BOLETÍN: Guerra de Clases #6
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.”[1]
Desde la supresión y cooptación del último intento revolucionario global en los años 60 y 70 del siglo pasado, el dominio ideológico de la burguesía es casi total en la mayor parte del mundo: el nivel de la actividad organizada de clase es muy bajo y su expresión diaria se limita a actos de subversión individual o, en el mejor de los casos, huelgas y disturbios locales. En este texto queremos poner de relieve los acontecimientos que han sacudido a Irán en las últimas semanas, acontecimientos que van mucho más allá, del contexto de una región que constantemente y durante mucho tiempo ha estado a la vanguardia de la lucha de clases mundial, a pesar (y en contra) de la enorme concentración de capacidad asesina capitalista que se ha desatado allí. ¡Queremos subrayar la naturaleza de clase de estas luchas y la importancia de las rupturas con el orden capitalista que expresan nuestros camaradas en Irán!
Mientras que el gran conflicto imperialista, que las superpotencias globales y regionales libran desde hace varios años en Irak y Siria[2] a través de sus representantes locales, al mismo tiempo están entrando en un estado de limbo temporal, mientras las facciones burguesas, los ejércitos y las milicias que sirven a sus intereses también se están lamiendo las heridas, armándose y preparándose para la próxima ronda de carnicería, de carne de cañón del proletariado… y sus políticos y medios de comunicación están ocupados reinterpretándola como una imagen de victoria, para vendérsela a “sus ciudadanos”, reforzando y amarrando las correas que atan a nuestra clase al espectáculo democrático… el proletariado en la región está empezando a levantar la cabeza de nuevo.
En diciembre, miles de proletarios furiosos salieron a las calles en todo el Kurdistán iraquí y se enfrentaron con policías y unidades de Peshmerga. En la provincia de Sulaymaniyah los manifestantes se quemaron hasta los cimientos de la sede Peshmerga, así como la de los principales partidos políticos (los del lado del gobierno y la oposición).[3] Las oficinas de los partidos oficiales fueron quemadas también en el pueblo de Koye en la provincia de Erbil. Las razones inmediatas de su rabia fueron el terrible estado de los servicios básicos, el suministro interrumpido o inadecuado de agua potable y electricidad y varios meses de salarios no pagados, especialmente en el sector público. Durante los disturbios, al menos cinco de los manifestantes fueron asesinados por las fuerzas represivas del Estado y cientos resultaron heridos o detenidos.[4]
El 28 de diciembre, en Mashhad y el norte de Irán, estallaron protestas contra el alto costo de las necesidades básicas y los disturbios por hambre, lo que más tarde se convertirá en la mayor ola de lucha de clases en Irán desde el movimiento de 2009.
Como cualquier movimiento proletario, esta revuelta no apareció de la nada, sino que es una expresión de meses de cólera y de lucha intensificada contra las condiciones de vida en el capitalismo.[5] Al igual que su contraparte kurda, la participación del Estado iraní en la guerra capitalista en Irak y Siria está empezando a paralizar su capacidad de apaciguar al proletariado con tan sólo arrojarle migajas de pan de la mesa burguesa.
El gasto en asuntos militares del presupuesto iraní ha ido en aumento en los últimos años, con el despliegue del ejército, con la adquisición de armas rusas modernas para facilitar la masacre del proletariado de los territorios bajo la administración de las facciones opositoras de la burguesía global (el papel desempeñado por Daesh y la “oposición Siria” por el momento) apoyando a los aliados del régimen de Assad, Hezbollah y las milicias Chíitas Iraquies, así como las inversiones en la extracción de petróleo, gas y otros recursos naturales y la infraestructura de transporte en los “territorios liberados” (estos proyectos son gestionados y realizados por empresas que a menudo son propiedad directa del Ejército Iraní o las “Guardias Revolucionarias”).
Este enredo de los intereses de las “Guardias Revolucionarias” representa una expresión muy explícita (que puede parecer más sutil u oculta en algunos casos, pero sigue ahí) de la función fundamental del ciclo de la guerra y paz para el modus operandi del capitalismo global. Por un lado, tanto la guerra en sí misma como la posterior lucha por la reconstrucción y la inversión en el período pacífico no son más que una forma concreta de competencia entre las facciones capitalistas. No es otra cosa que la expresión de la necesidad subyacente de las diversas facciones del capitalismo global de expandir su mercado con el fin de compensar la tasa decreciente de beneficios. Al mismo tiempo, la guerra sirve al propósito de dividir a la clase en categorías a lo largo de líneas nacionales, regionales, religiosas, políticas, etc., para así destruir la lucha de clases y crispar la solidar internacional del proletariado. Esto es exactamente lo que pasó en Siria en 2011, cuando las expresiones locales del proletariado se levantaron contra la miseria de la vida en la sociedad capitalista y el Estado de terror que arrasa a los territorios de Maghreb y Mashreq y más allá (etiquetada como “Primavera Árabe” por los medios burgueses con el fin de disfrazar su carácter de clase y evitar la solidaridad del proletariado en los países “no Árabes”), han sido cooptados y canalizados a la sangrienta guerra inter-burguesa, mediante un esfuerzo concertado del régimen de Assad, líder burgués militar impuesto a los militantes del Ejército Libre Sirio (ELS)[6] y fuerzas de apoyo extranjeras. En última instancia, la guerra sirve como medio para deshacerse de la mano de obra excedente, lo cual es muy relevante para la facción capitalista de la región que tenga un alto desempleo, y así en un futuro cercano será cada vez más relevante a nivel mundial.
Junto con la continuación de las sanciones internacionales, los costos relacionados con la guerra convencieron a la burguesía Iraní y administradores de su Estado, que ha llegado el momento de presionar una vez más para que se recorten las mencionadas migajas, en forma de prestaciones, para el 12 % de los trabajadores que están oficialmente desempleados (y como en todos lados en esta parte del mundo, mucho más, alrededor del 40 %, de los trabajadores jóvenes), así como pensiones y subsidios petroleros.
Una ola masiva de manifestaciones y disturbios, acompañada de expropiaciones colectivas de propiedades, se extendió más tarde a las ciudades de todo el país, incluida la capital, Teherán, donde un mitin progubernamental coincidió con los disturbios en la universidad y en la periferia de los barrios marginales.
A medida que las protestas se propagaban más y más incluyendo Tabriz, Qom, Isfahan, Rasht, Ahvaz, Sari, Zahedan, Qazvin así como muchas ciudades y pueblos provinciales más pequeños, su naturaleza confrontacional y la crítica práctica de la propiedad, la mercancía, la miseria de la vida en la sociedad capitalista se hace más prominente. Los edificios administrativos de muchas instituciones públicas, incluidas las oficinas del mullah, estaciones de policía, y cuarteles militares de Basij fueron quemados. El saqueo de tiendas fue generalizado. En algunos casos, como en Kadharidzhan, grupos de proletarios atacaron la estación de policía con el objetivo de saquear el depósito de armas para la continuación de la lucha. Y de hecho, en varias ocasiones (en Nadzafabad y provincias centrales), los policías, las “Guardias Revolucionarias” y las milicias de Basij, además de ser atacados con piedras y cócteles Molotov, también fueron disparados con armas de fuego.[7] Otro de los objetivos favoritos son los bancos (tanto los que son propiedad del conglomerado militar-industrial como los de las “Guardias Revolucionarias” y los multinacionales). Los trabajadores de South Pars Oil and Gas se declararon en huelga por salarios no pagados, al igual que los trabajadores de la fábrica de tractores de Tabriz, los conductores de autobuses de Teherán, los maestros, los conductores de fábrica y los trabajadores agrícolas.
Los manifestantes entienden la relación entre la participación del Estado iraní en la guerra de Irak y Siria y su injerencia imperialista en la política de los países del Máshreq, por un lado, y la profundización actual de su miseria, por otro. Lo expresan en sus consignas (aunque en la mayoría de forma contradictoria y limitada, envenenadas por la ideología nacionalista y patriótica) como “¡Ni Gaza, ni Líbano, moriré sólo por Irán!”. Esta crítica parcial de la guerra expresa la demanda de la mayoría de este movimiento de que el dinero que fluye hacia la industria de la guerra sea reorientado hacia los servicios sociales, la creación de empleo para la juventud, los subsidios alimentarios y petroleros. La limitación de estas demandas es que siguen y consolidan la falsa dicotomía entre la satisfacción de las necesidades humanas “inmediatas” del proletariado, de los medios de supervivencia física (comida, vivienda, etc.) y su necesidad “histórica” de destruir el sistema de clases. Sólo la existencia de una humanidad unificada, a través de la acción revolucionaria centralizada del proletariado global, podrá realmente satisfacer nuestras necesidades “inmediatas” así como nuestras necesidades “históricas” que forman un todo indisociable. Estas debilidades programáticas están siendo aprovechadas por la socialdemocracia en forma de varias facciones islámicas, que se hacen pasar por protectoras de la nación contra la “influencia occidental” y reclaman los principios de la “solidaridad social islámica”, lo que significa un rechazo de la guerra capitalista a favor de la paz capitalista y el proteccionismo nacional. Los sectores más avanzados del proletariado se oponen con la consigna revolucionaria decididamente derrotista “¡De Gaza a Irán, abajo los explotadores!”
Una de esas radicales minorías son los estudiantes de la Universidad de Teherán, formulando también posiciones de clase fundamentales contra los intentos de la burguesía y las diversas insistencias de la histórica social democracia (“islamista” o “secular”) para dividir la lucha del proletariado hacia la lucha de género, así como a la lucha de las corrientes políticas burguesas de los políticos “moderados” o “fundamentalistas”; y por las asociaciones de clases fuera y contra las estructuras socialdemócratas en forma de Shoras (consejos obreros).[8] Nuestro enemigo de clase ha entendido muy bien la función programática principal que esos camaradas juegan en el movimiento y las fuerzas represivas del Estado se dirigen a ellos con una ferocidad extraordinaria.
Por supuesto, no solo la jerarquía religiosa iraní, otras tantas facciones burguesas locales y globales hacen lo que siempre hacen frente a la lucha del proletariado, unen sus esfuerzos para dividir y cooptar al movimiento y canalizar su energía lejos de las raíces de clase subversiva, ocultando la base material de la sociedad capitalista con un teatro democrático con escenarios reconfigurados. Así el gobierno de Rouhani al tiempo que reivindicaba el “derecho democrático de los ciudadanos a la protesta” denunciaba la violencia contra las fuerzas represivas del Estado y especialmente el atentado contra la propiedad privada y estatal y la expropiación de mercancías, mientras el mando de Khamenei y de las “Guardias Revolucionarias” tocan el acorde nacionalista, atribuyendo al trabajo de “los agentes extranjeros y los enemigos de la república” el movimiento. Trump y Netanyahu, fingiendo preocupación por las vidas de la “ordinaria gente Iraní”, llamando al régimen una dictadura, mientras Putin y Erdogan, en el espíritu de la autodeterminación nacional, subrayaron el derecho innegable de todos y cada uno de los Estados nacionales burgueses a disciplinar a su “propio” proletariado y a reprimir su lucha.[9]
Esta es de hecho una característica fundamental e indivisible de la lucha de clases librada por la clase dominante -la burguesía- contra nuestra clase. Hacer cumplir y reproducir las falsas separaciones para que sirvan a los intereses de las facciones burguesas, expresadas políticamente por múltiples categorías (nación, raza, género, sexualidad, religión, patriotismo local, sector económico, partido político, etc.),[10] es su estrategia central y la única viable, dado que el proletariado mundial unificado, que tiende a organizarse autónoma y centralmente para sus propios intereses de clase, es su enemigo mortal y el precursor del fin del sistema capitalista en su conjunto.
Aunque parece que la explosión social de las últimas semanas en Irán ha quedado atrás, brutalmente reprimida por las fuerzas del orden capitalistas, distorsionada por las limitadas promesas de nuevos beneficios sociales y diluida por la movilización de masas de ciudadanos leales, las condiciones materiales básicas que la causaron no han desaparecido, y el terreno en Irán sigue siendo muy caliente y fértil.
Queremos resaltar y hacer nuestros nuevamente los momentos más avanzados de esta ola de lucha de clases, aunque sólo fueron expresados por una pequeña minoría de activistas:
# El desarrollo de posiciones revolucionarias derrotistas sin compromiso, que están claramente en contradicción con las necesidades de las fracciones nacionales del Capital de luchar entre sí en el ciclo inherente de competencia para que el mercado logre mantener el valor de cambio de sus bienes, monopolice los recursos naturales e imponga un modelo particular de explotación económica y política; estas posiciones también se sitúan como la negación de las necesidades del capital mundial de mantener nuestra clase dividida para contrarrestar nuestros intereses proletarios de luchar contra la explotación y contra nuestras miserables condiciones de vida.
# Afirmación de la necesidad de preparar y organizar el levantamiento violento contra el capital y su Estado, incluyendo la adquisición de armas, el ataque a puntos clave de la infraestructura del Estado, la desmoralización de las fuerzas de represión.
# Ataque contra la moral burguesa que mantiene a nuestra clase atomizada como obreros obedientes, seguidores de la iglesia o mezquita, esposas y esposos, soldados, votantes…
Todas estas tareas juegan un papel importante en el proceso de nuestra clase organizándose en una fuerza global, que destruirá y derrotará a la última sociedad de clases, basada en la explotación del trabajo humano y el intercambio comercial, en y a través de la revolución comunista mundial. Por lo tanto, es el deber de todos los militantes comunistas organizar estas tareas en el lugar donde viven, así como en todo el mundo, y hacer frente a todas las falsificaciones burguesas que obstaculizan la solidaridad directa con nuestros hermanos y hermanas de clase en otras partes del mundo. Dado que el proletariado situado en donde los medios de comunicación burgueses y los estrategas geopolíticos llaman “Oriente Medio”, “el mundo musulmán”, “los países árabes”, etc., sigue representando uno de los polos más intensos de la lucha de clases mundial, con huelgas salvajes casi diarias, disturbios, saqueos y muchos intentos de clase para organizarse fuera y contra la socialdemocracia, es crucial para el movimiento comunista mundial subrayar el carácter real de estas luchas contra todos los prejuicios internalizados por el proletariado en el resto del mundo, así como contra todos los intentos de la socialdemocracia local (islamista, izquierdista islámica, leninista, “municipalista libertaria”, nacionalista, liberal, etc.) de explotar las contradicciones de estas luchas, para cooptarlas y canalizarlas hacia un movimiento democrático, reformista y pro-capitalista.
Esperamos que este texto contribuya a la realización de estas tareas.
# La economía capitalista está en crisis, ¡que muera!
# ¡El enemigo es el capitalismo y la dictadura del mercado mundial!
# El objetivo es el mismo en todas partes: ¡revolución social!
# ¡Destrucción del capitalismo y del Estado!
Guerra de Clases, invierno 2017-18
[1] “(…) el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo.” (Karl Marx, Manuscritos económico y filosóficos de 1844)
“En vez del lema conservador de ‘¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!’, deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: ‘¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!’” (Karl Marx, Salario, precio y ganancia, 1865)
[2] O mejor dicho, la expresión regional de su rostro abiertamente militarista, con otros “teatros de operaciones”, menos intensivos por el momento, como Ucrania, Yemen y quizás pronto el Mar del Sur de China.
[3] Partidos gubernamentales, Partido Democrático del Kurdistán (KDP) y Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), así como los partidos de oposición Gorran y Unión Islámica del Kurdistán.
[4] Causas similares también alimentan la lucha de clases en Túnez, donde manifestaciones callejeras y huelgas de trabajadores contra la falta de trabajo, el aumento de los precios de los alimentos y combustible y la reducción de las prestaciones sociales culminan en una nueva ola de disturbios generalizados – la “celebración proletaria” del aniversario del levantamiento de 2011 – la mayor desde mayo de 2017 (cuando las comisarías de policía y las estaciones de bombeo de petróleo y gas de ENI, OMV y Perenco ardían como velas). Las manifestaciones asustaron a la clase dominante y la impulsaron a retroceder rápidamente y anunciar una nueva forma de beneficios sociales e hipotecas garantizados por el Estado, al tiempo que reprimían a los manifestantes y detenían a cientos de ellos.
[5] “Esto ha resultado en un año de difusas pero contagiosas concentraciones, manifestaciones y sentadas: los estudiantes que se oponen a la privatización y la mercantilización de la educación; los jubilados que se oponen a la bancarrota de las pensiones; los profesores y enfermeros que protestan contra las condiciones inhumanas de vida; los conductores de autobuses que apoyan a los miembros de su sindicato; y las innumerables huelgas en varios sectores, desde los mineros hasta los trabajadores de la caña de azúcar.” http://libcom.org/news/iran-bread-jobs-freedom-05012018 [disponible en español en https://www.todoporhacer.org/iran-pan-trabajo-libertad/]
[6] Como un eco lejano al proceso de militarización de las “Guardias Rojas” durante la Revolución en Rusia en 1917 o de las “milicias obreras” en España en 1936 (por tomar sólo dos ejemplos históricos conocidos y reveladores), las diferentes “liwas” (brigadas) y “katibas” (batallones) que surgieron en la dinámica revolucionaria en Siria a partir de 2011 expresaron y materializaron, en un momento dado, las contradicciones del actual movimiento social. Creadas y constituidas inicialmente por “soldados desertores” y “proletarios civiles”, para proteger al movimiento del terror ejercido por las fuerzas represivas del gobierno, estas organizaciones de base y otras milicias armadas (no muy claras en cuanto a su programa político y social), así como la “Guardia Roja” y las “milicias obreras” no estaban claras en su momento) serán enmarcadas por las fuerzas políticas de la oposición burguesa mientras que por lo tanto serán conocidas bajo el nombre genérico de “Ejército Libre Sirio”, y se transformarán rápida e inevitablemente en ejércitos al servicio de diferentes facciones de la burguesía a través de sus propias debilidades y falta de ruptura, por un lado, y a través del engaño, la violencia y la propaganda nacionalista e islamista, por otro.
[7] Desafortunadamente, tenemos que decir que las fuerzas capitalistas de represión tienen la ventaja y están haciendo todo lo posible para ahogar una vez más en sangre al movimiento clasista. Por lo menos cien (al momento de escribir este artículo) de nuestros hermanos y hermanas de clase habían sido masacrados por ellos, y miles heridos gravemente o arrestados. Quisiéramos hacer un llamamiento a nuestros camaradas en todo el mundo y en la región vecina de Irán en particular, para que expresen la solidaridad de clase con estos militantes también en la práctica, para refugiarlos y ocultarlos del terror del Estado, para ayudarlos a reagruparse, para exigir su liberación de la prisión, para atacar directamente a los representantes de la facción iraní de la burguesía global y sus intereses (junto con su “propia” burguesía por supuesto).
[8] Recordemos que ni los consejos obreros, ni los soviets, ni ninguna otra forma de organización proletaria son en sí mismos una garantía del contenido de la revolución.
[9] Otros falsos amigos socialdemócratas de clase vomitaron sus declaraciones de “apoyo” al movimiento, incluyendo a Daesh, PYD/PKK (y sus milicias) y por supuesto MEK. Todos ellos han demostrado durante muchos años que son expertos en apagar cualquier chispa de ira en nuestra clase, ponerle las manos encima, abrazarla y transformar a los proletarios en combatientes y carne de cañón en la carnicería interburguesa.
[10] Saludamos a todos nuestros hermanos y hermanas de clase en Irán, que escupieron en la cara de los Mullahs y sus policías, perfumados por los cuentos de hadas asesinos del Islam, una versión de la moral capitalista, con reglas como la separación de sexos en público o códigos de vestimenta estúpidos que obligan a las mujeres a llevar harapos en la cabeza. Pero aún más, saludamos a las mujeres proletarias que en la acción de una distracción práctica transformaron estos harapos en un arma contra el Estado, como capuchas improvisadas, honderos, etc…