
Empalagoso sin duda eso de la postmodernidad, ya sabemos que muchos se llenan la boca con esta palabreja: profesores universitarios, alumnos, intelectuales de profesión, pequeños gurús revolucionarios… parece que el término sienta bien, que destila cierto respeto. Por nuestra parte, sin creer que los textos sobre la postmodernidad tengan una trascendencia especial (de hecho en su mayor parte agudizan y adaptan a nuevos contextos críticas que vienen de muy atrás en el tiempo), pensamos que se valen de conceptos y descripciones que pueden y deben ser utilizados a día de hoy en la elaboración de una teoría y práctica revolucionarias. Por eso hemos decidido darles un valor de uso, porque los creemos útiles a la hora de analizar las transformaciones del Capital y el Estado.
Pero ojito, éste análisis no queremos que nos sirva para ir a la cama con las ideas más claras y nuestro ego un pelín más fortalecido (¡cuánto leemos, qué listas somos!…) tal y como es la práctica habitual de todos esos autoerigidos «cerebros» de la contestación que pululan por ahí. Nuestro análisis teórico implica sin concesiones una praxis: buscamos un conocimiento íntimo de la realidad en la que vivimos (morimos) para asaltarla y acabar con ella, pudiendo así pasar a la construcción de un mundo en el que nos sea posible decidir sobre nuestras propias condiciones de existencia.
Aceptemos entonces, que el eje alrededor del cual gira la sociedad postmoderna ya no es, tal y como fue en la modernidad, la producción, sino que ahora es la comunicación (en su sentido restringido de trasvase de información) y la rapidez con la que ésta pueda darse. El tránsito de un tipo de sociedad a otro se da cuando deja de ser posible hablar de la historia como algo unitario, cuando los acontecimientos dejan de ser ordenados en torno a un centro determinado. Se rompe entonces en pedazos el relato que organizaba el espacio teniendo como única referencia a Occidente (o incluso, a un Occidente concreto si se prefiere), y el tiempo basándose en una concepción lineal de la historia unitaria… la totalidad da paso a la fragmentación, a la disolución de los centros. Esta atención al fenómeno de dispersión, al adiós a la historia hegeliana con miras a una meta final reconocible y la desintegración consecuente de las legitimaciones modernas, son las obsesiones de los pensadores que hablan de postmodernidad.
Una de las transformaciones fundamentales que se producen en este tránsito es la del saber: mientras que en la modernidad el saber está asociado a la formación del sujeto, en la postmodernidad ha pasado a ser una oferta más dentro de los productos listos para ser consumidos que presenta el mercado. Dado que tal y como se ha dicho, la sociedad postmoderna es la sociedad de la comunicación, el saber también acaba por definirse según los parámetros de este proceso en el que el valor que prima es el valor de cambio. Sigue leyendo →