De la desaparición y asesinato del compañero Santiago Maldonado aún quedan marcas en las calles de muchas ciudades. Afiches a medio arrancar, pintadas, esténciles y, aunque ya pasaron dos años, se nos sigue queriendo convencer de que “lo de Maldonado ya pasó”. Pero no, ahí están presentes sus más cercanos con el recuerdo de su sonrisa intacto. También siguen las luchas por su memoria –aunque con menos intensidad–, así como el conflicto mapuche donde cayó en combate y la lucha por la justicia que emprende su familia y organismos de derechos humanos.
Si bien en la masividad y en lo mediático ha quedado relegado, no sucede así para muchos compañeros y compañeras que hemos continuado realizando una acción constante por la memoria de Santiago y de todo lo ocurrido, con infinidad de actividades y materiales de difusión.
La solidaridad en torno al conflicto mapuche en Cushamen, el encarcelamiento de Facundo Jones Huala y el asesinato de Santiago Maldonado. La posterior recuperación en Lago Mascardi y el asesinato de Rafael Nahuel, pusieron sobre la mesa varios aspectos de la lucha que, aunque nada nuevos, parecían haber quedado en el olvido por esta región: la acción directa, la autonomía, la capucha, el piquete, la crítica del Estado, la democracia y la propiedad privada.
Para muchos de los que defendemos y no hemos abandonado esa perspectiva de lucha, significó un punto de encuentro, una actividad común en muchas ciudades. Es decir, una lucha en común con una perspectiva común. Esto fue posible, incluso en la distancia geográfica, por un lado, por la persistencia y permanencia de grupos y personas que no se dejaron llevar por la avalancha ciudadanista y reformista que barrió con la gran mayoría de los que se han denominado movimientos sociales. Por el otro, gracias a las expresiones de ruptura que reaparecen constantemente en el seno de nuestra clase, sobre todo en los momentos de lucha donde todo se tensiona.
Estos álgidos momentos nos dan una bocanada de aire fresco frente a la sofocante normalidad. Nos permiten poner en práctica las reflexiones de luchas pasadas, así como obtener otras nuevas. Nos permite encontrarnos, conocernos y reconocernos.
Consideramos necesario hacer una reflexión crítica sobre las luchas, coordinaciones y comunicaciones que se dieron en estos dos años. Evidentemente la dificultad de ello radica en la extensión y diversidad de este proceso. Por eso, si bien abordamos lo que conocemos más de cerca por haberlo realizado, también creemos necesario referirnos a esa acción común que, aunque descentralizada geográficamente, comparte una sensibilidad y una proyectualidad. Trataremos de asumir un compromiso profundo, intentando no ser voceros de nadie, pero hablando desde un “nosotros” más amplio, ya que nos asumimos parte de la lucha de otros tantos compañeros en distintos lugares del territorio.
Reflexionar sobre la lucha es inseparable de la misma. No son dos momentos, se trata de una acción conjunta, un movimiento común y continuo.
¿Qué características tiene la lucha por la memoria y la verdad que no pide justicia al Estado? ¿Cómo continúa la lucha antirrepresiva? ¿Qué lecciones sacamos tras dos años de coordinaciones más amplias? ¿Cómo sigue la lucha en las comunidades mapuche? ¿Qué proyectualidad tiene la lucha por y más allá de Santiago? Sigue leyendo