[Traducido por Agintea Hausten]
Las naciones, si bien son “tejidas” por la ideología, por las condiciones objetivas, o por la habitual combinación de ambas, son productos del desarrollo social. Ya no tiene ningún sentido defender o condenar el nacionalismo a priori, defender o condenar el tribalismo o, dado el caso, un cosmopolitismo ideal. La nación es un hecho para ser sufrido o disfrutado, por el que luchar a favor o en contra de acuerdo a las circunstancias históricas y a las implicaciones de estas circunstancias para poblaciones variadas y las diferentes clases dentro de esas poblaciones.
El estado-nación moderno es tanto producto como condición del desarrollo capitalista. El capitalismo tiende a destruir tradiciones y peculiaridades nacionales extendiendo su modo de producción por todo el mundo. Pero aunque la producción capitalista controle la producción mundial y aunque el “verdadero” mercado capitalista sea el mercado mundial, el capitalismo surge en algunas naciones más tempranamente que en otras, encontrando condiciones más favorables aquí que allí y siendo más exitoso en un lugar que en otro. De este modo se combinan los intereses del capital con las necesidades nacionales particulares. Sigue leyendo