Aunque no compartimos algunas posiciones programáticas del PCI, decidimos colgar estos dos textos porque hacen un puntual posicionamiento de clase frente a la problemática de la represión racista que los proletarios inmigrantes padecen, y a su vez, sobre la lucha que estos llevan a cabo.
En las costas del mar mediterráneo a diario se presencia la muerte de muchos que no logran sobrevivir al hacinamiento de las pateras (botes) en una larga y difícil travesía. Y por si fuera poco, la supervivencia al viaje no garantiza ni por poco el salir de la miseria. Tal situación evoca a los tiempos del tráfico de esclavos en las colonias (amordazados, encadenados y marcados con hierros candentes, era el destino de quienes desde el continente africano eran trasladados en barcos o trenes bajo condiciones ruines y deplorables).
Hoy en día, el capital se sigue nutriendo de modernos métodos de esclavitud que regulan la mano de obra sobrante, confinándola en prisiones que pretenden fungir como escarmiento previo a la deportación. Por ello, la solidaridad entre explotados hoy más que nunca se hace indispensable, y un paso para lograrlo es volar por los aires a todas las campañas nacionalistas y antiterroristas que la burguesía fragua en contubernio a nivel mundial, para mantenernos divididos y aislados. [Materiales]
Motín en el CIE de Madrid: el proletariado inmigrante marca el camino
Durante la noche que va del día 18 al día 19 de este mes y durante la mañana del mismo 19, un grupo de unos 40 inmigrantes argelinos se ha amotinado en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche, en Madrid. Por la noche, parece ser que aprovechando la escasa presencia de policía en el Centro (ya que estaba toda vigilando el partido de fútbol del Real Madrid), taparon las cámaras de videovigilancia, forzaron las puertas y subieron a la azotea, donde permanecieron 11 horas bajo la lluvia con el fin de hacer escuchar sus exigencias: libertad y dignidad de trato para los allí encarcelados. El tipo de protesta no es nuevo: repite la forma de plantear las exigencias que los presos comunes utilizaron durante toda la Transición entre otros lugares en la cárcel de Carabanchel, en cuyas antiguas instalaciones se encuentra el CIE.
Hace escasos días, en Murcia, varios inmigrantes encerrados en el CIE de Murcia lograban escapar y darse a la fuga. Y es que las condiciones de vida en estas auténticas cárceles son terribles: los inmigrantes que son llevados allí por la Policía pasan varios meses seguidos encerrados, sin saber cuándo saldrán o si serán deportados de vuelta a sus países de origen. Además, la privación de libertad la padecen entre el frío del invierno y el calor sofocante del verano en centros hacinados que no están habilitados para proporcionar unas condiciones higiénicas mínimas. Legalmente, el CIE se sitúa en el limbo: los encerrados no son culpables de ningún delito, posiblemente no sean expulsados del país (menos de la mitad), están vigilados 24 horas al día por la Policía Nacional sufriendo sus abusos… En estas condiciones, protestas y motines de menor intensidad que el de estos días, son mucho más corrientes de lo que muestran los medios de comunicación.
Los CIE son, sobre todo, una medida de coacción que utiliza el Estado para amedrentar a los proletarios inmigrantes que no tienen sus papeles de residencia en regla y por lo tanto contra todos los proletarios inmigrantes que en cualquier momento pueden perder los papeles y con ellos su condición legal en España. Son una amenaza continua que pende continuamente sobre sus cabezas: si son hallados sin la documentación en cualquier control policial, pasan inmediatamente a este tipo de cárceles ilegales donde, básicamente, serán encerrados durante varios meses sin saber qué será definitivamente de ellos. Durante los años de bonanza económica, cuando centenares de miles de proletarios provenientes de América Latina y África eran empleados en los boyantes negocios de la construcción, el mantenimiento de infraestructuras, la industria agroalimentaria, etc. poco o nada se oía hablar de los CIE. Entonces las facilidades de entrada en el país para los inmigrantes, según el número que exigía el capital para utilizarlos en sus empresas, se complementaron con una regularización masiva de todos los proletarios inmigrantes que, en 2005, pudieran demostrar que llevaban un año trabajando en España. Por supuesto que esta regularización no fue gratuita: el mantenimiento de la residencia se vinculaba a una revisión cada dos años cuyo resultado dependía de que se conservase el empleo. Es decir, si no se trabajaba, si no se era útil para la economía nacional, no se obtenía el derecho de residencia y se corría el riesgo de ser expulsado. A esto se redujo el carácter “humanitario” de la reforma del Partido Socialista que, según decía, buscaba “acabar con la inmigración ilegal”. Por supuesto que, pese a poder obtener una regulación de su status legal en el país, los proletarios inmigrantes no dejaron de sufrir las mil y una humillaciones cotidianas que el capital reserva a sus esclavos más débiles: retenciones arbitrarias, chantajes por parte de los empresarios aceptados para no perder los papeles, contratos fraudulentos, etc. Los proletarios inmigrantes eran utilizados para, en medio del boom económico, mantener los salarios estables, es decir, bajos, para introducir nuevas modalidades de contratación irregulares en sectores como la construcción, para sortear los límites que el Derecho Laboral impone a la explotación de los proletarios autóctonos, etc. No sólo han sido mano de obra barata, han sido la mano de obra con la cual, mediante una opresión brutal y unos niveles de explotación elevadísimos, el capital ha logrado abaratar el resto de la mano de obra, introduciendo además una fuerte división entre proletarios autóctonos e inmigrantes que ha servido y sirve para espolear la propaganda burguesa que afirma que el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores españoles se debe a la entrada de inmigrantes… que la misma burguesía había favorecido.
Todas estas humillaciones cotidianas, la intensa explotación, la opresión a manos de la Policía y el resto de instituciones del Estado, se agravaron con el estallido de la crisis capitalista. Entonces los proletarios inmigrantes se convirtieron en mano de obra sobrante, innecesaria para unos negocios en franco declive. Por supuesto, la renovación del permiso de residencia se acabó para aquellos que perdieron el trabajo, muchos de los cuales se vieron forzados a abandonar el país mientras que muchos otros fueron directamente expulsados.
Para los que se quedaron, la burguesía dispuso de nuevas y más duras medidas legales destinadas a atemorizarles y mantenerles controlados. Sujetos a las mayores privaciones, arrastrando a sus espaldas una huida de sus países en la cual se juegan la vida a diario, utilizados como moneda de cambio según el curso de la economía nacional (van bien los negocios, represión de bajo nivel; van mal, represión intensa) los proletarios inmigrantes encarnan no sólo la realidad más lacerante del proletariado en el mundo capitalista, sino también el futuro de los propios proletarios autóctonos que hoy son ajenos a las protestas y motines. Ellos marcan la tendencia de aquello que, más pronto que tarde, se impondrá a todos los proletarios: explotación brutal en el puesto de trabajo, abandono a su suerte cuando este se pierde. La crisis capitalista de la cual la burguesía afirma haber escapado ya, ha dejado detrás de ella un proceso inexorable de liquidación de los amortiguadores sociales que permitían a los proletarios escapar de la miseria que habitualmente les ha amenazado a cada paso. El recuerdo de las garantías sociales que lograban mantener la cohesión social y la política de colaboración entre clases encabezada por los sindicatos y partidos pseudo obreros, pasa cada vez más a la historia a medida en que los últimos resortes de estas garantías son eliminados. Pero era este llamado Estado del Bienestar el que diferenciaba a los proletarios de los grandes centros capitalistas diferenciarse del resto de proletarios del mundo. Esta era la civilización que Europa y América del Norte habían logrado a diferencia de África, Asia o América del Sur. Hoy la situación de los proletarios inmigrantes que han accedido a las fortalezas imperialistas de Europa o Norteamérica muestra que el capitalismo acabará con cualquier traba que aparece en el camino para remontar su crisis, con cualquier obstáculo para recuperar el nivel de beneficios que exige. Los proletarios de España, Francia, Italia, Alemania, Grecia… deben tomar buena nota de aquellos a quienes se encierra en cárceles clandestinas porque han perdido su trabajo. Es una advertencia que les muestra cuánto valen ellos realmente para el capital cuando este no les necesita. No pasará mucho tiempo hasta que los experimenten en su propia piel.
El motín del CIE de Madrid no es la primera manifestación de rabia que protagonizan los proletarios inmigrantes. Además de las decenas de pequeñas protestas dentro de estas cárceles, se cuentan los disturbios de Salou de hace un año, cuando inmigrantes dedicados a la venta ilegal de mercancías se enfrentaron durante horas a la policía después de que esta provocase la muerte de uno de ellos. Están también los motines en los Centros de Estancia Temporal (CET) situados en Ceuta y Melilla, donde los inmigrantes son arrojados una vez que consiguen pasar la frontera de Marruecos. O los intentos de organización de los vendedores ambulantes en Barcelona, que recientemente han constituido el Sindicato de Manteros, acto que les ha valido ya una dura represión por parte del Estado con la aquiescencia del Ayuntamiento del Cambio de Ada Colau
Pero junto a esta advertencia, los proletarios autóctonos deberán tomar nota de cuál es la respuesta que sus hermanos de clase inmigrantes están dando a la situación especialmente dura que padecen. Es cierto que motines como el de Madrid son actos desesperados, pero ¿acaso la situación para la clase proletaria no se vuelve cada vez más desesperada? De estos actos, espontáneos, no organizados y por lo general derrotados, los proletarios deben sacar la lección de que únicamente mediante la lucha de clase, comenzando por la lucha que une en defensa de las condiciones de existencia inmediatas a los proletarios de todos los orígenes, pueden lograr mejoras en su situación. Los amotinados de Madrid han conseguido hacerse oír, han suscitado simpatía entre otros proletarios y seguramente disfruten de ahora en delante de unas condiciones mejores… Ese es el ejemplo que han dado. Y aunque su victoria sea temporal, como tantas otras, debe servir para que la lucha organizada de la clase obrera resurja y se haga fuerte, rompiendo con las bridas que la política de colaboración entre clases impone a los proletarios hacer todos los sacrificios, sufrir todas las penurias y aceptar ciegamente un destino cada vez más oscuro.
Por el retorno del proletariado a la lucha clasista
Por la lucha en defensa exclusiva de los intereses del proletariado
Por la unión de clase que acabe con las distinciones de raza, nacionalidad, sexo o edad
¡Viva la lucha de los proletarios encarcelados en los CIE!
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
Los proletarios inmigrantes, inasequibles a la farsa parlamentaria
Tan sólo cinco días después de que el Parlamento haya designado a Mariano Rajoy para ser el próximo presidente de España, ha estallado otro motín en un CIE, mostrando que detrás de la normalidad democrática que alaba la burguesía y sus secuaces se esconde la verdadera cara del mundo capitalista: prisiones ilegales, deportaciones y una brutal represión policial a los proletarios que, según la burguesía, “sobran” en el país.
Esta vez ha sido en Barcelona, donde según informan los medios burgueses, 50 inmigrantes se habrían amotinado durante la noche del 1 al 2 de este mes después de haber realizado durante los días previos protestas simbólicas en solidaridad con los amotinados del CIE de Madrid. Siempre según estos medios, los inmigrantes encarcelados en el CIE de Barcelona se habrían enfrentado a la policía nacional que les custodia justo después de la cena. Posteriormente se hicieron fuertes en el patio principal, donde resistieron hasta las 11 de la noche. Parece ser que este motín no ha sido el único acto de lucha de los encarcelados en el CIE: el día 7 de octubre hubo una protesta en el patio; el 16 de octubre un intento de fuga mediante una avalancha y el 22 del mismo mes una huelga de hambre de 24 horas.
En esta ocasión, como ya sucedió en Madrid, los inmigrantes han abandonado el motín después de pasadas unas horas y acto seguido los equipos antidisturbios de la policía nacional han intervenido para restablecer la normalidad. Igual que en Madrid, cabe suponer que los presos habrán sido víctimas de una represión salvaje.
Estos actos de rabia espontánea, que se transmiten a través de las rejas de una a otra prisión, son consecuencia de la situación desesperada que sufren los proletarios inmigrantes encarcelados en los CIE. Pero aunque respondan a una situación desesperada, no son actos desesperados que debieran evitarse, son la única salida que los proletarios inmigrantes retenidos en cárceles ilegales tienen para responder a los abusos de que son objeto a diario. Lejos de ver en estos motines, huelgas y fugas actos condenables, los comunistas vemos en ellos la respuesta natural a una situación en la cual el Estado burgués utiliza la represión abierta para controlar a la población inmigrante. Y decimos abiertamente que es la vía que, cada vez con más frecuencia y arrostrando la represión que sin duda se cebará con los revoltosos, todos los proletarios, inmigrantes o españoles, deberán tomar para luchar contra la situación que padecen, fuera y dentro de los centros de internamiento, en el puesto de trabajo, en los barrios obreros, como reacción contra la represión y la opresión cotidiana que sufren en todos los ámbitos de la vida.
Los proletarios del CIE de Barcelona se han amotinado, como hace pocos días los del CIE de Madrid, porque hasta sus celdas no llega el estúpido circo parlamentario que exige a la clase obrera que la papeleta de voto, la confianza en los representantes en las Cortes y el respeto al gobierno sea su única arma para luchar. En los CIE está la verdadera naturaleza de la democracia: una guerra continuada contra las condiciones de existencia del proletariado. Para los proletarios encerrados esta es una verdad que resulta evidente. Para los proletarios que son explotados en sus puestos de trabajo o que están en el paro, todavía no. A estos últimos durante los últimos años se han dirigido todas las medidas anti obreras de la burguesía y sus distintos gobiernos. Han sido despedidos, han visto sus salarios disminuir, sus prestaciones sociales desaparecer y la represión caer sobre quienes han intentado luchar. Pero también han recibido la fuerza concentrada de toda la propaganda democrática, que busca identificar los intereses de la clase proletaria con los intereses de la burguesía, la suerte de los trabajadores con las necesidades de la economía nacional y el orden de los negocios. Han sufrido la presión continua de los partidos y sindicatos oportunistas, que ejercen de auténticos agentes burgueses entre las filas obreras, llamando a estas a mantener la confianza en los mecanismos democráticos y obligándoles a renunciar a la lucha directa en favor de medidas contemporizadoras que han resultado ser completamente nocivas.
Los proletarios inmigrantes padecen la versión más extrema de una situación que es común a todos los proletarios, cualquiera que sea su origen, sexo, religión o edad, en el mundo capitalista. Durante los tiempos de bonanza económica son explotados en el trabajo, sometidos a ritmos infernales que cuando no causan enfermedades que padecer en la vejez, acaban directamente con la vida de muchos trabajadores. Todo ello para alimentar la buena marcha de la economía, para que el país pueda competir en esa Champions League del capitalismo internacional a la que cínicamente se refería el gobierno socialista de Zapatero. Y cuando la crisis económica para bruscamente el curso del mercado, cuando las empresas ya no son rentables, llegan las exigencias más duras para los proletarios: prescindir del trabajo, es decir, de su único medio de vida hasta que la tasa de ganancia se recupere; ver recortadas las prestaciones sociales para que el Estado no quiebre; soportar mil y una penurias en nombre de la nación. Y los proletarios inmigrantes, doble ración: detenciones arbitrarias, encarcelamiento “administrativo”, deportaciones… Ellos son la mano de obra más fácilmente prescindible, y las fuerzas de seguridad del Estado se encargan de deshacerse del excedente. Pero esta situación que padecen es, simplemente, la versión más avanzada de la que padecen los proletarios españoles, que deben ver en ella una advertencia respecto de cuál será su futuro.
La verdad que cada vez es más evidente para los proletarios inmigrantes, no tardará en volverse igualmente obvia para los proletarios españoles. Entonces estos se verán empujados, irremediablemente, a romper con las bridas democráticas y a tomar ellos también el camino de la lucha. Una lucha que será tildada por la burguesía como incivilizada, violenta, antidemocrática… y que efectivamente es todo esto, pero que sobre todo es la respuesta natural a la presión que la misma burguesía ejerce y ejercerá sobre el proletariado.
Los proletarios inmigrantes no tienen aliados. En sus cárceles no entran las promesas del gobierno, ni los brotes verdes, ni los circos parlamentarios de la oposición. Tienen, eso sí, falsos amigos que dicen colocarse de su parte para así poder trabajar mejor para la burguesía y su Estado. Se trata de aquellos que, como Podemos, los Ayuntamientos de Madrid y de Barcelona, llaman con ocasión de los motines de los CIEs en estas dos ciudades a un hipócrita “Cerrar los CIEs”, afirmando que estas cárceles extra legales son un “problema administrativo” que puede ser solucionado con “medidas administrativas”. Pero pensar que los CIEs vayan a desaparecer es tanto como pensar que lo vayan a hacer las cárceles. Los CIEs, al margen del lugar que ocupan en el ordenamiento jurídico-legal español, son medidas represivas que la burguesía toma para poder llevar a cabo sus medidas de control de la mano de obra, para mantener a raya mediante la represión y el terror a la población proletaria sobrante. Y esto no es un “problema administrativo”, sino político, de la política que inevitablemente mantiene el conjunto de la burguesía para imponer su dominio de clase. Cerrar los CIEs no significará nada, si es que alguna vez esto llega a suceder. Lo saben perfectamente los ayuntamientos de Carmena y Colau, partidarios de este cierre pero que mandan a su Policía Municipal contra los vendedores ambulantes, inmigrantes, que acaban en los CIEs. Cerrar los CIEs, sin que desaparezca la Ley de Extranjería, sin que desaparezcan las decenas de medidas represivas contra los inmigrantes, etc. significará abrir otro tipo de mecanismo represivo.
Hace más de una década, las luchas de los presos sociales en las cárceles españolas tuvieron como objetivo prioritario el cierre de los módulos FIES, creados ex profeso para reprimir y asesinar a los presos más combativos que, durante la década de los años ´90 habían participado en los motines y protestas colectivas contra las pésimas condiciones de existencia en las prisiones. El FIES, Fichero Interno de Especial Seguimiento era una cárcel dentro de la cárcel y estaba instituido por la vía del reglamento interno de prisiones sin ningún respaldo legal. Cuando finalmente el FIES se cerró, simplemente se suprimió del reglamente interno y se le dio carta de naturaleza en la legislación penitenciaria. Los FIES siguen existiendo y aniquilando a los presos que más se destacan por defender sus condiciones de vida.
Lo mismo quieren que suceda, los Ayuntamientos del Cambio, con los CIEs: proponen su cierre, pero callan acerca de la realidad de los proletarios inmigrantes y su explotación cotidiana. Y es esa realidad la que hace necesaria los CIEs.
Frente a esta realidad, frente a la opresión cotidiana que cada vez padecen más intensamente, los proletarios inmigrantes no deben confiar en ninguna de las mentiras que les ofrece el los partidos del nuevo oportunismo político. Deben invocar la vía de la lucha cotidiana, buscando la unión con los proletarios autóctonos, rompiendo las correas que pretenden atarles al respeto a los medios democráticos. Sólo esta vía puede garantizarles alguna posibilidad de éxito.
¡Viva la lucha de los inmigrantes amotinados en Madrid y Barcelona!
¡Por el retorno del proletariado al terreno de la lucha de clase, sin distinción de raza, sexo, edad o nacionalidad!
¡Por la defensa intransigente de las condiciones de existencia de la clase proletaria!
Partido Comunista Internacional