GUERRA DE CLASES EN BARCELONA – Jean Barrot, 1973

El siguiente texto es la traducción de un panfleto del grupo Mouvement Communiste, escrito en 1973 por Jean Barrot (alias Gilles Dauvé), en solidaridad con algunos revolucionarios españoles detenidos en España que se enfrentaban a duras condenas.

Undercurrent #8

Podría parecer una selección extraña, teniendo en cuenta que la lucha armada (que tanto dio forma a las luchas de los años 60 y 70) es prácticamente inexistente hoy en Europa, especialmente en el Reino Unido. Sin embargo, el texto no trata simplemente de la lucha armada. Trata la cuestión de la violencia en general, no de forma abstracta sino en clara conexión con el movimiento social del proletariado. Tomandolo fuera del marco limitado de la situación en España en los 70, creemos que este texto es una crítica/análisis útil del fetichismo de la violencia, una tendencia que también es visible en partes de la escena de acción directa en Gran Bretaña.

Introducción a la edición griega de 1974 (??)

El Estado español detiene a finales de septiembre de 1973 a una decena de revolucionarios, a los que presenta como «gángsters». Tres de ellos están amenazados con la pena de muerte. Podrían ser condenados por un consejo de guerra y ejecutados en 48 horas.

Si algunos de ellos robaron efectivamente bancos, lo hicieron para financiar la impresión de textos que circulan en el movimiento obrero radical de Barcelona. Y si murió un policía, eso ocurrió tras una emboscada de la policía.

Se trata de comprender lo que algunos proletarios se ven históricamente obligados a hacer. La violencia es siempre un medio para la satisfacción de una demanda: en España, donde la policía dispara a sangre fría a huelguistas desarmados, la violencia aparece directamente como una relación social. La simple escritura de textos o la circulación de panfletos conlleva la pena de muchos años de cárcel. Así, los que quieren resistir a la explotación recurren a la violencia con más frecuencia que en otros países.

La democracia ahoga las luchas obreras mediante la política y el reformismo. El fascismo tiene menos reservas y las aplasta con la violencia. Quien reconoce en el Estado el monopolio de la violencia niega a los proletarios el derecho a abolir su condición: el trabajo asalariado. Sigue leyendo