El territorio reivindicado por la etnia kurda se encuentra entre Siria, Turquía, Irán e Irak. Justo en el medio de una de las zonas con mayores recursos de crudo y gas del mundo. En esta región, desde hace un siglo se vienen desarrollando numerosas luchas e iniciativas de autodeterminación que llevan adelante diversos grupos y facciones kurdas.
El contexto actual es complicado y emerge a grandes rasgos de la coincidencia de tres factores: el conflicto armado que desarrolla el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) con Turquía desde 1984, la invasión de la coalición encabezada por EEUU a Irak en 2003 (y la subsecuente profundización del enfrentamiento interétnico), y la guerra civil en Siria desde 2011.
Recordemos que diversas regiones de Siria (entre ellas la que los kurdos llaman Rojava) fueron el terreno de imponentes luchas proletarias en -y antes de- 2011, con diversas expropiaciones y enfrentamientos de proletarios armados con las fuerzas represivas (produciendo a su vez deserciones masivas de soldados), con un importante grado de asociacionismo proletario. Esta situación poco a poco fue siendo transformada por la burguesía en una guerra civil, canalizando muchas de las estructuras proletarias que habían surgido de la lucha en el Ejército Libre Sirio (ELS), conviertiendo así la lucha proletaria en una lucha entre fracciones burguesas.
Es fundamental mencionar ese proceso, ya que es en este contexto que diversas agrupaciones kurdas, siendo el PKK la más considerable numéricamente y en influencia, lograron llevar adelante un proceso de control de los territorios del norte Sirio (Rojava) nutriéndose de muchas de las rupturas de proletarios con el ELS cuando se hizo más evidente su caracter burgués. De hecho, el nuevo cuco de Occidente, la organización conocida ahora como Estado Islámico (jihadismo sunnita radical), surje justamente del desmembramiento del ELS, cuando éste comienza a perder fuerza y prestigio y en su seno va tomando mayor preponderancia el fundamentalismo islámico.
Es en gran parte debido al enfrentamiento entre las fuerzas kurdas con el EI, como una de las fuerzas intervinientes en la región, que el PKK ha tomado tanta relevancia a nivel internacional y ha recibido apoyo de un amplio espectro mundial, desde socialdemócratas hasta liberales.
A su vez, en todo este complejo proceso que es imposible resumir en tan pocos párrafos, se vienen dando una serie de peculiaridades que hacen que muchos proletarios pongamos el ojo en esta región. Para nosotros es imprescindible comprender estos procesos y defender las rupturas proletarias en ellos, así como atacar despiadadamente las falsificaciones ideológicas y las canalizaciones burguesas.
Estas reflexiones parten de esta necesidad, motivadas sobre todo por las grandes confusiones que generan muchos grupos autodefinidos revolucionarios que llegan a hablar de revolución en Rojava. Veamos un poco…
El PKK
Es un partido político kurdo fundado en 1978. Étnico, aunque actualmente sus miembros y sus aliados pretendan suavizarlo. Socialdemócrata, aunque pretendan hacerlo pasar por revolucionario. Feminista, si por feminismo entendemos que la mujer esté en igualdad de condiciones tanto para la guerra como para el trabajo. Ecologista, aunque no duden en seguir extrayendo petróleo.
En sus orígenes fue un partido marxista leninista con claras cuestiones formales heredadas del maoísmo (guerrilla en entorno rural, prohibición de vínculos amorosos entre sus miembros, disciplina militar, etc.). En los últimos años ha adoptado una tendencia más socialista libertaria, primero supuestamente por la formación y el viraje ideológico en la cárcel de su lider Öcalan, y luego por las determinaciones de su 8vo congreso en 2002.
A su nueva doctrina la llaman confederalismo democrático, la cual está muy ligada al concepto de municipalismo libertario esbozado por el norteamericano Murray Bookchin y expresa críticas hacia el concepto tradicional de Estado-Nación, abogando por una sociedad federal, ecológica y feminista. En este texto nos explayaremos sobre las terribles limitaciones de algunos aspectos de este gran y confuso revuelto ideológico.
Antes queremos precisar que las razones principales de este viraje son dos. En primer lugar, la estrategia internacional del PKK para dejar de seguir siendo considerado una organización terrorista por la OTAN, como complemento a su táctica de crear organizaciones paralelas –como el PYD (Partido de la Unión Democrática de Siria)- que es la que ha venido teniendo a lo largo de su historia para desarrollar su política en parlamentos regionales de los cuatro países.
Por otra parte, dejó de ser rentable ser marxista leninista cuando la polarización imperialista mundial cambió notablemente desde la década del 70. Sin la Unión Soviética cubriéndoles la espalda y entregándoles armas, probablemente les era necesario empezar a cambiar de estrategia.
Para quienes luchamos por la revolución social no es ninguna novedad ser considerados terroristas por los Estados que sean como forma de dar vía libre a la represión, pero claro que para el PKK esta acción de la OTAN es una traba para poder conformarse finalmente en un Estado, participar en el comercio mundial del crudo y sentarse en las Naciones Unidas.
«El PKK/PYD era reacio a unirse a los levantamientos anti-Assad en Siria en 2012 y ahora lo está igualmente para abolir la propiedad privada. Antes eran aliados de la dictadura asesina de Assad, y ahora se han aliado con los EEUU y su campaña de bombardeo mortal. Tal campaña ha podido salvar a Kobane, pero probablemente ha alentado también a los árabes a desconfiar de los kurdos y a comprometerse con el Estado Islámico. Y esto está empujando más profundamente a la región a un baño de sangre inter-imperialista.» (1) Nosotros debemos decirlo abiertamente, el PKK es una fuerza contrarrevolucionaria desde sus inicios y actualmente es el encargado de canalizar las expresiones más avanzadas que aún quedan en la región del norte sirio. Ese es también un importante motivo de su cambio estratégico. Además de críticar su accionar en sus regiones de influencia, debemos precisar también cómo son utilizados este tipo de procesos contrarrevolucionarios a lo largo del mundo.
¿Qué es el Estado?
«El Estado no es simplemente una estructura constituida por un gobierno, una policía, un ejército, junto a un aparato administrativo; el Estado, como el movimiento comunista lo ha entendido, es una relación social, la materialización del orden del mundo capitalista, poco importa si su legitimidad está basada en las asambleas parlamentarias o comunitarias. Así pues, si el PKK y sus compinches del PYD reivindican que no buscan crear un Estado, es solamente porque en realidad ellos representan ya al Estado, debido al papel práctico e ideológico que ellos juegan en Rojava. Eso a lo que algunos partidarios del PKK llaman muy acertadamente “un Estado sin Estado”, es decir, un Estado que no se territorializa obligatoriamente en la forma de un Estado-Nación, pero que al final constituye todavía un Estado en ese sentido, donde las relaciones sociales capitalistas, la propiedad privada, no son puestas fundamentalmente en cuestión.
(…) Todo el mundo puede adivinar fácilmente quién tiene el peso real. El PYD tiene un virtual monopolio de las armas. Ellos son el Estado. Y en cada país (Irak, Irán y Siria), la burguesía kurda local ha puesto en marcha su propia entidad nacional en la misma línea. Esas entidades podrían no ser reconocidas por el imperialismo internacional, pero son Estados en todos los aspectos, excepto en su nombre. En algunos aspectos, inciden más en la vida de una persona que el Estado en el Reino Unido. Por ejemplo, si se tiene más de 18 años, se está obligado a la conscripción. Y en cuanto al supuesto internacionalismo del PYD, su jefe Saleh Muslim ha amenazado con expulsar a todos los árabes del territorio “kurdo” en Siria a pesar del hecho de que la mayor parte de ellos han nacido ahí.» (2)
Si bien hay expresiones kurdas más decididamente pro-estatales, como el gobierno de Irak presidido por Talabani o el gobierno regional del Kurdistán Iraquí encabezado por Barzani (ambos enfrentados entre sí y además con el PKK), esto no quiere decir que el PKK no lo sea también.
El PKK ha roto aparentemente con la clásica concepción de la toma del poder del Estado, propia del marxismo-leninismo, para introducir ciertas “críticas” al Estado en su nueva doctrina del confederalismo democrático. Estas críticas plantean un cambio formal, donde el nuevo Estado que ellos denominan “confederación”, asuma cada vez más tareas de organización social con democracia de base, planteando a su vez la búsqueda de una convivencia lo más pacífica posible con los Estados ya existentes, haciendo uso de la legítima defensa si fuese necesario.
Este cuento de la democracia directa, de la resistencia local frente a los Estados preexistentes, de la autodeterminación de los pueblos, de la administración de un territorio “sin Estado” en realidad no es nada nuevo.
Todas estas fantasías son las que han seducido a muchos sectores del anarquismo (incluidos algunos de nuestra región), que han brindado su apoyo de diversas maneras, incluso llamando a tomar parte en las milicias kurdas como lo hizo el referente del movimiento Occupy David Graeber.
Es asombroso una vez más como muchos de los que se dicen partidarios de la destrucción del Estado y centran sus críticas y análisis en éste, caen otra vez en la trampa. Es que muchas de las críticas que se enfocan en el Estado como el problema central de la sociedad capitalista no terminan de comprender su naturaleza y terminan defendiéndolo bajo una nueva forma.
Debemos insistir en la necesidad de comprender y criticar la sociedad de la manera más total posible. Cuando hablamos de revolución social hablamos de suprimir la totalidad de las relaciones sociales capitalistas: Estado, propiedad privada, trabajo asalariado, producción mercantil, valor…
Nos hemos acostumbrado demasiado a que cuando se habla de revolución se habla de forma y no de contenido. En este sentido, se ha caído incluso en el facilismo de comparar imágenes de mujeres armadas de las milicias kurdas con las de milicianas del 36 en España, así como de llamarle fascismo al Estado Islámico, abogando una vez más por la conciliación con la burguesía contra el mal mayor, tal como ocurrió con los republicanos contra el franquismo en la Guerra Civil Española.
Una vez más, nos encontramos con paralelismos históricos que se basan en los errores de comprensión de uno y otro período, y no en un balance crítico y anticapitalista de las luchas de nuestra clase.
¿Revolución feminista?
«El carácter subversivo de un movimiento o de una organización no puede ser medido por el número de mujeres armadas. Su carácter feminista tampoco. Desde los años sesenta, en todos los continentes, la mayoría de las guerrillas estaban compuestas o se componen por un gran número de mujeres combatientes; Colombia es un ejemplo. Más todavía en las guerrillas de inspiración maoísta (Nepal, Perú, Filipinas, etc.) que aplican la estrategia de «guerra popular»: la igualdad entre hombres y mujeres debe contribuir a abatir los marcos tradicionales, feudales o tribales (siempre patriarcales). No cabe duda de que la fuente de lo que los especialistas califican como “feminismo marcial” está en los orígenes maoístas del PKK-PYD.» (3)
«La revolución feminista ha sido también modesta. Los hombres predominan siempre en las calles como en los lugares de trabajo. Y, como el sitio web del PKK lo muestra, la teoría feminista de la organización deriva más de los pensamientos de su patriarca Öcalan que de algún movimiento feminista independiente. Además, es poco probable que la autonomía de las mujeres proveniente de su enlistamiento en la milicia –o de su enrolamiento forzoso– dure. Tal como sucedió en guerras revolucionarias precedentes, esta autonomía será inevitablemente contradicha por el des-empoderamiento de obedecer órdenes, combinada con la brutalidad y el trauma de la guerra.» (4)
Y entonces…
Quienes lean esta publicación con un carácter pernicioso nos acusarán de puristas, de no querer ensuciarnos, de mantenernos al margen. Pero una cosa es comprender las contradicciones presentes en un proceso social dado y luchar por superar esas contradicciones de manera revolucionaria, y otra muy diferente es la defensa de esas contradicciones como si su mera existencia implicase el comienzo de una revolución social.
No dudamos de la existencia histórica de luchas proletarias en la región que los kurdos denominan Kurdistán. Es tarea nuestra y de todos los internacionalistas el tratar de penetrar el manto ideológico socialdemócrata y sacar conclusiones del período actual. No se trata de evitar el apoyo a los kurdos sino de reconocer a los kurdos como una etnia como cualquier otra, con clases sociales y tensiones culturales y cotidianas de todo tipo. No se trata de apoyar general y acríticamente a cualquier expresión, bajo la idea victimista de pueblo sin nación. ¡A la mierda las naciones!
Los revolucionarios somos internacionalistas, no hacemos la vista gorda en tal o cual región ni luchamos por cosas distintas en distintas regiones. No avalamos la liberación nacional aquí, la revolución comunista allá y el confederalismo democrático en otro lado. ¡A la mierda la autodeterminacion!
Tenemos que desembarazarnos de esa lógica izquierdista, aquella que siempre parte del análisis de los conflictos interburgueses en una región, para luego tomar partido por su fuerza predilecta. Siempre debemos partir de las expresiones genuinas de lucha de nuestra clase, para encontrar la forma de solidarizarnos y de colaborar en su proyección y contagio.
No hay lados a tomar en este conflicto si nos basamos en el relato que nos quieren vender. Nuestro único lado posible es siempre afirmar las consignas invariantes, no doblarse, no enceguecerse: ¡Revolución social, mundial y total!