Los hechos y sus falsas versiones de derecha y de izquierda
Mediante acciones directas y espontáneas de masas que van desde hacer marchas y asambleas autoconvocadas hasta volcar a mano propia autos de la policía y saquear tiendas, el proletariado de la región cubana se está levantando en las calles contra el hambre y contra la tiranía estatal, es decir contra las miserables condiciones materiales de existencia impuestas por el capitalismo y su crisis actual, al igual que lo ha hecho el proletariado de las regiones colombiana, birmana, iraní y sudafricana durante este año, y al igual que lo hizo el proletariado de las regiones ecuatoriana, chilena, haitiana, francesa e irakí, entre otras, hace dos años.
Con todas sus debilidades, limitaciones y contradicciones internas (patriotismo, interclasismo, falta de autonomía revolucionaria, aislamiento, etc.), la revuelta proletaria de estos días en la región cubana es un eslabón o un episodio más de la tendencia hacia la recomposición de la revuelta proletaria internacional que se abrió en el 2018-2019 y se vio «interrumpida» por la pandemia y la dictadura sanitaria contrainsurreccional o la contrarrevolución preventiva del 2020-2021 por parte de todos los Estados de este planeta.
De entrada, entonces, un ABC anticapitalista al respecto: desde que existen hace ya varios siglos, el capitalismo, la crisis, el proletariado y la lucha de clases son mundiales. Las diferencias de estos en/entre cada época histórica y cada región geográfica sólo son de grado y de forma, no de naturaleza o de fondo en sus condiciones, relaciones y categorías fundamentales. Las cuales, principalmente el trabajo asalariado y la acumulación de capital, más bien se han extendido y profundizado con el pasar del tiempo en todas partes. De manera que tanto el “socialismo cubano” como la “restauración capitalista en Cuba después de la caída de la URSS” siempre han sido unos mitos: en realidad, lo que siempre ha existido en Cuba es capitalismo y lucha de clases, pero bajo otra forma y en otro grado, al igual que en la ex-URSS y en todo el mundo. Lo único que realmente ha cambiado desde la caída del bloque soviético hasta la fecha, es el predominio del capital privado con respecto al capital estatal sobre el proletariado, hoy en día más precarizado y explotado.
Por lo tanto, los dos puntos que siguen a continuación en esta parte de nuestro análisis son las dos versiones de la falsa dicotomía entre la derecha imperialista del Capital y la izquierda antiimperialista del Capital, es decir entre los dos tentáculos políticos del mismo pulpo monstruoso y gigantesco que es el sistema capitalista histórico-mundial:
Por un lado, la derecha pequeñoburguesa cubana y el imperialismo estadounidense están capitalizando política y mediáticamente esta coyuntura emergente, sobre la base material de la actual crisis económica, ecológica-sanitaria y política, así como a falta de una situación histórica revolucionaria y por ende de una dirección revolucionaria autónoma de las propias masas en revuelta.
Por eso, su versión de estas protestas masivas es la versión dominante o de la fracción dominante de la clase capitalista en los medios de comunicación, a fin de posicionar públicamente que «el socialismo no funciona» y que Cuba debe ser intervenida militar, política, tecnológica y “humanitariamente” para «reestablecer la democracia, la libertad y la paz social», tal como en Haití o en Siria.
Por otro lado, el gobierno «socialista» cubano y la izquierda del Capital internacional sólo se enfocan a propósito en su oponente imperialista de derecha, a fin de ocultar el capitalismo y la lucha de clases realmente existentes dentro de Cuba, para así conservar su poder y su imagen de falsa revolución y falso socialismo/comunismo, al clásico estilo estalinista-orwelliano pero en versión latinoamericana.
Por eso, el gobierno de Díaz-Canel y la izquierda pro-Cuba descalifican o calumnian estas protestas masivas como «ordenadas y dirigidas por el imperialismo», «fríamente calculadas», «manipuladas», “vendidas”, “con agenda intervencionista”, “con proyecto golpista y colonialista”, «gusanas», «comemierdas», “mercenarias”, «reaccionarias», “fascistas”, «contrarrevolucionarias», etc. Lo cual, de hecho, es falso, absurdo, conspiranoico y cínico.
Y por eso, el Estado cubano enfrenta esta revuelta de masas combinando la represión policial y militar (a pesar del «apagón informativo» o cerco comunicacional existente, hasta el cierre de esta edición se sabe que ya hay 5 muertos, decenas de heridos y más de 150 detenidos y desaparecidos) con la movilización de las bases sociales ideologizadas y cautivas que todavía le quedan, así como también reclutando a la fuerza a jóvenes para que se sumen a las mismas. Haciendo contramarchas igual de represivas (policías de rojo) donde gritan las rancias consignas patrioteras de siempre y portan banderas nacionales y pancartas con fotos de Fidel Castro que recuerdan el culto a la personalidad en la Rusia estalinista, así como también declaraciones públicas de «antiimperialismo, soberanía nacional y socialismo».
Pero los hechos son necios y, por más que los gobernantes y sus secuaces se esfuercen, el hambre y la rabia masivas no se pueden ocultar.
Las causas coyunturales y sus datos
Por un lado, es la actual crisis económica y sanitaria; más concretamente, la estrepitosa caída del PIB en un 11% −la peor en las últimas 3 décadas−, de la balanza comercial −déficit de 9 000 millones de dólares, considerando que el 80% de productos para el consumo son importados−, de las divisas por el turismo −la 2da fuente de ingreso de la economía y la población cubanas, después de la exportación de profesionales o «capital humano»− y de la producción y exportación de azúcar −por falta de combustible y avería de las máquinas−, debido a la pandemia, y también debido a la reforma monetaria y cambiaria que fue decretada a fines del año pasado por el gobierno de Díaz-Canel −llamada «Tarea Ordenamiento»− que, en lugar de contrarrestar la crisis, la empeoró (la cura le salió peor que la enfermedad).
El resultado de lo anterior es que actualmente hay desempleo, desabastecimiento e inflación: hay escasez de trabajo, de dinero, de alimentos, de medicamentos y de servicios básicos para la mayoría de la población en Cuba (decimos para la mayoría de la población, porque la burguesía burocrático-militar cubana y los turistas extranjeros gozan de todo tipo de privilegios). Como siempre ha sido bajo ese régimen, pero hoy más que ayer, con el agravante del rebrote del Covid-19 (muestra del fracaso del sobrevalorado y mistificado sistema médico cubano, por cierto) y su impacto altamente negativo en la salud, la economía y la vida cotidiana.
Más en concreto todavía: en octubre de 2020, 8 de cada 10 cubanos sobrevivían con lo justo, el 67% de las familias calificaba la alimentación diaria como deficiente, mientras que a 6 de cada 10 familias la libreta de abastecimiento les cubría sólo de 5 a 10 días al mes. Después de la “Tarea Ordenamiento” en diciembre de 2020, tal situación empeoró: aumentó el desempleo en el sector público al mismo tiempo que la proletarización y la tasa de explotación («mano de obra barata») en el sector privado, los servicios y bienes de la canasta básica subieron entre 500% y 600% (la luz, el agua y los medicamentos se volvieron prácticamente impagables), y tanto las remesas de familias en el exterior como los depósitos bancarios locales fueron «retenidos» o «congelados» parcial y temporalmente por el Estado. A todo esto, se suma el aumento de casos de contagio (más de 275 000 personas) y muerte (más de 1 800 personas) a causa del rebrote de Covid-19 en la isla. Así como también es muy posible que hayan aumentado los casos de depresión y suicidio.
En otras palabras, este es un malestar social que se viene acumulando a diario desde hace décadas, se agudiza desde el año anterior y termina explotando este año, por las razones mencionadas anteriormente. La mayoría de la población de ese país hoy está más hambrienta, enferma y desesperada que nunca antes.
Por eso hoy, al grito de “comida, electricidad y vacunas”, los desposeídos y hambrientos de Cuba salen a las calles a protestar masivamente, como no lo habían hecho hace décadas. Se podría decir, entonces, que se trata de una “revuelta del hambre” en lo que va del año en curso, tal como las que estallaron en todo el mundo durante el 2008, año de la crisis alimentaria. Todo esto, en el contexto de la crisis de valorización que caracteriza a la actual crisis del capitalismo, como telón de fondo.
Por otro lado, es la crisis política; más específicamente, la «falta de instituciones democráticas» o de “poder popular” que canalicen y amortigüen las demandas sociales. Esto no es un «error en la construcción del socialismo» o una “contradicción de la revolución”, porque en Cuba no existe tal revolución, sino que, incluso desde el punto de vista politológico y demócrata de la «gobernabilidad» y la “hegemonía”, el régimen cubano ya no es legítimo ni sostenible, si no es a punta de represión y mentira institucionalizadas (p. ej. mediante los «Comités de Defensa de la Revolución-CDR»).
Ahora bien, desde una perspectiva anticapitalista y antiestatal, la otra causa coyuntural −con elementos de causa estructural− de esta revuelta es el poder totalitario que la burguesía estatal ejerce sobre la mayoría de la población en ese campo de concentración caribeño o gulag tropical que es Cuba; mejor dicho, la dictadura capitalista y burocrático-militar del Partido «Comunista» Cubano (PCC) de la adinerada y poderosa familia Castro y del Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA) de otros caudillos militares −dueños y accionistas de más de la mitad de las empresas, ganancias e incluso “Panama Papers” de ese país− sobre el proletariado −cada vez más precarizado, explotado, enajenado y oprimido−, como en su tiempo lo fue la URSS de Lenin y Stalin, así como la China de Mao (ésta última hasta la actualidad, junto a Corea del Norte y Venezuela).
Las evidentes diferencias entre Cuba y Rusia o China es que a mediados del siglo pasado la primera se convirtió en la nueva y pequeña colonia azucarera, con un “carismático” caudillo militar a la cabeza, de aquellas grandes potencias capitalistas-imperialistas asiáticas que se disfrazaban de “comunistas”; y que, a diferencia de las segundas que hoy siguen siendo potencias pero ya hipermodernizadas, la primera se quedó petrificada u oxidada en ese pasado, de lo cual no obstante ha hecho su capital turístico para la clase media-alta europea y norteamericana, así como un fetiche de nostálgico apego emocional para la también clasemediera izquierda latinoamericana del Capital que defiende religiosa y visceralmente el mito del “socialismo cubano”.
Por el contrario, el proletariado anónimo de la región cubana está harto de malvivir de esa manera. Está harto de tanta miseria y opresión estatal. Por eso es que en estos días se ha volcado a las calles en masa gritando «abajo la dictadura» y «libertad».
En este sentido, ya no es sólo una “revuelta del hambre” sino también una revuelta política, en la que lamentablemente, en ausencia de una situación histórica e internacional revolucionaria, el instinto de clase y la espontaneidad no bastan. El proletariado cubano también ha sido subdesarrollado y reprimido en materia de lucha revolucionaria por parte del Estado cubano. Razón por la cual, esta revuelta está siendo capitalizada política y mediáticamente por la fracción derechista e imperialista del Capital mundial, mientras es reprimida física y simbólicamente por la fracción izquierdista y antiimperialista del mismo Capital mundial.
En otras palabras, el proletariado en revuelta de “La Isla” se encuentra literalmente aislado, desarmado y atacado en todo aspecto. Y, como demuestra la historia de la lucha de clases, el aislamiento condena a toda revuelta −y a toda revolución− a la derrota.
Las causas estructurales y sus datos
NO es el “bloqueo imperialista” −como repiten los fanáticos del régimen castroestalinista−: EE.UU. es el 9no proveedor de artículos importados de la isla. Desde el año 2019, hay 32 grandes empresas yanquis (como Visa, Accor, Mastercard o Amazon) que invierten en ese país. Además, Cuba comercia con 170 países y actualmente el 40% de sus exportaciones está “asistido” por China.
Tampoco es un inexistente “Estado obrero degenerado” ni una “restauración capitalista” en Cuba desde la década de 1990 −como arguyen los trotskistas−, porque no se puede restaurar el Capital −entendido como relación impersonal y fetichista de producción y reproducción social, y no como simple propiedad jurídica o formal sobre los medios de producción− donde nunca ha sido extirpado, y porque lo único que realmente cambió desde entonces es el predominio del capital privado con respecto al capital estatal sobre el proletariado cada vez más precarizado y explotado.
¿Entonces? Es la crisis económica, política y social del subdesarrollado Capitalismo de Estado [*] cubano que, a su vez, es dependiente del mercado mundial. Es el mito del «socialismo cubano» que se cae en los hechos por su propio peso o por sus contradicciones capitalistas y luchas de clases internas, no desde la caída de la URSS, sino desde que empezó en 1959 y más aún hoy en día en la segunda década del siglo XXI, a causa de la crisis general y multidimensional del capitalismo mundial, manifestada concretamente en la crisis económica y sanitaria actual, y acompañada de protestas y revueltas proletarias cada vez más frecuentes y explosivas pero, al mismo tiempo, efímeras y sin dirección revolucionaria autónoma y contundente de las propias masas, a falta de una situación histórica revolucionaria.
Este contexto histórico-estructural y global de catástrofe capitalista generalizada y lucha de clases no revolucionaria, signado por el desarrollo desigual, el caos, la turbulencia y la incertidumbre, es el que realmente explica las crisis, las protestas y las revueltas en todas las naciones del planeta durante los últimos años, de las cuales la revuelta actual en Cuba es sólo un episodio más, eso sí, con sus ya mencionadas particularidades.
Conclusiones y perspectivas de fondo
Dado el actual contexto mundial de catástrofe económica y ecológica-sanitaria, contrarrevolución preventiva y revueltas efímeras sin dirección revolucionaria autónoma de masas, que hoy en día se manifiesta de manera más aguda en países como Cuba, lo más probable es: que esta revuelta proletaria contra el hambre y la tiranía estatal siga siendo capitalizada política y mediáticamente por la derecha pequeñoburguesa de ese país, el imperialismo estadounidense y sus corifeos internacionales; que la burguesía estatal «socialista» la siga calumniando y reprimiendo hasta derrotarla, so pretexto de que es «contrarrevolucionaria», asimismo con el beneplácito de sus corifeos internacionales de izquierda; y, que las masas explotadas y oprimidas de la región cubana sigan acumulando hambre, enfermedad, desesperación, rabia, experiencia de lucha y lecciones de la misma hasta un nuevo ciclo de estallidos sociales del proletariado internacional contra el capitalismo mundial (lo cual, según el propio FMI, es posible que ocurra desde el 2022).
Pero, para quienes hacemos el esfuerzo de ver la realidad sin anteojeras ideológicas ni mistificadoras, esta revuelta proletaria espontánea se lleva al menos el mérito de destruir, en los hechos y en pleno siglo XXI, el mito del «socialismo cubano» y su base ideológica que es el marxismo-leninismo, porque en realidad no son otra cosa que capitalismo y socialdemocracia “radical”, respectivamente. En una palabra: no son la revolución, son la contrarrevolución. El régimen político-militar-empresarial del Partido «Comunista» Cubano y su holding GAESA no defiende ninguna revolución. Defiende la contrarrevolución capitalista y su dictadura sobre el proletariado de esa región. Es la fracción izquierdista, estatista y antiimperialista del Capital mundial en el Caribe. Quienes defienden este régimen son, por tanto, igual de contrarrevolucionarios, aunque crean y digan ser lo contrario.
Para que quede más claro aún y no se preste a burdas y malintencionadas tergiversaciones por parte tanto de derechistas como de izquierdistas del Capital: la causa de la actual crisis y revuelta en Cuba NO es que «el socialismo no funciona», y NO es tampoco «el bloqueo imperialista» de EE.UU. Frente a tanta noticia y análisis falsos de lado y lado, lo cual es propio de la falsa dicotomía izquierda/derecha, toca remarcar el ABC anticapitalista autónomo al respecto: lo que existe en Cuba NO es socialismo o comunismo, es capitalismo puro y duro; más específicamente, es un subdesarrollado Capitalismo de Estado que participa de manera subordinada y dependiente en el mercado mundial, y que hoy está en crisis porque el capitalismo histórico e internacional está en crisis.
¿Por qué? Porque no puede existir «socialismo en un solo país», ya que el capitalismo es mundial. Porque la estatización o nacionalización de la agricultura, la industria, el comercio y la banca no es lo mismo que la abolición real −no sólo formal o jurídica− de la propiedad privada sobre los medios de producción, distribución y consumo. Y, sobre todo, porque en el comunismo no existe producción de mercancías, trabajo asalariado, extracción de plusvalía, ley del valor, mercado, competencia, empresas, acumulación de capital, dinero, clases sociales, Estado, patriarcado, mafias, corrupción, prostitución ni fronteras nacionales. Por el contrario, en Cuba existe todo eso, no como categorías abstractas sino como realidades muy concretas y cotidianas. Sí, en Cuba existe clases sociales: explotadores y explotados, opresores y oprimidos, marginadores y marginados. Por eso es que existe lucha de clases en Cuba, muestra irrefutable de lo cual son las protestas de las masas proletarias de todos los sectores, sexos, “razas” y generaciones contra el Estado capitalista disfrazado de “socialista” en ese país, durante los últimos días.
En fin, en cualesquiera de sus versiones, formas o apariencias, el sistema que en realidad ya no funciona es el capitalismo. Sin embargo, éste todavía sobrevive en medio de su descomposición, debido a la falta de condiciones y situaciones revolucionarias que sólo las mismas contradicciones estructurales del capitalismo y las luchas de clases reales en proceso pueden producir −las cuales son fenómenos materiales y espontáneos de masas, que además llevan varias generaciones−, y no la conciencia, la ideología, la propaganda, la voluntad y el activismo político de unas cuantas organizaciones y personas de izquierda y ultraizquierda.
La perspectiva comunista radical contenida en este análisis de coyuntura es producto, no de unas cuantas mentes brillantes y delirantes, sino de la misma lucha de clases histórico-mundial y de nuestra situación concreta de vida y lucha. En ese marco, los comunistas antiestatales e internacionalistas estamos del lado de los explotados y oprimidos que luchan por sus vidas sin representantes ni intermediarios y sin importar su nacionalidad, porque los proletarios no tenemos patria. De hecho, una de las consignas más contrarrevolucionarias que puede haber es aquella de «patria o muerte», como la que repite automáticamente el actual gobierno izquierdista cubano y sus acríticos seguidores allá y en todas partes. En cambio, nosotros estamos en contra de toda forma de capitalismo y de Estado-nación, incluido el «Estado socialista» que en realidad es Capitalismo de Estado, determinado a su vez por el mercado mundial. Por consiguiente, estamos en contra tanto de la derecha como de la izquierda del Capital, ya que ambas no son contrarias sino competidoras complementarias y alternantes en la administración del Estado y la Economía capitalistas. En el caso cubano, la izquierda del Capital en el Estado es una burocracia político-militar-empresarial que explota o extrae plusvalía al proletariado, lo vigila y lo reprime brutalmente, hace jugosos negocios con empresas transnacionales, y ha apoyado a sangrientas dictaduras de otros países tanto de izquierda como de derecha.
En síntesis, estamos en contra del capitalismo, de sus defensores de derecha y de sus falsos críticos de izquierda. Al mismo tiempo, estamos a favor de la autonomía proletaria expresada en la acción directa y la autoorganización de masas, de la ruptura revolucionaria y de la revolución comunista mundial. Porque la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores o no será. Porque sin ruptura con las falsas críticas y falsas alternativas al capitalismo no habrá revolución. Y porque la revolución será antimercantil, antiestatal e internacional o no será.
Por eso es que, en el actual contexto histórico y mundial que todavía es contrarrevolucionario, estamos a favor de las protestas y revueltas proletarias en todas partes contra las miserables condiciones materiales de existencia de nuestra clase y contra todos los gobiernos del Capital, como lo es la actual revuelta en Cuba, a pesar de todas sus debilidades, limitaciones y contradicciones. Porque la mejor «escuela de formación» para el proletariado es la misma lucha de clases, y ésta, a su vez, es el único modo de producir crisis revolucionarias y gérmenes de comunismo y anarquía. Sobre todo, estamos a favor de aquellas luchas que muestren gérmenes y tendencias de autonomía de clase y de ruptura con las condiciones capitalistas y, en especial, con su propia condición de clase explotada y oprimida. Gérmenes que se pueden atisbar en las revueltas de los últimos años. Sin dejar de ser objetivos y críticos de las mismas. Con la perspectiva de que las contradicciones y los conflictos sociales se agudicen, que la correlación de fuerzas se invierta, que la revuelta proletaria global retorne, y que ésta se critique y se supere a sí misma para que se transforme en revolución social −no política, social− internacional.
Revolución en la cual se insurreccione y se comunice todo lo existente, a fin de ponerle freno a la actual catástrofe capitalista y de crear una vida que merezca ser vivida por todos en todas partes, incluida la región cubana. Revolución que, sobre la base de la abolición del trabajo asalariado y el intercambio de mercancías, realice la abolición de la sociedad de clases, géneros, “razas” y nacionalidades. Sustituyéndola por nuevas y múltiples relaciones sociales no mercantiles, no cosificadas y no jerárquicas entre individuos libremente asociados sin separaciones o fronteras de ningún tipo, en equilibrio con la naturaleza.
Mientras tanto, el capitalismo y la lucha de clases seguirán desarrollándose desigual y catastróficamente en todo el planeta, hasta que a la humanidad no le quede más opción que comunismo o extinción. Y de esto, nada ni nadie quedarán a salvo. Cuba hoy sólo es un crítico episodio más de este drama histórico-mundial en proceso.
Proletarios Cabreados
Quito, julio 2021
[*] Aquí hay que precisar que «Capitalismo de Estado» es una expresión acuñada y usada por parte de algunos sectores de la izquierda comunista histórica para denunciar el carácter capitalista de los “países comunistas” como la URSS, mal llamados así tanto por la derecha como por la izquierda del Capital, ya que el capitalismo es mundial y, por consiguiente, el comunismo sólo puede ser mundial; y sobre todo, porque en esos países las relaciones y categorías capitalistas fundamentales (valor, mercado, empresa, trabajo asalariado, acumulación de capital, dinero, clases sociales, Estado, ideología…) nunca fueron extirpadas, sino que se mantuvieron intactas y se continuaron desarrollando. En realidad, Capital y Estado son inseparables: en esta sociedad, el Estado sólo puede ser el Estado del Capital, puesto que es el resumen o la cúspide institucional de las relaciones sociales capitalistas de base que, a su vez, administra con violencia y otros aparatos de dominación tales relaciones, por más que adopte formas, grados y administradores diferentes, como en este caso una burocracia autodenominada “comunista” o “socialista” sobre la base de la propiedad estatal de los medios de producción de mercancías y de plusvalía. Por lo tanto, desde la perspectiva comunista, en rigor lo correcto es hablar de capitalismo a secas y no de capitalismo de Estado. Pero, en este artículo usamos esta expresión imprecisa ateniéndonos a su mencionada carga histórica específica, así como también para enfatizar la crítica comunista de todo tipo de Estado. Considerando además que muchos lectores no están familiarizados con estos conceptos y estos debates.
La misma lógica de fondo aplica, por cierto, para la expresión asimismo falsa de “neoliberalismo” o “capitalismo de libre mercado”, que en cambio es usada y abusada por la socialdemocracia antineoliberal y neokeynesiana, cuando en realidad «la mano invisible del mercado» no puede funcionar sin «el puño de hierro del Estado» y viceversa. Otro ejemplo de la falsa dicotomía izquierda/derecha que la perspectiva comunista critica y rompe afirmando que el comunismo es la contraposición viva y la abolición/superación tanto del mercado como del Estado.