Las protestas en Francia contra la subida de la edad de la jubilación a 64 años han sido encabezadas, organizadas y dirigidas por los sindicatos franceses organizados en la intersindical y, por tanto, organizadas al modo sindical, es decir como bomberos y apagafuegos de la lucha de clases: por medio de huelgas un día a la semana (evitando las huelgas indefinidas), a través del rechazo a las asambleas de los trabajadores o de los cortes de carretera. Los sindicatos se oponen siempre a la autoorganización y la generalización de la lucha por parte de los proletarios. Es una lección que están aprendiendo en sus carnes una minoría de proletarios que estos días están desencadenando en Francia huelgas sin el control sindical. De este modo la semana pasada la rabia explotaba en las calles de las grandes ciudades de Francia: la reforma de las pensiones, que obliga a los trabajadores/as de Francia a alargar su explotación directa, era el detonante de toda una rabia acumulada, que acumula la clase obrera a lo largo del planeta. Arde París, arde Nantes… El fuego no es suficiente para apagar las llamas de los infinitos ataques y humillaciones que sufrimos a diario por un sistema para el que no somos más que mercancía y carne de cañón. El fuego no es suficiente, necesitamos más. Pero ese fuego anticipa lo que, como proletarios, aún no podemos expresar masiva y unitariamente en palabras, asambleas, como clase. La rabia no es suficiente, necesitamos organización, recuperar nuestras posiciones, nuestro programa. Porque estos momentos inflamados de virus, de crisis, de guerra, de miseria, son también momentos donde la revolución comunista aparecerá con cada vez más fuerza como la única perspectiva posible y realista.
Es el enésimo ataque a los trabajadores en Francia, no el más grave, seguro que no el último. La burguesía, a través de su Estado, quiere reducir el coste de las pensiones alargando la edad de jubilación, una jubilación que para muchos/as trabajadores/as (precarios/as, en negro, domésticos…) es, fue siempre, una quimera. Tiene algo de simbólico, el aumento de la condena a trabajar (como el tótem supremo de la explotación) hace explotar la rabia, incluso de aquellos que nunca tendrán “derecho” a jubilarse.
Demasiadas veces el proletariado se mueve con una clarividencia que aún no es capaz de expresar racionalmente, por un impulso, por la misma necesidad que se materializa en rabia. No era el primer ataque y no será el último, no lo es en Francia, no lo es para los trabajadores franceses, lo es en todo el mundo, lo es para todos los proletarios.
Nunca hemos dejado de luchar, aun cuando las condiciones no eran propicias, no dejamos de luchar como clase explotada, demasiadas veces no nos queda otra opción. Y, sin embargo, venimos de una larga contrarrevolución histórica desde hace 100 años. Estamos viviendo, en los últimos años, una situación anfibia, un tiempo bisagra, en que nuestra clase está luchando en defensa de sus necesidades humanas. Luchas que expresan una tendencia a la polarización social producto de un mundo, el del capital, que se agota y solo puede atacar nuestras condiciones de vida como proletarios: luchas en Chile, Kazajistán, Sri Lanka, Irán… por recordar algunas de las últimas. A estas hay que añadir el reguero de huelgas salvajes en Reino Unido en los últimos 9 meses, las movilizaciones de la juventud en Grecia[i]. De diferente manera todas expresan el rechazo a las imposiciones del mundo de la mercancía, un mundo que se reafirma en cada ataque a nuestras condiciones de vida y reafirma nuestra necesidad de luchar contra su miseria.
Las condiciones históricas e internacionales en estos momentos son terribles: aún bajo la larga sombra del Covid, la guerra imperialista en Ucrania, viene a agravar la debacle capitalista y su eterna crisis histórica, la brutal subida de los precios, unido a un reguero de medidas que socaban aún más las condiciones de vida de los más pobres. A ello se suma, problemas nunca resueltos (problemas rentables) como la migración de cientos de miles de trabajadores huyendo de la miseria y la guerra y que se topan con muros y porras, y más miseria en caso de superarlos.
Y es esa condición terrible, esa situación internacional, donde encontramos la esperanza. Vivimos un momento histórico en que una chispa puede empezar a encender el mundo, porque todas esas revueltas y luchas puedan llegar a mirarse a los ojos, como parte de un mismo proyecto, de una misma necesidad humana de imponerse sobre la miseria y la guerra.
Ni en Francia, ni el Reino Unido, ni en Grecia se está expresando hoy día ni mucho menos una revolución. Son movimientos además donde es muy fuerte la presencia política y sindical de la izquierda del capital. Se expresa una respuesta frente a una agresión constante, una respuesta necesaria frente a aquellas medidas del capital que nos roba la vida. Expresando una contradicción de base: el capital solo puede sobrevivir a nuestra costa, y nosotros/as solo podemos vivir destruyendo el capital.
Las respuestas inmediatas contra las medidas de austeridad y crisis, son automáticas y son necesarias, a través de las luchas inmediatas podemos formarnos, unirnos, adquirir conciencia y confianza y, sí, podemos parar ciertas medidas, pero debemos saber que cualquier victoria parcial, no es más que retrasar lo inevitable: la imposición de los intereses del capital sobre las necesidades humanas. Para parar toda esta brutalidad debemos ir más allá, debemos cuestionar todo el sistema.
En las recientes movilizaciones en Grecia en protesta por el accidente del tren que ha matado a más de medio centenar de proletarios, los manifestantes gritaban: “sois asesinos, sois hipócritas, el sistema que habéis organizado nos quita la vida”, y con toda razón eran profundamente conscientes que este sistema está organizado para quitarnos la vida y la única salvación, es acabar con él.
El proletariado tiene un largo camino para reencontrarse con su programa histórico, con su capacidad revolucionaria, es un camino que empezó desde que el primer ser humano se levantó contra el poder y la explotación. Pero es un camino que hoy nos asfalta el capitalismo, creando las condiciones que hacen nuestra lucha inevitable, eso no quiere decir que nos lo ponga fácil, quiere decir que no puede hacer otra cosa, su desarrollo brutal, nos obliga a luchar.
Y en ese camino nos encontramos con todo tipo de policías que trataran de detenernos, apalearnos, convencernos de lo que es mejor para nosotros, reorientarnos. Policías de uniforme, policías sindicales, policías políticos de cualquier color, policías psicólogos, policías demócratas… todos ellos empeñados en hacer su trabajo, salvar el culo de un sistema que hace aguas (fecales).
Contra todos esos policías, debemos recuperar nuestras armas, las que a través de la lucha histórica hemos ido forjando:
*El internacionalismo proletario, en cualquier parte del mundo, cuando luchamos, lo hacemos como una misma clase, superando cualquier división nacional que solo beneficia a nuestros verdugos.
*La autonomía proletaria. La dirección de la lucha es de los propios proletarios, fuera y contra cualquier organismo que pretenda encuadrarnos. Luchamos de forma independiente, por nosotros/as mismas.
*La autoorganización, crear nuestra propia organización y espacios de lucha, debate y reflexión. Nuestros órganos masivos de poder como clase y nuestra organización de vanguardia que agrupe a las minorías revolucionarias.
* La unidad por encima de cualquier separación impuesta por las categorías del capital: independientemente de la edad, del trabajo, de estar en paro, de ser estudiante o pensionista, hombre o mujer, joven o viejo/a… somos una misma Clase expresando una misma necesidad: superar el mundo de la explotación, instaurar una sociedad realmente humana.
*La extensión de la lucha por encima de sectores laborales, barrios, pueblos, ciudades, naciones. Extender la lucha bajo la consigna de que todas las luchas hacen parte de la misma lucha y todas son necesarias para seguir luchando, para vencer. La solidaridad, no es una palabra bonita, es un arma cargada.
Con distintas intensidades y aún con mucho camino por recorrer, pero ya arden Francia, Reino Unido, Grecia… y nosotros saludamos esos incendios, no por lo que queman sino porque históricamente son una chispa entre miles, que más pronto que tarde superarán sus límites y prenderán el mundo de esperanza y revolución.
Por el comunismo
Barbaria
https://barbaria.net/
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[i] Aprovechamos para saludar a “los/as encapuchados/as” de Exarquia que le partieron la jeta a Varoufakis, el penúltimo pelele izquierdista de la burguesía y alentamos para que estos ejemplos se extiendan.