De 1912 a 1926 la acción y pensamiento político de Amadeo Bordiga encarnaron la lucha del marxismo revolucionario en Italia.
Ya antes de la Primera Guerra Mundial, la izquierda marxista del PSI expresó en los congresos de Reggio Emilia (1912) y Ancona (1914), el surgimiento de una mayoría capaz de enfrentarse al reformismo, el sindicalismo y el nacionalismo.
Dentro de esta ambigua mayoría (de la Fracción Intransigente) se delineó la formación de una extrema izquierda (la Fracción Intransigente Revolucionaria), que tendió siempre a soluciones más radicales y clasistas. Esta extrema izquierda del PSI, en los congresos de Bolonia (mayo de 2015), Roma (febrero de 1917) y Florencia (noviembre de 1917) sostuvo posiciones muy próximas a las de los bolcheviques, como fueron la negación de la ayuda obrera a las tareas de defensa nacional y la consigna de derrotismo revolucionario, lanzada por Bordiga tras Caporetto (derrota italiana de octubre de 1917).
La fundación de Il Soviet (diciembre de 1918), órgano de la Fracción Abstencionista, supuso la defensa decidida de la revolución rusa y de la dictadura del proletariado, así como un claro planteamiento de la función del partido revolucionario.
La Fracción Abstencionista se planteó, desde el primer momento, la escisión del PSI de los revolucionarios. Su objetivo y su tarea principal en los años 1919 y 1920 fue extender la fracción a nivel nacional para fundar el Partido Comunista. En el II Congreso de la Internacional Comunista, la Fracción Abstencionista abandonó el abstencionismo como criterio táctico fundamental, y Amadeo Bordiga tuvo una intervención decisiva en el endurecimiento de las condiciones de admisión a la Tercera Internacional.
En todo momento, la acción y el pensamiento de Amadeo Bordiga tienen un marco italiano e internacional, íntimamente entrelazados, como correspondía a la militancia en el movimiento comunista internacional.
En enero de 1921, en el Congreso de Livorno del PSI, Bordiga dirigió y protagonizó la escisión de los comunistas y la fundación del PCI. Fue el máximo dirigente del PCI desde su fundación hasta el IV Congreso de la IC (diciembre de 1923).
La asimilación de los clásicos marxistas constituye una impronta imborrable y una constante referencia en los textos programáticos bordiguistas. Este dominio teórico, unido a la experiencia adquirida por Bordiga en la lucha contra el oportunismo imperante en la Segunda Internacional, le prepararon para enfrentarse a las crecientes disidencias entre el PCI y la IC con una capacidad crítica excepcional, dotada de una característica coherencia, rigor e intransigencia que la hacían temible y respetada a la vez.
El nuevo oportunismo, que hacía mella en la Internacional Comunista, se caracterizaba por una permanente adecuación del análisis histórico del capitalismo al cambio producido en las condiciones y situaciones inmediatas de la lucha del proletariado.
Amadeo Bordiga comprendió, analizó y denunció el carácter del oportunismo comunista. Del mismo modo, supo captar los primeros síntomas de abandono de los principios programáticos comunistas. Y se enfrentó hasta el último momento, en el seno de la propia Internacional, a la progresiva degeneración oportunista y contrarrevolucionaria del movimiento comunista internacional. No porque creyera que aún era posible evitar la derrota de la oleada revolucionaria iniciada en 1917, sino para dar testimonio y facilitar en el futuro la restauración teórica y organizativa del partido revolucionario.
En 1926, la Izquierda del PCI había culminado un largo proceso de formación ideológico y programático, caracterizado por las tensiones y enfrentamientos con la Internacional Comunista.
Estas divergencias no se resolvieron mediante una escisión, con ocasión de la acusación de fraccionalismo hecha al Comité de Entente (junio de 1925), a causa de la decidida oposición de Bordiga, contrario a la ruptura definitiva con el PCI y la IC.
El Congreso de Lyon del PCI (enero de 1926), supuso la definitiva derrota organizativa de la Izquierda, dada su imposibilidad de presentarse como fracción o tendencia en el seno del partido, así como de defender sus posiciones políticas.
La intervención de Amadeo Bordiga en el VI Ejecutivo Ampliado de la Internacional fue la última posibilidad que tuvo la Izquierda del PCI de utilizar una tribuna internacional para defender el programa comunista fundacional. El brusco enfrentamiento entre Stalin y Bordiga, en torno a la cuestión rusa y la teoría del socialismo en un solo país, señalaba la definitiva derrota de las concepciones revolucionarias en el seno del movimiento comunista internacional.
Bordiga constató que la llamarada revolucionaria internacional iniciada con el Octubre ruso había sido definitivamente apagada por el alud contrarrevolucionario. Reconocida esta derrota histórica del proletariado, rechazó todo activismo y mística de la vanguardia y la organización, abrazó una concepción férreamente determinista de las posibilidades revolucionarias y personalmente consideró inútil su militancia activa en la clandestinidad impuesta por el fascismo.
En 1926, en el momento de su detención y confinamiento por las autoridades fascistas, pero cuando ya estaba también organizativamente aislado en el seno del partido y en la Internacional, Amadeo Bordiga había elaborado, como líder de la Izquierda del PCI, un cuerpo teórico coherente y acabado, claramente diferenciado del marxismo soviético oficial.
Los rasgos diferenciales fundamentales de este pensamiento marxista bordiguista eran, en 1926, los siguientes:
-Rechazo de la táctica de frente único y de la consigna de los gobiernos obreros y campesinos, así como de todo tipo de coalición antifascista.
-Rechazo de la dirección de la Internacional Comunista por el Partido Comunista ruso y de la teoría del socialismo en un solo país.
-Rechazo de la necesidad de defensa de la democracia burguesa por parte de los comunistas.
– Rechazo del antifascismo y de toda doctrina política ajena a la lucha de clases.
-Consideración de la democracia y el fascismo como dos formas de dominio burgués complementarias, equivalentes e intercambiables.
-Rechazo del principio democrático en el seno del Partido Comunista. Al centralismo democrático se opone el centralismo orgánico.
-Lucha y crítica contra el oportunismo, entendido como dejación de principios programáticos fundacionales.
-El partido es definido como un órgano de la clase, no inmediatista, centralizado, que defiende su programa intransigentemente, anteponiendo la defensa de los intereses históricos del proletariado al reformismo.
-La táctica tiene unos límites impuestos por el programa comunista. Una táctica inadecuada influye necesariamente en cambios programáticos, así como en la naturaleza misma del partido.
– Rechazo a la fundación de una nueva Internacional sobre la base de un denominador común de experiencias negativas o críticas a la Tercera Internacional o el estalinismo. Necesidad previa de un balance histórico de los errores de la Internacional y de elaboración de una plataforma programática común.
-La derrota organizativa de la Izquierda del PCI era consecuencia directa de su defensa intransigente de los principios programáticos comunistas. En 1928, en el suburbio industrial parisino de Pantin, los exiliados comunistas italianos en Bélgica y Francia se reunieron para fundar una nueva organización, que podemos calificar sin lugar a dudas como bordiguista: la Fracción de Izquierda del PCI, que en 1935 cambió este nombre por el de Fracción Italiana de la Izquierda Comunista Internacional.
En la declaración de su congreso fundacional, este grupo manifestaba su adhesión a los principios programáticos del II Congreso de la IC, del congreso fundacional del PCI en Livorno, de las tesis de Bordiga en la conferencia clandestina del PCI en Como, de las tesis presentadas por Bordiga al V Congreso de la IC, así como de todos los escritos del camarada Bordiga. Es decir, la nueva organización política se declaraba partidaria de toda la acción y el pensamiento político desarrollados por Amadeo Bordiga, desde su intervención en el II Congreso de la Internacional Comunista y en Livorno hasta sus últimas intervenciones en Lyon o en el VI Ejecutivo Ampliado de la IC, de 1926. El apelativo de bordiguismo, dado por el resto de formaciones políticas, no podía ser más apropiado.
Sin embargo, debemos señalar que la Fracción de Izquierda del PCI rechazó, en todo momento, el apelativo de bordiguista. No deja de ser cierto que las tesis desarrolladas por este grupo durante los años treinta se hicieron sin contacto alguno con Bordiga. Por otra parte, los escritos de Amadeo Bordiga se resisten a la personalización: son siempre textos de partido, aunque esta característica conozca grados diversos, desde los de carácter programático a los artículos de debate o la correspondencia con otros militantes.
¿Hasta qué punto es lícito personalizar e individualizar unos textos programáticos, de partido? El peligro radica en convertir la historia de un partido o un movimiento en la biografía de sus dirigentes.
¿No es ahistórico y erróneo personalizar el complejo fenómeno del estalinismo en la persona de Stalin? ¿Es factible reducir la alternativa histórica que se presentaba ante el PCI, entre la defensa de los principios programáticos de Livorno o la aceptación de la disciplina ciega a la Internacional, en un enfrentamiento individual entre Amadeo Bordiga y Antonio Gramsci?
El propio Bordiga se quejaba, en los agrios debates sobre el fraccionalismo del Comité de Entente de la Izquierda, del excesivo personalismo en torno a su nombre. Conocida es, por lo demás, su concepción del líder en un partido comunista como mera función totalmente despersonalizada. El mérito y la fuerza de Gramsci y Togliatti en el PCI no fue otro que el de ser los hombres de confianza de la Internacional en Italia. Esa es también su miseria, porque ello suponía su plena identificación con el naciente estalinismo. La inevitable derrota y la debilidad de Bordiga radicaban en su intransigente oposición al oportunismo y a la degeneración de la Internacional. Esa es también su grandeza histórica, y el origen y la razón de ser del bordiguismo como corriente marxista diferenciada.
Agustín Guillamón