El proletariado existe y es de todos los sexos/géneros, «razas», nacionalidades, generaciones, ocupaciones, etc. Hoy en día, bajo el capitalismo en su fase «neoliberal», el proletariado ya no es mayoritariamente fabril, sino de servicios, precario y excedentario. Y lucha como puede todos los días para sobrevivir tanto material como psíquicamente. Su vida es una constante lucha. Pero su vida no le pertenece, le es ajena; mejor dicho, le es enajenada por el trabajo asalariado en sus múltiples formas (manual e intelectual, por tiempo o a destajo, formal e informal, dependiente o «autónomo») para la acumulación de capital y de poder en manos de los dueños de los medios de producción y de cambio, la clase de los capitalistas o la burguesía. La cual, en tanto que clase dominante, no es «la que mueve los hilos de esta sociedad», sino que en realidad sólo es la personificación de la relación social impersonal y fetichista de enajenación y explotación que es el Capital, entendido como valor que se valoriza succionando trabajo vivo (valorización que hoy se encuentra en crisis, pero vigente). Y donde hay explotación y opresión, tarde o temprano hay conflicto. Así pues, los burgueses y los proletarios luchan permanentemente entre sí: los unos por explotar más, los otros por ser menos explotados. Esta lucha de clases es el motor de la sociedad capitalista: de su desarrollo, su reproducción, su crisis, su reestructuración, y también de su posible destrucción y superación. Sin embargo, dado que sostiene a toda esta sociedad con su trabajo, el proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, por dejar de ser «la gallina de los huevos de oro» y la esclava moderna del Capital; es decir, cuando lucha por su autoabolición como clase explotada y dominada, no por su afirmación y perpetuación como tal en el poder, ya sea desde arriba o desde abajo, pues la experiencia histórica del «socialismo» −tanto «autoritario» como «libertario»− demuestra que ésto último termina reproduciendo el capitalismo con otra apariencia y otros administradores estatales. Por lo tanto, el proletariado es revolucionario o no es nada… nada más que la clase del Trabajo/Capital y una criatura del mercado y del Estado: una gran masa de hombres y mujeres que se la pasa trabajando de lo que sea para sobrevivir como sea, compitiendo y hasta matándose entre sí, cuya sangre alimenta sólo al Capital… pero que también puede darle muerte autoaboliéndose y deviniendo comunidad real de individuos libremente asociados para producir y reproducir sus vidas, desde y para sí mismos, en un modo radical y totalmente diferente y mejor que el modo capitalista. El proletariado es esta contradicción viviente, y sólo la revolución comunista puede abolirla y superarla como tal. Sigue leyendo
La autoabolición del proletariado es la clave de la revolución comunista
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