“En abril de 1981 una oleada de disturbios sacudió el barrio de Brixton, al sur de Londres. Durante tres días ardieron treinta edificios y más de cien vehículos, incluyendo cincuenta y seis coches de policía. Cerca de trescientos agentes resultaron heridos, frente a solo cuarenta y cinco manifestantes. Alarmados por la virulencia del estallido, las autoridades se apresuraron a culpar al desempleo y a la cultura callejera de la población negra, pero no era cierto. El acoso de la policía y los ataques de grupos neonazis habían caldeado el ambiente, pero los disturbios iban mucho más allá de las motivaciones raciales. En Brixton se libró la primera batalla de la guerra social que enfrentaría a buena parte de la población contra el gobierno de Margaret Thatcher, que acababa de subir al poder y se disponía a desplegar su ofensiva contra la clase trabajadora. La población de Brixton no se levantó para protestar por el paro, como aseguraban las autoridades y la prensa. En medio del disturbio nadie reclamó un puesto de trabajo ni desplegó una pancarta quejándose de la elevada tasa de desempleo. Lo que pidieron fue cerillas y gasolina.” Así reza la sinopsis del folleto Queremos disturbios, no trabajo, un balance de la revuelta de Brixton escrito por el colectivo del mismo nombre en el primer aniversario de los disturbios, en los cuales habían tomado parte activa. En la parte central del programa de hoy entrevistamos a Layla Martínez, traductora y editora del texto (Antipersona, Madrid, 2015) para acercarnos a estos sucesos. Leemos a continuación uno de los testimonios allí incluidos y, para finalizar, volvemos a traer a colación unos extractos más o menos relacionados con el tema de Skagboys. Los chicos del jaco de Irvine Welsh.
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