La revuelta proletaria ha explotado a lo largo del mundo confluyendo violentamente en diferentes rincones del mismo. Chile, Ecuador, Irak, Haití, Francia, Líbano, Hong Kong, Colombia, Bolivia, Honduras, Argelia, Sudán… son algunos de los lugares donde en estos últimos meses hemos salido a las calles desatando toda la cólera acumulada durante años. Bastó el anuncio de una subida del subte en Chile, de la tasa de combustible en Francia, del precio del pan en Sudán, un impuesto en las llamadas por redes sociales y en la gasolina en Líbano, o que quitaran los subsidios al combustible en Ecuador, para que como en Irak o Haití, saliéramos desesperados y furiosos ante la imposibilidad absoluta de vivir.
La insaciable sed de ganancia de la burguesía mundial está llevando a la vida en la Tierra a límites inimaginables, la contradicción entre las necesidades de valorización y la vida humana explosionan desde hace años en revueltas que hoy, con la concentración en el tiempo de decenas de revueltas, anuncian una nueva agudización del antagonismo de clases a nivel internacional. Cada barricada, cada protesta que se alza contra los sucesivos aumentos de nuestra explotación, cada corte de ruta, cada saqueo, es un llamamiento del proletariado mundial a luchar contra el deterioro de nuestras condiciones de vida, a extender y afirmar la negación de este mundo, a empuñar y levantar de nuevo la bandera de la revolución social.
Lo que nos anuncian las revueltas que hoy se generalizan por el mundo capitalista no es otra cosa que la reemergencia del proletariado, el regreso del viejo topo que nunca dejó de cavar. La llamada primavera árabe, la revuelta social en Grecia, en Turquía, en Ucrania, o las recientes luchas en Brasil o Venezuela, eran la antesala de un movimiento internacional e internacionalista que hoy lleva el miedo a todos los representantes del capitalismo mundial e insufla esperanzas y fuerzas a los proletarios de todo el planeta.
Desde el gobierno de turno que ejecuta las medidas que imponen las necesidades económicas y suponen siempre una subida de los precios de lo imprescindible para vivir; desde el patrón que nos explota directamente en el trabajo sacándonos nuestra última gota de energía; desde el mercado que nos arroja al desempleo en un mundo en el que si no tienes billetes en el bolsillo sobras y vas directo el matadero; pasando por el banco, o mejor dicho, por los bancos mundiales que aumentan nuestro grado de explotación con todo tipo de medidas de expoliación que hace que esos mismos billetes valgan cada vez menos en nuestras manos; desde cada chute más de ganancia que ejecuta la burguesía mundial a costa de envenenar el aire, el agua, la tierra, nuestra sangre o lo que comemos, pasando por todas esas innumerables organizaciones, sindicatos y partidos de izquierda y de derecha que representan “alternativas” al interior del capital y que sirven para perpetuarnos en nuestra condición de esclavos… a todos y cada uno de ellos van siendo señalados por el fuego de la revuelta como responsables de nuestros sufrimientos, como representantes del capitalismo mundial.
La potencia que ha mostrado nuestra clase en estos meses ha conseguido trastocar incluso los encuadramientos que en algunos lugares la burguesía lograba imponer para fagocitar nuestra lucha. En Hong Kong, el encuadramiento interburgués recula por la fuerza de la lucha internacional que arrincona algunas de las consignas de nuestro enemigo y determina a los proletarios a delimitarse de las mismas. Hasta en Cataluña, donde el nacionalismo parece omnipotente dirigiendo un espectáculo que arrastra al proletariado a negarse como fuerza revolucionaria, han aparecido consignas y prácticas de minorías que expresan que la fuerza revolucionaria sólo se abrirá paso fuera y contra la trampa de las banderitas nacionales.
Claro que, dicho todo esto, subrayando la importancia histórica de lo que estamos viviendo y que tiende a afirmarse en la práctica como movimiento proletario internacional e internacionalista frente a todas las tentativas de la burguesía por reprimirlo, ocultarlo, canalizarlo, deformarlo, fraccionarlo… no dudamos ni un momento que no es más que el comienzo de un proceso largo y complejo. Es difícil predecir los pulsos y desarrollos que tendrá, las idas y venidas, pero indudablemente avanza ya hacia una confrontación cada vez más internacional y generalizada, cada vez más violenta, cada vez más decisiva.
Si bien estamos ya reventando de hambre, enfermando de todas las maneras posibles y asfixiándonos por todo lo que da empuje a la economía a costa de nuestra vida y la de nuestro planeta, lo que está por venir es todavía peor. La catástrofe capitalista que se viene encima es incomparable con lo que se ha vivido hasta ahora. Las insaciables necesidades vitales de la economía capitalista piden sacrificar al ser humano y a todo lo viviente en el altar de la ganancia. Pero los proletarios hemos retomado la vía que abre la puerta a otro futuro: la pelea, la lucha intransigente por imponer una transformación radical, el ataque a las diversas instancias y representantes del capital, la afirmación en las calle de innumerables rincones del mundo de la comunidad de lucha contra el capital.
Ante la fuerza de la revuelta internacional, el capitalismo mundial responde como no puede ser de otra manera, con todo su arsenal terrorista. Durante estas semanas de protestas la democracia del capital nos recuerda que su dictadura es la más brutal que ha conocido la humanidad. Policías, antimotines y milicos salen a llenar de sangre las calles, a destrozar cuerpos, a encerrarnos, a asesinarnos, a dejarnos sin suministros y sin abastecimiento para hacernos recular, para meternos el miedo y que abandonemos las calles, para mostrarse invencible. Centenares de muertos, decenas de miles de detenidos y encarcelados, hombres, mujeres y niños mutilados y torturados por las armas que usan contra nosotros, ciudades y barrios desabastecidos para que regresemos a nuestras casas y se añore la vuelta a la tranquilidad de los cementerios.
Pese a que en algunos lugares tratamos de responder a todo ese terrorismo creando ollas y cocinas comunitarias, albergues, espacios para cuidar a nuestros hijos más pequeños mientras otros pelean en las calles, centros para tratar a los heridos y refugiar a compañeros, y también respondemos con la violencia revolucionaria, tomando por la fuerza lugares de abastecimiento, atacando a los medios de comunicación del capital, consiguiendo y repartiendo armas con las que defendernos y atacar al terrorismo del Estado, intentando que el miedo cambie de campo, intentando responder a su terrorismo expresándonos como comunidad de lucha, como comunidad solidaria, lo cierto es que aún no tenemos la fuerza suficiente para responder como se necesita al terrorismo del Estado. Es cierto, los milicos y todo su arsenal asesino no nos ha hecho retroceder, y la resistencia en las calles nos llena de determinación y coraje. Sin embargo, cuando el ejército sale a las calles a desplegar todo su terror, pese a la existencia de minorías que mantienen el pulso de la lucha y tratan de dar directivas, todavía somos incapaces de dar un salto cualitativo que cristalice en insurrección. La necesidad que hoy se nos plantea en cada revuelta es cómo profundizar y desarrollar esa insurrección.
Tenemos que retomar la senda del pasado, recordar lo que hicieron nuestros hermanos de clase entonces, cómo se cristalizaron las insurrecciones pasadas que lograron desestabilizar al Estado. Tenemos que recordar cómo se desestructuró a los cuerpos represivos, cómo se descompusieron los ejércitos, cómo enormes franjas de milicos se negaron a disparar contra la revuelta o más aún, se pasaron con la armas a su lado. La descomposición del ejército siempre fue y será un salto de calidad fundamental en toda revuelta proletaria.
Tenemos también que retomar la creación de estructuras para el abastecimiento, para la autodefensa, organizar el asalto a los centros de armamento para cristalizar las necesidades insurreccionales del enfrentamiento. Pero también necesitamos saber cuándo replegarnos en los momentos en los que la correlación de fuerzas nos es desfavorable, manteniendo la fuerza colectiva para evitar que el Estado nos barra. A veces puede ser necesario el repliegue, que no el abandono, para estructurarse, ampliar el asociacionismo y la estructuración proletaria internacional. Necesitamos también sacar a los presos, a los detenidos, etc. Pero sobre todo necesitamos que todo esto sea materializado como expresión y dirección de nuestra comunidad de lucha contra el capital. Toda tentativa de eludir la necesidad insurreccional y desarrollar en su lugar una guerra entre aparatos, o la de escindir de la propia comunidad de lucha la organización de la violencia como tarea de específica de un grupo guerrillero, son caminos que liquidan la fuerza que estamos generando. Como lo son también todas las peticiones de derechos humanos, o las exigencias de dimisiones de responsables del Estado, formas de integración democrática. Sin embargo, estamos convencidos de que nuestra comunidad de lucha aprenderá no sólo de su propia experiencia actual, sino que esa misma experiencia le hará reencontrarse con su propio pasado para buscar las formas de asumir estas necesidades. Como en Irak, donde los proletarios lanzan consignas refiriéndose a la insurrección de 1991.
No podemos obviar que el orden social existente no sólo combate nuestra lucha con balas y milicos que se lanzan contra las barricadas, sino con un conglomerado de ideologías y fuerzas que maniobran para destruir toda contestación social. Y lo que es más peligroso, esas mismas fuerzas, aprovechando nuestras propias debilidades y límites actuales, se presentan como parte de nuestra comunidad de lucha, llevando a muchos sectores de nuestra clase a identificarlas como tal. Las “soluciones” nacionales o nacionalistas, los espectáculos de asambleas constituyentes, los pedidos de depuraciones democráticas o cualquier otra reforma al interior del Estado son balas más dañinas que las que tiran los milicos, pues van dirigidas al corazón de nuestro movimiento. De nuestra determinación a contraponernos y enfrentarnos a esas fuerzas de la contrarrevolución depende la perspectiva revolucionaria, el latido de ese corazón comunitario.
No hay que olvidar que también es fundamental asumir todas una serie de tareas en los lugares donde la paz social no se acaba de romper. Claro que las mismas no tienen nada que ver con limitarse a la cuestión antirrepresiva o/y movilizaciones en embajadas y consulados que son terreno abonado para discursos reformistas y de derechos, con quejas y condenas contra los “excesos del Estado”. Ni por supuesto con defender la revuelta en tanto “pueblo que no aguanta mas” y que es “reprimido brutalmente”. Estas prácticas permiten precisamente a fracciones progresistas liquidar la verdadera solidaridad de clase, hacer de la revuelta y su necesidad algo de otros lugares, ajeno, lo que justifica negarla en su propio territorio defendiendo la paz democrática y los llamados a votar al mal menor. Por el contrario, la solidaridad de clase defiende la revuelta como expresión de nuestra comunidad de lucha contra el capital, como una misma lucha contra un mismo enemigo mundial. Claro que, las necesidades y tareas que se pueden asumir en los diversos lugares viene condicionada, no por la voluntad o determinación de grupos militantes, sino por la correlación de fuerzas locales. Desde luego es necesario crear instancias y comités de solidaridad, para centralizar y difundir las distintas informaciones de la lucha, así como lo que se realiza al interior de la revuelta (la sociabilidad, los saqueos, la organización comunitaria, la autodefensa, los comunicados compañeros etc.), para contraponernos a las mentiras de los medios de comunicación, a las canalizaciones socialdemócratas; para crear redes de ayuda con los refugiados, etc. En definitiva, hay que impulsar la estructuración de nuestra comunidad de lucha internacional, buscar formas de satisfacer las necesidades que se nos plantean en la lucha y saltar los obstáculos que nos encontramos.
La revuelta proletaria que hoy pone patas arriba al capitalismo mundial deja en evidencia, frente a todos los que quieren hacernos creer que la revolución es imposible, que la única alternativa del ser humano al capitalismo es la revolución mundial. La propia lucha y lo que cristaliza, nos da la certeza de que la humanidad puede destruir esta forma de vivir basada en la comunidad del dinero, mandarla al basurero de la historia, y desarrollar una nueva sociedad basada en la comunidad humana y su unidad inseparable con la Tierra.
¡Desde diferentes países y distintos escenarios, una misma lucha contra el capitalismo!
¡Organicemos internacionalmente nuestra comunidad de lucha!!
Afuera y en contra de sindicatos y partidos
¡A profundizar la lucha contra las relaciones sociales capitalistas!
Proletarios Internacionalistas
Révolte internationale contre le capitalisme mondial
La révolte prolétarienne a explosé dans le monde entier, convergeant violemment dans différentes contrées du monde. Chili, Equateur, Irak, Haïti, France, Liban, Hong Kong, Colombie, Bolivie, Honduras, Honduras, Algérie, Soudan… sont quelques-uns des endroits où, ces derniers mois, nous sommes descendus dans la rue pour libérer toute la colère accumulée au cours des années. Il a suffi d’annoncer une augmentation du prix du ticket de métro au Chili, une hausse de la taxe sur le carburant en France, du prix du pain au Soudan, d’une taxe sur les appels en ligne par le biais des réseaux sociaux et sur l’essence au Liban, ou de supprimer les subventions sur le carburant en Équateur, pour que, comme en Irak ou en Haïti, nous sortions dans la rue désespérés et furieux face à l’absolue impossibilité de vivre.
La soif insatiable de profit de la bourgeoisie mondiale qui pousse la vie sur Terre vers des conséquences inimaginables, la contradiction entre les besoins de valorisation et la vie humaine… tout cela explose depuis des années en révoltes qui aujourd’hui, avec la concentration dans le temps de dizaines de révoltes, annonce une nouvelle exacerbation de l’antagonisme de classe au niveau international. Chaque barricade, chaque protestation qui s’élève contre les augmentations successives de notre exploitation, chaque barrage routier, chaque pillage, est un appel du prolétariat mondial à lutter contre la détérioration de nos conditions de vie, à étendre et à affirmer la négation de ce monde, à brandir et hisser à nouveau le drapeau de la révolution sociale.
Ce que les révoltes qui se généralisent dans le monde capitaliste aujourd’hui nous annonce, n’est rien d’autre que la réémergence du prolétariat, le retour de la vieille taupe qui n’a cessé de creuser. Le soi-disant printemps arabe, la révolte sociale en Grèce, en Turquie, en Ukraine, ou les luttes récentes au Brésil ou au Venezuela, ont été l’antichambre d’un mouvement international et internationaliste qui fait aujourd’hui peur à tous les représentants du capitalisme mondial et donne espoir et force aux prolétaires de toute la planète.
Que ce soit le gouvernement en place qui exécute les mesures imposées par les besoins économiques et qui supposent toujours une augmentation des prix de ce qui est essentiel pour vivre… ou le patron qui nous exploite directement au travail en nous pressant jusqu’à la dernière goutte… Que ce soit le marché qui nous jette au chômage dans un monde où si tu n’as pas de fric en poche, tu restes sur le carreau et tu vas directement à l’abattoir… Que ce soit la banque ou plutôt les banques mondiales qui augmentent notre degré d’exploitation avec toutes sortes de mesures de spoliation qui rendent ces mêmes biftons toujours moins précieux entre nos mains… Que ce soit chaque nouvelle dose de profit que la bourgeoisie mondiale se shoote aux dépens de l’empoisonnement de l’air, de l’eau, de la terre, de notre sang ou de ce que nous mangeons… ou encore toutes ces innombrables organisations, syndicats et partis de gauche et de droite qui représentent des « alternatives » à l’intérieur du capital et qui servent à nous perpétuer dans notre condition d’esclaves… tous jusqu’au dernier sont désignés par le feu de la révolte comme responsables de nos souffrances, comme représentants du mondialisme mondial.
La puissance qu’a montrée notre classe au cours de ces derniers mois a réussi à bouleverser jusqu’aux encadrements que la bourgeoisie a pu imposer en certains endroits pour engloutir notre lutte. A Hong Kong, l’encadrement inter-bourgeois fait machine arrière par la force de la lutte internationale qui met au rebut certains des mots d’ordre de notre ennemi et détermine les prolétaires à s’en démarquer. Même en Catalogne, où le nationalisme semble omnipotent et met en scène un spectacle qui entraîne le prolétariat à se nier comme force révolutionnaire, des consignes et des pratiques minoritaires sont apparues qui expriment que la force révolutionnaire devra trouver son chemin seulement en dehors et contre le piège des drapeaux nationaux.
Bien sûr, cela dit, en soulignant l’importance historique de ce que nous vivons et qui tend à s’affirmer dans la pratique comme un mouvement prolétarien international et internationaliste contre toutes les tentatives de la bourgeoisie de le réprimer, de le dissimuler, de le canaliser, de le déformer, de le diviser… nous ne doutons pas un seul instant que ce n’est que le commencement d’un long et complexe processus. Il est difficile de prédire les impulsions et les développements qu’il aura, ses allées et venues, mais il ne fait aucun doute qu’il avance déjà vers une confrontation de plus en plus internationale et généralisée, de plus en plus violente, de plus en plus décisive.
Alors que nous souffrons déjà de la faim, que nous tombons malades de toutes les manières possibles et que nous nous asphyxions par tout ce qui fait tourner l’économie au détriment de notre vie et de celle de notre planète, ce qui est à venir est encore pire. La catastrophe capitaliste qui s’annonce est incomparable avec ce qui a été vécu jusqu’ici. Les besoins vitaux insatiables de l’économie capitaliste exigent le sacrifice des êtres humains, et de tout ce qui vit, sur l’autel du profit. Mais nous, prolétaires, nous avons repris le chemin qui ouvre la porte d’un autre avenir : le combat, la lutte intransigeante pour imposer une transformation radicale, l’attaque des diverses instances et représentants du capital, l’affirmation dans les rues d’innombrables régions du monde de la communauté de lutte contre le capital.
Face à la force de la révolte internationale, le capitalisme mondial répond comme il ne peut en être autrement, avec tout son arsenal terroriste. Durant ces semaines de protestation, la démocratie du capital nous rappelle que sa dictature est la plus brutale que l’humanité ait jamais connue. Flics anti-émeutes et militaires entrent en scène pour remplir les rues de sang, pour détruire des corps, pour nous enfermer, pour nous assassiner, pour nous laisser sans provisions afin de nous faire battre en retraite, nous faire peur, que nous abandonnions la rue, et pour nous montrer leur invincibilité. Des centaines de morts, des dizaines de milliers de personnes arrêtées et emprisonnées, des hommes, des femmes et des enfants mutilés et torturés par les armes qu’ils utilisent contre nous, des villes et des quartiers qui ne sont plus ravitaillés pour que nous rentrions dans nos maisons et que nous désirions ardemment le retour à la tranquilité des cimetières.
Bien que dans certains endroits nous essayons de répondre à tout ce terrorisme en créant des cuisines collectives, des abris, des espaces pour s’occuper de nos plus jeunes enfants tandis que d’autres combattent dans les rues, des centres pour soigner les blessés et abriter les camarades, et que nous répondons aussi par la violence révolutionnaire en prenant de force les lieux d’approvisionnement, en attaquant les médias du capital, en récupérant et en distribuant des armes pour se défendre et attaquer le terrorisme de l’État, en essayant de faire que la peur change de camp, en essayant de répondre au terrorisme en nous exprimant comme une communauté de lutte, comme une communauté de solidarité… la vérité est que nous n’avons toujours pas la force suffisante pour répondre comme il le faut au terrorisme de l’État. Certes, les militaires et tout leur arsenal meurtrier ne nous ont pas fait reculer, et la résistance dans la rue nous remplit de détermination et de courage. Cependant, lorsque l’armée descend dans la rue pour déployer toute sa terreur, malgré l’existence de minorités qui maintiennent l’impulsion de la lutte et tentent de donner des directives, nous sommes toujours incapables de faire un saut qualitatif qui se cristallise en insurrection. Le besoin auquel nous sommes confrontés aujourd’hui dans chaque révolte est de savoir comment approfondir et développer cette insurrection.
Nous devons retrouver le chemin du passé, nous souvenir de ce que nos frères de classe ont fait alors, comment les insurrections du passé se sont cristallisées et ont réussi à déstabiliser l’État. Il nous faut nous rappeler comment les corps répressifs ont été déstructurés, comment les armées se sont décomposées, comment des secteurs entiers de la soldatesque ont refusé de tirer contre la révolte ou, encore plus, comment ils sont passés avec armes et bagages de notre côté. La décomposition de l’armée a toujours été et sera toujours un saut de qualité fondamental dans toute révolte prolétarienne.
Nous devons également renouer avec la création de structures d’approvisionnement et d’autodéfense, organiser l’assaut des dépôts d’armes pour cristalliser les nécessités insurrectionnelles de l’affrontement. Mais nous devons aussi savoir quand se replier lorsque le rapport de force nous est défavorable, en maintenant la force collective pour éviter que l’État ne nous emporte. Parfois, il peut être nécessaire de se replier, ce qui ne signifie pas d’abandonner, afin de se structurer, de développer l’associationnisme et la structuration prolétarienne internationale. Nous devons aussi faire sortir les prisonniers, les détenus, etc. Mais avant tout, nous avons besoin que tout cela se matérialise en tant qu’expression et direction de notre communauté de lutte contre le capital. Toute tentative de contourner la nécessité insurrectionnelle et de développer en lieu et place une guerre entre appareils, ou de séparer de la communauté de lutte elle-même l’organisation de la violence comme tâche spécifique d’un groupe de guérilla, sont des voies qui liquident la force que nous générons. Comme le sont également toutes les pétitions relatives aux droits de l’homme ou les demandes de démission de responsables de l’État, c’est-à-dire des formes d’intégration démocratique. Cependant, nous sommes convaincus que notre communauté de lutte apprendra non seulement de sa propre expérience actuelle, mais que cette même expérience lui fera redécouvrir son propre passé pour chercher des moyens d’assumer ces nécessités. Comme en Irak, où les prolétaires lancent des consignes faisant référence à l’insurrection de 1991.
Nous ne pouvons pas ignorer que l’ordre social existant ne lutte pas seulement avec des moyens militaires qui sont lancées contre les barricades, mais avec un conglomérat d’idéologies et de forces qui manœuvrent pour détruire toute contestation sociale. Et ce qui est plus dangereux, c’est que ces mêmes forces, profitant de nos propres faiblesses et limites actuelles, se présentent comme faisant partie de notre communauté de lutte, conduisant de nombreux secteurs de notre classe à les identifier comme tels. Les « solutions » nationales ou nationalistes, le spectacle des assemblées constituantes, les appels à la purge démocratique ou toute autre réforme au sein de l’Etat sont des balles plus néfastes que celles tirées par les militaires, car elles visent le cœur de notre mouvement. La perspective révolutionnaire, le battement de ce cœur communautaire dépend de notre détermination à nous opposer et à affronter ces forces de la contre-révolution.
Nous ne devons pas oublier qu’il est également fondamental d’assumer toute une série de tâches dans les lieux où la paix sociale n’a pas encore été rompue. Bien sûr, elles n’ont rien à voir avec le fait de se limiter à la question antirépressive et/ou aux mobilisations dans les ambassades et les consulats qui sont un terrain propice pour les discours réformistes et sur les droits de l’homme, pour déposer plaintes et demander des sanctions contre les « excès de l’État ». Ni, bien sûr, avec la défense de la révolte en tant que « peuple qui en a marre » et qui est « brutalement réprimé ». Ces pratiques permettent précisément aux fractions progressistes de liquider la véritable solidarité de classe, de faire de la révolte et de ses nécessités quelque chose venant d’ailleurs, comme étant extérieur, ce qui justifie de la nier sur son propre territoire en défendant la paix démocratique et les appels à voter pour le moindre mal. Au contraire, la solidarité de classe défend la révolte comme expression de notre communauté de lutte contre le capital, comme une même lutte contre le même ennemi mondial. Bien sûr, les besoins et les tâches qui peuvent être assumés dans différents endroits sont conditionnés, non par la volonté ou la détermination des groupes militants, mais par le rapport de force local. Bien sûr, il est nécessaire de créer des instances et des comités de solidarité, afin de centraliser et diffuser les différentes informations de la lutte, ainsi que ce qui se fait au sein de la révolte (la sociabilité, les pillages, l’organisation communautaire, l’autodéfense, les communiqués de camarades, etc.), afin de s’opposer aux mensonges des médias, à la canalisation social-démocrate, afin de créer des réseaux de soutien pour les réfugiés, etc. Bref, il faut promouvoir la structuration de notre communauté de lutte internationale, chercher des moyens de satisfaire les nécessités qui nous sont posées dans la lutte et de surmonter les obstacles que nous rencontrons.
La révolte prolétarienne qui bouleverse aujourd’hui le capitalisme mondial met en évidence, contre tous ceux qui veulent nous faire croire que la révolution est impossible, que la seule alternative de l’être humain au capitalisme, c’est la révolution mondiale. La lutte elle-même et ce qu’elle cristallise, nous donne la certitude que l’humanité peut détruire cette façon de vivre basée sur la communauté de l’argent, l’expédier dans les poubelles de l’histoire, et développer une nouvelle société basée sur la communauté humaine et son unité inséparable avec la Terre.
De divers pays et avec des scénarios différents, une même lutte contre le capitalisme !
Organisons notre communauté de lutte au niveau international !
En dehors et contre les syndicats et les partis !
Approfondissons la lutte contre les rapports sociaux capitalistes !
Prolétaires Internationalistes
info@proletariosinternacionalistas.org
http://www.proletariosinternacionalistas.org
Just discovered that there is a typo in the translation: it is not «mondialisme mondial» but of course «capitalisme mondial»…