PDF: versión panfleto
“Cuanto más se apega el hombre a la religión, más crédulo se vuelve; cuanto más crédulo se vuelve, menos sabe; cuanto menos sabe, más estúpido se vuelve; cuanto más estúpido se vuelve, más fácil es gobernarlo; cuanto más fácil es gobernarlo, mejor puede ser explotado; cuanto más se le explota, más pobre se vuelve; cuanto más pobre es, más ricas y poderosas se vuelven las clases dominantes; cuanto más poder y riquezas ellas acumulan, más pesado es el yugo sobre los hombros del pueblo.”
Johann Most, La peste de dios.
En pocos días tenderemos el “honor” de recibir a la máxima autoridad de los payasos cuyo circo reside en Roma, el Papa Francisco. Ese pusilánime que venera el pacifismo y la obediencia, pero que es en realidad el representante en turno de una de las mayores empresas de la mentira y el engaño, cómplice de guerras, misoginia y masacres que pesan sobre los desposeídos. El “sumo pontífice” viene a exaltar la fe y el orgullo nacional para mantener en pie el mito guadalupano que ha sido hasta ahora objeto de culto y devoción; dicha tarea de imbecilización en el fondo posee como misión conciliar los intereses de los explotados con los de sus explotadores.
Así una vez más la hidra de tres cabezas (Capital-Estado-Iglesia) se prepara para el show que abra bien el año, un año más de mansedumbre y domesticación, un año más para que continúe la explotación, la represión y la miseria, aquí en esta parcela capitalista llamada México -así como en el resto del mundo-. Mientras tanto la burguesía devota (al igual que aquella autoproclamada laica) se complace en apreciar durante su espectáculo espiritual- mercantil, la manera en que el esclavo asalariado acepta la opresión sin el más mínimo atisbo de rebelión; porque ellos saben muy bien que mientras el explotado continúe creyendo que gracias a dios continúa “vivo”, que gracias a ese dios puede llevarse un pan a la boca y más aún, que hay un paraíso esperándolo en “otra vida” [mientras que en la tierra apenas sobrevive, sacrificándose a diario para no perecer en este infierno] mejor para ellos, pues tienen la garantía de seguir exprimiéndonos y mantener sus ganancias en aumento. Así con la idea de dios, la burguesía puede materializar su dominio y asegurar su poder totalitario, garantizando la sumisión de aquellos trabajadores que ingenuamente se asumen como buenos cristianos.
Todo su cuento espiritual cobra sentido, pues su dios divino no es más que una falacia para justificar su opulencia, puesto que al dios que tanto se reza y rinde culto, es el dios dinero, amo y señor absoluto que mueve el mundo. Pero ante toda la barbarie, el esclavo sólo sabe agradecer por su condición de miserable, y repite: “dios sabe por qué hace las cosas”, “mi vida la deposito en las manos de dios, que se haga su voluntad”, y precisamente en esa desposesión de su voluntad, de su fuerza, de su espíritu, es donde comienzan todas sus penurias, porque el esclavo asalariado no hace más que rezar y obedecer unas leyes divinas, que en realidad son las condiciones y fuerzas materiales del capitalismo.
La religión NO es un elemento separado ni “aparte” del sistema capitalista. Desde su formación histórica, la religión ha sido siempre parte íntegra de todas las estructuras de dominación; y dicho papel sigue vigente en la sociedad de clases actual. La religión es ideología, es decir: falsa conciencia, tergiversación de la realidad. ¡Por eso ha de ser combatida! Para emanciparnos, hay que destruir el sistema capitalista en su conjunto, sus Estados, sus patrias, y ello implica también llevar a cabo una lucha tenaz contra la religión, los clérigos y cualquier culto divino. No hay que luchar por patrañas como “la libertad religiosa”, “libertad de credo” o simplemente conformarse con ser “ateo”, es necesario hacer sucumbir y pulverizar todas las estructuras jurídicas de la democracia, sus derechos y sus deberes, pues estas legitiman terrenal y “racionalmente” toda esta inmundicia. Hay que destruir las condiciones sociales que hacen posible la existencia de la religión; es indispensable barrer la dominación del hombre por el hombre, destruyendo también toda fantasía del paraíso celestial y redención divina.
Como en cada país que visita el representante de la Iglesia, aquí no ha sido excepción que el gobierno y los empresarios se hayan unido en santo matrimonio para montar todo este grotesco y pueril espectáculo. La clase explotadora tiene la imperiosa necesidad de reforzar esta paz social, la cual solo significa una continuidad en el embrutecimiento que toda la propaganda gubernamental y los medios de comunicación masiva realizan a diario para infundir pasividad y des-movilización. Y de ello no nos extraña que para llevar a cabo un evento de tal magnitud, se invierta una gran suma de dinero destinada a cubrir la cuota que engrosará las arcas millonarias del Vaticano. Sin embargo, es inútil enfrascarnos en hacer apología a una de las tantas falsas críticas abundantes hoy en día; por ejemplo el exponer que “todo el dinero que el gobierno gasta en la visita del pontífice, debería ser invertido en educación, trabajo, salud y seguridad”… Dicha demanda pertenece al vil terreno reformista (y el reformismo es solamente cambiar algo para que todo siga igual, que nada cambie en esencia). La “educación” embrutece y sirve para crear los cuadros destinados a ser la carne de explotación para el mercado; el “trabajo” es lo que nutre el amasamiento de ganancias de los empresarios, mientras nos empobrece con más recortes, ajustes, crisis y carestía; la “salud” es el monopolio de las farmacéuticas que nos envenenan… y la “seguridad”, no es más que seguridad para el buen funcionamiento de los negocios de los poderosos, es el reforzamiento y profesionalización de los cuerpos represivos policiaco-militares que nos llenarán de balas, torturarán y encarcelarán cuando nos rebelemos contra los que nos explotan.
Al gobierno no hay nada que exigirle ni suplicarle, ni proponer nada para que éste “funcione mejor”, toda estructura gubernamental (conformada por presidentes, gobernadores, diputados, secretarios de Estado, funcionarios) vive parasitariamente, motivo por el cual ha de ser exterminada. Para acabar con la explotación y la opresión, no se trata de “repartir equitativamente o mejor la riqueza” ni “que el rico debe dar al pobre”, hay que destruir de raíz el régimen de clases, el sistema mercantil que despoja, apropia y después imprime el sello de rentabilidad a todas las necesidades humanas. Como clase proletaria, el capitalismo nos ha privado de todo medio de reproducción de vida y por ello nos vemos condenados a subsistir mediante la explotación que nos impone el trabajo asalariado. Está claro entonces que ni rezando en la iglesia, ni votando en las urnas, ni cruzados de brazos vamos a cambiar algo, pues mientras exista el Capitalismo solo habrá más explotación, más masacres, más carestía para quienes a diario sobrevivimos precariamente para beneficiar a los amos. Por eso, sabemos bien que para acabar con todo nuestro sufrimiento no necesitamos de líderes politiqueros, dioses, santos, ni “redimirnos del pecado”. Necesitamos asumir en primer lugar que no somos ciudadanos ni clase media, somos proletarios y vivimos en el contexto histórico de la lucha de clases; y dicho antagonismo de clase es irreconciliable, por ello la lucha radical y la organización como clase proletaria a escala mundial para forjar la revolución es imprescindible, para que una vez destruida toda esta civilización de mierda, vivamos en comunidad humana, es decir, en el comunismo. Porque hoy como ayer la lucha es por la vida o por seguir manteniendo a costa de nuestras vidas a los parásitos burgueses y su cúpula religiosa, para emanciparnos del yugo del Capital, no hay reforma posible ni deseable. Luchemos entonces revolucionariamente para destruir lo que nos destruye.
¡Fuego a la iglesia y al parlamento!
Proletarios por el comunismo y la anarquía
Región Mexicana, Febrero 2016