[PHS] Volante internacionalista contra la guerra entre Irán e Israel

¡NI CON IRÁN (Y PALESTINA) NI CON ISRAEL (Y EE.UU.)!
¡POR LA DERROTA DE AMBOS ESTADOS CAPITALISTAS EN GUERRA!
¡POR LA SOLIDARIDAD CLASISTA Y COMBATIVA ENTRE LOS PROLETARIOS DE AMBAS REGIONES, TAL COMO EN RUSIA Y UCRANIA!

Estas consignas expresan hoy la posición invariante de los comunistas internacionalistas frente a esta y a toda guerra capitalista: el derrotismo revolucionario y el internacionalismo proletario. ¿Por qué?:

➊ Porque la guerra capitalista siempre se hace contra el proletariado: en este caso, si hoy el Estado burgués de Irán está atacando el territorio dominado por el Estado burgués de Israel es, sobre todo, para someter al combativo proletariado de la propia región iraní; más precisamente, para justificar la represión sobre sus luchas contra la explotación (p. ej. en el sector petrolero y de la salud) y llevarlo al matadero de la guerra “en defensa de la patria”. Lo mismo aplica contra el proletariado de la región israelí que se rehúsa a ir a la guerra de sus patrones asesinos y matar a sus hermanos de clase al otro lado de la frontera (los llamados refuseniks); y, contra el proletariado de la región palestina que protesta contra el gobierno burgués, hambreador y represivo de la Autoridad Nacional Palestina y Hamás. En fin, en toda guerra capitalista los únicos ganadores son los burgueses y los únicos perdedores son los proletarios de cualquier país, ya que en realidad este no es un conflicto de naciones, sino un conflicto de clases llevado al plano internacional.

➋ Porque los Estados hacen la guerra para acumular más capital, territorio y poder: en este caso, si hoy el Estado de la burguesía ayatola de Irán (socia de China) y el Estado de la burguesía sionista de Israel (socia de EE.UU.) se están disputando militar y políticamente el territorio dominado por su subordinada, la burguesía islamista de Palestina (y de Líbano), es por el control de la fuerza de trabajo, petróleo y gas, centros industriales, puertos, etc. de toda esa zona geográfica del mercado mundial llamada Medio Oriente. También hacen la guerra como válvula de escape para la crisis capitalista o la caída de la tasa de ganancia y la desvalorización mundial, reactivando la industria y el comercio de armas, repartiendo e invirtiendo el plusvalor extraído a los trabajadores. Tal es el motor económico de toda guerra imperialista. Y esta guerra no es la excepción, con el agravante de que podría convertirse en una guerra nuclear de gran escala.

➌ Porque estar a favor de uno u otro Estado capitalista en guerra es caer en la trampa de los falsos bandos, el nacionalismo, el sentimentalismo, la confusión y el oportunismo. Trampa promovida por los medios de desinformación masiva que, para colmo, han hecho de la guerra algo “normal” y hasta un distractor de otras catástrofes cotidianas. Es caer en el terreno de la burguesía y la socialdemocracia. Es una posición antiproletaria y contrarrevolucionaria que debe ser denunciada y combatida como tal, sobre todo contra las variopintas izquierdas del Capital. El “antiimperialismo” y la “liberación nacional” en realidad siempre han sido apéndices de la guerra imperialista y el capitalismo de Estado (mal llamado “comunismo”). Por el contrario, los proletarios no tenemos patria y los comunistas siempre luchamos por los intereses de nuestra clase mundial en contra y más allá de los intereses de cualquier Estado, nación, “pueblo”, religión, etc.

➍ Porque bajo el capitalismo no existe “guerra justa” ni “guerra santa” entre naciones. La única “guerra justa” que puede existir es la guerra de clases global para abolir el capitalismo, la guerra y la sociedad de clases misma; esto es, transformar la guerra imperialista en revolución comunista internacional. Evidentemente, faltan muchos desastres, guerras, revueltas e insurrecciones para llegar a ese punto de no-retorno. Mas no por ello es menos verdadero ni necesario en esta época de catástrofe económica, social, ecológica y, para colmo, amenaza inminente de guerra nuclear. Por lo tanto, Comunismo o Extinción.

➎ Porque, a pesar de la contrarrevolución mundial que todavía reina, mantener con intransigencia la posición de derrotismo revolucionario e internacionalismo proletario resulta una práctica necesaria, defensiva y clarificadora tanto frente al terrorismo de los Estados capitalistas en guerra como frente al oportunismo confusionista de las izquierdas del Capital que los apoyan. Una práctica defensiva hasta que el proletariado mundial esté en condiciones de pasar a la ofensiva revolucionaria y mandar a todos los Estados, los mercados, las patrias, las guerras y las clases al basurero de la historia. Los proletarios con y sin uniforme de las regiones rusa y ucraniana que hoy vuelven sus armas contra sus jefes militares, que desertan de “sus propios” ejércitos, que protestan contra “sus propios” Estados y que organizan redes internacionalistas de solidaridad con los desertores, son el ejemplo concreto y actual de derrotismo revolucionario. El ejemplo a seguir por los proletarios de Medio Oriente y otras regiones del planeta azotadas por la guerra.

Proletarios Hartos de Serlo
Región ecuatoriana, Octubre de 2024

Ver también:

Debate sobre este volante digitalizado en PDF aquí.

Precisiones Sobre El Derrotismo Revolucionario

El texto que publicamos a continuación es parte del próximo número de nuestra revista Revolución, dedicado a la guerra imperialista y al derrotismo revolucionario.
Hemos decidido adelantar su difusión tanto por el retraso que tenemos con la revista, así como por la importancia de este documento en las discusiones que se están dando en sectores de nuestra comunidad de lucha que asumen las tareas internacionalistas del derrotismo revolucionario.

***

No puede extrañarnos, en absoluto, que el derrotismo revolucionario vuelva a estar a la orden del día en nuestra comunidad de lucha. Sólo hay que echar un vistazo a cómo vivimos hoy buena parte del proletariado: bajo las bombas. Y los “privilegiados” que no viven pendientes del sonido de los cazas o del crujir de las botas de los milicos, sufren en sus carnes el dolor de sus hermanos de clase y el esfuerzo de guerra desarrollado por todos los Estados.

Es totalmente natural que, ante el baño de sangre que inunda el viejo mundo, nuestra clase no sólo se resista a ser carne de cañón, sino que manifieste también su rechazo apuntando con sus armas a los agentes directos de la carnicería. Frente a las banderas hediondas de la patria, bajo cuyos pliegues son masacrados miles de proletarios, la amenaza de derrotismo revolucionario atormenta a los ejércitos de la burguesía.

Aclaremos ya, antes de nada, contra las concepciones caricaturales emanadas del medio podrido izquierdista o ultraizquierdista, que el derrotismo revolucionario no es un ideal a alcanzar, una bonita consigna lanzada por revolucionarios para que los proletarios dejen de matarse entre ellos y vuelvan sus fusiles contra “sus” propios oficiales, ni una concepción que algunos “revolucionarios”, aportadores de conciencia, importan desde el exterior a la clase proletaria. El derrotismo revolucionario es una práctica social, o mejor aún, una determinación primaria que emana de las contradicciones sociales que genera la guerra imperialista en nuestra clase. Si vuelve al centro de las preocupaciones de la comunidad de lucha contra el capital, desplazando otra serie de cuestiones, no es porque aparezca en la “agenda” de algunos militantes revolucionarios, sino porque la generalización de la guerra espolea a nuestra clase a contraponerse a la misma.

Existen, evidentemente, números obstáculos materiales para la organización y el desarrollo de la práctica derrotista, como puede comprobarse por el desarrollo impresionante de la guerra imperialista. Se trata de un conjunto de límites que obstaculizan el desencadenamiento de esa fuerza imponente, y que configuran el estado actual en el que se encuentra el proletariado como clase. En general, son los mismos límites y debilidades que afectan en todos los ámbitos de la lucha proletaria, desde la más elemental defensa material de sus condiciones de vida hasta las revueltas de nuestra época. El principal límite lo constituye la correlación de fuerzas internacional, producto de la derrota histórica de nuestra clase, de la cual no ha conseguido zafarse todavía. Esa derrota contiene una serie de implicaciones (desgarramiento de su experiencia, debilitamiento de su asociacionismo, descomposición de su fuerza unitaria, ideologización de su programa revolucionario…) que sólo pueden ser enfrentadas en el desarrollo mismo de la lucha contra el capital, al empujar a los explotados a hacerse cargo de su propia derrota para vencer al enemigo. La revolución social es un proceso histórico en el que la derrota es parte de su proceso contradictorio de afirmación.

La estructuración como dirección revolucionaria de su propia experiencia de lucha, catalizada a través de sus minorías de vanguardia, ha marcado siempre el devenir de la guerra contra la burguesía en los momentos de crisis generalizada. Creer que puede surgir una perspectiva revolucionaria al margen de la lucha proletaria inmediata contra la explotación y su inherente dimensión histórica, o peor aún, considerar que la misma se circunscribe al interior de la reproducción capitalista, y por lo tanto no puede aspirar a ninguna ruptura con la relación social vigente, significa remar en favor del desarrollo de la guerra imperialista y el mantenimiento de la esclavitud asalariada.

Por consiguiente, el derrotismo revolucionario, como contraposición proletaria a la guerra, no puede escindir su acción actual de su práctica histórica. Zarandea a todos aquellos que se colocan en su perspectiva para que profundicen en el conocimiento de su propia praxis y sus límites, en la complejidad de los laberintos que propone el enemigo, precisando cada vez con mayor claridad el arduo camino que descompone a los ejércitos de la burguesía, poniendo entre la espada y la pared el orden social existente. Es en el seno de esa práctica derrotista, de las discusiones desarrolladas al interior de nuestra comunidad de lucha, fuera y contra del espectáculo escolástico y doctrinario, donde enmarcamos esta pequeña contribución.

Partiendo del ABC del derrotismo de nuestra clase, queremos precisar algunas cuestiones que se contraponen a las caricaturas y análisis reduccionistas que se levantan bajo su bandera. El objeto del texto es claro, contribuir a delimitar el terreno derrotista revolucionario de los diversos simulacros y eventos teológicos, especialmente de lo que denominamos “derrotismo simplista”, y, al mismo tiempo, impulsar a todos los militantes revolucionarios a centralizar juntos las tareas que nos exige el momento actual.

Por el estado de borrador en el que se encuentra esta contribución, inmersa en discusiones y clarificaciones, hemos preferido presentar el documento en forma de tesis.

1

El derrotismo revolucionario no parte de un conjunto de ideas o consignas, sino que es el resultado de las condiciones materiales de existencia del proletariado bajo la guerra imperialista. Es una práctica inmediata, primaria, surgida de las necesidades e intereses materiales de los proletarios que alberga diversos niveles de materialización y desarrollo, y cuya base es, como siempre, la lucha contra la explotación, y, por tanto, la lucha contra “su” propia burguesía1. La derrota de “su” propia burguesía equivale a la derrota de “su” propio ejército, de “su” propio Estado.

Esta práctica no depende de lo que piense tal o cual proletario, pues es el conjunto de sus intereses materiales lo que le empuja a contraponerse a la guerra imperialista y a los distintos ejércitos de la burguesía. El derrotismo está determinado por los golpes que recibe nuestra clase en la guerra, por los muertos, los heridos, las violaciones, la represión, el hambre, la desmoralización, el desgaste, el sacrificio, las humillaciones, el “esfuerzo de guerra” …, es decir, por la exacerbación de las contradicciones sociales. Sólo de ahí surge, límpidamente, como producto material inherente al proletariado, la necesidad y la posibilidad del derrotismo revolucionario. Sigue leyendo

[AST] Conferencia “A favor de una posición antibelicista revolucionaria”

Apunta tus armas contra tus oficiales!

Fuente en alemán: https://actionweek.noblogs.org/post/2024/06/03/vortrag-fur-revolutionare-antikriegsposition/

En el marco del congreso contra la guerra celebrado el sábado en Praga, los camaradas de habla alemana de la Tendencia Social Revolucionaria Antipolítica (AST) pronunciaron una conferencia sobre el tema “A favor de una postura revolucionaria contra la guerra”. He aquí sus tesis sobre la conferencia.

La paz burguesa dentro del capitalismo es la forma no militar de lucha competitiva tanto dentro de cada Estado como entre ellos. La paz interna se basa en el monopolio del Estado sobre el uso de la fuerza. Para los ideólogos burgueses, por ejemplo, hay paz en las dos democracias de Alemania y Estados Unidos. Y, de hecho, actualmente no hay ninguna guerra civil ni en EEUU ni en Alemania. Y, sin embargo, la paz interna de los Estados significa un terror permanente a los toros, más o menos pronunciado. Los policías son los hooligans oficiales del Estado, a los que se permite hacer lo que generalmente se prohíbe a los ciudadanos, es decir, ejercer la violencia de forma ofensiva. En la República Federal de Alemania, el terror mortal de los toros ha aumentado considerablemente en los últimos tiempos. En Estados Unidos, la policía mató al menos a 881 personas entre enero y el 2 de octubre de 2022.

Por lo tanto, la paz interna en los Estados capitalistas no es otra cosa que una guerra de baja intensidad. Es una guerra unilateral librada por el Estado contra las clases bajas pequeñoburguesas y proletarias. Los social revolucionarios se esfuerzan por perturbar la paz interna mediante la guerra de clases proletaria.

Como ideología burguesa, el pacifismo defiende la paz y la cooperación entre los Estados y su desarme colectivo voluntario. Se trata de una montaña de ilusiones que se derrumba rápidamente ante la carnicería imperialista. Existe competencia entre los Estados capitalistas y la paz entre ellos no es más que la forma no militar de la competencia basada en el armamento. Los Estados nunca se desarmarán voluntariamente de forma colectiva en un grado significativo. La exigencia de que los Estados lo hagan es ilusoria. Sólo puede haber un desarme real: ¡el aplastamiento revolucionario mundial de todos los Estados! ¡Guerra de clases en lugar de paz burguesa!

En el capitalismo mundial, la paz burguesa sólo puede ser el estado entre guerras. Los pacifistas afirman que la diplomacia es una alternativa a la guerra imperialista. No les irrita especialmente el hecho de que los diplomáticos sean desplegados por los mismos Estados que despliegan e invaden ejércitos. La diplomacia es un arma de competición no militar, en la que el potencial económico y militar de los Estados desempeña siempre el papel más importante como base. La diplomacia de los Estados prepara la guerra en la paz y la paz en la guerra, pero en principio no puede impedir ni impedirá la guerra. Sigue leyendo

Cuando el empobrecimiento de los conceptos se intensifica

Dado que, por desgracia, nos enfrentamos regularmente a grupos que apoyan al bando ucraniano en la guerra entre Rusia y Ucrania adoptando una posición supuestamente “anarquista”, y dado que en abril se publicó un artículo (When ideology gets in the way of solidarityCuando la ideología se interpone en el camino de la solidaridad) en el que ABC (Cruz Negra Anarquista-Bielorrusia) expresaba su sorpresa por haber sido calificada por nosotros de partidaria de la guerra y, por tanto, no invitada a la feria del libro, he aquí unas palabras nuestras sobre el tema. Ya hemos tenido el dudoso placer en más de una ocasión de vernos envueltos en discusiones con personas que se autodenominan “anarquistas” y apoyan al bando ucraniano en la guerra ruso-ucraniana, a los que algunos también llaman anarco-militaristas, anarco-nacionalistas, anarquistas de la OTAN y similares, aunque por supuesto negamos personalmente que sean anarquistas – en concreto, ABC-Bielorrusia, ABC-Dresde, Operación Solidaridad/Colectivo Solidaridad y todos los grupos que apoyan la guerra. Una de las cosas que ha salido a la luz es que, contrariamente a su afirmación de que buscan la confrontación, no lo hacen, sino que ignoran hábilmente cualquier contraargumento y se sitúan fácilmente en un nivel que a veces puede calificarse con seguridad de populista y estatista. Lo que buscan es aprobación, y a quienes no la consiguen se les acusa de putinismo, occidentalismo, etcétera. E incluso si sus argumentos han evolucionado con el tiempo, y ciertamente también debido al curso de la guerra en Ucrania, en conjunto siempre se repiten. En lo que sigue, volveremos sobre estos argumentos, tal y como nos los han presentado, y a veces publicado, y explicaremos una vez más por qué estos grupos apoyan la guerra y no son considerados por nosotros como compañeros anarquistas, a pesar de todo el encomiable e importante trabajo que hacen y han hecho en el campo del apoyo a los prisioneros.

Llama la atención que estos nacionalistas disfrazados de anarquistas utilicen constantemente argumentos emocionales. Se habla mucho del sufrimiento de la población ucraniana y de los trágicos destinos individuales de los soldados caídos (quizás incluso de las mujeres soldados, hasta ahora sólo hemos oído o leído informes de soldados varones) de los que se dice que fueron anarquistas en un momento u otro de sus vidas, pero todo esto es difícil de verificar y de hecho no juega ningún papel. El hecho es que aquí se describe la terrible realidad de la guerra, de todas las guerras. Ciertamente, se pueden encontrar trágicos relatos de soldados rusos que murieron en combate, que se alistaron debido a su pobreza, o de habitantes ucranianos de origen ruso (que, según algunas personas, no existen, a pesar de que el gobierno ucraniano todavía contabilizaba un 17,2% de rusos en la población total en 20011 – ¿se trata simplemente de una ignorancia preocupante o de un malentendido de los hechos, o estas fuentes también podrían calificarse de propaganda y desinformación rusas?), que fueron masacrados, torturados y asesinados como supuestos espías y colaboradores. ¿Sus vidas tienen menos valor? ¿O estamos empezando a contar los muertos en las guerras y qué bando tiene más, el bando bueno, el bando que merece apoyo? ¿Y en serio quieren hacernos creer que el ejército ucraniano es el único ejército del mundo formado íntegramente por hombres y mujeres intachables? Al menos en lo que respecta a la Brigada Azov, no parecen negar su orientación fascista, pero la relativizan, y sus campos de entrenamiento eran los únicos fácilmente accesibles, lo que los convierte en camaradas perfectamente decentes con los que se puede luchar codo con codo. Al fin y al cabo, tienen los mismos objetivos nacionalistas y, como en todo nacionalismo, hay que denigrar a la otra nación, en este caso a la “fascista” agresora Rusia, y por tanto, de paso, a todos los rusos. Demasiado para la solidaridad que esta gente reclama a gritos, pero que se detiene en las fronteras nacionales. Y el hecho de que se ignore o incluso se niegue la presencia de fascistas en el gobierno ucraniano también habla por sí solo… Sigue leyendo

[Italia] No seremos cómplices. Seremos desertores (Spoleto, marzo de 2024)

Fuente en italiano: https://lanemesi.noblogs.org/post/2024/03/04/non-saremo-complici-saremo-disertori-spoleto-marzo-2024/

En respuesta a una pregunta parlamentaria, el ministro de la Guerra, Guido Crosetto, confirmó que el Establecimiento de Municiones Militares Terrestres (SMMT) de Baiano di Spoleto podría producir en breve los nuevos misiles y municiones que se enviarán a Ucrania para apoyar la guerra en curso. La Agencia de Industrias de Defensa (AID) ha designado tres de sus centros de producción – Spoleto, Capua y Fontana Liri – para la licitación de la Unión Europea, que aportará 500 millones de euros en ayudas para producir nuevas armas para Kiev.

Aunque todavía es sólo una oferta, los periódicos locales consideran que el contrato es muy probable, entre otras cosas porque se dice que la fábrica de Spoleto está infrautilizada en relación con su capacidad “productiva” (pero quizá deberíamos decir destructiva).

El ministro, que ya es un representante del lobby armamentístico como presidente de la Federación de Empresas Italianas Aeroespaciales, de Defensa y de Seguridad (AIAD), una rama de Confindustria que agrupa a los contratistas de guerra, sigue prometiendo beneficios multimillonarios a sus compinches y quizá crea que, de cara a las elecciones regionales, puede ablandar a los habitantes de Spoleto, enfadados por la reducción del personal hospitalario, con unas cuantas promesas de puestos de trabajo.

Mientras los Estados capitalistas y los bloques de poder se disputan el control de la hegemonía mundial, los explotados no tenemos nada que ver con sus guerras. Las bombas fabricadas en Spoleto masacrarán a los soldados reclutados a la fuerza, prolongando también la masacre de la población civil ucraniana. Pero la guerra nos concierne a todos.

Mientras los señores de la guerra hacen su agosto (hace unas semanas supimos que Leonardo había visto aumentar su capitalización bursátil en un 82% en 2023), todos pagamos las consecuencias con el encarecimiento de la vida, empezando por los productos energéticos, la intensificación de la explotación en nombre de la productividad, cuya expresión directa es claramente visible en el continuo aumento del número de muertos y heridos en el trabajo. Por último, vemos sus efectos con la escalada represiva en curso: las porras contra los estudiantes o los piquetes, las investigaciones contra la prensa anarquista y la creciente intolerancia hacia las opiniones discrepantes, hasta el traslado de Alfredo Cospito al 41 bis, son la representación misma de la política de guerra que nuestros dirigentes han puesto en marcha para la lucha en el frente interno.

Es posible oponerse a todo esto: los estibadores de muchas ciudades que se negaron a entregar material militar y las acciones directas que lograron poner obstáculos concretos a la maquinaria de guerra y a sus cómplices son prueba de ello.

¡Ninguna complicidad con los industriales de la muerte!
Ni en Spoleto ni en ningún otro lugar: ¡boicoteemos, obstruyamos y saboteemos la industria de guerra!
El enemigo no son los explotados del otro lado del frente, ¡sino el político, el industrial, el banquero que se enriquece con nuestra sangre!

Anarquistas en Spoleto
t.me/circoloanarchicolafaglia

Traducción al español: https://inter-rev.foroactivo.com/t12802-recibido-tridni-valka-class-war-guerre-de-classe-italie-nous-ne-serons-pas-complices-nous-serons-des-deserteurs-spoleto-mars-2024

[Asamblea] ¿La hora más oscura es antes del amanecer?

«La guerra es un tipo de acción, gracias a la cual personas que no se conocen se matan unas a otras para gloria y provecho de personas que se conocen muy bien, pero que no se matan» (Paul Valéry)

Artículo del colectivo ruso Asamblea (Assembly) sobre otro año de guerra de trincheras en 2024, en solidaridad con las jornadas contra la guerra en otros países que se llevó a cabo del 17 al 25 de noviembre por invitación del secretariado de la Internacional de Federaciones Anarquistas (IFA).

Esta es una versión abreviada de nuestras publicaciones en ruso de noviembre y diciembre. En ellas encontrarás numerosas referencias, vídeos, etc.

Fuente en ruso: https://assembly.org.ua/samyj-temnyj-chas-pered-rassvetom-vzglyad-iz-harkova-na-eshhe-odin-god-okopnoj-vojny/

Estancamiento. Esta palabra empezó a aparecer en casi todos los materiales analíticos de la prensa occidental sobre la guerra ruso-ucraniana. Desde la retirada del ejército ruso de Kherson en noviembre del año pasado, la línea del frente se ha congelado casi sin movimiento, a pesar de los sangrientos intentos de cada bando por lograr un punto de inflexión a su favor y ganar espacio operativo. Tras el nuevo Verdún ‒la picadora de carne de invierno-primavera cerca de Bajmut‒ llegó una nueva batalla del Somme por una docena de aldeas en las estepas de la costa de Azov, que desde octubre se convirtió sin problemas en otro Verdún/Bajmut alrededor de Avdeevka. Si cae, sucederá lo mismo en nuevas fronteras un poco más alejadas. Mientras tanto, el amasijo de barro y cadáveres en Krynki, tal vez, ya parece un nuevo Passchendaele.

Si sólo por pereza no se compara el actual equilibrio de posiciones con la Primera Guerra Mundial, su final todavía es menos recordado. Fue acabado por los trabajadores de los países beligerantes: «La guerra no terminó en 1918 por la derrota militar de uno u otro bando. Los generales habrían pasado gustosamente unos cuantos años más matando a millones de personas para lograr sus objetivos. Terminó porque los distintos ejércitos y poblaciones de Europa entraron en acción. La mayoría de la gente sabe que Rusia salió de la guerra en 1917 gracias a la Revolución Rusa. Uno de los factores clave de la revolución fue que los obreros y campesinos de Rusia se rebelaron contra la guerra y contra su propia clase dirigente. Lo que es menos conocido es que en 1917 se habían producido importantes motines en el ejército francés, así como motines más pequeños pero igualmente significativos en el ejército británico. El levantamiento clave que puso fin a la guerra fue el motín de Kiel de la marina alemana en 1918. El Alto Mando, en un intento desesperado por cambiar el rumbo de la guerra, ordenó hacer zarpar a la flota, prácticamente intacta. Sin embargo, las organizaciones navales rebeldes, entre las que había marineros anarquistas, ya se lo esperaban. En respuesta, formaron los soviets y se apoderaron de sus barcos, rodeando puertos y cuarteles. Esto provocó una oleada de motines militares y huelgas obreras, obligando a la clase dominante, presa del pánico, no solo de Alemania, sino de toda Europa, a sentarse a la mesa de negociaciones y elaborar un tratado de paz”. En el momento de la probable llegada de Trump o de otro candidato aislacionista a la presidencia en Estados Unidos, la guerra ruso-ucraniana ya habrá hecho estragos durante 3 años. Es aproximadamente el mismo tiempo que tardó entonces en aparecer la situación revolucionaria. Ni los destacamentos de barrera, ni los tribunales militares, ni las hordas de agitadores callejeros por el «hasta el amargo final» ayudarán. Sigue leyendo

DE LA NAKBA…

De Boletín La Oveja Negra

La fundación del Estado de Israel es, para los expulsados y quienes lloran a sus muertos, la Nakba («catástrofe» en árabe): el momento en que los palestinos debieron comenzar su exilio, desposesión y desarraigo. La creación de cada Estado es una catástrofe y así deberían ser conmemoradas todas. ¿No está, acaso, el Estado argentino también fundado sobre la masacre, la desposesión y la expulsión de habitantes preexistentes? Se habla a veces de Israel como “Estado ilegítimo”, pero ¿qué Estado lo sería?

En 1948 el proceso de ocupación del territorio palestino para la creación del Estado de Israel supuso el abandono forzoso de los habitantes de sus tierras y hogares. Durante décadas, esta ocupación territorial se ha ido extendiendo bajo distintas formas de violencia sistemática. En estas últimas semanas, y tras una rápida escalada del conflicto, nos encontramos ante una brutal continuación de la Nakba. Con los habitantes de Gaza desplazados, bajo un asedio continuo mediante bombardeos, incursiones terrestres, y bloqueando el acceso de la población al agua, alimentos, sanidad, electricidad y comunicación.

Mientras tanto, los funcionarios de Estado de los países occidentales únicamente condenan el ataque del 7 de octubre para alinearse con la masacre que está llevando a cabo Israel con el apoyo de EE.UU. De igual modo proceden la mayoría de los medios masivos de (in)comunicación occidentales, que asimilan cualquier protesta a antisemitismo y cualquier reivindicación de la resistencia del proletariado palestino, incluso la mera condena al ataque llevado a cabo por Israel, con el apoyo a Hamás.

Con más de 15.000 muertos, la expulsión de 800.000 árabes palestinos en 1948 fue un acto de violencia y desplazamiento en masa sin precedentes en la historia de la región. La mayoría de los refugiados palestinos se asentaron precariamente en la Franja de Gaza (en ese entonces ocupada por Egipto) y en Cisjordania (ocupada por Transjordania, hoy Jordania), así como en Siria, Líbano, Egipto, Irak. La Nakba no se ha detenido, como el nuevo éxodo que sufrieron alrededor de 300.000 refugiados palestinos en 1967 durante la Guerra de los Seis Días, cuando Israel ocupó la Franja de Gaza y Cisjordania. Hoy asistimos en vivo y en directo a otro episodio de esta catástrofe, mientras la mayor parte del mundo mira para otro lado.

Pese a la distancia geográfica, no escribimos estas palabras a la ligera, con indiferencia ante el sufrimiento de las víctimas y sus seres queridos. Sin embargo, para el análisis de los acontecimientos debemos, por momentos, no partir de las emociones para apreciar adecuadamente lo sucedido. Este puñado de reflexiones, tienen como objetivo denunciar la presente matanza en Palestina así como comprender la situación actual.

En su ataque a Gaza, Israel ha proclamado abiertamente una intención genocida. El 31 de octubre y el 1 de noviembre Israel arrasó Jabalía, antiguo campo de refugiados ya urbanizado, al norte de Gaza, dejando unos 190 muertos. Ante este suceso renunció un alto funcionario de la ONU quien declaro: «sé bien que el concepto de genocidio a menudo ha sido objeto de abuso político, pero la actual matanza generalizada del pueblo palestino, arraigada en una ideología colonial etnonacionalista de colonos, la continuación de décadas de su persecución y purga sistemáticas, basada en su condición de árabes y sumada a declaraciones explicitas de intenciones por parte de los líderes del gobierno y ejercito israelíes, no deja lugar a dudas.» Hasta la misma ONU declaró que «Gaza es un cementerio de niños». Al cierre de este boletín, el número de asesinados en la Franja de Gaza asciende a más de 11.000, de los cuales alrededor de 5.000 son niños. Estas cifras oficiales continúan creciendo, con miles de desaparecidos y heridos. De los 2.3 millones de habitantes en la Franja, se estima que 1.6 millones se han debido desplazar a causa de los ataques, siempre al interior del reducido territorio, principalmente desde el norte hacia el sur.

Ahora bien, la definición de genocidio propia del derecho internacional puede hacernos perder de vista los motivos de clase detrás de un ataque étnico, nacionalista y religioso sobre una población. Israel funciona como un Estado confesional, brindando ciudadanía al “pueblo judío”, y más aun brindando apoyo económico y militar a los colonos en su afán expansionista. Evidentemente, los beneficios no son por igual, se trata de una sociedad profundamente estratificada (y zonificada) incluso entre la población judía, y fundamentalmente respecto de la población árabe (dejamos de lado aquí la inmigración como mano de obra barata proveniente de países como Tailandia). Israel fomenta la etnificación de parte del proletariado en tanto judíos, enfrentándolos al resto del proletariado etnificado en tanto árabe.

Desde este boletín hemos criticado la noción de pueblo desde nuestra propia realidad como “argentinos”. Decíamos en el nro. 86: «La población existe, sin embargo, la forma de categorizarla no es natural, la manera de designarla es política. No existe a la espera de ser reconocida y tener significado, es algo totalmente construido. Sin lo que “pasionalmente” conocemos como pueblo, la razón de Estado carecería de sentido. Los propios límites geográficos gracias a los cuales se puede definir “el pueblo argentino” se establecen a partir del Estado argentino. Primero el Estado después su pueblo, jamás al revés. Es de esta manera que decenas de poblaciones y comunidades quedan encerradas en las fronteras de la Argentina. En su acepción más corriente, para que exista un territorio determinado debe existir un Estado determinado. “El pueblo” no es un dato de la naturaleza, ni una clase social, siquiera un grupo sociológico, hay que construirlo y representarlo. Acontecimientos como las guerras, los mundiales o ciertos sucesos culturales refuerzan el concepto y ayudan a experimentarlo como realidad.»

En este caso, es el Estado Israelí el que ha construido una forma bien determinada de lo que significa ser “judío” y “palestino”, reforzadas por los frustrados intentos de un Estado Palestino separado. Desde una perspectiva anticapitalista no es necesario negar diferencias étnicas, culturales, religiosas entre proletarios para hablar de clases sociales, sino comprender cómo estas son abordadas, transformadas e impuestas por los Estados. Sigue leyendo

[Konflikt] Sobre la situación en Gaza

Traducido por NecPlusUltra

En este mismo instante Israel está cometiendo crímenes de guerra en Gaza. Aunque nuestros medios de comunicación están repletos de «valientes israelíes» que se defienden de «terroristas árabes locos», la verdad del asunto es bastante menos heroica. Por el contrario, lo que vemos en este momento es al ejército de un Estado moderno militarizado vengándose de civiles desarmados. Las consecuencias, por supuesto, son horribles. El Estado israelí ya ha asesinado a más del doble de civiles palestinos que el número total de israelíes que los nacionalistas palestinos consiguieron matar en su ataque contra Israel el 7 de octubre, y la ofensiva terrestre ni siquiera ha comenzado todavía. Sin embargo, todos los días el Estado israelí comete crímenes de guerra contra la población palestina —y esto mucho antes del 7 de octubre [n. del t.]—. Bombardear hospitales es un crimen de guerra. Cortar el suministro de electricidad, agua y combustible de Gaza es un «castigo colectivo». Es un crimen de guerra. La «deportación o traslado ilegal de civiles» es un crimen de guerra. En el habla cotidiana solemos llamarlo «limpieza étnica». Matar a los trabajadores de las agencias humanitarias de la ONU que participan en las labores de ayuda es un crimen de guerra. Israel los mata a pesar de todo. Bombardear ambulancias es un crimen de guerra. Israel lo hace a pesar de todo. El uso de fósforo blanco es un crimen de guerra. Israel lo hace a pesar de todo. Incitar directamente a otros a cometer genocidio es un crimen de guerra. Yoav Gallant, ministro de Defensa israelí, declaró: «Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia». Es un criminal de guerra.

Sin embargo, en todo Occidente vemos cómo los medios de comunicación se apresuran a defender a Israel al mismo tiempo que comete crímenes de guerra contra la población civil de Gaza. En los medios de comunicación es como si este conflicto fuera el de David contra Goliat; sin embargo, Occidente vitorea al Goliat israelí y condena al David palestino por tirar piedras.

Y en cuanto a Hamás, ¿qué puede haberles llevado a lanzar esta enorme incursión a través de la frontera con Israel y a desbocarse asesinando a casi un millar y medio de personas? ¿Qué esperaban conseguir con estas matanzas? ¿Cómo pensaban que esto podría hacer avanzar su causa? Lo vemos como un acto de pura desesperación. No creemos que Hamás viera ningún valor militar en este ataque[1]. De hecho, debían saber que matar israelíes en cantidades sin precedentes provocaría este tipo de respuesta genocida por parte del Estado israelí, así que ¿por qué lo hicieron? ¿Qué ventaja podían haber visto en provocar semejante matanza?

Para entenderlo tenemos que situar esta guerra en el contexto de la política internacional. Hoy Gaza es un agujero infernal. Es, de hecho, un gigantesco campo de prisioneros del que no se puede escapar. Tiene una población de casi 2,4 millones de habitantes hacinados en 365 km2, lo que la convierte en uno de los lugares más densamente poblados del mundo. También tiene una de las edades medias más bajas del mundo, con la mitad de la población menor de 18 años. Sigue leyendo

Hipocresía Imperialista en el Oriente y el Occidente

A medida que sigue aumentando el número de muertos en Gaza, donde muchas de las víctimas hasta ahora han sido niños, quedan al descubierto la brutalidad y el doble rasero de la realpolitik imperialista. Para nuestras clases dominantes, está muy claro que algunas vidas valen más que otras. Son las alianzas económicas, políticas y militares las que deciden cuales atrocidades son mencionadas y dónde. Basta con comparar los distintos bloques de voto en las resoluciones de la ONU sobre algunos conflictos recientes, y mirar cómo los han cubierto los principales medios de comunicación alrededor de todo el mundo. Mejor aún, observemos las respuestas hipócritas de algunos de nuestros estimados líderes mundiales:

  • El presidente de Estados Unidos, Biden, ha calificado anteriormente de «crimen de guerra» la matanza de civiles ucranianos, sin embargo, desconfía la espeluznante cifra de 7.500 palestinos muertos reportada por el Ministerio de Salud en Gaza. Y, simultáneamente, su gobierno proclama que Israel tiene el «derecho a defenderse».
  • El presidente ruso, Putin, se ha pronunciado sobre las «catastróficas» muertes de civiles en Gaza, pero no ha aceptado públicamente ninguna responsabilidad por una sola muerte de civiles en Ucrania (que oficialmente asciende a 10.000, pero podría ser mucho mayor).
  • El presidente de Turquía, Erdoğan, ha declarado que Israel es un «ocupante» y ha denunciado la «masacre» de palestinos. Mientras tanto, su régimen sigue bombardeando regularmente zonas kurdas de Irak y Siria.
  • Tras reprimir brutalmente las protestas masivas en su propio país (matando al menos a 500 personas en el proceso), el presidente iraní, Ebrahim Raisi, denuncia ahora los «crímenes de guerra» israelíes y proclama que son los palestinos quienes tienen «derecho a la autodefensa».

Estas declaraciones no deberían sorprender a nadie. La moral capitalista es a penas más que un ejercicio de relaciones públicas. En la guerra, se utiliza este discurso moral para unir a la población contra un enemigo del estado, sea cual sea este. Cada uno de los bandos contendientes denuncia los «crímenes de guerra» del otro. Para los gobiernos del Occidente, la denegación de agua y electricidad a los ciudadanos ucranianos fue un «crimen de guerra» ruso, pero se justifica la misma política de guerra total cuando Israel la encabeza en Gaza. Los diversos «derechos» (a la autodefensa, a la autodeterminación, etc.) se invocan cuando conviene, y se niegan cuando es necesario. Estos «derechos» pretenden dar a la violenta realidad de las relaciones imperialistas entre naciones un barniz de orden y racionalidad. Pero es la lucha por los mercados, las materias primas, la tecnología, la tierra y las ganancias lo que realmente dicta la política internacional. Y es este el entorno político en que se lanzan acusaciones mutuas de «limpieza étnica», o incluso de «crímenes contra la humanidad» y «genocidio». Solamente en los últimos tres años han habido al menos cuatro conflictos descritos en tales términos por los diversos bandos rivales: Tigray, Ucrania, Nagorno-Karabaj y ahora Gaza. Los asesinatos y expulsiones de grupos étnicos también son un fruto natural de los regímenes poscoloniales que obtienen su apoyo mediante la afirmación de lealtades étnicas y tribales, que en la retorcida lógica del sistema, asumen otra dimensión como parte de la competencia imperialista. En la guerra moderna, incluso las preocupaciones humanitarias son un arma política que despliegan los actores capitalistas para alimentar nuevos conflictos, ya que pueden justificar sanciones internacionales y hasta el conflicto armado en nombre de quien designen como “victima”.

Para los comunistas internacionalistas, la culpabilidad por los horrores que se están desatando actualmente en el mundo—ya sea en Gaza, Bakhmut, Nagorno-Karabakh o cualquier otro lugar—recae totalmente en los hombros del podrido sistema capitalista-imperialista. Durante décadas hemos advertido que la crisis de un sistema economico mundial escaso de ganancias se traduciría a un aumento de enfrentamientos entre potencias militares. Ahora estamos viviendo las consecuencias reales de la antes mencionada crisis del sistema economico mundial en forma de la guerra: ciudades y pueblos destruidos por cohetes y aviones “drone”, interrupciones en la cadena mundial de suministro, reclutamiento y represión de la protesta, masacres en el frente y desplazamiento masivo de civiles. Las víctimas, los que se ven obligados a matar y morir por «su» nación, son los obreros en todo el mundo.

Las soluciones diplomáticas, dictadas por uno u otro actor capitalista, sólo pueden posponer lo inevitable. Las contradicciones de un sistema basado en la competencia económica y militar entre Estados capitalistas, es decir, no se pueden resolver dentro del marco de ese sistema. Los comunistas internacionalistas no piden un «alto el fuego», ni hacen llamamientos a la «democracia» o a los «derechos» de las naciones; esto, no por falta de compasión o desapego, sino porque vemos el sistema tal como es. Sólo existe una salida: que los trabajadores «deserten de la guerra», que confraternicen más allá de todas las fronteras, que se nieguen a matar y mutilar a sus hermanos de clase, que viren su ira en contra de las clases dominantes responsables de convertir nuestro planeta en un mundo envuelto en llamas. En lugar de tomar bando en las guerras imperialistas que arrasan con ciudades enteras, matando a los no-combatientes en mayor proporción que a los propios combatientes, nuestra tarea es señalar hacia donde nos están llevando estos conflictos y guerras locales: hacia una futura conflagración global.

Lo que le está sucediendo ahora mismo a las poblaciones de Gaza, Israel, Ucrania y Nagorno-Karabaj, apoyen o no a su «propio» régimen, será replicado pronto en nuestros propios hogares. El cinismo de la burguesía está a flor de piel: una combinación de atrocidades, hipocresía y demostraciones de preocupación (auto)interesadas y falsas por parte de los portavoces del capital. Los vídeos y las fotos, los testimonios de las víctimas, Gaza en ruinas, etc., están a la vista de todos en las redes sociales. Aunque la visión de muchos siga oscurecida por las banderas palestinas, esta realidad debería alarmar a todos los trabajadores del mundo porque es este el futuro que el capitalismo tiene reservado para la humanidad.

Los conflictos que hoy empapan con sangre el suelo de nuestro planeta proporcionan una preocupante mirada a la barbarie y carnicería que el capitalismo puede, en cualquier momento, desatar. Nuestra alternativa, la única posible por lejana que parezca en estos momentos, debe seguir siendo el socialismo. Ninguna guerra salvo la guerra de clases podrá poner fin al sistema que engendra estas atrocidades.

Dyjbas
Organización Obrera Comunista
(afiliado de la TCI en Gran Bretaña)
28 de octubre de 2023

El nacionalismo de Estado ucraniano no es anarquismo

Nota de Materiales: El presente texto fue escrito hace 6 años por compañeros de la región rusa, es decir tiempo antes de la guerra desatada en el 2022. Nos pareció importante traducirlo y publicarlo porque marca posiciones concisas contra ambos campos capitalistas-belicistas, pese a algunos aspectos contenidos aquí que podríamos discrepar, aun así, es una posición genuina a contracorriente de lo que una gran parte  del anarquismo oficialista e ideologico se empecina en pregonar: el «apoyo crítico» a una de las facciones burguesas bajo el pretexto de «autodefensa contra la invasión». Es por eso que consideramos importante dar a conocer en todo momento posible este tipo de posiciones.

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Ha aparecido un grupo de gente de Ucrania, nacionalistas de Estado, que apoyan la guerra del Estado ucraniano, su ejército, la ATO [operación antiterrorista], etc. Y sin embargo se hacen llamar anarquistas. Así que aquí está, para todos aquellos que están fuera de onda. Un anarquista, por definición, no puede apoyar al Estado y sus estructuras de poder. Por supuesto, no existe una policía anarquista y nadie puede prohibir a esta gente que se llame como quiera. Pero en cualquier caso, alguien que está a favor del Estado y su ejército no puede ser anarquista de ninguna manera, simplemente por definición.

Esta cuestión no está necesariamente relacionada con la defensa de la propia tierra natal, pueblo, ciudad, país. Algunos anarquistas son cosmopolitas, pero no todos. Podemos dar muchos ejemplos de destacamentos autónomos de socialrevolucionarios de izquierda (cercanos al anarquismo) y anarquistas que lucharon contra los ocupantes alemanes y austriacos en 1918 en Ucrania, o Ataman Zeleny (tenía ideas sociales cercanas al anarquismo) que luchó contra los ocupantes bolcheviques rusos y rusos de la Guardia Blanca en Ucrania en 1919. Sin embargo, ¡los Makhnovistas y los Verdes lucharon también contra los nacionalistas ucranianos-Petliurovistas! U otro ejemplo: el de los anarquistas y sindicalistas revolucionarios polacos que lucharon contra los ocupantes germano-nazis en Polonia en 1939-1945. El principio aquí es el siguiente. Se trataba de unidades autónomas, milicias de voluntarios, que luchaban por una federación de colectivos de trabajadores autónomos, y no por un Estado nacional centralizado en Polonia o Ucrania.

Así, en Polonia existía antes de la Segunda Guerra Mundial un movimiento de sindicalistas revolucionarios, basado en la práctica de la «huelga polaca» (ocupación de una fábrica por los trabajadores durante una huelga). Durante la ocupación nazi, la 104ª Compañía de anarquistas y sindicalistas revolucionarios participó en el Levantamiento de Varsovia contra los nazis en 1944. Hubo otras unidades y grupos anarquistas. Pero estas personas no lucharon por el Estado polaco, al que se oponían, sino por la transformación de Polonia en una unión de regiones descentralizadas, por la transferencia del poder en las regiones a las asambleas populares y sus delegados (con el derecho a destituir a un delegado en cualquier momento), por la transferencia de las empresas a manos de colectivos de trabajadores (y asociaciones de trabajadores). Las unidades autónomas populares de anarquistas y sindicalistas revolucionarias podían aliarse con otras fuerzas que luchaban contra las tropas nazis (como el Partido Comunista y la GL), pero sus objetivos y la agitación que llevaban a cabo eran precisamente anarquistas, no estatales.

Pero muchos (no hablaré por todos) «anarquistas» ucranianos de hoy, a juzgar por lo que dicen, son bastante diferentes. ¿Quiénes son todas esas personas que glorifican a los «cyborgs», a las Fuerzas Armadas Ucranianas y a otros estados ucranianos, que hablan de defender a este estado y de apoyar a su ejército? Son activistas del Estado, no anarquistas. Estas personas podrían llamarse a sí mismas nacionalistas, nacional-activistas, nacional-lo-que-sea. ¿Pero qué tiene que ver esto con el anarquismo?, no lo entiendo. Ni siquiera es nacional-anarquismo, es sólo nacionalismo estatal ordinario, apoyo a la burocracia, a los oficiales, a los generales, a la oligarquía que dirige el país. Es el apoyo al ejército estatal. Después de todo, incluso los nacional-anarquistas, independientemente de cómo se traten sus puntos de vista (y yo no los comparto), no suelen defender al Estado.

Se preguntan si tal defensa del Estado está bien o mal. Personalmente, creo que me equivoco: el estado ucraniano ha dejado a su propia población sin pantalones y envía a sus propios voluntarios a picadoras de carne y calderos, como en Ilovaisky y Debaltsevo. ¿Es «su» Estado un 19,5% mejor que el de los adversarios de este Estado, o un 17% peor? Personalmente, eso no me interesa especialmente. Pero en este caso carece de importancia. Estas cuestiones pueden discutirse por separado, no es de eso de lo que estoy hablando ahora.

Es necesario recordar una cosa simple. Si una persona apoya al ejército del estado en su guerra, al ejército que sigue las órdenes de los generales y del gobierno, no es anarquista y no puede ser anarquista. Aconsejo a todo el mundo prestar atención a esto y no caer en falsedades.

Michael Shraibman ( Diciembre 2017)

https://avtonom.org/

https://avtonom.org/author_columns/ukrainskiy-gosudarstvennyy-nacionalizm-eto-ne-anarhizm

Textos sobre la cuestión Palestina desde una perspecticva de clase y revolucionaria [Parte II]

La última carnicería en el Medio Oriente forma parte de la marcha hacia la guerra generalizada

El ataque sin precedentes de Hamás contra Israel se debe a motivos internos e internacionales cercanamente entrelazados:

  1. La destitución de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Abu Mazen, un organismo corrupto e incompetente que actúa en connivencia con el Estado israelí, y que actualmente goza de un gran descrédito entre la población palestina, otorgando a Hamás el liderazgo exclusivo en la lucha contra el Estado de Israel.
  1. Socavar el camino abierto por los Acuerdos de Abraham de 2020, que ve (o vio) negociaciones en curso entre Israel y Arabia Saudita, y en los que también participó la ANP. Los Acuerdos de Abraham eran entre países suníes e Israel, por lo que Hamás se sintió aislada, temerosa de dejar de recibir ayuda financiera de Riad y Qatar. En términos más generales, el objetivo de Hamás es implicar a los Estados árabes en una especie de «alianza santa» contra Israel: un frente árabe (Egipto, Siria y Líbano) en contraste con el pacto entre Israel y algunos países árabes (los Emiratos y Bahréin) con la perspectiva de incluir a Arabia Saudí.

Además, también es importante señalar que una acción de este peso depende de Irán y de los ayatolás, es decir, de un frente imperialista antieuropeo, anti-OTAN y anti-estadounidense. Lo que significa echar leña al fuego de la guerra en Ucrania—en fin, todo está ligado en la carnicería de la guerra que libran los imperialismos tanto «occidentales» como «orientales».

Irán tiene todo el interés en hacer de la región un escenario de guerra contra Israel, tanto para debilitar a su enemigo número uno, como para obligar a sus aliados históricos (Rusia, China y Corea del Norte) a apoyar a Teherán en su estrategia regional, aunque esto sea poco realista en la actualidad.

Los medios de comunicación occidentales señalan con el dedo la barbarie yihadista, pero «olvidan» o restan importancia a la discriminación, la opresión y la violencia perpetradas por la clase dominante israelí contra el proletariado palestino, incluso cuando son ciudadanos de Israel. Recientemente la violencia ha aumentado bajo la influencia de la extrema derecha, más o menos religiosa, que es socio principal del actual gobierno de Netanyahu.

No olvidemos tampoco que Hamás fue apoyada originalmente por Tel Aviv para contrarrestar a Fatah de Yasser Arafat y a las formaciones armadas «de izquierdas» de la OLP. En cuanto a los talibanes, en cuanto al ISIS, ambos «patrocinados» en su momento por EEUU, el «brujo» imperialista ha perdido el control de los «monstruos» de su propia creación que ahora están reforzando las filas enemigas. El perro muerde ahora las manos de quienes lo alimentaron.

La clase dominante siempre ha tratado de dividir y oponer a los diversos segmentos de la clase obrera en distintas agrupaciones «étnico-nacionales», una práctica llevada al extremo por el nazismo. Esto también es cierto en el supuestamente tan «democrático» Estado de Israel, donde la clase obrera de origen palestino es oprimida, acosada y explotada de las formas más brutales y «primitivas», como ocurre con los trabajadores inmigrantes en todo el mundo. La Franja de Gaza es una prisión al aire libre, a la que el Estado israelí priva a menudo de agua, electricidad y gas, y donde la asistencia sanitaria es extremadamente deplorable: en resumen, donde la inmensa mayoría de la población se ve obligada a sufrir condiciones de vida inhumanas.

Sin embargo, incluso en Israel existe una clase obrera israelí, a la que la guerra actual expone aún más a la intoxicación nacionalista y belicista, precisamente cuando en el otro lado se inyecta a la clase obrera palestina el veneno ideológico de la propaganda islamista, hasta ponerla en manos del imperialismo de los ayatolás.

Así, la clase obrera de ambos bandos se ve empujada a masacrar a poblaciones indefensas y se deja masacrar para luchar una supuesta «guerra santa» o defender una supuesta «democracia», en realidad por los intereses de las burguesías enfrentadas, que sólo pueden perpetuar su dominación mediante la opresión, la explotación y el derrame de sangre del proletariado. El hecho de que, históricamente, el número de palestinos muertos en la represión y las redadas israelíes sea mucho mayor que el de las víctimas de la burguesía islamista como Hamas no hace a esta última menos asesina más excusable que la burguesía israelí.

Las guerras entre la clase dominante (hoy en día, guerras entre potencias capitalistas) son siempre guerras contra los obreros asalariados: explotados, heridos y enviados a sus tumbas demasiado jóvenes como algo normal en el trascurso de realizar su trabajo en los tiempos de paz; aún más explotados y asesinados al por mayor en tiempos de guerra, cuando los conflictos entre los patrones, sus crisis e intereses económicos, sólo pueden resolverse con las armas.

Cada guerra revela la verdadera naturaleza de los partidos políticos y de los sindicatos que pretenden estar del lado de la clase obrera. Al alinearse para apoyar a tal o cual facción capitalista en nombre del presunto “derecho a la autodeterminación de los pueblos”, las guerras ponen al descubierto cualquier ilusión de que la socialdemocracia defienda a la clase obrera. No entienden, ni tampoco pueden entender, que no existen guerras progresistas de liberación nacional en la época actual. Cualquier posible Estado nuevo no sería más que otra prisión para la clase obrera; una herramienta para permitir a una facción de la burguesía mundial oprimir a su «propio» proletariado, sin compartir el fruto de esa opresión con otras facciones de la burguesía mundial. Alegrarse obscenamente por las masacres llevadas a cabo por Hamás es compartir la lógica asesina de la burguesía palestina, una actitud reflejada por aquellos que niegan la devastación creada por el Estado de Israel: ambos son igualmente criminales.

El apoyo hacia las llamadas “luchas de liberación nacional” no sólo envenena a las formaciones engendradas por la degenerada Tercera Internacional (estalino-maoísmo, trotskismo, etc.), sino también a sectores del anarquismo e incluso a quienes, falsamente, se proclaman internacionalistas. La guerra en Ucrania y, ahora, en Palestina-Israel son una prueba más de ello.

En este contexto, el argumento fundamental para la unidad de clase de todos los sectores de la clase obrera—contra la burguesía, sus estados, y todos los ‘bloques’ imperialistas—independientemente del origen «nacional» de las partes que la componen, es aún más válido. Somos muy conscientes de que en un contexto como el de Israel-Palestina es muy difícil llevar esta práctica a cabo de modo concreto. Sin embargo, para los proletarios en Ia región, no hay otra manera de evitar convertirse en carne de cañón de una u otra facción del capitalismo, ya sea esta «democrática» o reaccionaria, laica o religiosa. Todos los capitalistas son igualmente enemigos mortales de la clase obrera, y la misma no debe derramar ni una gota de sangre por quienes la explotan, y mucho menos por sus objetivos nacional-imperialistas.

Aceptar este punto de vista es el primer paso fundamental para iniciar la lucha contra las guerras de la clase capitalista. Tenemos que empezar por “nuestros” propios jefes, partiendo del principio revolucionario de que «el principal enemigo está en casa». Esta lucha tiene que empezar en el lugar de trabajo, donde ocurre la explotación que alimenta todo el modo de producción capitalista y, por tanto, la sociedad burguesa en su totalidad. Es una lucha tanto contra el enemigo abierto, contra la patronal, como contra los amigos falsos de los trabajadores, principalmente los sindicatos y los partidos políticos de «izquierda» que confinan sus luchas en el marco legal del sistema, socavándolas hasta asfixiarlas.

Del mismo modo, quien apoya únicamente a los trabajadores palestinos e ignora a la clase obrera israelí, salta de la sartén al fuego. Piensan que el enfrentamiento de la primera con la segunda no tiene importancia porque ésta no es más que una esclava de la política ultranacionalista de su gobierno. Pero la clase obrera palestina, a su vez, está bajo el pulgar de un puñado de capitalistas que no dudan en ponerse del lado del imperialismo de los ayatolás: uno de los conjuntos de gobernantes más despiadados cuando se trata de la oposición interna. En esta situación, ambos grupos de trabajadores están nada más pueden permanecer atrapados en la lógica del capitalismo, el nacionalismo y el imperialismo, donde la guerra es la única solución y no la liberación de la esclavitud asalariada.

Tras décadas de ataques capitalistas, la clase obrera mundial sigue aturdida, sigue luchando por levantar cabeza, desorientada y confusa por los trastornos materiales que ha sufrido (reestructuración, globalización, precariedad, etc.) y por el golpe ideológico que supuso el colapso del capitalismo de Estado en la antigua URSS: el país que muchos se hicieron engaño hasta creer que este representaba verdaderamente la alternativa socialista al capitalismo.

Pero la auténtica alternativa existe realmente. De hecho, es una alternativa vital, dados los peligros de guerras localizadas que se convertirían en una guerra generalizada que amenazaría con destruir a la humanidad o, igualmente, a través de una catástrofe climática que ya se vislumbra en el horizonte.

Una vez que las masas trabajadoras se sacudan el miedo y la resignación y redescubran su propio camino de auténtica lucha de clases, las minorías revolucionarias de hoy estarán en condiciones más propicias para crecer y unirse a los sectores más combativos y con mayor conciencia de clase del proletariado, para forjar el instrumento político indispensable para superar esta sociedad sangrienta e inhumana: el partido de la revolución mundial, la nueva Internacional comunista.

¡Comunismo o barbarie!

Tendencia Comunista Internacionalista

11 de octubre de 2023

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De Gaza a Tel Aviv y en todo el mundo… ¡Ninguna guerra sino la guerra de clases!

“La posición de los revolucionarios frente a la guerra capitalista es siempre la misma: contraponer a la guerra la revolución social, luchar contra ‘su propia’ burguesía y ‘su propio’ Estado nacional.”

7 de octubre de 2023 – un día más en un sangriento conflicto que dura desde hace décadas entre facciones capitalistas opuestas en el territorio de “Israel/Palestina”. Nuestros amos burgueses llevan una vez más a nuestros hermanos y hermanas proletarios a matarse unos a otros y esperan de nosotros – según donde vivamos – que nos pongamos de parte de uno u otro bando.

Hamás y la Yihad Islámica lanzan cohetes contra las ciudades de “Israel” y envían a sus milicias a las calles para ejecutar o secuestrar a “civiles” y “soldados”… igual que ocurrió en Srebrenica, Sabra y Chatila, Bucha…

Las FDI bombardean indiscriminadamente el gueto de Gaza, arrasando barrios enteros y cortando el suministro de agua, electricidad, alimentos y medicinas… como se hizo en Faluya, Homs, Mariúpol… o como ha hecho tantas veces antes.

Una y otra vez hemos escuchado justificaciones para apoyar la guerra en el territorio de “Palestina/Israel” – quizás más que cualquier otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial, éste se presenta como una “guerra santa” entre “el bien y el mal”. Este argumento belicista burgués es promovido por los medios de comunicación, los políticos, la “derecha”, la “izquierda” y la “ultraizquierda”, así como por algunos de los llamados “comunistas” y “anarquistas”.

La construcción ideológica burguesa del “excepcionalismo judío/israelí” se esgrime tanto en sentido positivo como negativo y es utilizada por nuestros enemigos de clase para impedir, obstaculizar y aplastar el desarrollo de la solidaridad de clase entre los proletarios “judíos/israelíes” y “árabes/palestinos”.

Por un lado, a los “judíos/israelíes” se les permite defender “su Estado y su identidad”, incluso por parte de algunos de los que se proclaman revolucionarios y se oponen a todos los Estados e identidades nacionales, porque “su sufrimiento fue único” durante el Holocausto.

Por otra parte, varios grupos que también se proclaman revolucionarios y “luchan por los intereses de la clase obrera” nunca extienden su llamamiento a la confraternización a los proletarios “judíos/israelíes”, sino que los agrupan con su “propia” burguesía y piden la destrucción de Israel por ser un “Estado excepcionalmente opresor”. Al mismo tiempo, en lugar de apoyar a los proletarios de Gaza y Cisjordania para que se levanten contra sus “propios” explotadores, llaman a apoyar al Estado nacional “palestino”.

Como comunistas, rechazamos totalmente todas las falsas comunidades que intentan unir a los explotados con sus explotadores; ¡el proletariado del territorio de “Israel/Palestina” no tiene intereses comunes con su “propia” burguesía, al igual que el proletariado mundial no tiene intereses comunes con la burguesía mundial!

El “antiimperialismo” y la “liberación nacional” no son más que la defensa de los intereses imperialistas de la fracción de la burguesía que no es actualmente dominante. Nada cambia a este respecto si esta fracción es mucho más débil, ¡o si algunos de sus dirigentes están dispuestos a sacrificarse por su causa!

Como comunistas, llamamos de la misma manera a la destrucción de todos los Estados, porque no son más que la expresión local del Estado capitalista mundial, ¡una estructura de violencia organizada de la clase burguesa contra la clase proletaria!

Proletarios de las fuerzas armadas “israelíes”: ¡no tenéis ningún interés en defender ninguna “patria judía”, esta es la tierra de “vuestra” burguesía, no la vuestra! Negaros a disparar y negaros a imponer el bloqueo que está matando de hambre a millones de vuestros hermanos y hermanas de clase. Como ya habéis demostrado en muchas ocasiones, ¡rechazad obedecer órdenes, resistid al servicio militar!

Proletarios de las fuerzas armadas “palestinas”, ¡no tenéis ningún país que conquistar! ¡Rechazad matar o morir por los intereses de vuestros explotadores!

Trabajadores del frente “interno”, ¿cuántas veces os han bombardeado, disparado? ¿Cuántas veces habéis sido violentamente reprimidos por vuestro “propio” Estado cuando os habéis atrevido a hacer huelga o protestar? ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la miseria? ¡Levántate y niégate a apoyar a “tu” Estado y sus guerras! ¡Lo único que perderás serán tus cadenas!

Tanto en “Palestina/Israel” como en “Ucrania”, “Azerbaiyán/Armenia”, “Sudán” y otros lugares, nuestros enemigos de clase nos están convirtiendo en carne de cañón o en fabricantes de cañones. Cada vez más, todos estos conflictos burgueses “locales” están contribuyendo a la formación de una serie de superbloques enfrentados, que se acercan cada vez más a una confrontación militar abierta, posiblemente nuclear. Una confrontación que podría poner fin a toda la vida en este planeta.

Nuestra única esperanza es volver las armas contra nuestros “propios” generales, contra nuestros “propios” jefes, negarnos a obedecer las órdenes, negarnos a producir el material de guerra – ¡oponernos tanto a la carnicería de la guerra capitalista como a la miseria del interbellum capitalista (o, como lo llaman nuestros enemigos de clase, “la paz”)!

Tomemos ejemplo de los camaradas que se amotinaron en “Rusia” y “Alemania” contra la carnicería de la Primera Guerra Mundial, o de los que fraternizaron a través de la línea de trincheras en la guerra entre “Irak” e “Irán”, o de los que vestían uniformes “americanos” durante la guerra de “Vietnam” y mataron a sus oficiales con granadas de fragmentación en acciones directas llamadas fragging.

Proletarios con y sin uniforme, ¡organicémonos juntos contra el sistema capitalista de explotación del trabajo humano que está en la raíz de toda miseria, de toda opresión estatal y de todas las guerras!

¡Transformemos esta guerra en una guerra de clases por la revolución comunista mundial!

Tridni Valka / Guerra de Clases – 8 de octubre de 2023

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MASACRE PROLETARIA EN PALESTINA

Bajo la mirada afligida de millones de espectadores, convencidos de su imposibilidad de hacer algo más que participar en alguna concentración o procesión ovejera, el Estado de Israel vuelve a bombardear la franja de Gaza bajo la cobertura del antiterrorismo. Las lágrimas de cocodrilo de las principales potencias capitalistas no esconden su satisfacción por tener en Oriente Medio un tentáculo como el del Estado Israelí, auténtico brazo armado del capitalismo mundial para mantener el orden en la región. El proletariado que vive en Gaza, Cisjordania o Líbano conoce en su pellejo esta realidad.

Políticos, periodistas, oenegeros, sindicalistas, tertulianos y todo tipo de payasos del espectáculo, nos dan toda un gama de explicaciones y soluciones que encierran el conflicto en oriente medio dentro de los márgenes burgueses. Se limitan a crear una demarcación entre quienes defienden a los palestinos y quienes defienden a los israelíes, alineando a todo quisqui detrás de las banderas hediondas de cada Estado nacional. Para ello construyen toda una fábula grotesca que encubre la verdadera realidad social. Mezclan los intereses del Estado palestino con los del proletariado que vive en esa tierra, amalgaman la lucha desplegada por los proletarios con Hamas, ponen en un mismo saco al joven que tira piedras y a los grandes comerciantes o banqueros palestinos, asimilan al proletario que vive en Israel y lucha contra “su propia” burguesía (desertando, objetando…) con su brutal negación en el ciudadano que vive en complicidad con el Estado. Eliminan de esta forma toda la confrontación de clases, toda división social entre explotados y explotadores, fomentando el mito del enfrentamiento entre países.

Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente medio como parte indisociable de la lucha contra la dictadura del capital. Es imprescindible afirmar abiertamente que esa masacre es antes que nada una expresión más del terrorismo que el capitalismo despliega en todo el mundo contra nuestra clase, contra nuestra vidas. Que quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista son, en primer lugar, los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando; Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, junto con los Estados propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.

Los grupos y militantes revolucionarios de todo el mundo estamos obligados a subrayar y discutir como propia la lucha del proletariado en Palestina, sus intentos de proyectarse en fuerza autónoma, así como la represión que sufre. Destacar la tentativa de autonomía que en numerosas ocasiones ha trazado la lucha, enfrentándose a todos los Estados. Insistir en que la esencia de la lucha del proletariado en Palestina es la misma que en el norte de África, que en Grecia, que en los suburbios franceses, que en China, que en Irak, que en Oaxaca, que en Haití, que en todos los lugares donde el proletariado se levanta: la contraposición entre las necesidades humanas y las de la economía capitalista. Estamos obligados a denunciar y a enfrentarnos a todos los aparatos del Estado palestino o israelí, a todos los que son parte del organismo mundial del capital que nos masacra, que nos arrastra por falsos caminos, a todos sus lacayos por el mundo, a todos sus voceros y propagandistas. Y ante todo estamos obligados a luchar aquí y ahora, contra “nuestro propio” Estado, contra “nuestro propio” país.

NO SOMOS NI JUDÍOS, NI ISRAELÍES, NI PALESTINOS ¡SOMOS EL PROLETARIADO!

CONTRA LA PATRIA. CONTRA TODA UNIDAD NACIONAL. CONTRA EL TERROR BURGUÉS.

LUCHEMOS EN “NUESTRO PROPIO” PAÍS CONTRA “NUESTRO PROPIO” ESTADO.

Proletarios Internacionalistas

[Publicación] Antimilitarismo anarquista y mitos sobre la guerra en Ucrania

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Presentación de GdC: Consideramos que el siguiente texto del blog antimilitarismus.noblogs.org es una de las contribuciones más importantes del anarquismo checo contra la guerra y todos los belicistas, que, por desgracia, también abundan en el movimiento anarquista.

La forma en que el texto presenta los diversos argumentos contra los mitos sobre la guerra que prevalecen en el movimiento anarquista y cómo los reúne en un conjunto orgánico de una posición revolucionaria derrotista, el vigor con el que se opone a diversas pseudo-razones por las que el movimiento anarquista debería apoyar la guerra o a una de las partes beligerantes, la insistencia con la que defiende la transformación del conflicto imperialista en un conflicto de clases como el único camino posible hacia la revolución social y, por tanto, la única paz real, todo ello hace de él, desde nuestro punto de vista, un documento supremamente importante del movimiento revolucionario contemporáneo contra la guerra, incluso a escala internacional.

Sin embargo, construiríamos algunos de los argumentos y justificaríamos algunas de las posiciones de forma algo diferente, aunque con la misma conclusión: guerra a la guerra. Quisiéramos señalar aquí la categorización ideológica que queda en el texto según la cual la dictadura del Capital se articula en torno a los polos “democracia” versus “dictadura” (cf. mitos 10 y 29), categorización que tiende a eludir la naturaleza profunda de la dictadura social del Capital que es precisamente y realmente la democracia (es decir, ¡SU democracia!) como negación del antagonismo de clase y de su conflictualidad.

Añadamos al texto que las líneas de conflicto del apoyo “crítico” a una de las partes en conflicto frente al derrotismo revolucionario no atraviesan sólo el movimiento anarquista, aunque es al movimiento anarquista al que se refiere el texto. Los mismos “mitos”, las mismas actitudes y las mismas discusiones se pueden encontrar en el campo de la ultraizquierda en todo el mundo. Incluso allí, los revolucionarios deben definirse contra aquellos “que no dudan en emitir innumerables proclamas y publicaciones con temas antimilitaristas cuando la guerra está al otro lado del mundo, pero que, cuando llega a su puerta, comienzan a reproducir propaganda bélica”.

Por lo tanto, junto con los autores del texto, debemos reafirmar una y otra vez “que ser antimilitarista tenía sentido durante la Primera Guerra Mundial, tal como lo tiene en el caso de la guerra actual en Ucrania”.

Tridni Valka – Guerra de clases, octubre de 2022

[Italia] Saboteemos la guerra

Presentación de Guerra de Clases:

Publicamos ahora (en varios idiomas, como muy a menudo) un llamamiento a la movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania, hecho por compañeros anarquistas en Italia. Apoyamos ampliamente este texto muy interesante, que intenta dar una dirección a muchas iniciativas locales que se niegan, en una guerra que opone naciones capitalistas entre sí, a elegir un bando burgués contra otro, un “mal menor” contra lo que se nos presenta como “lo peor” o incluso “el mal absoluto”.

Sin embargo, hay algunos puntos de desacuerdo que nos gustaría criticar muy brevemente aquí. Efectivamente, hay “elementos de lenguaje” que se parecen un poco a los utilizados por la propaganda de guerra del Kremlin, y a veces también argumentos que nosotros no utilizaríamos, como las medidas represivas contra la comunidad rusoparlante en Ucrania, el hecho de que los nazis y los fascistas están muy presentes y son muy poderosos en Ucrania, etc. Por supuesto, todo esto es objetivamente cierto, pero como lo verdadero es un momento de lo falso, también puede tender (sin que quienes afirman “ciertas verdades” sean siquiera conscientes de ello) hacia una potenciación objetiva de la totalidad de la falsedad. En resumen, en lugar de utilizar los argumentos de nuestros enemigos de clase, aunque estos elementos cubran momentos reales, habría sido mejor desarrollar, clarificar y reforzar nuestras propias consignas, nuestra propia comprensión de este torbellino bélico que amenaza con arrastrar a la humanidad hacia la nada y su perdición. Queremos señalar que todos estos “elementos de lenguaje” podrían, desgraciadamente, distorsionar los elementos de fuerza que produce este llamamiento a la movilización y la voluntad (y la necesidad) de organizarse contra ambos bandos.

Otro inconveniente que nos gustaría destacar aquí es el hecho de que el texto se limita a hablar únicamente de “detener la guerra”, “imponer el cese de las hostilidades desde abajo”, “detener la carnicería actual” o de “poner fin a la masacre”, afirmaciones que fácilmente podrían conducir a una posición pacifista y a un deseo de volver al statu quo ante… a una situación prebélica, en definitiva a una situación en tiempos de “paz” frente a tiempos de “guerra”…mientras que en tiempos de “paz”, y por tanto de paz social, el capital está en guerra permanente contra nuestra clase, contra la humanidad, y nosotros estamos concomitantemente en guerra de clases contra nuestros explotadores. La única excepción a estas afirmaciones, que podrían inspirar a más de un pacifista, es la consigna final que llama a “transformar la guerra de los patrones en guerra contra los patrones”, que es efectivamente por lo que estamos luchando: ¡transformar la guerra militar, la guerra contra nuestra clase, en una guerra social, una guerra de clases dirigida por nuestras iniciativas y nuestras ofensivas, una lucha y una guerra por el comunismo!

En este sentido, nos gustaría también subrayar uno de los puntos más fuertes entre otros: “Cualquier Estado que libra [la guerra], también la vuelve contra su propia población, y en particular contra su propio proletariado; […] la guerra siempre refuerza el poder de las clases dominantes sobre los dominados, intensificando su esclavitud y explotación.” Y por eso, debemos insistir en que el proletariado no tiene otra opción que librar su guerra social contra su propia burguesía…

Podríamos desarrollar aquí otros desacuerdos, como la visión que tienen los camaradas de la “lucha partisana” durante la Segunda Guerra Mundial, que para nosotros es mucho más compleja que su planteamiento simplificado tal y como ellos lo exponen. ¡NO! no compartimos su visión de que “los partisanos eran desertores que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado” o que “la participación en la lucha armada partisana era libre y voluntaria”. En pocas palabras, la “lucha partisana” estaba dividida entre las fuerzas políticas tradicionales (y por tanto burguesas) que defendían la república o la monarquía y, por otro lado, estaba todo el poder dominante del estalinismo (y del trotskismo, que apoyaba “críticamente” a la URSS, es decir, un bando burgués contra otro) para enmarcar cualquier iniciativa autónoma de las redes proletarias, que muy rápidamente serían vaciadas de su sustancia subversiva en favor de la falsa polarización burguesa del fascismo contra el antifascismo…

Aprovechamos esta ocasión para saludarlos a “los partisanos [que] eran [realmente] desertores [y] que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado”, es decir a los proletarios reclutados a la fuerza bajo el uniforme iraquí o iraní que, durante la terrible guerra que duró ocho largos años, de 1980 a 1988, organizaron centenares de motines, deserciones colectivas, acciones de confraternización, y que se reunieron en la región de los pantanos para luchar contra ambos bandos, contra ambas naciones capitalistas, para plantear nuestra única respuesta de clase a la guerra: ¡¡¡el internacionalismo y la lucha por el comunismo!!!

Tridni Valka – Guerra de Clases

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Saboteemos la guerra

Llamamiento a una movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania

Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2023/09/12/sabotiamo-la-guerra-appello-per-una-mobilitazione-contro-la-guerra-in-ucraina/

La guerra en curso en Ucrania no es un conflicto entre muchos, y menos aún una simple “guerra por los recursos”, sino un capítulo central de un enfrentamiento más amplio entre bloques de países capitalistas por el reparto del mundo, en el que están en juego la supremacía económica, militar y tecnológica y la redefinición de los equilibrios internacionales. De hecho, mientras se combate en Ucrania desde hace más de un año y medio, el choque militar con el principal adversario del capitalismo occidental, China, se perfila en el trasfondo. Decir que estamos en el plano inclinado que puede conducir a la Tercera Guerra Mundial no nos parece ni una exageración ni un alarmismo innecesario. Sigue leyendo

[Publicación] Revista Revolución #2 / Proletarios Internacionalistas

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Sumario:
– De la emergencia sanitaria a la emergencia de guerra
– Inflación y luchas proletarias (Primera parte)
– Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Segunda parte): La contrarrevolución
– Anexo: Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Primera parte)

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La crisis de valorización del capitalismo mundial avanza como una locomotora, agudizando día tras día las contradicciones sociales. Pese a que, en ciertos países, como en China, continúa desplegándose la política de «Cero Covid», y es difícil pronosticar los movimientos concretos que nos depara el futuro en el corto plazo, la vía de la emergencia sanitaria parece agotada. Como decíamos en nuestra anterior revista:

«Para el capital todas estas medidas se van mostrando insuficientes. Pese a que la declaración de pandemia ha ido eliminando empresas y medios de producción inservibles y con una tasa de desvalorización insostenible, incrementando al mismo tiempo la centralización del capital, lo cierto es que, por otro lado, la economía mundial requiere de la destrucción de grandes franjas de capital que no hacen más que acelerar la desvalorización general. Este proceso implica hacer no sólo una gran limpieza de capital fijo y circulante que atasca los procesos cíclicos de acumulación, sino de capital variable, es decir, de fuerza de trabajo»

Efectivamente, el capital exige un paso más en su carrera desbocada hacia la acumulación infinita. Susurra a todos los Estados la necesidad imperiosa de barrer con enormes masas de capitales que hoy, lejos de contribuir al proceso cíclico de valorización, lo colocan en serios apuros para desenvolverse. Reclama que se purgue la acumulación superflua de la fuerza de trabajo que no participa en la obtención de ganancia, ni puede engrosar las filas del rebosante ejército de reserva. Insta a incrementar por todos los medios posibles los niveles de explotación al proletariado. Demanda una mayor concentración de las diferentes partículas del capital para optimizar su movimiento, etc. El estado de emergencia sanitaria que se declaró bajo la cobertura del Covid-19 permitió asumir, a cierto nivel, estas exigencias, generando a su vez un incremento en la emisión monetaria sin freno y la paralización de las fuertes luchas internacionales iniciadas a finales del año 2020. Pero la guerra al virus evidenció sus límites y la burguesía se encontró de retorno con los problemas estructurales que la atenazan.

Con el avance de los tanques del Estado ruso sobre territorio ucraniano se abrió una «nueva» hoja de ruta. Fue una invitación a todos los Estados a enfundarse el traje de la guerra. Nadie rehuyó el convite.

Sin tiempo para pestañear, toda referencia a la emergencia sanitaria se esfumó para dejar paso a otra nueva emergencia: la de la guerra. Las noticias sobre el temido Covid-19 desaparecieron como por arte de magia para dejar su lugar a la propaganda bélica. Los tambores de guerra regresaban a la vieja Europa anunciando una nueva escalada en la contienda imperialista. La amenaza de una «tercera conflagración mundial» inundó los canales de información del capital y cada constelación burguesa erigió su propio discurso para situarse en la lanzadera. El diablo Putin, la agresión contra Ucrania, la amenaza ante el avance de la OTAN o la desnazificación de Ucrania fueron algunos de los señuelos propagandísticos que se lanzaron, desde uno u otro lado, para promover la adhesión a las hostilidades.

Mientras los mass media inundaba el mundo de imágenes e informaciones sobre la guerra en Ucrania, seleccionando cuidadosamente lo que era conveniente para cada bando, una nueva masacre desgarraba el cuerpo del proletariado y se añadía a la escalada de carnicerías y catástrofes que asolan el planeta. Las lágrimas de cocodrilo que emanan de los discursos que pronuncian los distintos dirigentes burgueses no pueden esconder el jolgorio que significa para la economía esta nueva matanza. No tanto por el río de sangre que emana de los miles de muertos de nuestra clase, lo que para nuestros verdugos no deja de ser una pequeña escaramuza, sino por la perspectiva de guerra generalizada que se esboza en el horizonte.

Por otra parte, este cambio de escenario implicó un giro en el bombardeo mediático que nos explica la causa de algunos problemas que empeoran considerablemente las condiciones de supervivencia de la humanidad. La subida de los precios de los alimentos, de los carburantes, los problemas de suministros, etc., tenían un nuevo chivo expiatorio.

Dejaban de ser imputados a la pandemia para ser achacados al conflicto Ucrania-Rusia. Todo varió en un visto y no visto.

La guerra en Ucrania

La historia del capitalismo no puede entenderse sin vincularla al desarrollo de la guerra. Esta le es inherente y permanente, es el modo de vida propio de una sociedad que se desarrolla en base a la competencia feroz de todos contra todos. El proceso cíclico de acumulación capitalista implica que cada átomo de valor sólo puede asegurar su conservación a condición de asumir una incesante reproducción ampliada de su propio ser. La conquista, la subsunción de todo recurso planetario que pueda ser valorizado, la pugna entre rivales en el mercado, la unidad coyuntural de partículas de capital para hacer frente a la competencia (sociedades accionistas, Estados o constelaciones estatales) o el terrorismo contra toda forma de cuestionamiento social son algunas de las formas elementales de desarrollo de la sociedad mercantil generalizada.

Así se explica que cada vez haya más ejércitos, más conflictos bélicos, más policías, más cárceles de todo tipo, más destrucción, más desastre. En ese sentido, es relevante la publicidad que ha alcanzado la contienda entre Rusia-Ucrania, en contraste con el sigilo que caracteriza la información de las decenas de conflictos bélicos en desarrollo. Las guerras en Siria, Sudán, Yemen, Armenia-Azerbaiyán, Sáhara occidental, Etiopía, Mozambique, Libia, Malí, República Centroafricana, Pakistán, Somalia-Kenya, Afganistán, Palestina, etc., no merecen apenas atención para los medios de información, en todo caso un espacio residual de algún episodio anecdótico. Todas estas guerras localizadas, cada vez más frecuentes, y de las que la confrontación Rusia-Ucrania supone un eslabón más, no son meras disputas limitadas a determinadas naciones, o provocadas por Estados particulares. El propio choque en suelo ucraniano no se explica por la invasión de una nación agresora y la réplica de la nación agredida. Tampoco por una mera cuestión de dirigentes gubernamentales u otros motivos que apuntan a las supuestas singularidades históricas que puedan tener esos Estados, sino que es la estrecha mirada nacional la que reduce los acontecimientos en este sentido. Partir de la totalidad capitalista, levantando la mirada por encima del muro fronterizo de la nación, permite romper con esa visión mistificadora, revelándose esa cadena de conflictos militares como episodios de la guerra mundial del capital, que se manifiesta aquí o allá, adquiriendo formas más o menos generalizadas dependiendo de las necesidades de valorización.

Por eso, para nosotros no tiene sentido hablar de primera y segunda guerra mundial, por mucho que fueran momentos determinantes de la confrontación imperialista del capital mundial. La guerra en esta sociedad es siempre mundial, por mucho que la misma se presente más o menos generalizada, se reproduzca en una o varias zonas. Mientras se habla de paz en algunos lugares, en otros se desarrolla la ofensiva bélica. La participación o no formal de más o menos Estados o la extensión mayor o menor de superficie destruida no es lo que les aporta el carácter mundial a las conflagraciones militares.

Es la inequívoca participación de todo el capital internacional y sus diversas partículas, sea de una forma u otra, la que les confiere ese carácter. Sólo una concepción nacional del capital, y por tanto totalmente limitada, puede construir una fábula que aísla ciertas fracciones del mismo de la reproducción global que desarrolla la guerra.

Podemos ver cómo determinados Estados pueden permitirse gestionar la paz en sus territorios, a condición de recoger los frutos de la carnicería imperialista en otros lugares, o/y por las condiciones de reproducción que han logrado gracias a conflictos precedentes. En otras latitudes, los silbidos de los misiles y las explosiones son un compromiso necesario para el desarrollo del valor. Es una evidencia que toda mínima porción de capital debe su existencia, así como su capacidad de movimiento en el mercado, tanto a las bayonetas del pasado como a los misiles actuales.

De nuestra exposición se deduce que el problema no hay que buscarlo en las decisiones particulares de una fracción de la burguesía, en el imperialismo o militarismo de ciertos Estados, sino en la forma de vida misma del capital que determina a toda la clase dominante a convertir el mundo en un campo de batalla. Por eso mismo, desde el punto de vista del comunismo, analizar los motivos particulares que llevan a una fracción de la clase dominante o Estado a participar en un conflicto bélico es un aspecto totalmente secundario. Lo determinante no es mostrar que el Estado ruso se lanza a la batalla para apoderarse de una zona estratégica en su enfrentamiento comercial, hacerse con las riquezas y capitales de ese territorio, dar dinamismo a su mercado, o cualquier otra cuestión que se le presente como decisiva a la conciencia de esa clase social, y que es la forma fenoménica que adquiere la tendencia inmanente de la producción capitalista hacia la destrucción bélica. Esas cuestiones son realmente importantes para el inmediatismo de la burguesía en su carrera competitiva, como demuestra toda la montaña de análisis periodísticos existentes sobre las causas de la pugna militar en Ucrania. Para la perspectiva revolucionaria, por el contrario, lo fundamental es captar que la guerra está incrustada de forma inherente en el propio capital. Por eso es absurdo y mentiroso desviar el problema hacia cuestiones particulares, de decisiones, de dirigentes. Como si fuera un dirigente el que es expansionista y no un sistema económico. Como es también totalmente absurdo creer que puede haber un capitalismo sin conflictos bélicos, como nos quiere hacer creer la ideología pacifista ocultando que la paz es un momento de la guerra. Es el propio movimiento que ejerce cada átomo de valor y su constante necesidad de reproducirse de forma ampliada como capital, el que confiere un carácter belicista e imperialista tanto a la partícula más pequeña de capital como a la constelación de Estados más grande. Nuestro problema no se reduce a la existencia de los Putin, Zelensky, Biden, Macron, al-Ásad, ni de los Bill Gates o los Rothschild, lo que evidentemente no les quita ninguna responsabilidad. Quiera o no quiera, piense lo que piense, la burguesía está obligada a desarrollar la destrucción bélica. El verdadero sujeto que decide todo y que personifican todos estos burgueses es el capital, por eso la única solución a todas las guerras nunca podrá ser la paz sino la transformación radical de la sociedad.

Pero ¿por qué los voceros del capital han dado tanta difusión al conflicto entre el Estado ruso y el ucraniano? ¿Por qué esa emergencia de guerra? ¿Acaso en otros lugares —véase Siria— esos bloques imperialistas no están chocando también? ¿Simple eurocentrismo? ¿Hay un gigantesco botín de por medio? Es evidente que el eurocentrismo está implícito en las informaciones y análisis que parten de la ideología dominante. También es cierto que hay suculentas ventajas para los capitales que controlen el territorio ucraniano, pero no son suficientes motivos que expliquen la emergencia de guerra planetaria en un mundo de guerras. Es preciso integrar el avance de los tanques rusos en Ucrania en una óptica más global para entenderlo en toda su significación. Se trata de un movimiento que plantea un salto cualitativo en la generalización de la destrucción bélica.

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Esta revista es un producto de la lucha y para la lucha. Por lo tanto, alentamos la reproducción, difusión, impresión, copia, discusión, traducción, etc. de su contenido. Su fortificación como herramienta de la lucha proletaria va ligada a las contribuciones críticas, aportes, envío de materiales e informaciones que los diversos lectores y compañeros de lucha nos hagan llegar. 

La revuelta del Grupo Wagner y el curso futuro de la guerra

En enero de 2022 (y antes de la invasión rusa de Ucrania) estaba claro que el imperialismo ruso estaba operando desde una situación de miedo. Escribimos en Revolutionary Perspectives #19 que Putin era

consciente de la relativa debilidad de Rusia frente a las fuerzas combinadas de la OTAN. El propio ejército de reclutas ucraniano es el tercero más grande de Europa (más de 170.000 soldados en primera línea con muchos más en reserva), y está siendo reformado y reorganizado, lo que, con armamento nuevo y sofisticado de las potencias de la OTAN, lo hará más eficaz. A Putin le preocupa que Ucrania sea pronto lo suficientemente fuerte como para recuperar el Donbass.

El fracaso a la hora de capturar Kiev en la «operación militar especial» al principio de la invasión está en la raíz de la reciente «revuelta» de los wagnerianos. Aparte de las razones mencionadas, la incompetencia logística del ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y del comandante del Ejército ruso, Valery Gerasimov, también ha sido un factor, como ha dejado claro el jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin. Shoigu no es militar, sino un ingeniero civil de formación con un historial de éxitos en la gestión de emergencias civiles. El anterior ministro de Defensa fue destituido en 2008, después de que el Ejército ruso pasara apuros en Georgia, pero lo que también recomendó Shoigu a Putin fue que no estaba controlado por ninguno de los clanes oligárquicos que se disputan el poder a la cabeza del Estado ruso. Sigue leyendo

CONTRA LA GUERRA

La guerra en Ucrania es la consecuencia de 30 años de cerco de la OTAN a la Federación Rusa.

La guerra en Ucrania no comienza con la invasión rusa en febrero de 2022, sino con la agresión militar (neonazista) contra las poblaciones rusoparlantes del Donbass, iniciada y legitimada por los gobiernos pro-UE y pro-OTAN desde 2014.

La guerra en Ucrania, como todas las guerras, es una guerra contra los proletarios: en primer lugar contra los proletarios ucranianos, utilizados como carne de cañón en defensa del imperialismo de la OTAN, y contra los proletarios rusos, enviados a morir y ser asesinados en el frente. Indirectamente, es una guerra contra todos los proletarios, empezando por los de los países de la UE y de la OTAN: seremos nosotros, los explotados y explotadoras de Occidente, los que pagaremos caro el apoyo a la guerra, el envío de armas, el disparado gasto en defensa, el esfuerzo productivo del complejo industrial-militar, ante todo con recortes en pensiones, sanidad y salarios. Una parte cada vez mayor de la riqueza producida socialmente se destinará a la guerra, la economía de guerra se impondrá con el estado de excepción, la militarización del frente interno y la intensificación de la represión contra los que luchan.

El apoyo militar prestado por todos los Estados occidentales al Estado ucraniano nos convierte de facto en cobeligerantes. Los políticos y estadistas no tienen reparos en exponer a sus poblaciones a las posibles consecuencias.

La guerra en Ucrania nos acerca peligrosamente a una posible tercera guerra mundial y al apocalipsis nuclear: el Estado ruso amenaza abiertamente con el uso de armas atómicas (los países europeos, por su parte, anuncian el envío de armas de uranio empobrecido).

La guerra en Ucrania es un negocio lucrativo para los patrones occidentales, que tienen todo el interés en que continúe el mayor tiempo posible y al mismo tiempo sea lo más destructiva posible: no sólo por los enormes beneficios de la industria bélica, sino también por el tentador negocio de la reconstrucción.

EL INTERÉS INMEDIATO DE LOS PROLETARIOS ES EL ALTO EL FUEGO.

La tarea de los proletarios rusos y ucranianos es levantarse contra sus respectivos Estados, practicar la renuncia, la deserción, el derrotismo, el sabotaje, el ataque al frente interno. Todo esto ya está ocurriendo y merece la más amplia solidaridad de clase e internacionalista.

La tarea de los proletarios de Occidente es levantarse contra sus respectivos Estados, en primer lugar para detener el envío de armas, sabotear la industria bélica, oponerse a la servidumbre militar y a la presencia EEUU-OTAN, a la propaganda de guerra fundamentalista y a la mentira interclasista de la unidad nacional.

Las armas de que disponemos son las que siempre han estado en manos del proletariado: huelga, bloqueo, sabotaje, acción directa. Sólo una reanudación fuerte y decidida del conflicto de clases puede sacarnos de la pesadilla de la guerra.

ROMPER EL FRENTE, SABOTAJE, REVUELTA

anarchici e anarchiche

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Fonte: https://ilrovescio.info/2023/05/24/contro-la-guerra-rompere-il-fronte-sabotare-insorgere/