El porqué del derrotismo revolucionario

Esta NO es nuestra guerra

Por Barbaria

El desarrollo de la guerra imperialista entre Rusia y Ucrania ha vuelto a colocar, de modo meridiano, la importancia de las consignas invariantes y tradicionales del movimiento revolucionario frente a la guerra del capital: la fraternización entre los proletarios en uniforme de ambos frentes, contra todas las patrias por el internacionalismo proletario, dirigir las armas contra la propia burguesía, el derrotismo revolucionario y la transformación de la guerra imperialista en guerra de clases. En el cuaderno que editamos aquí publicamos una serie de textos que hemos ido sacando como grupo al calor del recrudecimiento de la guerra imperialista y otros materiales, que nos parece importante sacar también en papel, de compañeros que se ubican en un mismo terreno de intransigencia de clase e internacionalista. Han circulado numerosos comunicados defendiendo una perspectiva análoga a la nuestra. Los compañeros de la revista Controverses han publicado la mayoría de estos comunicados en francés, inglés y castellano y se puede consultar en su página web[1]. También los compañeros argentinos de Panfletos subversivos o los compañeros checos de Tridni Valka han desarrollado una labor muy importante para hacer conocer las reacciones internacionalistas frente a la guerra que minorías de todo el mundo estamos llevando a cabo de modo claro y cabal[2].

La mayoría de los grupos que hemos defendido estas posiciones nos encontramos ubicados en un terreno programático, que es el de la izquierda comunista o el de otras corrientes influenciadas por ella[3]. Nos referimos a las minorías revolucionarias que, de un modo intransigente, a partir de la década de los 20 del siglo XX, defendieron la autonomía de clase y el internacionalismo proletario en la larga noche de la contrarrevolución, en aquellos años que eran medianoche en el siglo, para retomar la metáfora de Victor Serge. Es muy importante cómo, en ese contexto contrarrevolucionario, defendieron a contracorriente una perspectiva revolucionaria contra todas las facciones burguesas: del capitalismo de Stalin a las potencias democráticas, del fascismo a las corrientes antifascistas. Eso es lo que permitió, además, defender una perspectiva de clase e internacionalista contra los dos campos burgueses durante la II Guerra Mundial[4]. Además, algunos grupos anarquistas e internacionalistas han manifestado un posicionamiento claro y significativo contra la guerra imperialista. Queremos destacar, en primer lugar, el comunicado de los compañeros rusos de KRAS-AIT Contra la guerra, comunicado que publicamos en este cuaderno por la importancia de la defensa de posiciones internacionalistas y revolucionarias en uno de los Estados protagonistas de la guerra imperialista. Como dicen los compañeros de KRAS-AIT:

“Hacemos un llamado a los soldados enviados a combatir a que no se disparen unos a otros y más aún a que no abran fuego contra la población civil.

Los instamos a que se nieguen en masa a cumplir las órdenes criminales de sus comandantes.

¡PARAR ESTA GUERRA!

¡BAYONETA AL SUELO!

Llamamos a la gente en la retaguardia a ambos lados del frente, a los trabajadores de Rusia y Ucrania a no apoyar esta guerra, no ayudarla, al contrario, ¡resistirla con todas sus fuerzas!

¡No vayas a la guerra!

¡Ni un solo rublo, ni un solo hryvnia de nuestros bolsillos para la guerra!

¡Haced huelgas contra esta guerra si puedes!”

Hay que destacar también comunicados como los del grupo anarcosindicalista serbio IWA-AIT con el expresivo título Convirtamos la guerra imperialista en revolución obrera[5]. Este tipo de posiciones suponen además suponen una crítica internacionalista frente a otros grupos anarquistas que están participando en la guerra imperialista como parte del ejército ucraniano[6].

Ahora bien, la defensa de estas posiciones internacionalistas son un ejemplo importante, pero muy minoritario y a contracorriente. Existen sectores que aluden al hecho de que la defensa del internacionalismo no tendría sentido porque sus efectos prácticos a día de hoy serían nulos. Realizan una crítica no porque no sea justo el derrotismo revolucionario, sino porque no sería operativo. Dos son las críticas que debemos hacer a este tipo de planteamientos. En primer lugar, a pequeña escala y de modo obviamente débil, se están dando ejemplos de posicionamiento contra la guerra y de deserciones en ambos ejércitos[7]. Y en segundo lugar, una crítica con más enjundia es que los comunistas revolucionarios no operamos en función simplemente al momento presente, al instante y a la capacidad que tengamos de actuar sobre un momento. Los revolucionarios, en la sociedad del capital, somos normalmente minorías que operamos en situaciones desfavorables. Por ello, nuestra teoría, como decía Bordiga, es sobre todo una doctrina de la contrarrevolución. Defender posiciones internacionalistas ahora es algo esencial para que la clase en su conjunto pueda hacerlas suyas en un futuro. Los revolucionarios tenemos que mantener la línea del futuro en el presente: esa es nuestra tarea esencial.

Otra posición muy diferente es la de aquellos que sostienen que los revolucionarios deberíamos defender el derecho del pueblo ucraniano a la defensa de su territorio y que no habría existencia independiente del proletariado sin ese contenido elemental. Algo que se afirma aunque suponga que, de modo no ideal, el proletariado ucraniano lo haga organizado por el ejército y el Estado ucraniano. No defender esa posición, argumentan, sería una muestra de un dogmatismo que sometería el espíritu de la emancipación proletaria al dogma de unas posiciones abstractas y sin alma. Todo ello, sin embargo, nos evoca la letra y el sentido de discusiones pasadas:

“Las fórmulas se adaptan a los acontecimientos, pero pretender adaptar los acontecimientos a las fórmulas es un onanismo estéril, es algo banal y alocado. Es una empresa ridícula. Si mañana —por un juego complejo de circunstancias— se demostrase que la intervención de Italia pudiera acelerar el fin de esta horrenda carnicería, ¿quién —entre los socialistas italianos— querría desencadenar una huelga general para impedir la guerra? [La intervención] ahorraría centenares de miles de vidas proletarias en Francia, Alemania, Austria, etc. ¿No sería una prueba suprema de solidaridad internacional? ¿Nuestro interés, como hombres y como socialistas, no es que este estado de anormalidad sea breve y liquide todos los viejos problemas? […] No podemos encerrarnos en una fórmula si no queremos condenarnos a la inmovilidad. La realidad se mueve y con ritmo acelerado. Tenemos el privilegio de haber vivido en la hora más trágica de la historia del mundo. ¿Queremos ser —como hombres y como socialistas— simplemente los espectadores de este grandioso drama? ¿No queremos ser, de algún modo, sus protagonistas? Socialistas de Italia, mirad bien: a veces la letra mata el espíritu. ¡No salvemos la letra del socialismo si eso significa matar su espíritu!”[8]

El tono y el sentido de estas mismas palabras las hemos escuchado estos días de cara a nuestras posiciones internacionalistas. Bastaría eliminar las referencias a Italia y a los contendientes de la I Guerra Mundial y hablar de Ucrania para ver cómo palabra por palabra su sentido se repite en algunos sectores pretendidamente anticapitalistas. Nosotros seríamos doctrinarios dogmáticos que viviríamos encerrados en fórmulas que pretenden ajustar la realidad a nuestros deseos. Por su boca, en realidad, habla el oportunismo de toda la vida, que es incapaz de mantener la línea del futuro revolucionario en el presente, porque se adapta a lo inmediato. Son los conservadores contrarrevolucionarios del instante, de la catástrofe capitalista. El hecho de que el autor de las palabras citadas arriba sea Mussolini debería hacer reflexionar. Quien defiende alguno de los bandos de una guerra imperialista se ubica en el terreno de la burguesía y del capital para toda la vida. No hay vuelta atrás. Por eso es tan importante la intransigencia revolucionaria e internacionalista en estos momentos de aceleración de la crisis del capital y de la guerra imperialista. El comunismo es un movimiento real e histórico que implica fines y medios. Debemos preparar los medios ya desde el presente para poder alcanzar los fines de la autoemancipación proletaria y humana. El comunismo, una sociedad sin clases, mercancía y Estado, implica, como prerrequisito, la autonomía y antagonismo de clase frente a la burguesía, el internacionalismo que se concretiza en la constitución de un proletariado mundial que se constituye en clase y, por tanto, en partido dirigido hacia los fines del comunismo. Quien niega la independencia de clase y la autonomía del proletariado contra todas las burguesías ahora, la niega para siempre. No hay medias verdades en estas cuestiones. Supone levantar barreras de clase infranqueables. Y como revolucionarios, como han dicho los anarquistas de KRAS-AIT frente a los “anarco-patriotas”, tenemos el deber de no olvidar. O como dijeron otros revolucionarios en el pasado, nuestra obligación es no traicionar nunca la perspectiva revolucionaria y emancipadora del proletariado. Es lo que olvidan nuestros críticos cuando nos atacan como doctrinarios.

Obviamente nuestra repulsa y odio a las matanzas de toda guerra imperialista es plena. Nuestro odio a todos los bandos en conflicto y a las matanzas del imperialismo ruso es inquebrantable. Lo que afirmamos es que el proletariado ucraniano, y todo el proletariado mundial, solo puede defender su existencia y sus condiciones de vida si se opone a la guerra imperialista, a su propia burguesía y a todas las burguesías en liza. El proletariado ucraniano no defiende su existencia en la guerra imperialista, sino que se convierte en carne de cañón de unos intereses que no son los suyos: son los de la burguesía ucraniana y los del bloque imperialista occidental que está detrás de ella. Está afirmación, actualmente minoritaria, será cada vez más evidente en la medida en que el conflicto imperialista se enquiste. Y es que la guerra no es el resultado de una mala burguesía que se opone a una burguesía racional. No hay ningún mal menor. La guerra nace de las entrañas de la lógica de la sociedad del capital.

Tenemos ejemplos en el pasado durante la primera matanza imperialista: la división en líneas de clase de “anarco-patriotas” como Kropotkin frente a internacionalistas como Malatesta, por ejemplo; o dentro del campo de la II Internacional, cuando la socialdemocracia adquirió definitivamente su naturaleza de clase como izquierda del capital, llamando a los proletarios a matarse unos contra otros en defensa de la patria. Sus argumentos se repiten ahora. Era una matanza momentánea, luego volvería la solidaridad de clase. Tras la masacre en las trincheras habría que reconstruir plácidamente la Internacional en los salones de la política burguesa. Lo que importaba era no ser doctrinarios, ser concretos, reaccionar frente a lo inmediato. Esos argumentos no eran solo de Mussolini, que fue coherente llevando la defensa de la patria al desarrollo del movimiento fascista. La socialdemocracia alemana defendía la civilización germana, más progresista que el zarismo ruso, y había que defender los créditos de guerra. También hoy se sostiene el envío de armas a Ucrania desde arriba o, en una perspectiva más izquierdista que comparten muchos anarquistas y trotskistas, se llama al armamento desde abajo de las milicias ucranianas. Son los mismos que después defendieron el Estado burgués de la República de Weimar. Los que odiaban la revolución como el pecado como Ebert, el presidente del SPD alemán y de la República democrática. Los que se ofrecían a ser los perros sangrientos contra la revolución como Noske, el que fue ministro democrático del Interior y que asesinó a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht, además de a decenas de miles de proletarios revolucionarios. De eso se trata, del hilo histórico, el de la revolución y el comunismo, o el de la contrarrevolución y la izquierda del capital.

Frente a esta, nosotros defendemos las tradiciones revolucionarias de las oposiciones internacionalistas a la II Internacional, las que defendieron el derrotismo revolucionario de los bolcheviques y la izquierda germano-holandesa (Pannekoek, Gorter…) en las reuniones de Zimmerwald y Kienthal. El enemigo es siempre nuestra burguesía y toda la burguesía internacional. Hay que transformar la guerra imperialista en guerra de clases. Las posiciones de Rosa Luxemburgo en El folleto Junius: la afirmación de la lucha de clases frente a la sagrada familia de la unidad patriótica. Aquellos que llaman a defender a Ucrania están afirmando que no existen clases ni antagonismo de clase, en esa arcadia fuera de la historia que sería la nación ucraniana. El imperialismo no es una realidad que sea propia de algunos Estados. Todos los Estados son imperialistas, algunos dominantes y otros subalternos, como decía la misma Rosa, porque el imperialismo no es sino la expresión política e internacional de la competencia capitalista mundial. Igual que las empresas compiten entre sí, los Estados, encarnación del capital nacional y sus intereses, compiten entre ellos. De ahí que la guerra sea intrínseca a la dinámica capitalista. Defender a Ucrania no es defender al proletariado y a la población, sino luchar para que seamos carne de cañón de la burguesía mundial. Como afirman con fuerza los compañeros iraníes de la fábrica de Haft Tappeh, esta guerra, como todas las guerras entre naciones, es contra el proletariado internacional[9].

También podemos pensar en la II Guerra Mundial y en la débil posición internacionalista que, en plena contrarrevolución, defendieron los revolucionarios del tercer campo[10]. En esa ocasión, por ejemplo, el trotskismo pasó al campo de la izquierda del capital al defender uno de los bloques en guerra (el democrático) frente al otro (el fascista), con la excepción notable de aquellos que defendieron una posición de derrotismo revolucionario y de oposición a todos los campos burgueses. Nos referimos a compañeros como los internacionalistas en torno a Munis (Benjamin Péret, Natalia Sedova, Esteban Bilbao o Jaime Fernández)[11], al revolucionario griego Agis Stinas[12] o a los comunistas revolucionarios de origen austríaco del RKÖ[13]. Por eso no debe extrañarnos que a día de hoy los diferentes grupos trotskistas se ubiquen directa o indirectamente del lado de uno de los bloques en guerra, o que le den más importancia a la lucha contra la OTAN y, entonces, Putin o no es imperialista o es representante de un imperialismo menor, o que sostengan al otro bando con la cómoda excusa de defender la autodeterminación ucraniana: armas para Ucrania, gritan: o sea, armas para la guerra imperialista.

Y es que la defensa de la guerra imperialista se presenta siempre con los mismos argumentos: defensa de la civilización democrática frente a la barbarie, las (pobres) naciones agredidas frente al invasor (como si la naturaleza de un esclavista que posee 100 esclavos fuera mejor que quien posee 1.000) o en nombre del sacrosanto derecho de las naciones a la autodeterminación[14].

Entonces, y como decíamos al inicio de esta introducción, la guerra imperialista en curso supone el sostén invariante de la estrategia y táctica internacionalista. Esto se expresa en la defensa del derrotismo revolucionario proletario y en la transformación de la guerra imperialista en guerra de clases, todo ello en contra de un inmediatismo oportunista que destruye nuestra perspectiva histórica en nombre de la complejidad del momento, o de ser concretos y poder intervenir de modo más eficaz en la realidad del momento: Mussolini habla por su boca.

Esa es la finalidad de publicar los textos que se pueden leer o releer a continuación en papel. Como Barbaria hemos publicado cuatro de textos. El primero, Rusia, Ucrania y la importancia de las preguntas, habla de la importancia de no empantanarnos en los discursos burgueses sobre la guerra. El segundo, Guerra en Ucrania: el ratón y el gato, se escribió al calor del desencadenamiento de la guerra defendiendo una perspectiva internacionalista neta. En el tercero, como dice su título, tratamos de volver a Algunas posiciones fundamentales del internacionalismo proletario. En el último, La guerra económica, la guerra que ya es, observamos las consecuencias económicas de la guerra como un ataque contra el proletariado. Publicamos además otros textos que defienden igualmente el internacionalismo proletario de un modo neto e intransigente. El ya mencionado comunicado de los compas rusos de KRAS-AIT contra la guerra, un texto inicial de los compañeros de Tridni Valka que se detiene en explicar de manera clara el porqué del derrotismo revolucionario, una breve y excelente denuncia a la guerra imperialista escrita por un compañero que firma como Esclavo asalariado internacionalista, que recuerda la frase de Liebknecht de que el enemigo está siempre en tu propio país, y por último, la denuncia explícita y firme de los compañeros argentinos de La Oveja Negra a la guerra imperialista.

Publicamos estas páginas no como un análisis de una guerra puntual o un análisis de coyuntura, sino desde el convencimiento de que estamos viviendo una aceleración histórica de la crisis del capitalismo como civilización. La guerra es solo una de las muestras de dicha crisis originada por un sistema que ha llegado a sus límites internos. En primer lugar, porque el capitalismo vive de explotar a personas (proletarios) y no a máquinas. La expulsión de fuerza de trabajo supone un estancamiento y una regresión en la producción de valor, así como la misma crisis ecológica, que se manifiesta también en pandemias como el COVID[15]. Y por cómo, todo ello, expresa la pérdida de energía[16] que un sistema tan entrópico como el capitalismo vive… En este contexto, la guerra imperialista se presenta como una realidad cada vez más palpable sobre el horizonte. La guerra en el capitalismo no es el resultado puntual de unos gobernantes locos, sino de la misma realidad competitiva de un capitalismo que, además, está en crisis. Por eso, estas páginas no hablan desde la reivindicación de un eterno y catastrófico presente, pero sí miran al pasado para abrir el único horizonte posible de futuro: el comunismo. Una comunidad sin dinero, sin Estado y sin clases sociales. Y por tanto, sin guerras. Pero para ello debemos transformar las guerras del capital en la guerra de clases contra esta sociedad putrefacta. Estamos convencidos de que no faltarán situaciones que lo hagan posible.

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[1] Se puede consultar su web www.leftcommunism.org

[2] En castellano los primeros: http://panfletossubversivos.blogspot.com/ y en numerosos idiomas los compañeros de Tridni Valka (Guerra de Clases): https://www.autistici.org/tridnivalka/

[3] Sobre la izquierda comunista véase al respecto nuestro cuaderno El pasado de nuestro ser: http://barbaria.net/2018/05/27/el-pasado-de-nuestro-ser/

[4] Los compañeros franceses del archivo digital Fragments d’Histoire sur la gauche radicale han subido una introducción sobre este momento de nuestra historia revolucionaria a contracorriente: https://archivesautonomies.org/spip.php?article4948. Han publicado además de textos de la época de esas minorías que animamos a leer y asumir: https://archivesautonomies.org/spip.php?article4948

[5] Véase su comunicado en https://www.iwa-ait.org/node/1018

[6] Cf. al respecto este cuaderno: https://es.crimethinc.com/zines/rusia-lxs-anarquistas-en-contra-de-la-invasion-de-ucrania

[7] Cf. el informe de los compañeros de KRAS-AIT publicado en https://www.autistici.org/tridnivalka/anti-war-struggle-in-russia-and-in-ukraine/

[8] Benito Mussolini: Por una neutralidad activa y operante, cit. en Renzo di Felice: Mussolini il rivoluzionario, págs. 259-260

[9] Los compañeros de la TCI han traducido en su página dos comunicados de estos compañeros iraníes de una fábrica azucarera que han protagonizado luchas intransigentes en los últimos años desde la autonomía de clase: https://www.leftcom.org/fr/articles/2022-03-14/pas-de-guerre-mais-guerre-de-classe-d%C3%A9clarations-des-travailleurs-de-haft-tappeh

[10] Véase https://archivesautonomies.org/spip.php?article4948

[11] Véase sobre todo el Tomo III de las Obras completas de Munis disponibles online en http://www.grupgerminal.org/?q=node/515

[12] Véase su impresionante libro Un révolutionnaire dans la Grèce du XXe siècle

[13] Recomendamos el libro de memorias de uno de sus compañeros, George Scheuer, Seuls les fous n’ont pas peur

[14] Véase al respecto el texto de Bordiga: Pacifismo e comunismo https://www.quinterna.org/archivio/filitempo/011_1949_pacifismocomunismo.htm

[15] Véase nuestro libro Las pandemias del capital http://barbaria.net/2021/11/03/libro-las-pandemias-del-capital-y-otros-textos/

[16] Sobre este tema han vuelto reiteradamente los compañeros de N+1, por ejemplo en https://quinterna.org/pubblicazioni/rivista/31/la_grande_dissipazione_energetica.htm

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