Publicamos nuestro prólogo al libro El principio democrático democrático y otros textos de Amadeo Bordiga, editado a cargo de los compañeros chilenos Pensamiento y batalla. [Barbaria]
Así se refirió al protagonista de nuestro libro Palmiro Togliatti, el dirigente máximo del nacional-comunismo estalinista en Italia. El objetivo era denigratorio pero obviamente a Bordiga esta provocación no podía sino gustarle. Nos parece escucharle afirmando “por supuesto, un dinosaurio del comunismo, al igual que éste, un movimiento real que abole y supera el estado de cosas presente”. El comunismo no es sino el principio y el final del ciclo histórico de la especie, una tensión antropológica humana que ha recorrido todas las sociedades de clase a través de las revueltas milenarias que las han atravesado tratando de afirmar las necesidades humanas frente a todo tipo de opresión. Este es el sentido de la invarianza comunista, como nos recuerda Jacques Camatte en sus escritos que retornan a este concepto tan importante del comunista napolitano. Por una parte invarianza como tensión antropológica, por otra parte invarianza como permanencia de las categorías abstractas del capital que recoge y transforma los invariantes de la opresión: las clases, el Estado, la familia, el patriarcado, el dinero… El comunismo es ese movimiento real que anula estas categorías para afirmar la comunidad humana universal. Entonces, sí, dinosaurios del comunismo.
Amadeo Bordiga se afilia a los 21 años a la sección napolitana del PSI, rápidamente se enfrenta al reformismo de la sección local enfangada en la masonería y el parlamentarismo. Nada que ver con el programa comunista que él había entrevisto en sus lecturas del Manifiesto del Partido Comunista de 1848. Eran tiempos de revuelta dentro de la socialdemocracia italiana, se empieza a construir a nivel nacional una fracción intransigente junto a otros socialistas como Lazzari o Mussolini, frente a los reformistas que habían apoyado la Guerra en Libia de 1911. En 1912, se expulsa a Bonomi y Bissolati, que se habían solidarizado con el Rey de Italia, superviviente de un atentado realizado por un compañero anarquista. En fin, se trata de una actitud típica del reformismo de toda época, invariantes también a su modo.
Bordiga empezará a ser conocido, sobre todo entre la juventud italiana, debido a su batalla anticulturalista que le enfrentará a uno de los principales líderes del futuro ordinovismo italiano (el grupo torinés construido en torno a Gramsci y Togliatti), Angelo Tasca. Tasca planteaba la necesidad de que la juventud se educase, estudiara, se formara a través de lecturas y escuelas, en definitiva una concepción ilustrada y conciencial del comunismo. Frente a esta visión ilustrada, Bordiga defenderá que lo que se necesitaba es instinto revolucionario. La revolución es un hecho de fe, de lucha, material, físico, no surge del mundo de las ideas y de la cultura. Este aspecto antiilustrado será una de las contribuciones más importantes y permanentes del comunista internacionalista ya desde su juventud. Al igual que la necesidad de construir un ambiente comunista en el asociacionismo proletario que prefigure el comunismo por el que se lucha y combate, sobre esta misma idea volverá en sus Tesis sobre la organización más de cincuenta años más tarde.
Durante la I Guerra Mundial, Amadeo desarrollará posiciones de derrotismo revolucionario. Lo que le enfrentará no solo a aquellos que como Mussolini defenderán la guerra imperialista bajo premisas democráticas (defensa de la democrática Francia frente al absolutismo prusiano), sino también a la tibieza de la socialdemocracia italiana que no apoyará la Guerra imperialista pero tampoco fomentará el sabotaje proletario con su cínico lema Né aderire, né sabotare. Bordiga, defenderá el sabotaje proletario y el derrotismo revolucionario, posición invariante que será central a lo largo de toda su trayectoria militante.
En el contexto de la I Guerra Mundial, construirá una Fracción Intransigente Revolucionaria que lanzará consignas derrotistas y en diciembre de 1918 fundará Il Soviet que será el portavoz de la futura Fracción Abstencionista. Serán años signados por la oleada revolucionaria mundial que va desde 1917 a 1923 y que tendrá en Italia uno de sus centros más importantes en el llamado Bienio Rosso (1919-1920). El Bienio Rosso se extiende a través de un período muy intenso de luchas que va desde las huelgas del 20 y 21 de julio de 1919 hasta septiembre de 1920 y que verá su momento más destacado en marzo de 1920 en la conocido huelga delle lancette: cuando los proletarios de las fábricas de Turín adelanten las manijas de los relojes para no salir de noche, una revuelta proletaria contra la imposición del tiempo abstracto del cronómetro. En el proceso de ocupación de las fábricas italianas será muy conocida su polémica con Antonio Gramsci, mientras el sardo defendía una perspectiva autogestionaria en el proceso de ocupación de las fábricas, el internacionalista napolitano explicaba que la burguesía italiana no tenía ningún problema con que los obreros se encerrasen en las fábricas o a través de los representantes socialistas en escaños en el parlamento italiano (en ese momento el PSI había vencido las elecciones generales y municipales) pero lo que había que hacer era la insurrección proletaria, asaltar los cuarteles, las comisarías y el Estado italiano. No había que tomar la fábrica sino tomar el poder destruyendo el Estado burgués, no eran tiempos de elecciones políticas sino de insurrección proletaria. Había que transformar el proceso revolucionario en situación revolucionaria. Y esto será el meollo de la actividad revolucionaria del comunista napolitano durante esos meses. Este documento será muy importante para los internacionalistas italianos que en los años treinta del siglo XX dirigirán, en el exilio francés y belga, la publicación Bilan.
Finalmente, el intelectual sardo se acercó, provisoriamente, a las posiciones comunistas y en mayo de 1920 Gramsci participa en una conferencia clandestina en Florencia que dará nacimiento al núcleo que, en torno a Bordiga, acabará fundando, meses más tarde, el Partido Comunista de Italia. De esa reunión nacerá semanas más tarde las Tesis abstencionistas que vienen documentadas en esta selección de textos, en ellas se defiende que el proletariado se constituye en clase, constituyéndose en partido (una perspectiva central que recogía la idea marxiana del Manifiesto Comunista). Realiza una clara crítica a la democracia y al Estado, afirma la doctrina marxiana de que el ser social determina el pensamiento para pasar de ahí a una crítica al educacionismo, al nacionalismo y al ordinovismo (recordemos la crítica a la perspectiva autogestionaria de la publicación torinesa). El partido comunista es una organización internacional que implica el esfuerzo teórico y práctico de todos sus compañeros, y realiza una crítica anticipada de la perspectiva del frente único que defenderá posteriormente la Internacional Comunista.
En Imola, se reúnen, en noviembre de 1919, todos aquellos que en enero de 1921 fundarán el Partido Comunista de Italia (en el nombre, con el rechazo de italiano, había una clara crítica a toda perspectiva nacionalista o de identidad nacional). Un Partido que contará con cerca de 100.000 militantes (58000 en Livorno más otros 35000, días más tarde, procedentes de la Juventud Socialista de Italia) y será un partido homogéneo, inicialmente, en sus perspectivas programáticas. Lo que le llevará a un continuo enfrentamiento con la dirección de la Internacional Comunista.
Partido y clase
Las principales posiciones que se irán clarificando en 1921 tienen que ver con la perspectiva y naturaleza del partido comunista. Sin duda esta será la principal aportación de la izquierda comunista italiana. Contribución enormemente importante para nuestros tiempos presentes. El partido es un órgano de clase y la clase se define en función a su capacidad de organizarse en partido. Entonces, la clase no es una realidad sociológica, estadística. Por el contrario, la concepción comunista es propia de una visión dialéctica que ve la historia como una película. La clase es algo dinámico y no estático y que se define por sus objetivos y finalidades históricas. Por lo tanto, presupone el partido como vector que unifica y sintetiza las vastísimas acciones y los movimientos de clase, superando los límites obreristas de las categorías sociales. Como decíamos antes la clase no es un conjunto de individuos con unas condiciones sociales homogéneas sino un movimiento colectivo encaminado y dirigido por sus objetivos históricos y finales.
Este tipo de perspectiva es la que nos permite entender la afirmación perentoria de la izquierda comunista italiana: los partidos y las revoluciones no se crean, se dirigen. En definitiva, estamos frente a la defensa de unas posiciones que se enfrentan, al mismo tiempo, a los límites del consejismo y a las concepciones leninistas sobre el partido. Para Bordiga, el partido no es separable de la clase, existe una unidad inseparable entre clase y partido, ahora bien unidad no significa identidad. El partido es producto y factor al mismo tiempo de la historia. Esta definición dialéctica nos separa de la visión leninista caracterizada por su voluntarismo táctico y del mecanicismo consejista para el que la clase se va a tropezar con el comunismo sin más. Si tuvieramos que sintetizar algunas cuestiones nodulares de esta concepción, que nacen de las constantes afirmaciones marxianas que van del Manifiesto Comunista hasta la Comuna de París, podríamos destacar las siguientes:
Una perspectiva antiformalista: hablar de clase, de partido, de revolución es una cuestión de contenidos y no de formas.
Una visión antivoluntarista: los partidos no se crean a voluntad, de un modo exterior a los movimientos de clase, lo que le separa de la concepción leninista del partido. El partido es un producto de la lucha de clases, Bordiga tenía muy en cuenta la afirmación de Marx de que “nuestro partido nace del suelo de la sociedad capitalista”.
Una visión no fotográfica de la relación entre clase y partido, una concepción que no se puede establecer en su inmediatez. La unidad entre clase y partido no es una instantánea barroca, es el resultado del movimiento dialéctico e histórico que a través del antagonismo de clase nos lleva hasta la inversión de la praxis de la sociedad del capital, hacia el comunismo. Esta crítica al inmediatismo es nuclear en la perspectiva de la izquierda comunista italiana y le llevará a polémicas incensantes con la manía reformista de lograr la mayoría sobre el movimiento obrero en un momento X, acerca de la perspectiva de lograr la hegemonía sobre el proletariado a través de geniales movimientos tácticos.
Una concepción antifatalista: el partido es un producto de la clase pero al mismo tiempo es un factor, un órgano que permite la inversión de la praxis como dirá la izquierda italiana en los años cincuenta del siglo XX. Esto le separa también de las ideas consejistas y antipartido en general. El comunismo no será el resultado mecánico de la lucha de clases, nos encontramos muy alejados de algunas visiones comunizadoras de nuestros tiempos presentes, para las que no merece la pena hacer nada subjetivo antes del estallido revolucionario (porque nadie nos escucha en el momento fotográfico) ni en la situación revolucionaria (pues la creatividad desbordará todo). Y, sin embargo, en una situación revolucionaria lo que se da es un enfrentamiento entre dos formas sociales, o mejor dicho, y en nuestro caso, entre la sociedad del capital y la futura comunidad humana. Es decir, acabar con el capital significa negar sus categorías abstractas y generales, para afirmar una comunidad humana general y universal. Y esto requiere programa, teoría, análisis… El partido es un órgano de la clase, que nace de ella, de sus vastísimos movimientos y se encuentra profundamente unida a ella, y por ello, precisamente, puede potenciar la acción de la clase hacia su perpectiva histórica y objetivos finales, la negación del mundo subsumido al capital.
Una perspectiva antidemocrática: como viene recogida en los textos publicados. Precisamente porque el partido y la clase no surgen de las categorías del mundo del capital. Lo importante no es lo que piensan, en un momento X, las voluntades sociológicas.
Una visión no sociológica: el partido comunista no es nunca un partido obrero sino de aquellos y aquellas que luchan por la finalidad del comunismo. Es el partido de los y las comunistas. Y en esto es clara su perspectiva del comunismo como abolición del trabajo asalariado, como eliminación del orden del trabajo como orden del capital. De ahí el enfrentamiento de la izquierda italiana a la cuestión de la organización en células del partido comunista que impuso la bolchevización del PCdI a través de Zinoviev y por ejecución de Gramsci. La división en células de fábricas no es sino una visión obrerista que va en detrimento y en contra de la perspectiva general, histórica, comunista del asociacionismo proletario. Esta discusión se puede seguir en el texto La naturaleza del partido comunista escrito en 1925.
El partido es un órgano histórico y centralizado de la clase. Y esto es muy importante porque nos está diciendo que el partido es un partido histórico, es decir más allá de tal o cual agrupación formal que puede nacer, nuestro partido es un partido que surge, por lo menos para abreviar nuestra historia, desde 1848. Es un partido que rompe con las cronologías burguesas y con las perspectivas del tiempo cronológico de las vidas individuales, por eso más tarde llegará a afirmar que el partido comunista es el partido de la especie. Y es un partido mundial, que rompe los espacios y separaciones nacionales del capital, y esto es también, indudablemente, muy importante. El terreno mundial es el del capital y el de nuestra clase que insurge contra él. Solo en ese espacio global nos es posible derrotar al capitalismo. El internacionalismo y la centralización internacional e internacionalista se desprende claramente del núcleo de estas posiciones.
Estas posiciones comunistas que Bordiga defenderá a lo largo del año 1921 con algunos textos publicados aquí, como el Principio democrático o las Tesis de Roma del II Congreso del PCdI, nos explican los constantes enfrentamientos que Bordiga y la Izquierda Italiana protagonizarán con Lenin y más aún con sus epígonos leninistas. En el meollo de todos estos enfrentamientos se ubica la cuestión del partido. Ya hemos explicado que el partido es un órgano y síntesis de la clase, no es un instrumento de vanguardia para conquistar la influencia mayoritaria sobre ella, que es lo que defenderá con voluntarismo político y táctico la mayoría de la Internacional Comunista de esos años. Para Bordiga, la táctica revolucionaria tiene que estar completamente subordinada a las posiciones programáticas y no a la inversa, lo que es de una actualidad candente sin pensamos en los procesos de lucha de clases que estamos viviendo cien años después. Por ejemplo, si las posiciones comunistas son antidemocráticas esto significa que no podemos defender consignas democráticas para poder ser mejor escuchados por las masas, por la clase, Bordiga estaba en contra de todas estas adaptaciones oportunistas. Por eso, hoy es fundamental la crítica proletaria, comunista y anárquica, a la Asamblea Constituyente en la región chilena. La socialdemocracia empieza siempre su labor de cepa con las cuestiones tácticas, nadie empieza diciendo (ni siquiera Bernstein) que está en contra de la revolución, o del asalto insurreccional, simplemente dice que hay que ser un poco menos sectario, abstracto, categorial. Por supuesto, está muy bien la crítica a todos los campos en conflicto en una guerra que es imperialista pero la realidad es un poco más compleja. Así empezó, le gustaba recordar a Bordiga, Mussolini su crítica al derrotismo revolucionario en 1914-1915 y ya sabemos en que versión del reformismo histórico acabó el hijo de maestros socialistas.
Cuestiones tácticas que indudablemente tienen un sabor claramente estratégico, central, no se trata de cuestiones de detalle. En el caso de los años, veinte Amadeo se enfrentó a dos de estas cuestiones decisivas, el tema del gobierno obrero y el del frente único. Con el gobierno obrero se escamoteaba la cuestión decisiva de la dictadura del proletariado, es decir, del asalto revolucionario y violento a la sociedad de clases, y con el frente único se legitimaba, por mor democrática y sociológica, la unidad con la socialdemocracia, es decir con el partido del capital para los obreros.
Estas cuestiones tácticas están muy bien reflejadas en un texto como Las Tesis de Roma.
La crítica a la democracia
La crítica que llevará a cabo la izquierda italiana a la democracia no es solo de orden electoral y abstencionista sino de carácter teórico y doctrinal, de ahí su indudable importancia.
Por una parte, el principio democrático nace de las entrañas de esta sociedad, de su carácter mercantil que nos iguala a todos como sujetos abstractos, desprendidos de nuestra realidad de carne y hueso, a través de la competencia capitalista. La democracia no es una mentira, una zanahoria para engañar a los proletarios de las bondades del capitalismo, sino una expresión del ser social del capital, una mistificación bien real en definitiva.
Pero si la democracia es una mistificación bien real, una realidad intrínseca a la sociedad del capital, la forma de funcionamiento de las y los comunistas no puede ser democrática. De ahí su crítica a las formas de funcionamiento democrático en las estructuras proletarias que no hacen sino reproducir los fundamentos del mundo del capital. Es una cuestión de naturaleza, de ser comunitario frente a ser social del capital. Si el partido prefigura el comunismo no podemos reproducir sus formas de funcionamiento. La izquierda italiana funciona y empieza ya a hablar, en este sentido, de lo que va a desarrollar mucho más en la década de los sesenta, el centralismo orgánico. Y es que la naturaleza de la clase y el partido del que se dota la primera, tiene que ver con un organismo biológico, natural, vivo y no con las aritméticas abstractas y parlamentarias. Todo esto se explica bien en el tardío texto ¡Abajo la república burguesa! ¡Abajo su constitución!
El fascismo como síntesis de las fracciones burguesas
Las posiciones de la izquierda italiana sobre el fascismo no tienen nada que ver con las concepciones al uso de la izquierda del capital, de hecho son una respuesta polémica y antagónica a las visiones antifascistas. Frente a las concepciones de Gramsci y sobre todo Togliatti para las que el fascismo es un movimiento reaccionario de masas, para Bordiga el fascismo es una expresión moderna, progresista del capital en un momento histórico bien determinado. Un movimiento objetivo que frente a la crisis del capital la pretende domar y encauzar a través de la estatalización de sus dinámicas automáticas. Un movimiento histórico, contrapuesto al movimiento real del comunismo y que reacciona frente a él, y, por ende, objetivo que tiene paralelismos muy fuertes en su naturaleza a lo acontecido en el New Deal de Roosevelt y a los planes quinquenales del estalinismo.
Este sería su carácter general e histórico, no un producto del mundo clerical o de la derecha radical y conservadora sino producto moderno de la dinámica del capital. Es eso lo que explica los orígenes izquierdistas del fascismo (véase el origen socialista de Mussolini y de buena parte de los cuadros de los Fasci di combattimento en la USI anarcosindicalista italiana o la profunda influencia del futurismo italiano y de las vanguardias artísticas) y su capacidad reaccionaria y contrarrevolucionaria.
Dicho esto, y desde una perspectiva más concreta, el triunfo del fascismo fue posible por el nefasto rol del PSI y debido a la derrota de la oleada revolucionaria del Bienio Rosso. El reflujo de esta hizo inevitable el triunfo del fascismo, para la izquierda comunista italiana. Y es que el fascismo, a partir de los movimientos pendulares de las clases medias (que pasaron del sostén al PSI al fascismo), se propuso como el órgano síntesis a nivel político para la burguesía. Frente al caos y desorden revolucionario, frente a las diferentes fracciones burguesas que en su juego parlamentario no conseguían encauzar la situación social, Mussolini y sus camisas negras ofrecieron a la gran burguesía italiana el orden social necesario para sus movimientos de capital. A cambio tuvieron que reconocer un peso mayor, una hiperinflación del peso del Estado, el capitalismo afrontaba la oleada revolucionaria en un maridaje más estrecho con su Estado.
Entonces, es importante entender el triple rol del Estado, las clases medias y la gran burguesía. El fascismo no surge en el sur de Italia agrario y rural, no tiene un perfil feudal (como defendía Togliatti) sino en el norte industrial y en el campo capitalista de la Padania y la Emilia Romagna. El fascismo fue la organizazión de la burguesía en partido político que se benefició de la derrota y el reflujo del proletariado tras el Bienio Rosso. Además para Bordiga el fascismo es pura organización, no tiene una doctrina propia sino que en un sentido instrumental toma y bebe de lo que necesita. Desde el sindicalismo de Sorel al voluntarismo de Bergson o Nietzsche, de los mitos de la comunidad nacional y la nación proletaria de Corradini al corporativismo sindical o las propuestas de autogestión y control obrero, como se puede ver en la Carta de Verona de la República Social Italiana de 1943.
Por último, no hay oposición entre fascismo y democracia, ya que la democracia es el ser social del capital y el fascismo es un producto de las necesidades modernas del capital, sino complementariedad. Lo que es muy importante para entender porque la izquierda italiana se va a negar a cualquier tipo de componenda frentista con las corrientes burguesas en clave antifascista, desde el PSI hasta los populares italianos de carácter democristiano. De ahí la oposición de la izquierda italiana a la perspectiva defendida por Gramsci, tras el asesinato de Matteotti en 1924, de aliarse con el arco parlamentario burgués yéndose de Parlamento italiano al Aventino en clave antifascista. El antifascismo es el peor producto del fascismo dirá Bordiga en este sentido porque “gracias” a aquel el proletariado pierde sus energías anticapitalistas y antagónicas en nombre del presunto mal mayor fascista. Las consecuencias antifascistas serán nítidas para cualquier internacionalista en la II Guerra Mundial y en como fue clave para la conformación de los bloques imperialistas y la matanza indiscriminada de los proletarios, como carne de cañón para la burguesía.
Solo fue un inicio
En 1924 la Internacional Comunista impondrá la dirección de Gramsci en el Partido Comunista de Italia, para ello, y a pesar de la mitología que existe hoy en torno al presunto “académico” sardo, se utilizarán toda serie de métodos policiales (como secuestrar el material que llevaban los militantes de la izquierda comunista). En enero de 1926, durante el III Congreso del PCdI en Lyon la dirección pasará ya definitivamente a Gramsci y Togliatti en un congreso lleno de maniobras políticas de todo tipo. Sin embargo, y antes de ser detenido en noviembre de 1926, Bordiga participó en el famoso VI Ejecutivo Ampliado de la Internacional Comunista en el que tuvo la oportunidad de irritar a Stalin que llegó a decirle “Jamás pensé que un comunista me pudiera hacer esa pregunta. ¡Dios le perdone!”. La pregunta de marras era en realidad retórica, en caso de que la revolución proletaria no triunfase el destino inevitable de la “construcción socialista” era el capitalismo. En realidad ya podemos tener claro desde el presente, que el capitalismo llevaba ya algunos años desarrollándose en la Rusia soviética y que los bolcheviques se convirtieron en sus ejecutores a través de los procesos de industrialización taylorista, entre otros mecanismos. Es tras ese Ejecutivo que hay que situar la carta que Karl Korsch le va a escribir a Bordiga pidiendo una alianza internacional entre izquierdas frente a la Internacional Comunista. Korsch, que había sido ministro de Justicia en el “Gobierno Obrero” de Turingia, se había identificado con las intervenciones de Bordiga en el Ejecutivo Ampliado y se había enfrentado a la dinámica capitalista e imperialista del socialismo en un solo país. El comunista alemán había fundado una organización de miles de militantes, la Izquierda Intransigente. Bordiga le comenta que no es tiempo de bloques en pura clave antiKomintern sino de balances programáticos y de comprensión de la derrota que habíamos vivido en la oleada revolucionaria de esos años. Es a esta tarea a la que se dedicará la izquierda italiana en esos años, a través de la publicación de revistas como Prometeo y Bilan. Compañeros como Ottorino Perrone (Vercesi) serán fundamentales en esa tarea y Bordiga vivirá, tras salir de prisión, aislado en Nápoles desde 1929 hasta el final de la II Guerra Mundial, estudiando y analizando las causas de la derrota vivida. Por el contrario, la izquierda italiana realizará aportaciones muy importantes en Bilan y Prometeo y es que su método de trabajo no era personalista ni derivaba de ninguna personalidad en concreto, el anonimato de este tipo de trabajo será fuertemente defendida tras la Guerra. Ya Vercesi había defendido en el Congreso de Lyon que sus posiciones no son las de Bordiga, que Bordiga simplemente era un instrumento que las expresaba con particular brillantez pero que si algún día rompía con ellas, el proletariado y el comunismo expulsaría de su seno a Bordiga como ha hecho siempre con energía y decisión implacable.
El retiro de Bordiga desde 1929 ha sido siempre motivo de polémica. Indudablemente surge del determinismo bordiguiano y, por fortuna, su labor fue continuada por los compañeros de Bilan, pero es indudable que el estudio de la contrarrevolución y de la doctrina marxiana que llevó a cabo Bordiga, en esos años, fue decisivo para las enormes, importantes y, por desgracia, muy poco conocidas contribuciones que Amadeo Bordiga llevará a cabo en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Sin duda, y como dicen siempre los compañeros de N+1, el Bordiga más interesante es este aunque muchas de las cuestiones que elaboró en esos años estaban ya contenidos en la batalla titánica que, en medio de la oleada revolucionaria, expresan estas páginas. Bordiga tenía conciencia de todo esto. Cuando la policía fascista, que le vigilaba con tres policías que se daban continuamente turno, registró una conversación con su cuñado: “Hay que alejarse y esperar, esperar no para esta generación sino para futuras generaciones”.
En eso estamos.
En las futuras generaciones.
En la espera activa y actual que lucha por el comunismo.
Grupo Barbaria, enero 2020.