Contagio

N+1

Informe de la tele-reunión del 10 de marzo de 2020. Trad: Antiforma.


La tele-reunión del martes por la tarde, con 16 camaradas presentes, se inició comentando las nuevas disposiciones que el gobierno italiano ha tomado para evitar la propagación del coronavirus.

A pesar de los llamamientos que la OMS para la responsabilidad y coordinación internacionales (porque el virus no se detiene en las fronteras), los Estados están adoptando medidas contradictorias sin ninguna forma de cooperación. Italia ha pasado de un alarmismo inicial a una minimización general del fenómeno, para a continuación poner en cuarentena a toda la población. Alemania, Francia, Inglaterra y España, donde ya hay miles de casos, actúan de forma dispersa. Paolo Giordano en el artículo La linea temporale che è stata trascurata señala que «el contagio, una vez iniciado en una zona, procede de manera similar a lo que ha sucedido o sucederá en otra parte».

Los países europeos han desarrollado sistemas nacionales de salud que funcionan, pero si miramos a los Estados Unidos el escenario cambia completamente: allí, desde el punto de vista de la protección médica, la estructura es deficiente y está en manos privadas. New Rochelle, un pequeño pueblo en las afueras de Nueva York considerado una zona roja, ha quedado completamente aislado y desde el jueves los soldados de la Guardia Nacional ayudarán en el rescate y manejo de emergencias sobre un área de ocho kilómetros cuadrados.

A menos que se adopten medidas coordinadas entre las naciones, la situación sanitaria y social corre el riesgo de estallar. El mundo está «mal» dividido en cuanto a la distribución de la población: hay ciudades de 30 millones de habitantes y zonas completamente desiertas. Las metrópolis tienen intrínsecamente un problema logístico, incluso sin la presencia de virus letales. Y es obvio que los prisioneros no se sienten cómodos tras las rejas mientras una enfermedad infecciosa hace estragos: la prisión es el clásico eslabón débil de la cadena, el que salta primero. En China han puesto a decenas de millones de personas bajo arresto domiciliario, sacrificando a los enfermos más graves y bloqueando zonas enteras del país. Algo similar está ocurriendo en Italia: si no se cuenta con suficientes camas disponibles en los centros de cuidados intensivos, se dará prioridad a los pacientes con mayores posibilidades de salvarse y se dejará a los demás a su suerte. El sistema de Protección Civil y el Ministerio de Salud también prevén la transformación progresiva de los hospitales en centros dedicados especialmente a los infectados, con el traslado de los demás pacientes a otras instalaciones.

En muchos casos la infección por Covid-19 es asintomática y durante algunos días no muestra signos de estar presente en el portador; la única forma de contrarrestarla es separar a las personas. En pocas semanas China ha pasado de un porcentaje muy elevado de propagación a una clara mejora en el frente de contagio gracias a la subdivisión del territorio en cuadrículas y a la limitación de la movilidad incluso dentro de cada zona individual (en algunos lugares sólo se permitía que un individuo por familia saliera de compras cada tres días). Se ha llegado incluso a rastrear mil millones de teléfonos móviles para cartografiar los movimientos de los ciudadanos.

La acumulación de problemas (situación económica, competencia entre países, colapso de la producción industrial, etc.) encontró en la propagación de la epidemia una solución discontinua. La realidad marcha a su propio ritmo y la gente se ve obligada a perseguirla, especialmente cuando se acelera. Las burguesías están obligadas a hacer algo, no pueden permitirse el lujo de dejar que colapsen países enteros, y por lo tanto tendrán que poner en marcha mecanismos automáticos de salvaguardia. Una vez que hayan logrado ciertos resultados no habrá vuelta atrás y los resultados políticos y sociales se van a apoderar de quienes los pusieron en marcha. El mundo ya no será el mismo que antes, dicen muchos observadores políticos, y es evidente que ciertas medidas de control social continuarán durante mucho tiempo y probablemente se harán permanentes.

Ya antes de la propagación del virus se esperaba una recesión mundial debida a la oleada de bajo crecimiento de China y Alemania, a la que se añadió el Brexit, la situación económica comatosa del Japón y, en general, la muy peligrosa (para el capitalismo) tendencia a cero cero de las principales economías mundiales. Por lo tanto, la salud está entrelazada con los aspectos económico, financiero y social. La solución a esta gran crisis no puede venir ciertamente de un capitalismo moribundo y sin energía, sino únicamente del futuro, de n+1. Para nosotros, el comunismo es el «verdadero movimiento que suprime el estado actual de las cosas», y es imposible que no se manifieste también en aspectos que la burguesía considera internos a su sistema: «Por otra parte, si no pudiéramos ver ya ocultas en esta sociedad -tal como es- las condiciones materiales de producción y las relaciones entre los hombres correspondientes a una sociedad sin clases, cualquier esfuerzo por hacerla estallar sería quijotesco» (Marx, Grundrisse).

Durante la Segunda Guerra Mundial la burguesía estableció un inmenso sistema de organización para la producción de armas. Por lo tanto, sabe cómo organizar la producción (taylorismo y organización científica del trabajo), sabe cómo obtener un resultado de la mejor manera posible, y si duda es porque no puede dar una respuesta unívoca y unitaria, estando dividida en diferentes nacionalidades. La OMS se ha estado preparando durante decenios para escenarios de pandemia, sabe cómo comportarse, y cada día compila un informe detallado sobre la situación país por país en el que sugiere a los diversos ministerios de salud las medidas que deben adoptarse. Tiene una visión clara de cómo intervenir, pero no tiene poderes ejecutivos para hacerlo.

Es esencial estudiar el origen de los virus, que no son organismos vivos pero que sólo pueden reproducirse explotando a otros. Analizar el virus significa observar el nacimiento de la vida: a partir del caldo primigenio las moléculas se han combinado para auto-replicarse y han sido capaces de desarrollarse y evolucionar. Como observó David Quammen (autor del libro Spillover. The Evolution of Pandemics) en una entrevista dada al Huffington Post, «lo que otros ven como una venganza de la naturaleza, yo lo describiría así: los ecosistemas complejos son el hogar de animales, plantas, hongos, bacterias y otros organismos celulares; y todos estos organismos celulares son el hogar de los virus. Si decidimos comprometerlos, lo hacemos a nuestro propio riesgo». El hombre capitalista tiene una práctica depredadora hacia el hábitat terrestre, no debe sorprenderse cuando el medio ambiente lo «ataca» de vuelta y desencadena pandemias.

Luego está el gran problema del aislamiento: esta es la sociedad del movimiento, en la que el hombre se mueve al ritmo de las máquinas, de los medios de producción, y es prácticamente imposible que los virus no los sigan. La actual desaceleración del tráfico de mercancías es mortal para la economía, pero sin «distanciamiento social» no se puede detener el contagio. Las bolsas también están sufriendo: en Europa, tan sólo el lunes 9 de marzo desaparecieron 600 mil millones de euros. La autonomización del Capital avanza rápidamente y en pocos días una gran cantidad de capital ficticio que esperaba una (imposible) valorización futura se ha esfumado.

Tras la propagación de la epidemia de coronavirus, en Italia se produjeron las primeras huelgas en fábricas y almacenes logísticos. En la FCA de Pomigliano los trabajadores se cruzaron de brazos espontáneamente. Los confederales están empezando a cambiar su posición con respecto a lo que decían hace unos diez días (véase el comunicado de los «actores sociales»), y han planteado el problema de la salud de los trabajadores en el lugar de trabajo.

Al final de la tele-reunión hablamos de lo que está sucediendo en Chile en los últimos tiempos. En Santiago, durante meses, cientos de miles de personas han estado tomando las calles ininterrumpidamente. Las tiendas y los bancos están cerrados o han puesto sistemas de protección armados, y la vida comercial del país está casi paralizada. «No se puede vivir así» es uno de los eslóganes que aparecen en las murallas de la ciudad. La feroz represión ha dado lugar a más de 30.000 detenciones y alrededor de 30 muertes, pero las manifestaciones no disminuyen. A pesar de la violencia de la policía, el clima es más bien alegre: a una situación totalmente invivible, con el 60% de la población en la pobreza, se responde con aglomeraciones diarias en las calles y plazas.

La crisis es sistémica y sólo puede producir efectos sistémicos. Cada vez hay menos espacio para la ideología, los desfiles sindicales y las reuniones de jefecillos; las masas chilenas, como las colombianas, se han rebelado contra una «vida sin sentido». El Líbano está técnicamente en bancarrota y el primer ministro ha admitido ante las cámaras que el país ya no puede pagar sus deudas; la desastrosa situación económica ha provocado manifestaciones y enfrentamientos con la policía en Beirut y Trípoli. También en Iraq continúan los enfrentamientos y las muertes: desde el comienzo de la protesta, la policía y los escuadrones de la muerte han matado a cientos de manifestantes.

Como Roberto Vacca escribió en su famoso ensayo Il medioevo prossimo prossimo prossimo, estamos asistiendo a la decadencia de los grandes sistemas. En otras palabras: la sociedad capitalista se está derrumbando debido a sus defectos intrínsecos. La propagación de enfermedades, los motines carcelarios, el colapso de la salud pública, los asaltos a supermercados, la huida lejos de las metrópolis que en momentos de desastre son vistas como trampas, anticipan escenarios catastróficos. La película Contagion (2011) de Steven Soderbergh se ha vuelto viral en la web en los últimos días. La película trata de una gigantesca epidemia que ha estallado en China a causa de un virus nacido del nefasto mestizaje entre un murciélago y un cerdo, enfermedad que se propaga rápidamente a nivel mundial causando un caos social y millones de víctimas. Si la industria cinematográfica produce este tipo de películas es porque hay un determinismo que la lleva a eso. Evidentemente, se está abriendo camino la percepción de un mundo que, si hasta ayer se consideraba seguro, hoy parece ser una fuente de profunda incertidumbre.

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