovich Belash nació en 1893 en la aldea de Novospasovka (la forma ucraniana es Novospasivka), en el sur de Ucrania. Novospasovka fue también el hogar de otros anarquistas que más tarde participaron en el movimiento makhnovista, como Vassili Kurilenko y Vdovichenko. Recibió educación elemental y trabajó como ingeniero ferroviario. Ya era comunista anarquista en 1908, a la edad de quince años. Llegó a finales de 1918/principios de 1919 a Gulyai Polye para vincularse con Makhno. Aquí, en consulta con Makhno y otros partisanos, Belash recibió el encargo de organizar un congreso de reorganización militar. Fue elegido jefe de estado mayor de los majnovistas el 3 de enero en un congreso celebrado en Pologi con más de cuarenta delegados. Belash era plenamente consciente de la necesidad de una mejor organización militar. Las tropas del general blanco Denikin asesinaron a su padre, a su abuelo y a sus dos hermanos y quemaron todas sus propiedades como venganza por la implicación de Viktor en los makhnovistas, según Archinov, aunque Skirda afirma que fueron las fuerzas austriacas las que asesinaron a su padre, a su abuelo y a su primo. Según Archinov, «era miembro del Consejo de Insurgentes Revolucionarios y un hábil estratega militar. Elaboraba todos los planes relativos a los movimientos de tropas y asumía la responsabilidad de los mismos».

Después de que Makhno se viera obligado a retirarse por la frontera con Rumania el 16 de agosto de 1921, a consecuencia de múltiples heridas, Belash dirigió las operaciones contra los rojos en su ausencia.

Fue capturado por los bolcheviques el 23 de septiembre de 1921, tras ser gravemente herido en la batalla de Znamenka. Fue encarcelado en la prisión de Kharkov, donde fue condenado a muerte. Durante su estancia en prisión, la Cheka le animó a escribir sus memorias, lo que pudo hacer con gran detalle gracias a sus notas militares y su diario de campaña. Llenó tres grandes cuadernos con sus memorias. Extractos de las mismas aparecieron en el número 3 de Letopsis Revoliutsii (Anales de la Revolución), mayo-junio de 1928, con muchos cambios de texto por parte de los censores soviéticos. Liberado por el gobierno soviético en virtud de una amnistía en 1923, fue desterrado a Krasnodar, en la región de Kuban. Allí trabajó como mecánico para la Unión de Cazadores. En diciembre de 1937, durante las purgas masivas de Stalin, fue detenido y fusilado al año siguiente. Fue rehabilitado póstumamente en abril de 1976 por «insuficiencia de pruebas».

Su hijo, Alexander, veterano de la Segunda Guerra Mundial, pudo obtener el manuscrito de la obra de su padre en los archivos del Estado y lo publicó, con otros documentos hasta entonces desconocidos, en 1993. Ha demostrado ser, con sus minuciosos detalles, una fuente extremadamente valiosa sobre el movimiento makhnovista, aunque debe leerse con precaución, siendo conscientes de que Belash escribía en clave y protegía a Makhno y a otros partisanos que aún vivían. Los éxitos militares de los makhnovistas se debieron en gran parte a la capacidad organizativa de este obrero anarquista.

NICK HEATH

Junio de 1953 – Levantamiento proletario en Alemania Oriental

Autor – Nosotros proletarios

La realidad de la lucha proletaria frente a los mitos obreristas

Era el 17 de junio de 1953. Amplios sectores del proletariado se sublevaron en Berlín Este, antes de que la revuelta se extendiera a toda la “República Democrática Alemana” y fuera sofocada por la intervención del Ejército Rojo (por la sangre de los proletarios insurrectos).

En este breve texto, no vamos a desarrollar en detalle cómo se expresó este movimiento. Sólo queremos esbozar sus principales puntos fuertes y débiles, que se repiten históricamente de una lucha a otra, a pesar de las condiciones particulares que hacen que una lucha surja en un lugar y en un momento y no en otros. Nuestro objetivo no es contar una historia, sino extraer lecciones programáticas de luchas anteriores para futuras insurrecciones. No obstante, invitamos a los camaradas a leer el panfleto de Cajo Brendel “El levantamiento de la clase obrera en Alemania Oriental, junio de 1953” (que fue fuente de inspiración entre otros) a pesar de todas las reservas que tenemos sobre el marco ideológico (consejismo) postulado por este militante y que criticamos en el curso de este texto.

Esta sublevación, pocas semanas después de la muerte de Stalin, devolvió al primer plano de la historia el antagonismo visceral entre dos clases sociales con intereses y programas antagónicos y contradictorios. Y esto es así independientemente de la forma que adopte la burguesía para controlar a los proletarios. Porque es siempre con fuerza que el proletariado plantea su existencia como clase desposeída de todo y su necesidad de acabar con este viejo mundo, cualquiera que sea la naturaleza de la renovación de la fachada o el color (rojo, blanco, marrón…) con que se haya repintado nuestra explotación. En el apogeo de la contrarrevolución, en el momento en que nuestros enemigos han saqueado nuestras banderas, en que su Estado se proclama “Estado obrero” y pretenden gobernarnos en nombre de la “dictadura del proletariado” (que en realidad nunca existió y ha sido sustituida por su dictadura sobre el proletariado), son las contradicciones internas de la relación social las que están poniendo en primer plano la lucha de clases.

La fuerza de este levantamiento es que ha desmontado prácticamente todos los grandes mitos del “socialismo real” sobre los que la burguesía había construido su modelo local de gestión capitalista. Este modelo de acumulación fue, durante varias décadas, la respuesta más contundente del Capital (considerado en su singularidad global) a la más importante oleada de luchas (1917-21) que el proletariado ha impuesto hasta la fecha. A este tipo de modelo que impone la defensa de una “patria socialista”, de un “campo socialista” contra un enemigo exterior, de sacrificios a realizar para “construir el socialismo” y completar las previsiones del Plan, a todos estos mitos que son muy reales ya que son la concretización de nuestra explotación, el proletariado sólo podía responder con sus armas de clase: la huelga, el sabotaje, el levantamiento.

La insurrección obrera que estalló el 17 de junio de 1953 fue una verdadera conmoción para todos los sectores de la burguesía, tanto del Este como del Oeste. Frente al enorme poder del Estado y del Partido (bolcheviques), los proletarios insurrectos sólo podían parecer locos. Locos porque atacaban a ese autoproclamado “Estado obrero”, locos porque parecía una “locura” destruir lo que les pertenecía, locos porque la propia lucha sólo podía verse desde fuera como un acto “irracional”. Pero para el proletariado sublevado, todo sucedía según criterios diferentes que para los ciudadanos que aún no se les habían unido.

A pesar del manto de plomo que cubre nuestras luchas, de las masacres de la guerra y de la imposición total de la paz social, siempre es el proletariado el que resurge. Los proletarios atomizados y derrotados están siempre determinados por las circunstancias históricas y el desarrollo social. Si hoy nuestra clase puede parecer indiferente, apática y sumisa, mañana puede levantarse (¡se levantará!) y podrá mostrar la mayor audacia. Nuestro movimiento de abolición del orden social no tiene nada que ver con ninguna fotografía fija, sino que son las leyes del desarrollo social las que provocan esas convulsiones tan temidas por todos los gestores de nuestra miseria. La lucha contra la explotación y contra la condición obrera está incluida en el desarrollo de las relaciones capitalistas. Cuando esta lucha toma la forma de insurrección o revolución, esta ley del desarrollo social pasa a primer plano y destruye radicalmente todos los mitos e ilusiones. Sigue leyendo

CONTRA LA GUERRA

La guerra en Ucrania es la consecuencia de 30 años de cerco de la OTAN a la Federación Rusa.

La guerra en Ucrania no comienza con la invasión rusa en febrero de 2022, sino con la agresión militar (neonazista) contra las poblaciones rusoparlantes del Donbass, iniciada y legitimada por los gobiernos pro-UE y pro-OTAN desde 2014.

La guerra en Ucrania, como todas las guerras, es una guerra contra los proletarios: en primer lugar contra los proletarios ucranianos, utilizados como carne de cañón en defensa del imperialismo de la OTAN, y contra los proletarios rusos, enviados a morir y ser asesinados en el frente. Indirectamente, es una guerra contra todos los proletarios, empezando por los de los países de la UE y de la OTAN: seremos nosotros, los explotados y explotadoras de Occidente, los que pagaremos caro el apoyo a la guerra, el envío de armas, el disparado gasto en defensa, el esfuerzo productivo del complejo industrial-militar, ante todo con recortes en pensiones, sanidad y salarios. Una parte cada vez mayor de la riqueza producida socialmente se destinará a la guerra, la economía de guerra se impondrá con el estado de excepción, la militarización del frente interno y la intensificación de la represión contra los que luchan.

El apoyo militar prestado por todos los Estados occidentales al Estado ucraniano nos convierte de facto en cobeligerantes. Los políticos y estadistas no tienen reparos en exponer a sus poblaciones a las posibles consecuencias.

La guerra en Ucrania nos acerca peligrosamente a una posible tercera guerra mundial y al apocalipsis nuclear: el Estado ruso amenaza abiertamente con el uso de armas atómicas (los países europeos, por su parte, anuncian el envío de armas de uranio empobrecido).

La guerra en Ucrania es un negocio lucrativo para los patrones occidentales, que tienen todo el interés en que continúe el mayor tiempo posible y al mismo tiempo sea lo más destructiva posible: no sólo por los enormes beneficios de la industria bélica, sino también por el tentador negocio de la reconstrucción.

EL INTERÉS INMEDIATO DE LOS PROLETARIOS ES EL ALTO EL FUEGO.

La tarea de los proletarios rusos y ucranianos es levantarse contra sus respectivos Estados, practicar la renuncia, la deserción, el derrotismo, el sabotaje, el ataque al frente interno. Todo esto ya está ocurriendo y merece la más amplia solidaridad de clase e internacionalista.

La tarea de los proletarios de Occidente es levantarse contra sus respectivos Estados, en primer lugar para detener el envío de armas, sabotear la industria bélica, oponerse a la servidumbre militar y a la presencia EEUU-OTAN, a la propaganda de guerra fundamentalista y a la mentira interclasista de la unidad nacional.

Las armas de que disponemos son las que siempre han estado en manos del proletariado: huelga, bloqueo, sabotaje, acción directa. Sólo una reanudación fuerte y decidida del conflicto de clases puede sacarnos de la pesadilla de la guerra.

ROMPER EL FRENTE, SABOTAJE, REVUELTA

anarchici e anarchiche

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Fonte: https://ilrovescio.info/2023/05/24/contro-la-guerra-rompere-il-fronte-sabotare-insorgere/

Fragmentando el imperialismo: el derrotismo revolucionario y sus enemigos

Presentación de GdC – Tridni Valka:

Publicamos aquí (y traducimos al inglés y al francés) la última contribución del grupo Barbaria sobre la guerra en Ucrania y la lucha contra ambos bandos burgueses del conflicto. Barbaria reafirma muy correctamente la única alternativa proletaria a la negación de nuestra humanidad, ya sea en el trabajo o en la guerra: el derrotismo revolucionario y la transformación de la guerra capitalista entre Estados en una guerra revolucionaria entre clases.

Sin embargo, hay un problema que nos cuesta digerir: nos negamos a seguir a los camaradas del grupo Barbaria cuando citan a Lenin (aunque la citación pueda ser correcta), como si esta figura hubiera sido un camarada de nuestra clase, de nuestro partido, como si no lo hubiera sido (él y su partido como estructuración política), en todos los procesos en los que nuestra clase intenta emerger del vacío de su alienación, uno de los elementos más radicales de la socialdemocracia histórica (es decir, del partido burgués para los obreros) y, por tanto, de la reconstitución del Estado en la Rusia sacudida por la ola de insurrección proletaria.

Por otra parte, con respecto al papel de Lenin en la lucha contra la guerra, simplemente afirmamos esto: ni la Conferencia de Zimmerwald, que fue de hecho una reunión de la socialdemocracia internacional “no belicista” y pacifista, ni siquiera la llamada “Izquierda de Zimmerwald”, que sólo tenía el color de la revolución sin tener realmente ninguno de sus atributos, representaron ninguna respuesta real de nuestra clase a la carnicería mundial. Por otra parte, reivindicamos todas las rupturas comunistas (y/o anarquistas) que se afirmarán fuera y contra la represión del proletariado.

Y como consecuencia de esto, también nos negamos a considerar al grupo Matériaux critiques (Materiales Críticos) como “camaradas”, como afirma el texto de Barbaria. Cualquiera que sea la importancia de ciertas afirmaciones hechas por este grupo, nunca, jamás rompió realmente con el leninismo, con el bolchevismo, ¡todo lo contrario!

Dicho esto, esperamos que disfrute leyendo esta contribución…

Guerra de Clases – 29 de mayo 2023 Sigue leyendo

¿Qué hay de nuevo en el «anarquismo»? ¡Autodeterminación nacional y convergencia de intereses con el capital!

Lo que sigue es una breve respuesta a un artículo de Wayne Price publicado en el sitio web de la Federación Anarquista Checa (AFed). El retraso en nuestra breve respuesta sólo puede explicarse por el hecho de que nos ha llevado mucho tiempo recuperarnos del artículo «¿Are Anarchists Giving in to War Fever?” [¿Están los anarquistas cediendo a la fiebre de la guerra? – publicado originalmente en inglés en la web Anarkismo.net]. Asumimos que incluso una organización tan dispar y programáticamente confusa como AFed no podía desviarse de los principios básicos del anarquismo, puesto que ya los llevaba en su nombre. Pero estábamos equivocados.

En el contexto de la guerra en Ucrania, bajo la apariencia de condiciones específicas y apoyo crítico, Wayne Price (y su editorial, AFed) están tratando de introducir en el anarquismo (que consideramos un movimiento revolucionario y parte de la lucha general del proletariado contra la dictadura del capital) elementos fundamentales de la ideología burguesa que están en contradicción directa con el programa anarquista para la emancipación de la humanidad. Hay que señalar que este programa no deriva del texto de tal o cual teórico anarquista, sino que se constituyó en oposición al capitalismo, en la lucha contra él y como su negación.

¿Anarquistas por la nación?

¿A quién apoyan exactamente los «anarquistas» de AFed en Ucrania? Wayne Price intenta convencernos de que se trata de la «nación oprimida». Sostiene que «los anarquistas rechazan el nacionalismo pero no el objetivo de la autodeterminación nacional (…) incluida la libertad de un pueblo para elegir el sistema político que desee (por ejemplo, un Estado democrático, un Estado centralizado o ningún Estado [anarquía]) – y su libertad para decidir qué sistema económico quieren (socialismo de Estado, capitalismo, socialismo libertario)».

Que los «anarquistas» actúen según el concepto de nación ¡es nuevo para nosotros! Hasta ahora, suponíamos que los anarquistas se oponían a la nación y a sus consecuencias materiales, como el Estado-nación, la autodeterminación nacional, la unidad nacional y, en consecuencia, la propia guerra entre naciones.

Los anarquistas revolucionarios siempre han adoptado posiciones anti-nacionales, y por buenas razones. Si admitimos que las relaciones sociales corresponden al nivel de desarrollo de la producción material y también producen principios, ideas y categorías de acuerdo con estas relaciones sociales, está claro que estas ideas y categorías también son sólo productos históricos y transitorios que aparecen y desaparecen. Lo mismo ocurre con la idea de nación, entidad creada artificialmente, producto histórico del desarrollo de las fuerzas productivas, que ha servido a la burguesía para llevar a cabo su revolución, para establecer su dominación. Y también para atar al proletariado a su proyecto, para dividirlo en Estados-nación, para convencerlo de que sus intereses son idénticos a los de los capitalistas de su misma nacionalidad, para controlarlo mejor física e ideológicamente.

La nación es la alianza artificial de explotados y explotadores. La «independencia de los pueblos, la cultura y la libertad nacional» de la que habla Wayne Price no es más que el terreno sobre el que la burguesía puede explotarnos a su antojo y hacernos creer que si nos acosa en el trabajo un negrero que hable nuestra lengua, nuestro trabajo será más soportable.

La constitución del proletariado como clase se ve constantemente socavada por la competencia entre proletarios como vendedores libres e iguales de mercancías, de su fuerza de trabajo. Todas las fuerzas ideológicas, políticas y militares consolidan esta atomización sobre la que descansan la paz social y el orden burgués. El proletariado se desintegra en el pueblo, la negación burguesa de los explotados como seres universales, como clase antagónica al capital. Y esta negación culmina finalmente en la masacre de la guerra capitalista.

La creación y la existencia de los Estados-nación no han eliminado la esencia misma de la burguesía -la competencia-, que obliga a los burgueses a oponerse entre sí y a enfrentarse brutalmente en todos los niveles de la distribución de los medios de producción y de los mercados. La unidad dentro de la burguesía (por ejemplo, dentro del Estado-nación, los acuerdos internacionales, etc.) se establece para obtener las mejores condiciones posibles en la guerra comercial (y también en la guerra de clases). Esta unidad puede romperse en cualquier momento en varias fracciones específicas que harán valer sus intereses en conflictos mutuos.

En consecuencia, toda paz no es más que una fase de un proceso que conduce a una nueva guerra. Por otra parte, cualquier acción del proletariado -por parcial que sea- en la que actúe por sí mismo y por sus propios intereses contiene la afirmación del proletariado y de su lucha por la revolución social general.

Por eso, como movimiento revolucionario, el anarquismo se opone desde el principio a la patria, a la nación y a la lucha nacional, y busca la abolición de todas las fronteras y de todas las naciones. Los anarquistas revolucionarios no apoyan a una nación contra otra, ni «al más débil», ni «al agredido», ni «al oprimido». Los anarquistas revolucionarios están del lado del proletariado a ambos lados del frente.

¿Los intereses de quién convergen?

Price explica el hecho de que algunos «anarquistas» luchen por los intereses del Estado ucraniano por una especie de «convergencia temporal de intereses entre el imperialismo occidental y el pueblo ucraniano».

Si los «anarquistas» consideran que sus intereses y los de la burguesía coinciden «temporalmente», deberían plantearse seriamente qué intereses están realmente en juego. En el caso de Rusia y de las potencias occidentales que se le oponen, se trata de ampliar su esfera de influencia y de mantener el estatus de Ucrania como zona tampón.

Por lo que sabemos, los anarquistas, como parte de nuestro movimiento de clase, estamos y siempre hemos estado preocupados por lograr la revolución social. Se trata de hacer realidad los intereses de la clase oprimida, de liberarla del yugo del capitalismo, de lograr una verdadera comunidad humana.

Entonces, ¿en qué consiste esta convergencia de intereses?

Del mismo modo que al proletariado no le interesa construir nuevas fábricas (en las que gastará su energía vital en suciedad y sudor a cambio de un salario miserable), contribuyendo no sólo al enriquecimiento de un determinado propietario capitalista, Tampoco le interesa defender las fronteras nacionales, la integridad territorial, la democracia o los derechos humanos, que no son más que el marco de su explotación y un instrumento de control.

Wayne Price cita el ejemplo de los Amigos de Durruti. Pero no entiende absolutamente nada de sus críticas al frente único. De hecho, el frente único que critican los Amigos de Durruti no es sólo una organización formal unificada, la participación de los anarquistas en el gobierno o la colaboración con tal o cual partido, sino también una alianza informal, una línea de conducta unida en la lucha por y en nombre del programa burgués, la renuncia al programa proletario y su aplazamiento hasta «después de la guerra», en otras palabras, precisamente la unidad de intereses mencionada anteriormente.

Es cierto que los Amigos de Durruti no exigieron la retirada de los anarquistas del frente, pero esto resultó ser un error decisivo desde el punto de vista histórico. Mientras los proletarios del Frente de Aragón pensaban que su lucha defendería la revolución social en curso contra los fascistas, los partidos democráticos antifascistas dirigían la contrarrevolución en la retaguardia. En otras palabras, en lugar de congelarse la cabeza en las trincheras y sufrir la falta de suministros y municiones, los anarquistas de España deberían haber ido a Barcelona y Madrid para frenar a las fuerzas que, bajo la apariencia de un frente unido antifascista, estaban restableciendo gradualmente la dominación del capital. La revolución española fue derrotada tanto por los fascistas como, sobre todo, por los «partidos democráticos» que les habían preparado el terreno.

Hoy no hay revolución proletaria en Ucrania, y los proletarios del frente mueren sin rechistar, únicamente por el Estado burgués y sus intereses. En consecuencia, sólo podemos repetir lo que muchos han subrayado antes que nosotros. El proletariado no tiene ningún interés en defender su Estado ni en luchar por la democracia. Ni la democracia ni «nuestro propio Estado» son terreno fértil para la lucha de clases, sino todo lo contrario.

La consigna del proletariado ucraniano no es «Gloria a Ucrania» (una Ucrania mejor, más democrática, socialmente más justa, que no puede existir en la realidad de las relaciones capitalistas) sino «¡Ni un trabajador para el frente, ni un céntimo quitado de nuestros salarios!».

¿Qué tipo de solidaridad?

Sólo podemos comprender el mundo capitalista y sus profundas contradicciones sociales a través del prisma de la lucha proletaria, que es y debe ser necesariamente internacionalista. El proletariado, sea cual sea el país en el que se encuentre, sean cuales sean las condiciones a las que se enfrente, constituye una misma clase internacional y, por la lógica de las cosas, se enfrenta a un mismo enemigo.

La burguesía y sus ideólogos (aunque se llamen «anarquistas») niegan el carácter universal de las condiciones de lucha del proletariado, subrayando las especificidades de tal o cual situación.

La burguesía trata de imponernos el terreno en el que mejor puede derrotarnos. En otras palabras, la burguesía hace «olvidar» al proletariado que es la única clase universal y le impone el terreno de confrontación que más le conviene. Puede así imponer el marco de la guerra a la que nos envía: la fuerza internacional unida de la burguesía contra la actividad aislada de nuestra clase, confinada en tal o cual región. La política burguesa para el proletariado, la política socialdemócrata, mantiene al proletariado de cada país dentro de sus fronteras, transformando el «internacionalismo» de nuestra clase en colectas, peticiones, interpelaciones parlamentarias y «solidaridad» a través de transferencias bancarias y campañas de apoyo por correo electrónico. Esta forma de actividad no sólo es completamente inofensiva para la burguesía, sino que transforma la necesidad de acción directa contra el capital en colaboración con la burguesía.

Los anarquistas no estamos interesados en este tipo de «solidaridad» con los proletarios (no con el pueblo) de Ucrania, sino en trabajar junto a ellos para promover la misma lucha, los mismos intereses, la misma comunidad de lucha, en todo el mundo. A esta falsa «solidaridad» oponemos la solidaridad real, que es el resultado de una lucha común.

¿Qué podemos decir a modo de conclusión?

Debemos decirle a Wayne Price que las posiciones que está adoptando (no sólo en relación con la guerra en Ucrania) no son las de los anarquistas, sino las de los liberales.

Y la Federación Anarquista debería decidir si no sería preferible eliminar la palabra «anarquista» de su nombre, ya que es totalmente incoherente con las posiciones que defiende. Hoy en día, la AFed tiene más de un pie en el campo de los belicistas que apoyan la masacre mutua de proletarios en Ucrania en nombre de la defensa de una democracia imaginaria, la autodeterminación nacional y otros conceptos completamente ajenos al proletariado (y más aún a los anarquistas).

Y si el actual conflicto militar se extiende al resto de Europa, ¿enviará la AFed a nuestros hermanos y hermanas al matadero en nombre de la misma ideología falaz y esencialmente burguesa?

 Guerre de Classe [ TridniValka ] & Initiative Antimilitariste [ AMI-IAM ] – Mayo 2023

[Ecuador] Juicio político y «muerte cruzada»: pugna interburguesa y dictadura democrática del Capital. Se avecina una nueva revuelta

 

El juicio político contra el presidente banquero Lasso que tuvo lugar antes de ayer, 16 de mayo de 2023, en la Asamblea Nacional del Ecuador no es más que una pugna interburguesa y una pantomima democrática: una nueva pelea entre patrones, sus políticos y sus abogados para adueñarse del botín del Estado y del botín del petróleo (ej. FLOPEC), arguyendo que lo hacen «en beneficio del pueblo». Porque el Estado ecuatoriano depende principalmente de la renta petrolera. Entonces, el fondo de este problema en realidad no es político, legal ni mucho menos «moral», sino que es un conflicto de intereses económicos o materiales entre diferentes fracciones de la clase capitalista de este país, en estos tiempos de crisis generalizada, que se está resolviendo bajo una forma política.

Por su parte, la izquierda del Capital de todos los colores (verdeflex, arcoíris y rojiamarilla) que, de manera ilusa y oportunista, apoyó el juicio político y dijo estar «vigilante» desde la vereda, también forma parte de esta pugna interburguesa y pantomima propia de la democracia sin comillas, a la cual además dice «defender». Decimos sin comillas, porque la democracia en realidad es la dictadura invisibilizada y normalizada del Capital y su Estado sobre el proletariado. Dictadura democrático-burguesa, entonces, en la que derecha e izquierda no son contrarias, sino complementarias, alternantes… y cómplices, así la izquierda diga lo contrario, tanto dentro como fuera de la Asamblea Nacional. La «muerte cruzada» decretada democrática y legalmente por el derechista Lasso el día de ayer, 17 de mayo de 2023, también demuestra en los hechos y una vez más que la democracia es la dictadura de la burguesía.

Por lo tanto, ni juicio político ni «muerte cruzada»: no hay nada que apoyar por parte de la clase trabajadora que habita la región ecuatoriana, quien todavía es la gran perdedora y la gran ausente en toda esta situación, porque sus condiciones materiales de existencia se han empeorado, pero al mismo tiempo porque su conflictividad también ha bajado. Sin embargo, cuando ésta aparezca en escena lo hará por otros motivos, con sus propias reivindicaciones y sus propios métodos de lucha. Siendo entonces posible que patee el asqueroso tablero de ajedrez político de la clase dominante y su séquito.

Posible escenario «pesimista» en un futuro inmediato: puesto que Lasso ya activó la «muerte cruzada» (Decreto Ejecutivo 741) para no ser destituido de su cargo, con lo cual se convierte prácticamente en dictador civil con el apoyo de las Fuerzas Armadas y la policía, eso podría detonar un nuevo Paro Nacional o revuelta popular en los próximos 6 meses, misma que quizás podría «salirse de control», no sólo al Estado sino a la izquierda, hasta llegar a ser una huelga general e insurreccional. Decimos quizás, porque las condiciones aún no están dadas para ello, pero podría haber sorpresas. Más bien, dado que la burguesía ya se ha blindado, armado y anticipado con sus últimos Decretos Ejecutivos 707 (libre porte de armas) y 730 (militarización del Estado), eso también podría terminar en una masacre de la clase trabajadora que se levante. Masacre cometida no sólo por policías y militares, sino también por paramilitares y sicarios de las bandas de narcotraficantes. Por desgracia, tal como están las cosas de graves en el país, ésto último podría ser lo más probable en tal escenario. Sea como fuere, el futuro es incierto… y turbio.

A lo mejor podría darse una revuelta masiva parecida a la que ocurrió hace unos meses en Perú, con la obvia diferencia de que no sería para defender al presidente destituido por el poder legislativo, sino para presionar que se vaya y lo reemplace otro: ya no el actual vicepresidente Borrero, sino… ¿Nebot, Correa o Iza? En cualquier caso, todo seguiría girando alrededor del Estado capitalista y su sistema político-electoral, mientras que los proletarios de todas las «razas» lanzados a las calles seguirían siendo carne de cañón y luego de urna en la pugna interburguesa.

Excepto y sólo excepto si es que acontece un desbordamiento de ese posible estallido social, en el cual el proletariado comience a actuar como clase autónoma y antagonista. Lamentablemente, eso no ha pasado en las últimas revueltas, al menos aquí en Ecuador. Y es probable que tampoco ocurra en una nueva revuelta, pero en cambio podría ser su «caldo de cultivo». Porque para ello aún falta más golpes del enemigo (ej. una nueva reforma laboral), batallas y derrotas aleccionadoras como clase; así como también, más rupturas, saltos, «nuevos actores» y sorpresas.

Por ejemplo, si es que los trabajadores petroleros de aquí siguiesen el ejemplo de acción directa y autoorganización de los trabajadores petroleros de Irán, haciendo huelgas y tomas a mano propia, porque sólo ellos pueden hacerlo. Lo mismo los trabajadores de los demás sectores estratégicos de la economía. Eso sí sería golpearle al Capital y al Estado donde realmente les duele: en el terreno de la producción de valor y en su tasa de ganancia. Ahí es donde realmente radica y se juega el poder de clase, no en el Palacio de Carondelet ni en la Asamblea Nacional. Todo lo demás es andarse por las ramas. Lo cual no quiere decir que los demás sectores de la clase trabajadora no salgan a luchar. Tienen que hacerlo. Y lo van a hacer, más aún si este gobierno decreta una nueva reforma laboral, tal como ya lo ha anunciado aprovechando la «muerte cruzada». Pero sobre todo, nuestra clase tiene que aprender al calor de sus luchas para no volver a cometer los mismos errores, sino para avanzar o dar saltos hacia adelante.

Ahora bien, por más análisis críticos y llamamientos a la acción que hoy hagan las diferentes organizaciones de izquierda (y ultraizquierda) de esta región contra el gobierno del banquero sociópata Lasso, sólo el mismo desarrollo impersonal y contradictorio de la crisis capitalista y la lucha de clases real tendrán la última palabra. Si salimos a las calles a luchar por nuestras vidas y nos juntamos con otros, será como unos nadies más, a hacer lo que se pueda hacer y a aprender lo que se tenga que aprender para próximas batallas como clase. Teniendo siempre presente que la solidaridad, la autoorganización y la acción directa de masas son nuestras mejores armas.

Proletarios Hartos De Serlo

Quito, 18 de mayo de 2023