El martes 17 de octubre un cuerpo sin calor ni pulso es plantado en el río Chubut, en un lugar que es visitado a diario por los compañeros de la comunidad de Cushamen para buscar agua. Después de 78 días y 78 noches de la desaparición de Santiago esto no puede significar otra cosa por parte del Estado que la actitud mafiosa de tirarles el cuerpo en el patio.
Hacemos cuenta mental de los asesinados en manos del Estado, los vamos pasando… Luciano Arruga también apareció “el día de la lealtad”. La tarea se dificulta, la angustia se esparce y nos deja fríos. El Estado mata, siempre. Mataron a un compañero, ahora.
La movilización por la aparición con vida de Santiago Maldonado se vuelve masiva en un contexto de desmovilización general. Al igual que las demostraciones vinculadas al “Ni una menos” o a reclamos socioambientales en ciertas localidades, un tejido solidario y de lucha está siendo reconstruido. Asimismo, sus limitaciones e incapacidades van quedando al descubierto.
Cada vez que una lucha o un reclamo se hacen masivos, sorprende la facilidad con la que son encuadrados por el reformismo y el progresismo. Esta vez es una de las peores en los últimos tiempos. Estamos acostumbrados a las condenas a la violencia y el extremismo, a las acusaciones de infiltrados hacia todos aquellos que cuestionen el orden. Pero duele más aún cuando el propio compañero que está en boca de todos formaba parte activa de ese extremismo que tanto condenan. Mes a mes se suceden movilizaciones masivas, pero vacías de contenido combativo, donde la oposición busca hacer campaña con el terrorismo de Estado.