Para nosotros, no sólo vemos al proletariado tal como es ahora
lo que cree y cómo actúa ahora ,
sino como lo que se verá obligado a hacer. O mejor,
lo que puede llegar a hacer cuando se le somete a la prueba de la historia.
(Parafraseando a Marx)
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Al principio de la guerra en Ucrania, aparecieron algunas posiciones que reivindicaban -de palabra- el internacionalismo y la lucha revolucionaria contra el capital. Pero en realidad, proponían la participación en la guerra del lado de Ucrania. Lo hemos visto en el Reino Unido, en Alemania y en España.
Los argumentos utilizados son en parte idénticos a los de algunos trotskistas, el autonomismo a la italiana,o los anarquistas que participan en la guerra del lado de Ucrania. Como algunas de estas posiciones provienen de grupos e individuos hasta ahora pro revolución proletaria , nos pareció urgente discutir con ellos. Descubrimos que su impaciencia queriendo «hacer algo ahora» es la contrapartida perdida de una estrategia basada en el derrotismo revolucionario internacionalista.
[1]
Falta de autonomía de clase
Los que se han deslizado hacia la participación en la guerra reconocen generalmente que la guerra tiene un carácter interimperialista y capitalista. Pero insisten una y otra vez en que la causa de la resistencia ucraniana merece consideración ya que el proletariado, carente de autonomía de clase, participa en esta resistencia para defenderse de la invasión rusa.
Por supuesto, el proletariado en las dos partes en que se ha dividido Ucrania muestra una peligrosa falta de autonomía de clase. Lo mismo ocurre con el proletariado de Rusia y el de «Occidente» (EEUU, países de OTAN, AUKUS y U.E., etc.). En resumen, el proletariado mundial carece de autonomía de clase, aunque ésta sea entendida de forma limitada, como conciencia de tener intereses diferentes a los de la clase capitalista y como la lucha por defender su situación de vida frente a los crecientes ataques del capital. La guerra en Ucrania en realidad no es un problema ucraniano. La guerra en sí no es una guerra nacional o una guerra ucraniana, ni siquiera una guerra de «liberación nacional». Si esto último fuera cierto, deberíamos preguntarnos si la guerra está «justificada» desde el lado de Kiev, o de las repúblicas del Donbás, o incluso ambos. Esta guerra, por ser una guerra interimperialista, como todas las guerras desde principios del siglo XX, es un problema para el proletariado de todos los países.
El proletariado internacional ya está pagando su precio en un deterioro de su situación de vida y de trabajo, en una amenaza de destrucción nuclear y medioambiental total. Por lo tanto, es un error centrarse en los acontecimientos actuales en Ucrania que nos llegan filtrados por la propaganda de guerra de ambos bandos, pero sobre todo de «nuestro» lado burgués. Esto es aún más cierto si nos damos cuenta de que el derrotismo es lo más difícil en el campo de batalla, tanto para soldados como para los civiles en la zona de guerra. Como vemos con las mínimas manifestaciones de los ‘ciudadanos’ en Rusia, en el «frente interno», hay más posibilidades que podrían culminar en acciones de masas industriales a gran escala contra la guerra y sus consecuencias para los trabajadores.
Estas son algunas de las razones que justifican la necesidad de una estrategia revolucionaria que no se limite a unas pegadizas consignas
a. Comienzo de la invasión rusa
Al principio de la guerra (o de la guerra que asola Ucrania desde 2014, y que se agrava con la invasión rusa de 2022), la voluntad de hacer algo inmediatamente llevó a muchos a defender la causa burguesa ucraniana de resistencia armada nacional-popular, y en particular a sus facciones democráticas, defendiendo el suministro de armas para la defensa ucraniana contra Rusia y su ejército, es decir, lo que la OTAN y el «propio» gobierno “occidental” están haciendo. Esto se entendió falsamente como una «acción positiva» desde la «comprensión» de lo que los ucranianos están haciendo ante la invasión rusa. En ese período, no escuchamos mucho sobre el internacionalismo proletario de estos partidarios de la guerra.
Nuestra comprensión del carácter interimperialista de la guerra, del carácter imperialista tanto de la de la fracción pro-occidental de la burguesía de Ucrania, como la de su fracción pro-rusa, fue considerada como sin sentido», e incluso la retórica sobre un nuevo tipo de «antiimperialismo ultra-rojo», como una condena moral y política de los proletarios que toman las armas para defenderse de la invasión. Tirando a la basura las lecciones que la izquierda comunista aprendió de las anteriores guerras interimperialistas, los reflejos trotskistas dominaron la «acción».
Este apoyo real al imperialismo ucraniano se presentó como un apoyo al proletariado. La clase obrera ucraniana estaba sometida a una situación en la que no podía «autonomizarse militarmente», pero todavía necesitaba defender sus condiciones de vida. Este apoyo sería «crítico», totalmente al estilo trotskista, ayudando al proletariado militarizado a diferenciarse políticamente como condición previa para autonomizarse.
Lo concretaron en la idea de dar un apoyo «crítico» a aquellas fuerzas que sirvieran para el
establecimiento de un régimen político, ‘tan democrático como sea posible’ [como puede ser en la guerra imperialista, tan democrático como el de Kerenski en 1917] y, por tanto, ayudarles a derrotar a las fuerzas que se oponen a esa forma de régimen político. En medio de una campaña de guerra occidental que presenta al gobierno de Zelenski como defensor de la «democracia» contra el «totalitarismo», nuestros participantes en la guerra se presentaron con los ropajes anticuados del democratismo ultra rojo, siguiendo el ejemplo de la CNT-FAI en la España de los años 30 y de los adeptos a la Rojava en nuestros tiempos.
b. El asedio de las ciudades
Ante el asedio ruso a las ciudades, y la separación de los hombres reclutados de sus familias que huyen al extranjero para escapar de los horrores de la guerra, nuestros partidarios de la guerra declararon: «Cuanta más gente se une a las milicias más imposible es que estén controladas ‘verticalmente’ o sujetas a un mando externo (aunque dependan de quien controla el suministro de armas, provisiones y todo lo demás)». En ese mismo momento, la propaganda de guerra occidental logró desarrollar y emplear campañas de recolección de dinero y bienes para la población en Ucrania y los fugitivos («las mujeres y los niños primero») para sugerir el envío de armas.
Nuestros participantes en la guerra tomaron la delantera insistiendo en la necesidad de proporcionar al proletariado ucraniano los medios para defenderse de la invasión rusa, «que son las armas pero no sólo eso, todotipo de suministros para poder resistir».
Consideraron que esto no era incompatible con la promoción de lo más elemental del derrotismo proletario.
Lo «más elemental» resultó ser, de forma muy realista, llamar a los proletarios organizados en las milicias existentes a intentar organizarse en ellas, democratizarlas y autonomizarlas del ejército en la medida de lo posible.
El objetivo final, inventado para la participación en la guerra, sería derrocar la autocracia rusa ayudando a a los ucranianos a derrotar la invasión y establecer un régimen liberal-democrático. Mientras tanto, Biden ha revelado por un lapsus su objetivo de apoyar esta masacre del proletariado ucraniano y ruso: la sustitución de Putin por un «demócrata». Afortunadamente, nuestros pequeños trotskys nos aseguran que este nuevo régimen en Rusia debe ser «lo más democratizado posible en favor de la actividad civil y política del proletariado». Los que, como nosotros, defendían el internacionalismo proletario fueron calumniados como colaboradores prácticos para facilitar la victoria del ejército y el gobierno rusos.
Sin embargo, está claro que la supuesta «autonomización» como «objetivo mínimo razonable» era sólo una ilusión, no algo que correspondiera a una posibilidad de acción obrera. No se ha producido,y por el contrario, sectores de la izquierda burguesa, en particular los anarquistas, se han integrado al servicio de las milicias nacionalistas, es decir, ha ocurrido lo contrario de lo que se imaginaba posible.
c. El estancamiento
En el momento en que se hizo evidente que la imaginada ‘autonomización’, incluso en su pervertida forma militar y democrática ‘realista’, no tuvo lugar en el mundo real de la guerra, las fuerzas ucranianas derrotando la invasión rusa resultaron ser también una ilusión. Al mismo tiempo, el ejército ruso estaba atascado alrededor de Kiev en el norte y no logró conquistar Mariupol en el sureste, obstaculizando la conquista de todo el territorio considerado como propio por las repúblicas del Donbás y, por supuesto, la costa estratégicamente esencial del Mar Negro. Este verdadero estancamiento, esta larga y agotadora guerra, era precisamente el objetivo táctico de EEUU para debilitar a Rusia y socavar la alianza chino-rusa. Rusia decidió sustituir sus tropas de los alrededores de Kiev para conquistar el este de Ucrania y -si es posible- las costas del Mar Negro. La propaganda de guerra cambió. También lo hizo el discurso «comunista» de los partidarios del imperialismo ucraniano.
De repente nos dijeron que era incorrecto unirse a las milicias interclasistas, por no hablar de las milicias controladas por el Estado con comandantes militares profesionales. Aparentemente, era el momento de hablar de la autonomización de clase dentro de las milicias, de la solidaridad civil y de las organizaciones de ayuda, creando redes de ayuda para preparar el terreno para volver las armas contra el gobierno ucraniano. Y, por supuesto, se nos acusó de proponer no hacer nada.
Al principio de la guerra, apenas se hablaba de derrotismo. Pero en esta fase de la guerra, la población de Ucrania, especialmente los trabajadores, se está cansando de una guerra que sigue y sigue con miseria inconmensurable. Ahora los participantes «comunistas» en la guerra presentan un futuro «volviendo las armas contra el gobierno ucraniano, lo que sería un derrotismo revolucionario. Pero de nuevo, una consigna internacionalista es pervertida en sentido contrario al presentar la participación en la guerra como una forma de acabar con ella.
Contra estas deformaciones, dijimos «Seguís diciendo ‘no’ al derrotismo, pero tratáis de concretarlo …con ambigüedad. Aquí nadie dice que no haya que hacer nada, sino que hay que hacerlo sobre una base adecuada, fuera del marco burgués y sus estructuras». En lugar de «estar en el ahora, deberíamos actuar sobre una base de clase proletaria adecuada, con una estrategia que comprenda qué desarrollos futuros son posibles.
Niveles de derrotismo revolucionario
La forma en que los revolucionarios plantean el derrotismo revolucionario depende de varias situaciones.
Consignas históricas como El enemigo está en nuestro propio país, La guerra contra la guerra de la burguesía , propias del derrotismo revolucionario, etc., ofrecen nuestras líneas generales en pocas palabras. Estas se concretarán en función de dónde estemos: en las trincheras, en la industria (de armamento), entre los proletarios de los barrios o entre los fugitivos. ¿Estos lugares están en guerra abierta o no? ¿Cuál es el equilibrio de fuerzas entre las clases, y cómo es la influencia de la propaganda de guerra? Y debemos comprender cómo en estas situaciones, los sentimientos, la conciencia y las posibilidades de acción pueden cambiar. Por ejemplo, en nuestra discusión con los participantes en la guerra de ultraizquierda, diferenciamos entre los distintos niveles de resistencia contra la guerra.
Si en el movimiento real de clases no hay una resistencia efectiva a gran escala del proletariado, los acontecimientos son dictados por la relación de fuerzas entre los dos bandos imperialistas en la guerra. En tal situación ante un derrotismo revolucionario internacionalista de bajo nivel, habrá muchas represalias, detenciones,torturas, asesinatos de sus defensores, que lógicamente buscarán huir o camuflarse. Después de un desastre tal las fuerzas burguesas ganarían.
Sin embargo, si existe lo que se puede llamar un nivel medio de derrotismo revolucionario internacionalista, puede ocurrir que los burgueses más lúcidos intenten detener la guerra y derribar el gobierno, como en Rusia en 1917 y aún más en Alemania en 1918. Estas fuerzas burguesas quieren, al mismo tiempo, una «paz» negociada , “paz” con otros imperialismos, y ofrecer una salida a los sentimientos de rabia, odio y venganza, especialmente entre los trabajadores que han iniciado huelgas y marchas del hambre. Esta salida es un cambio de régimen; el zar, el káiser tuvieron que irse, y la democracia y la izquierda burguesa llegaron al poder del Estado. Este futuro cambio de régimen abriría la cuestión de quién manda y qué se negocia para detener la guerra, creando numerosas tensiones en la burguesía y varias posiciones en el proletariado ante ello.
Cuando tenemos que darnos cuenta de la inexistencia de un proletariado independiente y revolucionario, podemos entender como ciertos proletarios y burgueses ucranianos son «ciudadanos» que ven las destrucciones y asesinatos en masa desde un punto de vista racional, y como ‘ciudadanos’, actuarían sobre bases burguesas. Adoptarían entonces consignas pacifistas como «la paz mediante la negociación». Por supuesto, incluso esta posición pacifista burguesa no puede ser tolerada por la facción pro-estadounidense que gobierna en Kiev ni por la facción pro-rusa que gobierna las Repúblicas del Donbás, que prefieren derramar más sangre como exigen sus amos occidentales y rusos.
En esta situación desesperada, es probable que los trabajadores que quieren poner fin a la guerra, luchen por una «paz» negociada.
Sin embargo, nuestros participantes en la guerra ultra-roja en ese momento correrán el riesgo de defender la participación en milicias nacionalistas, que sólo pueden defender al gobierno por un lado y a la burguesía prorrusa por el otro.
La tarea de los revolucionarios comunistas en tales situaciones es -como en el pasado- denunciar a las fuerzas burguesas pacifistas burgueses como «pacifistas sociales», que defienden la paz social, la paz entre el proletariado y la burguesía. Nos oponemos a esto estimulando las luchas proletarias para defender condiciones de trabajo y de vida,para intentar propiciar que el desarrollo de esta guerra de clases conduzca a una revolución.[2]
Sin embargo, no se entendió nuestro análisis de varias situaciones, mezclando la realidad con el qué hacer: «En otras palabras, propones una diplomacia «popular» por razones humanitarias y da una importante victoria política victoria al régimen putinista».
No se nos entendió cuando respondimos que, como revolucionarios, no podemos hacer de nuestro papel un llamamiento a los bandos capitalistas para negociar. Aun así, debemos seguir mostrando que el único camino es el revolucionario, con el derrotismo internacionalista revolucionario, y que ha de conducir a la revolución mundial.
Al aplicar el derrotismo revolucionario internacionalista, llamamos al proletariado a utilizar cualquier situación en guerra para llevar a cabo acciones de boicot, agrupándose para defender sus intereses, seguridad y necesidades inmediatas y futuras. A estas acciones les damos una orientación revolucionaria, que no se limita a presionar por reformas políticas, económicas o militares, acciones que no se limitan a obtener paliativos. Decimos que en ambos lados de la guerra, esto debe hacerse. Corresponde a los directamente implicados determinar la manera concreta.
Si hoy los grupos de proletarios y de personas con conciencia pro-revolucionaria intentan algo así en Ucrania finalmente tendrán que tomar las armas contra su ejército y las direcciones de las milicias, deberán romper con ellos y oponerse a los organismos controlados por el Estado ucraniano.
Sabemos que tal lucha en el frente de guerra es complicada. Por esta razón, ya mostramos que la mayoría de las posibilidades están en el frente interno. Lo mismo es válido en el lado ruso. Sin embargo, la participación de la ultraizquierda en la guerra trató de hacer algo «concreto»: o bien formulaciones vagas o con lo que sirvió a la resistencia nacional-popular ucraniana, es decir, el estado ucraniano y el ejército, financieramente y con armas suministradas por el bando de la OTAN en la guerra. Ahora buscan desarrollar más matices. Pero antes decían lo que se expone en resumen más arriba. Han distorsionado lo que es el derrotismo revolucionario internacionalista, convirtiéndolo en una caricatura y acusándonos de que, como no podemos hacer nada directo y concreto, sólo somos repetidores de frases sectarias de revolucionarios que no quieren ensuciarse. Sin embargo, ensuciarse era defender la resistencia nacional ucraniana, que, al contrario de lo que dicen, utiliza al proletariado como carne de cañón y masa de maniobra, como en toda causa capitalista no pueden dejar de hacer. Su interés por ajustarse a lo posible les ha llevado a errar de palabra para defender una causa burguesa.
Estrategias posibles e imposibles
Veamos concretamente y en términos de posible/imposible: No hay hechos que nos digan que grupos de proletarios puedan desprenderse de las milicias y luchar contra ellas y el Estado. Por lo tanto, la famosa «autonomización» presentada como «concretización», no se basa en lo posible, sino en lo necesario, como hacen los revolucionarios que defienden la aplicación del derrotismo revolucionario internacionalista.
Las frases sobre la «autonomización» no dicen nada de lo que significaría esa autonomización dentro de las milicias; no son nada concretas. Podemos entenderlas como que se organizan específicamente las secciones proletarias dentro de dichas milicias o cuerpos civiles de solidaridad y apoyo. Sin embargo, la burguesía no es estúpida; asegura que el proletariado sigue el culo del nacionalismo militarista ucraniano, que se impone asimismo con el terror estatal de la ley. ¿O acaso la autonomización significa separarse y por tanto chocar con estas estructuras, que obviamente reaccionarán con dureza y nacionalismo, protegidas por la estructura estatal que les da vida? Este discurso sobre la autonomización es demasiado retórico y poco concreto, evitando nombrar lo que significa hacer lo que se dice.
En España -como en todos los países occidentales- la burguesía está apoyando al bando ucraniano, y está aumentando la explotación y el saqueo del proletariado. En lugar de denunciar lo que es la participación de la guerra por parte de «nuestra» burguesía, por parte del enemigo en casa, que es el aliado de la burguesía ucraniana (o, en el caso de China y otros , el aliado de la burguesía rusa), nuestros participantes en la guerra de ultraizquierda dejan de lado incluso mencionar el frente interno. Pero para los revolucionarios comunistas, la lucha contra nuestra propia burguesía es una parte sustancial y esencial de la aplicación del derrotismo revolucionario internacionalista.
En todas partes la burguesía está forzando el paso, aumentando el nivel de explotación en las empresas privadas, colectivas y estatales.Sus fuerzas políticas y sindicales fomentan el aislamiento de los trabajadores. Sus Estados exigen mansedumbre social y el fervor nacionalista. Las tensiones del mercado hacen estragos en las economías menores y mayores y se transmiten en todas las direcciones. El imperialismo tiene que financiar y aumentar el militarismo, mientras la inflación aumenta en las principales economías capitalistas y se extiende por todas partes. Como resultado, los salarios ven erosionarse su poder adquisitivo, la inseguridad existencial de los trabajadores aumenta, y el desempleo y el subempleo también aumentan. En muchos países aparecen repercusiones que antes eran masivamente impensables y se creían lejanas.
Los gobiernos exigen más dinero para armamento y ejércitos. Todos difunden coartadas y cinismo, y son astutos. Quieren ser excusados y apoyados ya que supuestamente están luchando por causas que dicen son favorables para la clase explotada. En realidad, los principales beneficiarios son la clase capitalista y su civilización del beneficio, la competencia y el saqueo, que genera guerras en todas partes. Las relaciones internacionales de la economía capitalista son necesariamente contradictorias y catastróficas para la clase explotada y el medio ambiente.
En todas partes el medio ambiente natural se degrada a un ritmo cada vez más acelerado. La guerra demuestra ser una excusa para seguir utilizando combustibles fósiles -incluso es «aceptable» utilizar más carbón-, para utilizar pesticidas y otros productos químicos nocivos para la política de «alimentos baratos». Al mismo tiempo, las catástrofes resultantes de los contaminación y el calentamiento global continúan y prometen devastar regiones enteras con huracanes, inundaciones, sequías y un calor insoportable, con sus repercusiones variadas.
Sus organismos económicos y financieros centrales hablan de una próxima recesión y de problemas para mantener la presión fiscal, de las deudas y de los problemas en las «cadenas de suministro y valor». Los debates sobre la política monetaria y sus orientaciones traducen la disminución de sus capacidades y el consiguiente estrechamiento de los márgenes de maniobra.
El capital se vuelve cada vez más agresivo entre sí mediante una enorme competencia, y contra el proletariado, del que necesita extraer más plusvalía (trabajo efectuado pero no pagado), y lo quiere con el más notable consenso social favorable a los intereses capitalistas.
Hay abundantes manifestaciones de malestar social, y en algunos casos hay protestas y huelgas, como ahora mismo en Sri Lanka atacando la sede del gobierno, en Kazajistán con huelgas a pesar dela reciente represión dirigida por Rusia y la OTSC, con nuevas marchas del hambre en Argentina durante las renegociaciones de la deuda con un préstamo del FMI. Las catástrofes de las inundaciones en Sudáfrica generan muertes y miseria en una clase trabajadora ya empobrecida. La guerra en Yemen se cobra numerosas vidas y agrava la escasez de alimentos y de atención sanitaria, al igual que en Mozambique, Malí, Tigray (Etiopía). En Myanmar, la sangrienta junta militar libra una guerra interna, con el apoyo de China, que recibió un revés en Pakistán con el golpe de Estado orquestado por la CIA, en sustitución del Presidente que se retiró del Parlamento. Y en su territorio , China experimenta una creciente resistencia de la población de Shanghai, cansada del terror estatal y de las deficientes medidas ante el Covid.
Hay un hilo conductor entre todo. Por un lado, la presión económica sobre el proletariado tanto en los países en guerra abierta, como en los que apoyan las guerras indirectamente. Por otro lado, los repetidos enfrentamientos y rivalidades entre los Estados del capitalismo imperialista. Es tarea de los revolucionarios demostrar que esta presión económica sobre el proletariado resulta de la participación imperialista del enemigo interno en estas guerras. Por lo tanto, los ataques económicos son, de hecho, ataques políticos, ya que la lucha del proletariado contra estos ataques, es también una lucha política de clase. Probablemente, el volverlas contra la propia burguesía será el resultado de las luchas de masas en casa contra el capital y sus exigencias, contra la degradación de las condiciones de vida y de trabajo.
Todos los capitales nacionales están necesariamente enfrentados entre sí. La dinámica inherente al capitalismo globalizado se basa en las disputas por los mercados, los territorios, el control militar estratégico, las fuentes de materias primas y energía, y el control del flujo de trabajo.
La guerra imperialista no se libra en beneficio del proletariado. El capital y el dinero para todas estas guerras provienen de nuestro trabajo. No puede haber paz en la sociedad capitalista, nunca la ha habido y nunca la habrá. La acción revolucionaria internacionalista debe ser radical, mostrando las raíces de la guerra y la crisis, proponiendo reivindicaciones que puedan ampliar y unificar las luchas proletarias, mostrar las consecuencias de no luchar independientemente contra el capital y la necesidad de hacerlo, sabiendo que hay numerosas y peligrosas dificultades por delante, pero conscientes de que el capitalismo necesariamente engendra estas dinámicas y otras guerras, aún más dramáticas.
Aníbal y Fredo Corvo, 16-04-2022
Notas
[1]La mayoría de los argumentos y propuestas de participación en la guerra que se mencionan en este artículo fueron planteados en España,pero no son únicos.
[2]El papel de los social-pacifistas históricos en las revoluciones de Rusia y Alemania es bien conocido y una advertencia para futuro Kerenskis y Noskes, como lo es el de aventureros menos conocidos que en la Primera Guerra Mundial se ofrecieron como voluntarios para el frente, como Erich Kuttner.