- El presente balance[1] sólo es el “esqueleto” de un futuro balance más amplio y profundo de nuestra parte. De ahí su brevedad. Queda pendiente, entonces, dicha profundización de los hechos e ideas-fuerza que aquí se plantean, lo cual tomará su tiempo porque da hasta para un libro. Sin embargo, es crítico porque -como bien dijo Lukács- “el proletariado no puede ahorrarse ninguna autocrítica, pues sólo la verdad puede aportarle la victoria”, dado que así extrae y fija las lecciones de sus derrotas contra el Capital, en pos de la revolución social mundial. En este sentido, todo balance proletario y revolucionario, por más breve e inacabado que sea, es (auto)crítico o no es.
- Hacer esto resulta necesario por varias razones. Porque, dado su contexto internacional y su relevancia histórica, consideramos que las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador deben ser recuperadas del olvido e incluso la ignorancia para ser reivindicadas como un momento de la memoria del proletariado local e internacional. Porque en este país, hasta la fecha, no se ha realizado ningún balance de dichas jornadas desde una perspectiva proletaria, comunista-anárquica e internacionalista; éste sería el primero y el único de tal naturaleza. Porque, hoy en día, la explotación/dominación capitalista y la lucha proletaria en su contra continúan existiendo; la vivimos en carne propia. Porque, como proletarios, nuestro enemigo mortal sigue siendo el mismo: la Sociedad del Capital y su Estado. Porque la lucha por la reivindicación y la imposición de las necesidades humanas reales sobre tal enemigo, esto es la necesidad de revolución social, también sigue siendo la misma. En fin, porque la contrarrevolución y la revolución son invariantes, aquí y en todo el mundo… y seguimos en guerra de clases.
- El contexto internacional de esta lucha histórica fue de: crisis capitalista, guerra imperialista y revolución proletaria. Dos grandes acontecimientos marcaron la época: la primera guerra mundial (1914-1919) y la revolución rusa (1917). En el Ecuador, todo aquello se tradujo de manera particular en: crisis del cacao (principal producto nacional de exportación en ese entonces), encarecimiento del costo de la vida y auge del movimiento obrero (con mayor fuerza en Guayaquil, el “puerto principal”). De modo que, al igual que las jornadas de marzo de 1921 en Alemania analizadas por Gorter, las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador en realidad formaron parte del “primer asalto del proletariado contra la sociedad de clases” de 1917 a 1923 (como dicen los compañeros de Anarquía & Comunismo) y, por lo tanto, sólo se las puede comprender dentro de tal contexto histórico-mundial.
- Hablamos de las jornadas de noviembre de 1922 y no sólo de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922, porque ésta última en realidad sólo fue un momento y un punto de quiebre de un ciclo de luchas más grande a nivel local, que se venía acumulando desde los anteriores años, meses, semanas y, particularmente, días antes y días después del mismo 15: de hecho, la huelga o “paro general” fue del 13 al 16 de noviembre, precedida a su vez por varias huelgas sectoriales (ferrocarriles, transporte urbano, cacao, astilleros, oficios varios…) desde inicios de ese mes.[2] Por aquello que decía Marx de que en la historia existen veinte días en los cuales se condensa y pasa todo lo que no ha pasado en veinte años. Días excepcionales, estremecedores y decisivos.
- Tanto por contexto como por perspectiva, así como porque se ha hablado poco y/o de manera limitada de ellos, para nosotros los hechos más relevantes y reivindicables de estas jornadas y, por lo tanto, los dos ejes centrales de nuestro balance son: el Soviet de Guayaquil y las minorías activas de anarquistas revolucionarios -como Alejo Capelo- en su seno.
- El Soviet o Consejo Obrero de Guayaquil (Comité de Huelga instaurado el 13 de noviembre de 1922 y dirigido por la GAT, dirigida a su vez por la FTRE –predominantemente anarcosindicalista-[3]) constituye en sí una importante conquista histórica de nuestra clase en estas tierras, en tanto que forma organizativa concreta de su lucha autónoma y su poder social alcanzado durante años. De hecho, nunca antes y nunca después existió algo así en este país. Hasta un viejo historiador burgués y liberal como Óscar Efrén Reyes habla sobre la existencia de “el Soviet en Guayaquil, ejercido por los obreros” y de que “parecía que todo Guayaquil no se compusiera más que de masas proletarias”[4], en vista de que ese día efectivamente asume el control de la ciudad, a tal punto que las mismas autoridades burguesas deben solicitar al comité de los huelguistas autorización para transitar con sus lujosos vehículos. Por su parte, el anarcosindicalista Alejo Capelo, protagonista de estas jornadas, recuerda: “Para el día 13, el proletariado guayaquileño habría de volver el sueño realidad. El pueblo, enardecido por la represión y el cinismo de los tiranos, toma la ciudad y Guayaquil mágicamente se adelanta catorce años antes a lo que pasó en Barcelona un 19 de Julio de 1936. Los obreros controlaban la ciudad.”[5] Ahora, si bien fue un órgano proletario de “doble poder” (precario y fugaz) que desafió el poder de la burguesía al tomar el control sobre “el puerto principal”, en rigor y lamentablemente no fue revolucionario, principalmente por su falta de claridad e intransigencia programática de clase y por su democratismo o asambleísmo interno (una limitación propia del anarcosindicalismo, así como también del consejismo o sovietismo). En este caso concreto, en la asamblea general de la GAT del 14 de noviembre se permitió la presencia de sectores reformistas e incluso elementos reaccionarios (principalmente de la COG: Confederación Obrera del Guayas, apéndice la clase patronal) que lograron imponer su programa antiproletario, burgués en su interior (exigir al gobierno “la defensa del sucre”, el tipo de cambio de la moneda y no luchar por las reivindicaciones de aumento del salario y reducción de la jornada de trabajo); esto es, aparte de ignorancia e ingenuidad políticas de los obreros y artesanos en huelga, una garrafal falta de ruptura con el programa o la ideología capitalista por parte de esta organización que la desvió de la lucha proletaria contra el Capital y el Estado. De modo que, si bien su sola existencia ya es positiva y destacable durante este periodo histórico-mundial de la lucha de clases[6], la posición y actuación concreta del Soviet Anarco-Sindicalista de Guayaquil en las jornadas de noviembre de 1922 demuestra, a manera de contraejemplo, la razón y vigencia de una de las principales lecciones legadas por la izquierda comunista italiana (Bordiga -y que hoy en día recuperan y mantienen compañeros como el Grupo Comunista Internacionalista y Guillamón-): que la lucha por la revolución social no es un asunto de formas organizativas (como los consejos obreros o soviets) sino de contenido social real, de necesidades reales de clase y relaciones de fuerza reales, expresadas en forma de programa vivo y, por tanto, de medidas o acciones concretas. Porque el comunismo es el movimiento real y la dictadura de las necesidades humanas sobre la dictadura del valor o no es. Pero en este caso, ocurrió precisamente lo contrario: que en los momentos más tensos y decisivos de la “jornada noviembrina”, se logró imponer un programa ni siquiera obrero-socialdemócrata, sino burgués al interior de esta organización proletaria sovietista local que llegó a controlar durante casi tres días la ciudad más grande de este país.
- Otra debilidad de este movimiento fue el economicismo y el apoliticismo de su dirigencia anarcosindicalista, lo que se tradujo en no superar las demandas salariales y luego -peor aún- las demandas cambiarias y tributarias; en dejarse infiltrar y manipular políticamente por sectores reformistas y contrarrevolucionarios; en perder toda perspectiva y voluntad de poder proletario (ya “teniéndolo” en parte en las calles), de dictadura revolucionaria del proletariado; y en creer que la asamblea obrera y la huelga general pacífica (en esto los anarcosindicalistas ecuatorianos obviamente no eran sorelianos) constituía por sí sola el paso previo para derrocar al capitalismo y sustituirlo por el “control obrero” de la economía y la administración pública mediante los sindicatos (evidente gestionismo). Sí: faltó programa y dirección revolucionarios, faltó partido revolucionario, pero entendido no como una organización formal con una plataforma principista y estatutaria, sino como un cúmulo de fuerzas y directrices prácticas y orgánicas del movimiento proletario real, el cual puede ser encarnado por tales y cuales organizaciones y dirigentes proletarios en determinado contexto. También faltó unidad con el proletariado urbano y rural de las demás provincias del territorio nacional (que no significa lo mismo que “alianza con el campesinado” ni “unidad nacional”), internacionalismo práctico, pasar a la ofensiva insurreccional… y armamento.
- En suma, el Soviet de Guayaquil de noviembre de 1922 fue derrotado porque no supo usar hasta las últimas consecuencias su poder social real, debido principalmente a su desarme programático como clase y a su falta de voluntad de poder (de toma del poder); lo que fue su primera y quizá principal derrota, ya que en asamblea obrera del 14 de noviembre primero triunfó un programa burgués (derrota política –jaque–), y al día siguiente fue derrotado nueva y finalmente en las calles mediante la brutal represión estatal (derrota militar –jaque mate–). De hecho, el día 14 el comité de huelga le exige al gobierno el cumplimiento de un pliego de demandas ya ajenas a las reivindicaciones proletarias, en el plazo de 24 horas… y en 24 horas, es decir el día 15, el Estado burgués-oligárquico le responde con “plomo, metralla y cárcel”, a pesar de los mítines, los saqueos a almacenes y a que sólo unos cuantos proletarios -“incontrolados” y “suicidas”- expropiaron y empuñaron armas de fuego para su autodefensa.
- La burguesía local de ese entonces (encabezada por los banqueros, los agroexportadores y los importadores, secundados por sus abogados-políticos), demostrando su conciencia de clase y haciendo uso de todo su poder, el 15 de noviembre de 1922 masacró, pues, a este movimiento proletario con el aparato represivo de su Estado, porque realmente temía “la insurrección”, “la revolución”, “la dictadura del proletariado”, “la instauración de la república de los soviets”, “la anarquía” (en las propias palabras de sus voceros políticos y periodísticos de la época –“El Telégrafo”, “El Comercio”, “El Día”-, invocando además el asqueroso patriotismo o nacionalismo en contra de los “conspiradores bolcheviques internacionales” y “los peruanos”). El punto es que aquí, a pesar de sus debilidades, el proletariado estaba luchando por todo aquello, pero no sabía que lo estaba haciendo. La burguesía, en cambio, sí lo supo y por eso lo aplastó. Trágica ironía de la historia.
- La causa en última instancia de esta derrota local fue en realidad de naturaleza internacional, a saber: la debilidad del movimiento obrero revolucionario internacional (o, si se prefiere, del “partido histórico” y comunista mundial) en cuanto tal frente al Capital-Estado mundial, es decir la misma causa de la derrota de la revolución rusa, alemana, en el cono sur… en todo el planeta. Además, dentro del periodo 1917-1923, el de Guayaquil fue uno de los últimos consejos obreros a nivel mundial: un sobresaliente pero aislado punto dentro de la línea curva descendente de aquella histórica oleada de grandes luchas y revoluciones proletarias. Fue tardío o “atrasado”, además, porque el desarrollo del capitalismo industrial y del proletariado urbano en el Ecuador también fue “atrasado” e incipiente con respecto al resto de la región y del mundo, ya que todavía se hallaba en una fase de subsunción o “dominación formal” del Capital (según Camatte); lo cual se encarnaba en el alto porcentaje de artesanos proletarizados (carpinteros, panaderos, peluqueros, tipógrafos, etc.) que componía el movimiento obrero local de la época.
- El sector más avanzado de este movimiento sin duda fueron los grupos anarquistas, en especial los “comunistas libertarios” o anarquistas-comunistas (también habían espartaquistas). Fueron de hecho las minorías más claras y radicales de ese entonces, puesto que, junto con reivindicaciones por mejoras concretas en las condiciones de trabajo y de vida de sus hermanos de clase, ya planteaban explícita y abiertamente la abolición de la propiedad privada y la supresión del capital, la comunidad de los medios de producción y de bienes, la sociedad sin clases ni Estado, el internacionalismo proletario, así como también la acción directa como método de lucha. La cantidad y el contenido de su prensa (“El Proletario”, “El Hambriento”, “El Cacahuero”, “Luz y Acción”, “Alba Roja”, “La Revuelta”, “La Protesta”, “Bandera Roja”, “Tribuna Obrera”…) así lo testimonian, en clara sintonía con el movimiento revolucionario internacional de aquel periodo histórico. En la práctica, los núcleos anarquistas contribuyeron durante más de una década con su agitación y propaganda, tanto en reuniones y asambleas como en mítines y huelgas, a la formación y elevación de la conciencia, la organización y la independencia de clase del emergente proletariado urbano en estas tierras; es más, contribuyeron a la constitución misma del proletariado “ecuatoriano” en clase, en sujeto, en fuerza real y autónoma, a tal punto de llegar a estructurar la “primera central obrera de orientación revolucionaria” –la FTRE– y luego el Soviet o Consejo Obrero de Guayaquil –bajo el nombre de “Gran Asamblea de Trabajadores” –, durante los meses de octubre y noviembre de 1922, respectivamente. Sin embargo, y por desgracia, durante esas mismas jornadas de lucha no tuvieron la suficiente fuerza para imponerse como dirección revolucionaria real dentro de tal movimiento obrero real y conducirlo hasta las últimas consecuencias de la guerra de clases. Porque, como bien sostiene el GCI, las minorías revolucionarias deben luchar por imponer el contenido o programa histórico revolucionario de manera antidemocrática al interior de las formas organizativas proletarias aparentemente revolucionarias, así como también imponerlo a la socialdemocracia y a la burguesía. En este caso, no lo hicieron… o no lo hicieron con la voluntad y la fuerza necesarias. Fueron derrotados y hasta eliminados, es cierto; pero en cambio, existieron y lucharon por la revolución social proletaria, por el comunismo y la anarquía, incluso unos pocos sobrevivieron a la masacre estatal del 15 de noviembre para contarlo y se mantuvieron activos hasta la década de 1930. Para nosotros, este hecho es inseparable e igual de importante y reivindicable que el Soviet de Guayaquil, porque desde entonces hasta la fecha no han existido minorías realmente revolucionarias o radicales en este país, a excepción de Proletarios Revolucionarios del 2009 al 2016.
- Las investigaciones y publicaciones realizadas hasta hoy día sobre esta histórica lucha proletaria en el Ecuador (Pedro Saad, Oswaldo Albornoz, Manuel Agustín Aguirre, Patricio Ycaza, Alexei Páez, Carlos Pazmiño), son necesarias y respetables, contienen algunos elementos valiosos y rescatables, pero también son insuficientes, además de sesgadas y limitadas. La mejor de éstas, a nuestro criterio, es hasta ahora la de Patricio Ycaza[7] (quien a su vez recoge y profundiza elementos importantes del balance hecho por el “socialista revolucionario” Aguirre[8]). Le sigue después la de Pazmiño[9] (que era anarquista ideológico y ahora es “ycaziano”). El mérito de ambos es que hicieron investigación de archivo de los documentos de la época, aportando información de interés sobre los hechos históricos. Sus limitaciones son más bien sus interpretaciones ideológicas de tales hechos: el primero por ser mirista (marxistaleninista-trotskoguevarista, aunque luego se pasó al PSE), y el segundo por ser “anarco-comunista plataformista” (y que ahora es dizque “anarco-marxista” académico pero dio su “apoyo crítico” al gobierno de Correa… sin comentarios). Así pues, con respecto al Soviet de Guayaquil y, en especial, a su vanguardia anarcosindicalista, ambos la mencionan: el primero critica sus “incuestionables limitaciones”, mientras que el segundo hace su apología con “honor y gloria”. Tanto lo uno como lo otro es comprensible, pero es criticable, insuficiente y hasta prescindible, sobre todo lo segundo. Porque, dejando aparte el reformismo y oportunismo históricos de las tradicionales izquierdas del Capital (PSE y PCE), no se trata de hacer un balance ideológico (cuasi religioso), identitario y nostálgico de esta histórica lucha proletaria, donde se sobrevalore el papel de tales o cuales actores y sus ideologías, convirtiéndolos incluso en “héroes y mártires”; sino que se trata –como ya lo dijimos al inicio- de hacer un balance histórico materialista y crítico desde una perspectiva revolucionaria e internacionalista de clase, del cual se extraigan las lecciones prácticas y teóricas para las luchas proletarias del presente y el futuro, para saber qué hacer, qué no hacer y por qué, a fin de derrotar a la dictadura democrática del Capital e instaurar el comunismo anárquico.
- En ese sentido, el mejor balance sigue siendo el que hicieron los propios anarquistas revolucionarios que protagonizaron y sobrevivieron la masacre, como el compañero histórico Alejo Capelo: “el 15 de noviembre de 1922 fue el bautizo de sangre del proletariado ecuatoriano, apartó a las clases entre sí, le enseñó al proletariado cuáles son sus enemigos mortales para siempre y, por tanto, el odio a la burguesía, la lucha contra el capitalismo y por la revolución social, la necesidad de la violencia proletaria…”[10] Sin embargo, hubiese sido un aporte significativo y trascendente que también hagan un balance autocrítico tal como el que hicieron Los Amigos de Durruti durante la llamada revolución española (1936-1937): anarcosindicalistas que en carne propia llegaron a comprender y plantear con toda la razón que “la revolución es totalitaria o no es” y que por ello lo que se necesita es “programa, fusiles y junta revolucionaria”. Pero, lamentablemente, los anarcosindicalistas de aquí no lo hicieron. Décadas después, los historiadores izquierdistas del movimiento obrero ecuatoriano, tampoco lo hicieron; mejor dicho, aportaron datos y análisis interesantes (sobre todo Aguirre e Ycaza), pero no hicieron un balance verdaderamente revolucionario. En los últimos años, allá por el 2009, los supuestos nuevos “comunistas libertarios” o “anarco-comunistas” de este país (“Hijos del Pueblo”, el grupo de Pazmiño), tampoco lo hicieron: investigaron y reprodujeron interesantísimos fragmentos de la prensa ácrata de la época, pero no hablaron sobre el Soviet de Guayaquil como tal (seguramente porque para ellos eso hubiese sido un pecado ideológico “consejista”), sino sólo sobre “el papel de los héroes y mártires anarquistas” y nada más. Desde otro lado, Carlos Lasso Cueva en un artículo suyo del 2013 al respecto[11], si bien menciona la existencia de un “doble poder”, no hace referencia ni al soviet ni a los proletarios anarquistas guayaquileños, sino que se enfoca sólo en la matanza del 15 y se estanca en una interpretación izquierdista que recoge elementos válidos del balance de Aguirre pero los mezcla con otros elementos de interpretación trotskista, luxemburguista y de la Corriente “Comunista” Internacional (CCI): una bazofia ecléctica. Por su parte y finalmente, Proletarios Revolucionarios tampoco hicieron un balance de esta lucha al estilo de la “izquierda comunista” histórica, a excepción de un escueto pero certero balance en una volante de hace tres años alusiva a la fecha[12]; y de que al menos la mencionaban en volantes anteriores y posteriores, porque siempre supieron y expresaron que es y debe ser una parte de la memoria histórica del proletariado local y mundial. Luego a lo interno lo plantearon como proyecto de investigación y publicación militante, pero se quedó sólo en idea debido a su autodisolución en el 2016. Que el presente y breve balance sirva, entonces, como un pequeño aporte para llenar ese vacío y también como un “esqueleto” para un futuro balance más completo, riguroso y profundo de nuestra parte. ¡Salud, Comunismo y Anarquía!
Unos proletarios. Quito. Diciembre de 2017
[1] Esta es la versión corregida y aumentada del borrador escrito y compartido el 15 de noviembre de 2017.
[2] Más información o datos al respecto, ver Huelga general de noviembre de 1922: https://es.wikipedia.org/wiki/Huelga_general_de_noviembre_de_1922
[3] FTRE: Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana. GAT: Gran Asamblea de Trabajadores.
[4] Óscar Efrén Reyes (1949). Breve Historia General del Ecuador, cit. en Patricio Ycaza (1984). Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano. Primera Parte (de su génesis al Frente Popular). Quito: Centro de Documentación e Información de los Movimientos Sociales del Ecuador-CEDIME, p. 147.
[5] Alejo Capelo cit. en Carlos Pazmiño (2008). Alejo Capelo y el 15 de Noviembre de 1922. Disponible en: https://www.anarkismo.net/article/10956
[6] Nos resulta muy interesante y loable anotar que el soviet de Guayaquil consta en el Mapa interactivo de consejos obreros (1917-1927), publicado en marzo de este año por la página inglesa libcom (“libertarian communism”): https://libcom.org/history/interactive-map-workers-councils-1917-1927, cuya traducción al español se encuentra disponible en: https://autogestioa.wordpress.com/tag/consejos-obreros/. Así como también, en el mapa mundial de “La oleada revolucionaria de 1917/1923” en Anarquía & Comunismo nro. 10: Especial a 100 años de la revolución rusa, Santiago de Chile, octubre de 2017, p. 4: https://anarquiaycomunismo.noblogs.org/post/2017/11/10/anarquia-comunismo-n10-especial-a-100-anos-de-la-revolucion-rusa/
[7] En su ya citada Historia del movimiento obrero ecuatoriano (1984, sobre todo el Capítulo 2) y en otros folletos y artículos de su autoría intelectual como, por ejemplo, La lucha de clases en el Ecuador: las jornadas de noviembre de 1922 (198?). Quito: Cuadernos del Obrero Revolucionario nro. 6.
[8] Ver Manuel Agustín Aguirre (1979). La Masacre del 15 de Noviembre y sus Enseñanzas. Quito: Editorial Universitaria.
[9] Carlos Pazmiño (2009). El 15 de Noviembre de 1922 y el papel de los anarquistas en el seno de la clase obrera ecuatoriana. Disponible en: https://www.anarkismo.net/article/14992
[10] Alejo Capelo (1973). Una jornada sangrienta (15 de noviembre de 1922). Guayaquil: Departamento de Publicaciones de la Universidad de Guayaquil.
[11] Carlos Lasso Cueva (2013, enero 7). Masacre del 15 XI de 1922. Disponible en: https://clavedelpoeta.wordpress.com/2013/01/07/masacre-del-15-xi-de-1922/
[12] Ver Proletarios Revolucionarios (2014). 15 de Noviembre: ¡Guerra de Clases, Guerra de Memorias! Disponible en: http://proletariosrevolucionarios.blogspot.com/2014/11/ecuador-15-de-noviembre-guerra-de_14.html Volante que, semanas más tarde, fue traducida al inglés por parte del grupo Tridni Valka (Rep. Checa): “November 15: Class War, Memory War!”: https://www.autistici.org/tridnivalka/ecuador-november-15-class-war-memory-war/, y que libcom también la publicó.