[Libro] Chuang | Contagio social. Guerra de clases microbiológica en China

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Este momento, aunque lleno de temor, ha hecho que todos se hagan simultáneamente algunas profundas preguntas: ¿qué me sucederá a mí? ¿A mis hijos, a mi familia y a mis amigos? ¿Tendremos suficiente comida? ¿Me pagarán?  ¿Pagaré el alquiler? ¿Quién es responsable de todo esto? De una manera extraña, la experiencia subjetiva es algo así como la de una huelga de masas, pero una que, en su carácter no–espontáneo, de arriba hacia abajo y, especialmente en su involuntaria hiperatomización, ilustra los enigmas básicos de nuestro estrangulado presente político de una manera tan clara como las verdaderas huelgas de masas del siglo anterior dilucidaron las contradicciones de su época. La cuarentena, entonces, es como una huelga vaciada de sus características comunales pero que es, sin embargo, capaz de provocar un profundo choque tanto en la psique como en la economía. Este hecho por sí solo la hace digna de reflexión.

Contagio social: guerra de clases microbiológica en China (Chuang)

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Compartimos la traducción de un artículo sobre las repercusiones del sistema capitalista mundial en otra epidemia viral. En este caso, el coronavirus en la población china. Fue publicado el 6 de febrero de 2020 en el sitio web de Chuang (que puede traducirse aproximadamente como «libérate; ataca, carga; rompe las líneas enemigas; actúa impetuosamente»), un grupo de comunistas chinos que critican tanto el «capitalismo de Estado» del Partido Comunista Chino como la versión neoliberal de los movimientos de «liberación» de Hong Kong. En su sitio web publican, además de los artículos de su blog, una revista temática que ya tiene una edición en inglés, todo lo cual puede consultarse aquí. [Extraído de Artillería Inmanente]

El horno

Wuhan es conocido coloquialmente como uno de los «cuatro hornos» (四大火炉) de China por su verano húmedo y caluroso y opresivo, compartido con Chongqing, Nankín y alternativamente con Nanchang o Changsha, todas ciudades bulliciosas con largas historias a lo largo o cerca del valle del río Yangtsé. Sin embargo, de las cuatro, Wuhan también está salpicada de hornos en sentido estricto: el enorme complejo urbano actúa como una especie de núcleo para el acero, el concreto y otras industrias relacionadas con la construcción de China. Su paisaje está salpicado de altos hornos de enfriamiento lento de las restantes fundiciones de hierro y acero de propiedad estatal, ahora plagado de sobreproducción y obligado a una nueva y polémica ronda de reducción, privatización y reestructuración general, que ha dado lugar a varias huelgas y protestas de gran envergadura en los últimos cinco años. La ciudad es esencialmente la capital de la construcción de China, lo que significa que ha desempeñado un papel especialmente importante en el período posterior a la crisis económica mundial, ya que ésos fueron los años en que el crecimiento chino se vio impulsado por la canalización de los fondos de inversión hacia proyectos estatales reales de infraestructura e inmobiliarios. Wuhan no sólo alimentó esta burbuja con su exceso de oferta de materiales de construcción e ingenieros civiles, sino que también, al hacerlo, se convirtió en la ciudad del boom inmobiliario por parte del Estado. Según nuestros propios cálculos, en 2018-2019 la superficie total dedicada a obras de construcción en Wuhan equivalía al tamaño de la isla de Hong Kong en su conjunto.

Pero ahora este horno que impulsa la economía china después de la crisis parece, al igual que los hornos que se encuentran en sus fundiciones de hierro y acero, estar enfriándose. Aunque este proceso ya estaba en marcha, la metáfora ya no es simplemente económica, ya que la ciudad, antaño bulliciosa, ha estado sellada durante más de un mes y sus calles han sido vaciadas por mandato del gobierno: «La mayor contribución que pueden hacer es: no se reúnan, no causen caos», decía un titular del diario Guangming, dirigido por el departamento de propaganda del Partido Comunista Chino (PCCh). Hoy en día, las nuevas y amplias avenidas de Wuhan y los relucientes edificios de acero y cristal que las coronan están todos enfriados y huecos, ya que el invierno disminuye durante el Año Nuevo Lunar y la ciudad se estanca bajo la constricción de la amplia cuarentena. Aislarse es un buen consejo para cualquier persona en China, donde el brote del nuevo coronavirus (recientemente rebautizado como «SARS-CoV-2» y su enfermedad «COVID-19») ha matado a más de dos mil personas; más que su predecesora, la epidemia de SARS de 2003. El país entero está encerrado, como lo estuvo durante el SARS. Las escuelas están cerradas y la gente está encerrada en sus casas en todo el país. Casi toda la actividad económica se detuvo por el feriado del Año Nuevo Lunar, el 25 de enero, pero la pausa se extendió por un mes para frenar la propagación de la epidemia. Los hornos de China parecen haber dejado de arder, o por lo menos se han reducido a brasas de suave brillo.  En cierto modo, sin embargo, la ciudad se ha convertido en otro tipo de horno, ya que el coronavirus arde a través de su población masiva como una fiebre enorme.

El brote ha sido culpado incorrectamente de todo, desde la conspiración y/o la liberación accidental de una cepa de virus del Instituto de Virología de Wuhan —una afirmación dudosa difundida por los medios sociales, particularmente a través de publicaciones paranoicas en Facebook de Hong Kong y Taiwán, pero ahora impulsada por medios de comunicación conservadores e intereses militares en Occidente— hasta la propensión de los chinos a consumir tipos de alimentos «sucios» o «extraños», ya que el brote de virus está relacionado con murciélagos o serpientes vendidas en un «mercado mojado» semilegal especializado en vida silvestre y otros animales raros (aunque ésta no fue la fuente definitiva). Ambos temas principales exhiben el evidente belicismo y orientalismo común en los reportajes sobre China, y varios artículos han señalado este hecho básico. Pero incluso estas respuestas tienden a centrarse sólo en cuestiones de cómo se percibe el virus en la esfera cultural, dedicando mucho menos tiempo a indagar en la dinámica mucho más brutal que se oculta bajo el frenesí de los medios de comunicación. Sigue leyendo