(Extraído de bscrimental.org)
«Oh, caballeros, la vida es corta…
Si vivimos, vivimos para marchar sobre la cabeza de los reyes.»
Enrique IV (Shakespeare)
El 4 de septiembre del 2016, el corazón de nuestro compañero Zeki dejaba de latir. Su cuerpo sucumbía ante una enfermedad contra la que luchaba desde hacía tiempo y que finalmente apagó su gran fortaleza y energía. Ni queremos ni podemos dejar pasar su muerte sin decir algunas cosas. Pero que no se nos entienda mal. El que espere leer aquí la inagotable enumeración de elogios que se escribe tras la defunción de un ser querido, o busque una fuente para avivar el sentimiento de nostalgia, se equivoca. Nuestro compañero mismo no nos lo permitiría. Y nosotros tampoco. Sí conocimos a Zeki, sí consolidamos fuertes y sanos lazos humanos con él, sí compartimos todo tipo de momentos y sentimientos, sí hasta el último momento, hasta que ya sus fuerzas se encontraban terriblemente debilitadas, nuestro compañero nos eligió para tenernos a su lado, ello se debió sobre todo a lo que nos unía: la lucha por la vida, la lucha por abolir la sociedad de clases, la revolución social…
No puede ser más que desde esa perspectiva que escribamos estas líneas, no para dedicarle un texto a nuestro compañero, sino para afirmar con él ante su muerte esa perspectiva y expresar que siempre permanecerá presente allí donde nuestra clase se rebele y se organice. Su acción militante se funde ya con la de millones de combatientes anónimos que nutren la historia del proletariado mundial y las filas de la revolución. Esa acción militante también está presente en estas líneas que hoy escribimos tras su dolorosa pérdida. Nuestra intención es denunciar su enfermedad y muerte como una consecuencia de la sociedad actual; denunciar todas las falsas soluciones y alternativas que este mismo sistema genera, y reivindicar una vez más junto a él, que no hay otra alternativa a todos los problemas sociales que la revolución social.
Así es, para nosotros es totalmente claro que la enfermedad que lo mató, el cáncer, no tiene nada de natural ni de individual sino que como muchas otras enfermedades y catástrofes que hoy padecemos es producto de la relaciones sociales capitalistas que en forma cada vez más brutal se contraponen a toda la vida en el planeta. La vida humana se encuentra hoy atrapada en los campos de concentración capitalista que han colonizado la Tierra. Hasta los actos más elementales para vivir se encuentran determinados no por nuestras necesidades vitales, sino por la tasa de ganancia. No es otra la razón por la que cosas tan fundamentales y primarias como el agua que bebemos, la comida que ingerimos, el aire que respiramos, los hogares que habitamos, o las relaciones cotidianas que se dan entre los seres humanos contengan cada vez menos vida y más veneno, menos salud y más enfermedad. Sólo un imbécil puede disociar la enfermedad de nuestro compañero de las condiciones de existencia capitalistas.
Pero no sólo es esa enfermedad generada por la catástrofe capitalista la que mató a nuestro compañero. La ciencia, materializada en este caso en la medicina aportó su buen sacado de arena. Efectivamente, ante la enfermedad generalizada que sufre la humanidad, el capital responde con más veneno. La medicina, siguiendo las directrices de la ciencia, cuyos conocimientos y fundamentos han sido históricamente determinados por la dictadura del capital, aplica todo tipo de métodos y “sanaciones” que debilitan aún más la salud. Sustancias tóxicas, experimentaciones, mutilaciones, y un largo etcétera de barbaridades son la moneda de curso corriente. Con nuestro compañero sufrimos todo este proceso, discutimos las contradicciones, peleamos contra todo tipo de dificultades para tratar de asumir colectivamente esa lucha,… Todo ese proceso nos refuerza en nuestra crítica a la ciencia.
Pero no nos olvidemos de las “alternativas”. Hay “alternativa” para todo. Para la contaminación, para la alimentación, para el trabajo, para el aislamiento, para la vida cotidiana, y por supuesto para la salud y la medicina. Como en todos los demás terrenos, con la enfermedad de nuestro compañero volvimos a constatar que en la medicina todas esas alternativas no pueden ser otra cosa que más de lo mismo. Es evidente que hay toda una resistencia milenaria de la humanidad a la dictadura del valor en todos los terrenos sociales, y que es parte inseparable de nuestra comunidad de lucha, pero aislada de esa comunidad, presentada como una solución en pleno capitalismo, como una alternativa real, no hace más que salvaguardar esta sociedad. El capitalismo es una totalidad, no hay escapatoria en este cementerio, no hay alternativa real salvo la revolución. La más mínima necesidad humana pide a gritos la revolución. Uno puede en ocasiones tratar de alimentarse de forma menos nociva, intentar tener la mente menos intoxicada, tratar de castigar menos el cuerpo, intentar trabajar lo menos posible… pero de ahí a creer que por hacer esto se está trazando una alternativa… El problema de la humanidad es social, no individual. En la salud, como en todo lo demás, quien individualiza el problema está ocultando consciente o inconscientemente la raíz social del mismo.
Todo esto que vivimos con el compañero desde que conoció su enfermedad nos recordó ese ABC de la lucha revolucionaria. El capitalismo es una totalidad que se contrapone a la vida, no hay alternativa posible en su interior, no hay exilio posible. Sólo la revolución proletaria puede imponer las necesidades humanas y destruir todo este viejo mundo. Sólo las tareas que sirven realmente a esas perspectiva histórica son verdaderamente importantes. En esas tareas la existencia de nuestro compañero perdurará para siempre. El proletariado, la comunidad de lucha, no es una suma de individuos, es un ser colectivo que rompe todas las barreras temporales y geográficas. En ese ser colectivo el corazón de nuestro compañero sigue latiendo con fuerza, sigue acelerándose allí donde se conspira contra el capital y el Estado, allí donde se azota a la burguesía, al reformismo, a la democracia, al progreso, a la ciencia y a todas y cada una de la expresiones del capital, sigue enamorándose allí donde el humo de la revuelta advierte que hay vida antes de la muerte y clama por recuperar su lugar. Con su pérdida se nos va un pedacito de nuestra vida, pero también él nos entregó con generosidad un buen pedacito de la suya que nos acompañará siempre y nos impulsará en esta inmensa e interminable batalla que tarde o temprano mandará toda esta mierda al basurero de la historia.
Compañero Zeki… ¡presente!
Biblioteca Subversiva Crimental