Frente a la Sagrada Familia del capital, defendamos nuestra vida a través del antagonismo social

En este artículo pretendemos afrontar las cuestiones que se desprenden del actual estado de alarma que ha decretado el gobierno de Pedro Sánchez en España, junto a las medidas que ha anunciado el martes 17 de marzo. Vivimos en tiempos de profunda crisis social, una crisis sanitaria que, al mismo tiempo, se combina con una crisis económica, de cambio climático, psicológica, política, etc. En realidad estamos ante la crisis de un mundo que esta empezando a colapsar, que está agotando su tiempo histórico: es el mundo del capital. Es la crisis del capital.

¿Unidad nacional? ¿En defensa de quién?

Se nos dice que la enfermedad y el contagio no conoce de clases, de ideologías, de razas, que ataca a todos por igual y que tenemos que reaccionar juntos, con unión, con disciplina social, como españoles, porque somos miembros de una gran nación. Todos los partidos políticos están unidos. Más allá de las diferencias de matices por necesidades de márketing político, sindicatos, empresarios y bancos defienden las medidas del gobierno. Todos a una, porque estamos en el mismo barco, nuestra patria, contra un enemigo común, el coronavirus. No nos vencerá, nos dicen. Al final de estos meses todo volverá a la presunta normalidad de antes, a la normalidad del capital. Pedro Sánchez repite con obsesión, cada poco tiempo, que esto es solo una crisis coyuntural.

La burguesía está asustada.

Tiene miedo.

 Y tiene razones para ello.

Además actúan de modo dividido según los lugares. Hay gobiernos que de modo tardío tomaron decisiones centralizadas, como el capital chino, y otros como Italia o España que tardaron todavía más en reaccionar e imponer el aislamiento parcial de las poblaciones. Están reaccionando con retraso a la difusión de la enfermedad porque lo que les preocupa de verdad, como explicaremos más tarde, es la salud de la economía del capital. En Francia las medidas son mucho más recientes. Ni siquiera pararon las elecciones municipales del domingo 15 de marzo, y en el Reino Unido y Estados Unidos parece que apuestan por una solución malthusiana, o sea, que muera quien tenga que morir (aunque probablemente tengan que dar marcha atrás). Mientras tanto el virus se extiende por todo el mundo, llega a América Latina y a África. El virus se propaga a la velocidad de la circulación de las mercancías y de los capitales.

Todos hemos podido ver las contradicciones en que entra el estado de alarma del gobierno PSOE-Podemos. Se nos dice que lo que les preocupa es la salud de la gente y, sin embargo, millones de personas salen a trabajar cotidianamente. Y es que las necesidades del capital son las que marcan las necesidades de la sociedad en la que vivimos. La utilidad de las cosas viene marcada por su precio, por la rentabilidad económica que genera para las empresas. No hay ninguna utilidad humana en fabricar coches, pero sí una utilidad social que es la que rige en primera instancia, la del capital. Si no se fabrican coches, disminuye el beneficio de estas empresas y se ven obligadas a cerrar. Con eso aumenta el paro y la dificultad de los proletarios obligados a reproducir su fuerza de trabajo y su vida.

¿Qué queremos resaltar con esto? Que vivimos en un mundo dominado por el capital y por el valor. Y esto entra completamente en la forma en que se está afrontando la crisis en curso. Cuando decimos que el capital es la raíz de la crisis no estamos diciendo algo superficial. Lo que afirmamos es que la máquina impersonal que es el valor es la que fomenta con su lógica omnívora el nacimiento de cada vez más virus, por cómo tiende a colonizar cada vez más rincones del planeta y por cómo desarrolla la industria cárnica intensiva. Al mismo tiempo, enfrenta la expansión de estas epidemias desde su lógica, por lo que trata de mantener en lo posible el esqueleto de la producción y reproducción de las actividades económicas. Sigue leyendo

[Libro] Chuang | Contagio social. Guerra de clases microbiológica en China

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Este momento, aunque lleno de temor, ha hecho que todos se hagan simultáneamente algunas profundas preguntas: ¿qué me sucederá a mí? ¿A mis hijos, a mi familia y a mis amigos? ¿Tendremos suficiente comida? ¿Me pagarán?  ¿Pagaré el alquiler? ¿Quién es responsable de todo esto? De una manera extraña, la experiencia subjetiva es algo así como la de una huelga de masas, pero una que, en su carácter no–espontáneo, de arriba hacia abajo y, especialmente en su involuntaria hiperatomización, ilustra los enigmas básicos de nuestro estrangulado presente político de una manera tan clara como las verdaderas huelgas de masas del siglo anterior dilucidaron las contradicciones de su época. La cuarentena, entonces, es como una huelga vaciada de sus características comunales pero que es, sin embargo, capaz de provocar un profundo choque tanto en la psique como en la economía. Este hecho por sí solo la hace digna de reflexión.

Contagio

N+1

Informe de la tele-reunión del 10 de marzo de 2020. Trad: Antiforma.


La tele-reunión del martes por la tarde, con 16 camaradas presentes, se inició comentando las nuevas disposiciones que el gobierno italiano ha tomado para evitar la propagación del coronavirus.

A pesar de los llamamientos que la OMS para la responsabilidad y coordinación internacionales (porque el virus no se detiene en las fronteras), los Estados están adoptando medidas contradictorias sin ninguna forma de cooperación. Italia ha pasado de un alarmismo inicial a una minimización general del fenómeno, para a continuación poner en cuarentena a toda la población. Alemania, Francia, Inglaterra y España, donde ya hay miles de casos, actúan de forma dispersa. Paolo Giordano en el artículo La linea temporale che è stata trascurata señala que «el contagio, una vez iniciado en una zona, procede de manera similar a lo que ha sucedido o sucederá en otra parte».

Los países europeos han desarrollado sistemas nacionales de salud que funcionan, pero si miramos a los Estados Unidos el escenario cambia completamente: allí, desde el punto de vista de la protección médica, la estructura es deficiente y está en manos privadas. New Rochelle, un pequeño pueblo en las afueras de Nueva York considerado una zona roja, ha quedado completamente aislado y desde el jueves los soldados de la Guardia Nacional ayudarán en el rescate y manejo de emergencias sobre un área de ocho kilómetros cuadrados. Sigue leyendo

En el vórtice de la anarquía mercantil

Informe de la tele-reunión del grupo N+1, realizada el martes 3 de marzo de 2020 (extractos). Trad: Antiforma.


(…) El 27 de febrero pasado el periódico Avvenire publicó un artículo firmado por dos virólogos, profesores del Departamento de Ciencias Veterinarias de Turín (No es la peste, pero tampoco la gripe. Ese es el por qué«), en el que advertían sobre el riesgo de subestimar la epidemia:

«La verdad es que nadie sabe cómo terminará. El principio de prevención, si es bien aplicado, nunca sería lo bastante apreciado si el problema sanitario no se produce. Pero una subestimación del peligro, en presencia de una epidemia fuera de control, desencadenaría una revolución.»

The Economist tituló su última edición, El virus está llegando, ofreciendo la certeza de que la enfermedad se está expandiendo a nivel mundial y avanzando la hipótesis de que «entre el 25 y el 70% de la población de cualquier país infectado podría contraer la enfermedad». Las epidemias de Sars y Mers fueron mucho más virulentas, pero al eliminar a sus huéspedes humanos no tenían cómo propagarse por todo el mundo. El coronavirus es menos mortal y, por lo tanto, tiene una mayor prevalencia. El Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo:

«A nivel mundial, alrededor del 3,4% de los infectados con Covid-19 han muerto. En comparación, la gripe mata a menos del 1% de los infectados.»

Por ahora no hay vacuna y, como dice la OMS, hay que prepararse para una pandemia. Los problemas de salud se ven agravados por problemas económicos y sociales: el sistema de salud de los Estados Unidos, por ejemplo, se encuentra desmantelado y en manos privadas, y no dispone de los instrumentos necesarios para responder a una epidemia: allí los vendajes se pagan y cuestan caro. Ahora bien, si la población no es atendida adecuadamente, es muy probable que se rebele. Sigue leyendo

Contagio social: guerra de clases microbiológica en China (Chuang)

https://artilleriainmanente.noblogs.org/files/2020/03/coronavirus-1-600x412.jpg

Compartimos la traducción de un artículo sobre las repercusiones del sistema capitalista mundial en otra epidemia viral. En este caso, el coronavirus en la población china. Fue publicado el 6 de febrero de 2020 en el sitio web de Chuang (que puede traducirse aproximadamente como «libérate; ataca, carga; rompe las líneas enemigas; actúa impetuosamente»), un grupo de comunistas chinos que critican tanto el «capitalismo de Estado» del Partido Comunista Chino como la versión neoliberal de los movimientos de «liberación» de Hong Kong. En su sitio web publican, además de los artículos de su blog, una revista temática que ya tiene una edición en inglés, todo lo cual puede consultarse aquí. [Extraído de Artillería Inmanente]

El horno

Wuhan es conocido coloquialmente como uno de los «cuatro hornos» (四大火炉) de China por su verano húmedo y caluroso y opresivo, compartido con Chongqing, Nankín y alternativamente con Nanchang o Changsha, todas ciudades bulliciosas con largas historias a lo largo o cerca del valle del río Yangtsé. Sin embargo, de las cuatro, Wuhan también está salpicada de hornos en sentido estricto: el enorme complejo urbano actúa como una especie de núcleo para el acero, el concreto y otras industrias relacionadas con la construcción de China. Su paisaje está salpicado de altos hornos de enfriamiento lento de las restantes fundiciones de hierro y acero de propiedad estatal, ahora plagado de sobreproducción y obligado a una nueva y polémica ronda de reducción, privatización y reestructuración general, que ha dado lugar a varias huelgas y protestas de gran envergadura en los últimos cinco años. La ciudad es esencialmente la capital de la construcción de China, lo que significa que ha desempeñado un papel especialmente importante en el período posterior a la crisis económica mundial, ya que ésos fueron los años en que el crecimiento chino se vio impulsado por la canalización de los fondos de inversión hacia proyectos estatales reales de infraestructura e inmobiliarios. Wuhan no sólo alimentó esta burbuja con su exceso de oferta de materiales de construcción e ingenieros civiles, sino que también, al hacerlo, se convirtió en la ciudad del boom inmobiliario por parte del Estado. Según nuestros propios cálculos, en 2018-2019 la superficie total dedicada a obras de construcción en Wuhan equivalía al tamaño de la isla de Hong Kong en su conjunto.

Pero ahora este horno que impulsa la economía china después de la crisis parece, al igual que los hornos que se encuentran en sus fundiciones de hierro y acero, estar enfriándose. Aunque este proceso ya estaba en marcha, la metáfora ya no es simplemente económica, ya que la ciudad, antaño bulliciosa, ha estado sellada durante más de un mes y sus calles han sido vaciadas por mandato del gobierno: «La mayor contribución que pueden hacer es: no se reúnan, no causen caos», decía un titular del diario Guangming, dirigido por el departamento de propaganda del Partido Comunista Chino (PCCh). Hoy en día, las nuevas y amplias avenidas de Wuhan y los relucientes edificios de acero y cristal que las coronan están todos enfriados y huecos, ya que el invierno disminuye durante el Año Nuevo Lunar y la ciudad se estanca bajo la constricción de la amplia cuarentena. Aislarse es un buen consejo para cualquier persona en China, donde el brote del nuevo coronavirus (recientemente rebautizado como «SARS-CoV-2» y su enfermedad «COVID-19») ha matado a más de dos mil personas; más que su predecesora, la epidemia de SARS de 2003. El país entero está encerrado, como lo estuvo durante el SARS. Las escuelas están cerradas y la gente está encerrada en sus casas en todo el país. Casi toda la actividad económica se detuvo por el feriado del Año Nuevo Lunar, el 25 de enero, pero la pausa se extendió por un mes para frenar la propagación de la epidemia. Los hornos de China parecen haber dejado de arder, o por lo menos se han reducido a brasas de suave brillo.  En cierto modo, sin embargo, la ciudad se ha convertido en otro tipo de horno, ya que el coronavirus arde a través de su población masiva como una fiebre enorme.

El brote ha sido culpado incorrectamente de todo, desde la conspiración y/o la liberación accidental de una cepa de virus del Instituto de Virología de Wuhan —una afirmación dudosa difundida por los medios sociales, particularmente a través de publicaciones paranoicas en Facebook de Hong Kong y Taiwán, pero ahora impulsada por medios de comunicación conservadores e intereses militares en Occidente— hasta la propensión de los chinos a consumir tipos de alimentos «sucios» o «extraños», ya que el brote de virus está relacionado con murciélagos o serpientes vendidas en un «mercado mojado» semilegal especializado en vida silvestre y otros animales raros (aunque ésta no fue la fuente definitiva). Ambos temas principales exhiben el evidente belicismo y orientalismo común en los reportajes sobre China, y varios artículos han señalado este hecho básico. Pero incluso estas respuestas tienden a centrarse sólo en cuestiones de cómo se percibe el virus en la esfera cultural, dedicando mucho menos tiempo a indagar en la dinámica mucho más brutal que se oculta bajo el frenesí de los medios de comunicación. Sigue leyendo