Memoria: Agrupación «Los Amigos de Durruti»

Extraído de «La Oveja Negra» #33

«Somos anarquistas. Queremos la emancipación absoluta de la clase trabajadora. Recogemos el espíritu de nuestro camarada Buenaventura Durruti y el ambiente revolucionario del 19 de julio. Somos enemigos de la burocracia, de los privilegios y de los entorchados. Somos luchadores de la revolución… No idolatramos a ningún camarada. Pero Buenaventura Durruti, es uno de los valores más positivos de la revolución. Por su recuerdo y por nuestros ideales, siempre adelante.» (Balius, citado por Miquel Amorós en La revolución traicionada). Con estas palabras se presentaba la agrupación nacida al calor de la lucha revolucionaria en la región española, durante 1937. Su constitución respondía a la necesidad de un grupo de proletarios por combatir el decreto de militarización de las milicias dictado por el gobierno colaboracionista, en el que participaba la CNT, «porque —según Balius— éste entregaba por entero las milicias al control del Estado capitalista y entregaba los mandos a los militares de profesión, casi todos ellos desafectados a la revolución que anhelaba el proletariado español, y gran parte de ellos de dudoso antifascismo.» El 4 de noviembre de 1936 la CNT había pasado a ocupar cuatro carteras en el Gobierno de la República, completando el proceso de restauración del Estado emprendido por el socialdemócrata Largo Caballero (PSUC). Esa misma noche Durruti pronunció por la radio un discurso que mantuvo en vilo al proletariado catalán. «Las palabras de Durruti —escribiría Balius— que resonaron con intensa emoción en el firmamento barcelonés, encarnan el genuino pensamiento de la clase trabajadora. Durruti afirmó rotundamente que los anarquistas exigimos que la Revolución tenga un carácter totalitario. Y que los camaradas que con tanto tesón se enfrentan al fascismo en los campos de batalla, no están dispuestos a que nadie escamotee el contenido revolucionario y emancipador de la hora presente.» (en Miquel Amorós). «Que la Revolución fuese totalitaria, en lenguaje anarquista de la época, significaba que debía afectar a todos los aspectos de la vida social y económica. Días más tarde, tras ese discurso que su muerte convirtió en testamento, Durruti recibía un tiro en Madrid.» (Miquel Amorós) El Amigo del Pueblo, órgano de difusión de Los Amigos de Durruti creado después de mayo del 37, publicaría en el nro. 11 de su periódico, un fragmento de un artículo anónimo sobre Durruti: «Cayó en Madrid, [con] el corazón atravesado por una bala facciosa —o supuesta amiga—. ¿Quién disparó? El asesino sabía en uno u otro caso, que al buscar el gran corazón de Durruti, buscaba el propio corazón de la revolución.» (en Miquel Amorós). Fue su posicionamiento revolucionario, expresado en sus últimas palabras delatoras de la labor contrarrevolucionaria que estaba llevando adelante el gobierno colaboracionista, lo que impulsó a la Agrupación Los Amigos de Durruti a resistir y oponerse a esa contrarrevolución que derrotaría finalmente al proletariado ibérico en armas. Así, ya antes de las jornadas de mayo del 37, en las que se consumaría esta derrota, la Agrupación había anticipado la urgencia de sustituir el gobierno burgués de la Generalitat de Cataluña por una Junta Revolucionaria de los trabajadores. En esos momentos «la superioridad de Los Amigos de Durruti sobre el resto de la oposición anarquista —según Amorós— radicaba en el hecho de que éstos, frente a las claudicaciones de los dirigentes, no sacaban a relucir los principios, sino que oponían un programa revolucionario a un programa capitulador». Este programa se sintetizaba en sus concisas octavillas que se repartían por doquier y arengaban al proletariado sublevado a seguir luchando:

«Agrupación de Los Amigos de Durruti. A la clase trabajadora:
1. Constitución inmediata de una Junta Revolucionaria integrada por obreros de la ciudad, del campo y por combatientes.
2. Salario familiar. Carta de racionamiento. Dirección de la economía y control de la distribución por los sindicatos.
3. Liquidación de la contrarrevolución.
4. Creación de un ejército revolucionario.
5. Control absoluto del orden público por la clase trabajadora.
6. Oposición firme a todo armisticio.
7. Una justicia proletaria.
8. Abolición de los canjes de personalidades.

Atención trabajadores: nuestra agrupación se opone a que la contrarrevolución siga avanzando. Los decretos de orden público, patrocinados por Aiguadé no serán implantados. Exigimos la libertad de Maroto y otros camaradas detenidos. Todo el poder a la clase trabajadora. Todo el poder económico a los sindicatos. Frente a la Generalidad, la Junta Revolucionaria.»

Sin embargo, eran días de desmoralización entre los trabajadores, el primero de ese mayo barcelonés del 37 fue un día laborable más, el malestar era palpable y se podía oler el duro golpe que daría dos días después el gobierno republicano, al tomar la Telefónica, bastión, hasta el momento, de los proletarios. «El lunes 3 —relata Amorós—, hacia las tres de la tarde, el comisario general de Orden Público, Rodríguez Salas, miembro del PSUC, se presentó ante el edificio con una orden firmada por el consejero de Seguridad Interior, Artemio Ayguadé, acompañado de tres camiones de guardias de asalto, y conminó a los trabajadores a que mantuvieran los brazos en alto mientras procedía a desarmarlos. Los obreros de los pisos superiores se defendieron de inmediato y los atacantes quedaron en el primer piso. La noticia se difundió como un relámpago por toda la ciudad… Pocas horas después toda Barcelona estaba en armas. A las siete de la tarde la huelga era general… El día 4 por la mañana, toda Barcelona estaba en manos de los obreros menos el centro… Los comités Regionales de la CNT y la FAI no hacían otra cosa que dirigirse desde la radio a los combatientes pidiéndoles que depusiesen las armas sin más garantía que la buena fe de los gobernantes… la voz de García Oliver causó estupor. Hubo quien disparó contra el aparato de radio y quien, avergonzado por lo que oía, rompió su carnet sindical. El presidente del Sindicato de la Madera, Manuel Hernández, puntal de la socialización del ramo, exclamaba: “¡Otro Judas! ¿De qué sirve recordarnos que estamos en guerra? Eso tendría que haberlo pensado mucho antes […] y habernos dejado seguir con la revolución que es lo nuestro. ¡Como si la guerra significara algo si no podemos hacer la revolución al mismo tiempo!”» La Agrupación Los Amigos de Durruti que durante los combates ocupó la primera línea, la noche del 4 al 5 redactó una octavilla en la que llamaba a la Revolución Social: « ¡TRABAJADORES! Una Junta Revolucionaria – Fusilamiento de los culpables – Desarme de todos los Cuerpos armados – Socialización de la economía – Disolución de los Partidos políticos que hayan agredido a la clase trabajadora – No cedamos en la calle – La revolución ante todo – Saludamos a nuestros camaradas del POUM que han confraternizado en la calle con nosotros. VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIAL… ¡ABAJO LA CONTRARREVOLUCIÓN!»

El día 7, Los Amigos de Durruti tuvieron que hacer frente a la cruda realidad: las barricadas eran abandonadas definitivamente por los trabajadores. Durante los siguientes días, las noticias de las atrocidades cometidas en los pueblos contra miembros de las colectividades y de la CNT fueron en aumento. Los alrededores de Barcelona se poblaron de cadáveres, víctimas de las que los estalinistas se deshacían descuidadamente. Mientras tanto, en el periódico de la Unión General de los Trabajadores, se acusaba al POUM y a Los Amigos de Durruti de agentes provocadores en el movimiento obrero, a la vez que pedía un acuerdo del Comité Regional de la CNT para expulsar a Los Amigos de Durruti por incontrolados.

La experiencia de Los Amigos de Durruti, como minoría revolucionaria que fueron, así como la derrota que sufrió todo el movimiento proletario de la región ibérica, tiene que dejarnos, cuanto menos, una base desde donde pensar la revolución. Si seguimos reflexionando es porque entendemos que a pesar de tantos fracasos, de tantas vidas que se dejaron en la lucha, la revolución sigue siendo posible. Si rescatamos las experiencias de esta Agrupación es porque nadó contra la corriente, en el momento preciso en que esa oposición era lo más urgente y necesario, aunque no suficiente para triunfar. Es porque expresó un posicionamiento revolucionario de clase que debemos retomar, no para santificar, sino para apropiárnoslo y, con todas las críticas que le caben, utilizarlo en la práctica comunista de abolición del capitalismo. Porque, con Los Amigos de Durruti creemos que «las revoluciones sin una teoría no siguen adelante. Los Amigos de Durruti hemos trazado nuestro pensamiento, que puede ser objeto de los retoques propios de las grandes conmociones sociales, pero que radica en dos puntos esenciales que no pueden eludirse. Un programa y fusiles».

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *