[Asamblea] ¿La hora más oscura es antes del amanecer?

«La guerra es un tipo de acción, gracias a la cual personas que no se conocen se matan unas a otras para gloria y provecho de personas que se conocen muy bien, pero que no se matan» (Paul Valéry)

Artículo del colectivo ruso Asamblea (Assembly) sobre otro año de guerra de trincheras en 2024, en solidaridad con las jornadas contra la guerra en otros países que se llevó a cabo del 17 al 25 de noviembre por invitación del secretariado de la Internacional de Federaciones Anarquistas (IFA).

Esta es una versión abreviada de nuestras publicaciones en ruso de noviembre y diciembre. En ellas encontrarás numerosas referencias, vídeos, etc.

Fuente en ruso: https://assembly.org.ua/samyj-temnyj-chas-pered-rassvetom-vzglyad-iz-harkova-na-eshhe-odin-god-okopnoj-vojny/

Estancamiento. Esta palabra empezó a aparecer en casi todos los materiales analíticos de la prensa occidental sobre la guerra ruso-ucraniana. Desde la retirada del ejército ruso de Kherson en noviembre del año pasado, la línea del frente se ha congelado casi sin movimiento, a pesar de los sangrientos intentos de cada bando por lograr un punto de inflexión a su favor y ganar espacio operativo. Tras el nuevo Verdún ‒la picadora de carne de invierno-primavera cerca de Bajmut‒ llegó una nueva batalla del Somme por una docena de aldeas en las estepas de la costa de Azov, que desde octubre se convirtió sin problemas en otro Verdún/Bajmut alrededor de Avdeevka. Si cae, sucederá lo mismo en nuevas fronteras un poco más alejadas. Mientras tanto, el amasijo de barro y cadáveres en Krynki, tal vez, ya parece un nuevo Passchendaele.

Si sólo por pereza no se compara el actual equilibrio de posiciones con la Primera Guerra Mundial, su final todavía es menos recordado. Fue acabado por los trabajadores de los países beligerantes: «La guerra no terminó en 1918 por la derrota militar de uno u otro bando. Los generales habrían pasado gustosamente unos cuantos años más matando a millones de personas para lograr sus objetivos. Terminó porque los distintos ejércitos y poblaciones de Europa entraron en acción. La mayoría de la gente sabe que Rusia salió de la guerra en 1917 gracias a la Revolución Rusa. Uno de los factores clave de la revolución fue que los obreros y campesinos de Rusia se rebelaron contra la guerra y contra su propia clase dirigente. Lo que es menos conocido es que en 1917 se habían producido importantes motines en el ejército francés, así como motines más pequeños pero igualmente significativos en el ejército británico. El levantamiento clave que puso fin a la guerra fue el motín de Kiel de la marina alemana en 1918. El Alto Mando, en un intento desesperado por cambiar el rumbo de la guerra, ordenó hacer zarpar a la flota, prácticamente intacta. Sin embargo, las organizaciones navales rebeldes, entre las que había marineros anarquistas, ya se lo esperaban. En respuesta, formaron los soviets y se apoderaron de sus barcos, rodeando puertos y cuarteles. Esto provocó una oleada de motines militares y huelgas obreras, obligando a la clase dominante, presa del pánico, no solo de Alemania, sino de toda Europa, a sentarse a la mesa de negociaciones y elaborar un tratado de paz”. En el momento de la probable llegada de Trump o de otro candidato aislacionista a la presidencia en Estados Unidos, la guerra ruso-ucraniana ya habrá hecho estragos durante 3 años. Es aproximadamente el mismo tiempo que tardó entonces en aparecer la situación revolucionaria. Ni los destacamentos de barrera, ni los tribunales militares, ni las hordas de agitadores callejeros por el «hasta el amargo final» ayudarán. Sigue leyendo

DE LA NAKBA…

De Boletín La Oveja Negra

La fundación del Estado de Israel es, para los expulsados y quienes lloran a sus muertos, la Nakba («catástrofe» en árabe): el momento en que los palestinos debieron comenzar su exilio, desposesión y desarraigo. La creación de cada Estado es una catástrofe y así deberían ser conmemoradas todas. ¿No está, acaso, el Estado argentino también fundado sobre la masacre, la desposesión y la expulsión de habitantes preexistentes? Se habla a veces de Israel como “Estado ilegítimo”, pero ¿qué Estado lo sería?

En 1948 el proceso de ocupación del territorio palestino para la creación del Estado de Israel supuso el abandono forzoso de los habitantes de sus tierras y hogares. Durante décadas, esta ocupación territorial se ha ido extendiendo bajo distintas formas de violencia sistemática. En estas últimas semanas, y tras una rápida escalada del conflicto, nos encontramos ante una brutal continuación de la Nakba. Con los habitantes de Gaza desplazados, bajo un asedio continuo mediante bombardeos, incursiones terrestres, y bloqueando el acceso de la población al agua, alimentos, sanidad, electricidad y comunicación.

Mientras tanto, los funcionarios de Estado de los países occidentales únicamente condenan el ataque del 7 de octubre para alinearse con la masacre que está llevando a cabo Israel con el apoyo de EE.UU. De igual modo proceden la mayoría de los medios masivos de (in)comunicación occidentales, que asimilan cualquier protesta a antisemitismo y cualquier reivindicación de la resistencia del proletariado palestino, incluso la mera condena al ataque llevado a cabo por Israel, con el apoyo a Hamás.

Con más de 15.000 muertos, la expulsión de 800.000 árabes palestinos en 1948 fue un acto de violencia y desplazamiento en masa sin precedentes en la historia de la región. La mayoría de los refugiados palestinos se asentaron precariamente en la Franja de Gaza (en ese entonces ocupada por Egipto) y en Cisjordania (ocupada por Transjordania, hoy Jordania), así como en Siria, Líbano, Egipto, Irak. La Nakba no se ha detenido, como el nuevo éxodo que sufrieron alrededor de 300.000 refugiados palestinos en 1967 durante la Guerra de los Seis Días, cuando Israel ocupó la Franja de Gaza y Cisjordania. Hoy asistimos en vivo y en directo a otro episodio de esta catástrofe, mientras la mayor parte del mundo mira para otro lado.

Pese a la distancia geográfica, no escribimos estas palabras a la ligera, con indiferencia ante el sufrimiento de las víctimas y sus seres queridos. Sin embargo, para el análisis de los acontecimientos debemos, por momentos, no partir de las emociones para apreciar adecuadamente lo sucedido. Este puñado de reflexiones, tienen como objetivo denunciar la presente matanza en Palestina así como comprender la situación actual.

En su ataque a Gaza, Israel ha proclamado abiertamente una intención genocida. El 31 de octubre y el 1 de noviembre Israel arrasó Jabalía, antiguo campo de refugiados ya urbanizado, al norte de Gaza, dejando unos 190 muertos. Ante este suceso renunció un alto funcionario de la ONU quien declaro: «sé bien que el concepto de genocidio a menudo ha sido objeto de abuso político, pero la actual matanza generalizada del pueblo palestino, arraigada en una ideología colonial etnonacionalista de colonos, la continuación de décadas de su persecución y purga sistemáticas, basada en su condición de árabes y sumada a declaraciones explicitas de intenciones por parte de los líderes del gobierno y ejercito israelíes, no deja lugar a dudas.» Hasta la misma ONU declaró que «Gaza es un cementerio de niños». Al cierre de este boletín, el número de asesinados en la Franja de Gaza asciende a más de 11.000, de los cuales alrededor de 5.000 son niños. Estas cifras oficiales continúan creciendo, con miles de desaparecidos y heridos. De los 2.3 millones de habitantes en la Franja, se estima que 1.6 millones se han debido desplazar a causa de los ataques, siempre al interior del reducido territorio, principalmente desde el norte hacia el sur.

Ahora bien, la definición de genocidio propia del derecho internacional puede hacernos perder de vista los motivos de clase detrás de un ataque étnico, nacionalista y religioso sobre una población. Israel funciona como un Estado confesional, brindando ciudadanía al “pueblo judío”, y más aun brindando apoyo económico y militar a los colonos en su afán expansionista. Evidentemente, los beneficios no son por igual, se trata de una sociedad profundamente estratificada (y zonificada) incluso entre la población judía, y fundamentalmente respecto de la población árabe (dejamos de lado aquí la inmigración como mano de obra barata proveniente de países como Tailandia). Israel fomenta la etnificación de parte del proletariado en tanto judíos, enfrentándolos al resto del proletariado etnificado en tanto árabe.

Desde este boletín hemos criticado la noción de pueblo desde nuestra propia realidad como “argentinos”. Decíamos en el nro. 86: «La población existe, sin embargo, la forma de categorizarla no es natural, la manera de designarla es política. No existe a la espera de ser reconocida y tener significado, es algo totalmente construido. Sin lo que “pasionalmente” conocemos como pueblo, la razón de Estado carecería de sentido. Los propios límites geográficos gracias a los cuales se puede definir “el pueblo argentino” se establecen a partir del Estado argentino. Primero el Estado después su pueblo, jamás al revés. Es de esta manera que decenas de poblaciones y comunidades quedan encerradas en las fronteras de la Argentina. En su acepción más corriente, para que exista un territorio determinado debe existir un Estado determinado. “El pueblo” no es un dato de la naturaleza, ni una clase social, siquiera un grupo sociológico, hay que construirlo y representarlo. Acontecimientos como las guerras, los mundiales o ciertos sucesos culturales refuerzan el concepto y ayudan a experimentarlo como realidad.»

En este caso, es el Estado Israelí el que ha construido una forma bien determinada de lo que significa ser “judío” y “palestino”, reforzadas por los frustrados intentos de un Estado Palestino separado. Desde una perspectiva anticapitalista no es necesario negar diferencias étnicas, culturales, religiosas entre proletarios para hablar de clases sociales, sino comprender cómo estas son abordadas, transformadas e impuestas por los Estados. Sigue leyendo

[Konflikt] Sobre la situación en Gaza

Traducido por NecPlusUltra

En este mismo instante Israel está cometiendo crímenes de guerra en Gaza. Aunque nuestros medios de comunicación están repletos de «valientes israelíes» que se defienden de «terroristas árabes locos», la verdad del asunto es bastante menos heroica. Por el contrario, lo que vemos en este momento es al ejército de un Estado moderno militarizado vengándose de civiles desarmados. Las consecuencias, por supuesto, son horribles. El Estado israelí ya ha asesinado a más del doble de civiles palestinos que el número total de israelíes que los nacionalistas palestinos consiguieron matar en su ataque contra Israel el 7 de octubre, y la ofensiva terrestre ni siquiera ha comenzado todavía. Sin embargo, todos los días el Estado israelí comete crímenes de guerra contra la población palestina —y esto mucho antes del 7 de octubre [n. del t.]—. Bombardear hospitales es un crimen de guerra. Cortar el suministro de electricidad, agua y combustible de Gaza es un «castigo colectivo». Es un crimen de guerra. La «deportación o traslado ilegal de civiles» es un crimen de guerra. En el habla cotidiana solemos llamarlo «limpieza étnica». Matar a los trabajadores de las agencias humanitarias de la ONU que participan en las labores de ayuda es un crimen de guerra. Israel los mata a pesar de todo. Bombardear ambulancias es un crimen de guerra. Israel lo hace a pesar de todo. El uso de fósforo blanco es un crimen de guerra. Israel lo hace a pesar de todo. Incitar directamente a otros a cometer genocidio es un crimen de guerra. Yoav Gallant, ministro de Defensa israelí, declaró: «Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia». Es un criminal de guerra.

Sin embargo, en todo Occidente vemos cómo los medios de comunicación se apresuran a defender a Israel al mismo tiempo que comete crímenes de guerra contra la población civil de Gaza. En los medios de comunicación es como si este conflicto fuera el de David contra Goliat; sin embargo, Occidente vitorea al Goliat israelí y condena al David palestino por tirar piedras.

Y en cuanto a Hamás, ¿qué puede haberles llevado a lanzar esta enorme incursión a través de la frontera con Israel y a desbocarse asesinando a casi un millar y medio de personas? ¿Qué esperaban conseguir con estas matanzas? ¿Cómo pensaban que esto podría hacer avanzar su causa? Lo vemos como un acto de pura desesperación. No creemos que Hamás viera ningún valor militar en este ataque[1]. De hecho, debían saber que matar israelíes en cantidades sin precedentes provocaría este tipo de respuesta genocida por parte del Estado israelí, así que ¿por qué lo hicieron? ¿Qué ventaja podían haber visto en provocar semejante matanza?

Para entenderlo tenemos que situar esta guerra en el contexto de la política internacional. Hoy Gaza es un agujero infernal. Es, de hecho, un gigantesco campo de prisioneros del que no se puede escapar. Tiene una población de casi 2,4 millones de habitantes hacinados en 365 km2, lo que la convierte en uno de los lugares más densamente poblados del mundo. También tiene una de las edades medias más bajas del mundo, con la mitad de la población menor de 18 años. Sigue leyendo

Hipocresía Imperialista en el Oriente y el Occidente

A medida que sigue aumentando el número de muertos en Gaza, donde muchas de las víctimas hasta ahora han sido niños, quedan al descubierto la brutalidad y el doble rasero de la realpolitik imperialista. Para nuestras clases dominantes, está muy claro que algunas vidas valen más que otras. Son las alianzas económicas, políticas y militares las que deciden cuales atrocidades son mencionadas y dónde. Basta con comparar los distintos bloques de voto en las resoluciones de la ONU sobre algunos conflictos recientes, y mirar cómo los han cubierto los principales medios de comunicación alrededor de todo el mundo. Mejor aún, observemos las respuestas hipócritas de algunos de nuestros estimados líderes mundiales:

  • El presidente de Estados Unidos, Biden, ha calificado anteriormente de «crimen de guerra» la matanza de civiles ucranianos, sin embargo, desconfía la espeluznante cifra de 7.500 palestinos muertos reportada por el Ministerio de Salud en Gaza. Y, simultáneamente, su gobierno proclama que Israel tiene el «derecho a defenderse».
  • El presidente ruso, Putin, se ha pronunciado sobre las «catastróficas» muertes de civiles en Gaza, pero no ha aceptado públicamente ninguna responsabilidad por una sola muerte de civiles en Ucrania (que oficialmente asciende a 10.000, pero podría ser mucho mayor).
  • El presidente de Turquía, Erdoğan, ha declarado que Israel es un «ocupante» y ha denunciado la «masacre» de palestinos. Mientras tanto, su régimen sigue bombardeando regularmente zonas kurdas de Irak y Siria.
  • Tras reprimir brutalmente las protestas masivas en su propio país (matando al menos a 500 personas en el proceso), el presidente iraní, Ebrahim Raisi, denuncia ahora los «crímenes de guerra» israelíes y proclama que son los palestinos quienes tienen «derecho a la autodefensa».

Estas declaraciones no deberían sorprender a nadie. La moral capitalista es a penas más que un ejercicio de relaciones públicas. En la guerra, se utiliza este discurso moral para unir a la población contra un enemigo del estado, sea cual sea este. Cada uno de los bandos contendientes denuncia los «crímenes de guerra» del otro. Para los gobiernos del Occidente, la denegación de agua y electricidad a los ciudadanos ucranianos fue un «crimen de guerra» ruso, pero se justifica la misma política de guerra total cuando Israel la encabeza en Gaza. Los diversos «derechos» (a la autodefensa, a la autodeterminación, etc.) se invocan cuando conviene, y se niegan cuando es necesario. Estos «derechos» pretenden dar a la violenta realidad de las relaciones imperialistas entre naciones un barniz de orden y racionalidad. Pero es la lucha por los mercados, las materias primas, la tecnología, la tierra y las ganancias lo que realmente dicta la política internacional. Y es este el entorno político en que se lanzan acusaciones mutuas de «limpieza étnica», o incluso de «crímenes contra la humanidad» y «genocidio». Solamente en los últimos tres años han habido al menos cuatro conflictos descritos en tales términos por los diversos bandos rivales: Tigray, Ucrania, Nagorno-Karabaj y ahora Gaza. Los asesinatos y expulsiones de grupos étnicos también son un fruto natural de los regímenes poscoloniales que obtienen su apoyo mediante la afirmación de lealtades étnicas y tribales, que en la retorcida lógica del sistema, asumen otra dimensión como parte de la competencia imperialista. En la guerra moderna, incluso las preocupaciones humanitarias son un arma política que despliegan los actores capitalistas para alimentar nuevos conflictos, ya que pueden justificar sanciones internacionales y hasta el conflicto armado en nombre de quien designen como “victima”.

Para los comunistas internacionalistas, la culpabilidad por los horrores que se están desatando actualmente en el mundo—ya sea en Gaza, Bakhmut, Nagorno-Karabakh o cualquier otro lugar—recae totalmente en los hombros del podrido sistema capitalista-imperialista. Durante décadas hemos advertido que la crisis de un sistema economico mundial escaso de ganancias se traduciría a un aumento de enfrentamientos entre potencias militares. Ahora estamos viviendo las consecuencias reales de la antes mencionada crisis del sistema economico mundial en forma de la guerra: ciudades y pueblos destruidos por cohetes y aviones “drone”, interrupciones en la cadena mundial de suministro, reclutamiento y represión de la protesta, masacres en el frente y desplazamiento masivo de civiles. Las víctimas, los que se ven obligados a matar y morir por «su» nación, son los obreros en todo el mundo.

Las soluciones diplomáticas, dictadas por uno u otro actor capitalista, sólo pueden posponer lo inevitable. Las contradicciones de un sistema basado en la competencia económica y militar entre Estados capitalistas, es decir, no se pueden resolver dentro del marco de ese sistema. Los comunistas internacionalistas no piden un «alto el fuego», ni hacen llamamientos a la «democracia» o a los «derechos» de las naciones; esto, no por falta de compasión o desapego, sino porque vemos el sistema tal como es. Sólo existe una salida: que los trabajadores «deserten de la guerra», que confraternicen más allá de todas las fronteras, que se nieguen a matar y mutilar a sus hermanos de clase, que viren su ira en contra de las clases dominantes responsables de convertir nuestro planeta en un mundo envuelto en llamas. En lugar de tomar bando en las guerras imperialistas que arrasan con ciudades enteras, matando a los no-combatientes en mayor proporción que a los propios combatientes, nuestra tarea es señalar hacia donde nos están llevando estos conflictos y guerras locales: hacia una futura conflagración global.

Lo que le está sucediendo ahora mismo a las poblaciones de Gaza, Israel, Ucrania y Nagorno-Karabaj, apoyen o no a su «propio» régimen, será replicado pronto en nuestros propios hogares. El cinismo de la burguesía está a flor de piel: una combinación de atrocidades, hipocresía y demostraciones de preocupación (auto)interesadas y falsas por parte de los portavoces del capital. Los vídeos y las fotos, los testimonios de las víctimas, Gaza en ruinas, etc., están a la vista de todos en las redes sociales. Aunque la visión de muchos siga oscurecida por las banderas palestinas, esta realidad debería alarmar a todos los trabajadores del mundo porque es este el futuro que el capitalismo tiene reservado para la humanidad.

Los conflictos que hoy empapan con sangre el suelo de nuestro planeta proporcionan una preocupante mirada a la barbarie y carnicería que el capitalismo puede, en cualquier momento, desatar. Nuestra alternativa, la única posible por lejana que parezca en estos momentos, debe seguir siendo el socialismo. Ninguna guerra salvo la guerra de clases podrá poner fin al sistema que engendra estas atrocidades.

Dyjbas
Organización Obrera Comunista
(afiliado de la TCI en Gran Bretaña)
28 de octubre de 2023

El nacionalismo de Estado ucraniano no es anarquismo

Nota de Materiales: El presente texto fue escrito hace 6 años por compañeros de la región rusa, es decir tiempo antes de la guerra desatada en el 2022. Nos pareció importante traducirlo y publicarlo porque marca posiciones concisas contra ambos campos capitalistas-belicistas, pese a algunos aspectos contenidos aquí que podríamos discrepar, aun así, es una posición genuina a contracorriente de lo que una gran parte  del anarquismo oficialista e ideologico se empecina en pregonar: el «apoyo crítico» a una de las facciones burguesas bajo el pretexto de «autodefensa contra la invasión». Es por eso que consideramos importante dar a conocer en todo momento posible este tipo de posiciones.

*** 

Ha aparecido un grupo de gente de Ucrania, nacionalistas de Estado, que apoyan la guerra del Estado ucraniano, su ejército, la ATO [operación antiterrorista], etc. Y sin embargo se hacen llamar anarquistas. Así que aquí está, para todos aquellos que están fuera de onda. Un anarquista, por definición, no puede apoyar al Estado y sus estructuras de poder. Por supuesto, no existe una policía anarquista y nadie puede prohibir a esta gente que se llame como quiera. Pero en cualquier caso, alguien que está a favor del Estado y su ejército no puede ser anarquista de ninguna manera, simplemente por definición.

Esta cuestión no está necesariamente relacionada con la defensa de la propia tierra natal, pueblo, ciudad, país. Algunos anarquistas son cosmopolitas, pero no todos. Podemos dar muchos ejemplos de destacamentos autónomos de socialrevolucionarios de izquierda (cercanos al anarquismo) y anarquistas que lucharon contra los ocupantes alemanes y austriacos en 1918 en Ucrania, o Ataman Zeleny (tenía ideas sociales cercanas al anarquismo) que luchó contra los ocupantes bolcheviques rusos y rusos de la Guardia Blanca en Ucrania en 1919. Sin embargo, ¡los Makhnovistas y los Verdes lucharon también contra los nacionalistas ucranianos-Petliurovistas! U otro ejemplo: el de los anarquistas y sindicalistas revolucionarios polacos que lucharon contra los ocupantes germano-nazis en Polonia en 1939-1945. El principio aquí es el siguiente. Se trataba de unidades autónomas, milicias de voluntarios, que luchaban por una federación de colectivos de trabajadores autónomos, y no por un Estado nacional centralizado en Polonia o Ucrania.

Así, en Polonia existía antes de la Segunda Guerra Mundial un movimiento de sindicalistas revolucionarios, basado en la práctica de la «huelga polaca» (ocupación de una fábrica por los trabajadores durante una huelga). Durante la ocupación nazi, la 104ª Compañía de anarquistas y sindicalistas revolucionarios participó en el Levantamiento de Varsovia contra los nazis en 1944. Hubo otras unidades y grupos anarquistas. Pero estas personas no lucharon por el Estado polaco, al que se oponían, sino por la transformación de Polonia en una unión de regiones descentralizadas, por la transferencia del poder en las regiones a las asambleas populares y sus delegados (con el derecho a destituir a un delegado en cualquier momento), por la transferencia de las empresas a manos de colectivos de trabajadores (y asociaciones de trabajadores). Las unidades autónomas populares de anarquistas y sindicalistas revolucionarias podían aliarse con otras fuerzas que luchaban contra las tropas nazis (como el Partido Comunista y la GL), pero sus objetivos y la agitación que llevaban a cabo eran precisamente anarquistas, no estatales.

Pero muchos (no hablaré por todos) «anarquistas» ucranianos de hoy, a juzgar por lo que dicen, son bastante diferentes. ¿Quiénes son todas esas personas que glorifican a los «cyborgs», a las Fuerzas Armadas Ucranianas y a otros estados ucranianos, que hablan de defender a este estado y de apoyar a su ejército? Son activistas del Estado, no anarquistas. Estas personas podrían llamarse a sí mismas nacionalistas, nacional-activistas, nacional-lo-que-sea. ¿Pero qué tiene que ver esto con el anarquismo?, no lo entiendo. Ni siquiera es nacional-anarquismo, es sólo nacionalismo estatal ordinario, apoyo a la burocracia, a los oficiales, a los generales, a la oligarquía que dirige el país. Es el apoyo al ejército estatal. Después de todo, incluso los nacional-anarquistas, independientemente de cómo se traten sus puntos de vista (y yo no los comparto), no suelen defender al Estado.

Se preguntan si tal defensa del Estado está bien o mal. Personalmente, creo que me equivoco: el estado ucraniano ha dejado a su propia población sin pantalones y envía a sus propios voluntarios a picadoras de carne y calderos, como en Ilovaisky y Debaltsevo. ¿Es «su» Estado un 19,5% mejor que el de los adversarios de este Estado, o un 17% peor? Personalmente, eso no me interesa especialmente. Pero en este caso carece de importancia. Estas cuestiones pueden discutirse por separado, no es de eso de lo que estoy hablando ahora.

Es necesario recordar una cosa simple. Si una persona apoya al ejército del estado en su guerra, al ejército que sigue las órdenes de los generales y del gobierno, no es anarquista y no puede ser anarquista. Aconsejo a todo el mundo prestar atención a esto y no caer en falsedades.

Michael Shraibman ( Diciembre 2017)

https://avtonom.org/

https://avtonom.org/author_columns/ukrainskiy-gosudarstvennyy-nacionalizm-eto-ne-anarhizm

Textos sobre la cuestión Palestina desde una perspecticva de clase y revolucionaria [Parte II]

La última carnicería en el Medio Oriente forma parte de la marcha hacia la guerra generalizada

El ataque sin precedentes de Hamás contra Israel se debe a motivos internos e internacionales cercanamente entrelazados:

  1. La destitución de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Abu Mazen, un organismo corrupto e incompetente que actúa en connivencia con el Estado israelí, y que actualmente goza de un gran descrédito entre la población palestina, otorgando a Hamás el liderazgo exclusivo en la lucha contra el Estado de Israel.
  1. Socavar el camino abierto por los Acuerdos de Abraham de 2020, que ve (o vio) negociaciones en curso entre Israel y Arabia Saudita, y en los que también participó la ANP. Los Acuerdos de Abraham eran entre países suníes e Israel, por lo que Hamás se sintió aislada, temerosa de dejar de recibir ayuda financiera de Riad y Qatar. En términos más generales, el objetivo de Hamás es implicar a los Estados árabes en una especie de «alianza santa» contra Israel: un frente árabe (Egipto, Siria y Líbano) en contraste con el pacto entre Israel y algunos países árabes (los Emiratos y Bahréin) con la perspectiva de incluir a Arabia Saudí.

Además, también es importante señalar que una acción de este peso depende de Irán y de los ayatolás, es decir, de un frente imperialista antieuropeo, anti-OTAN y anti-estadounidense. Lo que significa echar leña al fuego de la guerra en Ucrania—en fin, todo está ligado en la carnicería de la guerra que libran los imperialismos tanto «occidentales» como «orientales».

Irán tiene todo el interés en hacer de la región un escenario de guerra contra Israel, tanto para debilitar a su enemigo número uno, como para obligar a sus aliados históricos (Rusia, China y Corea del Norte) a apoyar a Teherán en su estrategia regional, aunque esto sea poco realista en la actualidad.

Los medios de comunicación occidentales señalan con el dedo la barbarie yihadista, pero «olvidan» o restan importancia a la discriminación, la opresión y la violencia perpetradas por la clase dominante israelí contra el proletariado palestino, incluso cuando son ciudadanos de Israel. Recientemente la violencia ha aumentado bajo la influencia de la extrema derecha, más o menos religiosa, que es socio principal del actual gobierno de Netanyahu.

No olvidemos tampoco que Hamás fue apoyada originalmente por Tel Aviv para contrarrestar a Fatah de Yasser Arafat y a las formaciones armadas «de izquierdas» de la OLP. En cuanto a los talibanes, en cuanto al ISIS, ambos «patrocinados» en su momento por EEUU, el «brujo» imperialista ha perdido el control de los «monstruos» de su propia creación que ahora están reforzando las filas enemigas. El perro muerde ahora las manos de quienes lo alimentaron.

La clase dominante siempre ha tratado de dividir y oponer a los diversos segmentos de la clase obrera en distintas agrupaciones «étnico-nacionales», una práctica llevada al extremo por el nazismo. Esto también es cierto en el supuestamente tan «democrático» Estado de Israel, donde la clase obrera de origen palestino es oprimida, acosada y explotada de las formas más brutales y «primitivas», como ocurre con los trabajadores inmigrantes en todo el mundo. La Franja de Gaza es una prisión al aire libre, a la que el Estado israelí priva a menudo de agua, electricidad y gas, y donde la asistencia sanitaria es extremadamente deplorable: en resumen, donde la inmensa mayoría de la población se ve obligada a sufrir condiciones de vida inhumanas.

Sin embargo, incluso en Israel existe una clase obrera israelí, a la que la guerra actual expone aún más a la intoxicación nacionalista y belicista, precisamente cuando en el otro lado se inyecta a la clase obrera palestina el veneno ideológico de la propaganda islamista, hasta ponerla en manos del imperialismo de los ayatolás.

Así, la clase obrera de ambos bandos se ve empujada a masacrar a poblaciones indefensas y se deja masacrar para luchar una supuesta «guerra santa» o defender una supuesta «democracia», en realidad por los intereses de las burguesías enfrentadas, que sólo pueden perpetuar su dominación mediante la opresión, la explotación y el derrame de sangre del proletariado. El hecho de que, históricamente, el número de palestinos muertos en la represión y las redadas israelíes sea mucho mayor que el de las víctimas de la burguesía islamista como Hamas no hace a esta última menos asesina más excusable que la burguesía israelí.

Las guerras entre la clase dominante (hoy en día, guerras entre potencias capitalistas) son siempre guerras contra los obreros asalariados: explotados, heridos y enviados a sus tumbas demasiado jóvenes como algo normal en el trascurso de realizar su trabajo en los tiempos de paz; aún más explotados y asesinados al por mayor en tiempos de guerra, cuando los conflictos entre los patrones, sus crisis e intereses económicos, sólo pueden resolverse con las armas.

Cada guerra revela la verdadera naturaleza de los partidos políticos y de los sindicatos que pretenden estar del lado de la clase obrera. Al alinearse para apoyar a tal o cual facción capitalista en nombre del presunto “derecho a la autodeterminación de los pueblos”, las guerras ponen al descubierto cualquier ilusión de que la socialdemocracia defienda a la clase obrera. No entienden, ni tampoco pueden entender, que no existen guerras progresistas de liberación nacional en la época actual. Cualquier posible Estado nuevo no sería más que otra prisión para la clase obrera; una herramienta para permitir a una facción de la burguesía mundial oprimir a su «propio» proletariado, sin compartir el fruto de esa opresión con otras facciones de la burguesía mundial. Alegrarse obscenamente por las masacres llevadas a cabo por Hamás es compartir la lógica asesina de la burguesía palestina, una actitud reflejada por aquellos que niegan la devastación creada por el Estado de Israel: ambos son igualmente criminales.

El apoyo hacia las llamadas “luchas de liberación nacional” no sólo envenena a las formaciones engendradas por la degenerada Tercera Internacional (estalino-maoísmo, trotskismo, etc.), sino también a sectores del anarquismo e incluso a quienes, falsamente, se proclaman internacionalistas. La guerra en Ucrania y, ahora, en Palestina-Israel son una prueba más de ello.

En este contexto, el argumento fundamental para la unidad de clase de todos los sectores de la clase obrera—contra la burguesía, sus estados, y todos los ‘bloques’ imperialistas—independientemente del origen «nacional» de las partes que la componen, es aún más válido. Somos muy conscientes de que en un contexto como el de Israel-Palestina es muy difícil llevar esta práctica a cabo de modo concreto. Sin embargo, para los proletarios en Ia región, no hay otra manera de evitar convertirse en carne de cañón de una u otra facción del capitalismo, ya sea esta «democrática» o reaccionaria, laica o religiosa. Todos los capitalistas son igualmente enemigos mortales de la clase obrera, y la misma no debe derramar ni una gota de sangre por quienes la explotan, y mucho menos por sus objetivos nacional-imperialistas.

Aceptar este punto de vista es el primer paso fundamental para iniciar la lucha contra las guerras de la clase capitalista. Tenemos que empezar por “nuestros” propios jefes, partiendo del principio revolucionario de que «el principal enemigo está en casa». Esta lucha tiene que empezar en el lugar de trabajo, donde ocurre la explotación que alimenta todo el modo de producción capitalista y, por tanto, la sociedad burguesa en su totalidad. Es una lucha tanto contra el enemigo abierto, contra la patronal, como contra los amigos falsos de los trabajadores, principalmente los sindicatos y los partidos políticos de «izquierda» que confinan sus luchas en el marco legal del sistema, socavándolas hasta asfixiarlas.

Del mismo modo, quien apoya únicamente a los trabajadores palestinos e ignora a la clase obrera israelí, salta de la sartén al fuego. Piensan que el enfrentamiento de la primera con la segunda no tiene importancia porque ésta no es más que una esclava de la política ultranacionalista de su gobierno. Pero la clase obrera palestina, a su vez, está bajo el pulgar de un puñado de capitalistas que no dudan en ponerse del lado del imperialismo de los ayatolás: uno de los conjuntos de gobernantes más despiadados cuando se trata de la oposición interna. En esta situación, ambos grupos de trabajadores están nada más pueden permanecer atrapados en la lógica del capitalismo, el nacionalismo y el imperialismo, donde la guerra es la única solución y no la liberación de la esclavitud asalariada.

Tras décadas de ataques capitalistas, la clase obrera mundial sigue aturdida, sigue luchando por levantar cabeza, desorientada y confusa por los trastornos materiales que ha sufrido (reestructuración, globalización, precariedad, etc.) y por el golpe ideológico que supuso el colapso del capitalismo de Estado en la antigua URSS: el país que muchos se hicieron engaño hasta creer que este representaba verdaderamente la alternativa socialista al capitalismo.

Pero la auténtica alternativa existe realmente. De hecho, es una alternativa vital, dados los peligros de guerras localizadas que se convertirían en una guerra generalizada que amenazaría con destruir a la humanidad o, igualmente, a través de una catástrofe climática que ya se vislumbra en el horizonte.

Una vez que las masas trabajadoras se sacudan el miedo y la resignación y redescubran su propio camino de auténtica lucha de clases, las minorías revolucionarias de hoy estarán en condiciones más propicias para crecer y unirse a los sectores más combativos y con mayor conciencia de clase del proletariado, para forjar el instrumento político indispensable para superar esta sociedad sangrienta e inhumana: el partido de la revolución mundial, la nueva Internacional comunista.

¡Comunismo o barbarie!

Tendencia Comunista Internacionalista

11 de octubre de 2023

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De Gaza a Tel Aviv y en todo el mundo… ¡Ninguna guerra sino la guerra de clases!

“La posición de los revolucionarios frente a la guerra capitalista es siempre la misma: contraponer a la guerra la revolución social, luchar contra ‘su propia’ burguesía y ‘su propio’ Estado nacional.”

7 de octubre de 2023 – un día más en un sangriento conflicto que dura desde hace décadas entre facciones capitalistas opuestas en el territorio de “Israel/Palestina”. Nuestros amos burgueses llevan una vez más a nuestros hermanos y hermanas proletarios a matarse unos a otros y esperan de nosotros – según donde vivamos – que nos pongamos de parte de uno u otro bando.

Hamás y la Yihad Islámica lanzan cohetes contra las ciudades de “Israel” y envían a sus milicias a las calles para ejecutar o secuestrar a “civiles” y “soldados”… igual que ocurrió en Srebrenica, Sabra y Chatila, Bucha…

Las FDI bombardean indiscriminadamente el gueto de Gaza, arrasando barrios enteros y cortando el suministro de agua, electricidad, alimentos y medicinas… como se hizo en Faluya, Homs, Mariúpol… o como ha hecho tantas veces antes.

Una y otra vez hemos escuchado justificaciones para apoyar la guerra en el territorio de “Palestina/Israel” – quizás más que cualquier otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial, éste se presenta como una “guerra santa” entre “el bien y el mal”. Este argumento belicista burgués es promovido por los medios de comunicación, los políticos, la “derecha”, la “izquierda” y la “ultraizquierda”, así como por algunos de los llamados “comunistas” y “anarquistas”.

La construcción ideológica burguesa del “excepcionalismo judío/israelí” se esgrime tanto en sentido positivo como negativo y es utilizada por nuestros enemigos de clase para impedir, obstaculizar y aplastar el desarrollo de la solidaridad de clase entre los proletarios “judíos/israelíes” y “árabes/palestinos”.

Por un lado, a los “judíos/israelíes” se les permite defender “su Estado y su identidad”, incluso por parte de algunos de los que se proclaman revolucionarios y se oponen a todos los Estados e identidades nacionales, porque “su sufrimiento fue único” durante el Holocausto.

Por otra parte, varios grupos que también se proclaman revolucionarios y “luchan por los intereses de la clase obrera” nunca extienden su llamamiento a la confraternización a los proletarios “judíos/israelíes”, sino que los agrupan con su “propia” burguesía y piden la destrucción de Israel por ser un “Estado excepcionalmente opresor”. Al mismo tiempo, en lugar de apoyar a los proletarios de Gaza y Cisjordania para que se levanten contra sus “propios” explotadores, llaman a apoyar al Estado nacional “palestino”.

Como comunistas, rechazamos totalmente todas las falsas comunidades que intentan unir a los explotados con sus explotadores; ¡el proletariado del territorio de “Israel/Palestina” no tiene intereses comunes con su “propia” burguesía, al igual que el proletariado mundial no tiene intereses comunes con la burguesía mundial!

El “antiimperialismo” y la “liberación nacional” no son más que la defensa de los intereses imperialistas de la fracción de la burguesía que no es actualmente dominante. Nada cambia a este respecto si esta fracción es mucho más débil, ¡o si algunos de sus dirigentes están dispuestos a sacrificarse por su causa!

Como comunistas, llamamos de la misma manera a la destrucción de todos los Estados, porque no son más que la expresión local del Estado capitalista mundial, ¡una estructura de violencia organizada de la clase burguesa contra la clase proletaria!

Proletarios de las fuerzas armadas “israelíes”: ¡no tenéis ningún interés en defender ninguna “patria judía”, esta es la tierra de “vuestra” burguesía, no la vuestra! Negaros a disparar y negaros a imponer el bloqueo que está matando de hambre a millones de vuestros hermanos y hermanas de clase. Como ya habéis demostrado en muchas ocasiones, ¡rechazad obedecer órdenes, resistid al servicio militar!

Proletarios de las fuerzas armadas “palestinas”, ¡no tenéis ningún país que conquistar! ¡Rechazad matar o morir por los intereses de vuestros explotadores!

Trabajadores del frente “interno”, ¿cuántas veces os han bombardeado, disparado? ¿Cuántas veces habéis sido violentamente reprimidos por vuestro “propio” Estado cuando os habéis atrevido a hacer huelga o protestar? ¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la miseria? ¡Levántate y niégate a apoyar a “tu” Estado y sus guerras! ¡Lo único que perderás serán tus cadenas!

Tanto en “Palestina/Israel” como en “Ucrania”, “Azerbaiyán/Armenia”, “Sudán” y otros lugares, nuestros enemigos de clase nos están convirtiendo en carne de cañón o en fabricantes de cañones. Cada vez más, todos estos conflictos burgueses “locales” están contribuyendo a la formación de una serie de superbloques enfrentados, que se acercan cada vez más a una confrontación militar abierta, posiblemente nuclear. Una confrontación que podría poner fin a toda la vida en este planeta.

Nuestra única esperanza es volver las armas contra nuestros “propios” generales, contra nuestros “propios” jefes, negarnos a obedecer las órdenes, negarnos a producir el material de guerra – ¡oponernos tanto a la carnicería de la guerra capitalista como a la miseria del interbellum capitalista (o, como lo llaman nuestros enemigos de clase, “la paz”)!

Tomemos ejemplo de los camaradas que se amotinaron en “Rusia” y “Alemania” contra la carnicería de la Primera Guerra Mundial, o de los que fraternizaron a través de la línea de trincheras en la guerra entre “Irak” e “Irán”, o de los que vestían uniformes “americanos” durante la guerra de “Vietnam” y mataron a sus oficiales con granadas de fragmentación en acciones directas llamadas fragging.

Proletarios con y sin uniforme, ¡organicémonos juntos contra el sistema capitalista de explotación del trabajo humano que está en la raíz de toda miseria, de toda opresión estatal y de todas las guerras!

¡Transformemos esta guerra en una guerra de clases por la revolución comunista mundial!

Tridni Valka / Guerra de Clases – 8 de octubre de 2023

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MASACRE PROLETARIA EN PALESTINA

Bajo la mirada afligida de millones de espectadores, convencidos de su imposibilidad de hacer algo más que participar en alguna concentración o procesión ovejera, el Estado de Israel vuelve a bombardear la franja de Gaza bajo la cobertura del antiterrorismo. Las lágrimas de cocodrilo de las principales potencias capitalistas no esconden su satisfacción por tener en Oriente Medio un tentáculo como el del Estado Israelí, auténtico brazo armado del capitalismo mundial para mantener el orden en la región. El proletariado que vive en Gaza, Cisjordania o Líbano conoce en su pellejo esta realidad.

Políticos, periodistas, oenegeros, sindicalistas, tertulianos y todo tipo de payasos del espectáculo, nos dan toda un gama de explicaciones y soluciones que encierran el conflicto en oriente medio dentro de los márgenes burgueses. Se limitan a crear una demarcación entre quienes defienden a los palestinos y quienes defienden a los israelíes, alineando a todo quisqui detrás de las banderas hediondas de cada Estado nacional. Para ello construyen toda una fábula grotesca que encubre la verdadera realidad social. Mezclan los intereses del Estado palestino con los del proletariado que vive en esa tierra, amalgaman la lucha desplegada por los proletarios con Hamas, ponen en un mismo saco al joven que tira piedras y a los grandes comerciantes o banqueros palestinos, asimilan al proletario que vive en Israel y lucha contra “su propia” burguesía (desertando, objetando…) con su brutal negación en el ciudadano que vive en complicidad con el Estado. Eliminan de esta forma toda la confrontación de clases, toda división social entre explotados y explotadores, fomentando el mito del enfrentamiento entre países.

Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente medio como parte indisociable de la lucha contra la dictadura del capital. Es imprescindible afirmar abiertamente que esa masacre es antes que nada una expresión más del terrorismo que el capitalismo despliega en todo el mundo contra nuestra clase, contra nuestra vidas. Que quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista son, en primer lugar, los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando; Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, junto con los Estados propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.

Los grupos y militantes revolucionarios de todo el mundo estamos obligados a subrayar y discutir como propia la lucha del proletariado en Palestina, sus intentos de proyectarse en fuerza autónoma, así como la represión que sufre. Destacar la tentativa de autonomía que en numerosas ocasiones ha trazado la lucha, enfrentándose a todos los Estados. Insistir en que la esencia de la lucha del proletariado en Palestina es la misma que en el norte de África, que en Grecia, que en los suburbios franceses, que en China, que en Irak, que en Oaxaca, que en Haití, que en todos los lugares donde el proletariado se levanta: la contraposición entre las necesidades humanas y las de la economía capitalista. Estamos obligados a denunciar y a enfrentarnos a todos los aparatos del Estado palestino o israelí, a todos los que son parte del organismo mundial del capital que nos masacra, que nos arrastra por falsos caminos, a todos sus lacayos por el mundo, a todos sus voceros y propagandistas. Y ante todo estamos obligados a luchar aquí y ahora, contra “nuestro propio” Estado, contra “nuestro propio” país.

NO SOMOS NI JUDÍOS, NI ISRAELÍES, NI PALESTINOS ¡SOMOS EL PROLETARIADO!

CONTRA LA PATRIA. CONTRA TODA UNIDAD NACIONAL. CONTRA EL TERROR BURGUÉS.

LUCHEMOS EN “NUESTRO PROPIO” PAÍS CONTRA “NUESTRO PROPIO” ESTADO.

Proletarios Internacionalistas

Textos sobre la cuestión Palestina desde una perspecticva de clase y revolucionaria

Publicado por primera vez en verano de 1992 como Worldwide Intifada, nº 1; reeditado en 2002; esta edición se publicó en 2016.

https://libcom.org/

Reproducimos aquí un antiguo panfleto al que se hace referencia en el artículo de Aufheben, Behind the 21st century intifada. Fue publicado en 1992.

INTIFADA MUNDIAL

¿Autonomía palestina o autonomía de nuestra lucha de clases?

Hay que decir desde el principio de nuestro boletín que no deseamos la creación de un Estado palestino en lugar del Estado sionista de Israel. Ni apoyamos las conversaciones de paz ni deseamos la autonomía palestina: la única autonomía por la que merece la pena luchar es la autonomía de nuestra lucha de clase contra el capitalismo.

En todo el mundo, la burguesía presenta la Intifada como una lucha nacionalista entre palestinos e israelíes o árabes y judíos. De Tel Aviv a Argel, de Roma a Nueva York, la burguesía internacional, a través de sus medios de comunicación, describe la lucha en los mismos términos.

El conflicto no es entre palestinos e israelíes; es entre dos clases con intereses contrapuestos: la burguesía y el proletariado.

El levantamiento de la clase obrera palestina ha sido utilizado por ciertas facciones burguesas como prueba del deseo de un Estado palestino; un Estado que estará dominado por el «portavoz oficial» del pueblo palestino: la burguesa Organización para la Liberación de Palestina.

Las luchas de liberación nacional cuentan tradicionalmente con el apoyo de maoístas, estalinistas y otros partidos situados a la izquierda de la burguesía. Por lo general, el argumento se basa en la falsa idea de que el socialismo puede construirse en un solo país. La historia nos muestra la insensatez de esta idea: aunque se establezcan gobiernos con el objetivo de defender los intereses de los trabajadores, no pueden esperar hacerlo dada la naturaleza imperialista del capital. Los Estados nacionales tienen que funcionar según las reglas del mercado mundial. La única respuesta a la explotación mundial es el comunismo mundial.

Dentro de lo que se denominan luchas de liberación nacional, o dentro de las luchas que son secuestradas para convertirse en ellas, siempre hay una lucha de clases: en Irlanda del Norte, como en Cachemira, como en Israel. La creación de un nuevo Estado no ofrece nada a la clase trabajadora, salvo la oportunidad de ser gobernada por una clase dirigente que comparte una parte de su herencia cultural y lingüística.

Los izquierdistas de todo el mundo defienden a la OLP y sus políticas «progresistas» de liberación nacional. Del mismo modo que defendieron al Congreso Nacional Africano, a los Jemeres Rojos y al Viet Cong. Cuando se critica a la OLP es por su «estatismo, jerarquía, vanguardismo y terrorismo»; se pasa por alto el hecho de que la OLP es el enemigo de clase del proletariado.

Los izquierdistas argumentan que es necesaria una alianza de la clase obrera con elementos «progresistas» de la burguesía contra el mal mayor del Estado de Israel. Rechazamos esta noción peligrosa y espuria. Una alianza con cualquier facción o elemento de la burguesía, lejos de fortalecer la intifada, la desarma irrevocablemente. Por ejemplo, en 1979 una oleada masiva de lucha de clases en Irán barrió al Sha. En el plazo de un año, la «alianza con elementos progresistas de la burguesía» desarmó la lucha de clases: las huelgas y los consejos obreros fueron disueltos y suprimidos. El resultado fue una masacre de militantes y el establecimiento de una república islámica virulentamente antiobrera.

¿Por qué no puede haber una alianza entre la burguesía y la clase obrera? Porque los intereses de clase de la burguesía y de la clase obrera son diametralmente opuestos. La única forma en que la clase obrera puede defenderse es mediante una lucha de clases autónoma e independiente de todas las fuerzas que intenten desviarla o restringirla a objetivos capitalistas; la lucha de clases autónoma está en guerra con todas las fuerzas divisorias como los sindicatos, los partidos de izquierda, los frentes de liberación nacional o los movimientos religiosos.

La historia ha demostrado que la construcción del Estado no ofrece nada a la clase obrera. Los nuevos Estados sólo ofrecen a una nueva facción de la clase dominante la oportunidad de explotarnos en lugar de a los antiguos, pero nuestros intereses se oponen a todos los gobiernos.

Arafat y Sharon están del mismo lado: Contra la clase obrera

Dentro de los confines geográficos de la Palestina histórica, existe una fuerte tradición de lucha de clases que entró en una fase combativa en diciembre de 1987 con una huelga general salvaje. Las tiendas, las calles y los lugares de trabajo de los territorios ocupados quedaron desiertos y 120.000 trabajadores no acudieron a sus puestos de trabajo en Israel. Fue la primera huelga general desde 1936. La burguesía palestina e israelí quedaron estupefactas.

La huelga general de 1936 fue la culminación de tres años de intensa lucha de clases contra los terratenientes: británicos, sionistas y palestinos. Los puertos y la refinería de petróleo de Haifa quedaron paralizados durante seis meses. La burguesía mundial se alarmó: el Estado británico envió 30.000 soldados para aplastar la lucha. Armó y organizó a los colonos sionistas locales y juntos se dedicaron a aterrorizar a la clase obrera hasta someterla. Mientras tanto, los sionistas organizaron a los obreros judíos para romper las huelgas. La burguesía árabe local de Jordania e Irak hizo un llamamiento a la clase obrera para que se rindiera. Cuando no lo hicieron, la lucha fue finalmente reprimida con la ejecución de 5.000 huelguistas y la detención de 6.000 por un esfuerzo combinado de los ejércitos británico, árabe y sionista.

Hoy la clase obrera palestina se enfrenta de nuevo a una burguesía mundial unida en su oposición a la intifada. Las estrategias de la burguesía han sido dos: desviar la lucha y reprimirla. Sigue leyendo

Guerra de Clases 15/2023: La voz de la cólera se hace oír en Irán

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La voz de la cólera se hace oír en Irán

Una vez más, los ojos de los militantes comunistas de todo el mundo se han vuelto hacia Irán como campo de batalla de la gigantesca revuelta proletaria, una más en la serie de enfrentamientos de clase que han sacudido Irán y la región circundante durante la última década.

Teherán, 16 de septiembre de 2022 – Mahsa Amini muere tras ser detenida y brutalmente golpeada por la policía religiosa iraní, acusada de no llevar el pañuelo en la cabeza de acuerdo con la estúpida ley del islam. Una de las muchas ideologías impuestas por la clase dominante para cimentar en nosotros la falsa conciencia de la comunidad interclasista: la religión; en este caso, una de las variantes del cuento de hadas abrahámico sobre el hombre invisible que vive en el cielo. La consiguiente revuelta contra el sistema iraní de apartheid sexual y el aparato estatal empleado para aplicarlo, como expresión particular de la violencia estatal, desencadenó el vasto movimiento proletario que se extendió por todo el país, atacando en todos los frentes los fundamentos ideológicos, sociales y económicos de la sociedad burguesa en el territorio de Irán. Algunas de las tareas que este movimiento ha asumido, aunque de forma insuficiente e incompleta, como identificar y atacar los puntos estratégicos de la infraestructura estatal, desarmar a las fuerzas represivas y armarse, etc., forman parte de las tareas que el proletariado deberá asumir en la fase insurreccional de la revolución comunista mundial.

Si el asesinato de Mahsa fue la chispa del movimiento y la revuelta de las mujeres proletarias contra el velo el aliento que avivó las llamas, su combustible fue la expresión brutal de la dominación del Capital sobre el territorio de Irán – explotación, miseria, alienación, guerra… y la historia de la lucha de nuestra clase contra ello. Una lucha difícil y violenta con victorias y derrotas. Con la experiencia de camaradería cuando nos enfrentamos a la IRGC (el famoso “Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica” o Pasdaran) y a la milicia Basij en mortales batallas callejeras, cuando fuimos a la huelga y paralizamos por un momento la inhumana máquina de explotación capitalista, cuando discutimos juntos, organizamos y planificamos las estrategias de la lucha. Con la alegría que trajo el momento de la victoria, al quemar una comisaría, un ayuntamiento o una mezquita, al hacer temblar de miedo a los funcionarios del régimen. Con el odio ardiente y la rabia hacia nuestros explotadores cuando nos someten a su horrible violencia – disparos, palizas, torturas, violaciones, encarcelamientos, acoso, vigilancia, lavado de cerebro, atomización…

Al menos desde 2017, la sociedad iraní se encuentra en un estado semipermanente de agitación con periodos continuos de protestas callejeras militantes, enfrentamientos con las fuerzas de represión, huelgas, ocupaciones de universidades y centros de trabajo, etc. – por diversos motivos económicos y políticos, como el precio de la gasolina y los alimentos, la falta de agua potable, el impago de salarios, la violencia estatal y la implicación de Irán en diversos conflictos regionales. Cada vez disminuyen temporalmente debido a una combinación de factores externos e internos. Por un lado, se debe al gran esfuerzo del Estado por reprimirlos mediante una brutalidad excepcional, restricciones a la información, ciclos de movilización de simpatizantes y promesas de reformas que supuestamente resolverán los problemas más escandalosos. Por otra parte, el declive periódico del movimiento se debe a las limitaciones del propio movimiento, que permanece en gran medida aislado de las luchas en otros lugares y preocupado por las condiciones concretas y miserables de la vida en Irán y, en el mejor de los casos, por el derrocamiento del actual régimen burgués, al que considera responsable. Sigue leyendo

[Publicación] Antimilitarismo anarquista y mitos sobre la guerra en Ucrania

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Presentación de GdC: Consideramos que el siguiente texto del blog antimilitarismus.noblogs.org es una de las contribuciones más importantes del anarquismo checo contra la guerra y todos los belicistas, que, por desgracia, también abundan en el movimiento anarquista.

La forma en que el texto presenta los diversos argumentos contra los mitos sobre la guerra que prevalecen en el movimiento anarquista y cómo los reúne en un conjunto orgánico de una posición revolucionaria derrotista, el vigor con el que se opone a diversas pseudo-razones por las que el movimiento anarquista debería apoyar la guerra o a una de las partes beligerantes, la insistencia con la que defiende la transformación del conflicto imperialista en un conflicto de clases como el único camino posible hacia la revolución social y, por tanto, la única paz real, todo ello hace de él, desde nuestro punto de vista, un documento supremamente importante del movimiento revolucionario contemporáneo contra la guerra, incluso a escala internacional.

Sin embargo, construiríamos algunos de los argumentos y justificaríamos algunas de las posiciones de forma algo diferente, aunque con la misma conclusión: guerra a la guerra. Quisiéramos señalar aquí la categorización ideológica que queda en el texto según la cual la dictadura del Capital se articula en torno a los polos “democracia” versus “dictadura” (cf. mitos 10 y 29), categorización que tiende a eludir la naturaleza profunda de la dictadura social del Capital que es precisamente y realmente la democracia (es decir, ¡SU democracia!) como negación del antagonismo de clase y de su conflictualidad.

Añadamos al texto que las líneas de conflicto del apoyo “crítico” a una de las partes en conflicto frente al derrotismo revolucionario no atraviesan sólo el movimiento anarquista, aunque es al movimiento anarquista al que se refiere el texto. Los mismos “mitos”, las mismas actitudes y las mismas discusiones se pueden encontrar en el campo de la ultraizquierda en todo el mundo. Incluso allí, los revolucionarios deben definirse contra aquellos “que no dudan en emitir innumerables proclamas y publicaciones con temas antimilitaristas cuando la guerra está al otro lado del mundo, pero que, cuando llega a su puerta, comienzan a reproducir propaganda bélica”.

Por lo tanto, junto con los autores del texto, debemos reafirmar una y otra vez “que ser antimilitarista tenía sentido durante la Primera Guerra Mundial, tal como lo tiene en el caso de la guerra actual en Ucrania”.

Tridni Valka – Guerra de clases, octubre de 2022

[Italia] Saboteemos la guerra

Presentación de Guerra de Clases:

Publicamos ahora (en varios idiomas, como muy a menudo) un llamamiento a la movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania, hecho por compañeros anarquistas en Italia. Apoyamos ampliamente este texto muy interesante, que intenta dar una dirección a muchas iniciativas locales que se niegan, en una guerra que opone naciones capitalistas entre sí, a elegir un bando burgués contra otro, un “mal menor” contra lo que se nos presenta como “lo peor” o incluso “el mal absoluto”.

Sin embargo, hay algunos puntos de desacuerdo que nos gustaría criticar muy brevemente aquí. Efectivamente, hay “elementos de lenguaje” que se parecen un poco a los utilizados por la propaganda de guerra del Kremlin, y a veces también argumentos que nosotros no utilizaríamos, como las medidas represivas contra la comunidad rusoparlante en Ucrania, el hecho de que los nazis y los fascistas están muy presentes y son muy poderosos en Ucrania, etc. Por supuesto, todo esto es objetivamente cierto, pero como lo verdadero es un momento de lo falso, también puede tender (sin que quienes afirman “ciertas verdades” sean siquiera conscientes de ello) hacia una potenciación objetiva de la totalidad de la falsedad. En resumen, en lugar de utilizar los argumentos de nuestros enemigos de clase, aunque estos elementos cubran momentos reales, habría sido mejor desarrollar, clarificar y reforzar nuestras propias consignas, nuestra propia comprensión de este torbellino bélico que amenaza con arrastrar a la humanidad hacia la nada y su perdición. Queremos señalar que todos estos “elementos de lenguaje” podrían, desgraciadamente, distorsionar los elementos de fuerza que produce este llamamiento a la movilización y la voluntad (y la necesidad) de organizarse contra ambos bandos.

Otro inconveniente que nos gustaría destacar aquí es el hecho de que el texto se limita a hablar únicamente de “detener la guerra”, “imponer el cese de las hostilidades desde abajo”, “detener la carnicería actual” o de “poner fin a la masacre”, afirmaciones que fácilmente podrían conducir a una posición pacifista y a un deseo de volver al statu quo ante… a una situación prebélica, en definitiva a una situación en tiempos de “paz” frente a tiempos de “guerra”…mientras que en tiempos de “paz”, y por tanto de paz social, el capital está en guerra permanente contra nuestra clase, contra la humanidad, y nosotros estamos concomitantemente en guerra de clases contra nuestros explotadores. La única excepción a estas afirmaciones, que podrían inspirar a más de un pacifista, es la consigna final que llama a “transformar la guerra de los patrones en guerra contra los patrones”, que es efectivamente por lo que estamos luchando: ¡transformar la guerra militar, la guerra contra nuestra clase, en una guerra social, una guerra de clases dirigida por nuestras iniciativas y nuestras ofensivas, una lucha y una guerra por el comunismo!

En este sentido, nos gustaría también subrayar uno de los puntos más fuertes entre otros: “Cualquier Estado que libra [la guerra], también la vuelve contra su propia población, y en particular contra su propio proletariado; […] la guerra siempre refuerza el poder de las clases dominantes sobre los dominados, intensificando su esclavitud y explotación.” Y por eso, debemos insistir en que el proletariado no tiene otra opción que librar su guerra social contra su propia burguesía…

Podríamos desarrollar aquí otros desacuerdos, como la visión que tienen los camaradas de la “lucha partisana” durante la Segunda Guerra Mundial, que para nosotros es mucho más compleja que su planteamiento simplificado tal y como ellos lo exponen. ¡NO! no compartimos su visión de que “los partisanos eran desertores que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado” o que “la participación en la lucha armada partisana era libre y voluntaria”. En pocas palabras, la “lucha partisana” estaba dividida entre las fuerzas políticas tradicionales (y por tanto burguesas) que defendían la república o la monarquía y, por otro lado, estaba todo el poder dominante del estalinismo (y del trotskismo, que apoyaba “críticamente” a la URSS, es decir, un bando burgués contra otro) para enmarcar cualquier iniciativa autónoma de las redes proletarias, que muy rápidamente serían vaciadas de su sustancia subversiva en favor de la falsa polarización burguesa del fascismo contra el antifascismo…

Aprovechamos esta ocasión para saludarlos a “los partisanos [que] eran [realmente] desertores [y] que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado”, es decir a los proletarios reclutados a la fuerza bajo el uniforme iraquí o iraní que, durante la terrible guerra que duró ocho largos años, de 1980 a 1988, organizaron centenares de motines, deserciones colectivas, acciones de confraternización, y que se reunieron en la región de los pantanos para luchar contra ambos bandos, contra ambas naciones capitalistas, para plantear nuestra única respuesta de clase a la guerra: ¡¡¡el internacionalismo y la lucha por el comunismo!!!

Tridni Valka – Guerra de Clases

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Saboteemos la guerra

Llamamiento a una movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania

Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2023/09/12/sabotiamo-la-guerra-appello-per-una-mobilitazione-contro-la-guerra-in-ucraina/

La guerra en curso en Ucrania no es un conflicto entre muchos, y menos aún una simple “guerra por los recursos”, sino un capítulo central de un enfrentamiento más amplio entre bloques de países capitalistas por el reparto del mundo, en el que están en juego la supremacía económica, militar y tecnológica y la redefinición de los equilibrios internacionales. De hecho, mientras se combate en Ucrania desde hace más de un año y medio, el choque militar con el principal adversario del capitalismo occidental, China, se perfila en el trasfondo. Decir que estamos en el plano inclinado que puede conducir a la Tercera Guerra Mundial no nos parece ni una exageración ni un alarmismo innecesario. Sigue leyendo

[Publicación] Revista Revolución #2 / Proletarios Internacionalistas

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Sumario:
– De la emergencia sanitaria a la emergencia de guerra
– Inflación y luchas proletarias (Primera parte)
– Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Segunda parte): La contrarrevolución
– Anexo: Revolución y contrarrevolución en la región española, años 30 (Primera parte)

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La crisis de valorización del capitalismo mundial avanza como una locomotora, agudizando día tras día las contradicciones sociales. Pese a que, en ciertos países, como en China, continúa desplegándose la política de «Cero Covid», y es difícil pronosticar los movimientos concretos que nos depara el futuro en el corto plazo, la vía de la emergencia sanitaria parece agotada. Como decíamos en nuestra anterior revista:

«Para el capital todas estas medidas se van mostrando insuficientes. Pese a que la declaración de pandemia ha ido eliminando empresas y medios de producción inservibles y con una tasa de desvalorización insostenible, incrementando al mismo tiempo la centralización del capital, lo cierto es que, por otro lado, la economía mundial requiere de la destrucción de grandes franjas de capital que no hacen más que acelerar la desvalorización general. Este proceso implica hacer no sólo una gran limpieza de capital fijo y circulante que atasca los procesos cíclicos de acumulación, sino de capital variable, es decir, de fuerza de trabajo»

Efectivamente, el capital exige un paso más en su carrera desbocada hacia la acumulación infinita. Susurra a todos los Estados la necesidad imperiosa de barrer con enormes masas de capitales que hoy, lejos de contribuir al proceso cíclico de valorización, lo colocan en serios apuros para desenvolverse. Reclama que se purgue la acumulación superflua de la fuerza de trabajo que no participa en la obtención de ganancia, ni puede engrosar las filas del rebosante ejército de reserva. Insta a incrementar por todos los medios posibles los niveles de explotación al proletariado. Demanda una mayor concentración de las diferentes partículas del capital para optimizar su movimiento, etc. El estado de emergencia sanitaria que se declaró bajo la cobertura del Covid-19 permitió asumir, a cierto nivel, estas exigencias, generando a su vez un incremento en la emisión monetaria sin freno y la paralización de las fuertes luchas internacionales iniciadas a finales del año 2020. Pero la guerra al virus evidenció sus límites y la burguesía se encontró de retorno con los problemas estructurales que la atenazan.

Con el avance de los tanques del Estado ruso sobre territorio ucraniano se abrió una «nueva» hoja de ruta. Fue una invitación a todos los Estados a enfundarse el traje de la guerra. Nadie rehuyó el convite.

Sin tiempo para pestañear, toda referencia a la emergencia sanitaria se esfumó para dejar paso a otra nueva emergencia: la de la guerra. Las noticias sobre el temido Covid-19 desaparecieron como por arte de magia para dejar su lugar a la propaganda bélica. Los tambores de guerra regresaban a la vieja Europa anunciando una nueva escalada en la contienda imperialista. La amenaza de una «tercera conflagración mundial» inundó los canales de información del capital y cada constelación burguesa erigió su propio discurso para situarse en la lanzadera. El diablo Putin, la agresión contra Ucrania, la amenaza ante el avance de la OTAN o la desnazificación de Ucrania fueron algunos de los señuelos propagandísticos que se lanzaron, desde uno u otro lado, para promover la adhesión a las hostilidades.

Mientras los mass media inundaba el mundo de imágenes e informaciones sobre la guerra en Ucrania, seleccionando cuidadosamente lo que era conveniente para cada bando, una nueva masacre desgarraba el cuerpo del proletariado y se añadía a la escalada de carnicerías y catástrofes que asolan el planeta. Las lágrimas de cocodrilo que emanan de los discursos que pronuncian los distintos dirigentes burgueses no pueden esconder el jolgorio que significa para la economía esta nueva matanza. No tanto por el río de sangre que emana de los miles de muertos de nuestra clase, lo que para nuestros verdugos no deja de ser una pequeña escaramuza, sino por la perspectiva de guerra generalizada que se esboza en el horizonte.

Por otra parte, este cambio de escenario implicó un giro en el bombardeo mediático que nos explica la causa de algunos problemas que empeoran considerablemente las condiciones de supervivencia de la humanidad. La subida de los precios de los alimentos, de los carburantes, los problemas de suministros, etc., tenían un nuevo chivo expiatorio.

Dejaban de ser imputados a la pandemia para ser achacados al conflicto Ucrania-Rusia. Todo varió en un visto y no visto.

La guerra en Ucrania

La historia del capitalismo no puede entenderse sin vincularla al desarrollo de la guerra. Esta le es inherente y permanente, es el modo de vida propio de una sociedad que se desarrolla en base a la competencia feroz de todos contra todos. El proceso cíclico de acumulación capitalista implica que cada átomo de valor sólo puede asegurar su conservación a condición de asumir una incesante reproducción ampliada de su propio ser. La conquista, la subsunción de todo recurso planetario que pueda ser valorizado, la pugna entre rivales en el mercado, la unidad coyuntural de partículas de capital para hacer frente a la competencia (sociedades accionistas, Estados o constelaciones estatales) o el terrorismo contra toda forma de cuestionamiento social son algunas de las formas elementales de desarrollo de la sociedad mercantil generalizada.

Así se explica que cada vez haya más ejércitos, más conflictos bélicos, más policías, más cárceles de todo tipo, más destrucción, más desastre. En ese sentido, es relevante la publicidad que ha alcanzado la contienda entre Rusia-Ucrania, en contraste con el sigilo que caracteriza la información de las decenas de conflictos bélicos en desarrollo. Las guerras en Siria, Sudán, Yemen, Armenia-Azerbaiyán, Sáhara occidental, Etiopía, Mozambique, Libia, Malí, República Centroafricana, Pakistán, Somalia-Kenya, Afganistán, Palestina, etc., no merecen apenas atención para los medios de información, en todo caso un espacio residual de algún episodio anecdótico. Todas estas guerras localizadas, cada vez más frecuentes, y de las que la confrontación Rusia-Ucrania supone un eslabón más, no son meras disputas limitadas a determinadas naciones, o provocadas por Estados particulares. El propio choque en suelo ucraniano no se explica por la invasión de una nación agresora y la réplica de la nación agredida. Tampoco por una mera cuestión de dirigentes gubernamentales u otros motivos que apuntan a las supuestas singularidades históricas que puedan tener esos Estados, sino que es la estrecha mirada nacional la que reduce los acontecimientos en este sentido. Partir de la totalidad capitalista, levantando la mirada por encima del muro fronterizo de la nación, permite romper con esa visión mistificadora, revelándose esa cadena de conflictos militares como episodios de la guerra mundial del capital, que se manifiesta aquí o allá, adquiriendo formas más o menos generalizadas dependiendo de las necesidades de valorización.

Por eso, para nosotros no tiene sentido hablar de primera y segunda guerra mundial, por mucho que fueran momentos determinantes de la confrontación imperialista del capital mundial. La guerra en esta sociedad es siempre mundial, por mucho que la misma se presente más o menos generalizada, se reproduzca en una o varias zonas. Mientras se habla de paz en algunos lugares, en otros se desarrolla la ofensiva bélica. La participación o no formal de más o menos Estados o la extensión mayor o menor de superficie destruida no es lo que les aporta el carácter mundial a las conflagraciones militares.

Es la inequívoca participación de todo el capital internacional y sus diversas partículas, sea de una forma u otra, la que les confiere ese carácter. Sólo una concepción nacional del capital, y por tanto totalmente limitada, puede construir una fábula que aísla ciertas fracciones del mismo de la reproducción global que desarrolla la guerra.

Podemos ver cómo determinados Estados pueden permitirse gestionar la paz en sus territorios, a condición de recoger los frutos de la carnicería imperialista en otros lugares, o/y por las condiciones de reproducción que han logrado gracias a conflictos precedentes. En otras latitudes, los silbidos de los misiles y las explosiones son un compromiso necesario para el desarrollo del valor. Es una evidencia que toda mínima porción de capital debe su existencia, así como su capacidad de movimiento en el mercado, tanto a las bayonetas del pasado como a los misiles actuales.

De nuestra exposición se deduce que el problema no hay que buscarlo en las decisiones particulares de una fracción de la burguesía, en el imperialismo o militarismo de ciertos Estados, sino en la forma de vida misma del capital que determina a toda la clase dominante a convertir el mundo en un campo de batalla. Por eso mismo, desde el punto de vista del comunismo, analizar los motivos particulares que llevan a una fracción de la clase dominante o Estado a participar en un conflicto bélico es un aspecto totalmente secundario. Lo determinante no es mostrar que el Estado ruso se lanza a la batalla para apoderarse de una zona estratégica en su enfrentamiento comercial, hacerse con las riquezas y capitales de ese territorio, dar dinamismo a su mercado, o cualquier otra cuestión que se le presente como decisiva a la conciencia de esa clase social, y que es la forma fenoménica que adquiere la tendencia inmanente de la producción capitalista hacia la destrucción bélica. Esas cuestiones son realmente importantes para el inmediatismo de la burguesía en su carrera competitiva, como demuestra toda la montaña de análisis periodísticos existentes sobre las causas de la pugna militar en Ucrania. Para la perspectiva revolucionaria, por el contrario, lo fundamental es captar que la guerra está incrustada de forma inherente en el propio capital. Por eso es absurdo y mentiroso desviar el problema hacia cuestiones particulares, de decisiones, de dirigentes. Como si fuera un dirigente el que es expansionista y no un sistema económico. Como es también totalmente absurdo creer que puede haber un capitalismo sin conflictos bélicos, como nos quiere hacer creer la ideología pacifista ocultando que la paz es un momento de la guerra. Es el propio movimiento que ejerce cada átomo de valor y su constante necesidad de reproducirse de forma ampliada como capital, el que confiere un carácter belicista e imperialista tanto a la partícula más pequeña de capital como a la constelación de Estados más grande. Nuestro problema no se reduce a la existencia de los Putin, Zelensky, Biden, Macron, al-Ásad, ni de los Bill Gates o los Rothschild, lo que evidentemente no les quita ninguna responsabilidad. Quiera o no quiera, piense lo que piense, la burguesía está obligada a desarrollar la destrucción bélica. El verdadero sujeto que decide todo y que personifican todos estos burgueses es el capital, por eso la única solución a todas las guerras nunca podrá ser la paz sino la transformación radical de la sociedad.

Pero ¿por qué los voceros del capital han dado tanta difusión al conflicto entre el Estado ruso y el ucraniano? ¿Por qué esa emergencia de guerra? ¿Acaso en otros lugares —véase Siria— esos bloques imperialistas no están chocando también? ¿Simple eurocentrismo? ¿Hay un gigantesco botín de por medio? Es evidente que el eurocentrismo está implícito en las informaciones y análisis que parten de la ideología dominante. También es cierto que hay suculentas ventajas para los capitales que controlen el territorio ucraniano, pero no son suficientes motivos que expliquen la emergencia de guerra planetaria en un mundo de guerras. Es preciso integrar el avance de los tanques rusos en Ucrania en una óptica más global para entenderlo en toda su significación. Se trata de un movimiento que plantea un salto cualitativo en la generalización de la destrucción bélica.

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Esta revista es un producto de la lucha y para la lucha. Por lo tanto, alentamos la reproducción, difusión, impresión, copia, discusión, traducción, etc. de su contenido. Su fortificación como herramienta de la lucha proletaria va ligada a las contribuciones críticas, aportes, envío de materiales e informaciones que los diversos lectores y compañeros de lucha nos hagan llegar. 

1918: Revueltas del arroz y huelgas en Japón

Suzuki shoten quemado durante los disturbios de 1918

Entre julio y septiembre de 1918, Japón se vio arrasado por una ola de disturbios que se extendió desde las aldeas pesqueras hasta los grandes centros industriales y los yacimientos de carbón, en lo que constituyó la mayor agitación en Japón hasta la fecha, y los disturbios populares de mayor alcance desde los disturbios durante la restauración Meiji de 1868.

Entre 1905 y 1918 se vivió en Japón la llamada Era de la Violencia Popular (民衆騒擾期, minshû sôjô ki). Comenzó con el Incidente Incendiario de Hibiya (日比谷焼討事件, Hibiya Yakiuchi Jiken), una revuelta en toda la ciudad de Tokio que comenzó con una protesta prohibida en el parque de Hibiya; contra los términos del Tratado de Portsmouth que puso fin a la guerra ruso-japonesa de 1904-1905. También hubo grandes huelgas de tranvías y disturbios en 1911 en Tokio, y una revuelta de tres días en 1914 en Nagoya, contra la que fue necesario un gran contingente de tropas para reprimirla. Las huelgas también aumentaron masivamente durante la Primera Guerra Mundial, pasando de 49 huelgas de 5.763 trabajadores en 1914 a 108 huelgas de 8.413 trabajadores en 1916 y 417 huelgas de 66.457 trabajadores en 1918. [1]

La subida de los precios y la importación del anarquismo se avivan mutuamente y darán lugar a una gran revolución social. Los maestros de primaria, la policía y los pequeños burócratas son socialistas en ciernes… No os podéis imaginar hasta qué punto están confundidos el pensamiento y los ideales de los jóvenes de hoy. Estoy convencido de ello… Por favor, destruye esta carta. Tokutomi Soho a Yamagata Aritomo, 9 de febrero de 1920 [2]

Los disturbios de 1918 fueron una respuesta a la inflación de los tiempos de guerra, los bajos salarios y la especulación con los productos básicos. El precio del arroz se duplicó en poco tiempo, y los precios de otros bienes de consumo también eran altos, mientras que los salarios seguían siendo bajos. Japón también sufrió una pandemia de gripe en 1918-1919, como gran parte del resto del mundo. Sin embargo, los disturbios no se produjeron necesariamente en las zonas más pobres, ni entre los trabajadores más pobres o los burakamin (marginados). La mayoría de los alborotadores eran trabajadores con empleos modernos y, por lo general, pertenecían a grupos de ingresos medios y no a los peor pagados; incluso en las zonas rurales atrasadas se produjo una rápida industrialización y los campesinos a menudo tenían segundas ocupaciones en la industria manufacturera. Aunque en Japón escaseaba el arroz, no había hambruna, y los disturbios solían consistir en una «autorreducción» de los precios a los niveles anteriores a la inflación, más que en saqueos generalizados. Sigue leyendo

Bordiga versus Pannekoek

Escrito por Antagonism Press

Entre los años 2000 -2001 (Tomado de Libcom)

 

Introducción a un folleto que examina cómo las izquierdas comunistas italiana y Germano-holandesa abordaron las cuestiones de la organización comunista, la conciencia y la clase.

Este artículo se publicó originalmente con, y hace referencia a, los artículos:

«Partido y clase», de Amadeo Bordiga/Partido y clase, de Anton Pannekoek Disponibles en PDF Aquí

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Partido, clase y comunismo

2001, ha pasado más de una década desde la caída del muro de Berlín, y el anuncio entonces del «Fin de la Historia» parece ahora no sólo ideológico, sino despreciable. La guerra abierta vuelve a Europa, no como un episodio aislado, sino endémico como una antigua enfermedad resistente a los antibióticos modernos. La economía mundial se precipita hacia la recesión. Muchas de las instituciones políticas del capitalismo internacional (G8, FMI, Banco Mundial) están más desacreditadas y suscitan más protestas que nunca. Al mismo tiempo, el desarrollo del capital no ha visto, como muchos esperaban, la construcción de más y más grandes fábricas en los países capitalistas más antiguos, sino el cierre no sólo de fábricas, sino de industrias enteras. Como consecuencia, ha disminuido el porcentaje de la población que aparece como el arquetipo de los trabajadores de la tradición marxista o sindicalista. Esto ha llevado a muchos a considerar la clase como una idea anticuada. Hablar de «partido» se considera a menudo aún más irrelevante por su asociación con el parlamentarismo (cada vez más gente, con razón, no vota y no ve por qué debería hacerlo) o el leninismo (cuando el legado bolchevique de la URSS/Europa del Este se ha desintegrado). Sigue leyendo

Jan Appel 1890-1985 / Autobiografía escrita en 1966

Jan Appel, 1890-1985, fue un comunista alemán y trabajador de astilleros cuya experiencia de la Revolución de 1918, tras la cual secuestró un barco de vapor con destino a Rusia, lo expulsó del Partido Comunista. Tras afiliarse al más radical Partido Comunista de los Trabajadores (KAPD), se trasladó a Holanda, donde participó en la resistencia holandesa durante la II Guerra Mundial y acabó cofundando el grupo comunista de izquierdas GIK (Grupo de los Comunistas Internacionales).

Me llamo Jan Appel y nací en un pueblo de Mecklemburgo en 1890. Fui a la escuela primaria y aprendí el oficio de constructor naval. Ya antes de mi nacimiento, mi padre era socialista. Yo mismo me afilié al Sozial-demokratische Partei Deutschlands [Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD)] cuando cumplí 18 años. Hice el servicio militar de 1911 a 1913, y después como soldado en la guerra. En octubre de 1917 me desmovilizaron y me enviaron a trabajar a Hamburgo como obrero de los astilleros. En 1918 convocamos una huelga de trabajadores de armamento. La huelga duró una semana entera en Vulkan-Werft. Nuestro lema era: «¡Por la paz!». Al cabo de una semana, la huelga llegó a su fin y se nos leyeron las cláusulas de guerra, ya que, según la ley, seguíamos haciendo el servicio militar. En esta época yo pertenecía a los Radicales de Izquierda de Hamburgo. Cuando en noviembre de 1918 se rebelaron los marineros y los obreros de los astilleros de Kiel, el lunes nos enteramos por los obreros de Kiel de lo que había ocurrido.

Entonces se celebró una reunión clandestina en el astillero, que estaba bajo ocupación militar. Todos los trabajos cesaron, pero los trabajadores permanecieron en sus puestos en el astillero. Una delegación de 17 voluntarios fue enviada a la sede de los sindicatos para exigir la convocatoria de una huelga general. Les obligamos a celebrar una reunión. El resultado, sin embargo, fue que conocidos dirigentes de la Allgemeine Deutsche Gewerkschaftsbund [ADGB] y del SPD adoptaron una actitud negativa hacia la huelga. Se producen fuertes discusiones que duran varias horas. Mientras tanto, en los astilleros Blohm und Voss, donde trabajan 17.000 obreros, estalla una revuelta espontánea durante la pausa del mediodía. Los obreros abandonan las fábricas y los astilleros Vulkan y se presentan ante el edificio de los sindicatos. Los dirigentes han desaparecido. Sigue leyendo

El comunismo de Consejos y la crítica del bolchevismo – Cajo Brendel

Cajo Brendel (1915-2007) fue una figura central de la segunda generacion del moviemento de los Comunistas de Consejos holandeses y uno de los ultimos, si no el ultimo, representante de ella. Cajo nació en La Haya el 2 de Octubre de 1915 a lo que era, en sus propias palabaras, una “familia pequeño-burguesa” que sufrió grandes dificultades tras la crisis mundial economica de 1929. Cajo muy pronto se interesó por las cuestiones sociales, siendo inicialmente simpatizante del trotskismo pero luego entró en contacto con miembros de la sección de La Haya del GIK (Grupo de Comunistas Internacionalistas). En septiembre de 1933 Cajo adhirió a las posiciones del grupo, diciendo luego que la experiencia fue como “pasar directamente de la guardería a la Universidad”. Por medio de este grupo Cajo desarrollo una relación directa con Antón Pannekoek y fue influenciado por escritores como Paul Mattick y Karl Korsch. En 1935, tras la separación del GIK de los grupos de Leiden, La Haya y Groningen por considerarlos demasiado “teóricos”, Cajo publicó con el grupo de La Haya el periódico Proletariër y, en 1937-1938 el Proletarische Beschiuwingen (Consideraciones Proletarias). Entre finales de 1938 y 1939 escribió semanalmente un artículo para el periódico anarquista De Vrije Socialist ( El Socialista Libre). Movilizado al Ejército en 1940, en las II Guerra Mudial, Cajo difundió un panfleto internacionalista entre sus companeros de armas. Tras su traslado a Berlín como prisionero de guerra, volvió a los Países Bajos de forma clandestina. Tras la guerra trabajó como periodista en Utrecht, y en 1952 se afilió al Communistenbond Spartacus, de cuya redacción formó parte. En la decada siguiente, escribió un gran número de artículos y folletos. El GIK se dividió en 1964 y Brendel se unió al grupo escindido que publicó a partir de 1965 el periódico Daad en Gedatche “consagrado a los problemas de la lucha obrera autónoma”. En 2005, de avanzada edad y ya retirado de la vida politica, fue trasladado a una casa de reposo. Fallecio el 25 de junio de 2007, a los 92 años de edad.

 

«Supongamos que la dirección central es capaz de distribuir todo lo que se ha producido de forma justa. Incluso entonces, el hecho es que los productores no tienen a su disposición la maquinaria de producción. Esta maquinaria no es suya, sino que se utiliza para disponer de ellos. La consecuencia inevitable es que los grupos que se oponen a la dirección existente serán oprimidos por la fuerza. El poder económico central está en manos de quienes, al mismo tiempo, ejercen el poder político. Cualquier oposición que piense de forma diferente sobre los problemas políticos y económicos será oprimida con cualquier medio posible. Esto significa que en lugar de una asociación de productores libres e iguales, como la definió Marx, existe una casa de corrección como nadie ha visto antes».

Esta cita, traducida libremente de un texto de hace setenta años, explica que las relaciones de producción, tal como se desarrollaron en Rusia después de octubre de 1917, no tienen nada que ver con lo que Marx y Engels entendían por comunismo. En la época en que se publicó el panfleto que acabamos de citar, el terror de los años treinta estaba por llegar. Era sólo una profecía. No hubo ningún acontecimiento político que provocara esta crítica de la sociedad soviética; esta crítica surgió de un análisis económico. Sobre esta base se entendía el estalinismo naciente como la expresión política de un sistema económico que pertenecía a una explotación capitalista de Estado, y esto contaba no sólo para el estalinismo.

El texto que acabamos de mencionar era obra de un grupo cuyos autores pertenecían a una corriente que surgió en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial y adquirió un significado permanente. Esta corriente se caracterizaba por una aguda crítica tanto de la socialdemocracia como del bolchevismo. Era una corriente que analizaba detenidamente las experiencias cotidianas de la clase obrera, y así llegó a nuevas ideas sobre la lucha de clases. La corriente veía la socialdemocracia y el bolchevismo como el «viejo movimiento obrero»; la contradicción de esto era «un nuevo movimiento de los trabajadores». Sigue leyendo

La revuelta del Grupo Wagner y el curso futuro de la guerra

En enero de 2022 (y antes de la invasión rusa de Ucrania) estaba claro que el imperialismo ruso estaba operando desde una situación de miedo. Escribimos en Revolutionary Perspectives #19 que Putin era

consciente de la relativa debilidad de Rusia frente a las fuerzas combinadas de la OTAN. El propio ejército de reclutas ucraniano es el tercero más grande de Europa (más de 170.000 soldados en primera línea con muchos más en reserva), y está siendo reformado y reorganizado, lo que, con armamento nuevo y sofisticado de las potencias de la OTAN, lo hará más eficaz. A Putin le preocupa que Ucrania sea pronto lo suficientemente fuerte como para recuperar el Donbass.

El fracaso a la hora de capturar Kiev en la «operación militar especial» al principio de la invasión está en la raíz de la reciente «revuelta» de los wagnerianos. Aparte de las razones mencionadas, la incompetencia logística del ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y del comandante del Ejército ruso, Valery Gerasimov, también ha sido un factor, como ha dejado claro el jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin. Shoigu no es militar, sino un ingeniero civil de formación con un historial de éxitos en la gestión de emergencias civiles. El anterior ministro de Defensa fue destituido en 2008, después de que el Ejército ruso pasara apuros en Georgia, pero lo que también recomendó Shoigu a Putin fue que no estaba controlado por ninguno de los clanes oligárquicos que se disputan el poder a la cabeza del Estado ruso. Sigue leyendo