La siguiente aportación nos fue enviada por un compañero para su atenta lectura, análisis y difusión…(Materiales)
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“La revolución social será obra de los oprimidos por sí y para sí mismos, o no será”
El capitalismo es el sistema más destructor, más brutal y más inhumano de todos los sistemas de las sociedades de clases, de todos en los cuales han existido relaciones entre explotados y explotadores. Es también el sistema más desarrollado y alienante de todos, el mismo que ofrece riqueza a unos cuantos a costa de la negación de la vida y la miseria de la mayoría. Esta afirmación la sostenemos en cuanto que es verdad no por la idea de un pensador, sino porque es la realidad concreta, y ésta se refleja sobre todo en la cruda y cruel realidad de los proletarios desposeídos y alienados, de aquellos que a su libre elección sólo les queda venderse como trabajadores, ya sea de forma intelectual o física, o más drásticamente en la mera supervivencia mendigando en la vagancia, o ya de plano, el fatal destino de reventar de hambre.
Así podemos comprobar que la hegemonía del Estado Capitalista sólo se impone a fuerza de violencia; ello representa la total destrucción, que por un lado se manifiesta en la negación de la vida humana, y por otro en la devastación de la naturaleza y todo lo que ella ofrece: tierras, lagos, ríos, montañas, bosques, animales, sólo son vistos como recursos valorizables, recursos de donde se pueden extraer ganancias, hacer lucro, negocio. En consecuencia los representantes de este sistema de destrucción sostienen la “paz” (pacificación del orden mercantil) a costa de la guerra. En el mismo sentido el progreso es el progreso del capital, del mundo de las mercancías desarrollándose, perfeccionándose, ampliando sus rutas de mercado para así obtener más ganancia.
Podemos afirmar entonces que el futuro de este sistema de esclavitud moderna sólo se preservará en la medida que la normalidad mercantil siga su curso, en la medida que el esclavo asalariado respete las reglas que lo mantienen precisamente en esa condición. Así mientras el oprimido de todas las generaciones, no reconozca la raíz de sus problemas, intentando solucionarlos dentro de la misma olla que los crea o en los marcos formales, legales, constituidos precisamente por la burguesía, clase antagónica que lo ha relegado a simple medio de producción de valor, o que lo ha arrastrado mediante la ideología reformista a la creencia que el capitalismo puede mejorarse, ser más parejo para todos, cuando en la misma esencia del capital, está la barbarie y la sentencia del proletario a perpetuar su condición de esclavo.
Todo el horror presente y pasado no está aislado de la normalidad cotidiana, en el actual sistema se han afilado las formas de dominación, así como la tecnología avanza a pasos nunca sospechados por la inteligencia del hombre, así avanza también la barbarie con la que este sistema se afirma día a día, se generaliza, se vuelve algo normal la violencia impuesta por la rutina de estas relaciones humanas, siendo precisamente que ese desarrollo tecnológico no se opone para nada al desarrollo del capitalismo, y por tanto a su barbarie, si no que la ciencia y la tecnología son productos de las mismas relaciones de dominación.
La democracia es la forma de gobernar casi perfecta que deviene del mismo sistema capitalista, la democracia no se opone en ningún momento a la dominación de unos por sobre otros, sino que la afirma, y es justo en la institucionalización de la vida que se concretan y asientan las reglas para la reproducción de la sociedad mercantil. La violencia democrática se legaliza en las leyes del orden y los marcos de justicia. Pero todos estos aparatos reglamentados e instituidos no son sino los canales por los cuales se expresa la dominación del mundo del dinero, la democracia no es el paraíso incumplido y por alcanzar del proletariado ni es el ideal de la humanidad casi perfecta, sino que es la consecuencia realizada y materializada de la dictadura capitalista.
El proletariado está puesto a fracasar mientras luche por intereses que no le corresponden, mientras respete la ley que es la misma que regula su miseria, mientras siga creyendo en la constitución que es la misma que perpetua y afirma el poder del status quo. Por ello, los representantes de la burguesía siempre recalcan que a costa de todo, primero está la salvaguarda de la patria y la paz social. Y ¿por qué será entonces que justamente ellos sean los más interesados en el respeto a la ley, el orden, la legalidad y la democracia? Pues porque en esos reglamentos cívicos y ciudadanos se contiene la misma continuidad de relaciones entre oprimidos (proletarios) y opresores (burgueses).
La lucha de clases no es un capricho de unos cuantos rebeldes, ni es tampoco la lucha de los “más pobres” contra los “más ricos”, sino que es consecuencia de la relación social que se impone determinadamente por la fuerza de un antagonismo claramente marcado entre el burgués que mantiene esclavizado al proletario, no sólo en el trabajo sino en la totalidad del mundo alienado a las concepciones mercantiles y burguesas. La lucha de clases por tanto es la consecuencia lógica de este sistema de tensión de fuerzas, en donde todo momento está cargado de posibles rebeliones y confrontación directa, así se producen rupturas y choques, a veces efímeros y “aislados” y otras veces generalizados y prolongados. Desde las huelgas, los piquetes, el sabotaje, la expropiación, todos son manifestaciones de estas rupturas que se suceden periódicamente y que bajo contextos de crisis el sistema capitalista entra en declive y así las rebeliones son más fuertes, llegando a convertirse en revoluciones, donde todos los lazos que mantenían nublado el antagonismo de clases se revientan, abriendo caminos para la emancipación y la reapropiación de la vida por sobre el valor del dinero y el Capital.
Sumado a ello debe quedar claro que el capitalismo es mundial, y no se restringe a una nación o a ciertas partes de algunos continentes, sino que desde su misma génesis el capitalismo se expandió mediante el intercambio en todo el mundo. Así podemos asegurar que lo que vemos cómo terror, miseria, hambre, represión y muerte, no es otra cosa que el poder del capitalismo afirmándose tal cual es, aquí en México, en Palestina, en Haití, en Grecia, etc. Esto quiere decir que los gobiernos sólo son los que administran la parte política de este sistema, no se trata de malas administraciones o de la ineptitud de tal o cual político (aunque estas existan), no se trata de la corrupción de las instituciones, ni de quienes las operan, pues la putridez de todo lo existente está en su fundamento, de donde parten, que es el sistema capitalista y su Estado (aparato político-militar), que administra el “buen” funcionamiento del sistema hegemónico.
¿Y a todo esto qué hay del ciudadano?
Mientras el proletariado y la burguesía son producto de las relaciones capitalistas, en cambio el ciudadano es un precepto ideológico inventado por el derecho burgués para oscurecer las relaciones de explotación que existen en el sistema capitalista, pero es también consecuencia del triunfo de la democracia, el ciudadano ni es burgués ni es proletario (no porque estas relaciones desaparezcan, sino porque el ciudadano es una persona a-clasista), es el individuo institucionalizado de acuerdo a las necesidades del mercado, pues como sabemos, los que dominan siempre negarán que existan las clases sociales, y más aún, que éstas estén en lucha.
Los ciudadanos por tanto son los gobernados por toda una política que les administra sus vidas, el ciudadano tiene derechos y deberes, el ciudadano es libre, libre de venderse a quien le pague mejor, libre de elegir a sus gobernantes, libre de comprar lo que le venga en gana y claro, para lo que le alcance, y en esa misma libertad, el ciudadano es también libre propietario, libre comerciante, y ante eso se levantan las leyes que han de preservar todas esas relaciones de convivencia y atomización mercantil, de protección de la propiedad privada, y de las relaciones entre individuos separados que convergen en tanto intereses separados. Ahí cumple perfectamente su función el derecho burgués pues “la libertad de uno termina donde empieza la del otro”.
El ciudadano tiene el derecho de manifestarse si algo no le gusta o si se siente indignado, el ciudadano tiene la libertad de expresar su enojo y de demandar a quien cree que le ha provocado ese malestar. Pero es precisamente esa condición de ciudadano en la que reside toda su miseria, porque las libertades, los derechos que le han otorgado, no pueden cumplirse si no es por medio de las instituciones, en el marco de la ley, la legalidad y la constitución. Pero las instituciones y la ley responden como vimos, a la protección de las relaciones de dominación, las instituciones antes que nada protegerán la propiedad privada, la riqueza, el negocio, el lucro, las relaciones de explotación, etc. La ley, por supuesto, no es otra cosa que la ley del capitalismo, la misma que permite desplazar pueblos enteros, despojarlos de sus lugares de vivienda y sus medios de subsistencia, porque ha otorgado legalmente concesiones a mineras, a empresarios que le generarán más ganancias que aquellos proletarios que no valen nada.
El progreso es otro de los fundamentos del capitalismo: progreso, crecimiento económico, apertura de mercados, eso es lo único que les importa a los malditos burgueses, no importa si esto cuesta la vida de “unos cuantos proletarios”, sí para ese progreso necesita de la construcción de más infraestructura, lo hará de forma legal o no, invirtiendo millones para construir aeropuertos mega modernos, carreteras, abriendo puertos, todo ello a fin de atraer más turismo, más riqueza, más capital.
El ciudadano respetuoso de la ley y el orden, el ciudadano pacífico que exige sus derechos cuando estos son violados y lo hace justo dentro de la legalidad, dentro de su libertad de expresión, no hace otra cosa que afirmar esa dominación, no hace más que alabar la miseria y muerte que reparte el sistema dominante. El ciudadano que sale a marchar con todo “derecho” es el mismo que avala que se perpetren masacres como la de Acteal o Ayotzinapa, es el mismo que permite que encarcelen a los luchadores sociales y que repriman a todo aquel que no respete y obedezca la pacificación del mundo mercantil. El ciudadano es el esclavo perfecto de la democracia, que es la dictadura del capitalismo. Y el proletariado, es decir la clase explotada, no puede seguir ni respetar su rol de ciudadano, porque como ya vimos el ciudadano es un producto burgués, es un títere bien aceptado por los opresores para perpetuar así su sistema de dominación, en todo momento, ya en lo material, ya en lo ideológico. El proletariado debe luchar fuera y en contra de la legalidad, fuera de la justicia burguesa, fuera y en contra de las instituciones que son las que administran y regulan la “justicia” del capitalismo.
Por eso nosotros sostenemos que para la emancipación de nuestra clase y la construcción del comunismo, no hace falta pedirle nada a quien administra el sistema de muerte, no merecen respeto sus leyes, sus patrias ni sus constituciones, los proletarios no tenemos patria, estamos en todo el mundo y así hemos de luchar, internacionalmente, organizados como clase.
-Mientras el ciudadano marcha con flores y grita ¡justicia, justicia! El burgués sonríe y felicita a los buenos manifestantes, pero por otro lado está el proletario revolucionario que grita ¡muerte al Estado y al capital! entonces el burgués manda reprimir a los revoltosos que no respetan la ley y el orden.-
¡Por la lucha proletaria, fuera y en contra de la legalidad burguesa!
¡Por la abolición del Estado y el capital!
¡Por el comunismo y la anarquía!
Anonimx