En el vórtice de la anarquía mercantil

Informe de la tele-reunión del grupo N+1, realizada el martes 3 de marzo de 2020 (extractos). Trad: Antiforma.


(…) El 27 de febrero pasado el periódico Avvenire publicó un artículo firmado por dos virólogos, profesores del Departamento de Ciencias Veterinarias de Turín (No es la peste, pero tampoco la gripe. Ese es el por qué«), en el que advertían sobre el riesgo de subestimar la epidemia:

«La verdad es que nadie sabe cómo terminará. El principio de prevención, si es bien aplicado, nunca sería lo bastante apreciado si el problema sanitario no se produce. Pero una subestimación del peligro, en presencia de una epidemia fuera de control, desencadenaría una revolución.»

The Economist tituló su última edición, El virus está llegando, ofreciendo la certeza de que la enfermedad se está expandiendo a nivel mundial y avanzando la hipótesis de que «entre el 25 y el 70% de la población de cualquier país infectado podría contraer la enfermedad». Las epidemias de Sars y Mers fueron mucho más virulentas, pero al eliminar a sus huéspedes humanos no tenían cómo propagarse por todo el mundo. El coronavirus es menos mortal y, por lo tanto, tiene una mayor prevalencia. El Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo:

«A nivel mundial, alrededor del 3,4% de los infectados con Covid-19 han muerto. En comparación, la gripe mata a menos del 1% de los infectados.»

Por ahora no hay vacuna y, como dice la OMS, hay que prepararse para una pandemia. Los problemas de salud se ven agravados por problemas económicos y sociales: el sistema de salud de los Estados Unidos, por ejemplo, se encuentra desmantelado y en manos privadas, y no dispone de los instrumentos necesarios para responder a una epidemia: allí los vendajes se pagan y cuestan caro. Ahora bien, si la población no es atendida adecuadamente, es muy probable que se rebele.

En el modelo matemático esbozado por Paolo Giordano en el Corriere della Sera (Coronavirus, la matemática del contagio que nos ayuda a razonar en medio del caos), la fórmula utilizada es simple: hay un número llamado R0 que indica a cuánta gente en promedio contagia cada individuo infectado: si ese número es menor que 1 la enfermedad se detiene por sí sola, si es mayor el contagio crece. El R0 del Sars-CoV-2, el virus que causa el Covid-19, se estima en alrededor de 2,2.

China ha logrado contener la propagación del virus con medidas de aislamiento que afectan a 60 millones de personas, de las cuales 11 millones se concentran en la ciudad de Wuhan. Como señala el Instituto Superior de Salud de Italia, sólo con medidas de «distanciamiento social» se puede aminorar la velocidad de propagación del coronavirus, empujando el pico epidémico hacia adelante en el tiempo y reduciendo su altura, de modo que los casos se multipliquen a lo largo de un período de tiempo más extenso. Lástima que el capitalismo sea un sistema basado en intereses antagónicos, donde la salud de la especie es menos importante que la ganancia. Por un lado, la OMS, un organismo internacional centralizado, pide acciones coordinadas; por otro, los estados nacionales se mueven de forma descoordinada (dicho sea de paso: en 2018 la OMS había informado ya sobre el riesgo de aparición de una «enfermedad X» causada por un virus desconocido).

El capital crea organismos mundiales para responder a los desafíos mundiales, pero se encuentra con burguesías incapaces de unirse y hacer un frente común (contra el virus). El comité científico invocado por el Primer Ministro italiano ha elaborado nuevas normas que se difundirán en las próximas horas: se trata de indicaciones relativas a las distancias que deben observarse entre las personas, el comportamiento que a mantener en lugares públicos y las medidas higiénicas que deben respetarse. Los médicos piamonteses, en un comunicado, invitan a no bajar la guardia sobre el coronavirus, pero las indicaciones científicas no se llevan a la práctica porque hay intereses económicos que proteger: los cines, los museos, las tiendas y las fábricas deben permanecer abiertas y seguir bombeando plusvalía.

(…)

Los actores sociales unidos corporativamente para salvar la economía nacional hacen eclipsar las medidas tomadas para limitar la propagación del virus y, al hacerlo, hacen avanzar el problema empeorándolo. Este sistema no está listo para enfrentar una emergencia de esta naturaleza, porque es absorbido por el vórtice de la anarquía mercantil. Dicho esto, varias empresas están haciendo trabajar a sus empleados de forma inteligente, desde casa, y se están llevando a cabo experimentos para la educación de los estudiantes a través de plataformas de Internet, puestas en práctica en China y ahora también en Italia. Las medidas de contención del Covid-19 han ayudado a reducir las emisiones de dióxido de carbono en China en 100 millones de toneladas: esto demuestra que gran parte de los desplazamientos innecesarios hacia y desde el lugar de trabajo pueden ser eliminados inmediatamente. «Reducir la congestión vial, su velocidad y su volumen prohibiendo el tráfico innecesario» es el punto G de El programa revolucionario inmediato (reunión de Forli, 1952), que desarrollamos en el artículo Evitar el tráfico innecesario.

El largo proceso de disolución del capitalismo experimenta a veces aceleraciones repentinas que en pocas semanas producen saltos adelante que en otras circunstancias habrían tomado años. Lo que falta hoy es un gobierno mundial: el sistema de naciones, de intereses económicos opuestos, impide la realización de un plan de vida para la especie.

La forma social actual se muestra cada vez más disipativa e irracional, y de hecho Marx en sus Manuscritos de 1844 enfatiza que la próxima será una revolución a título humano, porque «Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y sabe que es la solución.»

La burguesía no sólo no piensa en un plan para la especie, sino que, aplastada como está por las necesidades conflictivas de valorización de los capitales individuales, encuentra dificultad en realizar siquiera una planificación económica nacional.

Dado que las catástrofes ambientales, sanitarias y humanitarias (como la emergencia de los migrantes en la frontera greco-turca) no hacen más que multiplicarse, de esta sociedad surgirá la necesidad de un partido que no tenga como objetivo reformar lo existente ni hacer política, sino que tenga una perspectiva más amplia. La mayoría de los discursos que proliferan en los círculos tercerainternacionalistas se refieren a cuestiones de detalle como la lucha sindical o qué consignas lanzar al proletariado, temas menores en comparación con lo que está hirviendo en la olla. En relación con la actual epidemia, muchísimos izquierdistas se extravían en imprecisas teorías de la conspiración o minimizan acríticamente el problema, y nadie parece darse cuenta realmente de cuán fuera de control está el sistema.

Retomando lo que escribimos en la revista # 46 (¿Se acabó el futuro?), y traduciendo al lenguaje corriente la suposición de Marx sobre el 48 en Francia, afirmamos que se está preparando un gigantesco reinicio en el computador de la revolución. Quienes no están sintonizados con el futuro están destinados a extinguirse.

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