La identificación entre reivindicación y reforma ha sido, desde tiempos inmemoriales, clave en la ideología dominante y una confusión siempre presente en las filas proletarias. Es lógico, pues es la que permite hacer pasar gato por liebre, presentar lo que interesa a las clases dominantes como igual a lo que piden los explotados y oprimidos, las necesidades de la valorización del valor como si fuesen las necesidades humanas.
Pongamos entonces los puntos sobre las “i” definiendo el contenido socialmente opuesto de ambas.
La reivindicación es SIEMPRE expresión de lo que el explotado/oprimido necesita. En muchos casos la reivindicación es clara y se presenta bajo la forma de exigencia, de demanda basada en una relación de fuerzas, en otras es mucho más confusa y adopta la forma de un pedido… llegando hasta el extremo de ser una especie de ruego a los opresores. En algunos casos es directa y neta, en otros es confusa y piadosa, a veces se exige directamente lo que se necesita, en otros se pide al enemigo de clase como si fuera un favor, pero más allá de la forma, la relación de fuerza existe siempre y la reivindicación siempre expresa una necesidad.
La reforma es por el contrario SIEMPRE la modificación de algo para que todo quede como está, es por definición la reforma de la explotación y la dominación para que la misma no sea cuestionada.
Si las reivindicaciones se expresan directamente en función de lo que se necesita es muy difícil (menos horas de trabajo, cosas, techos, pan, carne….) recuperarla y transformarla en simple reforma sin que realmente la clase dominante entregue cosas, que inevitablemente se traducirán en un aumento del salario relativo (disminución de la tasa de explotación). Si por el contrario se incorporan en las mismas las mediaciones inherentes a la sociedad burguesa (ejemplo: más dinero, más salario, más subsidios…) siempre es más fácil para la clase dominante integrarla en un proceso de reformas (compensación por la inflación o por un aumento de la productividad). Si desde el principio las necesidades reales del proletariado en lucha son expresadas en el lenguaje del reformismo y del sindicalismo (más trabajo, defensa de la empresa, defensa de la economía nacional…) no debiera hablarse ya de reivindicación sino de política obrerista o populista del capitalismo [1] .
Pero siempre, la transformación de la reivindicación en reforma es clave en la reproducción de la explotación y la dominación. Cuanto más clara y directa es la reivindicación más difícil es que la reforma con la que responde la burguesía sea aceptada como una solución, cuanto más oscura, llena de mediaciones y piadosa es la reivindicación, más fácil puede la reforma ser presentada como “la solución”, el punto final a aquel pedido.
Toda reivindicación, en tanto que formulación de una necesidad humana, es una expresión formalizada de algo que no tiene forma, es la expresión, en un momento dado, de intereses que, por su propia naturaleza, están en proceso, es la verbalización de una realidad en movimiento. Por eso mismo la reivindicación tiende a cambiar, a superarse a sí misma, a generalizarse, tanto porque, quienes la formulan o la exigen, tienden a ser cada vez más, como por el hecho que por su contenido se hace más radical.
Todo movimiento proletario digno de ese nombre, aunque exprese reivindicaciones concretas, por ser el producto de necesidades humanas ilimitadas y siempre insatisfechas en este mundo de privación y carencia, contiene la posibilidad de generalizarse. Si el enemigo (el reformismo, el progresismo [2]) no logra transformar las primeras reivindicaciones en simples reformas, es seguro que las reivindicaciones tenderán a enriquecerse, que otras reivindicaciones serán expresadas por el movimiento, que otros sectores proletarios se sentirán atraídos por el movimiento, y por sus reivindicaciones, y que será cada vez más claro que para imponerlas se requerirá responder a la violencia de los dominadores, con la violencia de los de abajo, lo que siempre contiene la posibilidad del cuestionamiento del gobierno y hasta del poder. La generalización de las reivindicaciones y del movimiento tiende inexorablemente a cuestionar la totalidad del sistema de explotación y opresión, la fortificación del proletariado como fuerza actuante y generalizando las reivindicaciones choca inevitablemente con el poder de la clase dominante y pone al orden del día la revolución social como única alternativa. La revolución social es precisamente la generalización y centralización de todas esas luchas y de todas las reivindicaciones y como tal, no tiene una naturaleza social diferente a esas reivindicaciones.
La trampa burguesa frente a esta realidad, la ideología que mejor mantiene la dominación y opresión capitalista es la que se ocupa precisamente de presentar la revolución como algo diferente a la generalización de todas las reivindicaciones. Según ellos unas serían políticas, las otras económicas, algunas serían históricas, las otras inmediatas. En realidad si las reivindicaciones se pueden encerrar así, separando lo que humanamente es inseparable, separando las necesidades humanas inmediatas de la necesidad humana de revolución, separando la necesidad de resolver algo económicamente de la lucha contra los opresores y explotadores, separando lo que se necesita ahora (por ejemplo pan o techo) de lo que también se necesitaría ahora (destruir a los opresores y su Estado)…no es porque la separación esté en la naturaleza de la cosa misma, sino porque los reformistas transforman las reivindicaciones en reformas o, lo que es lo mismo, porque los reformistas tienen más fuerza que los revolucionarios, es decir porque la burguesía impone sus ideas a los proletarios, porque la contrarrevolución sigue imperando y haciendo pasar los intereses burgueses como intereses de todos, las reformas y los progresos del capitalismo como buenos para los explotados.
Desde el punto de vista proletario, revolucionario, lo que es claro entonces no es que la reforma no pueda colmar tal o cual reivindicación, que tal o tal “mejora” no pueda responder a lo que la gente quiere, sino que no son la misma cosa, que se trata de realidades no sólo diferentes sino opuestas, que la reforma es la respuesta burguesa a la reivindicación: lo que la burguesía propone para responder a la reivindicación, lo que la clase opresora hace para “arreglar” su sistema de opresión convenciendo a los oprimidos que “es lo máximo que pueden obtener”, y para que fundamentalmente todo siga como antes. El hecho de que la mayoría de las veces la reforma propuesta se confunda con la reivindicación en su forma, o que sean los sindicalistas e incluso los propios oprimidos quienes expresan las necesidades humanas en términos de meras reformas, no quita nada a esa contraposición fundamental, sino que al contrario es lo que mejor las expresa.
Lo que es claro entonces, es que la reforma es siempre y en todos los casos, el arma de los enemigos, de los explotadores y los opresores contra las necesidades humanas. De la misma manera que debe ser claro que las necesidades humanas contienen la necesidad de destruir esta sociedad de opresión, que la revolución social es la generalización de las necesidades de toda la humanidad que terminara destruyendo por la violencia la dictadura del valor (capital).
[Texto aparecido en la revista COMUNISMO No.60 editada por el GCI]
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[1] Ver una exposición más detallada de esta recuperación en “Consignas ajenas- consciencia enajenada!” en COMUNISMO 22
[2] No debiera ser perdido de vista que la esencia del sistema capitalista es el progreso y la reforma, que toda la clase dominante está interesada en transformar las necesidades humanas en meros progresos y reformas de la explotación y de la dominación.