[Extraído de la publicación Contra la contra #1]
La victoria en las elecciones presidenciales por parte del payaso de la izquierda pusilánime, no debe entenderse como “el castigo de la ciudadanía a los políticos cómplices de décadas de corrupción y destrucción del país” ni como la reemergencia de “una generación que dio el primer paso hacia un cambio más sustancial en la estructura del sistema”; hay que dejar estas elucubraciones nacionalistas-basura a los académicos, intelectuales y especialistas encargados de convencernos que este sistema debe ser reformado y no destruido.
El ascenso de Obrador, pero sobre todo, el desarrollo exitoso del pasado circo electoral bajo el orden ciudadanista, es simplemente la materialización de la fuerza que actualmente posee el capitalismo y su Estado para canalizar fácilmente el descontento de la clase explotada. Si bien, en los últimos años el hartazgo causado por la agravación de las condiciones de miseria y represión consiguió preocupar seriamente a los políticos y al empresariado (el caso de ayotzinapa, la reforma educativa y el “gasolinazo” como puntos culminantes); también fue latente la manera en que los estallidos sociales que se produjeron fueron liquidados. La nula perspectiva radical y la inexistente ruptura con el tradicionalismo formalista, interclasista y pacifista que caracteriza a los denominados “movimientos sociales”, han sido la moneda corriente que posibilitó que los designios de quienes gobiernan se acataran y por ende, toda la mierda permaneciera intacta. Sigue leyendo →