En la sociedad capitalista, las guerras, como los muertos, también tienen categorías. Hay guerras de primera (Ucrania) y guerras de segunda (Yemen). Como hay muertos de primera (los soldados de la OTAN o de sus aliados) y muertos de segunda y de tercera…
Entre los muertos de la última fila, los olvidados, están siempre los muertos que pone la clase trabajadora día a día. Tanto en la guerra abierta (como carne de cañón) como en la guerra soterrada y cotidiana que sufrimos en el puesto de trabajo (como fuerza de trabajo para ser explotada).
Cada año mueren cerca de 700 trabajadores en el Estado español, asesinados en su puesto de trabajo o acudiendo a él. Según datos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) en un año como 2018, justo antes de la pandemia, murieron en el mundo 2.780.000 trabajadores, por enfermedades contraídas en el trabajo o directamente por accidentes en el trabajo (400.000). En los últimos diez años, cerca de 30 millones de trabajadores pierden la vida a causa de las condiciones de trabajo en las que son obligados a ganar su salario. Y sabemos que los datos oficiales no suelen incluir todos los fallecidos (por ejemplo, los muertos en accidentes de tráfico “in itinere” o casos de infarto).
Las poblaciones que viven en las cercanías de incineradoras e industrias que emiten sustancias tóxicas sufren importantes aumentos de la mortalidad por cáncer (como el mesotelioma provocado por amianto o los cánceres provocados por “polvo negro”). Estamos hablando de muertes programadas y sufrimiento para miles de personas. Si a esto sumamos los trabajadores que quedan enfermos, lisiados o mutilados para el resto de su vida a causa de incidentes ocurridos durante el trabajo, el número total de trabajadores heridos, enfermos o mutilados en “tiempos de paz” sería seguramente 10 veces más.
El capital no tiene ningún escrúpulo en la explotación de la fuerza de trabajo, ningún escrúpulo para mandarnos matar… Ni el capital internacional, ni el español ni el vallisoletano.
Los accidentes nunca han cesado, pero después de la pandemia los aumentos han sido significativos en todos los sectores. Estos incrementos se dan por el deterioro de las condiciones laborales, el aumento de los ritmos, de las cargas de trabajo. En lo que va de año han muerto en territorio castellano 53 trabajadores (23 en Madrid, 14 en Castilla la Mancha, 16 en Castilla y León). En la provincia de Valladolid han fallecido en este primer semestre 4 trabajadores, y en la mayor parte de los casos se podía haber evitado, como en estos dos ejemplos, los dos últimos trabajadores fallecidos:
– Un muerto en ACOR por caída (en un silo)… de la misma manera que se produjo otro muerto en la misma factoría en 2016. ¿No han tenido tiempo de implementar las medidas de seguridad para los trabajos en altura? ACOR CULPABLE.
– Un muerto en METALÚRGICAS OVIEDO por aplastamiento… la plancha que le aplastó estaba sujeta por enganches en mal estado según había denunciado el sindicato UGT ¿Y por qué se seguía trabajando sin cambiar los enganches? ¿y por qué si UGT lo sabía no paró la actividad en la fábrica.
Los “accidentes laborales” son la punta del iceberg de la masacre cotidiana de la clase trabajadora. Son la parte visible de la guerra permanente que sufrimos los trabajadores. Este terrorismo patronal es una constante que domina el medio del trabajo por el miedo: miedo al despido, miedo al castigo, miedo a la represión laboral y sindical, miedo al paro, miedo al accidente en el trabajo, miedo a perder la vida yendo al trabajo, miedo a no llegar a fin de mes… Los accidentes laborales no los van a parar la empresa ni los sindicatos. Somos los propios trabajadores los que debemos imponer las condiciones de seguridad y prevención de riesgos en el trabajo.
Para el empresario, la seguridad es un coste. Rara vez le importa de verdad, menos aún en estos tiempos en los que los márgenes de beneficios peligran por la competencia desaforada de las distintas burguesías entre sí.
Los sindicatos claman para que “se extreme la vigilancia en el cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales”, o por “planes de choque”… pero llevan años pactando con los empresarios en el marco del diálogo social y las muertes y los accidentes no dejan de crecer.
La lucha contra las desgracias, nocividades, enfermedades y muertes en el trabajo debe ser parte de la lucha para reducir ritmos de trabajo, reducir la intensidad y duración de la jornada laboral y por el aumento de los descansos, especialmente donde se trabaje con mayor riesgo. Es imprescindible que los trabajadores nos organicemos por objetivos e intereses propios, contra cualquier colaboración con nuestros asesinos. Es imprescindible que la lucha se lleve a cabo con medios y métodos de clase y que enfrente, al mismo tiempo, a los patronos y capitalistas y a los sindicalistas y oportunistas que blanquean la explotación.
Los patrones los llaman accidentes. Los “sindicalistas”, accidentes laborales.
NOSOTROS LOS LLAMAMOS POR SU VERDADERO NOMBRE: ASESINATOS.
Comité de Solidaridad de los Trabajadores / Estado español
Junio 2022