Ucrania, Rusia y la importancia de las preguntas

Barbaria (Madrid),22 de febrero de 2022

Como en todo conflicto entre Estados capitalistas, el debate ideológico y la propaganda giran en torno al derecho y la soberanía nacional. Si Rusia tiene derecho a reclamar su espacio de seguridad, si Ucrania es un país soberano para decidir sus alianzas, si es justo y legítimo que Estados Unidos amplíe las fronteras de la OTAN, si la Unión Europea tiene que mantener una autonomía estratégica, si acaso la propia burguesía europea tiene claro qué significa eso.

Pero tan importante como la respuesta es el terreno en el que se sitúa la pregunta. Y todas las preguntas anteriores se ubican en un terreno burgués, el que nos hace acabar apoyando a un Estado capitalista frente a otro, en contra de los principios básicos de internacionalismo y autonomía de clase que han definido históricamente al movimiento proletario.

Porque lo que se disputa en el actual conflicto entre Rusia y la OTAN es el reparto de nuestra explotación y el dominio del territorio. El desarrollo del capitalismo implica, por un lado, la contradicción entre la necesidad de explotar trabajo y la necesidad de expulsarlo con nuevas tecnologías, que lo introduce en una crisis económica perenne, de agotamiento de su propio mecanismo para producir riqueza en los términos de la mercancía. Por otro lado, ese mismo desarrollo hace cada vez más dudosa la capacidad de una potencia capitalista para mantener su hegemonía sobre el resto o, siquiera, sobre un bloque estable y robusto, al mismo tiempo que impulsa a los distintos países a pugnar entre sí por convertirse en potencias regionales. El resultado ante el que nos encontramos no es, como se dice a veces, la tendencia a la sustitución de EEUU por China en la gendarmería mundial, sino la fragmentación geopolítica de las distintas potencias por garantizar su control sobre la región.

En este esfuerzo se encuentra Rusia al contraponerse a EEUU y la OTAN en el actual conflicto con Ucrania. EEUU tiene cada vez más dificultad para mantener su hegemonía mundial, como se demostró con la retirada de Afganistán. Tiene, de hecho, cada vez mayores dificultades para mantener el control de su propio territorio, tocado por una polarización social que ni los tambores de guerra consiguen, al menos actualmente, mantener suturada. Por su parte, Rusia ejerce su control imperialista sobre los Estados que la rodean para garantizarse una “profundidad estratégica” —un cinturón de Estados-cojín para amortiguar militarmente sus propias pretensiones de potencia hegemónica—, aunque sea a costa de la represión sangrienta del proletariado, como se ha visto en su intervención militar para aplastar las revueltas en Kazajistán. La Unión Europea, ese conglomerado de viejas potencias en busca de la gloria perdida y sin capacidad para aunar una política económica ni militar propia, se ha visto atrapada en el choque de trenes: Alemania dividida entre su dependencia energética del gasoducto ruso y su alianza con EEUU, Francia frustrada por sus intentos de pasar bajo la alfombra su derrota en Mali liderando la diplomacia europea de manera autónoma a EEUU, cuyo final tragicómico fue el fracaso de las negociaciones entre Putin y Biden con la llegada de los tanques rusos al Donbass.

La guerra hace parte de la naturaleza del capitalismo, y de la naturaleza de todo Estado nacional. En este sentido, todo Estado es imperialista: sea EEUU, Rusia o Ucrania, todo Estado trata de alinear al proletariado tras su propia burguesía para servir de carne de cañón en la guerra imperialista. El resultado de la actual escalada de tensión y la entrada de tropas rusas en el este de Ucrania ha sido, una vez más, la exacerbación del nacionalismo ucraniano y prooccidental de un lado, prorruso del otro, que solo sirve para ocultar la naturaleza de clase de este conflicto bajo las consignas de democracia, soberanía y derecho internacional.

Ese no es nuestro terreno. Nuestro terreno es el de la defensa de los intereses de clase por fuera y en contra de todo interés nacional e imperialista. La única forma en que puede entenderse el actual conflicto de Ucrania es mediante los principios básicos del derrotismo revolucionario: unidad de clase por encima de toda frontera, guerra de clases contra la propia burguesía, revolución proletaria mundial.

N+1 – Notas sobre el 68

Traducción de Barbaria; las notas son de una charla sobre los años 70 en Italia que hicieron hace unos años los compañeros de n+1

La primera fase del obrerismo u operaísmo[1] italiano fue anarcosindicalista y tuvo lugar entre la crisis de la Primera Internacional (1872) y la fundación del Partido Socialista Italiano (1892). La segunda, en parte superpuesta a la primera, fue la socialista y gramsciana, que fue desde la fundación del Partido Obrero Italiano (1882) hasta la catástrofe degenerativa de la Internacional Comunista (1926). La tercera, que comenzó en 1958-59 con un intento de contraataque frente al largo periodo contrarrevolucionario estalinista en plena reconstrucción de posguerra. Fue sobre todo el producto de un fuerte impulso de los obreros industriales, que también agitó a grupos de jóvenes militantes de los partidos y sindicatos tradicionales, a los que se unieron elementos de la intelectualidad universitaria pequeñoburguesa. Sigue leyendo

¿INTERSECCIONANDO EL CAPITALISMO?

Por Barbaria

Introducción

No es la primera vez que escribimos acerca de la postmodernidad[1] y, sin embargo, volvemos a ello. ¿Por qué? Por una parte, queremos afinar mejor algunas consideraciones teóricas y de método en la crítica a la postmodernidad y, por otro lado, nos sigue pareciendo una de las ideologías que más influencian hoy en día a quienes buscan clarificarse y radicalizarse frente a las miserias de este mundo. Se trata además, para nosotros, de una cuestión de método. No solo es importante qué pensamos de la realidad social, sino con qué método nos acercamos a ella. El método postmoderno, como explicaremos más adelante, reproduce inevitablemente las categorías del capital y nos impide hacer una crítica que vaya hasta la raíz de este sistema, cuestión indispensable para quienes apostamos por otro mundo distinto. Entender en qué consiste ese método postmoderno y qué consecuencias tiene es útil, en ese sentido, para asumir un método que parta del comunismo y la apuesta decidida por la revolución. Por todo ello, nos parece importante volver sobre estos temas de un modo, creemos, no repetitivo sino profundizando las razones de la crítica, las falsas dicotomías que enfrentan muchas veces a los defensores de la postmodernidad con sus críticos ficticios. Para entender de dónde surge la postmodernidad, cuáles son las razones de su fuerza y hegemonía, ya que sabemos que lo falso es siempre un momento de lo verdadero, o, dicho de otro modo, que toda ideología es una expresión que nace del suelo de esta sociedad. No basta simplemente denunciarla como algo falaz o negativo, sino entenderla como una expresión distorsionada, fetichista, de la producción y reproducción material del mundo, en este caso del capitalismo. Sabemos con Marx, y otros compañeros de nuestro partido histórico, que la ideología no es sino una muestra más de las metamorfosis del valor como relación social. Una expresión de su forma social objetiva en el plano del pensamiento, del espíritu. Un mundo dividido y escindido, como el capitalismo en el que vivimos, reproduce ideologías y teorías que hacen de la división y la separación la base de su concepción del mundo. Además, en este momento de desarrollo capitalista, cuando su crisis es cada vez más aguda, las separaciones tienden a agudizarse. El dinero aparece, en su virtualidad, como riqueza auténtica, validada por sí misma. Vivimos en los tiempos en que se multiplica geométricamente el capital ficticio, sin apenas relación con la producción real de valor. Cuando las separaciones se acentúan, se hace posible una teoría enamorada de los simulacros puros del lenguaje, sin importar su relación con la realidad. De todo ello queremos hablar y profundizar en las páginas que siguen. Sigue leyendo

Robin Hood en el bosque del capital

Por Barbaria

Publicamos el siguiente texto, escrito en agosto de 2019 para la revista Salamandra nº 23-24 en el contexto de un debate sobre si es posible o deseable escapar al capitalismo, vivir en su exterioridad, como propuesta radical de vida y lucha.

I

Mientras se escriben estas líneas, el Amazonas está ardiendo.

En verdad no ha dejado de arder.

En verdad, la serie de incendios que ha dado la voz de alarma este agosto de 2019 no es más que un gran incendio que viene perpetuándose desde hace décadas, arrasando uno tras otro los recovecos ―geográficos o no― que podían creerse a salvo del capital.

Robin Hood se está quedando sin bosques donde esconderse.

II

Desde el propio nacimiento del capitalismo vemos emerger una resistencia en contra de este sistema. A veces, estas resistencias se expresan en una lucha frontal, otras en tentativas de escape. Otras veces, un movimiento de lucha deja formas de asociación que funcionan al mismo tiempo como refugio y como preparación de los combates por venir. Todo ello hace parte de un mismo movimiento secular que nace espontáneamente del suelo de esta sociedad y en el cual la comunidad humana se rebela contra la mercancía. Sigue leyendo

Entender el levantamiento en Kazajistán

  • El Levantamiento en Kazajistán (CrimethInc.)
  • Kazajistán: ¿Revolución de color o revuelta obrera? (Zanovo Media)
  • Protestas en Kazajistán: 5 claves para entender qué está pasando (Communia)
  • Kazajistán: ¿la clase obrera intenta recuperar su voz? (Tendencia Comunista Internacionalista)
  • Declaración de anarcosindicalistas y anarquistas de Rusia sobre la situación en Kazajstán (KRAS)
  • Kazajstán: huelgas y disturbios sacuden al régimen (Partido Comunista Internacional)
  • “La gente todavía tendrá la oportunidad de librar al país de un dictador” (Pramen)
  • Kazajistán tras el levantamiento (CrimethInc.)
  • En Kazajstán la clase obrera ha demostrado lo que es capaz de hacer – Y lo que hará (Partido Comunista Internacional)

Presentación de Guerra de Clases

Tras la acumulación de experiencias en los últimos años y especialmente a lo largo de 2021, con las huelgas de Zhanaozen por ejemplo, la clase obrera se levanta en Kazajistán, con una revuelta masiva desencadenada por el aumento del 100% del precio del gas combustible (que ellos mismos producen), que supondría un aumento de todos los medios de vida. A medida que se desarrollan las protestas, las reivindicaciones se amplían.

A continuación presentamos una serie de textos militantes que describen los acontecimientos y pueden dar una idea de lo que ocurrió en Kazajistán. La publicación de estos textos no significa en modo alguno nuestra aprobación de todos los análisis desarrollados en ellos, ni mucho menos de las posiciones programáticas de los grupos e individuos que los han producido. Sigue leyendo

PEDRO SANCHEZ HA DECLARADO LA GUERRA SOCIAL, LA TENDRÁ, PERO NO COMO QUERÍA

Detrás de la interminable mentira estatal del Coronavirus, un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo.
Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa: el Papa y Moscú, Berlín y París, todas las izquierdas de Francia y todas las derechas de Alemania…¡Que cada uno elija definitivamente su bando!

¡Viva la Comuna!

Grupo Guerre de Classe.

PASE SANITARIO Y CUESTIÓN SOCIAL

Extraído del boletín La Oveja Negra #80

A partir del 1 de enero de 2022 el Estado argentino impuso el “pase sanitario”, similar al que ya viene aplicándose en diferentes partes del mundo. Aún es pronto para determinar cuál será su impacto local. Por el momento, continúa desviando la atención social principalmente hacia el coronavirus, y en particular hacia el abordaje que los Estados proponen: aislamiento, desconfianza ciudadana, control estatal y vacunación semiobligatoria.

De este modo, a su vez, se opta deliberadamente por responsabilizar a los no vacunados del nuevo pico de contagios. La frustración producto de esta nueva ola, que se desarrolla a pesar del alto nivel de vacunación y el largo acatamiento de medidas de confinamiento, no ha suscitado un pensamiento crítico, sino todo lo contrario.

Ante el empeoramiento de nuestra supervivencia los gobiernos proponen más control y mayor disciplina de la población. Desplazando discursivamente el enfrentamiento al terreno entre vacunados y no-vacunados. Parecieran querer decir que nuestros problemas no se deben a una sociedad dividida entre explotadores y explotados, sino a una nueva y democrática grieta: el esquema completo de vacunación. Sigue leyendo

[Italia] “Contra el Pase Verde, contra el Estado”

  • Trento: Contra el Pase Verde, contra el Estado y su emergencia. Bloqueemos todo
  • Nada volverá a ser lo mismo para vos

Trento: Contra el Pase Verde, contra el Estado y su emergencia. Bloqueemos todo

El pase verde es una medida que no tiene nada que ver con la salud: es un instrumento más de una política liberticida de chantaje y control tecnológico, que alimenta las divisiones y la guerra entre los pobres.

Esta epidemia, como otras que pueden venir, es producto del capitalismo y de la globalización, de la ganadería intensiva, de la devastación industrial y de las guerras estatales emprendidas para expropiar tierras en nombre del progreso tecnológico.

La propagación del contagio no puede ser derrotada mediante la aceptación de una medida coercitiva. No nos dejemos engañar por la odiosa guerra entre vacunados y no vacunados, tras la cual el Estado esconde sus responsabilidades. Rechacemos esta falsa oposición: la dicotomía es entre explotados y explotadores; el pase verde obligatorio es un ataque de clase, una nueva arma de chantaje y división en manos de la patronal, que nos afecta a todos, más allá de las decisiones de cada uno.

Desde las muertes en Bérgamo entre las fábricas de Valseriana hasta el nuevo PNRR introducido por el gobierno de Draghi, está claro que la prioridad no es la salud, sino un fortalecimiento del sistema de explotación y empobrecimiento en la onda de un Estado de Emergencia.

Ante el tipo de mundo que nos están montando, los llamamientos al respeto de la Constitución son vanos. El pase verde es una expresión de un mundo de algoritmos y eficiencia informática que está declarando la guerra al propio ser humano, un modelo que ha llegado para quedarse. No será mientras los tecnócratas, los militares y los capitalistas estén juntos en el poder cuando las leyes y los tribunales dejen de ser herramientas de la clase dominante. La clase que llevó a cabo las masacres en las cárceles de 2020 cuando los presos levantaron la cabeza; la clase que recortó la financiación de la sanidad pública provocando la muerte de miles de personas; la clase que llenó las calles de militares y mantuvo las fábricas abiertas mientras la gente moría de Covid. Estos no son los daños colaterales de un gobierno “equivocado”, sino los productos dentro de la estructura del Estado.

La única manera de resistir es autoorganizarse y luchar, conscientes de que no saldremos de la Emergencia mientras sigamos obedeciendo.

Detener un año y siete meses de obligaciones e intimidaciones del Estado y de Confindustria es posible.

La determinación de los trabajadores portuarios de Trieste y Génova es el ejemplo más claro de ello, en solidaridad con la situación actual: bloquear la producción y los flujos hasta que se levante la obligación del pase verde para todos los trabajadores de todas las categorías, sin concesiones.

EL PASE VERDE ES SÓLO LA PUNTA DEL ICEBERG DE UN SISTEMA EXPLOTADOR QUE QUIERE HACERNOS CADA VEZ MÁS COMO MÁQUINAS.

RESISTAMOS ESTA IMPOSICIÓN.

ORGANICEMOS EN LOS CENTROS DE TRABAJO, EN LAS ESCUELAS, EN LOS LUGARES DONDE VIVIMOS.

Asamblea celebrada tras la huelga general del 11 de octubre, Trento

Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2021/10/15/trento-contro-il-green-pass-contro-lo-stato-e-le-sue-emergenze-blocchiamo-tutto/

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Nada volverá a ser lo mismo para vos

“Quiero destacar que en todos los casos más graves, las instituciones se han mostrado unidas: magistrados, prefectos, cuestores y todas las fuerzas del orden han intervenido sin vacilar, haciendo que el rostro del Estado sea aún más decidido ante los actos delictivos que se estaban produciendo”. Las palabras con las que el ex ministro de Justicia, Alfonso Bonafede, reivindicó en el Parlamento la masacre en las cárceles italianas en marzo de 2020 pueden aplicarse, de hecho, a todo lo ocurrido en los últimos dos años.

Millones de personas pudieron ver por fin la verdadera cara del Estado. Primero nos encerraron en nuestras casas durante tres meses, luego llegó el turno del toque de queda nocturno, de los cierres regionalizados, del llamado semienclavamiento (cuando podíamos salir de nuestras casas, sí, pero sólo para ir a trabajar). Finalmente, llegamos al ansiado “reinicio”.

La recuperación económica, cueste lo que cueste, no es ciertamente un “retorno” de la libertad y la felicidad de los individuos, sino la exigencia de una abnegación total a las necesidades del mercado. Hay un hilo rojo que une episodios dramáticos como la masacre de Mottarone, las seis muertes diarias en el trabajo, los ataques a los porteadores en huelga y la imposición del pase verde a todos los trabajadores: este hilo rojo se llama reinicio de la economía capitalista. Lo único que les interesa es que la economía no se paralice de nuevo, que no haya brotes en las empresas. La máquina no debe detenerse de nuevo, sino que se cortan los frenos. La máquina no debe frenar, sino que nos atropellará.

Estos son los mismos grandes señores de la Confindustria (Confederación de la Industria Italiana) que en febrero de 2020 presionaron para mantener las fábricas abiertas, que restaron importancia a la gravedad del virus, que junto con los alcaldes democráticos de Milán y Bérgamo dijeron que no podíamos parar. Los mismos que ahora quieren imponer el pase verde. ¿Qué dignidad tienen estos señores para llamarnos irresponsables, para decirnos que somos los “negacionistas”?

El pase verde no tiene nada que ver con la crisis sanitaria. De hecho, tampoco tiene nada que ver con las vacunas (pensemos lo que pensemos de ellas). No es cierto que el pase verde sirva para forzar a la población hacia la campaña de vacunación. Es exactamente lo contrario: es un pretexto para obligarnos a descargar el pase verde. El objetivo mal disimulado del gobierno es aprovechar la pandemia para dar un giro autoritario sin precedentes.

En los últimos años, la patronal lo ha conseguido todo: ha seguido produciendo, exigiendo que nos quedemos en casa cuando no teníamos que ir a trabajar para ellos; ha conseguido la liberación de los despidos, imponiendo como jefe de gobierno a Mario Draghi, ya malvado burócrata del BCE y masacrador de Grecia; nos está matando de hambre con las subidas de las facturas y de los combustibles, una forma indirecta de recortar nuestros salarios. Ante esta crisis estructural, la única respuesta que puede dar el Estado es endurecer la represión y reforzar el control social.

Para eso está el pase verde.

El pase verde no es una medida temporal: en sus planes, es un instrumento de control que permanecerá. Frente a este odioso aparato, no podemos permitirnos compromisos ni puntos intermedios. El problema no es obtener un pase verde preservando nuestra supuesta “libertad de elección”. Esta infame herramienta de control debe ser saboteada por todos los medios.

Respondemos a este endurecimiento de la represión endureciendo la lucha. Mucha gente lo ha entendido, saliendo a la calle sin dirigentes ni burócratas que colaboren con el régimen. No sabemos cómo terminará esta lucha, pero sí sabemos que para millones de personas explotadas lo que ha ocurrido en los últimos dos años ha sido una especie de pérdida de inocencia. Muchos han visto la verdadera cara del Estado. Son los propios analistas del régimen los que se preocupan por la pérdida de confianza en las instituciones, la política, la policía y los sindicatos. Que este foso se vuelva insalvable, que sean ellos los que se sientan asediados desde hoy. Que la desconfianza se convierta en conflicto.

Al principio de la emergencia nos dijeron que “nada volverá a ser lo mismo”. Eso es lo único en lo que no nos mintieron: para ustedes, los jefes y gobernantes, nada volverá a ser igual. No reclamamos derechos, ardemos con la anarquía.

NOS VEMOS EN LAS CALLES

 

NARCOTRÁFICO Y CAPITAL

Extraído del boletín La oveja Negra #79

Es por sus aspectos más superficiales que el narcotráfico llega a la discusión pública y a la prensa. Intentaremos atravesar la superficialidad del asunto. El narcotráfico es un síntoma de la situación económica que está causando estragos en el tejido social a lo largo y ancho del país. Inseparable de los graves y generalizados problemas de adicciones, se trata de un fenómeno que crece en la sociedad capitalista. Buscaremos abordar este problema social desde un punto de vista de clase.

La droga es otra mercancía producida y distribuida según los criterios de la sociedad capitalista. De hecho, antes de ser prohibidas, algunas drogas eran producidas por laboratorios y vendidas como productos farmacéuticos.

La heroína y la cocaína, desde principios y mediados del siglo XIX respectivamente, fueron desarrolladas y producidas a escala industrial en decenas de países por empresas químicas y farmacéuticas. Ambas eran ampliamente prescritas, suministradas en hospitales y recomendadas por la medicina moderna, fundamentalmente para continuar con el trabajo o soportar dolores de heridas producidas durante las guerras. La fuerte dependencia fisiológica provocada por estas nuevas mercancías generó en los soldados y explotados en general, la veloz formación de un mercado cautivo. A través de las épocas y cambios culturales, el tráfico, las drogas legales e ilegales y los adictos han existido y tomado diversas formas hasta llegar al modo que hoy conocemos. Sigue leyendo

¿QUEDATE EN CASA?

Tomado del boletín La Oveja Negra #75

El alquiler de una casa consiste básicamente en que los propietarios sacan la máxima ventaja económica de sus propiedades en el estado en que se encuentren: ¿puede el interés de los propietarios ser idéntico al del resto de la sociedad?

Durante los últimos diez años el mercado inmobiliario ha crecido a nivel mundial, esto es importante si tenemos en cuenta que la crisis económica del 2008 estuvo precedida de un ciclo de auge y caída de los precios de la vivienda. Asimismo, desde el inicio del confinamiento generalizado, cuando todo atisbaba una crisis económica profunda, el mercado inmobiliario continuó su ciclo ascendente.

En Argentina, por el contrario, se ha retraído el mercado de compra y venta de inmuebles. Esto se debe, además de a los bajos salarios y a la inestabilidad de los precios, a la ausencia de créditos accesibles para la compra de viviendas. Por esto, se trata de un país donde una gran parte de la población debe alquilar. Lo que significa, por otro lado, una mayor cantidad de viviendas comercializadas como mera inversión de sus propietarios, como ahorro frente a la devaluación de la moneda local o como fuente de ganancia a través de la renta.

Es así también que las pujas entre propietarios e inquilinos han tomado una importancia preponderante en la región, y el Estado ha debido intervenir al respecto. Durante el 2020 se aprobó una nueva ley de alquileres, así como se fue extendiendo desde marzo de 2020 el congelamiento de alquileres y la suspensión de desalojos mediante el llamado Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU).

A comienzos de marzo de este año, el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat Jorge Ferraresi anunció que no habría una nueva extensión de dicho decreto, pese a la evidente catástrofe social en la que estamos sobreviviendo. Esto implica que a partir del 1° de abril los inquilinos endeudados quedarán en la calle y habrá abundantes juicios de embargos.

Este DNU que prohíbe los desalojos del sector formal o con contrato, mantiene el precio del alquiler de marzo de 2020 y prorroga contratos de alquiler de manera automática. Pero cabe destacar que cada una de las renovaciones del DNU fue avisada por el gobierno a pocos días de finalizar la prórroga. Lo cual, ante la desesperación provocada por la incertidumbre y la presión de las inmobiliarias, obligó a miles de personas a buscar casas para alquilar cada vez más caras, no pudiendo hacer uso del decreto, en una situación de desocupación y precarización laboral crecientes y con salarios realmente congelados.

La falta de vivienda es otra gran problemática social de la región que se ha agravado en el 2020. La toma de tierras en Guernica (Buenos Aires), si bien fue emblemática no fue la única. Allí unas 2.500 familias (10.000 personas aproximadamente) se asentaron en terrenos destinados a un barrio privado y resistieron durante dos meses, hasta que fueron reprimidos ferozmente. Estas tomas de tierras en varias ciudades, así como las recuperaciones territoriales que viene realizando el proletariado mapuche en lucha en tierra patagónica, provocaron la reacción de la burguesía en defensa de la propiedad privada, tema que circuló en los medios durante algunas semanas.

En medio del debate sobre si debía o no extenderse el DNU, propietarios y empresarios salieron a combatir en defensa de la propiedad privada y en contra de nuestra supervivencia. Grandes diarios y canales del país hicieron su parte, ocultando o falseando información, confundiendo e infundiendo más miedo a los inquilinos. Mientras tanto, la Cámara de Propietarios y las inmobiliarias del país, de la mano de Juntos por el Cambio, presentaron un proyecto para que se derogue en su totalidad la ley 27.551 o “nueva ley de alquileres; la cual, más allá de los pocos beneficios que presenta para los inquilinos, en muchas ocasiones no es más que papel mojado ya que, como siempre, “la casa se reserva el derecho de admisión”.

Mientras el salario real disminuye notoriamente, con recortes en muchos sectores o aumentos completamente por debajo de la inflación, el peso argentino sigue devaluándose a un ritmo acelerado, con el impacto en los precios y en el costo de vida que esto significa. Esta situación se aceleró en el 2020, pero viene repitiéndose de manera cíclica desde hace décadas. En los últimos cuatro años el costo de la canasta básica para una “familia tipo” se ha multiplicado por 4,5, así como muchos alimentos básicos en diez años han aumentado el 1.200%. En el último año los alquileres subieron un 61,6%, y sólo entre enero y febrero un 9%.

Aun contando con las migajas del DNU, el 35,7% de los inquilinos hoy tiene una deuda de alquiler con los propietarios de, por lo menos, tres meses impagos. Esto significa que se hallan ante una situación de inminente desalojo. Las familias sostienen desde hace meses su nivel de vida a fuerza de deudas varias. Una primera ola de desalojos comenzó en Guernica, donde un 80% de las familias habían llegado allí porque no podían seguir pagando el alquiler y, posiblemente, le siga una segunda después del 31 de marzo.

Sumado a este ataque al salario, durante el año pasado se acrecentó la enorme masa de desempleados. Millones de personas viven en la pobreza, ni siquiera llegan a la canasta básica. Según cifras oficiales uno de cada tres argentinos es pobre (más de 14,3 millones de personas, cifra que asciende a prácticamente la mitad de la población si se toma en cuenta la franja de 0 a 14 años). El hambre es una consecuencia inevitable, que se suma al empeoramiento de la calidad de los alimentos y los problemas de nutrición.

La vivienda en el capitalismo no es más que una mercancía que hoy casi no podemos permitirnos alquilar con un sueldo básico. Ya era una mercancía imposible de comprar para cualquier proletario joven, ahora se convirtió en una mercancía de lujo que se dificulta incluso rentar. Un relevamiento mostró que en la ciudad de Buenos Aires en 2001 el 68% de las viviendas eran habitadas por sus dueños y sólo el 22% por inquilinos. Diez años después, las primeras bajaron al 56% y las segundas aumentaron al 30%. Cifras que seguramente continuarán profundizando dicha tendencia, con las consecuencias evidentes de que la vivienda sea cada vez más un mero negocio para su propietario y no un lugar para vivir. Casas destrozadas, departamentos de 20m2, lugares húmedos, sin ventilación y sin los servicios básicos, pensiones de hacinamiento… y así y todo, las exigencias de los propietarios mediadas por las inmobiliarias hacen parecer que queremos habitar un palacio.

Un socialdemócrata nacido a fines de 1800, Otto Bauer, señalaba: «Sólo los socialdemócratas podrían pacificar a los desempleados y evitar que los trabajadores caigan en la tentación de embarcarse en empresas revolucionarias». Hoy en Argentina es la socialdemocracia peronista la que intenta calmar las aguas con migajas como la renovación sucesiva del DNU. El congelamiento por un año del precio de los alquileres, mientras no suben los sueldos y se pierden cantidad de puestos de trabajo, es un acuerdo de clase con el cual algunos sectores de la burguesía se sintieron atacados. Tomaremos algunos extractos del libro El monstruo de la vivienda:

«El único interés que el Estado tiene en controlar los alquileres es en evitar que suban demasiado para que no ejerzan presión sobre los empresarios de aumentar los salarios. Los políticos a menudo utilizarán un control de alquileres que aplique sólo para una pequeña parte de las viviendas totales o le ponga límites muy débiles a los aumentos, todo esto para demostrar que algo están haciendo por “el pueblo trabajador”. (…)

Las medidas a favor de los inquilinos se aprueban para protegerse del movimiento de los inquilinos. El control de alquileres se aprueba para controlar a los arrendatarios del proletariado. Pero los movimientos de capital no sólo dependen de la legislación gubernamental. Los límites en el derecho de los dueños a desahuciar a sus inquilinos o a cometer abusos con la seña y los depósitos son avances reales, pero que no dañan al capital invertido en el alquiler de viviendas. Especialmente cuando el mercado está estable, el dueño no necesita desahuciar inquilinos continuamente, y siempre hay maneras de saltarse las leyes. El control efectivo de alquileres es distinto. Por definición, el control de alquileres tiene que limitar las ganancias de los dueños. Puesto que ser un arrendatario, como cualquier otro tipo de negocio, implica obtener una ganancia, el control de alquileres permite que alquilar casas sea un negocio menos competitivo. (…) Cuanto más dure el control de alquileres, mayor es el incentivo para que los dueños pongan su dinero en otro negocio. Un control de alquileres serio que pueda durar indefinidamente, necesariamente va a llevar a una desinversión en el negocio de la vivienda.

El control de alquileres es un precio máximo legal que se impone a una mercancía. Empuja los flujos de valor, mientras diferentes líneas de negocio compiten por la inversión. Habitualmente, una industria cuyos productos tienen mucha demanda puede subir sus precios y atraer más capital. Cuando existe un fuerte control de alquileres, la demanda real de casas supera la oferta pero los precios no pueden subir, por lo que o bien se elimina el control de alquileres o se forma un mercado negro, en el que las viviendas se alquilan por encima de sus niveles legales –lo que mina la efectividad del control de alquileres. Si se toman medidas enérgicas contra el mercado negro y los alquileres se mantienen estrictamente al nivel fijado, no sólo será el negocio de los dueños el que se volverá poco competitivo. Al abandonar el capital, el negocio del alquiler de vivienda, el mercado de casas disminuye. (…) Con el tiempo, esto causa escasez de vivienda. El Estado se enfrenta entonces a una decisión: acabar con el control de alquileres, enfrentarse a una crisis de vivienda o convertirse él mismo en arrendatario.»

En Argentina, nos encontramos hoy en una situación en la cual no hay mucho para repartir. El Estado no construirá viviendas sociales como décadas atrás, siquiera permite la ocupación de terrenos sin agua potable ni electricidad. La cuestión de la vivienda es sin duda una bomba pronta a estallar.

Cuando arremete la angustia porque “unos tienen tanto y otros tan poco”, debemos recordar que unos tienen tanto a condición de que otros tengan tan poco. La propiedad privada no es simplemente una relación de los humanos con las cosas, es una relación entre humanos que se tratan como cosas. Y aún en estas condiciones de atropello y sin razón causa burla, cuando no rechazo, proclamar la necesidad de la abolición de la propiedad privada. Un viejo manifiesto de 1848 decía: «Os horrorizáis que queramos abolir la propiedad privada. Pero, en vuestra sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros; la misma existe precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes. Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de propiedad.»

CUADERNOS DE NEGACIÓN #15 – Notas sobre sexo y género

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La división sexual capitalista y sus respectivas asignaciones no son cuestiones que deben superarse en el curso de la revolución, sino una fuente de dicha superación.

Nos aproximamos a las nociones de sexo y género, e intentamos relacionarlas con la división sexual en esta sociedad, buscando seguir profundizando respecto de las formas en que el Capital articula e interviene sobre las diferencias. A su vez, nos proponemos una crítica de los enfoques predominantes sobre estos temas para aportar a las luchas en curso.

La huelga de Cádiz y las flores en la guadaña

Por: Barbaria

En las últimas semanas hemos visto el estallido y el rápido sofoco de la llama de nuestra clase, esta vez a propósito de la huelga del sector del metal en la provincia de Cádiz, que tiene la segunda mayor tasa de paro de toda España, con un 23,16%. Hemos vuelto a ver, cómo no, al Estado, a la izquierda que lo encabeza y a los sindicatos en acción, haciendo el papel que históricamente mejor han sabido hacer: dinamitar cualquier perturbación de la “paz social”.

La huelga empezó a tomar forma a lo largo del mes de octubre, dada la descompensación que hay entre la inflación, que se ha disparado al 5,5% en 2021, y la subida de los salarios, de la que hablaremos más adelante. Estos hechos están afectando en mayor o menor medida a todos los trabajadores, haciéndonos perder salario real y poder adquisitivo, con el consiguiente empobrecimiento. Esta circunstancia en el ya previamente maltrecho y amenazado sector de la industria metalúrgica genera las condiciones para el estallido de, como poco, una huelga, que fue impulsada por los elementos más precarios del sector. Ante la inevitabilidad de la huelga, los sindicatos decidieron intervenir para mantener la huelga dentro de los límites aceptables desde la lógica del beneficio económico, la única posible para el sindicalismo. En este sentido, los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) se afanaron por mantener la huelga lo más aislada posible en su sector, y en este sentido se vieron presionados para ponerse al frente de las asambleas de trabajadores, que desde luego no habían nacido de la iniciativa sindical, para asegurarse de que así fuera. Del mismo modo, las reticencias de los partidos del gobierno PSOE-Podemos frente a la huelga pasaron a convertirse en muestras de apoyo cuando esta amenazaba con desbordarse, tomando el papel de poli bueno al avisar a los trabajadores de que la huelga podía ser instrumentalizada por la derecha. Una vez más, por si no hubiéramos tenido suficientes muestras ya, sus diatribas palaciegas y cortoplacistas se muestran totalmente ajenas a los intereses de nuestra clase. Entretanto, los sindicatos acordaron pactar con el gobierno una subida de los salarios del 2%, más que insuficiente para cubrir la inflación, en una votación individual y secreta que los sindicatos más “radicales” no tardaron en señalar como un fraude, movilizando a los trabajadores más comprometidos para continuar con la huelga, al coste de enfrentarse a sus propios compañeros.

Una línea general que atraviesa todos los elementos que han conducido al fracaso de la huelga ha sido, sin duda, la división. Por una parte, la división que mantuvieron los sindicatos mayoritarios para garantizar que la huelga se restringía al sector del metal, evitando que otros sectores se solidarizasen con la huelga. Por otra parte, estos mismos sindicatos se aseguraron de mantener atomizados a los trabajadores del propio sector del metal, al sabotear la asamblea e imponer el voto secreto, como derecho ciudadano, evitando que los trabajadores pudiesen poner en común sus intereses para actuar de forma unitaria. Luego, los sindicatos “radicales” decidieron empujar a los trabajadores más comprometidos a continuar con la huelga -de forma unilateral, sin contar con la asamblea de los trabajadores, al igual que hacen los sindicatos mayoritarios- por el rechazo al acuerdo que habían alcanzado los sindicatos mayoritarios con el gobierno, a sabiendas de que la huelga ya había sido sofocada y que eso generaría enfrentamientos por una parte entre los compañeros más radicales y los que ya se habían desmovilizado, y por otra parte un enfrentamiento estéril entre los trabajadores radicales y la policía, que de paso sirvió al gobierno para dividir a los huelguistas entre los buenos -que aceptan el acuerdo alcanzado- y los malos -que no lo aceptan y además perturban el orden público-, a los cuales lógicamente había que darles un escarmiento.

Es importante señalar que el hecho de que esta dinámica se haya reproducido huelga tras huelga durante décadas no es algo casual, ni fruto de alguna traición particular, sino que atiende a la propia esencia de los sindicatos. El papel de los sindicatos no es el de velar por los intereses de nuestra clase, sino el de mediar entre el Estado y la patronal por una parte y los trabajadores por otra, además en un único sentido, que los trabajadores acepten las vueltas de tuerca que les va imponiendo la burguesía. Es por esto que podemos decir que los sindicatos son el brazo del Estado en la clase trabajadora, y no al contrario, como se nos ha pretendido hacer creer. Por esto mismo no es de extrañar que hayan sido tan considerados con la rentabilidad económica del sector y hayan aceptado una subida de los salarios que de sobra saben que no compensa la inflación. También, como hemos visto, los sindicatos “radicales” no escapan a esto, pues necesariamente priman su afán por ganar representatividad -ante el Estado- sobre los intereses de los trabajadores a los que dice representar. El sindicalismo es, como el parlamentarismo, una vía muerta que jamás tuvo nada de revolucionaria, pues jamás hubo nada de revolucionario en mantener una separación entre la política y la economía que no tarda en mostrarse ficticia. En las elocuentes palabras de alguien que sufrió la violencia de esos mismos partidos que hoy se hallan al frente del Estado español:

“Determinados grupos con más humos que penetración, achacan la evidente incompatibilidad de los sindicatos con la revolución a un carácter reformista que en verdad nunca tuvieron, y por otra parte a la supuesta incapacidad del capitalismo hogareño para hacer concesiones al proletariado. Lejos de ello, la causa es esencial, no contingente. Lo que engendra el carácter reaccionario de la organización sindical no es otra cosa que su propia función organizativa. Obtenga o no determinadas mejoras, está directamente interesada en que el proletariado siga siendo indefinidamente proletariado, fuerza de trabajo asalariado, cuya venta negocia ella. Los sindicatos representan la perennidad de la condición proletaria. […] Ahora bien, representar la perennidad de la condición proletaria conlleva aceptar, y de hecho necesitar también, la perennidad del capital. Los dos factores antitéticos del sistema actual han de conservarse para que el sindicato desempeñe su función, de ahí su profunda naturaleza reaccionaria, independientemente de los vaivenes que modifiquen, para mal, para menos mal o para mejor, la compra-venta de la mano de obra, jugarreta clave del sistema capitalista.Los sindicatos contra la revolución, Munis

Por último, y aunque suene a perogrullada, cabe recordar que el Estado y su política no son garantes de los intereses de nuestra clase, ni hay modo alguno en que lo sean, pese a los llamados del PCE (parte de la coalición de Unidas Podemos) para que los trabajadores confíen en el gobierno que empeora sistemáticamente sus condiciones de vida -y del que ellos forman parte- al mismo tiempo que les enviaban una tanqueta y una brigada de antidisturbios, que por lo visto debían venir en son de paz. Esto no quiere decir que los trabajadores nos tengamos que desmovilizar, ni que no haya nada que hacer, al contrario. Lo que esto quiere decir es que cualquier movilización será desmantelada si no sigue los principios que han marcado los éxitos de nuestro movimiento (hay que señalar que también los ha habido), y que no son otros que el internacionalismo y la independencia de nuestra clase, lo que en una huelga se concreta por una parte extendiéndola a otros sectores -y no aislándola en uno solo-, tendencia que se ha visto en la huelga de Cádiz, que tuvo una marcada tendencia a desbordar el marco de la fábrica extendiéndose por el entorno urbano de Cádiz y San Fernando a través de manifestaciones y asambleas de barrio, y por otra entregando todo el poder de decisión sobre la huelga a la asamblea formada por los propios trabajadores, y no a sindicatos ajenos a estos y con intereses diferentes, cuando no opuestos, a los de nuestra clase. Dicho de otra manera, los intereses de nuestra clase solo pueden ser representados por la propia clase, cuando se constituye como partido y se pone a la cabeza de la revolución que dejará en la cuneta a los sindicatos, a la izquierda del capital y a todos los que quieren conciliarnos con nuestros verdugos poniendo, como el título de este artículo, flores en sus guadañas.

Análisis de la actual crisis y revuelta en Cuba desde la perspectiva comunista radical

Los hechos y sus falsas versiones de derecha y de izquierda

Mediante acciones directas y espontáneas de masas que van desde hacer marchas y asambleas autoconvocadas hasta volcar a mano propia autos de la policía y saquear tiendas, el proletariado de la región cubana se está levantando en las calles contra el hambre y contra la tiranía estatal, es decir contra las miserables condiciones materiales de existencia impuestas por el capitalismo y su crisis actual, al igual que lo ha hecho el proletariado de las regiones colombiana, birmana, iraní y sudafricana durante este año, y al igual que lo hizo el proletariado de las regiones ecuatoriana, chilena, haitiana, francesa e irakí, entre otras, hace dos años.

Con todas sus debilidades, limitaciones y contradicciones internas (patriotismo, interclasismo, falta de autonomía revolucionaria, aislamiento, etc.), la revuelta proletaria de estos días en la región cubana es un eslabón o un episodio más de la tendencia hacia la recomposición de la revuelta proletaria internacional que se abrió en el 2018-2019 y se vio «interrumpida» por la pandemia y la dictadura sanitaria contrainsurreccional o la contrarrevolución preventiva del 2020-2021 por parte de todos los Estados de este planeta.

De entrada, entonces, un ABC anticapitalista al respecto: desde que existen hace ya varios siglos, el capitalismo, la crisis, el proletariado y la lucha de clases son mundiales. Las diferencias de estos en/entre cada época histórica y cada región geográfica sólo son de grado y de forma, no de naturaleza o de fondo en sus condiciones, relaciones y categorías fundamentales. Las cuales, principalmente el trabajo asalariado y la acumulación de capital, más bien se han extendido y profundizado con el pasar del tiempo en todas partes. De manera que tanto el “socialismo cubano” como la “restauración capitalista en Cuba después de la caída de la URSS” siempre han sido unos mitos: en realidad, lo que siempre ha existido en Cuba es capitalismo y lucha de clases, pero bajo otra forma y en otro grado, al igual que en la ex-URSS y en todo el mundo. Lo único que realmente ha cambiado desde la caída del bloque soviético hasta la fecha, es el predominio del capital privado con respecto al capital estatal sobre el proletariado, hoy en día más precarizado y explotado.  Sigue leyendo

Por qué lucha el proletariado en Colombia

Por: Barbaria

En las últimas semanas, la clase trabajadora colombiana se ha enfrentado con firmeza a los nuevos ataques de la burguesía, concretados esta última vez en una reforma fiscal del gobierno que busca incrementar la extracción de plusvalía por nuevas vías. El proletariado colombiano viene sufriendo agresiones continuas por parte de la burguesía, que se expresan en un deterioro progresivo de las condiciones de vida, fuertes desigualdades sociales y el empleo contundente de la violencia (militar y paramilitar) contra la movilización obrera y campesina. Los acuerdos de paz con la guerrilla han representado simplemente un mecanismo de integración de sus aparatos políticos contrarrevolucionarios en las instituciones democráticas del capital, habiéndose extendido por todo el país los ajustes de cuentas contra los líderes de las protestas populares, mientras la burguesía terrateniente relanza su ofensiva contra el proletariado rural. Las circunstancias generadas por la nueva pandemia del capital, el covid-19, han agravado todavía más la situación, en términos de desempleo, miseria y mayores impuestos. En realidad, esta reforma fiscal ha sido la gota que ha colmado el vaso para que se produjese un estallido social de enormes proporciones.

Pero nos equivocaríamos si intentásemos comprender este estallido social en términos exclusivamente nacionales. Todo lo contrario. La respuesta de la clase trabajadora colombiana a los planes de hambre y miseria de su burguesía es parte de la recomposición del proletariado mundial (y latinoamericano), en su lucha por sobrevivir a un capitalismo que ha agotado sus posibilidades de desarrollo orgánico. La radicalidad de las formas de lucha en las calles de las principales ciudades colombianas son una respuesta desde abajo a un capital mundial que es incapaz de articular el valor como relación social, que huye hacia adelante bajo expresiones cada vez más ficticias, extrayendo plusvalía a través de todo tipo de mecanismos imaginables y mediante el uso de la fuerza y la violencia de manera creciente.

A nivel mundial, estamos observando cómo el proletariado viene enfrentándose al capital desde los comienzos de la crisis de 2008. Al principio, como ocurrió con las revoluciones árabes de 2011 o el 15-M en España, con muchas ilusiones democráticas y ciudadanistas, de regeneración del sistema. En estas movilizaciones sociales, la clase media y sus guerras culturales posmodernas jugaban un rol hegemónico. Pero, con el paso del tiempo, la clase trabajadora ha radicalizado sus luchas, enfrentando más directamente las condiciones materiales que imponen los planes de explotación del capital. En 2019, los estallidos sociales en Chile, que tuvo como detonante la subida de los precios del transporte urbano, y en Ecuador, que también fue desencadenado por un agresivo ajuste fiscal, representaron un cambio de escenario en la lucha de clases en el subcontinente latinoamericano. Abrieron una fase de mayor radicalización en las luchas obreras, produciéndose un enfrentamiento más directo con el capital y sus gobiernos. Lo que está sucediendo en Colombia en las últimas semanas no puede entenderse sin aludir a este marco más global de mayor radicalización social.

Como sucedió anteriormente en Chile y en Ecuador, el proletariado colombiano ha dado muestras de enorme valentía y radicalidad en las calles, enfrentándose incluso a grupos paramilitares que han disparado fuego real, sin contemplaciones, a los manifestantes. En Cali, epicentro de las protestas, las comunas (los barrios) de la periferia de la ciudad se han organizado colectivamente no solamente para enfrentar la violencia de los cuerpos represivos. Además, han tenido que organizar el aprovisionamiento de víveres, la protección frente a los agentes infiltrados, el transporte colectivo, el cuidado de los heridos, etc., ya que el gobierno ha intentado rendirlos por hambre y cancelación de los servicios básicos. La respuesta de estas comunas, como Puerto Resistencia, es una muestra de la capacidad de nuestra clase para construir relaciones sociales al margen de las impuestas por el capital y sus Estados, donde a la par que se reorganizan las condiciones materiales de vida, se produce una revolución en los valores y en las relaciones humanas. El mundo deja de estar invertido, como sucede en el capitalismo, y las necesidades sociales pasan a ser prioritarias respecto a cualquier otro criterio (como la acumulación de capital sin límites) en las decisiones que las comunas toman en los usos de los recursos disponibles y en los esfuerzos que se dedican a lograrlos. Todo se da la vuelta, deja de estar al revés. Así, por ejemplo, una activista de las luchas medioambientales, que hasta entonces necesitaba escolta ante las múltiples amenazas y asesinatos cometidos por los paramilitares, ahora camina libre, sin miedo, entre sus vecinos. La movilización proletaria le ha devuelto su seguridad, ha frenado la violencia del capital en aquellos espacios donde nuestra clase ha impuesto su lógica de vida (frente la lógica de muerte del capital).

Son atisbos de una sociedad nueva, son destellos de comunismo, son los balbuceos, los comienzos, de la constitución revolucionaria de una clase que se resiste a sucumbir junto a un capitalismo moribundo. El comunismo no surgirá de la cabeza de ningún genio, ni de las directrices exógenas de ninguna vanguardia esclarecida. Es un movimiento histórico que emana de las entrañas de la sociedad, que surge en el fragor de las luchas del proletariado por garantizar sus condiciones de existencia, cuando el capital, en su intento desesperado por seguir incrementando sus beneficios, no le deja otra opción a nuestra clase que organizarse socialmente de una manera alternativa para garantizar sus condiciones de vida. Ciertamente, es todavía insuficiente lo que estamos viendo en las comunas de Cali o de Medellín, o en los barrios de Santiago en Chile, estas nuevas relaciones sociales solamente pueden imponerse a la lógica del capital a nivel mundial. Pero, sin duda, muestran el camino a seguir, son experiencias donde nuestra clase va aprendiendo a combatir al capitalismo en un plano real, material, no conformándose con las ilusiones culturales, democráticas, que le susurra la izquierda posmoderna.

Pero, como decimos, estamos en el comienzo de un proceso que es enormemente complejo, cargado de peligros. La propia izquierda colombiana, tanto a nivel político como sindical, está intentando desviar las luchas al terreno electoral y al de la negociación con el gobierno, enredando al proletariado en el laberinto tecnocrático de las reformas cosméticas de un capital que solamente puede ofrecer la catástrofe y una mayor explotación. Las falsas esperanzas de la socialdemocracia, expresadas en Colombia en la candidatura presidencial de Gustavo Petro o en la alcaldesa de Bogotá Claudia López, representan el mayor peligro para nuestra clase en su lucha por una vida mejor. La socialdemocracia, en su intento de gestionar la crisis del capital, en su burdo intento de conformar un capitalismo amable o inclusivo termina irremediablemente por convertirse en un títere más de la lógica del valor. Si el capital se encuentra en peligro por la movilización proletaria, sin ninguna duda estos personajes de la socialdemocracia colombiana no tendrán ningún remordimiento en actuar con la violencia y la misma contundencia con las que hoy actúa el presidente Iván Duque. En Colombia, como en el resto del mundo, el proletariado revolucionario buscará su vía independiente, como Karl Marx advirtió en el Manifesto comunista de 1848. El proletariado es la única clase social que dispone de las condiciones materiales para construir una sociedad por fuera de la lógica del valor. Es necesario combatir con todas las energías a la socialdemocracia, a las ilusiones democráticas que prometen una gestión benévola del capital, a las corrientes oportunistas que pretenden colocar a nuestra clase en la disyuntiva de elegir (con especial empeño en el terreno electoral) entre las formas más progresistas y más reaccionarias del capital. Es una falsa elección. Del capital en sus diferentes formas solamente podemos esperar miseria y desolación. Los trabajadores y las trabajadoras de las comunas colombianas nos indican un camino alternativo, real: el de la autodeterminación proletaria mediante la lucha de clases.