Guerra de Clases 15/2023: La voz de la cólera se hace oír en Irán

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La voz de la cólera se hace oír en Irán

Una vez más, los ojos de los militantes comunistas de todo el mundo se han vuelto hacia Irán como campo de batalla de la gigantesca revuelta proletaria, una más en la serie de enfrentamientos de clase que han sacudido Irán y la región circundante durante la última década.

Teherán, 16 de septiembre de 2022 – Mahsa Amini muere tras ser detenida y brutalmente golpeada por la policía religiosa iraní, acusada de no llevar el pañuelo en la cabeza de acuerdo con la estúpida ley del islam. Una de las muchas ideologías impuestas por la clase dominante para cimentar en nosotros la falsa conciencia de la comunidad interclasista: la religión; en este caso, una de las variantes del cuento de hadas abrahámico sobre el hombre invisible que vive en el cielo. La consiguiente revuelta contra el sistema iraní de apartheid sexual y el aparato estatal empleado para aplicarlo, como expresión particular de la violencia estatal, desencadenó el vasto movimiento proletario que se extendió por todo el país, atacando en todos los frentes los fundamentos ideológicos, sociales y económicos de la sociedad burguesa en el territorio de Irán. Algunas de las tareas que este movimiento ha asumido, aunque de forma insuficiente e incompleta, como identificar y atacar los puntos estratégicos de la infraestructura estatal, desarmar a las fuerzas represivas y armarse, etc., forman parte de las tareas que el proletariado deberá asumir en la fase insurreccional de la revolución comunista mundial.

Si el asesinato de Mahsa fue la chispa del movimiento y la revuelta de las mujeres proletarias contra el velo el aliento que avivó las llamas, su combustible fue la expresión brutal de la dominación del Capital sobre el territorio de Irán – explotación, miseria, alienación, guerra… y la historia de la lucha de nuestra clase contra ello. Una lucha difícil y violenta con victorias y derrotas. Con la experiencia de camaradería cuando nos enfrentamos a la IRGC (el famoso “Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica” o Pasdaran) y a la milicia Basij en mortales batallas callejeras, cuando fuimos a la huelga y paralizamos por un momento la inhumana máquina de explotación capitalista, cuando discutimos juntos, organizamos y planificamos las estrategias de la lucha. Con la alegría que trajo el momento de la victoria, al quemar una comisaría, un ayuntamiento o una mezquita, al hacer temblar de miedo a los funcionarios del régimen. Con el odio ardiente y la rabia hacia nuestros explotadores cuando nos someten a su horrible violencia – disparos, palizas, torturas, violaciones, encarcelamientos, acoso, vigilancia, lavado de cerebro, atomización…

Al menos desde 2017, la sociedad iraní se encuentra en un estado semipermanente de agitación con periodos continuos de protestas callejeras militantes, enfrentamientos con las fuerzas de represión, huelgas, ocupaciones de universidades y centros de trabajo, etc. – por diversos motivos económicos y políticos, como el precio de la gasolina y los alimentos, la falta de agua potable, el impago de salarios, la violencia estatal y la implicación de Irán en diversos conflictos regionales. Cada vez disminuyen temporalmente debido a una combinación de factores externos e internos. Por un lado, se debe al gran esfuerzo del Estado por reprimirlos mediante una brutalidad excepcional, restricciones a la información, ciclos de movilización de simpatizantes y promesas de reformas que supuestamente resolverán los problemas más escandalosos. Por otra parte, el declive periódico del movimiento se debe a las limitaciones del propio movimiento, que permanece en gran medida aislado de las luchas en otros lugares y preocupado por las condiciones concretas y miserables de la vida en Irán y, en el mejor de los casos, por el derrocamiento del actual régimen burgués, al que considera responsable. Sigue leyendo

¿¡Guerra y revolución!?

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Tridni Valka

Parece que fue ayer cuando por fin salimos de la «crisis pandémica de Covid-19» (aunque algunos dicen que nunca saldremos de ella) y ya hay una nueva «crisis». Según la narrativa burguesa dominante, la guerra en Ucrania es una nueva razón para que el proletariado deje de lado la satisfacción de sus necesidades. En su lugar, debemos unirnos al frente unido con las fuerzas de «nuestra» burguesía y sacrificarnos por un «bien mayor» de «defensa de la integridad territorial de Ucrania» o su «desnazificación» – dependiendo de donde vivamos.

 Nos obligan a convertirnos en carne de cañón en la «defensa de la nación», lo que significa sufrir y morir por los intereses de uno u otro bando burgués – como está ocurriendo ahora con los proletarios «rusos» y «ucranianos». O nos obligan a hacer sacrificios en el «frente interno»: aceptar el aumento de los precios de los productos básicos que permiten nuestra supervivencia cotidiana como la alimentación, la vivienda, la salud, la energía, el transporte, etc.; aceptar el aumento de la represión y la vigilancia; aceptar la militarización del trabajo y el aumento brutal de la tasa de nuestra explotación.

 La guerra es, por supuesto, parte integrante de la propia lógica de funcionamiento del capitalismo. Es la expresión de una necesidad de las facciones rivales del Capital de conquistar mutuamente sus mercados para realizar sus beneficios. En este sentido la guerra capitalista y la paz capitalista no son más que dos caras de la misma moneda y cualquier guerra no es más que una continuación de esta competición por medios militares.

 La guerra de 2022 en Ucrania (que es más bien una nueva fase abierta de la guerra que comenzó en 2014) no es una excepción. En las últimas décadas nos arrastraron a otras guerras increíblemente sangrientas, algunas de las cuales aún continúan: en Somalia, en la antigua Yugoslavia, en Afganistán, en Irak, en la región africana de los Grandes Lagos, en la región del Cáucaso, en Siria, en Yemen…. o recientemente en Etiopía… Todos esos conflictos nacieron de la competencia entre facciones burguesas locales, pero al mismo tiempo representaron guerras territoriales por poderes entre «las grandes potencias» y en todos ellos (como siempre) fueron los proletarios los masacrados.

 A pesar de ser tan brutales como lo es la guerra que actualmente asola Ucrania, estas guerras no permitieron a la burguesía movilizar al proletariado en apoyo de los intereses capitalistas a un nivel tan global. La razón principal es que esta vez la formación de los superbloques capitalistas capaces de una confrontación global está mucho más cerca y el choque de sus intereses faccionales opuestos es mucho más obvio y directo. Por lo tanto, es fácil para los ideólogos burgueses de ambos bandos fingir que se trata de «una guerra santa» del «Bien contra el Mal». Una vez más nos empujan hacia los campos de exterminio en nombre de la paz, esta vez hacia la guerra que puede acabar con toda la vida en este planeta.

Frente a la realidad de la movilización, la militarización de nuestras vidas, la propaganda nacionalista y la horrible carnicería de proletarios, la posición comunista siempre ha sido el rechazo revolucionario derrotista de ambos campos del conflicto burgués a favor del «tercer campo», ¡el campo de la revolución comunista global! Hemos abordado esto recientemente en nuestro folleto: ¡Proletarios en Rusia y en Ucrania! En el frente de producción y en el frente militar… ¡Camaradas! así como en una segunda contribución: Manifiesto internacionalista contra la guerra capitalista y la paz en Ucrania (ambos textos se encuentran en los anexos de este boletín).

 De forma similar a la «crisis de Covid-19», nosotros como comunistas rechazamos todas las falsificaciones burguesas de la realidad, ya que todas sirven al mismo propósito de mantener a nuestra clase subyugada a los intereses de la clase dominante e impedirle la realización de sus propios intereses de clase, es decir, abolir la sociedad basada en la explotación del trabajo humano. Tanto si la narrativa que intentan imponernos se basa en la ciencia y la medicina «sagradas» oficiales (que pretenden ser objetivas e imparciales) y en las estadísticas gubernamentales, como si se basa en la ciencia «disidente y prohibida» que el «Nuevo Orden Mundial no quiere que veáis» (y que, sin embargo, de alguna manera está por todo YouTube), nuestra única respuesta a esto es reafirmar la posición de subjetividad proletaria militante, es decir, analizar siempre la realidad material basándonos en el criterio de lo que hace avanzar u obstaculiza la lucha por nuestros intereses de clase. Y desde esta posición, y en confrontación con todas las falsificaciones mencionadas, intentamos descubrir siempre la corriente proletaria en toda esta agitación.

 Al igual que la anterior «crisis de los Covid-19», también se afirma que la guerra en Ucrania es la raíz de la aparente «crisis económica» y la justificación de la escasez y/o el aumento de los precios de muchos productos básicos. En realidad, ambas crisis simplemente desenmascararon la crisis subyacente de valorización.

No existe tal cosa en este planeta como la escasez de alimentos o energía. Es la lógica del capital la que crea la «escasez», ya que la única razón por la que se producen las mercancías en el capitalismo es para venderlas con el fin de obtener beneficios. Su valor de uso como alimentos, ropa, combustible, etc. sólo tiene sentido para el Capital como medio para este fin. Por lo tanto, es lógico dejar que la comida se pudra o quemar el combustible en lugar de dárselo a aquellos que no pueden pagarlo. Por tanto, el trigo de Ucrania o Rusia no se transportará por otras rutas ni se sustituirá por trigo u otro producto comestible de otros lugares para alimentar a los proletarios hambrientos de Egipto o Líbano o Sri Lanka, a menos que se pueda hacer rentable.

En las siguientes páginas intentamos analizar los movimientos proletarios que han estado sacudiendo el mundo a pesar del Covid-19 y los cierres relacionados y la guerra en Ucrania, contra la miseria de la vida en la sociedad capitalista y en oposición a los esfuerzos de movilización interclasista del Estado. Este texto no pretende ser una cronología de estos movimientos proletarios ni una relación exhaustiva y detallada de la actividad militante y organizativa cotidiana «sobre el terreno». Hay otros militantes, con una conexión más directa con estos movimientos que la nuestra, que han asumido bien estas tareas. Nos centramos en los movimientos que, según nosotros, representan el apogeo de la militancia proletaria reciente, manteniendo al mismo tiempo la continuidad militante, reapareciendo bajo otra forma después de haber sido reprimidos por el Estado, dando nacimiento a minorías militantes o dinamizando las ya existentes y creando potencialmente el espacio para las rupturas programáticas.

 Mencionemos aquí que planeamos cubrir las acciones revolucionarias derrotistas del proletariado en el territorio de Rusia y Ucrania contra la guerra capitalista (deserciones y motines en ambos bandos, ataques a los centros de reclutamiento, sabotaje de los esfuerzos de guerra, subversión de la reciente movilización en Rusia, etc.) en un material aparte. También tenemos que mencionar aquí los disturbios de enero en Kazajstán desencadenados por los altos precios del combustible, aunque no hablamos de ello en detalle en el siguiente texto. Fue una erupción muy fuerte de ira proletaria y contenía algunos momentos insurreccionales que llevaron a la burguesía local a pedir refuerzos de Rusia y otros países de la CTSO (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) para aplastarla y evitar que se convirtiera en una insurrección proletaria a gran escala. Hemos publicado en nuestro blog una colección de materiales militantes de varios grupos que informan sobre el movimiento en Kazajstán.

 A veces todo tiene que cambiar para que todo siga igual…

La clase dominante mundial seguramente esperaba conseguir enmascarar la crisis estructural emergente del Capital convirtiendo una «crisis sanitaria» generalizada (enfermedades, comida basura, envenenamiento y destrucción del planeta, etc.) a través de todos los medios represivos, recuperativos e ideológicamente espectaculares en una pandemia de Covid-19, producto a su vez de la relación explotadora de la sociedad con el mundo natural derivada del modo de producción capitalista igualmente explotador (al igual que todos los demás «desastres naturales» anteriores). Seguramente también se esperaba que sirviera para tapar la caldera hirviente de la lucha de clases proletaria que estaba haciendo estragos en muchas partes del mundo en 2019. Una estrategia que al principio parecía tener más o menos éxito, pero que pronto quedó claro que la convirtió más bien en una olla a presión.

El toque de queda forzoso sirvió desde el principio de excusa a las fuerzas represivas del Estado para restablecer o confirmar y reforzar tanto su control social sobre el proletariado como su monopolio de la violencia, sórdida y vergonzosamente justificado como «protección del público» por medio de la propaganda. Llegó en diferentes formas – jactancia pública de violencia contra cualquiera que se atreviera a no respetar el toque de queda (incluyendo por ejemplo disparar y matar a niños por apoyar la manifestación callejera desde su balcón en Kenia), ejecución de ataques largamente planeados contra okupas y centros sociales en Alemania, Italia, Grecia, etc., limpieza de barrios proletarios para dejar paso a promotores inmobiliarios en Filipinas, Sudáfrica, Haití…, perfeccionamiento de los medios de espionaje electrónico (software Covid-19 Tracker utilizado por la policía para seguir a los manifestantes en Minneapolis, actualización del software de reconocimiento facial para ver a través de las máscaras). Sigue leyendo

Sobre las recientes manifestaciones en Irán

Irán: Desde las manifestaciones por el pan hasta las duras protestas tras la muerte de una joven de 22 años que fue detenida, golpeada y asesinada por la policía religiosa por no llevar el velo «según las normas

El 13 de septiembre, Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años, que estaba de vacaciones en Teherán con su familia, fue detenida frente a una estación de metro por la policía religiosa (Gasht-e Ershad) por «llevar el velo de forma inapropiada». Trasladada a un centro de detención para recibir una «lección de reeducación», dos horas después fue trasladada de urgencia al hospital de Karsa (en Teherán) en estado de coma y murió el 16 de septiembre. Por supuesto, la policía niega haberla torturado, declarando que la chica murió de un «repentino ataque al corazón»; pero «las imágenes de la chica postrada en la cama, con los ojos hinchados y negros y con manchas de sangre en los oídos» no dejan lugar a dudas sobre la severa paliza que sufrió (1).

Esto desencadenó protestas en las principales ciudades iraníes, con más de 50 muertos y miles de detenciones, empezando por el Kurdistán: Saqez (la ciudad de la familia de Mahsa), Sanandaj (la capital de la región kurda), Baneh y Marivan. El sábado 17, ya durante el funeral en Saqez, comenzaron las protestas, con un grupo de mujeres kurdas que se quitaron el velo, y luego continuaron en Sanandaj, donde la policía antidisturbios intervino con gases lacrimógenos, cañones de agua y armas cargadas con balas de goma, causando más de treinta heridos. El domingo 18, las protestas se extendieron a la Universidad de Teherán y luego a Shiraz, Mashhad, Qazvin, Garmsar, Rasht, Bukan, Karaj, Divandareh, Isfahan. Y en señal de protesta, en varias ciudades del Kurdistán iraní y de Azerbaiyán occidental, también se cerraron muchos comercios.

Irán atraviesa un periodo de grandes dificultades económicas y, como siempre ocurre en estos casos, el gobierno aumenta el control social y, por tanto, la represión, que, dado el régimen confesional establecido por la llamada «revolución islámica» de 1978, adquiere -las más odiosas imposiciones religiosas.

Ya entre noviembre de 2019 y enero de 2020, estallaron manifestaciones en todas las ciudades importantes por el aumento del 50% al 200% de los precios de los combustibles y, por tanto, de los precios de los productos de primera necesidad; comenzaron como protestas pacíficas y rápidamente se convirtieron en disturbios contra el gobierno, que, tras bloquear el acceso a internet en todo el país, respondió disparando contra los manifestantes desde las azoteas de los edificios, desde helicópteros y a corta distancia con ametralladoras (2), causando, según la CNN y la NBC, 1.500 muertos. A pesar de la carnicería, las protestas no terminaron, ni mucho menos. Siempre según la CNN y la NBC, las violentas reacciones de los manifestantes se tradujeron en la destrucción de 731 sucursales de bancos gubernamentales, incluido el banco central de Irán, nueve centros religiosos islámicos y estatuas del líder supremo Alí Jamenei, así como el ataque a hasta 50 bases militares gubernamentales (3). Sigue leyendo