En 1889 la Segunda Internacional aprobó la declaración del primero de mayo como un día en el que se coordinarían a escala internacional luchas por las demandas de clase del proletariado. Era la consecuencia de la represión, en 1886, de la huelga de 200.000 trabajadores, a consecuencia de la cual el Estado había desplegado una represión bestial que dejó una reguera de muertos y heridos, y en la revuelta que siguió, ejecutando a cuatro anarquistas. Aquellos días, toda la prensa burguesa declaraba horrorizada a los huelguistas como gentuza cuya demencia residía en querer parar la industria “justo ahora”.
Hoy todavía, esta última declaración sigue siendo una constante. Para la izquierda y la derecha del capital, nunca ha sido un buen día para la lucha de clases. Sea porque pone en riesgo los intereses de la nación, porque desestabiliza al gobierno progresista frente a la derecha, porque en plena crisis agrava las condiciones para los empresarios, la huelga es siempre vista como un gran crimen. De este modo, el primero de mayo ha sido convertido (merced a los sindicatos, que han pasado de ser órganos de lucha al vehículo que integra a la clase con el Estado, desarmándola) de un día contra la explotación asalariada, de autoorganización de clase, en un día de celebración, de batucadas, de demanda de derechos, de un “salario justo” y de defensa de los intereses del mantenimiento de la industria y servicios públicos (que no por públicos son menos capitalistas): de un día rojo a un día democrático-nacional, de un día de clase a un día de Estado.
Es por esto que declaramos:
1. Por la lucha autoorganizada de la clase obrera, por fuera y en contra de los sindicatos.
2. Contra la opresión y la explotación, por la unidad de la clase obrera y la unión de los auténticos internacionalistas.
3. Por una sociedad en la que los Estados, el trabajo asalariado, la propiedad privada, el dinero y la producción con fines de lucro sean sustituidos por un mundo de productores libremente asociados.
4. Contra los ataques económicos y políticos que las guerras actuales, y las venideras, desencadenarán sobre la clase obrera.
5. Contra el capitalismo, el imperialismo y todos los nacionalismos. En el actual contexto de rearme y aumento de conflictos imperialistas, es esencial rechazar cualquier apoyo a los capitales nacionales, a los “males menores” y a los Estados en formación.
Balance y Avante / Grupo Barbaria