Extraído de «La Oveja Negra» #27
Uno de los episodios con intenciones más totales de la historia de nuestra clase y a la vez uno de los más desconocidos. También uno de los más tempranos. Que un grupo de campesinos casi analfabetos del siglo XIX manifieste un programa más revolucionario que el de muchos grupos de hoy es, a priori, casi irónico. Sólo en un mundo dominado por la mercancía y la tecnología es natural pensar que la historia va en una línea ascendente desde lo más simple y contrahecho hasta lo perfecto y complejo. Estudiar nuestra historia nos demuestra lo falso de esa afirmación, y así encontramos en el pasado manifestaciones humanas que nos sorprenden en nuestra mecanizada cabeza.
En 1865 en México DF funciona La Social. Se trata de un grupo de estudiantes, los primeros bakuninistas –como se decía entonces– de México. Ese año se une a ellos un inmigrante griego, Plotino Rhodakanaty, traductor de Proudhon pero principalmente formado en las propuestas utopistas de Charles Fourier. Llega a México por el plan de colonización para inmigrantes, lo que le facilitaría obtener tierras para construir su falansterio. Escribe La Cartilla Socialista, uno de los primeros documentos de esas características en América. Junto con Zalacosta de La Social, fundan en Chalco –un pequeño pueblo rural cerca de la capital– la Escuela del Rayo y el Socialismo, donde enseñan a los campesinos y a sus hijos a leer y escribir, además de las teorías revolucionarias. Las ideas bakuninistas, proudhonianas y fourieristas, ganan simpatía entre los campesinos, tal vez simplemente por reforzar ciertas prácticas de apoyo mutuo y de rebeldía que ya existían entre ellos.
Un joven campesino, Julio Chávez López, alumno de la escuela, pronto se destaca entre los demás y se involucra en conocer más las teorías revolucionarias, quedando a cargo de la misma cuando Zalacosta y Rhodakanaty vuelven al DF.
Estamos en el México republicano de Juárez, el México liberal donde comienza el despojo de las tierras comunales campesinas y el proceso de proletarización se acelera. Ante este panorama de creciente miseria y analfabetismo y de ver que, aún caído el Imperio de Maximiliano, con la república de Juárez las cosas empeoran, en abril de 1869 un grupo de campesinos acaudillados por Chávez decide dar un paso más y levantarse en armas para hacer, como ellos dicen, la revolución socialista. Aprovechan que el general Negrete se ha levantado contra Juárez y reciben armas como presuntos miembros de ese movimiento. Ni bien las obtienen, se separan y empiezan a preparar el levantamiento. Chávez, posiblemente ayudado por Zalacosta, escribe el hermoso Manifiesto a todos los pobres y oprimidos de México y del Universo. Lo imprimen en Puebla y el día 20 de abril se da a conocer públicamente. A continuación algunos fragmentos:
«Infinidad de años y de siglos hemos caminado penosamente agobiados por el cansancio, por la miseria, por la ignorancia y por la tiranía, el día de la venganza sagrada es con nosotros. ¿Qué poseemos sobre la superficie del universo, los que vivimos clavados en el trabajo? ¿A quién deja beneficio el sudor de nuestras frentes, las lágrimas de nuestros ojos, el dolor en nuestras espaldas, el cansancio de nuestros brazos, la fatiga en nuestros pies y la angustia en nuestros corazones? ¿Quién ha pensado alguna vez en recoger lo que siembra, cuando todo se nos arrebata?»
«Habíamos creído que el triunfo de la república sería el verdadero triunfo del pueblo, ya que todos los hacendados se habían refugiado en los faldones del imperio; pero con suma tristeza hemos visto que estos mismos hacendados han tenido refugio en los faldones republicanos, lastimándose así los intereses que deberían ser inviolables: los de los pobres. Esto indica que es menester emprender una lucha más justa y racional, que venga a asegurar lo que nosotros queremos.»
«Es indispensable salvar el momento y levantar nuestros esfuerzos en torno de esa sacrosanta bandera de la revolución socialista, que dice desde lo más alto de la República: ¡Abolición del gobierno y de la explotación!»
Aún con sus limitaciones utopistas y de cierto cristianismo primitivo, este manifiesto sorprende por su claridad y sus pretensiones de revolución total. Ya en su título adquiere un matiz más que internacionalista. Se ataca a la república y a la monarquía, a los curas y a la Iglesia. Se ataca al trabajo. Se expresa claramente la necesidad de los trabajadores de ir por todo y contra todo. Ésta será la bandera de los campesinos insurrectos de Chalco.
Atacan haciendas en Puebla y pronto están en el estado de Morelos. Se extienden a Veracruz e Hidalgo. El primero de mayo el ejército entra en Chalco en caza de los rebeldes. Se dan enfrentamientos. Aún mal armados y diezmados logran tomar la ciudad de San Martín de Texmelucan. La práctica de los insurrectos es la siguiente: toman las ciudades, pueblos o haciendas fusilando a los burgueses, quemando los títulos de propiedad y animando a los proletarios a tomar la tierra y a extender la revolución dejando núcleos armados. Pese a las batallas con el ejército logran reagruparse.
Ya son 1500 hombres en armas y quieren dar un golpe aún más grande. Atacan una guarnición militar el 17 de agosto en Hidalgo pero son derrotados. Chávez y otros intentan resistir pero son tomados prisioneros. Por orden de Juárez, Julio Chávez será ejecutado el primero de septiembre en Chalco, dentro de la escuela, al grito de «¡Viva el Socialismo! ¡Viva la libertad!»
Cinco meses ha durado la revuelta en el centro de México. Los rebeldes de Chalco, no sólo fueron los más avanzados en cuanto a su programa y crítica anticapitalista en México, sino a nivel mundial, junto con la Comuna de París que estallaría unos meses después. Si bien en esos años será conocido e inspirador para la clase obrera mexicana del campo y la ciudad, quedará en el olvido hasta la década del 20 cuando José Valadés, militante de la CGT mexicana, lo dé a conocer en medios obreros, entre ellos La Protesta de Argentina.
Es indispensable conocer y estudiar a fondo la historia de nuestra clase. Que los académicos lucren con sus mentiras, reaprendamos nosotros lo que nos pertenece y así no estaremos empezando de cero cada vez. La lucha por la destrucción del Capital ya lleva siglos y es mundial. O mejor, de todo el Universo.